𝐟𝐨𝐮𝐫
"Mundos entrelazados"
La sala de estar de los Potter era sin duda, la habitación que James estaba más orgulloso. Era de las medidas perfectas para que las personas no sintieran que se ahogaban si había más de 10 invitados pero tampoco para que se sintiera vacía si había dos personas. Las luces cálidas iluminaban el lugar con su luz amarillenta y presentaban con orgullo la decoración variada que posaban los estantes, con sus colores cálidos y brillantes —siendo Harry a los 7 años quien había elegido un pequeño erizo decorativo hecho de oro, dado sus gustos tan pomposos— que sin duda reflejaban tranquilidad y un sentido de confort para los invitados que se sentaran en aquel sofá grande y suave que estaba en el medio. En la mesada de madera de cerezo que se encontraba frente al gran sofá chester de tres plazas se encontraba el objeto más preciado de James, una foto de Lily Potter sonriendo hacia quien la viese. La sonrisa de Lily podía calmar a cualquiera y sus facciones podían hacer que hasta el corazón más perdido se sintiera protegido. Pero ni aquella foto podía hacer que el silencio incómodo que se había formado, cuando dos pares de ojos chocaron, se fuese.
Ana no había vuelto a abrir la boca desde que había dejado salir ese pequeño hola y ahora su corazón latía con tanta velocidad que tenía miedo de que saliera de su pecho y cayera en sus manos posadas en su regazo. Ni siquiera la taza —para su sorpresa— aún caliente podía hacerla sacar un sonido de su boca.
Sin embargo, quien sí abrió la boca para romper con ese silencio fue James.
—Pues, nosotros les dejaremos toda la privacidad que necesiten... —asintió él empujando a Sirius y a Harry hacia la cocina, no sin antes arrebatar el teléfono de línea de su lugar para llevarlo consigo mismo—. Sí, les dejaremos eh... privacidad.
Ana observó cómo James se metía en la cocina, seguido por el cable que se había estirado por completo y parecía un peligro para cualquiera que quisiese pasar de un lado a otro. Era como el limbo pero con el riesgo de que si James soltaba el teléfono, éste le daría en la cabeza a alguien o rompería con alguno de sus adornos.
Y así el salón quedó nuevamente en silencio.
Ana le dedicó unos segundos a su taza de chocolate caliente y le dio unos pequeños sorbos luego de soplar el —eterno— calor del líquido. En ese pequeño período de tiempo, Ana trató de organizar sus pensamientos para no precipitar toda la información que había adquirido en aquella hora y así centrarse en el único tema que importaba en ese momento: que su supuesto padre biológico se encontraba frente suyo.
«Contrólate, Ana. Es solamente una persona ¿qué podría salir mal?».
Ana trató de hablar nuevamente pero para su sorpresa, y su alivio, Remus se le adelantó con un intrigante comentario.
—Eres igual a ella.
Al ver que el hombre estaba a punto de empezar a llorar, Ana iba comenzar a entrar en pánico sino fuese porque se escuchó el sonido del timbre sonar, haciendo saltar a ambos en sus lugares. James salió de la cocina con un resoplido de ofensa.
—¿Quién siquiera interrumpe a estas horas? ¿Es que no se puede tener una reunión familiar en paz?
Con ambos puños en su cadera —todavía con el teléfono en mano—, James marchó hacia la puerta principal y luego de destrabarla, la abrió con una mueca en sus labios hasta que se dio cuenta de quién era.
—¡Señor ministro!
James alzó sus brazos y accidentalmente soltó el teléfono —cuyo cable había sido considerablemente estirado— haciendo que éste saliera disparado hacia la cabeza de Ana, cuyos reflejos no eran los más fuertes. Pero para su suerte, los de Remus sí lo eran, y entonces el bloque de plástico le dio en la frente al hombre, quien la protegió de aquel golpe.
—¡Agh!
Remus se sobó la frente mientras mantenía los ojos cerrados por el impacto.
—¡Ay, Merlín! ¡Lunático, lo siento! —James se llevó las manos a la boca con puro horror mientras que Sirius y Harry miraban la escena con pura incredulidad desde el marco de la puerta de la cocina.
Esa tarde no parecía estar yendo para nada bien, en la humilde opinión de Ana. No sólo había descubierto que la magia era real sin propia introducción pero ahora casi había sido asesinada por un teléfono volador.
Todos estaban en silencio no sabiendo cómo reaccionar a la absurda situación en la que se encontraban hasta que Ana dejó salir una pequeña risa porque ¿cuán ridículo se podía volver ese momento? Harry le siguió la risa y luego toda el salón retumbaba por las risas de aquella familia tan peculiar. Claramente olvidándose que el ministro de magia se encontraba todavía por debajo del marco de la puerta principal.
—Lo siento si... estoy interrumpiendo un momento familiar —el señor se aclaró la garganta, atrayendo nuevamente la atención de todos—, pero es necesario que hable con tu hijo, James.
El rostro de James palideció y se volvió a Harry que miraba al ministro con horror. Se habían olvidado por completo de ese pequeño —literalmente— detalle. Sin embargo, James asintió con rapidez y le abrió aún más la puerta para que el hombre pudiese entrar.
—Claro, señor ministro ¿gusta una taza de café, chocolate caliente, té?
El hombre dejó salir un sonido satisfactorio mientras se sacaba su capa negra a rayas blancas y la colgaba en el perchero una vez adentro.
—Una taza de té, por favor, James.
James asintió con fervor y corrió rápidamente hacia la cocina, como si se tratase de un mayordomo. Pero en realidad era un anfitrión de primera.
Los ojos verdes cristalinos del ministro recorrieron la intimidad de la habitación con ojo curioso y antes de que pudiese siquiera preguntarse qué hacia un erizo de oro macizo en toda su gloria, sus ojos chocaron con los de Ana. En el momento de la sorpresa, sus cejas se fruncieron al darse cuenta de que había una niña que parecía estar en una guerra con sus emociones cuando en la morada Potter normalmente no había niñas. O en todo caso, en aquel círculo familiar que se encontraba allí dentro. A menos claro, que se tratase de una amiga del joven Harry.
—¿Quién es usted, señorita? —inquirió una vez sentado en uno de los sillones junto al gran sofá. Pero el mundo no quería que Ana hablase, es más, quería que se quedase callada durante toda la noche luego de haber dejado salir ese penoso hola y así le dio el turno a Sirius para hablar.
—¡Qué curioso que pregunte, señor ministro! —exclamó él juntando sus manos y luego señalando a Ana—. Esta niña es, pues, la hija de Remus.
El ministro sonrió sin haber procesado toda la información y asintió lentamente hasta que sus dos ojos se abrieron como dos peces globo, tal como diría Ana, al darse cuenta de lo que Sirius acababa de decir.
—¿Cómo es que has dicho Sirius?
—¡No estamos cien por ciento seguros pero un noventa por ciento! —se apuró a decir él mientras Fudge miraba a Ana y a Remus con la mandíbula en el suelo. El segundo todavía se sobaba el área adolorida donde había caído el teléfono mientras lo colocaba en su lugar.
—Pero esas son noticias de lo más excelentes, sí señor —Fudge se levantó aunque hubiese estado sentado menos de un minuto y le tendió la mano a Ana—. Encantado de conocerla, señorita. ¡Já! ¿Quién diría que la niña perdida volvería hoy? ¡Noticias excelentes yo se los digo!
Ana aceptó su saludo y él se la sacudió con entusiasmo.
—Cornelius Fudge, ministro de magia, señorita Lupin. Es ciertamente un gusto conocerla luego de doce años, así es...
—Eh... Ana Abaroa, señor...
La habitación se quedó en silencio ante la elección de apellido de Ana ¿pero qué querían que dijera? A penas conocía a Remus Lupin.
—¡Aquí tiene, señor ministro!
James apareció de la cocina, con un delantal puesto y en sus mano sostenía una taza de té humeante y una bandeja con bollos al parecer recién hechos, para la sorpresa de Ana. Los colocó en la mesa de cerezo en frente de ellos y Fudge se sentó nuevamente en su lugar pero ahora con una taza de té en sus manos.
—¿Y a mi qué? —le murmuró Sirius a James, atrayendo la atención de Ana hacia ellos—. ¿Dónde quedó tu sentido de hospitalidad conmigo, eh?
James le dio un pequeño golpe con el trapo de cocina que tenía en su hombro y apuntó hacia la cocina con su cabeza diciendo discretamente 'Ve a buscarte tu propia comida'. Tal interacción hizo que Ana riera por lo bajo hasta que su atención volviese al ministro, que soplaba el humo de su té.
—Como has de saber, James, me acaban de contar la maravillosa noticia. Será una noticia digna de periódico si me es posible decir, doce años... —Fudge dejó salir una pequeña risa de asombro y le dio un trago a su té, pero cuando se volvió nuevamente a Harry su semblante se volvió un poco más serio, tratando de no perder todo su respeto—. Pero bueno, no he venido aquí por ello. Se te hará agradable oír que arreglamos el pequeño incidente de las rejas del parque, Harry. ¡La sorpresa que los muggles se llevarían! Fue un alivio descubrir que nadie se encontraba cerca para presenciar aquella escena así que nadie tuvo que tener su mente borrada. Un alivio de verdad.
El ministro le dio otro sorbo a su té y dejó la taza en la mesa mientras se servía un bollo. Ana también dejó su taza, ya no interesada en el contenido caliente.
—Entonces ya que te he dicho tu situación, el asunto está concluido y los daños no se han de lamentar al haber sido inofensivos.
¿Eso era todo? pensó Ana al ver que el hombre felizmente comía de su bollo sin preocupación alguna. ¿No era que era ilegal hacer magia, tal como había dicho Harry? Claro, él había dicho en frente de muggles y como había dicho aquel señor corpulento, técnicamente no habían habido muggles para presenciar aquello...
—¿Y mi castigo? —inquirió Harry estupefacto de que se había escurrido de los problemas tan fácilmente.
—Sí, ¿y su castigo? —señaló James cruzándose de brazos y haciendo que Harry lo mirara con ofensa.
—¡Papá!
James se encogió de hombros y miró con inquisición a Fudge, quién parecía totalmente atónito a la pregunta de los Potter.
—¿Castigo?
—¡He infringido la ley! ¡El Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad!
—¡No te vamos a castigar por una tontería como ésa! —gritó Fudge, agitando con impaciencia la mano que sostenía el bollo—. ¡Fue un accidente! ¡No se envía a nadie a Azkaban sólo por achicar unas rejas!
Le tenían que dar la razón en aquello, para Ana eso no sonaba tan peligroso de todas las formas en que se podía utilizar la magia.
—... ¿Y qué hay de la sombra que nos seguía? —preguntó Ana atrayendo la atención de todos pero no dejando que aquello la hiciera sentir pequeña—. Digo, tal vez la perdimos cuando nos subimos en aquel autobús extraño pero parecía peligrosa.
—¿Sombra? Espera, ¿también estabas allí, Ana?
Ana asintió con vigor y juntó sus manos.
—Soy la razón por la que Harry usó magia, eh... vimos aquella sombra oscura y terrorífica, y bueno, corrimos para salvarnos. Así fue cómo Harry hizo que aquellas rejas se hicieran pequeñas... para que pudiésemos salir del parque.
El ministro dejó salir un sonido de su garganta, como si estuviese procesando lo que Ana le acababa de revelar.
—No hemos visto nada cuando enviamos a dos miembros del departamento para que arreglaran todo pero me haré cargo de que vuelvan a dar una vuelta. No me sorprendería que fuese un animal...
Ana negó y se mordió el labio recordando el aura maligna que había sentido al ver aquella silueta.
—No... los animales cazan por instinto, por hambre o por miedo... lo que vimos nos cazaba por pura crueldad.
—Pues no te preocupes, Ana. Nosotros lo resolveremos.
El señor ministro no parecía muy preocupado con las noticias que Ana le había proporcionado y ella no sabía qué hacer de ello. Tal vez y aquel mundo tenía mucha experiencia con seres malignos y tal vez sí era un animal. Además ¿quién era ella para decir aquello cuando ni había pertenecido a ese mundo una hora completa?
—Ya que hemos solucionado el tema contigo, Harry... —Fudge se había comenzado a levantar cuando del rabillo de su ojo miró a Ana y una bombilla de luz se prendió en su cabeza—. ¡Oh! Pero claro, debo de informarte, Ana. No sería un buen ministro si no te doy la bienvenida.
—¿Eh?
—Bueno, bienvenida al mundo mágico, Ana Abaroa. Hay mucha información que debes saber.
Luego de que Fudge —a medida que terminaba su té y comía unos bollos calientes— le explicara un poco de la historia del mundo mágico y algunas reglas que debía seguir, como la de no hacer magia en frente de muggles o hasta afuera del colegio... el colegio. Ana escuchaba al hombre hablar y cada vez que explicaba con orgullo acerca de aquel colegio Hogwarts, la mandíbula de Ana caía al suelo. ¡Había un colegio de magia! ¡Allí en el Reino Unido! Luego de aquel día, Ana creía que muy poco podía sorprenderla, claro que se había llevado tremenda sorpresa.
Al parecer, Ana había tenido que recibir su carta de aceptación a Hogwarts cuando había cumplido 11 años tres años antes pero por una razón desconocida no lo había hecho. Ana tenía la duda de que si la habían rechazado, es decir, era una posibilidad. ¡Ah pero claro! ¿Cómo podía dejar pasar la cuestión de que ella, Anastasia Abaroa, era una bruja? Tal vez no como las brujas que mostraban en los libros pero sí una bruja con magia y una varita mágica. Su vida se estaba pareciendo mucho a un cuento de hadas... menos las hadas y el príncipe azul. Asimismo, había descubierto que todos lo que se encontraban presentes en el salón Potter eran, en definitiva, magos. Ahora, ¿por qué ellos eran magos y no brujos? pues, Ana no tenía la respuesta. Pero bueno, ese era el tema menos importante en esos momentos porque pues, ella era una bruja. Sus padres biológicos eran seres mágicos y ella también.
Pero lo que dejó completamente atónita a Ana fue cuando Fudge dijo:
—... Y así, tú tienes la oportunidad de ir a Hogwarts, Ana, y aprender magia como cualquier bruja de tu edad.
Ana sintió que no había escuchado bien y con su poca memoria y falta de atención en la mayoría de los casos, no le sorprendería si había sucedido eso así que volvió a preguntar.
—¿Cómo ha dicho?
—¡Pues que puedes comenzar a estudiar en Hogwarts este año! —sonrió el señor con satisfacción y acomodó su traje verde botella para que se viese prolijo. Ana no lo podía creer pero él ni se inmutó y siguió hablando:—. Si es así que quieres, tienes dos opciones para comenzar tu año en Hogwarts. Puedes empezar desde primero, volviendo tres pasos hacia atrás para ir a un ritmo moderado y normal, aunque sería como repetir, ese no sería tu caso dado que es especial. Sería como si hubieses recibido tu carta a los once y todo hubiese ido acorde las normas... pero también tienes otra opción, la de dar tres años en uno solo. Es decir, dar primero, segundo y tercero este año. Sería la elección más dura pero estarás con compañeros de tu edad e irías a su ritmo y un poco más. Es tu decisión.
Ana se quedó muda cuando todos los ojos se fijaron en ella, esperando una respuesta por su parte. Ana muy pocas veces tenía ansiedad pero aquel día estaba a punto de desfallecer por culpa de ese querido mundo mágico. Claro, era una oportunidad única en la vida y seguramente todos los niños de su edad le arrancarían los cabellos si no aceptaba pero Ana había pasado por tanto ese día que dejó salir la primera excusa que vino a su mente:
—¿Y mi colegio normal?
Ana todavía ni siquiera se había inscripto en un colegio en Londres. Habían estado buscando con su abuela la última semana pero no habían decidido, así que aquella excusa solo servía porque ellos no sabían de su situación.
—Es tu decisión, Ana. Aunque claro, con todo el orgullo te recomendaría que fueses a Hogwarts para estudiar magia. No hay mejor colegio que aquel.
—Y, si puedo comentar... —Sirius les llamó la atención y miró con suavidad a Ana—. ¿No es que habían venido a Londres para comenzar de nuevo? Es tu oportunidad para volver a empezar de una forma distinta a la que habías pensado...
Ana admitió que tenía razón. Era su oportunidad de seguir adelanta y además, de una manera emocionante. Estudiar magia sonaba estupendo y un mundo mágico le volaba la cabeza. Seguramente y su abuela...
El rostro de Ana palideció al recordar a Hilda y se volvió a los adultos con horror.
—¡Mi nana! Dios, nunca volví a casa, ¡se volverá loca! ¡ni siquiera he llamado! —Ana se agarró la cabeza y la escondió entre sus piernas—. ¡Llamará a la policía de nuevo!
—¡No te preocupes, Ana! —exclamó James lanzándose hacia el teléfono nuevamente—. Llamaré a tu abuela, le explicaré dónde estás y cuando venga a buscarte le contaremos todo.
—¿¡Contrale todo esto a mi abuela!?
James asintió lentamente y la expresión de Ana se fue relajando a medida que volvía a pensar en la idea de Hilda Abaroa siendo informada de lo que verdaderamente le pasaba a su nieta. Y la verdad, era la idea que más sentido tenía de todo ese día. Es más, le aliviaba por completo saber que no debería mentirle una vez que llegara al hogar Potter.
—Sí... está bien, gracias.
James asintió y se colocó para llamar a Hilda Abaroa de una vez por todas.
• • •
Luego de media hora, en donde Ana se dedicó a mimar a la lechuza de Harry llamada Hedwig y en donde ignoraba descaradamente la opción de hablar con Remus por pura vergüenza, Hilda Abaroa llegó a la puerta principal con un tono de voz un tanto desesperado.
—¿¡Ana, estás bien!? —exclamó la señora Abaroa una vez que James le había abierto la puerta principal, mientras revoleaba un objeto que Ana no pudo enfocar hasta que se detuvo.
—¿Trajiste a Connie?
El objeto que la señora Abaroa traía en su mano, era en efecto, un peluche de un cono de helado, el cono hasta llevaba una pequeña carita feliz. Aquel peluche había llegado junto a Ana a las puertas de la casa Abaroa 12 años atrás y la pequeña bebé no había dejado de llorar su nombre 'Connie', de ahí su nombre.
Ana agarró el peluche que su abuela le tendía mientras ella buscaba algún signo de herida o dolor. No había necesitado a aquel peluche desde que tenía 6 años pero nunca se lo diría a su abuela y menos cuando se lo había traído con toda la intención del mundo.
—Estoy bien, nana... solamente que he descubierto noticias bastante sorprendentes y necesito que te informen antes de que haga alguna elección... porque bueno necesito de tu consentimiento también.
Hilda Abaroa encaró una ceja ante el pedido críptico de su nieta pero al observar a su alrededor notó que habían dos hombres desconocidos junto con los tres que había visto anteriormente.
—¿Y ustedes quienes son?
Fudge se levantó de su asiento y pasando una mano sobre su traje para sacar las arrugas, le tendió una mano a Hilda.
—Mi nombre es Cornelius Fudge, señora Abaroa. Sería un gusto hablar con usted de ciertos temas referidos a su nietas, si le es posible.
Los ojos marrones de la mujer miraron de Ana hacia Fudge por varios segundos hasta que un suspiro salió de sus labios y asintió.
—Bien, si Ana ha dicho que me informen entonces no soy yo para negarme.
Todos parecieron complacidos con aquella decisión y no fue hasta que Harry le movió el hombro, que Ana se dio cuenta que era mejor dejar a los adultos hablar en privado. Ana aceptó rápidamente la invitación del chico de irse de la habitación y ambos se escabulleron hacia el patio trasero.
El espacio no era el más grande que Ana había visto, como los patios de su antiguo hogar, pero sabía que era porque ahora estaban en la ciudad. El patio estaba lleno de flora y vegetación pero de una forma cuidada y hasta perfeccionista. Algunas enredaderas en los muros de ladrillo, otros arbustos rodeando el final del patio, rodeados de flores de muchos colores y un pequeño naranjo en el medio de todo —que ya había crecido jugosas y redondas naranjas en sus ramas— que tenía algunas flores blancas en su cuerpo. También había cerca una pequeña mesa de madera rodeada de cuatro sillas de la misma madera. En el centro de esta había una jarra de vidrio abandonada en donde algunas hojas del naranjo habían caído dentro de ésta como a su alrededor. Era un escenario bastante relajante luego de la montaña rusa de emociones que Ana había sentido antes.
—Es... surreal —murmuró ella mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad de aquella noche.
Harry frunció el ceño mirando con confusión al patio delante suyo.
—Ehh... no es tan genial, es decir, yo le hubiese plantado algunas flores más...
—Harry, no —Ana lo miró con incredulidad—, me refería a que toda esta situación me parece surreal.
Claro, eso tenía más sentido.
Un suspiro dejó los labios de Harry y se acomodó sus gafas redondas para que no le molestaran.
—¿Tú crees?
Ana se dedicó perderse en sus pensamientos y cerró los ojos para sentir la brisa chocar contra su rostro de una manera suave y relajante. Harry tenía razón, ¿es que aquello era surreal o simplemente Ana lo había ignorado por años? Cada vez que volvía a pensar en todas aquellas situaciones extrañas que se había encontrado a lo largo de los años, lo que había descubierto ese día hacía que todo cobrara más sentido. El porqué cuando se cortaba la luz en una tormenta las velas se encendían solas, o el porqué sus muñecos de nieve eran los más duraderos —aunque eso también podía ser porque era una excelente creadora de muñecos de nieve—, pues ahora todo tenía sentido y eso la hacía sentirse aliviada. No había estado poseída, no era un ente superior, era magia. Y lo más importante era que no estaba sola en ello.
—Gracias por no perder esperanza en mí, gracias por encontrarme.
Harry con una pequeña sonrisa apoyó una mano sobre su hombro de manera reconfortante.
—La familia siempre se vuelve a encontrar, no te preocupes.
Ana le sonrió y asintió. Podía cien por ciento concordar con aquello.
• • •
Luego de otra media hora en donde Ana en ningún momento se detuvo de preguntar cuestiones en relación con el mundo mágico —como cuántos animales mágicos había y si podían volar—, Sirius les avisó que podían volver adentro dado que ya habían informado a Hilda Abaroa de todo.
Ana sentía un torbellino de emociones, por un lado estaba ansiosa pero por el otro emocionada. Es decir, Sirius no se había visto decepcionado y no había un aire tenso entre ellos así que tal vez eso significaba que todo había ido bien. Sin embargo, Ana tampoco era muy buena leyendo a las personas y menos a alguien que había conocido en tan pocos días.
Pero cuando llegaron al salón, la tensión de Ana se fue al ver que su abuela en vez de verse preocupada se veía aliviada. Cuando sus miradas chocaron, la señora Abaroa abrió sus brazos mientras se acercaba a Ana y en segundos la envolvió en un fuerte abrazo.
—Siempre supe que eras muy buena para estar cerca de esas personas... siempre supe que eras mi niña especial...
Ana le devolvió el abrazo y escondió su cabeza en el cuello de Hilda. Simplemente saber que su abuela se encontraba en la misma página que ella era de un gran alivio. Cuando se separaron la mujer acarició su mejilla y encaró una ceja.
—Ahora tiene sentido que aquella niña hubiese cambiado de colores por un día completo. Ningún virus te puede volver púrpura.
Ana dejó salir una risa nasal y al escuchar a alguien aclarándose la garganta, se volvió hacia el ministro que estaba agarrando su capa del perchero.
—Es hora de que me vaya yendo, gracias por la hospitalidad —Fudge se dirigía a James con una sonrisa satisfecha—. Y no podré contener la noticia de que la hija de Faith Ward y Remus Lupin ha aparecido, un milagro que estos dos mundos se hayan encontrado.
Fudge se acomodó su capa y antes de salir por la puerta que James le había abierto, el hombre del ministerio se giró hacia Ana una vez más.
—Casi se me olvida, Ana. ¿Has hecho una elección?
Ana miró a su abuela y ella le dedicó una pequeña sonrisa antes de apretar su mano con cariño y aliento. Ana tomó una respiración honda y miró al ministro que esperaba su respuesta.
—Iré a Hogwarts... y con la segunda opción, por favor —Ana miró a Harry y sonrió—. Me gustaría empezar al lado de mi nuevo primo.
—Excelente, le avisaré a Dumbledore primera hora mañana. Buenas noches. —Fudge asintió en forma de despedida y salió de la casa, siendo cortado de la vista de todos cuando James cerró la puerta.
El salón quedó en silencio una vez más esa noche pero esta vez en vez de un silencio incómodo e inquieto, se encontraba un silencio aliviado y cálido. Tal como había querido James al decorar ese espacio.
—Esta vez... sí les dejamos un poco de privacidad —carraspeó James y comenzó a empujar levemente a su hijo hacia la cocina—. Además me encantaría preguntarle a Hilda acerca de mi receta de tarta de pavo.
Hilda dejó salir una risa y le dio palmaditas en el hombro.
—Nunca podría salir mal pero veamos cómo es.
Antes de que todos se escurrieran hacia la cocina una vez más, Hilda le dedicó un guiñó a Ana llenándole de confianza y cuando ella se dio vuelta para enfrentar a Remus, se sintió preparada y confiada para cualquier cosa.
Y parecía que él también porque en menos de tres segundos aceptó el abrazo que ella se había lanzado a darle. Era un abrazo torpe, tal vez porque Remus se tenía que encorvar para poder darle un buen abrazo pero sin duda ese abrazo estaba lleno de emociones. Era simplemente un abrazo de reencuentro luego de doce años, un abrazo que Remus había anhelado en sus sueños más fantásticos y que Ana había deseado inconscientemente mientras abrazaba a su padre Fidel. El abrazo duró un minuto entero hasta que ambos lo rompieron lentamente y Ana notó que los ojos verdes del hombre se habían cristalizado y hasta habían derramado unas cuántas lágrimas por sus mejillas. Y a Ana su corazón le latía como si se tratase de una bomba, tenía demasiadas emociones y preguntas pero estaba completamente agotada, y así se sentó en el sillón de un suspiro.
—Esto sí que es surreal, tú eres mi papá biológico...
Remus asintió y se sentó en la otra punta del sillón sin poder contener la pequeña sonrisa que se había asomado por sus labios.
—Y tú eres mi hija...
La mirada de Remus se perdió mirando el peluche a su lado y lo agarró con tal suavidad que Ana pensó que él se quebraría.
—Connie... Merlín, no había escuchado ese nombre desde hace doce años —rió él con melancolía—. No te podíamos separar de él y veo que todavía es así.
—Entre nosotros dos... —murmuró Ana acercando su cuerpo hacia él— no duermo más con Connie pero no se lo puedo decir a nana, siempre lo tiene cerca si me siento mal y bueno, cree que me calma así que no soy yo quién para decirle lo contrario.
Remus sonrió y un suspiro de alivio dejó sus labios.
—Veo que tienes una familia que te ama y cuida.
Ana le dio una media sonrisa y tiró su cabeza hacia atrás, apoyándola en el respaldo del sofá.
—Sí... pero haber perdido a papá el invierno pasado ha dejado un vacío que no se puede llenar. Es como si todo hubiese perdido un poco de su color.
—Entiendo eso más de lo que querría —una expresión de dolor cruzó la mirada de Remus y miró hacia abajo—. Cuando te perdí a ti... y a tu madre, mi mundo se derrumbó como nunca lo había hecho. Jamás creí que el corazón pudiese doler tanto pero ese fue el momento en que sentí lo que verdaderamente era un corazón completamente roto. Lo había perdido todo... pero en ningún momento dejé de buscarte. Por más que doliese tener en cuenta los finales que esa búsqueda pudiese tener, no dejé de buscar en centros de adopción, orfanatos... busqué en todas partes pero jamás logré encontrarte. Le fallé a Faith, no... no podía fallarte a ti también.
Ana notó que las manos de Remus temblaban en su regazo y apoyó la suya arriba de estas con suavidad, calmando su ansiedad.
—Pues gracias por nunca dejar de buscarme.
Remus sonrió agradecido y con una mano se secó las lágrimas que amenazaban con caer de sus ojos.
—Espero que me puedas aceptar en esta nueva etapa de tu vida porque me encantaría acompañarte de ahora en más.
Ana le dedicó una sonrisa brillante y asintió.
—Y yo no pediría otra cosa.
Y en ese momento, mirando los ojos de Remus y sintiendo su aura cálida y familiar, Ana se sintió segura de todo por primera vez después de un largo tiempo estando perdida.
• • •
¡Hola!
¿Cómo están? ¡espero que estén bien!
Este es el último capítulo que tengo escrito así que perdonen si la semana que viene no publico pq estoy muy ocupada con la facultad :(((
Este capítulo se me hizo re largo jsajj perdón a todxs xd pero es que necesitaba meter todos estos temas para poder seguir adelante ¡! y además siento que algunos temas están muy precipitados y espero que me puedan perdonar si se mezclaron :/
¡Cambiando de tema! Ana va a Hogwarts esooo y como habrán visto este capítulo no habló mucho porque bueno, estaba en un estado que se lo impedía pero ahora está mucho mejor como habrán visto ♥
¡Ah! y otra cosa antes de que sigan leyendo, esta fanfic va a tener un romance lento, muy lento y no es el centro de esta novela ya que el tema principal es Ana y sus problemas propios, así que si no les agrada esperar un montón de capítulos para siquiera unas miradas esta no es la fic para ustedes :( ¡pero espero que encuentren una de su agrado y la llenen de amor!
Yendo a un tema más serio, como muchxs sabrán, Argentina sigue en llamas luego de meses sufriendo de incendios y necesitamos toda la ayuda posible para que los daños no sean tan irreparables, estamos tratando de recaudar suplementos para detenerlos pero necesitamos de más ayuda si es posible ♥ Si están interesadxs en ayudar y firmar peticiones o donar mándenme un mensaje privado y yo les dejaré los links ¡!
Además, no sé si saben lo que está sucediendo en Nigeria también pero básicamente el SARS, un grupo creado para proteger a los ciudadanos de los asaltos armados, están abusando de su poder y usando su estatus para aterrorizar a las personas, especialmente jóvenes. No solo lxs aterrorizan pero sino que las amenazan, acosan y matan. No les costará nada firmar unas peticiones para ayudarlxs así que si están interesadxs, yo les doy los links ♥
Hay demasiados temas que necesitan ser abordados para poder dar nuestra ayuda pero no les puedo hacer leer una hoja entera ahora así que nombraré todo lo que pueden ayudar con peticiones o donaciones en estos momentos: BLM, derechos trans en el Reino Unido, el ataque en Armenia, ayudar a la etnia Uigur de los campos de concentración en China, y muchos más que debería seguir buscando.
¡Así que si están interesadxs ya saben qué hacer!
Nos vemos la próxima, lxs amo ♥
•chauuu•
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