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𝐟𝐢𝐟𝐭𝐲 𝐟𝐢𝐯𝐞

"Cambios futuros"

Cuando la mañana siguiente llegó, y como era esperado, ningún cambió tocó los terrenos de Hogwarts. Pues Harry no solamente ya tenía la mano completamente adolorida, sino que también Angelina y la profesora McGonagall se habían enojado con él.

Ana estaba untando cuajada de limón en su tostada, cuando escuchó que Parvati se situaba detrás suyo y se aclaraba la garganta. Con la tostada alzada, Ana se dio media vuelta para mirar a su amiga.

—Hola, Parvati. ¿Qué sucede?

No obstante, Parvati no miraba a Ana sino que sus ojos oscuros estaban posados fijamente en Harry. La chica se aclaró de nuevo la garganta.

—¿Te encuentras bien, Harry?

En su estado de incredulidad, Ana giró lentamente su mirada hacia Harry cuya expresión mostraba su furia por haber perdido cinco puntos a McGonagall y por haber sido gritado por Angelina, y ahora su estupefacción por la que Parvati se dirigía a él. Ella nunca le dirigía la palabra ni con un palo de diez metros. Eso Ana lo sabía muy bien.

—¿Eh? —dijo Harry sin molestarse en esconder sus pocas ganas de mantener esa conversación.

Y al parecer Parvati ya se estaba comprendiendo que había cometido un error al acercarse a él. Una mueca se posó en sus labios el mismo momento en que se cruzó de brazos.

—Mis mamás escucharon que el Ministerio está perdiendo el control con Umbridge y que se volvió lo suficiente loca para torturar a los alumnos. Los rumores están por todos lados.

Los ojos de Ana, Harry, Hermione y Ron se abrieron en par en par mientras escuchaban a Parvati hablar, cuando Harry giró su cabeza hacia Ana con el ceño fruncido y los ojos crepitando de irritación.

—¿Le contaste a Parvati?

—¿Qué? ¡No! —exclamó Ana pero sintió que su estómago daba un vuelco dentro suyo.

«Dumbledore hizo algo»

—Así que es verdad —dijo Parvati llamando la atención de ambos. Una mueca se transformó en sus labios—. Esa mujer está loca, tengan cuidado.

Parvati dio media vuelta y fue directo con Lavender que la esperaba en otra esquina de la mesa. Por su lado, Ana esperó en silencio a que Harry hiciera otro comentario.

—Le dijiste a Dumbledore —concluyó él luego de unos segundos, a lo que Ana observó su mirada dura por encima de su hombro.

—No he dicho nada. —mintió ella—. Tal vez no sabes esconder muy bien la lastimadura.

En el acto desesperado para que Harry no viese sus verdaderas intenciones, Ana terminó de untar rápidamente su tostada y se levantó de su asiento.

—Nos vemos en clase.

Sin ocultar su poco honor, las piernas cortas de Ana comenzaron a trotar hacia la salida, sabiendo que sus amigos definitivamente habían visto a través de ella.

Cuando la clase de Transformaciones finalizó, luego de que McGonagall completamente humillara a Umbridge, Hermione se acercó a Ana que estaba guardando sus pertenencias en su mochila.

—Harry sabe que estás mintiendo, Ana —confesó ella, dándole un libro que había caído al suelo a causa de la rana la cual Ana había fallado en transformar.

—Me he dado cuenta...

No había forma en que no se hubiese dado cuenta durante la clase porque el chico le dio la espalda durante su transcurso además de no querer mirarla a los ojos o hablarle. Harry parecía más herido de lo que Ana quería admitir, pero su testarudez no quería ceder. No comprendía porqué era algo malo haber mandado a Umbridge al frente, y además, Dumbledore no sabía que había lastimado a Harry en particular.

Aún así se sentía fatal.

—Vayamos a Cuidado de Criaturas Mágicas. —suspiró Ana colgando su mochila en su hombro, y antes que Hermione dijera algo, añadió:—. Luego de clases te cuento qué hice.

Cuando hicieron el recorrido hacia el bosque para asistir a la clase, tuvieron la mala suerte de volver a encontrarse con el rostro de Umbridge ahora esperando al grupo entero junto a la profesora Grubbly-Plank. Ana jamás había querido faltar a una clase de Cuidado de Criaturas Mágicas tanto como anhelaba en esos momentos.

—Usted no siempre imparte esta clase, ¿verdad? —oyó Ana que le preguntaba a

Grubbly-Plank cuando llegaron a la mesa de caballete donde los bowtruckles cautivos, que

parecían un montón de ramitas vivas, escarbaban en busca de cochinillas.

Prevenir que su cordura le fallara era la primera prioridad de Ana, por lo que hizo todo lo posible para ignorar la voz de Umbridge y sus preguntas taladrantes. Y cuando la mujer de conjunto rosado le dio el pie a la profesora Grubbly-Plank para comenzar la clase, le dio su debida atención.

En aquella clase, la profesora Umbridge adoptó una táctica diferente: se paseó entre los estudiantes formulando preguntas sobre criaturas mágicas. La mayoría supo contestar correctamente, Ana estuvo especialmente contenta cuando Parvati y Lavender le contaron detalladamente acerca de los Bowtruckles. Aquella clase en grupo había dado sus frutos.

Mientras sus amigos escuchaban la interrogación de Umbridge a la profesora Grubbly-Plank, Ana entretenía al Bowtruckle que le había tocado cuidar, distrayéndolo con cochinillas. No obstante, su concentración se esfumó cuando escuchó la condenada pregunta:

—Tengo entendido que en esta clase ha habido heridos, ¿es eso cierto?

El rostro de Ana se desfiguró y una mueca de asco se posó en sus labios mientras que sus ojos automáticamente se fijaron en Malfoy que parecía un tanto emocionado por relatar aquella anécdota.

—Fui yo —respondió—. Me golpeó un hipogrifo.

—¿Un hipogrifo? —se extrañó la profesora Umbridge, escribiendo frenéticamente en sus pergaminos.

—Sí, pero fue porque Malfoy es tan estúpido que no escuchó las instrucciones que le dio Hagrid —intervino Harry, furioso.

Ana no podía negar que aquel comentario no había sido esperado por su inconsciente, no obstante se mordió el labio esperando la reacción de Umbridge.

La cabeza de Umbridge lentamente fue girando hacia Harry como si estuviese en una película de terror, pero antes de que el siguiente castigo saliese de su boca abierta, una voz la interrumpió.

—Disculpe, profesora Umbridge.

Aquella voz de sirena habló detrás de sus espaldas haciendo que cabezas giraran hacia su dirección, incluyendo la de Ana. Y frente a ellos, la figura de Daphne Greengrass en su esplendor se encontraba parada, vistiendo una sonrisa gatuna en sus labios. La atención era donde más prosperaba.

Daphne se veía igual que la última vez que Ana la había visto en el compartimiento del tren. Su cabello chocolatoso brillaba bajo el sol y sus ojos castaños y profundos se encontraban pintados con el más fino delineado. No le sorprendería a Ana descubrir que ella era una de las chicas más lindas del colegio.

Sin embargo, su atención rápidamente vagó hacia Umbridge, que aunque parecía molesta por la interrupción, en vez de desquitarse con Daphne —quien aparentemente estaba en la buena lista de su libro—, le sonrió dulcemente.

—¿Qué sucede, señorita Greengrass?

Aparentando inocencia, un dedo de Daphne se enredó en uno de sus mechones y ladeó la cabeza. Sus hoyuelos se hacían notar con su sonrisa.

—Disculpe las molestias, pero verá... Estaba en su oficina para discutir con usted acerca del tema que hemos visto en clase, cuando una lechuza entró por su ventana llevando una carta —explicó ella, ahora mirando a su perfecta manicura de color roja—. Parecía bastante urgente, si le soy honesta. Después de todo, tenía el sello del Ministerio.

La visión más gloriosa de aquella semana se presentó frente a Ana cuando el rostro de Umbridge dejó de sonreír y el color pareció abandonar su piel, y el brillo de sus ojos se esfumó en un chasquido. Sin embargo, tratando de mantener apariencias, Umbridge pasó una mano sobre su chaleco y se aclaró la garganta antes de girarse hacia la profesora Grubbly-Plank.

—Seguiremos con la supervisión mañana.

Sin nada más, Umbridge comenzó a trotar hacia el castillo, ensuciando sus zapatos rosados y su dignidad.

Aburrida, Daphne sacó goma de mascar de uno de sus bolsillos y se puso la golosina rosada entre sus labios antes de comenzar a masticar. Mientras tanto, todos la seguían observando por el simple hecho de que todo había pasado tan rápido.

—Daphne, ¿qué estás haciendo? —siseó Malfoy desde su lugar, indignado de que hubiese interrumpido el castigo que Umbridge le iba a dar a Harry.

Daphne hizo un globo.

—¡Daphne!

Daphne puso los ojos en blanco y su globo explotó justo antes de que una mueca de asco se posara en sus labios.

—¿Cuántas veces te lo tengo que decir, Malfoy? —exclamó ella ahora mirándolo con desprecio de pies a cabeza—. No puedes dirigirme la palabra cuando yo me veo así... —sus manos siguieron su figura—... y tú te ves como un hurón flácido y oloroso. Qué asco.

Ana soltó una carcajada sin poder evitarlo y cuando se les fue la sorpresa, los demás la siguieron mientras Malfoy se volvía rojo de la vergüenza. Pero solo pasó un minuto cuando la profesora Grubbly-Plank salió de su estado de shock para rápidamente poner en orden a la clase.

—¡Orden! Todos sigan concentrándose en sus Bowtruckles. Señorita Greengrass por favor hágame el favor de irse de mi clase si usted no forma parte de ella...

Con un ademán de mano, Daphne se dio media vuelta y comenzó su caminata hacia el castillo sin molestarse en decir una palabra más luego de su grata sorpresa a la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas.

•      •      •

Aquella misma tarde, luego de que las clases terminaran y de que Harry se dirigiese a su castigo con Umbridge, Ana y Hermione se dirigieron hacia su dormitorio para poder ducharse.

El cuerpo de Ana dolía tanto que una vez que su cabello mojado se secó por arte de magia, no esperó ningún segundo antes de tirarse a su cama y rebotar por unos segundos en ella. Aún le daba vuelta la cabeza por todo el hecho con Umbridge.

—Me estás diciendo... —comenzó a decir Hermione mientras trenzaba su cabello grueso y oscuro—... que ayer después de la clase con Umbridge fuiste a la oficina de Dumbledore, interrumpiendo seguramente su trabajo... ¿y entraste con acusaciones y mala hierba a obligarlo a actuar en contra de Umbridge aún cuando sabes lo peligroso que es que él se muestre en contra del Ministerio?

Un suspiro de humillación traicionó a Ana antes de que pudiera sofocar su aire contra la almohada.

—Por tercera vez... sí.

—Tienes mucha suerte de que no te haya puesto él detención. —masculló Hermione y la miró a través del espejo frente suyo—. Harry tiene toda la razón en enfadarse contigo, te has pasado de línea.

Un resoplido salió de Ana y no pudo sofocar lo suficiente su protesta cuando giró su cabeza hacia Hermione. Al ver el mal humor y arrepentimiento en sus facciones, la expresión de Hermione se suavizó y ató su trenza con dificultad.

—Pero igualmente tuviste buenas intenciones. Siempre tienes buenas intenciones. Sólo tienes que... cambiar tu forma de poner en acción tus planes.

Ana giró su cuerpo para poder enfrentar su rostro al techo de su cama. Ojos azules apagados por las ojeras oscuras bajo de ellos.

—De igual forma tienes razón, me he pasado de línea y tengo que disculparme con él. Harry ha pasado por tanto y no merece una carga más. No cuando Umbridge lo tiene bajo sus garras con detención.

Ambas se quedaron calladas ante la mención de Umbridge, recordando la escena de hacía horas atrás cuando Daphne había interrumpido la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas para avisarle que una carta del Ministerio había llegado a su oficina.

—¿Qué crees que dirá la carta? —inquirió Hermione después de unos minutos en contemplación.

Ana se encogió de hombros.

—Seguramente algo como: Muy buen trabajo en torturar a los alumnos. Ahora le daremos un aumento de cargo y de ahora en más será la dictadora de todo el Reino Unido.

Hermione dejó salir una risita y enseguida Ana la siguió al darse cuenta lo ridículo que había sonado aquella teoría.

—Como si Fudge alguna vez fuese tan generoso —se burló Ana a lo que Hermione siguió riendo hasta que sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que tomar un respiro hondo para tranquilizarse.

—Creo... Creo que es hora que bajemos a cenar. Ron debe estar esperando y sabes como se pone.

De un impulso, Ana saltó de su cama y acomodó su falda que se había movido y arrugado.

—No podemos hacerlo esperar, ¿no? Vamos.


Era casi medianoche. Ana, Hermione y Ron se encontraban en la sala común esperando a que Harry saliera de detención, mientras cada uno se dedicaba a ocupar su tiempo como quería. Ana había elegido terminar de leer aquel libro de Masha Mishra para poder comenzar a leer el otro que había sacado de la biblioteca.

Satisfecha con la lectura, Ana pasó la última página del libro y cerró su tapa dura. Estaba a punto de descansar un poco los ojos, cuando Hermione se aclaró la garganta y se inclinó en su asiento luego de soltar sus agujas de tejer. Ana y Ron se miraron de reojo pero también se inclinaron para escuchar a su amiga.

—Estaba pensando... Estamos de acuerdo que Umbridge es repugnante...

Sin pensarlo, Ana y Ron asintieron al unísono.

—Es una mujer miserable —espetó Ana no escondiendo su mueca.

—La odio. Hasta... Hasta... ugh, no puedo creer que vaya a decir esto, pero hasta prefiero a Snape —admitió Ron antes de dejar salir una arcada.

Hermione asintió lentamente, aceptando ambas opiniones de sus amigos antes de continuar con su discurso.

—Bueno... Ya hemos visto que los profesores no tienen mucho poder contra ella y que si continúa enseñándonos de la forma en que lo hace al final del año no sabremos nada... Bueno, pensaba en que podíamos tomar cartas en el asunto.

—¿Cartas cómo? —preguntó Ana.

La boca de Hermione se abrió para hablar, pero el sonido de la entrada abriéndose hizo que la cerrara de inmediato. Los tres giraron sus cabeza y vieron a Harry entrar casi arrastrando sus piernas de lo cansado que parecía. Su mano se encontraba roja a carne viva.

—Toma —dijo Hermione con inquietud mientras le acercaba un pequeño cuenco lleno de un líquido amarillo que había preparado durante aquellas horas—, pon la mano en remojo, es una solución de tentáculos de murtlap pasteurizados y escabechados. Te irá bien.

Harry metió la mano en el cuenco y sus facciones rápidamente cambiaron de puro dolor a relajación. Sus hombros se aflojaron y un suspiro de alivio dejó sus labios. Crookshanks se enroscó alrededor de sus piernas maullando fuerte; luego saltó a su regazo y se quedó acurrucado.

—Gracias —dijo Harry reconfortado y con los ojos cerrados. Cuando los abrió, miró a Ana que no sabía si esconderse o decir algo—. No saben lo que ha pasado. Umbridge me ha quitado los próximos castigos.

—¿En serio? —preguntaron los tres al mismo tiempo sin poder creer lo que oían.

—Sí. —afirmó Harry, y con su mano saludable rascó su nuca—. Creo que la carta que recibió hoy le hizo cambiar de opinión... por lo que tu plan ha funcionado, Ana.

Cuando escuchó su nombre, la postura de Ana se irguió y sus ojos se abrieron en sorpresa.

—Ah... Pero igualmente no tuve que haberme entrometido. Me habías dicho que no e igual lo hice.

—Y gracias a ti no tengo que volver a detención con Umbridge. —Harry se permitió enviarle una sonrisa pequeña a Ana, quien la devolvió, sintiendo que su cuerpo se relajaba ante la reacción de su amigo.

—Esa mujer es repugnante —afirmó Hermione con un susurro, nuevamente llamando la atención de los otros—. Repugnante. Cuando has entrado estaba diciéndole a Ana y a Ron... que tenemos que tomar cartas en el asunto.

—Yo propongo que la envenenemos —sugirió Ron con gravedad y Ana asintió con fervor, a favor de la propuesta.

—No, en serio... Ana ya ha hecho una parte, ya Dumbledore y el resto del cuerpo estudiantil sabe lo que hace (aunque muchos crean que solo es un rumor). Ya que el fuego está encendido, podríamos decir algo sobre lo mala profesora que es y sobre el hecho de que con ella no vamos a aprender nada de Defensa —propuso Hermione.

—Pero ¿qué quieres que hagamos? —le preguntó Ron con un bostezo—. Es demasiado tarde, ¿no? Ya le han dado el empleo, y Fudge no la sacado ni por los rumores de tortura. No se irá tan fácilmente.

—Bueno —aventuró Hermione—, se me ha ocurrido... —Miró con cierto nerviosismo a Harry y prosiguió—: Se me ha ocurrido que a lo mejor ha llegado el momento... de que actuemos por nuestra cuenta.

—¿De que actuemos por nuestra cuenta? —repitió recelosamente Harry, que todavía tenía la mano metida en la solución de tentáculos de murtlap.

—Me refiero a... aprender Defensa Contra las Artes Oscuras nosotros solos—aclaró Hermione.

—Hm... no parece una idea tan mala —añadió Ana, siempre queriendo apoyar a Hermione.

—¿Pretenden hacernos trabajar aún más? ¿No se dan cuenta de que Harry y yo volvemos a tener los deberes atrasados y sólo llevamos dos semanas de curso?

—Pero ¡esto es mucho más importante que los deberes! —protestó Hermione.

Aterrorizada, Ana puso una mano sobre la frente de Hermione mientras Harry y Ron la miraban con los ojos desorbitados.

—¿Cómo? ¿Te encuentras bien, Hermione?

—No seas tonta, Ana. Me siento mejor que nunca —replicó Hermione sacando la mano de Ana de su rostro—. Se trata de prepararnos, como dijo Harry en la primera clase de Umbridge, para lo que nos espera fuera del colegio. Se trata de asegurarnos de que verdaderamente sepamos defendernos. Si no aprendemos nada durante un año...

—Estaremos desarmados luego —concluyó Ana.

—No podremos hacer gran cosa nosotros solos —repuso Ron con desánimo—. Sí,

podemos buscar embrujos en la biblioteca e intentar practicarlos, supongo...

—No, estoy de acuerdo contigo: ya hemos superado esa etapa en la que sólo podíamos

aprender cosas en los libros —dijo Hermione—. Necesitamos un profesor, un profesor de

verdad que nos enseñe a usar los hechizos y nos corrija si los hacemos mal.

—Si estás pensando en mi tío... —empezó a decir Harry.

—No, no, no estoy pensando en Remus —dijo Hermione—. Él está demasiado ocupado con

la Orden, y además sólo podríamos verlo los fines de semana que fuéramos a Hogsmeade, y

eso no sería suficiente.

Ana se lamentaba de que su padre hubiese renunciado el curso anterior, pues si él siguiera estando allí, nada de lo que estaban sufriendo hubiese tenido lugar.

—Entonces, ¿en quién? —preguntó Harry, mirándola con el entrecejo fruncido.

Hermione suspiró profundamente.

—¿No lo han captado? —se lamentó—. Podrías hacerlo tú, Harry. Podrías enseñarnos Defensa Contra las Artes Oscuras.

«Huh»

Hermione pocas veces tenía malas ideas, y aquella en definitiva no lo era. Ana conocía las historias victoriosas de Harry. De cómo se había enfrentado al profesor Quirrell, que como bien había dicho Harry el día anterior escondía a Voldemort en su turbante; o acerca de la lucha contra el basilisco que había capturado a Ginny y que al parecer había sido controlado por Tom Ryddle.

Sin duda alguna, si había alguien que les podía enseñar a defenderse contra las artes oscuras era Harry.

—No es mala idea. —apoyó Ron.

—Suena a que podría funcionar —añadió Ana con un asentimiento.

—¿Qué es lo que podría funcionar? —preguntó Harry.

—Ya sabes, que nos enseñes tú.

—Pero si... —Harry sonrió incrédulo—. Pero si yo no soy profesor. Yo no puedo...

—Harry, eres el mejor de nuestro curso en Defensa Contra las Artes Oscuras —le recordó Hermione—. Tú me superaste en tercero, el único curso en que ambos hicimos el examen y tuvimos un profesor que sabía algo de la asignatura. Pero no estoy hablando de resultados de exámenes, Harry. ¡Piensa en todo lo que has hecho!

—¿Qué quieres decir?

—¿Saben qué? No estoy seguro de querer que me dé clases alguien tan estúpido —le insinuó Ron a Ana y a Hermione con una sonrisita. Luego miró a Harry e, imitando a Goyle cuando se concentraba, dijo—: Vamos a ver... En primero salvaste la Piedra Filosofal de las manos de Quien-tú-sabes. En segundo, mataste al basilisco y destruiste a Ryddle... En tercero ahuyentaste a más de un centenar de Dementores de una sola vez...

—Sabes perfectamente que eso fue por casualidad, si el giratiempo no hubiera...

—El año pasado —continuó Ron ya casi a voz en grito— volviste a vencer a Quien-tú-sabes...

—¿Quieren hacer el favor de escucharme? —saltó Harry—. Escúchenme, ¿de acuerdo? Dicho así suena fabuloso, pero lo que pasó fue que tuve suerte, yo ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, no planeé nada, me limité a hacer lo que se me ocurría, y casi siempre conté con ayuda...

Ana miró de reojo a Hermione y Ron y notó que no paraban de sonreír, y luego su mirada se fijó en Harry que estaba a punto de explotar, por lo que decidió que era tiempo de intervenir una vez más.

—Está bien —afirmó ella, juntando sus manos en un aplauso para que Harry dejara de observar a sus amigos y se centrara en ella—. Tienes razón, Harry. Es decir, es verdad que todos esos factores te ayudaron a realizar cada una de esas victorias. Sin Fawkes no hubieses podido sobrevivir, sin el giratiempo no hubiésemos salvado a Buckbeak... Pero sin ti las ecuaciones no se hacen. Sin tu valentía y tu casualidad... nada hubiese pasado. Claro que hubiese sido preferible que ninguna de aquellas situaciones hubieran pasado, digo, suena enfermizo y cansador, y que tú hayas tenido que enfrentarte a todos esos peligros no es aceptable.

»Pero lo has hecho. Por casualidad, con ayuda... tú has logrado todo aquello. Tú fuiste quien contra viento y marea sigue estando aquí de pie. Sería una verdadera pena no darte el crédito que mereces, porque aunque lo niegues, tus acciones sí tienen importancia. —Ana suspiró al ver el rostro cansado de Harry—. No te queremos presionar. Si tú no quieres entonces no aceptes, pero no puedes negar todo lo que has logrado, no puedes negar todo lo que sabes.

Los cuatro se quedaron callados mientras la respiración agitada de Harry comenzaba a agitarse. Hermione parecía afligida.

—Harry —dijo ella con timidez—, ¿es que no lo ves? Por eso..., por eso precisamente te necesitamos. Necesitamos saber... có-cómo es en realidad... enfrentarse a..., enfrentarse a Vo-Voldemort.

Ana fue la primera en levantarse mientras los ojos de Harry miraban el vacío.

—Bueno... me voy a dormir. Nos vemos por la mañana.

Junto con Hermione, Ana subió las escaleras hacia el dormitorio donde Parvati y Lavender las esperaban ya en un profundo sueño.


Lo que se sintió como una eternidad, fue simplemente una semana que pasó con gran lentitud. Como las primeras semanas de clases, los profesores siguieron imponiendo tarea tras tarea, actividad tras actividad, y noches de insomnio tras otra.

Cada día sin falta, Ana se escabullía al escondite que compartía con Blaise y pasaba algunas horas junto a él y su nueva voluntad para hablar de sí mismo. Y con éxito, al final de aquella semana, Ana podía admitir saber más del chico que cualquier otro año. Blaise era alérgico a los mosquitos, hablaba diez idiomas de manera fluida, nunca había tenido una mascota propia...

Eran tantas cosas las que había aprendido que Ana temía olvidarse hasta el más mínimo detalle.

No obstante, cualquier preocupación se esfumó cuando llegó el día diecinueve, que para Ana era el día más importante de todo septiembre ya que era el cumpleaños de Hermione. Días atrás, ella, Parvati y Lavender habían llegado a la conclusión de que Hermione merecía un día muy especial siendo que aquel año sería el primer cumpleaños donde ella era prefecta. Y aunque Parvati al principio pareció recelosa a festejar, rápidamente fue arrastrada hacia los planes de las otras dos.

Aquella mañana, una hora antes de que Hermione se despertase para comenzar un día lleno de clases, Ana bajó hacia la cocina para preparar las galletas favoritas de su amiga junto a Dobby, quien estuvo de lo más contento en participar, y al final de la hora llevaba hacia la sala común una bandeja llena de humeantes y deliciosas galletas de naranja y jengibre.

Cuando llegó al dormitorio a las siete de la mañana, Parvati y Lavender la esperaban con sus propios regalos. Un minuto más tarde, Hermione dio signos de ir despertándose.

—Ugh... ¿Qué hora es? —inquirió ella a sí misma antes de correr la cortina de su cama, aún no despierta del todo.

—Las siete. —dijo Ana con una sonrisa.

Hermione dio un salto en su cama cuando escuchó la voz de Ana, y sus ojos aún cerrados se abrieron en un santiamén para observar a sus amigas rodeando su cama. Su rostro estaba marcado con el contorno de su almohada, había algunas lagañas en sus ojos, y su cabello estaba protegido por su gorra de seda.

—¿Qué...?

—¡Feliz cumpleaños!

Ana, Parvati y Lavender exclamaron al mismo tiempo haciendo que Hermione volviera a saltar en su lugar, pero que la sombra de una sonrisa transformara sus labios. Sus ojos cansados brillaron.

—¿Se levantaron temprano para saludarme?

—Así es. Eres la primera en cumplir dieciséis, y además eres prefecta. —explicó Lavender—. Teníamos que pensar en algo especial... ¡Así que aquí tienes!

Lavender le tendió un cárdigan con los colores de Gryffindor mientras en su rostro su sonrisa se hacía más grande.

—Tejí este cárdigan para ti. Como sé que te gusta ese hechizo de agrandar los bolsillos, lo aprendí e implementé para que estos sean gigantes —los dedos de Lavender se movieron hacia los botones coloridos—. Además... ¡Cada botón está bordado con un diseño único!

Lavender señaló el botón de más arriba. Era azul con letras.

—Este está inspirado en nuestro pin de p.e.d.d.o. Luego este con la "P" de prefecto. Este lo diseñó Ana, es Crookshanks...

—No nos fijemos en los detalles —rió Ana nerviosa tratando de tapar el botón anaranjado que Lavender había recreado sin borrar la atrocidad de la poca habilidad suya—. Ya los podrás inspeccionar más tarde... ¡Pero esto no!

Ana levantó su bandeja de galletas y el olor a naranja inundó sus fosas nasales de la forma más agradable. Hermione cerró los ojos mientras el dulce aroma llegaba a ella.

—Sé que no es mucho, pero cociné tus favoritas. Naranja y jengibre. Justo como te gusta.

—Huele delicioso... Las comeré en el desayuno. No quiero que se llene de migas aquí.

—Por supuesto que no... —dijo Ana, suprimiendo la sonrisa burlona que se asomaba en sus labios.

Las cuatro se quedaron calladas por unos segundos, disfrutando del momento que habían creado junto al dulce aroma de las galletas y la perfumada lana del cárdigan, cuando Parvati se aclaró la garganta. Ana, Hermione y Lavender se giraron hacia ella, y Parvati sacó un paquete bien envuelto antes de entregárselo a Hermione.

—Ya sé que es un poco tarde para este regalo, pero nunca conseguí un buen momento hasta ahora. — Parvati se cruzó de brazos y de forma distraída observó su manicura perfecta—. Denada.

Con una ceja alzada, pero sin haber podido contener su sonrisa, Hermione lentamente empezó a abrir el paquete marrón. Luego de unos segundos en profunda concentración, sacó el regalo de su interior para encontrarse con un muy elegante marco de fotos.

El marco estaba bañado en oro. Estaba tallado con líneas florales detalladas y hermosas; además de que en ambos lados había dos pequeños leones con la boca abierta. En sí, el marco era ostentoso, brillante e intimidante, no obstante, la foto que resguardaba era lo que valía oro.

La foto se movía, como cualquier foto mágica, y mostraba a Hermione, Ana, Parvati y Lavender abrazadas durante el Baile de Navidad. La foto había tomado lugar una vez que las cuatro se habían puesto a bailar juntas; James Potter había llevado una cámara de fotos para gastar el rollo en fotos de Harry y Ana, por lo que cuando las vio disfrutar del baile, no perdió ningún momento en capturar el momento. En la foto, las cuatro reían mientras sus vestidos y trajes se movían al compás de sus movimientos; cabellos despeinados y ojos brillantes acompañados de sonrisas enceguecedoras.

Era la foto perfecta.

Las manos de Hermione temblaban en su agarre del marco.

—Parvati, esto es...

—Ya sé que la foto es del año pasado, pero como se la pedí al padre de Harry y ustedes nunca la vieron pensé que sería un buen regalo. Pero si no la quieres entonces puedo guardarla y dársela a Ana en el...

—Es perfecta —la interrumpió Hermione levantando la cabeza para mirarla con ojos brillantes.

Ana no podía borrar su sonrisa.

—Aw, Parvati. Es el regalo más dulce que has hecho, me encanta...

—¡Lo adoro! —exclamó Lavender y saltó en su lugar haciendo que sus trenzas espesas y rubias saltaran en sus hombros—. Es muy sentimental y personal. Eres adorable, Parv.

De inmediato, Parvati se avergonzó impidiendo que alguna palabra coherente pudiera salir de su boca; lo que también fue interrumpido por el fuerte abrazo que Hermione le dio sin que ella pudiese evitarlo.

—¡Abrazo grupal! —dijo Ana.

—¡No! —gritó Parvati, aunque sus manos habían empezado a darle palmadas pequeñas a la espalda de Hermione—. No se atrevan. No más abrazos.

Ana, Hermione y Lavender comenzaron a reír mientras Parvati se arreglaba el uniforme arrugado por el abrazo. Satisfecha, se aclaró la garganta y se dio media vuelta hacia la puerta.

—Voy al Gran Comedor —espetó antes de agarrar su mochila—. Nos vemos allí.

—¡Pero si el desayuno no lo servirán hasta media hora!

Parvati no se dignó en responder y cerró la puerta detrás suyo mientras las risas de sus amigas seguían sonando en la habitación.


A medio día, mientras Ana y Hermione entraban en la sala común de Gryffindor para buscar el libro de Runas Antiguas que Ana se había olvidado para dirigirse a dicha clase, sus ojos vagaron por la ya desordenada habitación, cortesía de todos los estudiantes que no se dignaban en levantar sus pertenencias.

Aún Ana no le había contado a Hermione que los elfos domésticos se habían resignado a limpiar la Torre de Gryffindor, y que ahora el único que ordenaba el caos era solamente Dobby y su pequeño sueldo. Y con el simple hecho de pensar que él debería limpiar y ordenar todo lo que los alumnos tiraban al suelo hizo que un mal sentimiento se situara en su estómago.

El día en que se había enterado había prometido que le diría a Dumbledore de hacer algo, pero ahora que lo pensaba más profundamente, tal vez aquella no era la forma de tomar acción.

—Hermione, estaba pensando... —comenzó a decir Ana mientras abría la puerta del dormitorio y dejaba entrar a su amiga—... es decir, ya sé que es tu cumpleaños y podría esperar otro momento en decir esto... pero... eh... tengo una idea.

Hermione se había agachado para acariciar a Crookshanks, por lo que levantó su cabeza para mirarla.

—¿Qué idea?

Ana se tocó la nuca antes de caminar hacia su escritorio donde el libro gordo de runas se encontraba.

—Bueno... estaba pensando en peddo...

—P.E.D.D.O.

Un suspiró salió de Ana y asintió ante el recelo de su amiga.

—Sí, sí... P.E.D.D.O... Pues estaba pensando en otro método para combatir la injusticia... y pensé en que podríamos comenzar a limpiar la sala común y los dormitorios por nuestra cuenta propia. Es decir, de esa forma le sacamos un trabajo cansador a la vez a los elfos de aquí... y como eres prefecta tienes más autoridad ahora... no sé, piénsalo.

Una vez que agarró el libro, Ana lo metió en su mochila antes de sacar los libros que no necesitaría para el resto del día ya que de esa forma no le dolería la espalda por el peso. Contenta con su forma de pensar, Ana cerró su mochila y se dio media vuelta para que se fueran a clase, cuando se dio cuenta de que Hermione tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido en pura concentración.

—Limpiar la sala común y los dormitorios... no suena como una mala idea... podríamos juntar dinero para comprar artículos de limpieza. Lo tendría que hablar también con los otros prefectos de Gryffindor pero estoy segura de que Tenzin se sumará a la idea, y si él se une, Dian lo seguirá...

Hermione juntó sus manos en un aplauso y sonrió contenta.

—¡Genial! Sí, haremos eso. Es una buena idea que puede llegar a unir a Gryffindor un poco más y a ayudar a los elfos —Hermione asintió y abrió la puerta para que Ana pasara—. Lo hablaré con los otros en la próxima reunión de prefectos, y cuando tenga el asentimiento P.E.D.D.O. se pondrá en marcha. ¿Qué dices?

—Me parece que tienes los mejores planes —afirmó Ana con una sonrisa—. Es hora de cambiar algunas cosas. Hagámoslo.

•      •      •

¡hola!

buen domingo <3

¿cómo están? decidí que voy a empezar a actualizar los domingos (si no hay dificultades), y así les traigo un capítulo para finalizar la semana ♥

sé que en este capítulo no apareció blaise pero pls no me tiren tomates porque como dije en la actualización anterior, se vienen capítulos muy interesantes y blaise va a formar 100% parte de ellos !!!

atentis ah

also, de las pocas veces que escribí a daphne la amo, me encanta escribir personajes terciarios perdón jajasj

bueno, les dejo por hoy pq no tengo nada más que decir

¡nos vemos la próxima actualización!

•chauuu•

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