𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭
"La verdad está fuera"
Los días fueron demasiado pesados para Ana. Las tareas y hechizos se le estaban mezclando y ni hablar de las clases. A veces había momentos en que no recordaba si estaba estudiando hechizos de primer año o segundo. Y aunque Hermione se ofreciera a ayudarla a organizarse, por impotencia de no saber cómo hacerlo ella misma, Ana se negaba. Necesitaba lograr hacer planes por su cuenta y no depender de otros para que arreglasen sus problemas, aunque a veces hasta se olvidaba que los tenía y agregaba aún más a su lista.
Por otro lado, Ana se había estado escribiendo con su abuela desde el primer día y era satisfactorio decir que después de dos cartas, Limonada era libre de garrapatas y se revolcaba felizmente en el barro de la calle. Lo que sí ponía sentimental a Ana era que Hilda le decía que la perrita la extrañaba demasiado y no había un día en que no llorase su ausencia. Detalle que hizo que Ana le prometiera que le enviaría algunas golosinas para perros para que Limonada pudiese disfrutar. Y qué tal, tal vez encontraría algunos dulces mágicos... si tan solo pudiese ir a Hogsmeade.
Un suspiro dejó sus labios y el olor extraño del caldero que tenía a su lado la trajo a la realidad. Ana miró de reojo y notó que Neville se había equivocado con su poción. Un error que no era inusual y por ello preferiría que el profesor Snape, un hombre que no le llegaba caer bien a Ana por su agria personalidad, no le gritara al chico.
—¡Naranja, Longbottom! —exclamó Snape, levantando un poco con el cazo y vertiéndolo en el caldero, para que lo viera todo el mundo—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?
—Es solamente un error, profesor —lo defendió Ana con el ceño fruncido—. Neville puede arreglarlo y...
—Nadie le ha pedido que abriese la boca, Abaroa —espetó Snape con ira mientras la miraba pero Ana no se inmutó. Le daba mucho más rabia que miedo.
—Pues con todo lo que grita se me hace poco probable que no quiera una reacción de los demás.
El rostro contraído de Snape le hizo recordar a la hermana Esther, su antigua profesora de matemática. Esa mujer sí que no tenía paciencia o algún indicio de amor en sus huesos. Y si su nuevo profesor de pociones era como ella, ponerle los puntos no era tan diferente como en su antigua escuela.
—Diez puntos menos para Gryffindor —dijo Snape luego de que el salón se hubiese vuelto callado cuando Ana le respondió y se giró a Neville, ignorando la expresión de mala gana de Ana—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.
Snape se alejó, dejando a Neville sin respiración, a causa del miedo.
Ana resopló ante el carácter del adulto. Si no tenía paciencia con los estudiantes entonces ¿para qué se había postulado como profesor? No tenía sentido.
—Yo te ayudaré, Neville —le susurró Hermione que estaba en frente de ellos dos y el chico la miró con alivio.
—Es un cretino —masculló Ana revolviendo su poción que todavía no tomaba el color que debería.
—¡Ana! —susurró Hermione con los ojos bien abiertos—. No puedes decir eso...
—¿Estoy en lo incorrecto? —le susurró ella e hizo una mueca—. Se lo tiene bien merecido, no puede ir avergonzando a sus estudiantes e insultarlos cuando se le de la gana. No entiendo cómo no se han quejado con Dumbledore todavía...
—Si Dumbledore confía en él entonces no puede ser tan malo...
Ana miró de reojo a Snape quién estaba amenazando a otro estudiante. Ana realmente dudaba que no fuese tan malo pero no iba a inquietar a Hermione con sus teorías, porque eran solamente eso, teorías.
Cuando faltaba poco para que terminara la clase, Snape se dirigió con paso firme a Neville, que se encogió de miedo. Ana quería calmarlo pero estaba igual de inquieta, no podía creer que Snape iba a poner en riesgo al sapo como si nada.
—Vengan todos y pónganse en corro —dijo Snape. Los ojos negros le brillaban—. Y vean lo que le sucede al sapo de Longbottom. Si ha conseguido fabricar una solución para encoger, el sapo se quedará como un renacuajo. Si lo ha hecho mal (de lo que no tengo ninguna duda), el sapo probablemente morirá envenenado.
Ana mordió su labio con aprensión y observó a Snape poner en su mano a Trevor e introducir una cucharilla en la poción de Neville, que había recuperado el color verde. Echó unas gotas en la garganta de Trevor.
Se hizo un silencio total, mientras Trevor tragaba. Luego se oyó un ligero «¡plop!» y el renacuajo Trevor serpenteó en la palma de la mano de Snape. Los de Gryffindor prorrumpieron en aplausos y Ana suspiró aliviada. Snape, irritado, sacó una pequeña botella del bolsillo de su toga, echó unas gotas sobre Trevor y éste recobró su tamaño normal.
—Cinco puntos menos para Gryffindor —masculló Snape, borrando la sonrisa de todas las caras—. Le dije que no lo ayudara, señorita Granger. Pueden retirarse.
—¡Me da rabia! —exclamó Ana.
Ana, Harry, Ron y Hermione subían las escaleras hasta el vestíbulo. Ana estaba furiosa con Snape y al parecer, Ron también.
—Arriesgó la salud de Trevor sin problema... ¡no es nuestra culpa que sea un mal profesor! —Ana se cruzó de brazos mientras Ron asentía—. Es muy inteligente por lo que vi, ¿por qué no hace buen uso de eso y enseña mejor? Tal vez con un poco menos de violencia psicológica esta vez.
—Y quince puntos menos... tú eres muy provocadora, Ana —señaló Ron haciendo que ella se volviese roja—. Nadie le responde a Snape pero tú vienes y le escupes en la cara.
Ana dejó salir una protesta pero Ron tenía razón, siempre se metió en problemas por su boca suelta. Hasta el final.
El almuerzo fue normal, a pesar de que el humor de Ana estuviese por el suelo por culpa de Snape. Sin embargo, todo cambió cuando se dirigía a la primera clase de Defensa contra las Artes Oscuras.
Esta sería la primera vez que pasaría tiempo con Remus —aunque fuese en una de sus clase—, desde que había llegado al castillo. Estar tan atareada con libros y tareas le sacaba mucho tiempo libre y cada minuto en los que no los usaba para ponerse al día, los pasaba durmiendo o en el baño. La profesora McGonagall no le había mentido, era muy duro.
Cuando llegaron al aula de la clase, Remus todavía no había llegado. Ana no le dio mucha importancia mientras se sentaba y sacaba sus pertenencias dado que eso le pasaba todo el tiempo. Todavía no conocía los pasillos o aulas y terminaría siempre perdida si no fuese por sus amigos que la arrastraban hacia sus destinos. Cuando Remus llegó sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía un poco más alegre y colorido. Un detalle que hizo que Ana sonriera, olvidándose de Snape y su clase.
—Buenas tardes —dijo—. ¿Podrían, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo necesitarán las varitas mágicas.
Ah, eso sería divertido si Ana le hubiese agarrado el truco al movimiento de varita. Aunque a veces fuese muy aburrido y desalentador, debía admitir que la lectura era más fácil que lo práctico.
—Bien —dijo Remus cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tienen la amabilidad de seguirme...
Ana se levantó de su lugar sin que le tuviese que decir dos veces y siguió a Remus junto sus compañeros hacia fuera del aula. Remus los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una esquina. Al primero que vieron fue a Peeves, un poltergeist que Harry le había advertido a Ana que era muy travieso y alborotador. Ana tuvo que haber prestado más atención porque el segundo día luego de su última clase había sido cubierta por un hedor verdaderamente asqueroso por culpa de Peeves que le había tirado una bomba fétida.
—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin... —cantó Peeves una vez que se habían acercado a él.
Remus no borró su sonrisa.
—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas.
Filch era el conserje de Hogwarts, Ana se lo había encontrado unas veces mientras se encontraba perdida y había descubierto que tenía un muy mal genio. Peeves no prestó atención a Remus, salvo para soltarle una sonora pedorreta.
Remus suspiró y sacó su varita mágica.
—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volviendo la cabeza—. Por favor; estén atentos.
El momento en que Remus exclamó el hechizo, Ana se olvidó completamente de lo que había dicho. ¿Wasabi? Ana no sabía.
Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquierda de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remolino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldiciones.
—¡Genial, profesor! —exclamó Dean Thomas, asombrado.
—Gracias, Dean —respondió Remus, guardando la varita—. ¿Continuamos?
Se pusieron otra vez en marcha, Ana cada vez más emocionada de que Remus le enseñase. Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores (la cual Ana conocía porque había ido por las tardes a hacerles preguntas a los adultos acerca de sus clases).
—Entren, por favor —dijo Remus abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la sala de profesores, una estancia larga, con paneles de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispares, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetraba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una sonrisa desagradable. Cuando Remus entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:
—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su toga negra ondeaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susurrando las instrucciones al oído.
Neville se puso colorado pero Ana ni siquiera dudo en saltar nuevamente.
—Y si usted fuese un profesional, sus estudiantes no tendrían problemas con su clase.
Podría seguramente perderle mil puntos a Gryffindor pero ¿por qué debería importarle? Ganar la copa de la casa no haría que los brabucones dejaran de molestar.
—Tenía... —Remus habló antes de que Snape pudiese responderle a Ana, la cual todos miraban con horror—... la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.
Snape observó a Ana y luego a Remus y finalmente salió del salón con un portazo que hizo vibrar los oídos de Ana.
—Ana... un día de estos no podrás esquivar detención — le susurró Ron y Harry asintió. Ana hizo una mueca, aunque detención no sonase para nada agradable, peor sería que se quedase callada ¿no?
—Ahora —dijo Remus llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo armario en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando Remus se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.
»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad Remus cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
El rostro de Ana de repente se iluminó y recordó la historia que Lyall le había contado. Luego de su encuentro con un boggart conoció al amor de su vida.
—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió Remus—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Antes de que Ana pudiese levantar la mano, Hermione le ganó.
—Es un ser que cambia de forma —explicó—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió Remus, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió él, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Ana bajó su brazo con una queja muda, finalmente sabía algo y no podía responder.
—¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
—Exacto —sonrió Remus—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!
—¡Riddíkulo! —exclamaron todos.
—Bien —asintió Remus satisfecho—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
—Bien, Neville —prosiguió Remus—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo Remus, sin enfadarse.
—El profesor Snape —susurró Neville después de unos segundos.
Ana jamás creyó sentir tanta rabia por alguien pero aquel profesor se llevaba todas las estrellitas. Pero Ron tenía razón, debía calmarse o sino terminaría como antes y lo último que quería era que se repitiese nuevamente.
—El profesor Snape... mm... Neville, vives con tu abuela, claro.
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
—No, no. No me has comprendido —negó Remus, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías proyectar en tu cabeza cómo se ve vestida tu abuela normalmente.
Neville aunque asustado, asintió y cerró los ojos de modo pensante.
—Bueno, entonces —dijo Remus una vez que Neville abrió los ojos—, ¿puedes recordar claramente su atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —afirmó Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —explicó Remus—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el atuendo de tu abuela.
Ana se relajó con una pequeña risa imaginándose a Snape con el atuendo de una señora.
—Si a Neville le sale bien —añadió Remus enseguida—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
Ana entró en conflicto consigo misma, pensando en todo lo que tenía miedo.
—Ni hablar —murmuró caminando hacia atrás sin que sus compañeros se diesen cuenta—. Si veo a Michael Myers me salgo de este salón.
Ana no tenía tanta imaginación como para pensar en una situación cómica para que el asesino estuviese y esperaba que no tuviese que enfrentarse al boggart tan desprevenida.
—¿Todos preparados? —preguntó Remus.
Ana estaba absolutamente no preparada pero no podía atrasar a los demás así que asintió.
—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —apuntó Remus—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Ana asintió y se fue lo más atrás que podía, claro, no porque tenía miedo. No. Era para dejarle espacio a Neville.
—A la de tres, Neville —anunció Remus, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita de Remus y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.
Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
—¡Ri... Riddíkulo! —clamó Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.
Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso y Ana no podía dejar de reír. Ciertamente el nombre del hechizo hacía justicia a su acción.
Los turnos fueron pasando, Ana completamente a salvo en lo más atrás de la habitación. Sus ojos observaban momias, serpientes y arañas... hasta que el boggart rodó contra Harry.
Harry alzó su varita pero Remus se lo impidió.
—¡Aquí! —gritó Remus, avanzando rápido hacia el boggart.
¡Crac!
La araña sin patas había desaparecido. Durante un segundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Remus, que dijo ¡Riddíkulo! casi con desgana.
¡Crac!
Ana dejó de prestar atención quedándose estancada pensando en el boggart de Remus. ¿Por qué le tenía miedo a la luna? Es decir, tampoco era tan horrenda. Era un gran satélite... redondo... y gris... Ana no le veía lo malo.
Cuando la clase terminó, Ana se acercó a Remus con una sonrisa. El hombre se la devolvió, al parecer un poco extasiado por la clase que había dado recién. Sin duda había sido una de las favoritas de Ana junto a Cuidados de Criaturas Mágicas.
—Ah, casi me olvido —sonrió Remus antes de que Ana hablase—. ¿Qué prefieres estudiar primero? ¿Criaturas o hechizos?
El rostro de Ana la delató y Remus rió cálidamente antes de entregarle un pergamino.
—Aquí tengo escrito los capítulos que debes leer de los libros, por dónde debes empezar y en qué temas debes centrarte más. Además... hay algunas notas mías con las que te puedes guiar.
Ana sonrió brillante y asintió antes de tomar los pergaminos con cuidado. Una vez que acomodó todo en sus brazos se volvió a Remus que estaba ordenando algunos papeles que se habían caído durante la clase.
—Perdón por no pasar mucho tiempo contigo estos días, estuve muy ocupada con las clases y la tarea...
—Ana —la llamó Remus con una sonrisa de nostalgia—. No me debes ninguna explicación, no es tu deber y menos una obligación. Si tú... si tú quisieras ignorarme por completo eso estaría perfectamente bien. Por más que me doliese al principio, yo ahora no formo parte de tu vida y tienes todo el derecho de estar desinteresada en mi. Pero si, por el otro lado quieres que esté presente...
—Sí —respondió Ana con rapidez mirándolo con ilusión y asintió—. Sí, quiero que estés en mi vida. Puede que tenga mi familia y mi pasado en el cual tú no estás presente pero eso no significa que no quiero que estés en mi presente y futuro. Quiero celebrar nuestros cumpleaños lado a lado, que me cuentes más historias acerca de Faith, de ti, de Lyall... No quiero que te alejes porque verdaderamente quiero conocerte —Ana tomó aire—. ¿Qué tal si... si pasamos mi cumpleaños juntos? Si quieres hasta lo podríamos celebrar en enero como ustedes me dijeron... aunque sería un poco raro dado que siempre lo celebré en octubre... ¡pero no me importaría comenzar desde cero!
Remus le sonrió y asintió con ojos brillosos, como si tratase de controlar sus emociones.
—Me alegra... me alegra tanto que quieras que participe en tu vida —confesó Remus—. Si quieres podemos festejar tu cumpleaños en octubre, no quisiera que cambiaras una fecha importante...
—Quiero empezar de cero —lo interrumpió Ana determinada—. Y si necesito festejar mi cumpleaños en enero lo haré, solo me interesa que tú estés allí. Y podemos invitar a Harry a nuestra reunión así me puede contar todas sus aventuras. ¿Sabías que se enfrentó con una araña gigante el curso anterior? ¡Ni siquiera me contó por qué!
Remus rió sonoramente y asintió.
—Sí, Harry tiene ciertas anécdotas interesantes... —Remus se agachó para agarrar una pluma del suelo y su mirada se posó en Ana—. Ana, lo que ha sucedido con Snape hoy...
Ana abrió los ojos con estupefacción. Se había olvidado que le había faltado el respeto en frente de Remus. «Oh no» si había arruinado su imagen tan rápido a los ojos de Remus entonces estaba en apuros. Justo cuando tenía la oportunidad de conocerlo ella había arruinado todo.
—Fue muy valeroso —admitió Remus sonriéndole de costado. Ana lo miró sorprendida ¿no le quitaría puntos?—. Impulsivo pero de todas formas osado. No es fácil enfrentarse a quienes nos lastiman.
Ana desvió su mirada no queriendo mirar a Remus y susurró:
—Desearía que siempre fuese tan gratificante como ahora...
Remus, que no la escuchó, posó una mano sobre su hombro.
—Ve a buscar tu mochila antes de que llegues tarde a tu próxima clase.
Ana asintió y corrió hacia la salida, deteniéndose antes de cerrar la puerta detrás de ella. Miró por sobre su hombro a Remus, quien estaba distraído ordenando su alrededor y pensó en preguntarle acerca de lo que había visto en el boggart. Se lo pensó mejor y negó. Remus se lo diría cuando estuviese preparado, era mejor dejar que fuese corriente de agua. Y con eso se fue corriendo hacia el salón de antes para buscar su mochila y luego ir a su próxima clase del día.
• • •
Esa noche, mientras todos se decidían si iban a dormir o se quedaban un rato más en la Sala Común, Ana se encontraba junto a Harry, Ron y Hermione sentada en uno de los sillones con Basil en su regazo y uno de los pergaminos de Remus en sus manos.
Harry y Ron estaban tranquilamente hablando acerca de algo que Ana no había prestado atención cuando un pensamiento cruzó su mente y soltó una exclamación. Los otros tres la miraban curiosos y desconcertados.
—¿Qué sucede? —inquirió Hermione creyendo que tenía algo que ver con los pergaminos que Ana leía.
—Me olvidé por completo de la situación con Scabbers —Ana se volvió a Ron—. Al final ¿qué fue todo ese alboroto con las ratas?
Ron se encogió de hombros y se deslizó en su lugar, apoyando su mentón en el comienzo de su pecho mientras sacaba a la rata de su bolsillo.
—La verdad es que no sé. No nos dijeron nada así que creo que solo le hicieron un chequeo... lo que sí nos dijeron fue que si notábamos algo extraño o fuera de lugar con nuestras ratas que fuésemos directamente con un profesor para que la revisaran y que no perdiésemos tiempo porque era de suma importancia.
—Qué extraño... no han hecho eso con los otros animales —apuntó Hermione pensante y Harry asintió.
—Tal vez es una enfermedad que afecta a las ratas... —meditó Harry mirando a Scabbers acomodarse en la mano de Ron para dormir.
—Sí, tal vez...
—Ey, pero ¿por qué no hablamos de ti, Ana? Siento que en cualquier momento tendrás muchos problemas con Snape —admitió Harry con una mueca—. Siempre nos detestó pero tú añades fuego al carbón... o era carbón al fuego...
Ana suspiró y dejó los pergaminos a un lado porque no se podría concentrar en la pequeña letra de Remus. Es decir, no la podía entender pero eso era otro tema.
—¡Harry tiene razón! —sumó Ron apoyando a su amigo—. Si me hubieses dicho el día en que te conocimos que saltarías así cada vez que Snape abre su bocota no te hubiese creído. Sin ofender pero parecías muy... dócil. Como un perrito mojado y perdido.
—Ron nunca vuelvas a decir 'sin ofender' de nuevo, nunca funciona contigo —lo reprochó Hermione y miró a Ana curiosamente—. Aunque sí... eres un poco impulsiva, Ana.
—Y no los culpo por pensar así —dijo ella con su mirada centrada en el pelaje cremoso de Basil—. Es algo que definitivamente siempre me trae problemas... como lo hizo en mi antigua escuela.
Al notar que toda la atención estaba en ella, Ana se decidió en explicarles al no tener otra salida.
—Pues... si les soy sincera no me sorprendería que Snape me diese detención a causa de mi boca suelta. Igualmente eso es mejor que me expulse como hicieron en mi escuela anterior —Ana decidió ignorar la expresión de horror de Hermione y la de puro interés de Ron y Harry y miró hacia el techo—. La diferencia es que allí me controlé, no fui una boca suelta, fui decente y lógica pero decidieron que era muy problemática, radical... muy subnormal. Así que cuando me mandaron para hablar con el padre Hugo... y él me faltó el respeto con acusaciones que no eran razonables... pues actué como ellos creían que era y fui impulsiva...
—¿Golpeaste a ese señor? —inquirió Ron atónito y Ana lo miró horrorizada.
—¿Qué? ¡No! Insulté a la Iglesia —confesó Ana recordando ese momento como si se lo estuviesen tatuando en aquel momento—. Critiqué sus ideologías, desafié sus declaraciones y defendí a quienes no dejaban de menospreciar... y pues finalmente me tacharon de emocionalmente inestable y sumando que con mi abuela no teníamos porqué quedarnos allí, nos mudamos a Londres para continuar con nuestras vidas de un modo diferente. Si les soy sincera, lo haría de nuevo. No me voy a quedar callada viendo el mundo pasar, hay temas que deben ser bien defendidos.
—Se lo tenían merecido —afirmó Ron y Harry lo apoyó.
—Si puedo preguntar... ¿Qué criticaron? —preguntó Hermione todavía mirando a Ana con simpatía y curiosidad.
Ana hizo una mueca y abrazó a Basil, quien le transmitía tranquilidad al ronronear. Recordó todo lo que habían dicho y el dolor que habían causado, los perjuicios eran realmente terribles.
—El amor... insultaron el amor.
• • •
¡Hola!
Feliz viernes bros ¿cómo fue su semana?
yo no doy más o(-< si leo un pdf más me voy al cielo literal
falta un poco más de un mes para que termine el año what cómo llegamos a esto, no puedo creer que ya la semana que viene cumpla años nono por dios me muero
cambiando de tema a uno menos deprimente ¿qué les pareció el capítulo? Se explicó acerca de lo que están haciendo con las ratas... ;) bueno no pero se entiende asjsja
momentos padre e hija entre Ana y Remus ??? es lo que necesito ♥
¡y más trasfondo de Ana!
si debo aclarar: el punto de vista de Ana es duro ante la Iglesia dado por lo que ella pasó y sufrió y no porque yo le tenga rencor a ella. Claro, hay cuestiones discutibles como las que señaló Ana pero no estoy mandando hate a nadie, ¿ok?
OK cambiando nuevamente de tema a otro más random ¿el final de supernatural? JSAJJ yo dejé la serie hace años y solo me quedé en la quinta temporada pero POR FAVORR qué hicieron. Qué alivió que la dejé. Es como que ya no sabían cómo ser más homofóbicos qué fail... si la vieron ¿cúales son sus opiniones?
nos vemos el próximo viernes
•chauuu•
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