𝐭𝐡𝐢𝐫𝐭𝐲 𝐬𝐢𝐱 (𝐩𝐚𝐫𝐭 𝐨𝐧𝐞)
"Dos pies izquierdos (parte uno)"
Ana se encontraba leyendo, bajo su escritorio, un fragmento de la tercera libreta que Faith había dejado. Si era sincera, mucha atención no había prestado a las largas redacciones que alguna vez había escrito su madre, y se había concentrado en buscar cualquiera de sus creaciones. Por el momento, solo había encontrado tres: la poción de adrenalina, la crema cura cicatrices y un pintalabios interminable. En otras palabras, nada que le sirviera para encontrar a Pettigrew.
Ahora, lo único que sus ojos leían eran las aventuras que había tenido Faith un viernes en su segundo año. Podría ser interesante para conocer aún más a su madre, pero no interesante para lo que Ana estaba buscando en esos momento.
—¿Por qué Dumbledore no me dice y ya...? —murmuró Ana irritada mientras cambiaba de página.
—¡Potter!, ¡Weasley!, ¿quieren prestar atención?
La irritada voz de la profesora McGonagall restalló como un látigo en la clase de Transformaciones en la que estaba Ana, y aunque su reproche no había sido dirigido hacia ella, eso no impidió que se sobresaltara.
La clase estaba acabando. Habían terminado el trabajo: las gallinas de Guinea que habían estado transformando en conejillos de Indias estaban guardadas en una jaula grande colocada sobre la mesa de la profesora McGonagall (el conejillo de Neville todavía tenía plumas), y habían copiado de la pizarra el enunciado de sus deberes («Describe, poniendo varios ejemplos, en qué deben modificarse los encantamientos transformadores al llevar a cabo cambios en especies híbridas»). La campana iba a sonar de un momento a otro. Por tales razones, Ana se había perdido en su libreta que escondió rápidamente por si acaso.
Ana miró de reojo a Harry y Ron, y notó que estaban jugando con las varitas de pega que los gemelos Weasley habían hecho.
—Ahora que Potter y Weasley tendrán la amabilidad de comportarse de acuerdo con su edad —dijo la profesora McGonagall dirigiéndoles a los dos una mirada de enfado—, tengo que decirles algo a todos ustedes.
»Se acerca el baile de Navidad: constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo desean pueden invitar a un estudiante más joven...
Ana levantó la mano, haciendo que McGonagall la mirara con atención antes de asentir.
—Profesora, ¿qué hay de las personas que no celebran Navidad? ¿qué... harán?
La profesora McGonagall se irguió y aunque fue por un segundo, duda cruzó sus ojos.
—Pues cualquier persona que no esté interesada claramente puede volver a su hogar durante las festividades, señorita Abaroa.
Ante eso, Ana cruzó los brazos en su escritorio y apoyó su cabeza, mientras que la profesora McGonagall seguía hablando.
—Qué considerado...
Recibió un leve empujón de parte de Hermione que la miraba con advertencia.
—Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada—. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación.
Ana escuchó a Lavender reírse fuertemente, poniendo una mano sobre su boca para ahogar el sonido, y miró de reojo lo que la chica estaba observando. La profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño muy apretado, no parecía haber echado nunca una cana al aire, en ningún sentido.
—Pero eso no quiere decir —prosiguió la profesora McGonagall— que vayamos a exigir menos del comportamiento que esperamos de los alumnos de Hogwarts. Me disgustaré muy seriamente si algún alumno de Gryffindor deja en mal lugar al colegio.
Sonó la campana, y se formó el habitual revuelo mientras recogían las cosas y se echaban las mochilas al hombro.
La profesora McGonagall llamó por encima del alboroto:
—Potter, Abaroa, por favor, quiero hablar con ambos.
Temiendo ganarse una reprimenda por parte de la mujer, Ana se acercó velozmente al igual que Harry.
La profesora McGonagall esperó a que se hubiera ido el resto de la clase, y luego les dijo:
—Los campeones y sus parejas...
—¿Qué parejas? —preguntó Harry.
Ana miró a Harry con incredulidad, al menos hasta ella había escuchado lo que había dicho la profesora anteriormente
—Sus parejas para el baile de Navidad, Potter —dijo la profesora McGonagall con frialdad—. Sus parejas de baile.
Harry asintió comprendiendo y miró hacia abajo avergonzado sin nada más que decir, sin embargo, Ana tenía algunas preguntas.
—Profesora, ¿Nuestra pareja puede...? ¿Puede ser cualquier persona?
Aunque Ana no lo hubiese dicho directamente, la profesora pudo captar lo que había implicado y sus labios tiraron hacia arriba suavemente.
—Así es, Abaroa. Cada uno puede llevar a la persona que desee. —afirmó antes de carraspear—. Como decía, es tradición que los campeones y sus parejas abran el baile, por lo tanto deberán —obligatoriamente— llevar a alguien con ustedes.
Al escuchar eso, solo una cuestión vagó por la mente de Ana. Estaba desesperada por saber cómo aprendería a bailar en solo semanas.
—... Y entonces le dije que no podía ir con él porque éramos incompatibles. Es decir... ¡él es un libra y yo una cáncer! ¿Sabes lo que significa eso, Hermione? —dijo Lavender.
—No.
—Significa que Adam Hirano chocaría completamente con sus atributos porque él busca una conexión menos profunda de lo que busca Lavender —explicó Parvati haciendo que Lavender asintiera con satisfacción.
—Uou... Esto es más complicado de lo que pensé —confesó Ana mientras miraba el techo de su cama.
—Pero por supuesto que es complejo. ¡Es la nueva ciencia, Ana!
Ana asintió distraídamente.
Había pasado una semana desde que la profesora McGonagall les había dicho a ella y a Harry que era obligatorio que llevasen una pareja al baile, y Ana no había encontrado a nadie a quien llevar. Sin embargo, tampoco era como si alguien se hubiese acercado a ella con la intención de invitarla, aunque aquella no parecía ser la cuestión que estaba pasando Harry. El chico había denegado más invitaciones de las que Ana hubiese pensado posible. ¿Es que no temía quedarse sin personas por invitar?
Había pensado en invitar a Hermione a ir con ella, pero temía arruinar su oportunidad para disfrutar la noche a su manera. Tal vez la chica tenía a alguien en mente para ir, y Ana iba y la presionaba a ser su pareja de baile. Con tan solo pensarlo, Ana se horrorizaba. Quería que Hermione se dejara ir por al menos una noche, no sacarla de sus problemas.
—Si quieres saber más de Astrología, Ana, estaría encantada de prestarte alguno de mis libros. La profesora Trelawney me recomendó un montón y son fantásticos...
Al escuchar el nombre de la profesora de Adivinación, Hermione —que estaba sentada en la cama de Ana junto a ella— se tensó, seguramente irritada por la mujer, pero no queriendo mostrarlo a Lavender y Parvati que tanto la idolatraban.
—Lo siento, Lavender... Ahora con todo lo que tengo por leer no creo tener más espacio en mi cerebro. Pero cuando esté libre seguramente te pida uno —dijo Ana y Lavender le sonrió contenta.
—¿De dónde siquiera sacan esta información? —inquirió Hermione, cruzándose de brazos y levantando una ceja.
—¡Oh! —chilló Lavender, una vez que terminó de trenzar el cabello de Parvati y se giró a Hermione y Ana con su sonrisa blanca—. ¿Es que ya saben a quién llevarán al baile?
Ana sonrió ante el desvío de la conversación y se sentó, tirando su cabello hacia atrás. Por su parte, Hermione resopló ante la táctica de Lavender pero enseguida quedó cabizbaja por la vergüenza que traía tal pregunta.
—Yo aún no sé —confesó Ana, jugando con un mechón de pelo—. Pero estoy más preocupada por el baile en sí... El único paso de baile que sé es la caminata lunar y ni siquiera soy buena en ese.
—Neville seguramente te pueda ayudar, estos días lo vi practicar y lo hace muy bien —admitió Lavender emocionada y Ana asintió sonriente, teniendo en consideración aquel pedazo de información—. ¿Y tú, Hermione?
Hermione evitó mirar a Lavender a los ojos y dejó salir una pequeña tos incómoda.
—Hermione ya tiene a alguien —canturreó Parvati, haciendo que Ana y Lavender miraran con más intensidad a Hermione, pero ella solamente negó.
—Aún nadie...
—Pero hay alguien en tu mente —afirmó Parvati victoriosamente. Hermione no lo negó así que Ana dejó un jadeo de asombro.
—¿¡Quién!?
Ana se rompió la cabeza tratando de pensar en alguien que podría gustarle a Hermione, pero nadie de los que se le venían a la mente eran los suficientemente buenos para ella. Es más. No creía conocer a alguien que le llegase siquiera a los talones a su amiga... lo que era preocupante porque al parecer le gustaba alguien.
En vez de responder, Hermione recompuso su postura y luego de aclararse la garganta, miró a Ana con complicidad.
—¿Y tú? ¿Qué hay del chico misterioso?
Demasiadas emociones pasaron por el rostro de Ana, pero quien se llevó el premio fue la pura confusión. Sus expresiones fueron de incredulidad, a la confusión, a pensante y finalmente estupefacción. No había nada en su cerebro acerca de un chico misterioso. Absolutamente nada.
Captando que Ana no tenía ni la menor idea de lo que estaba hablando, Hermione puso los ojos en blanco.
—Aquel chico con que compartiste sonrisas y risas en el banquete de bienvenida, el que te fue a buscar a la sala común, que nos trajo sus anotaciones de la clase de Pociones a la que faltamos. —enumeró Hermione y luego señaló un libro que posaba en la mesa de luz de Ana—. Quien te dio aquel libro que has leído como tres veces. Ese chico.
Ana quedó completamente muda mientras Hermione hablaba y su mandíbula cada vez caía un poco más ante cada comentario. Pero aunque el asombro de escuchar que Hermione se había dado cuenta de todo eso no la tomó desprevenida, sí la tomó por sorpresa su rostro calentándose por completo.
Abrió la boca para hablar pero lo único que salió de ella fueron vocales entrecortadas y rasposas. La mera posibilidad de que Hermione hubiese pensado que Blaise Zabini era un chico misterioso el cual Ana gustaba, la hacía temblar de pies a cabeza.
—¿Có...? ¿Por...? ¿Qué...? —balbuceó Ana mientras Parvati y Lavender se miraban entre ellas con pura curiosidad en sus ojos—. ¡No! Dios, no, no y no —sentenció ella mientras negaba rotundamente con su cabeza—. Eso es... eso es lo más tonto que has dicho, Hermione. ¡No puedo ni siquiera pensarlo! ¡Ugh!
¿Ella y Blaise Zabini? Una risa nerviosa salió de Ana, aunque se pareció más a un resuello de ganso que risa, y se levantó de su cama.
—No. Absolutamente no, ¿Cómo es que...? Olvídalo. Esta conversación termina aquí, me retiro de esta conversación.
Con eso, Ana se escabulló al baño, cerrando la puerta con detrás de ella para ahogar las incontables preguntas de Lavender acerca de aquel chico misterioso.
Su corazón latía con fuerza y le estaba costando respirar. ¿Por qué Hermione le tuvo que poner aquella idea tan ridícula en su cabeza? Seguramente hasta moriría pensando en eso. Era tortura.
Pasó un minuto tan lentamente que fue el momento perfecto para tomar pequeñas bocanadas de aire y relajar su cabeza, pensando en nubes y nada más. Su respiración se volvió rítmica y su rostro se volvió a tornar el mismo color que siempre, despidiéndose de aquel rojo que la había tomado rehén. Su pierna dejó de moverse inquietamente y por primera vez en unos cuantos segundos pudo dejar de escuchar su corazón latir en sus oídos, y se tranquilizó al no escuchar nada. Solamente ella y su suave respiración.
Sus ojos se abrieron extrañados. Nada. No se escuchaba nada del otro lado de la puerta. Ya no más chillidos de Lavender ni satisfacción de Hermione.
—Puedes salir, Ana —llamó Parvati detrás de la puerta—. Mandé a Lavender y a Hermione a entregar más panfletos para P.E.D.D.O... ¿Quién hubiese dicho que formarían una alianza? Son más parecidas de lo que Hermione quiere admitir...
Ana abrió lentamente la puerta, y al ver que no había moros en la costa, mas que Parvati, suspiró aliviada.
—Gracias...
—No lo menciones —sonrió Parvati y se hizo a un lado, antes de ladear su cabeza—, aunque tal vez deberías analizar esos sentimientos tuyos, Ana. Antes que te vuelvan loca, digo.
Parvati se encogió de hombros y dio media vuelta para irse de la habitación, hasta que Ana habló rápidamente.
—Y tú acerca de Lavender.
Parvati se detuvo en seco y miró a Ana por encima de su hombro, con la comisura de sus labios levemente levantada. Había un brillo de admiración en sus ojos que Ana no pasó de alto.
—Yo ya sé lo que siento por ella, Ana —admitió Parvati, tomando a Ana por sorpresa—, sin embargo, tú aún tienes mucho por descubrir.
Finalmente, dejando a Ana con una expresión atónita, Parvati abandonó el dormitorio.
• • •
Luego de la desastrosa conversación en el dormitorio de las chicas, Ana había recurrido a la única opción que conocía: evitar a Hermione, y en lo posible también a Blaise Zabini. No podía arriesgar tener que mirar a alguno de los dos y terminar con una crisis existencial. Ya suficiente había tenido esos minutos durante aquella conversación y maso menos toda su vida, no necesitaba otra razón para una nueva crisis.
Por esa razón, una tarde mientras esquivaba la vista periférica de Hermione y su necesidad de hablar con ella por algo relacionado a las clases, Ana se tropezó con Neville en uno de los pasillos, cayendo codo y mano al piso.
—¡Agh!
—¡Ana! —exclamó Neville horrorizado y tendió una mano hacia ella para ayudarla—. Lo siento mucho, no quise...
Pero Ana, sin ayuda de su mano, se levantó de un salto y empujó a Neville a la sombra de una columna.
—Shh... estoy bien, Neville —se apresuró a decir Ana y le sonrió mostrando su palma que se había tornado roja—. ¿Ves? Todo bien... pero no subas la voz porque no quiero que Hermione me encuentre...
—Pero...
Ana le tapó la boca con una mano y miró por detrás de su hombro para divisar a su amiga. Sin embargo, luego de unos segundos en donde se dio cuenta que estaban solos, dejó a Neville libre y le sonrió.
—Perdón a ti, Neville —dijo Ana y pasó una mano sobre su uniforme—. ¿Cómo estás? ¿Ya tienes pareja para el baile? Pero si no quieres decirme no te presiones.
Se apresuró a añadir lo último, conociendo muy bien el sentimiento de esa presión en su estómago. Era de lo peor.
Neville se volvió rojo y negó, avergonzado.
—Aún no invité a nadie...
Antes de que Ana animara a Neville con que en cualquier momento tendría una pareja, ambos escucharon unas risas acercándose por el otro lado del pasillo, llamando su atención.
Ginny Weasley y Luna Lovegood se encontraban inmersas en una entretenida conversación. Mientras que Luna caminaba suavemente, descalza, y mirando a su alrededor con ojos soñadores, Ginny caminaba con confianza y el mentón alto. Ambas eran polos opuestos pero finalmente habían conseguido encontrar un punto medio para establecer una fuerte amistad la una con la otra. Y recordando cuál había sido la primera reacción de Ginny ante tener que hablar con Luna, Ana apreciaba el gran cambio en su actitud.
Observando a las dos chicas caminar a su dirección, los engranajes que controlaban el cerebro de Ana se movieron hasta prender una lamparita en ella. Emocionada miró a Neville y luego señaló con su cabeza a las dos amigas que cada vez se acercaban más a ellos.
Neville la miró extrañado, buscando una forma de leer su mente o algo parecido, hasta que sus ojos claros se abrieron con sorpresa, captando la indirecta. Su pálido rostro se volvió rosado pero asintió con determinación, sabiendo que no podrían perder aquella oportunidad.
Contenta, Ana comenzó a caminar hacia las chicas.
—¡Ginny, Luna!
Cuando escucharon sus nombres, ambas amigas pararon en seco y observaron a Ana con una sonrisa cada una.
—Hola, Ana, Neville —les sonrió Ginny.
—Qué agradable es verlos de nuevo... —dijo Luna suavemente.
Antes de que Ana pudiese responderles a ambas, Neville se adelantó un paso y les habló por ella.
—¿Quisieran ser nuestras parejas para el baile?
Los cuatro quedaron en silencio por unos segundos, hasta que la información fue completamente procesada por las dos chicas de tercero.
—Oh... —susurró Luna y pasó su mirada por ambos—, ¿Es eso algo que desearían?
—Claro que sí, Luna —le aseguró Ana—. Además, no podríamos separarlas. ¿Qué dicen?
Nuevamente, Ginny y Luna se miraron y suaves sonrisas se posaron en sus labios. Ginny miró a Ana a los ojos y asintió.
—Claro que sí.
• • •
Cada día de la última semana del trimestre fue más bullicioso que el anterior. Sin embargo, algunos profesores, como Flitwick, desistieron de intentar enseñarles gran cosa al ver que sus mentes estaban tan claramente situadas en otro lugar.
Asimismo, deseosos de impresionar a los visitantes de Beauxbatons y Durmstrang, los de Hogwarts parecían determinados a engalanar el castillo lo mejor posible en Navidad. Las barandillas de la escalinata de mármol les habían añadido carámbanos perennes; los acostumbrados doce árboles de Navidad del Gran Comedor estaban adornados con todo lo imaginable, desde luminosas bayas de acebo hasta búhos auténticos, dorados, que ululaban; y habían embrujado las armaduras para que entonaran villancicos cada vez que alguien pasaba por su lado. Era impresionante oír Adeste, fideles... cantado por un yelmo vacío que no sabía más que la mitad de la letra. Esa sería la primera Navidad que Ana pasaría en Hogwarts y no estaba desilusionada para nada.
Pero la verdad, no creía que mucho la desilusionara luego de resolver varios problemas: como por ejemplo su pareja de baile y el baile en sí.
Luego de que Ginny y Luna aceptaran ir al baile con ella y Neville, Ana se había empeñado en practicar sus pasos de baile junto a Neville. No podía decir que era una excelente estudiante, pero sí debía admitir que Neville era un perfecto profesor. Era paciente, amable y talentoso. Y Ana jamás se hubiese imaginado que el chico tuviese tan precisos pasos de baile; hasta parecía que lo había hecho toda su vida.
Por eso, cuando Ana le contó que usaría unos tacones de Parvati para el baile, Neville le recomendó primero saber cómo caminar con ellos para que no fuese imposible el día crucial.
—Estos tacones plataforma serán perfectos para ti —dijo Parvati, entregándole a Ana unos tacones negros—. Son cómodos y aunque parezcan difíciles de caminar, al ser plataforma no te dolerán tanto los pies. Confía en mí, maan es una modelo y sabe todo acerca de esto. Nos enseñó a Padma y a mí desde el momento que usábamos pañales.
Ana tomó los tacones y los inspeccionó. Eran comunes pero bonitos, nunca había poseído un calzado como ese. Y aunque aún no supiese lo que se iba a poner para el baile, confiaba en la palabra de Parvati, que quedaría con cualquier cosa.
—Tus mamás saben hacer de todo. —alabó Ana, dejando los zapatos a los pies de su cama. Parvati sonrió.
—Sí... lo cual hace necesario que nosotras sepamos hacer de todo también —confesó Parvati sin saber a dónde mirar, pero nuevamente fijando sus ojos en Ana—. ¡Pero por eso debes confiar en mí! Neville tiene razón. Si aún no estás acostumbrada a usar tacones lo mejor que puedes hacer es ir usándolos de a poco. Cuando tengas tiempo camina por la habitación, haz que tus pies y piernas se familiaricen a usar los zapatos; porque si vas directamente al baile sin haber preparado nada, será un desastre. Te podrías hasta lastimar.
—Eso es de lo peor —apuntó Lavender, quien había estado leyendo una revista de chismes en su cama—. Me pasó cuando era chiquita, cuando usé los tacones de punta de mamá por primera vez... me doblé el tobillo.
Ana hizo una mueca ante el pensamiento y se repitió mentalmente que debía acostumbrar a usar los tacones, cuando la puerta de la habitación se abrió, dejando ver a Hermione.
Hermione parecía irradiar luz. Su sonrisa era tan grande que sus ojos se achicaron, dejando más visibles las pequeñas arrugas bajo ellos que indicaban cuán real era ese sentimiento de felicidad que sentía la chica. Una de sus manos acariciaba los rizos de su cabello y sus dedos se enredaban en ellos de manera distraída. Aún no prestaba atención a su alrededor y no se había percatado de que sus tres compañeras de habitación estaban allí, mirándola con suma curiosidad en sus ojos. Interesadas por saber qué tenía para contar.
Sus piernas se movieron lentamente hacia su cama y se sentó en ella, con la mirada perdida en la nada. Y aunque la habitación estuviese sumida en silencio, Lavender fue la primera en romperlo.
—Bien, ahora necesito saber qué te tiene así, Hermione.
Hermione saltó en su lugar, dándose cuenta de que no estaba sola; y aunque Ana hubiese evitado estar cerca de su amiga por toda esa semana, debía confesar que su adoración por el fisgoneo ganó aquella batalla de humillación que había sentido días atrás. Se acomodó en su lugar y miró a su amiga con intensidad, mientras ella se preparaba para hablar.
—No sé cómo pasó... no me lo veía venir —confesó Hermione en voz baja. Las tres amigas se inclinaron hacia ella para escuchar mejor—. es decir, no pensé que esa fuese la razón...
Las otras tres chicas dejaron de respirar por la anticipación, cuando Hermione las miró con brillo en sus ojos marrones.
—Viktor Krum me invitó al baile y dije que sí.
Luego de que Lavender dejase de reír y chillar encantada por las noticias, Hermione se dedicó a explicar detalladamente lo que había sucedido. Al parecer, Viktor Krum —el campeón de Durmstrang— había estado yendo todos los días a la biblioteca para poder hablar con Hermione, pero nunca había encontrado el valor hasta esa tarde. Ana molestó a Hermione, recordando todas las veces que la chica se había quejado de que el chico fuese allí ya que siempre traía sus fans detrás de él; pero se encontraba feliz de que su amiga estuviese tan feliz.
Cuando Hermione terminó de contarles cuán dulce había sido Krum, Parvati rió emocionada y sin poder creérselo.
—Increíble, diría que te has ganado la pareja más deseada del año pero no sé quién irá con Fleur Delacour.
Ana y Hermione rieron mientras Lavender le daba un suave empujón a la chica, mientras una sonrisa divertida se posaba en sus labios. Luego, Lavender dejó salir un largo suspiro soñador.
—La forma en que te invitó suena tan romántico, Hermione. ¡Hasta me dan celos! —rió Lavender, antes de volverse a Ana con curiosidad—. ¿Y tú, Ana? ¿Es que alguien te ha invitado?
La mente de Ana retrocedió unos días atrás y se encogió de hombros inocentemente.
—Invité a Ginny Weasley... pero no fue demasiado emocionante, lamentablemente. Ojalá eso no le haya molestado a Ginny... —las facciones de Ana se debilitaron al pensar en esa posibilidad—. Oh, Dios, ojalá no la haya presionado...
—Estoy segura de que Ginny apreció que la invitaras —le aseguró Hermione con una pequeña sonrisa que fue devuelta en cuestión de segundos. La chica se volvió a Lavender y a Parvati con una ceja levantada—. ¿Y qué hay de ustedes dos? ¿Es que ya tienen pareja?
Lavender rió risueñamente y dio un pequeño salto en su lugar.
—¡Estaba esperando que preguntaras! ¡Sí!
Lavender tomó las manos de Parvati y comenzó a dar vueltas por todo el dormitorio, haciendo que sus túnicas se movieran al compás de ellas. Ana miró sorprendida a Parvati, aunque contenta de que se hubiese armado de valor para preguntarle a Lavender, pero cuando su rostro se enfrentó a Ana, la chica pudo notar que se veía completamente estupefacta ante las noticias de que Lavender tenía una pareja.
—Verán... todo el día estuve pensando en que quería que alguien me invitase al baile, ya saben, manifestando para que el mundo me diese una señal. No me pude sacar el pensamiento en ningún momento, ¡no me podía concentrar en las clases! Y luego... lo más maravilloso sucedió —exclamó Lavender sin borrar su sonrisa—. ¡Adam Hirano encontró uno de mis aros y me lo devolvió!
Ana adivinaba a dónde se dirigía la conversación y no le estaba gustando para nada.
—... Y entonces me di cuenta de que había estado completamente equivocada, si el universo me mostró que él era el indicado, ¿Quién soy yo para denegarlo? Por eso, una vez que me lo dio lo detuve y le pregunté si aún estaba abierta su invitación, ¿y adivinen qué dijo? —Lavender las miró emocionada—. ¡Dijo que sí! El alivio que me consumió fue enorme, no se imaginan. El mundo me guió hacia él y no voy a desperdiciar sus oportunidades.
La única persona del dormitorio que parecía estar feliz por los acontecimientos del universo era Lavender, porque las demás chicas se veían recelosas ante la idea de ella yendo al baile acompañada de Adam Hirano. Sin embargo, la única que tuvo la suficiente fuerza de voluntad para hablar fue Hermione.
—¿Y qué hay de... de lo que dijiste acerca de la compatibilidad de sus signos? Dijiste que era un completo desastre.
Lavender la miró asombrada.
—Pensé que no creías en todo eso, Hermione.
—Pues creo más en lo que dicen los libros, antes que una coincidencia a la que llamas destino.
—¡No hay coincidencias, Hermione! Todo pasa por una razón, Parvati me apoya, ¿no es así?
Cuando las tres miraron a la chica, Parvati hizo una mueca y resopló mientras caminaba hacia la puerta de la habitación.
—Necesito aire.
Su tono de voz era tan frío que Ana tuvo escalofríos mientras la veía escapar de su nuevo problema, y cuando cerró la puerta detrás de ella, Lavender fue la primera en fruncir el ceño en preocupación.
—Oh no... seguramente está preocupada porque nadie la ha invitado todavía —se irguió con seguridad—. Iré a asegurarle que encontrará a la persona indicada en cualquier momento.
Antes de que nadie pudiese detenerla de cometer ese error, salió rápidamente del dormitorio, dejando a Ana y Hermione a solas. Se miraron entre ellas y Ana mantuvo sus labios en una línea muy fina.
«Eso había ido bien»
• • •
A pesar del sinfín de deberes que les habían puesto a los de cuarto para Navidad, a Ana no le apetecía ponerse a trabajar al final del trimestre, y se pasó la primera semana de vacaciones disfrutando todo lo posible con los demás. Especialmente con sus compañeras de dormitorio.
El mismo día en el que se habían enterado que Lavender iba a ir junto Adam Hirano —aquel chico de quinto—, al parecer Harry le había preguntado a Parvati de ir con él al baile, y ella había aceptado sin dudarlo. Por lo que le había dicho a Ana, habían peores opciones que aquella pero sí tal vez se había ido por las ramas cuando entregó a su hermana para que fuese con Ron. Le contó cuán enojada había estado Padma al escuchar las noticias, pero al final resignándose a su ya elegido destino porque no habían muchas más opciones.
Sin embargo, toda preocupación quedó en el aire cuando llegó el momento de elegir qué atuendo usaría cada una para el esperado día. Mientras que Ana ya sabía que Hermione usaría ese bellísimo vestido color bígaro con aquellos bolados flotantes, sentía mucha curiosidad por saber lo que Parvati y Lavender tenían en mente. No era secreto alguno que ambas adoraban la moda y verse hermosas, por tal razón, la simple idea de verlas vestidas en gala alzaba cualquier expectativa que Ana sabía que alcanzarían.
Por esa razón, Hermione y Ana miraban con curiosidad a las otras dos mientras elegían sus vestidos.
—¿Qué tal ese sari celeste? —preguntó Ana mirando el bonito conjunto brilloso, colocado delicadamente en la cama de Parvati—. Me gustan los accesorios que elegiste para ese...
—No, no... Padma usará uno azul y nuestros colores chocarán, será horrible —dijo Parvati mordiéndose el labio—. Necesito elegir uno con colores cálidos, para contrastar...
—¿Qué tal el naranja? —señaló Hermione.
Parvati la miró como si hubiese dicho la cosa más espantosa del mundo e indicó que vomitaría en cualquier momento.
—No sé ni siquiera para qué lo compré. Es obvio que chocará con mi color de piel y pareceré una naranja andante. Es un color para pieles más oscuras como la tuya Hermione, pero para mí... ugh.
—¿Cómo es que tú no estás preocupada, Ana? —inquirió Lavender dejando en su cama un vestido dorado con escote de corazón—. No puedes simplemente usar... ese vestido.
Lavender señaló un vestido blanco con escote redondo bastante ordinario, que Parvati le había prestado unos días atrás cuando Ana le preguntó si tenía uno de sobra. No era el vestido más extraordinario que había, pero cumplía su función como túnica de gala y le quedaba perfectamente. Había tratado de probarse los vestidos de Lavender pero le quedaban grandes —y aunque le había dado la idea de que los ajustaran con magia, Ana no quería estropear vestidos tan lindos como esos—, y, por su parte, Hermione no tenía otro vestido más que el que había comprado con su madre durante las vacaciones.
Ana hubiese adorado comprarse un vestido elegido por ella, pero ese año había sido un poco riguroso en cuestiones de dinero y no había tenido el valor de pedirle a su abuela que usaran un poco de dinero extra para sus caprichosos. Ya bastante tenían con los cuidados de Limonada y Basil como para pedir más.
—No usaré solamente ese vestido, chicas. Tengo también los tacones que me prestaste tú, Parvati... y el saco.
Señaló el saco que estaba planchado y doblado en la silla de su escritorio, que pertenecía a su padre y había ideado usar durante el baile de Navidad. No se vería tan mal con ese atuendo.
—Si tú lo dices... —suspiró Lavender y se sentó en su cama con una sonrisa—. No puedo esperar a asistir al baile... Voy a usar la diadema de perlas que mi papá me dio para mi primera actuación de ballet. La agrandé para esta ocasión y la mantuve a salvo hasta este día, miren...
Lavender se acercó a su baúl y sacó una hermosa diadema de este, mostrándoselas a las tres chicas. Ana observó cuán brillante era su color bajo la luz de las velas, mientras que Lavender seguía buscando algo en el baúl.
—Juro que la tengo aquí en algún lado... ¡Oh! Acá esta, la foto de mi niñez favorita, probablemente también lo es de mi papá, aunque él y mamá tienen muchas de ellas...
Ana se levantó de la cama y tomó la foto que Lavender le estaba tendiendo, inspeccionándola con admiración.
La foto mágica era como cualquier otra, capturando un momento en el pasado, y aunque los colores estuviesen un poco desgastados, el recuerdo aún seguía vivo en ese pedazo de papel. La foto mostraba a un pequeño niño, que rondaba los 6 años, de cara redonda y ojos brillantes. Vestía un hermoso vestido rosado propio de una bailarina y tenía los más preciosos zapatos rosados que Ana había visto. Estaba sonriendo tan brillantemente que hizo que Ana sonriera, contagiada por su entusiasmo.
—Tú...
—Fue mi primera actuación —sonrió Lavender, sentándose en su baúl una vez cerrado y observando a las tres, que miraban la foto con curiosidad—. ¡Estaba tan emocionada, como pueden ver! También fue la primera vez que mi maestra de ballet me dejó usar el vestido y se sintió increíble... hasta refrescante. Papá y mamá estaban muy emocionados por mí, así que me prepararon regalos. Mamá hizo los zapatos que usé y papá, bueno, él hizo la diadema.
—¡Te veías adorable! —exclamó Ana sonriendo—. Tus mejillas se veían perfectas para pinchar.
—Si papá estuviese aquí, coincidiría completamente contigo —rió Lavender y se tocó una mejilla—. Ama fastidiarme así, y pinchar mis mejillas es su propia forma de entretenimiento.
—Bueno, sé que te verás hermosa con la diadema y el vestido que elijas —admitió Hermione con una suave sonrisa y miró a Lavender, que la observaba con un brillo en sus ojos.
—¿Lo dices en serio, Hermione?
—Sí, ¿por qué mentiría?
—¡Gracias!
Lavender saltó de su asiento y se abalanzó sobre Hermione, rodeándola en un abrazo tan fuerte que Hermione saltó en su lugar. La chica miró desesperada a Ana y Parvati, hasta que ambas le hicieron un ademán para que siguiera el gesto. Hermione dejó de mirarlas y levantó su suave mirada hacia Lavender antes de rodearla ella misma, con una sonrisa en sus labios.
Parvati resopló y puso los ojos en blanco, antes de que una sonrisa se alzara en la comisura de su boca y abriera sus brazos.
—Ya que estamos: abrazo grupal.
—¡Oh! —exclamó Ana contenta—. Nunca tuve uno de estos...
—En ese caso, no pierdas el tiempo y únete.
Parvati la tomó del brazo, y mientras Ana reía ante su impaciencia, la apretó en un abrazo junto a las otras. Ana escondió su rostro en el hombro de Hermione y una suave sonrisa se posó en sus labios, saboreando el dulce momento en el que estaba participando.
Pasaron unos segundos de silencio cómodo, hasta que Parvati volvió a hablar.
—Puede que huelan mal, pero lo dejaré pasar... esta vez.
Las cuatro comenzaron a reír ante el comentario, pero antes de que Hermione pudiese regañar a Parvati por romper con el dulce momento, un grito de bajo las escaleras las sobresaltó.
—¡Ana Abaroa baja ahora, por favor!
Ana miró a sus compañeras con inquietud pero tampoco deseó que la persona que la llamara se impacientara, así que abrió la puerta del dormitorio antes de bajar hacia la sala común. Quien la había llamado era Victor Quattrocchi, el prefecto de de séptimo año, que tenía los anteojos más grandes que Ana había visto en su vida. Había notado que el aumento en estos hacían sus ojos más grandes, como dos huevos fritos.
—Yo no lo hice —dijo Ana mientras bajaba y el chico encaró una ceja.
—¿No hiciste qué? ¿Qué hiciste, Abaroa?
—¡Nada! — exclamó Ana y dio un salto del último escalón—. ¿Qué sucede?
Victor la analizó por unos segundos más, pero al no encontrar una razón por la que Ana fuese culpable, suspiró derrotado.
—La señora Gorda me avisó que tu abuela está buscándote fuera de la sala común.
Ana sonrió alegre de las noticias.
—¡Gracias, Victor!
Antes de recibir respuesta, Ana trotó hacia el cuadro de la Dama Gorda —sin darle oportunidad al prefecto de que le dijese que no podía correr dentro de la sala común—, y salió para encontrar a su nana.
Hilda se encontraba charlando con la Dama Gorda, seguramente intercambiando los chismes que habían viajado por los viejos pasillos del castillo, y cuando Ana apareció detrás del retrato, Hilda la recibió con un abrazo.
—¿Cómo estás, cariño?
—Muy bien, nana. ¿Qué haces aquí?
Usualmente Hilda no subía todas las escaleras para buscarla porque aunque no estuviese en las peores de las formas, su artritis no era un chiste. La mujer sonrió como si guardase un secreto y le tendió un portatrajes de color negro, que Ana había ignorado al principio pero ahora veía con atención.
—Estuve trabajando en él estos meses. Espero que te guste, cariño.
Ana tomó el bolso negro con anticipación y abrió el cierre sin poder contener su curiosidad. Y lo que había dentro, hizo que una suave risa de descreimiento saliese de ella.
Era perfecto.
• • •
¡Hola!
¿cómo están? yo de vacaciones ajsaj
¿qué les pareció el capítulo? ¡espero que les haya gustado!
¿es obvio que me encanta pavender? no me avergüenzo ♥
se habrán dado cuenta de que dice "parte uno" en el título, y eso es porque soy tonta ♥♥♥
quería hacer un capítulo completo hasta con el baile pero se me hizo literalmente interminable así que lo separé en dos partes... ¡que van a tener mañana! como un mini maratón ¡!
les mando saludos y besos, y nos vemos la próxima
•chauuu•
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