Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐲 𝐬𝐢𝐱

nota importante al final del capítulo

"Familia Zabini"

Las sorprendentes noticias que su papá le trajo a la puerta de su habitación compartida, fueron suficientes para que el cerebro de Ana quedara tildado por medio minuto. Pero cuando los engranajes funcionaron de nuevo, cientos de preguntas resbalaron de su lengua.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? ¿Es en serio? ¿No era...?

Para detener su descarrilar de pensamientos, Remus levantó una mano en silencio. Ana se calló de inmediato y dejó que se pudiese explicar.

—Lo hablaremos una vez que te bañes —murmuró Remus señalando todo lo que Ana llevaba en brazos.

Afortunadamente, Ana no tuvo que soportar el estresante baño que seguramente se sentiría interminable, porque tan pronto como abrió la boca para protestar, Hermione apareció desde las escaleras y caminó hacia el baño.

—Me toca a mí hoy —sentenció Hermione y miró a Ana sobre su hombro antes de abrir la puerta del baño—. ¿Después me ayudas a tejer mis locs de pelo?

—¡Sí! —Ana le sonrió emocionada y cuando Hermione se encerró en el baño para su extensivo aseo, se volvió a su papá—. Tardará al menos una hora y media allí.

Remus suspiró en rendición.


Una vez que Ana y Remus se sentaron en la cama de la chica, la curiosidad en ella hizo que enredara los mechones de su cabello entre sus dedos mientras se mordía el labio y observaba a su papá con impaciencia.

—No fue por decisión propia. Hay... razones exteriores —admitió Remus y se aclaró la garganta—. Fue Dumbledore quien me dijo que te dejara aceptar la invitación.

El rostro de Ana pasó por una serie de emociones mientras procesaba la información que su papá le acababa de contar.

—¿Dumbledore? Dumbledore —dijo Ana con asco y no pudo esconder su disgusto hacia el hombre porque una mueca traicionó sus labios.

—Aparentemente —empezó a decir Remus, ignorando la desgracia en la mirada de Ana— , hay un asunto entre él y Eloise Zabini que debe ser rápidamente reconocido. Aclaró que era demasiado importante como para pasarlo de alto.

Ana se cruzó de brazos, con un poco de dificultad porque aún no había dejado su ropa a un lado, y ladeó su cabeza con pura confusión marcada en sus facciones. Eso en definitiva no se lo esperaba.

—¿De qué trata? —se interesó Ana. No era cosa de todos los días que podía obtener información de Dumbledore.

—No lo sé, es asunto de Dumbledore —se excusó Remus con un semblante pensativo—. Sin embargo, ha recibido una carta de parte de Eloise, en la que establece su reluctancia para responderle acerca del asunto, a menos que acompañes a su familia en la cena de mañana a la noche. Dijo que has dejado una interesante impresión en su hijo, por lo que insiste en conocerte.

«¿Una impresión interesante? Bueno eso es vergonzoso»

—Supongo que además de tus pequeñas escapadas al escondite del tercer piso de Hogwarts, no sabes cómo tu impresión en él se suma a la ecuación, ¿no? —dijo Remus con una ceja encarada y sonrió con un dejo de diversión al ver la incredulidad en el rostro de su hija—. No fue exactamente difícil saber qué hacías, Ana. Menos con el mapa.

El rostro de Ana se tornó rojo y mordió su labio inferior con aprehensión. Aunque había sospechado que más personas sabían de sus "secretos" encuentros de estudio con Blaise, que alguien se lo dijera directamente a su rostro la hacía sentir más vergüenza. No obstante, tratando de ignorar el hecho de que no era la persona más sutil, una pregunta rondó en su cabeza.

—¿Cómo sabes tú acerca del escondite? —inquirió ella, acercando su rostro hacia Remus, quien suspiró con nostalgia.

—Lo encontré en mi primer año cuando estaba tratando de esconderme de los otros —admitió él, mirando hacia el techo mientras recordaba su niñez—. También era el escondite secreto de tu madre y yo.

A la mención de Faith, el interés de Ana subió hacia los cielos y dobló su cuerpo aún más hacia donde se sentaba Remus. Por más que hubiese leído cientos de libretas escritas por la mismísima Faith, también era especial escuchar acerca de ella de la boca de otros. Aquellas eran perspectivas que su madre no había obtenido al escribir.

—Hasta grabamos nuestras iniciales en la puerta al final del pasillo —rió Remus, pasando una mano sobre su cabello y dejándola caer sobre el colchón—. Fue su idea, quería dejar un pedazo nuestro escondido en la escuela. Algo nuestro... —bajó la mirada y sus ojos se fijaron en su mano—. Dios, la extraño.

Ambos se quedaron en silencio, olvidando el principal tema de conversación con el que habían comenzado, y se sumergieron en una similar nostalgia. Ana podía no tener recuerdos de su madre, pero no podía negar que siempre había sentido un vacío en aquel respecto. Por más que adoraba a cada figura paterna que la había amado, la duda de si el amor de su madre hubiese sido diferente siempre había quedado plantada en su corazón. ¿Era algo incomparable el amor de una madre? ¿O su añoranza por sentirlo lo hacía sentir más especial?

Pensar en ella trajo a Ana a su último recuerdo de ella, el cual consistía de la carta que había encontrado en una libreta —que aún no había leído— y dejó en el escritorio de su papá ya que era dirigida a él. Pasando su lengua por su seco labio inferior, Ana miró de reojo a su papá.

—Papá... su carta...

El cambio en la expresión de Remus fue tan instantáneo que Ana quedó un poco estupefacta ante la tranquilidad que mostró su postura. Era como si el simple recuerdo de la carta le hubiese traído más paz mental que cualquier otra cosa en su vida. La miró cálidamente con un brillo de añoranza en sus ojos.

—Era una despedida. La última.

Con eso dicho, Remus se levantó de la cama, haciendo tronar los nudos de sus nudillos antes de mirar a Ana con cautela.

—Hoy por la noche averiguaré una forma para que puedas ir a la casa Zabini, por el momento relájate —dijo él mientras caminaba hacia la puerta entreabierta de la habitación—, porque mañana será un día... largo.


Luego de que Hermione terminara de bañarse, y mientras Ana la ayudaba a separar su cabello en secciones de trenzas individuales para luego tejerlas en locs, le contó a ella y a Ginny absolutamente todo. Desde la carta que había recibido el domingo anterior hasta lo que le había dicho su padre horas atrás. Necesitaba todo el apoyo que pudiera obtener para la noche del siguiente día.

Aunque se ganó varias protestas entre Hermione y Ginny de el porqué no les había contado antes, Ana estuvo más concentrada en responder y negar todas las acusaciones de la menor de los Weasley: ¿Son pareja? No; ¿No es que era detestable? La palabra clave es "era"; ¿Desde cuando eran amigos? La palabra amigos aún se sentía rara por lo que aquello respondía.

Aparte del interrogatorio que llevó toda la tarde y la cena —en la cuál los demás se enteraron de su vida personal por lo que Ana tuvo que soportar aún más preguntas—, y de la noche en vela por la que pasó, dando vueltas en su cama luego de escribirle a Blaise que aceptaba la invitación y se disculpaba por la tardía respuesta, el viernes fue un día sin muchos incidentes.

Los adolescentes ayudaron a la señora Weasley a seguir limpiando el salón, el cual ella quería que quedara brillante sin ningún rastro de polvo, y por el tiempo que Ana se enfocó en las tareas domésticas, su mente consiguió un poco de paz. No había nada más importante que limpiar la mugre de las esquinas de las ventanas.

Hasta que llegó la hora antes de ir a cenar con los Zabini.

—¿Cómo es que aún ni siquiera te cambiaste? —preguntó Ginny más estresada que Ana, cuando salió de bañarse con su pijama.

—Ehh... ¿Pensaba cambiarme en media hora? —dijo Ana cerrando la puerta de la habitación detrás de ella.

—En media hora va a venir Remus a buscarte para que te vayas —señaló Ginny desde su litera que compartía con Hermione y cruzó sus brazos sobre su pecho—. Y dejando de lado el hecho de que vas a cenar con Blaise Zabini, vas a conocer a Eloise Zabini. La mujer la cual se presume asesinó a sus esposos y tiene a la mitad del ministerio comiendo de su palma —explicó antes de tirar de sus mechones de cabello.

Hermione la miró estupefacta desde la cama de Ana.

—¿Cómo sabes acerca de eso?

Ginny se encogió de hombros.

—Escuché a papá hablar de ella con mamá ayer por la noche. Tiene influencia en casi todo el ministerio, así que no puedes arruinar tu primer encuentro con ella, Ana.

Los nervios comenzaron a florecer en el estómago de Ana, haciéndola temblar en su lugar. ¿Era esto el asunto entre Dumbledore y la señora Zabini? ¿Es que Dumbledore quería que Ana la atrajese a su lado?

—Eso es tan reasegurador, Ginny —masculló ella entre dientes y la pelirroja volvió a encogerse de hombros con una plana sonrisa de disculpas.

—Vamos, te ayudaremos a prepararte —le dijo Hermione a Ana con un apretón en su brazo para darle apoyo. Ana lo necesitaría.

La siguiente media hora fue más caótica de lo que el pobre corazón de Ana necesitaba. A último momento, las tres amigas se dieron cuenta de que la camisa blanca que Ana iba a usar —la misma que usaba como uniforme del colegio— no le entraba. No obstante, con la ayuda de la señora Weasley y las manos trenzadoras de Hermione, la camisa fue estirada, su cabello peinado con pequeñas trenzas y sus broches de mariposa favoritos que su abuela le había comprado años atrás. Y cuando Remus llegó a Grimmauld Place, Ana estaba satisfecha con su apariencia.

—Estoy.. ¡ugh!

Ana se encogió en su lugar de la sorpresa y el asco cuando perfume floral entró en su boca después de que Ginny le tirara al rostro.

—Lo siento, pero hueles al muerto de esta casa aún. No sé cómo sacarlo.

Alguien golpeó contra la puerta de la habitación y cuando las tres amigas le avisaron que entrara, Remus apareció con la expresión cansada de siempre pero le dedicó una pequeña sonrisa a su hija que lo miraba en expectación.

—Vamos.

Sirius fue quien llevó a Ana y a Remus hacia la casa donde la primera usaría para transportarse hacia la mansión Zabini. Y mientras viajaban por las calles artificialmente iluminadas de Londres, Remus le explicó todo lo que debía saber: La casa a donde se dirigían en esos momentos le pertenecía a Hestia Jones y Emmeline Vance, dos miembros de la Orden que Ana había conocido días atrás pero recién ahora era informada de que eran un matrimonio.

Debían ir a la casa Jones-Vance ya que para usar el transportador portable que Faith había creado años atrás, Ana debía visualizar el lugar donde quería viajar y, afortunadamente, Emmeline además de ser una excelente integrante de la Orden del Fénix, era una pintora ilustre en la comunidad mágica que resultó haber finalizado días atrás una comisión de la mansión Zabini para la mujer de la casa. De tal forma, Ana tendría una imagen para observar y la señora Zabini tendría su pintura aquella noche.

Cuando la moto se detuvo en frente de la casa de ladrillos desgastados que era idéntica a las demás que estaban pegadas a ella (exceptuando la puerta que era blanca y tenía cuatro estampados de manos de diferentes tamaños), los tres se bajaron de ella para caminar hacia dicha puerta. Era un lindo detalle de parte de la familia que vivía allí.

No obstante, la forma en que la bruja rolliza que abrió la puerta los recibió no fue tan cálida como la escena que había estado frente a ellos segundos atrás.

Hestia Jones era una mujer de mejillas rosadas y cabello oscuro como el carbón, sus brazos se plegaban en pequeños rollos y en general podía ser descrita como alguien dulce y amable. Sin embargo, en esos momentos tenía su varita apuntada hacia Remus, que había sido quien había tocado la puerta, y lo miraba con pena.

—Lo siento, sigo los protocolos. —explicó ella y se aclaró la garganta antes de mirar de reojo a Remus con sus ojos grandes—. ¿Qué me dijiste acerca de Kingsley anteayer luego de que trajéramos a Harry?

Por unos segundos Remus pareció sorprendido de la pregunta, no sabiendo qué responder, pero luego carraspeó y asintió.

—Que el violeta le queda bien.

«Que conversaciones importantísimas tienen en las reuniones de la Orden» se rió Ana en su cabeza y miró la sombra de una sonrisa apareciendo en los labios finos de Hestia.

—Bien —asintió y luego miró a Ana y a Sirius con sus ojos marrones cálidos—. Sé que Remus sabría en segundo si no fuesen ustedes mismos así que pasen, por favor.

Con un último vistazo detrás de ellos para ver que nadie los seguía, Hestia cerró la puerta detrás de Sirius.

Lo primero que se hizo notar del interior de la casa fueron la cantidad de juguetes de niños flotando en el aire, además de los que se encontraban en el suelo. Cada rincón de la casa era a prueba de niños; ante la escalera había una reja para que no pudieran pasar, los objetos frágiles estaban en los estantes de arriba (lejos de manos curiosas), las manijas de los armarios estaban todos cerrados con llave y cada espacio que parecía ser un peligro para niños pequeños, estaba tapado con goma. En otras palabras, la casa Jones-Vance parecía una guardería.

—Disculpen el desorden, los mellizos no dejan de hacer magia —suspiró Hestia mientras guiaba al grupo hacia el salón que estaba hacia la izquierda—. Hasta cuando duermen su magia se activa, es un dolor de cabeza para la niñera cuando no estamos aquí. Lou comienza el caos y Quinn sigue a su hermana...

—Cuando Emmeline estaba embarazada también, ¿no es así? —recordó Sirius moviendo con la punta de su bota un oso de felpa de su camino. Hestia asintió con una mueca.

Eso era raro.

El salón a la izquierda de la puerta principal era una mezcla entre una sala de estar y un despacho artístico. Cajas de pintura se encontraban en una esquina, donde estaba la ventana más grande que miraba a la calle, dibujos hechos por niños pequeños se encontraban pegados en todas partes, y había un caballete con un lienzo ya pintado y finalizado descansando en su superficie.

La pintura era de una gran casa que parecía un castillo en el medio, rodeado de la más hermosa naturaleza. La gran mansión era de piedra estaba rodeada de grandes ventanales que parecían brillar con la luna de la pintura como si estuviese realmente allí; en la piedra de las paredes caía la hiedra de cientos de colores diferentes y decoradas con bellas flores. En frente de la casa había jardines preciosos mientras que en el centro, yendo hacia el final del lienzo había un camino de piedra terminado con una gran puerta de reja.

Era majestuosa.

—Es una casa hermosa, ¿no es así?

Emmelince Vance se encontraba sentada en un sofá con una taza de té humeante en sus manos finas. Su gran altura se escondía en su postura pero su cabello rizado en un afro le devolvía lo que había perdido al sentarse.

—Los Zabini tienen un gusto refinado, sus casas siempre tienen un encanto único —sonrió Emmeline y se levantó de su lugar, luciendo sus largas piernas en un vestido verde claro—. Pero no perdamos tiempo hablando de sus gustos extremadamente lujosos que ya lo sabrás en unos minutos. Empecemos, ¿sí?

Mientras que Emmeline y Hestia guardaban el lienzo en una bolsa especial, Ana dejó que su curiosidad saliera a la luz y miró de reojo las fotos que posaban en el borde superior de la chimenea. Eran fotos de ambas mujeres durante los momentos que parecían ser los más importantes de sus vidas, como su casamiento, el día de mudanza a la casa actual, el nacimiento de sus mellizos...

Ana suprimió un arrullo cuando vio a dos bebés en los brazos de Emmeline que descansaba sonriente en la camilla de un hospital; y también lo hizo cuando vio a esos dos bebés detrás del cristal del retrato sentados en lo que parecía ser la misma alfombra de esa sala de estar. Los mellizos eran el calco indudable de sus madres. Mientras que la bebé tenía la nariz de Emmeline, el bebé tenía los ojos de Hestia.

«Adorables»

Una vez que Ana le dio una buena y detallada vista al cuadro de la casa Zabini y los adultos lo envolvieran seguramente para que lo pudiese llevar sin problema, las dueñas de la casa y Sirius le dieron privacidad a ella y Remus mientras él le daba cada instrucción.

—Usarás la piedra traslador, ¿bien? —dijo Remus dejando en la palma abierta de Ana la piedra que había usado en la última prueba del Torneo de los Tres Magos—. Cualquier cosa, transpórtate aquí. Si piensas que es una trampa, si te sientes incómoda... por favor, Ana. Tendrás cinco horas libres, y serán puntuales. Si a la quinta hora no te encuentras aquí, iré a buscarte con los demás. ¿Entendido?

Cuando Ana asintió, Remus dio un largo suspiro antes de envolverla en un fuerte abrazo que la levantó un poco en el aire.

—Regresa a esta casa a salvo, hija.

—Lo haré, pa.

Con una nueva ola de determinación y confianza, Ana agarró el cuadro envuelto entre sus brazos y se situó en el medio de la sala de estar de la casa Jones-Vance, sintiendo la piedra caliente de energía en el bolsillo de su suéter. Miró por última vez a su papá que la miraba con preocupación entre sus cejas y le sonrió.

—Nos vemos en cinco horas.

Y con eso dicho, la mente de Ana viajó hacia aquella entrada tan preciosa que había visto en el dibujo antes de que su propio cuerpo lo hiciera en tiempo real. Finalmente estaba de viaje a la casa Zabini después de una larga semana de espera.

•      •      •

Volver a sentir el gancho en su estómago a causa del transportador portátil, hizo que Ana se tambaleara en el piso una vez que sus pies tocaron tierra. Nunca se había subido a una montaña rusa pero sospechaba que el sentimiento era parecido.

Lo segundo que notó fue el fuerte aroma a vainilla y madreselva que desprendían las flores alrededor suyo. Algunas flores eran blancas y otras amarillas, Ana no las reconocía pero reconocía que si se quedaba allí más de cinco minutos se intoxicaría con la fragancia dulce que emanaban las flores amarillas. Le hacía revolver el estómago, más que el uso del transportador.

Su mirada abandonó a las flores aromáticas y se centró en la gran reja que tenía en frente suyo, específicamente, las palabras grabadas en lo alto de las rejas negras: Las raíces son más fuertes.

Había otras palabras escritas abajo pero Ana no las supo traducir, no conocía el idioma.

Una campana sonó a lo lejos, detrás de la hiedra que cubría la reja negra, que hizo que sintiera un escalofrío subir por su columna. Aquello estaba comenzando a parecerle a una película de terror y no le gustaba pensar en el papel que estaba interpretando. Abrazó con más fuerza el cuadro envuelto y rogó porque aquella noche no terminara con ella ahogada en un lago o tirada al fin de unas escaleras.

Y aunque su piel se erizó cuando segundos después las rejas comenzaron a abrirse delante suyo por sí solas, sus hombros se relajaron al ver la visión en frente suyo. Si el cuadro de Emmeline había sido hermoso, la visión frente a sus ojos era extraordinariamente perfecta.

En la colina lejana, Ana podía divisar la mansión a través de toda la flora que la rodeaba —desde árboles y arbustos de todos los tamaños y colores, a diferentes tipos de flores y plantas—, luego, de la colina bajaba un camino de piedra escondido entre la hierba alta y a su izquierda había un gran lago donde la luz de la luna se podía ver reflejada en la superficie del agua. Parecía brillar al igual que la copa de los árboles que había a su lado, no solo por la luna sino también por las pequeñas luces que flotaban a lo largo del territorio. A la derecha del camino de piedra, habían árboles frutales y florales estratégicamente plantados al igual que una divina fortuna de plantas sacadas de un cuento de hadas.

Detrás de la mansión había más colinas pero Ana sólo podía distinguirlas con los ojos entrecerrados ya que allí la luz no llegaba. Era un terreno bellísimo y se preguntaba cuál parte de su alma debía vender para poder siquiera saborear un tercio de ese lujo. Tal vez toda.

Hogwarts podía ser extraordinario pero esa mansión era perfecta.

Para no perder más tiempo, dio los primeros pasos para adentrarse al terreno detrás de las rejas, y cuando estuvo a una distancia considerable de estas, se cerraron con un agudo sonido. En vez de mirar por su hombro, Ana siguió caminando, maravillada por sus alrededores. Literalmente le hacían recordar a una película de fantasía.

No obstante, sus momentos de admirar la belleza de los jardines llegaron a una pausa cuando a través de las luces flotantes que se movían en el aire luego de un minuto caminando divisó a una figura caminando hacia ella. Su postura se enderezó sin pensarlo dos veces y acomodó el cuadro entre sus brazos, queriendo parecer lo más preparada y menos cansada posible.

Una cosa que Ana agradecía de ella misma era que no necesitaba anteojos para ver perfectamente, ya que aunque estuviese oscuro en la noche bajo la media luna, divisó a Blaise acercarse a ella con la elegante postura que siempre portaba.

La piel oscura del chico brillaba contra las luces flotantes y su figura resaltaba aún más con la vestimenta con la que se había vestido aquella noche: pantalones color negro y una camisa blanca debajo de un chaleco de vestir negro. Al ver su prolijidad, Ana se sintió un poco avergonzada de su suéter viejo; no obstante, sus preocupaciones se fueron por el retrete cuando su mirada subió y sus ojos se toparon con el cabello del chico.

O al menos lo que quedaba de él.

—Te rapaste el cabello —señaló Ana con asombro una vez que estuvo lo suficientemente cerca de Blaise.

—Buenas noches a ti también, Abaroa —dijo Blaise con una ceja alzada.

—Oh, sí, lo siento. Buenas noches, Blaise... ¡te rapaste el cabello! —insistió Ana viendo como el chico pasaba una mano sobre el poco cabello que tenía.

—Un nuevo comienzo —explicó Blaise mientras comenzaron a caminar a la par hacia la mansión—. No tenías que aceptar la invitación, ¿sabes?

—¡Tonterías! Desde el curso anterior que estoy tratando de conocerte más y lo sabes —sonrió Ana y dio una vuelta en su lugar, aunque eso hiciera que sus piernas temblaran un poco—. Dime, ¿Dónde estamos? ¿Nottinghamshire? ¿Derbyshire? ¿Shropshire...?

—Wicklow. Dame eso...

Mientras que Ana estaba distraída tratando de recordar a Wicklow, Blaise tomó el cuadro de sus brazos y lo sostuvo en los suyos. Cuando ella conectó los puntos, lo miró con estupefacción.

—¿Irlanda? ¿Eres irlandés?

Se sentía como una idiota. Ahora que lo pensaba, su acento sí era irlandés y ella lo había pasado por alto por casi tres años. Quería tirarse a lo profundo del lago.

Dejando que aceptara su falta de atención, Blaise se quedó callado durante el resto del camino hacia su casa.

En la segunda parte del camino, se cruzaron con ranas, hadas, gnomos que trataban de dormir y algunos ratones de campo. Y cada vez que los notaba, sin fallar, Ana quedaba encantada. Hacía años que no visitaba un lugar tan lleno de fauna después de Hogwarts. Londres no era exactamente el mejor lugar para los animales, a menos que contasen las ratas y perros callejeros.

Una vez que llegaron a la entrada principal de la mansión y la puerta se abrió cuando la enfrentaron, Ana no pudo evitar jadear de la impresión.

El vestíbulo era enorme, no como Hogwarts, pero más de lo que debía serlo en una casa. A la derecha se encontraba una escalera curva que iba al segundo piso, al que Ana no podía divisar ya que estaba sobre sus cabezas; en la mitad del techo había un candelabro de oro que iluminaba todo el lugar, que hasta Ana tenía miedo de pisar el suelo de madera que parecía tomar un color ámbar por la luz. Todo parecía estar perfectamente colocado y limpio. Le estaba dando un poco de ansiedad.

Más sabiendo que hasta un pequeño jarrón que posaba en la mesa redonda situada en el medio del vestíbulo valía más que su casa entera. Tragó en seco.

—Ven por aquí, mi madre nos espera en el comedor.

Asombrada por todos los pasillos por los que pasaban —ya sea por la cantidad de hermosos cuadros que colgaban de sus paredes o el lujo que derrochaban hasta las paredes empapeladas—, por unos minutos Ana vivió con miedo. Llegaba a ensuciar, descolocar o romper un simple objeto de esa casa y viviría el resto de su vida tratando de pagar su deuda.

Una risa nerviosa retumbó en su cerebro y rascó su brazo, sintiendo sus uñas cortadas mover la lana del suéter por encima de su piel. ¿Qué tal si le decía a Blaise que se sentía mal y...?

Blaise se detuvo en seco detrás de una gran puerta de madera y se giró hacia Ana, que parecía transpirar cascadas.

—Mi madre podrá oler tus nervios desde cien metros, Abaroa.

—Uau, muchas gracias, Blaise —masculló ella sacudiendo su suéter para que le entrara aire.

Algo se suavizó en la mirada del chico y suspiró mientras colocaba el cuadro debajo de un solo brazo.

—Puede que sea... intensa, por lo que te recomiendo que despejes tu mente ya que te hará muchas preguntas. No obstante, no pasará nada si es que no respondes. Ella sabe lo que hace... —con vacilación, Blaise levantó un brazo y apoyó su mano sobre el hombro de Ana—, no te preocupes.

Ana no sabía qué era más raro, que estuviese en una casa que valía un cuarto de Londres o que Blaise estaba tratando de consolarla.

Con un asentimiento de comprensión, Ana tomó aire y le indicó al chico que podía abrir la gran puerta del comedor. Blaise asintió y se dio media vuelta para él mismo tomar una inspiración antes de abrir la puerta.

No fue una sorpresa saber que el comedor era igual de lujoso que el resto de la mansión. Largas ventanas que mostraban el hermoso cielo estrellado y los terrenos de la casa cubrían las paredes, un candelabro más impresionante que el anterior colgaba del techo entre cristales y oro, y aparte de las bellas decoraciones que rodeaban la habitación, la mesa central las opacaba. No era ni tan larga ni chica, era el tamaño perfecto para que fuese lujoso pero también cómodo; y encima de esta, estaban las vajillas más costosas que Ana había visto en su vida. Los cubiertos de plata pura de la casa Black no se comparaban con aquellos.

No obstante, todo aquello rápidamente fue olvidado por Ana ya que la figura esbelta que se encontraba parada al lado de una silla de la punta más lejana a ella, la miraba con atención. Eloise Zabini era sin duda igual de elegante que se la había imaginado, si no que un poco más. Su cabello grueso y rizado flotaba sobre los costados de sus orejas como una nube negra, sus rizos y piel negra brillaban contra la luz dorada del candelabro. Parecía alta, pero Ana rápidamente notó que solamente llevaba tacones altísimos que la hacían parecer así; con ellos acompañaba un vestido de gala verdoso que caía suavemente hacia sus talones. Parecía ser de seda, y ella parecía ser más brillante que el candelabro que flotaba encima de todos.

—Buenas noches, Anastasia Abaroa —dijo la señora Zabini en un tono fuerte pero tan fluido como la seda de su vestido—. Es un placer conocerte luego de dos años escuchando solo tu nombre.

•      •      •

¡buen viernes!

este capítulo fue más corto que de normal pero sino me iba a zarpar como siempre o(-< de nuevo gracias a giuli que me recomendó cortarlo en dos capítulos ♥

pero en otras noticias, la siguiente nota va ser más seria e importante así que por favor lean:

ya que estamos acá y esto es una fanfic del mundo de harry potter, quería hacer hincapié en algo: lo que hizo estas semanas (y la verdad siempre) jk rowling en contra de la comunidad trans fue literalmente repugnante, es una mujer repugnante y me da rabia cada vez que abre la boca. sabiendo que después del trailer de la nueva película de animales fantásticos iba a tener los ojos en ella, se atrevió a hacer nuevos comentarios transfóbicos en su twitter y me dio la oportunidad para volver a establecer que acá NO LA APOYAMOS.

comencé a escribir esta historia con el propósito de crear algo que a mí me gustase, pero aún así no puedo negar las raíces antisemitas, transfóbicas y racistas que nacen de las novelas de harry potter, las cuales joanna hizo muy claro en no esconder. desde su obvio antisemitismo con la creación de los duendes hasta la forma hiriente en que describió a rita skeeter y muchos más ejemplos de que no siempre se puede separar el arte del artista.

con esta historia quería contar una nueva versión, quería escribir algo que de alguna forma pudiese representar a todas esas personas a las que rowling lastimó con sus escritos pero aún así no soy ninguna pobrecita, no estoy buscando aprobación, viroteos ni nada, esta historia es un lugar seguro y la creé para ello, la creé para concientizar; pero aún nace de las historias que escribió ella y eso lo tengo en cuenta cada vez que escribo.

por otro lado, si algunes de mis lectores pensó que mi historia iba ser fiel a la original, si pensó que era un lugar seguro para aún idolatrar a jk rowling o para simpatizar con aquellos personajes que claramente no se lo merecen, este en definitiva NO ES el lugar para ustedes. no voy a aceptar transfobia, racismo, antisemitismo, homofobia, islamofobia en MI historia. llegan a comentar algo de tal aire y no van a tener la oportunidad de seguir leyendo, no voy a disculparme por no hacer un lugar seguro para este tipo de personas.

porque mi novela Hidden no es para ustedes, sino que para todes les demás.

para finalizar, les quiero decir que en mi perfil esta semana dejé varios links para poder apoyar a la comunidad trans que no voy a cansar de decir que son para compartir, para repartir por toda la internet. si ustedes tienen otros links, por favor comenten en aquel anuncio de mi perfil para que otros lo vean, comenten en sus perfiles para que más gente los vea. esto no es sólo de hoy, o de mañana, ayuden a la comunidad a través de su interacción, por favor.

gracias por leer

nos vemos en la próxima actualización

•chau•

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro