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𝐟𝐨𝐮𝐫𝐭𝐲 𝐨𝐧𝐞

"Sálvalo"

—Ahora tenemos dos problemas —dijo Hermione frotándose la frente—. Primero tenemos lo que pasó con Crouch y Viktor, y luego tú fuiste atacada nuevamente por un luminicus, Ana.

—No puedo creer que te hayas saltado la reunión con Bagman para ponerte en más peligro —murmuró Ron, haciendo que Ana se encogiera de hombros.

—¿Qué puedo decir? Soy un peligro para mí misma...

—¡No es tiempo de bromas! —resopló Hermione furiosa—. Pudiste haber sido gravemente herida, la próxima vez que tengas una de tus corazonadas, antes de irte por tu cuenta dile a alguien más para que te acompañe.

Ana había ignorado completamente el detalle que Blaise Zabini la había acompañado —y por lo tanto no había estado sola—, ya que lo único que eso traería serían más quejas y retos, lo que no quería escuchar por la madrugada. Podía vivir con sus amigos pensando que se había metido en problemas por su cuenta ya que no era una total sorpresa.

Por el otro lado, luego de volver a la sala común de Gryffindor, en vez de irse derecho a dormir, Harry había vuelto con noticias desconcertantes además de lo que trataría la segunda prueba (un laberinto): Barty Crouch había aparecido en el bosque, luciendo aturdido y maniático, y había pedido hablar con Dumbledore diciendo que había sido su culpa lo sucedido con Bertha Jorkins —mujer que Ana se había olvidado de su existencia—, también había sido su culpa el fin de su hijo, y que Voldemort se encontraba más fuerte que nunca.

Todo eso había pasado cuando Harry estaba con Viktor Krum, pero luego de que lo dejara al chico de Durmstrang solo con el señor Crouch para buscar a Dumbledore y lo trajera hacia donde anteriormente habían estado, se llevaron la sorpresa que Barty Crouch había desaparecido y había aturdido a Krum.

En otras palabras, la noche anterior había sido un desafío.

—Bien... A ver qué les parece esta hipótesis —propuso Ron con entusiasmo—: Krum ataca a Crouch... (esperen, esperen a que acabe) ¡y se aplica a sí mismo el encantamiento aturdidor!

—Y el señor Crouch se evapora, ¿verdad? —apuntó Hermione con frialdad.

Ana dejó salir un bostezo una vez que Harry se giró hacia ella con el ceño fruncido.

—Tendrás que decirle a Remus lo que sucedió ayer, ¿no?

Una protesta dejó los labios de Ana y frotó sus ojos con los talones de sus manos, haciendo que su visión se volviese blanca por unos segundos.

—Me encantará perder la poca libertad que tengo... Se lo diré un día de estos pero quiero que descanse, decirle sólo lo estresará más. Ayer fue una luna llena, debe recuperarse.

Rayaba el alba cuando cada uno volvió a su dormitorio luego de establecer que deberían al menos hablar con Moody para preguntarle si había encontrado a Crouch durante el recreo.

La clase de Historia de la Magia nunca había resultado tan lenta. Ana, que había encontrado formas de disfrutar la clase sin morir del aburrimiento, se encontraba roncando suavemente con el rostro apoyado sobre su pupitre. Los cuatro estaban tan cansados que se les había sido imposible mantener los ojos abiertos: ni siquiera Hermione tomaba sus acostumbrados apuntes, sino que tenía la barbilla apoyada en una mano y seguía al profesor Binns con la mirada perdida, tapando a Ana (que estaba detrás suyo) con su cabello.

Cuando la campana sonó, Ana decidió que en vez de seguir a sus amigos hacia el aula de Defensa Contra las Artes Oscuras (donde Moody seguramente había tomado el lugar de Remus), iría a visitar a su papá para ver cómo se encontraba después de la noche anterior. Después de todo, no se olvidaba que había sido una luna llena y por ende, Remus había estado firmemente encerrado en su propia oficina bajo los efectos de la poción matalobos.

Una vez que llegó a la oficina de Remus y esperó una respuesta de su parte luego de tocar la puerta, Ana se adentró al despacho siendo recibida por la figura cansada de su papá. Remus se veía igual de destruido que todas las lunas llenas anteriores, las ojeras bajo sus ojos se encontraban más oscuras que nunca, su piel ya de por sí clara se encontraba aún más pálida de lo normal, lo que lo hacía verse un poco muerto, y sus ojos parecían haber perdido un poco de esperanza en sí mismo, como si hubiese esperado no volver a abrirlos aquella mañana.

Aquella vista se había tornado normal en la vida de Ana, antes de entrar a la oficina del hombre siempre debía prepararse para enfrentar su débil aura que lentamente parecía perder sus fuerzas. Era una vista deprimente, por lo que su corazón se aliviaba cuando su mirada notaba la pequeña sonrisa que le dedicaba cada vez que lo iba a visitar. En esa sonrisa sí había algo de esperanza.

—Buenos días, Ana, ¿cómo te ha ido ayer en la reunión de la tercera prueba? —dijo Remus una vez que ella se sentó en frente suyo.

Ana había hecho dos descubrimientos a lo largo de aquellos meses: el primero era que a Remus no le gustaba hablar de la noche de luna llena y hacía todo lo posible para evitarlo; y segundo, que aunque mentir le resultaba difícil, desviar el tema era un talento de lo más útil y le agradecía a Lavender por haberle hecho entrar en razón.

—¿No has escuchado? —preguntó Ana doblando sus piernas en su silla—. Ayer estuvo de locos, el señor Crouch apareció en el bosque y Harry nos contó que...

Mientras que Ana relataba los acontecimientos de la noche anterior —acontecimientos de los que ella no había participado y por ende su relato estaba un tanto distorsionado—, Remus le prestó toda su atención, asintiendo en partes o frunciendo su ceño en preocupación cuando escuchaba ciertas partes del extraño suceso. Finalmente, cuando Ana terminó de hablar, la mirada de Remus se había fijado en un punto blanco de su despacho.

—¿Harry se encuentra bien?

—Un poco molesto como siempre. Descubrí que cuando no duerme se vuelve un poco más roñoso que normal...

Ana trató de bromear pero Remus sólo le dedicó una mirada de sospecha.

—¿Por qué no durmió...? —al decir aquello, un suspiro de cansancio salió de sus labios y se frotó el rostro con decepción—. Han estado jugando detectives nuevamente, ¿no es así? Ana te imploro que esto lo dejen para los adultos. Sé que no le tienes mucho afecto a las decisiones de Dumbledore, pero al menos escúchame a mí y entiende que estos misterios a los que a ustedes les gusta investigar un día comenzarán a ser más peligrosos. A ninguno de quienes están a cargo de ustedes les gusta oír cuando se meten en problemas más grandes que ustedes.

Ana sabía que Remus tenía razón. Es decir, si fuese por ella tampoco se metería en aquellas investigaciones que acababan con alguien lastimado —como el año pasado—, pero haber conocido a Harry por casi dos años le había dado una perspectiva a Ana que mostraba cuánto estas locuras de su amigo significaban para él. Como si con ellas estuviese tratando de descubrir algo mayor.

No sabiendo qué decir, Ana dejó salir un murmuro de afirmación y bajó su mirada hacia sus manos que había entrelazado. Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, hasta que una bombilla se prendió dentro de la cabeza de Ana y volvió a mirar hacia su papá.

—¿Dónde están James y Sirius? No los he visto por semanas.

No exageraba. Si mal no recordaba, la última vez que había visto a Sirius y James en Hogwarts, había sido la mañana del día después de la luna llena de febrero. Eso había sido tres meses atrás y en ninguna de esas semanas se había dignado en hacer aquella pregunta, olvidándose una y otra vez en hacerla.

—James ha vuelto al ministerio dos meses atrás, se ha sumado a la búsqueda de Bertha Jorkins y volverá para la tercera prueba y así poder verlos a ti y a Harry; y Sirius se ha establecido en Hogsmeade a principios de marzo, viene a veces durante la luna llena.

Abrió la boca para preguntar cuál era la razón por la que Sirius había decidido dejar su habitación de Hogwarts, cuando sus ojos se toparon con una nueva foto enmarcada que posaba en el escritorio de Remus. Era la misma foto que la señora Pomfrey tenía en su propia oficina, en donde se podía ver a sus padres junto a James y Mary MacDonald.

—Esto es nuevo... —murmuró Ana, nuevamente cambiando por completo el tema de conversación y su mano pasó suavemente sobre el vidrio que separaba a la foto de su piel.

La mirada de Remus se suavizó y una pequeña sonrisa melancólica se posó sobre sus labios.

—Poppy me la ha dado para mi cumpleaños, es una copia de la que tiene en su oficina... —Remus tomó la foto en sus manos y la observó con una mueca—. Ojalá supiese cómo se encuentra Mary, pero luego de lo que pasó con Faith no la he visto o escuchado de ella. Espero que esté bien.

—¡Oh! —los ojos de Ana brillaron al recordar lo que la enfermera le había dicho la última vez que había visitado la enfermería—. Pues la señora Pomfrey me ha dicho que...

La voz de Ana fue interrumpida por el repentino sonido de alguien golpeando la puerta de la oficina, y cuando Remus dio su consentimiento para que dicha persona entrara, Madame Pomfrey se hizo ver.

—Remus, querido aquí te traigo más calmante para el dolor como... ¡Oh! Buenos días, querida, no sabía que te encontrabas aquí.

Ana saludó a la enfermera con un rápido gesto, tomando su aparición como una señal para volver con sus amigos y seguir disfrutando del receso.

—Me voy con los otros, nos vemos más tarde y trata de relajarte, ¿sí? —le pidió a Remus, usando un tono más firme que el normal. Se giró hacia la señora Pomfrey—. Gracias por ayudarlo, Madame Pomfrey. ¡Nos vemos luego!

—Ojalá no muy pronto, Ana —negó la mujer haciéndose de lado para dejarla pasar por la puerta—. Debes cuidarte más o terminarás en la enfermería más veces que todo el alumnado junto, querida.

—Trataré, Madame Pomfrey —Ana sonrió avergonzada y sin decir nada más, salió de la oficina de su padre, cerrando la puerta detrás suyo.

•      •      •

Los terrenos de Hogwarts nunca resultaban tan atractivos como cuando Ana tenía que quedarse en el castillo. Durante los días siguientes, pasó todo el tiempo libre o bien en la biblioteca, con Hermione, Harry y Ron, leyendo sobre maleficios, o bien en aulas vacías en las que entraban a hurtadillas para practicar. Ana y Harry se dedicaron en especial al encantamiento aturdidor, que nunca habían utilizado. El problema era que las prácticas exigían ciertos sacrificios por parte de Ron y Hermione.

—¿No podríamos secuestrar a la Señora Norris? —sugirió Ron durante la hora de la comida del lunes cuando, tumbado boca arriba en el medio del aula de Encantamientos, empezaba a despertarse después de que Harry le había aplicado el encantamiento aturdidor por quinta vez consecutiva—. Podríamos aturdirla un poco a ella, o podrías utilizar a Dobby, Harry. Estoy seguro de que para ayudarte haría lo que fuera. No es que me queje... —Se puso en pie con cuidado, frotándose el trasero—. Pero me duele todo...

—Es un sacrificio que debemos tomar... —dijo Hermione sentada en uno de los asientos, frotando su sien—, es necesario para que aprendan.

—Tú eres afortunada —bufó Ron cruzándose de brazos—. Ana a veces ni siquiera le da al blanco, ¡ya rompió una silla por accidente!

—Qué alentador eres, Ron —protestó Ana bajando su varita—. No soy una experta en los duelos como Harry...

A diferencia de Harry, que había tenido varias oportunidades en donde demostrar sus cualidades de pelea, Ana sólo tenía las clases del año pasado y ese mismo donde mucho no había aprendido a pelear.

—¿Qué tal si intercambiamos? —inquirió Ron mirando a Hermione—. Tú entrenas con Harry y yo con Ana, ¿eh?

—Bueno, creo que ambos han tomado el truco —se apresuró a decir Hermione—. Y no tenemos que preocuparnos de los encantamientos de desarme porque hace mucho que Harry es capaz de usarlos y a Ana no le va mal en ese... Creo que deberíamos comenzar esta misma tarde con los maleficios.

Observó la lista que habían confeccionado en la biblioteca.

—Me gusta la pinta de éste, el embrujo obstaculizador. Se supone que deberían frenar a cualquiera que intente atacarlos. Vamos a comenzar con él.

Sonó la campana. Guardaron los cojines, los metieron en el armario de Flitwick a toda prisa y salieron del aula.

Como Ana tenía un espacio en blanco en aquel período —ya que Hermione tenía Aritmancia, y Harry y Ron Adivinación—, decidió en acompañar a su amiga a su clase optando por contarle un detalle que había esquivado decir noches atrás acerca de su encuentro con el luminicus.

—¿¡Hiciste qué!?

—¡Shhh!

Ana tapó la boca de Hermione con su mano con rapidez para que nadie alrededor suyo se enterara de que le había contado a Blaise Zabini más de un secreto. Porque si Hermione se lo había tomado tan mal, no se imaginaba el resto de la escuela que casi no la conocía.

—¿Le contaste a Zabini todo? ¿Por qué siquiera harías algo como eso? —susurró Hermione espantada.

—¡No lo sé! ¿Bien? Pensé que era lo correcto después de todo lo que él hizo para ayudarme estos meses... También, como que no le importa nada, Hermione. Si algún día fuese y le dijera: ¡Ey! Maté a alguien... él sólo le restaría importancia y me echaría.

Hermione escondió su rostro entre sus palmas y negó con la cabeza, aún no pudiendo creer cuán inconsciente podía llegar a ser Ana. ¿Contarle todos tus secretos a alguien que no confiabas completamente? Demasiado peligroso.

—Dios, Ana, espero que tengas razón... ¿Le has contado a tu papá ya?

Comenzaron a subir una escalera y Ana dejó salir una risa de incredulidad.

—¿Estás loca? Si le contase a papá, él me mataría.

—¿Contarme qué?

Habían llegado a lo alto de la escalera, dónde Remus había aparecido de forma sorpresiva haciendo que Ana diese un salto y casi cayera rodando por las escaleras que recién había subido.

Remus se veía mejor de lo que se había visto en su oficina días atrás. El color había vuelto a sus mejillas y el brillo a sus ojos verdes; su piel no parecía tan demarcada, y en general parecía más sano. La que no parecía sana en esos momentos era Ana, que se había asustado por la aparición de su papá haciendo que su rostro se volviese blanco de la impresión y su corazón se posara en su garganta.

Si se asustaba con alguien hablándole de repente, no se quería imaginar cómo la pasaría durante el laberinto donde criaturas la atacarían por sorpresa a cada minuto.

—Buenas tardes, Hermione —Remus se dirigió a Hermione que le sonrió débilmente, antes de volverse a Ana que trataba de controlar su corazón—. Ana, ven conmigo a mi oficina, ¿sí?

Remus comenzó a bajar las escaleras que las amigas habían dejado atrás, y para darle ánimo a Ana, Hermione le dio un suave apretón en su brazo antes de saludarla y comenzar a caminar hacia su siguiente clase de Aritmancia. Ana dio un largo suspiro y se dio media vuelta para observar la espalda de su padre bajar por las escaleras.

«Acabo de subir estas...»


Una vez sentada frente a Remus, Ana comenzó a menearse nerviosamente en su asiento mientras esquivaba su mirada, fijando sus ojos en cualquier cosa que no fuese él. Debía pensar en una excusa, una razón por la que había dicho eso minutos atrás, sin embargo, cuando se ponía nerviosa su cerebro se freía y ninguna idea tenía coherencia. Era un ciclo rompe cerebros.

—Si estás preocupada por lo de recién, te aseguro que no preguntaré y no tienes la obligación de contarme —dijo Remus una vez acomodado en su lugar, juntando sus manos en la superficie de su escritorio—. Te dije que quería mejorar como... como padre y eso haré. Puedes tener tu privacidad, eso no te quitaré, Ana. Pero eso no es de lo que te quería hablar ahora, como ya sabes de qué tratará la segunda prueba quería preguntarte si tú y Harry ya tienen un plan.

La postura de Ana se relajó visiblemente y su energía se renovó enseguida mientras asentía.

—Sí, estamos aprendiendo maleficios pero si te soy sincera los laberintos no son mi especialidad así que creo que dejaré.

Remus alzó una ceja y se cruzó de brazos, reposando su espalda contra el respaldo del asiento.

—¿Cómo las últimas dos veces?

Ana escondió su rostro entre sus manos y las pasó por este mientras soltaba una protesta.

—Sueno como un disco rayado, ¿no es así? —resopló ella y una leve sonrisa avergonzada se asomó en sus labios—. Bien, esta vez dejaré lo que haga a manos del destino o lo que sea... pero sí te digo esto, no soy muy buena duelista.

Ana recordó las veces que no le había dado a Hermione durante las prácticas y se encogió en su lugar apenada. Había sido un desastre, su varita no parecía cooperar durante los duelos o en el uso de maleficios.

«Lo que será un problema si me vuelvo a encontrar con un luminicus»

Sabía que contarle a su papá que en la luna llena anterior se había encontrado con un luminicus al haber seguido una corazonada que la llevó hacia el interior del Bosque Prohibido probablemente resultaría en ella no pudiendo salir más del colegio sin un adulto, sin embargo, también debía tener en cuenta de que aún estaba la posibilidad de que en el futuro podría volver a encontrarse en una situación de peligro inminente como aquella. Debía prepararse, y para ello debía probar el terreno.

—Prométeme que no te enojarás —dijo Ana de repente mirando a Remus—, y que me dejarás hablar... y que tendrás en cuenta mi lado de la historia. No la despreciarás el momento en que termine de hablar y la analizarás.

Ante el riguroso pedido, Remus se la quedó mirando unos segundos con vacilación, hasta que asintió dándole el paso para hablar. Y eso fue lo que Ana hizo.

Le contó acerca de aquella noche, acerca de aquella extraña sensación que recorrió su cuerpo cuando observó la luna alzarse en lo alto del cielo oscuro, la sensación en sus tripas que le decía que algo no estaba en el rumbo adecuado, algo estaba terriblemente mal y debía ver de lo que se trataba. Confesó que siguió una corazonada hacia el interior del bosque, saliendo al borde del momento más poderoso de la luna llena, cuando su magia más afectaba a quienes habían sido besados por ella

Le contó que habían habido dos luminicus en la oscuridad del bosque, y que la luna le había advertido de que ya no estaba más escondida por lo que debía enfrentarse a sus demonios antes de que más la pudieran encontrar.

Reveló todo eso optando por callar uno de los detalles que mantenía más cerrado en sus secretos; el hecho de que no había estado solamente acompañada por la luna.

Remus se encontró callado una vez que Ana dejó de hablar, y rogó que fuese porque estaba analizando la situación mas que porque la estaba asesinando en sus pensamientos. Tal vez al final no debería llorar tal cual Rapunzel.

Luego de un largo tiempo al que a Ana le parecieron horas eternas, Remus finalmente asintió con un veredicto.

—Bien. Bien... ¿Has leído todos los libros que Berenice te prestó?

Ana asintió con fervor, pensando en todas esas horas que había usado para comprender aquellos largos textos junto a Blaise. Se había encargado de estar bien informada acerca de su pequeño problema. Desde aquella trágica historia de los comienzos de los luminicus, hasta textos académicos que investigaban la magia lunar desde diferentes puntos de vista. Estaba sobrecargada de información.

—Entonces tú te encuentras más informada que yo —murmuró Remus repasando sus opciones en su cabeza—. Lo único que falta es que practiques cómo defenderte de ellos, ¿Has encontrado alguna forma de atacarlos? ¿Algún punto débil que tengan?

—Pues... —Ana se rascó la cabeza mientras buscaba en su cabeza—, los maleficios comunes no hacen nada contra ellos (cómo con los lethifolds) y la luz no parece afectarles. Honestamente, la única persona que conozco que hizo algo contra ellos eres tú, papá. ¿Cómo hiciste para deshacerte del luminicus que había en el árbol en tu prueba?

Remus pasó una mano sobre su rostro y la apoyó en su mentón.

—No hice nada, Ana. Una vez que entré al árbol para buscarte te vi rodeada de esa oscuridad e instintivamente te saqué de allí dentro. No me enfrenté contra la criatura, sólo me dediqué a alejarte del peligro; una vez que ambos estuvimos fuera del árbol no vi más al luminicus. Ni siquiera cuando volví adentro luego de que Harry, Hermione y Ron te llevaran a la enfermería. Había desaparecido.

Las posibilidades de ganarle a aquellas criaturas oscuras cada vez eran menores, no sólo parecían invencibles pero la información que había acerca de ellas era limitada. De todos los libros que Ana había leído acerca de los luminicus, lo único que había captado eran teorías, leyendas y fantasías creadas por los magos a través de la historia. Lo único que se sabía era que habían robado magia de la luna y su único objetivo en la vida era seguir haciéndolo mientras vagaban por el mundo.

¿Qué había aprendido luego de aquellos encuentros con las criaturas? ¿Qué tenían esos momentos en común además de que siempre habían desaparecido luego de que Ana no estuviese rodeada en ellas...?

—No aparecen cuando hay mucha gente —murmuró Ana, mirando a Remus con sorpresa—. Las tres veces que aparecieron no había nadie alrededor mío o sólo una persona; en Londres sólo estaba Harry, en el árbol sólo estaba yo y en el Bosque Prohibido... pues estaba sola. Parece como si fueran...

—Tímidos.

Ana asintió con emoción.

—Aunque haya dos o más de ellos, desaparecen cuando hay gente alrededor mío. Nunca entraron a Hogwarts porque siempre hay personas conmigo, nunca me atraparon en mi casa porque siempre está mi abuela y los vecinos. Tú no encontraste el luminicus porque yo ya no estaba cerca y su único objetivo es atraparme a mí, pero yo ya estaba dentro del colegio. Tal vez por ahora no haya una forma de atacarlos pero sí de evadirlos.

Remus observaba a Ana con concentración mientras asentía a medida que escuchaba la nueva información. Si la única forma de que ella estuviese a salvo era no estar sola...

—Sabes lo que esto significa, ¿no es así? —dijo Remus irguiéndose en su lugar y manteniendo su mirada fija en Ana—. No puedes estar sola fuera del castillo.

Ya se lo veía venir. Estaba claro que su libertad se vería más limitada una vez que le contase a su padre acerca de su encuentro con los luminicus, tal como le había dicho a sus amigos. Tal vez ese era el precio a pagar para no correr riesgo y no arriesgar su relación con Remus. Su vida tenía valor, no podía pasar eso por alto por sus caprichos.

—... Por lo que comenzarás a ir a Hogsmeade.

Si Ana no hubiese estado sentada en su silla, se hubiese caído al suelo. Sus ojos azules se abrieron como dos platos y su boca se abrió de la sorpresa al escuchar lo que su padre le había dicho.

—Soy consciente de que te aburres cuando todos se van a las salidas, y si estamos en lo correcto prefiero que estés rodeada de gente. Tenemos que evitar que estés sola, Ana y si dejarte ir a Hogsmeade hará que estés más a salvo, entonces lo hablaré con tu abuela para que arreglemos el permiso. Deberé explicarle todo lo más pronto posible para que ella también pueda protegerte...

Ana no lo dejó terminar y saltó de su asiento para rápidamente rodear el escritorio y envolverlo en sus brazos.

—Prometo que voy a ser cuidadosa y no me voy a separar de los otros en ningún momento —le aseguró ella escondiendo su cabeza en el hueco del cuello de Remus—. Gracias.

Suspirando con una leve sonrisa, Remus rodeó el cuerpo de Ana devolviéndole el abrazo y le dio un apretón.

—No debes bajar la guardia en ningún momento, ¿sí? Aún no sabemos lo suficiente para que pienses que estás completamente segura y no voy a correr riesgos... no de nuevo —Remus se separó del abrazo pero mantuvo sus manos alrededor de los brazos de Ana, tomándola con suavidad pero firmeza—. Voy a encontrar una solución. Te lo prometo.

•      •      •

Como Ana sabía que sus amigos aún tenían media hora de clases más hasta que sus horarios coincidieran, se dirigió hacia el famoso escondite para pasar su tarde y organizar un ensayo de Historia de la Magia. Normalmente no se sorprendería si Blaise se encontraba sentado en su banco usual, pero aquella tarde había clases de Aritmancia (clase que el chico había elegido como optativa además de Runas Antiguas).

—¿Por qué no estás en la clase de Aritmancia? —dijo Ana una vez que pasó por la entrada escondida entre las sombras.

—Estoy seguro de que comprendes cuán extraño es que sepas mi horario, ¿no, Abaroa? —inquirió él sin levantar la vista de su libro de Herbología. Ana se quedó callada, no teniendo que decir nada para reconocer que el chico tenía razón. Blaise se encogió de hombros una vez que pasó de página—. Abandoné la clase el año pasado para cambiarla por Estudios Muggles. Imaginé que sería lo más adecuado no tener más de dos materias optativas en mi horario, no estaba en mis planes estresarme con más clases de las que podía maniobrar.

«Astuto»

Sin darle más vueltas al asunto, Ana aceptó la respuesta y se sentó en su banco. Apreciando el silencio que se había formado y las buenas noticias que Remus le había dado —en vez de enojarse con ella por haber hecho algo muy imprudente—, con contento se dedicó a subrayar del libro de Historia que había sacado de su mochila. Nuevamente el profesor Binns les había mandado otro ensayo de la Rebelión de los duendes y, por más que era un tema que lo habían visto incontables de veces, a Ana le seguía pareciendo interesante.

Pero esa tranquilidad sólo duró veinte minutos, hasta que la cabeza de Ana comenzó a desconectarse de las palabras que sus ojos leían y dejó de comprender desde hacía dos carillas completas. Con un suspiro de irritación, Ana dejó su lápiz a un lado y comenzó a buscar una forma de entretenerse en aquel espacio cerrado, cuando su mirada se topó con la figura concentrada de Blaise. ¿Es que sería una rutina molestarlo con preguntas?

—¿Cuál es tu flor favorita? —preguntó Ana mirando la tapa del libro del chico.

Blaise respondió con un bufido.

—¿Estamos haciendo esto otra vez?

Ana sabía que los momentos en silencio eran sagrados, después de todo ella los disfrutaba plenamente; sin embargo, luego de haberle contado sus secretos esperaba que el chico se abriese un poco más con ella. Al menos en elementos triviales como su flor preferida.

—Sí, tú sabes más de mí que yo de ti y necesito un balance. —determinó Ana pero enseguida su coraje tambaleó y se mordió el labio inferior—. Pero si no estás cómodo entonces no hace falta, ¿sabes qué? Olvídalo.

Volviendo su concentración al libro de Historia, Ana trató de concentrar sus pensamientos en aquellos elementos importantes de la rebelión, no obstante, luego de un minuto de un inquietante silencio, Blaise habló.

—Hortensias. La flor de la gratitud de ser comprendido.

La cabeza de Ana se levantó con velocidad y sus ojos brillaron con curiosidad al escuchar tal respuesta.

—No sabía que sabías el lenguaje de las flores.

Blaise se encogió de hombros y cerró su libro, apoyándolo en su regazo.

—A mi madre le agrada la floriografía, es una forma elegante de saber las intenciones de los demás.

—¿Y por qué te gustan las hortensias? —indagó Ana sin poder contenerse. No era común que el chico le diera más información de la necesaria. Era un cambio satisfactorio de las respuestas cortantes de siempre.

La mirada del chico parecía preguntarse por qué era que Ana hacía tantas preguntas, sin embargo, respondió.

—Su significado evoca un sentimiento profundo hacia una persona; es el mayor halago que alguien te comprenda al igual que poder comprender a alguien en su totalidad, por lo que la gratitud hacia ello es un sentimiento que no todos tienen el placer de conocer. Regalar tales flores significa una conexión entre los individuos que es muy difícil de encontrar, por lo que se valora aún más por su rareza. No les das hortensias a cualquier persona, eso sería una completa idiotez.

«¿Cómo puede hacer para que todo suene tan pijo?»

—Eso es... más profundo de lo que pensé que sería —admitió Ana y luego susurró—: No sé porqué me sorprende la verdad...

Algunos segundos pasaron en que ambos quedaron mirando sus libros respectivos sin decir palabra alguna, hasta que Blaise levantó su vista una vez más y se cruzó de brazos.

—¿Cuál es tu flor favorita, Abaroa?

Si era honesta consigo misma, Ana no había esperado que el chico le preguntase porque no había sentido como si fuese de su interés saberlo, por lo que cuando escuchó la pregunta se volvió roja al pensar en lo que sería de su respuesta.

—Eh... no es tan profunda como tu respuesta pero son las flores de Cardamine —la mirada de Ana se distanció, observando por la ventana el cielo gris de aquel día—. En mi hogar anterior con mi papá hacíamos caminatas durante la tarde para buscar plantas para usar como condimentos en la comida. Eran nuestras pequeñas aventuras (o las únicas) luego de que comenzara a trabajar como profesor.

»Agarrábamos una de las canastas de mi nana y salíamos a caminar por el prado en busca de ajo silvestre o pie de oso para usar esa noche en la cena, y cada cuanto nos encontrábamos con las flores de Cardamine en las orillas de los arroyos. Mi papá me contaba acerca de ellas y lo sagradas que eran para las hadas por lo que era imprudente llevarlas adentro de la casa. No querías que las hadas te maldijera, ¿no?

Una suave risa dejó sus labios mientras su memoria volvía a los recuerdos de su infancia.

—Me encantaba escuchar acerca de las hadas así que, naturalmente, siempre le tuve un aprecio a las flores. Me acuerdo que siempre tratábamos de encontrar hadas cerca de ellas, nos quedábamos agachados cerca de las flores y esperábamos por unos minutos hasta que mi papá me decía que seguramente eran tímidas y no querían ser vistas. Obviamente, yo le creía y seguíamos buscando plantas; pero de vez en cuando, cuando veía cardamines me quedaba quieta por un rato, esperando. Esperando a las hadas.

Blaise se la quedó mirando por un largo rato, examinando su expresión de añoranza.

—¿Y son sagradas las flores de Cardamine para las hadas?

Ana sonrió levemente, mirándolo a los ojos.

—No, prefieren el helecho me temo. Es mucho más mágico.

•      •      •

—¿También Dumbledore cree que Quien-tú-sabes está recuperando fuerzas? —murmuró Ron.

Luego del corto encuentro con Blaise, Ana había vuelto a la sala común de Gryffindor para pasar la tarde junto a sus amigos, sin embargo, recibió las noticias de que después de desmayarse en la clase de Adivinación, Harry había desaparecido del aula y no se lo vio hasta el atardecer cuando llegó con otro par de noticias.

Por mucho que le hubiesen explicado la historia de Voldemort y la siniestra guerra que había creado, Ana aún no comprendía la verdadera gravedad que conllevaba con aquel nombre. Haber solamente vivido dos años en el mundo mágico le había proporcionado una leve cantidad de información acerca del Mago Tenebroso que había aterrorizado a toda la comunidad con su cruel corazón, si es que poseía uno; aun así, poco comprendía cuán preocupante era aquel ser en la vida de Harry. Sabía que el nombre de Voldemort podía compararse como el nombre de Adolf Hitler en términos de similitudes con el mundo muggle en el cual ella había crecido, pero mientras el último era nombre que sí la traía de los nervios, el primero era una preocupación lejana.

Por eso, cuando Harry les contó lo que había visto en un pensadero —un objeto mágico que servía para revisar recuerdos— y lo que Dumbledore le dijo acerca de la desaparición de un hombre muggle que parecía tener relación con Voldemort y demás, a Ana le dolía la cabeza.

—Esto es demasiado... —admitió Ana en un susurro—, entonces ahora debemos preocuparnos por él también...

—¿Y Dumbledore confía en Snape? —preguntó Ron—. ¿De verdad confía en Snape, aunque sabe que fue un mortífago?

—Sí —respondió Harry.

Si era honesta, habiendo Snape tenido redención de su pasado como terrorista o no, seguía teniendo en sus manos la sangre de muchas personas y no había nada en ese mundo que podía completamente cambiarlo. Dumbledore podía tener sus razones de dejarlo seguir en Hogwarts, pero eso sólo significaba que él también tenía demonios que no quería traer a la luz.

Hermione llevaba diez minutos sin hablar. Estaba sentada con la frente apoyada en las manos y mirando al suelo. Ana apoyó una mano sobre su hombro, queriendo saber si se encontraba bien.

—Rita Skeeter —murmuró al final.

—¿Cómo puedes preocuparte ahora por ella? —exclamó Ron, sin dar crédito a sus oídos.

—No me preocupo por ella —dijo Hermione sin dejar de mirar al suelo—. Sólo estoy pensando... ¿Recuerdan lo que me dijo en Las Tres Escobas? «Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta...» Supongo que se refería a eso. Ella hizo la crónica del juicio, sabía que les había pasado información a los mortífagos. Y Winky también lo sabía, ¿se acuerdan? «¡El señor Bagman es un mago malo!» Seguro que el señor Crouch se puso furioso cuando lo dejaron en libertad y lo comentó en su casa.

La mandíbula de Ana cayó cuando escuchó aquellas nuevas noticias y procesó la información. No, claro que no se acordaba cuando ni siquiera había estado presente. ¿Rita Skeeter había amenazado a Hermione? Sabía que Winky se encontraba en las cocinas pero no sabía que había dicho eso.

—¿... Y Fudge cree que Madame Maxime atacó a Crouch? —preguntó Ron, volviéndose hacia Harry.

—Sí —repuso Harry—, pero sólo porque Crouch desapareció junto al carruaje de Beauxbatons.

—Nosotros nunca sospechamos de ella —comentó Ron pensativo—. Tiene sangre de gigante, y no quiere admitirlo...

—Cuida lo que vas a decir, Ron, porque estoy harta —bramó Ana firmemente, haciendo que Ron cerrara la boca—. Si estuviera amenazada a ser tratada tan mal como fue tratado Hagrid, por más triste que suene yo también diría tener el esqueleto grande. El prejuicio es terrible en esta sociedad, Bagman llegando a conclusiones terribles, tú siquiera señalando algo como aquello... me da asco. Deja a Madame Maxime y a todos los gigantes en paz.

Satisfecha con el corto discurso de Ana, Hermione asintió hasta que de pronto miró el reloj y se asustó.

—¡No hemos practicado nada! ¡Tendríamos que haber preparado el embrujo obstaculizador! ¡Mañana tendremos que ponernos a ello muy en serio! Vamos, ustedes dos, tienen que dormir.


Cuando Ana tapó su cuerpo con las suaves sábanas de su cama y sintió a Basil subirse a sus pies (y enseguida comenzar a amasar), su mirada cansada se posó en el pequeño espacio descubierto por las cortinas de su cama en donde podía ver la luz de la luna filtrarse por la ventana más cercana a ella. Era agotador pensar que ahora debería no solo preocuparse por su extraña conexión con la luna, sino que también ahora debía preocuparse por Voldemort y su supuesto renacimiento.

Así que el momento en que cayó rendida al sueño, sus últimos pensamientos conscientes fueron unas cuantas palabras hacia todos sus problemas.

La pesadilla que consumió su cabeza fue... extraña. Había comenzado con ella siguiendo a Basil vestido con un sombrero alto, cuando el gato se había metido en un agujero que la Ana del sueño no había dudado en entrar. Una leve sospecha se había generado en las reminiscencias de su memoria, de que aquel sueño se parecía al libro de Alicia en el País de las Maravillas que Lavender recientemente había comenzado a leer. No obstante, en el momento en que se adentró a la oscuridad del agujero una sensación familiar la consumió.

Esa pesada tristeza se posó en su pecho haciéndola jadear por aire aunque no le hacía falta, después de todo era un sueño. Y allí fue cuando la escuchó, a aquella voz que tantas veces le había dicho acertijos que no podía conectar. Aquella noche le trajo uno nuevo.

Tú eres yo... salva... Ana...

«¿Salvarme? ¡Salvarme de qué, dime por favor!»

Una luz brillante se posó frente a ella haciéndola entrecerrar los ojos. Un sentimiento frío recorrió su cuerpo e instintivamente le siguió un escalofrío que la hizo temblar de pies a cabeza. La luz no quemaba pero sentía su piel arder. Tal vez era anticipación, o tal vez era miedo. No supo bien en ese momento cuando escuchó aquella voz hablar de nuevo.

Un alma por un alma.

Escuchar aquella frase sacó una reacción de Ana que hizo que mirase a la brillante luz plateada directamente, no importando que sus ojos ardieran. Todo era mejor que la oscuridad de siempre.

Tú eres yo... tú... eres yo...

La voz comenzó a desvanecerse como la luz brillante pero antes de que Ana pudiera temerle a la oscuridad, una luz verdosa y brillante apareció de repente y, tomándola por sorpresa, golpeó contra ella haciendo que todo su ser ardiera. Y lo último que se permitió escuchar antes de que su conciencia la sacara de aquel sueño, fue el gentil pero desesperado susurro que le dijo: Sálvalo.

•      •      •

¡holaa!

¿cómo están? yo muriendo porque faltan dos capítulos maso menos para que este acto termine y tengo mucho que escribir o(-<

esto me pasa por tratar de añadir muchas ideas

el martes vi Venom 2 Y QUÉ PELICULÓN, no puedo dejar de pensar en la peli necesito hablar con alguien así que si alguien la vio... mis mensajes están abiertos.... o(-<

¡espero que hayan disfrutado del capítulo! y espero que les haya gustado la interacción entre Ana y Blaise (sé que no fue mucho como el capítulo anterior pero habían cosas que resolver)

anyways... mañana es el cumpleaños de faith rip y si mis cálculos son correctos ahr tendría... 62 años!! qué vieja estaría!! pero bueno no llegó a los 23 <3 JSJAS perdón

¿qué creen que pasará en la tercera prueba? díganme sus predicciones en los comentarios ♥

¡nos vemos la próxima y muchas gracias por el apoyo!

•chauuu•

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