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𝐟𝐢𝐟𝐭𝐲 𝐧𝐢𝐧𝐞

"Miserias compartidas"

Durante las dos semanas siguientes, Ana dividió sus tareas entre las prácticas de ED y la lectura compartida con Blaise acerca del poeta y vidente Fulbert Dupont. Luego de un par de días leyendo los libros del autor que Blaise había podido sacar de la biblioteca, ambos pudieron extraer varios puntos interesantes de información: Dupont sí era vidente y vertía sus visiones en formas de poemas; lamentablemente, había muerto quince años atrás.

Preguntarle al poeta ya no se encontraba en sus opciones y ahora debían buscar una forma más personal para descifrar el poema de quien había sido besado por el sol.

Por otro lado, Hermione no tardó en idear un método ingenioso para comunicar la fecha y la hora de la siguiente reunión a los miembros del ED por si había que cambiarlas en el último momento, porque habría resultado sospechoso que los estudiantes de diferentes casas cruzaran el Gran Comedor para hablar entre ellos demasiado a menudo. Entregó a cada uno de los miembros del ED un galeón falso.

—¿Ven los números que hay alrededor del borde de las monedas? —dijo Hermione mostrándoles una para que la examinaran al final de su cuarta reunión. La moneda, gruesa y amarilla, reflejaba la luz de las antorchas—. En los galeones auténticos no son más que un número de serie que se refiere al duende que acuñó la moneda. En estas monedas falsas, sin embargo, los números cambiarán para indicar la fecha y la hora de la siguiente reunión. Las monedas se calentarán cuando cambie la fecha, de modo que si las llevan en un bolsillo lo notarán. Tomaremos una cada uno, y cuando Harry decida la fecha de la siguiente reunión, él modificará los números de su moneda, y los de las demás también cambiarán para imitar los de la de Harry porque les he hecho un encantamiento proteico.

—Hermione, eres la persona más brillante que he conocido —sonrió Ana con pura admiración hacia su amiga, que al escucharla miró hacia abajo con vergüenza.

—No sé, me pareció buena idea —balbuceó Hermione—. Porque aunque la profesora Umbridge nos ordenara vaciar nuestros bolsillos, no hay nada sospechoso en llevar un galeón, ¿no?

—¿Sabes hacer un encantamiento proteico? —le preguntó Terry Boot.

—Sí.

—Pero si eso..., eso corresponde al nivel de ÉXTASIS —comentó con un hilo de voz.

—Ya —repuso Hermione intentando parecer modesta—. Ya..., bueno..., sí, supongo que sí.

Uno de los días después de la sesión donde todos se dieron cuenta de lo maravillosamente inteligente que era Hermione, Ana volvió a encontrarse con Blaise durante la tarde de un día particularmente frío; y mientras adoraba el otoño, su cuerpo no era inmune a los resfríos.

—No puedo seguir leyendo, mis ojos se caerán —protestó Ana antes de sorber su nariz mocosa y dejó el libro gordo en su regazo.

—Fue tu idea que te ayudara con los libros —señaló Blaise, él mismo dejando a un lado el libro que había elegido leer esa tarde—. ¿Ya te darás por vencida con todo esto?

—No estoy diciendo eso —resopló Ana y cruzó sus brazos en un berrinche—. Puede que leer sea tu forma favorita de encontrar soluciones e información... y la de Berenice Babbling... —añadió recordando todos los libros que la mujer le había prestado el año anterior que no había terminado de leer—... pero mi manera en definitiva no cuenta con horas infinitas de lectura.

—¿Entonces qué tienes en mente?

Ana sonrió satisfecha y dobló su cuerpo hacia delante para estar más enfrentada al chico.

—Bueno... Me gustaría que simplifiquemos nuestra cantidad de información. Por ejemplo, sabemos que Dupont nació el...

—Nació él quince de septiembre de mil ochocientos treinta y siete.

—Sí, sí, y que murió en mil...

—Mil novecientos treinta.

Ana lo miró mal.

—Shh —chisteó con un dedo en sus labios—, sí tienes razón, pero para resumir aún más, sabemos tres cosas en particular: era inglés, medianamente conocido, y vidente. —enumeró Ana complacida ante la mirada incrédula de Blaise—. Con estos tres puntos podemos suponer que fue estudiado en el área de adivinación de Gran Bretaña, por lo que no me sorprendería si cierta profesora no supiera de él...

Reconociendo la idea de Ana, Blaise asintió en compresión.

—Trelawney. Quieres hablar con ella.

—¡Exacto! Está viva, es vidente y está en Hogwarts ¿Qué más podríamos pedir?

—No parece una fuente exactamente confiable —indicó Blaise cruzando una pierna sobre la otra mientras una de sus cejas se encaraba en su frente.

—No para la gente que busca soluciones lógicas para todo —aceptó Ana con un encogimiento de hombros—, pero hay personas, como Lavender y Parvati, que creen realmente en ella.

—Por lo que les crees —terminó Blaise y Ana asintió.

No era algo de todos los días que Ana le daba a alguien el beneficio de la duda, y por más que a Hermione, Harry y Ron les disgustaba la profesora Trelawney, sus opiniones no eran exactamente las únicas que debía escuchar.

—Le hablaré luego de la primera clase del lunes que tendrán Harry y Ron. Necesito pensar qué le diré mientras tanto...

—Suerte con ello entonces —dijo Blaise levantándose de su asiento con su libro en mano—, lo necesitarás.

Cuando el lunes llegó, y antes de que su hora libre y la clase de Trelawney terminara, Ana escaló cientos de escaleras luego de pedir direcciones más de una vez, hasta llegar al altillo que supuestamente llevaba hacia la cerrada aula de Adivinación. Esperó por unos cinco minutos hasta que una escalera plateada descendió a sus pies, haciendo que su cuerpo saltara en instinto. Pronto vio a sus compañeros bajar y un aroma intenso a incienso le hizo revolver el estómago cuando bajó del ático hasta su cabeza.

Luego de que Lavender bajara y la notara en la esquina, una sonrisa se asomó en sus labios.

—¡Hola, Ana! ¿Qué haces aquí? —preguntó luego de ayudar a Parvati a bajar el último escalón.

—Necesito hablar con la profesora Trelawney —explicó ella, sus manos empezaron a jugar entre ellas de la ansiedad que se asentaba en su pecho.

—¿Algo con lo que te podamos ayudar nosotras?

—Oh, no, no se preocupen. Va a ser rápido... ¡Ah! Ahí están Harry y Ron...

Ana se despidió de las dos amigas y sonrió cuando sus dos amigos bajaron finalmente del ático con muecas en sus rostros.

—Vaya, parecen emocionadísimos. —se burló Ana y ambos la notaron al mismo tiempo con desconcierto en sus miradas.

—¿Ana? ¿Qué haces aquí? —dijo Harry frunciendo el ceño.

—Tengo que hablar con la profesora Trelawney. ¿Me esperan para ir a Defensa Contra las Artes Oscuras?

—¿Por qué necesitas hablar con Trelawney? —espetó Ron aún más confundido, a lo que Ana comenzó a impacientarse.

—Es algo rápido, no tardaré más de diez minutos, espérenme.

Antes de que ninguno pudiera volver a preguntar, Ana rápidamente subió las escaleras con cuidado de no mirar hacia abajo y despertar su pánico a las alturas. Aunque fuese menos de tres metros, su cerebro no retenía aquel detalle.

Al llegar arriba, Ana se encontró con una sala extraña y colorida. Había al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del aula, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos. Todo estaba iluminado con una luz tenue y roja. Había cortinas en todas las ventanas y las numerosas lámparas estaban tapadas con pañoletas rojas. Hacía un calor tremendo, que Ana se preguntó si realmente era invierno fuera de allí. Las estanterías de las paredes circulares estaban llenas de plumas polvorientas, cabos de vela, muchas barajas viejas, infinitas bolas de cristal y una gran cantidad de tazas de té.

—Bueno... esto se ve como un aula de adivinación —admitió bajo su aliento mientras golpeaba su falda para sacarle el polvo. Su mirada subió y se encontró con la silueta colorida y brillante de la mujer que estaba buscando—. Oh... Hola, profesora Trelawney.

A través de sus anteojos enormes y redondos, Ana notó curiosidad hacia su persona.

—No tengo otra clase hasta en dos horas... ¿Quién es usted?

—Ah sí... —Ana pasó su mano sudorosa por su túnica y erigió su postura—. Soy Ana Abaroa Lupin, profesora.

La profesora Trelawney la observó con ojos saltones y un brillo de reconocimiento se posó en ellos antes de que asintiera. Las lentejuelas de su chal se agitaron con el movimiento.

—Ahora lo veo, eres la hija de Remus Lupin y Faith Ward.

Ana no veía como algo extraño que Trelawney conociera a su padre, puesto que habían sido compañeros de trabajo por dos años, no obstante, escuchar el nombre de su madre sí la tomó de sorpresa. Tanto que tuvo que dar un paso hacia atrás.

—¿Usted conocía a mi madre?

—Sí —dijo ella antes de agitar su varita y ordenar las cartas desparramadas en las mesas redondas—. Tuve la desgracia de compartir dormitorio con ella. Nunca le agradé, y pues nunca me cayó bien a mi tampoco. Pero qué se podrá hacer, no todos poseen el ojo de adivinación... y no a todos les gusta escuchar la verdad.

Los pies de Ana se movieron intranquilos.

—¿Y cuál era esa verdad?

—Nuestras líneas nunca mienten, Abaroa Lupin —dijo levantando sus manos y mostrando a Ana sus palmas bronceadas—, y sus líneas advertían de miseria y un terrible destino. No me creyó cuando su abuelo fue asesinado, y pues, luego ella misma se encontró con el mismo destino que él. Si tan solo me hubiese creído...

Ana la observó con incredulidad.

«Ahora entiendo porqué a Harry le caes mal»

—Una pena —suspiró Trelawney pero enseguida juntó sus manos de un golpe—, pero como siempre digo, no podemos quedarnos en el pasado si el futuro es más emocionante. Ahora dígame, Abaroa Lupin, ¿con qué necesita ayuda?

Tardó un poco en salir del trance estupefacto de que la profesora la había puesto, pero luego de pestañear unas cuantas veces y de volver a oler el fuerte aroma dulce y embriagante de los sahumerios, Ana asintió recordando a qué había ido. Abrió su mochila y sacó el libro que tantos problemas les había dado a ella y a Blaise.

—Este... Bueno, encontré este libro en la biblioteca... —mintió Ana mientras buscaba la página del poema correcto—, y me encontré con este poema de Fulbert Dupont... y cuando descubrí que era vidente... pues me dio curiosidad si se sabía algo acerca de esta visión...

Cuando encontró el poema se lo tendió a la profesora Trelawney, que se acomodó sus anteojos redondos y gigantes, y la observó leer el poema por encima.

—Ah, ya veo... Fulbert Dupont ha sido un intrigante vidente. Sus métodos son de lo más curiosos, ¿no es así? —preguntó al aire sin esperar respuesta de Ana—. Y dices que quieres saber más acerca de el poema... "Quien ha sido besado por el sol", qué curioso... y qué vago.

Trelawney negó con la cabeza y le tendió el libro con una mueca en sus labios que hizo que los hombros de Ana cayeran en ambos lados de su cuerpo. La postura de la profesora no instigaba demasiada confianza.

—Fulbert Dupont era un enigma como muchos. Su arrogancia le impedía compartir sus propias visiones, querida —explicó la mujer con un suspiro—, por tal hecho muy pocos de sus escritos fueron descubiertos... No obstante, este poema claramente habla de una persona...

«Claramente» la voz resonó en la cabeza de Ana pero su boca quedó completamente en silencio mientras seguía escuchando a la profesora hablar.

—... que nació en invierno.

El rostro de Ana se iluminó velozmente.

—¿Cómo...? ¿Cómo sabe eso?

—Es sencillo, la repetición de la frase "el invierno no se ha acabado" advierte de que es una línea importante, y como cada vez que se anuncia ello antes se habla de que el verano ha llegado... pues podemos presumir que el verano ha llegado en invierno. Por lo tanto, quien ha sido besado por el sol. —una mueca volvió a posarse en los labios finos de la profesora Trelawney—. Me temo que de lo otro no estoy del todo segura, mis fortalezas no recaen en la poesía...

El intenso aroma de los perfumes que rodeaban la habitación empezaban a llegar al cerebro de Ana, y cuando escuchó la lógica explicación de la profesora Trelawney, tuvo más ganas de salir de allí para correr a contarle a Blaise de lo que había descubierto. El hecho de quien había sido besado por el sol había nacido en invierno, cortaba la larga e infinita lista de opciones.

—Muchas gracias, profesora Trelawney. Ha sido de gran ayuda... —dijo Ana luego de guardar el gran libro de poesías en su mochila rota y colgar una de las cintas en su hombro—, si descubro quién es estará en la lista de agradecimientos...

Para no llegar tarde a la clase de Umbridge, Ana dio media vuelta hacia la trampilla para abrirla, pero la voz intrigada de la profesora de Adivinación la hizo detenerse cuando se había puesto de cuclillas.

—¿Será quizá... que seas especialmente diferente a tu madre, Abaroa Lupin? ¿Creerás en la adivinación? —inquirió la mujer en voz baja y con suspenso, como si la respuesta a su pregunta fuese de lo más emocionante. Ana giró lentamente su cabeza hacia ella mientras pensaba en su respuesta lo más rápido posible.

—Bueno... creo que hay varias cosas que no todos podemos comprender, pero eso no significa que no sean reales. —admitió con un encogimiento de hombros que casi sacó su balance..

Volvió a darse la vuelta, esta vez con una mano en la manija del altillo, pero nuevamente la voz de la profesora la detuvo en seco.

—Por favor dame tus manos, querida. Deja que lea tus palmas.

La mirada de Ana cayó en sus manos sucias con tinta de un bolígrafo que había explotado en su mano, pero aunque la impaciencia se hubiera posado en su pecho, se levantó y se giró para enfrentarse a la profesora Trelawney. A regañadientes, le tendió sus brazos para que pudiera sostener en las suyas sus manos pecosas y ahora azules.

El tacto de las manos cálidas de la profesora hicieron que un escalofrío subiera por la espalda de Ana, pero aunque un millón de palabras navegaran por su cabeza, se quedó muda mientras la observaba trazar las líneas de su palma con los ojos cerrados. En menos de un minuto, los ojos saltones de la mujer se abrieron y su ceño se frunció. Las manos de Ana fueron apretadas en un fuerte agarre.

—Tal como temía. Posees el mismo destino que tu madre, querida, y a menos que hagas algo al respecto —acercó su rostro y aliento cálido a la cara de Ana—, terminarás igual de demente que ella.

Sin darle más tiempo a que dijera cada miseria que le iba a suceder, Ana tiró del agarre en la que la tenía y abrió el altillo de un golpe, olvidando su miedo a las alturas mientras bajaba de las escaleras plateadas sin mirar hacia arriba y las gafas brillantes de la profesora Trelawney.

—¡Fueron más de diez minutos, Ana! Umbridge nos dará detención por años —exclamó Ron una vez que los zapatos de Ana tocaron el dulce suelo.

Con un suspiro, Ana acomodó sus correas y comenzó a trotar junto a sus amigos para no llegar tarde a la clase siguiente.

Qué vida tan afortunada estaba teniendo.

•      •      •

Por el resto de la semana, Ana no volvió a encontrarse con Blaise para hablar de lo que había descubierto. Por más que sabía que la profesora Trelawney había exagerado en su lectura —o al menos eso era lo que Ana quería creer—, no pudo sacar lo que le había dicho de la cabeza. Por más que hubiese sido una advertencia, había un filo muy fino bañado en amenaza. Como si la mujer hubiese podido leer sus secretos por completo, como si supiera quién en verdad era ella. O al menos aquella magia que tenía dentro.

El treinta y uno de octubre llegó el miércoles con una carta de su padre que transportaba una pequeña foto de Faith en sus años de colegio. Piel bronceada, ojos miel brillantes, sonrisa blanca y astuta, pero ojeras tan oscuras como su cabello. Detrás de la foto se encontraba la fecha 20/02/1979, siendo aquel año el séptimo en Hogwarts de sus padres. Un año desde la desgracia de lo sucedido en su casa, y tres años antes de ser asesinada por alguien que decía ser su amigo.

Un destino de miseria y dolor que Ana al parecer iba a compartir.

Y con aquella idea en mente antes de ir a dormir, noviembre llegó entre el gélido viento y las intensas heladas matinales que herían las manos y las caras si no se protegían. Ana adoraba usar los viejos suéteres de sus padres, pero debía admitir que los agujeros de la vejez se estaban haciendo más visibles durante aquel otoño, y las consecuencias podía sentirlas en sus brazos fríos y titiriantes.

El primer sábado de noviembre, luego de una noche en la que Ana soñó con osos voladores y elefantes con forma de teteras, Hermione la despertó de una sacudida y con aspecto preocupado.

—Vamos, Ana, si no llegaremos tarde para alentar a Ron antes del partido.

Aturdida, Ana se sentó en su cama y se sacó el antifaz de dormir que Lavender le había regalado para su cumpleaños. Sus ojos inyectados de sangre no escondían el hecho de que había dormido pésimamente desde su charla con Trelawney.

—¿Qué? Pero si faltan semanas para el partido...

Hermione suspiró derrotada y sus dedos masajearon el puente de su nariz chata. Su cabello estaba recogido en dos pompones rizados en ambos lados de su cabeza, seguramente cortesía de Lavender; y su rostro tenía pintura carmesí y amarilla, que Ana estaba segura que Dean había pintado.

—Ana, es hoy.

De un salto, Ana salió de su cama para encontrar la ropa adecuada para alentar a sus amigos en medio del frío y la adrenalina del partido. Una vez que encontró unos pantalones y un buzo, y Hermione domó su cabello en una trenza despareja, Ana le dio un pequeño beso a la cabeza de Basil y bajaron para que Dean rápidamente hiciera su magia y fueran al Gran Comedor.

Harry y Ron ya se encontraban desayunando cuando las dos llegaron al comedor, aunque Ron más que comiendo se encontraba empujando su huevo revuelto con el tenedor que temblaba en su agarre. Ana sonrió con simpatía cuando se sentó frente a ellos.

—Lo harás genial, Ron —le aseguró Ana y tendió su mano para darle palmaditas a la de su amigo—. Adoras el quidditch y lo sabes todo acerca de él.

El cuerpo dio un espasmo como si estuviera a punto de sufrir un paro cardíaco.

—Decepcionaré a todos...

—Está un poco nervioso —puntualizó Harry.

—Eso es buena señal. Creo que en los exámenes nunca obtienes tan buenos resultados si no estás un poco nervioso —comentó Hermione con optimismo.

—¡Hola! —saludó entonces una voz tenue y soñadora detrás de ellos.

Ana giró su cabeza, escondiendo un bostezo con una mano: Luna se había alejado de la mesa de Ravenclaw y había ido a la de Gryffindor. Mucha gente la miraba sin parar, y unos cuantos estudiantes reían sin disimulo y la señalaban con el dedo. Luna había conseguido un gorro con forma de cabeza de león de tamaño natural y lo llevaba precariamente colocado en la cabeza.

Y aunque estaba fatalmente cansada, Ana no pudo evitar sonreír con interés.

—Me encanta tu gorro, Luna. ¿Lo has hecho tú?

La risueña chica asintió con una sonrisa fantasmagórica.

—Yo estoy con Gryffindor —declaró la chica señalando su gorro—. Miren lo que hace... —Levantó una mano y le dio unos golpecitos con la varita. El gorro abrió la boca y soltó un rugido extraordinariamente realista que hizo que todos los que había cerca pegaran un brinco, menos Ana que la miró asombrada—. ¿Verdad que es genial? —preguntó Luna muy contenta—. Quería que tuviera en la boca una serpiente que representara a Slytherin, pero no hubo tiempo. En fin... ¡Buena suerte, Ronald!

—Tal vez la próxima vez pueda pedirle que me enseñe a hacer uno... —bostezó Ana antes de servirse cereales en su cuenco.

No pasó ni un minuto cuando Angelina, junto a Katie y Alicia, se acercaron a ellos con prisa.

—Cuando terminen de desayunar —les indicó a Harry y Ron—, pueden ir directamente al terreno de juego. Comprobaremos las condiciones del campo y nos cambiaremos.

—Iremos enseguida —le aseguró Harry—. Es que Ron todavía tiene que comer un poco.

Los siguientes diez minutos, Ana comió sus cereales con los ojos cerrados mientras su cabeza suavemente se meneaba de arriba hacia abajo de vez en cuando. Fue solo cuando escuchó a sus dos amigos levantarse de sus asientos que abrió sus ojos y les dedicó una sonrisa tranquila.

—Les irá genial. Ron, respira hondo, ¿sí...?

Lentamente, Ana apoyó su cabeza en el hueco que se había formado entre sus brazos apoyados en la mesa. No podía ni pensar en todos los pasos que debería dar para llegar al campo de quidditch.

Luego de que Hermione terminara su desayuno y arrastrara a Ana fuera del Gran Comedor para acercarse al campo de quidditch, ambas se quedaron en silencio entre la multitud de personas que le seguían el paso por los terrenos congelados de Hogwarts. La helada hierba crujió bajo sus pies cuando descendieron por la ladera hacia el estadio. No había ni gota de viento y el cielo era una extensión uniforme de un blanco perlado, lo que era una buena noticia para los jugadores, pero una mala para Ana que estaba a punto de caer dormida.

Mientras se acercaban a las angostas escaleras para subir a las gradas, Hermione observó a Ana con intranquilidad. Desde que se había despertado había notado algo extraño en ella, pero hasta esos momentos no se había confiado en hablar.

—¿Hay algo que me quieras contar, Ana? —preguntó ella y Ana la miró de reojo—. Ya sabes... ¿estás teniendo pesadillas? No parece que estés durmiendo bien estos días.

Con poca sutileza, Ana enderezó su postura y trató de abrir los ojos lo más posible mientras se aclaraba la garganta. Sus ojos no dejaban de pestañear con pesadez.

—No te preocupes, Hermione. Nada de pesadillas por mi parte.

«Porque al parecer ahora Cedric las sufre por mí»

El rostro de Hermione no mostró mucha confianza, por lo que volvió a insistir. Su ceño empezaba a mostrar líneas de desconfianza.

—Harry y Ron me han contado que has ido a hablar con Trelawney... ¿Estás segura de que todo está bien? Sabes que puedes contarme todo.

El sonido de una carcajada sorprendió a Hermione tanto como a la propia Ana, que había dejado salir aquel sonido. La incredulidad rápidamente dejó las facciones de Ana cuando se aclaró la garganta y se encogió de hombros.

—Lo siento, es que ¿estaban preocupados por eso? —Ana sonrió, sus ojeras se hicieron más pequeñas bajo sus ojos—. Simplemente fui porque Lavender me prestó un libro y quería sacarme algunas dudas... pensé que era la forma más lógica.

Hermione se quedó en silencio procesando la información. Por su parte, Ana se asombró de sus palabras. Aquella mentira había sonado... real.

«Estoy pasando mucho tiempo con Blaise» se preocupó Ana en su cabeza, pero no dejó que ninguna de sus facciones la delatara; su mentira ya había dejado sus labios, no había vuelta atrás.

—Oh... en ese caso... bueno, vamos a buscar buenos asientos.

Luego de la riesgosa aventura que siempre era subir las angostas escaleras detrás de las gradas, Ana y Hermione encontraron unos asientos vacíos en la mitad de las tribunas y la primera se sentó mientras que su amiga se quedaba parada, sin miedo a las alturas.

Unos minutos pasaron, donde Ana solo escuchaba el fuerte ruido de los estudiantes emocionados por el partido, y cuando empezó a preguntarse en qué momento comenzaría el juego, la veloz figura de Katie Bell pasó por frente sus ojos.

—Y es Johnson, Johnson con la quaffle, cómo juega esta chica, llevo años diciéndolo, pero ella sigue sin querer salir conmigo...

—¡JORDAN! —gritó la profesora McGonagall.

—Sólo era un comentario gracioso, profesora, para añadir un poco de interés... Ahora ha esquivado a Warrington, ha superado a Montague, ¡ay!, la bludger de Crabbe ha golpeado a Johnson por detrás... Montague atrapa la quaffle, Montague sube de nuevo por el campo y... Una buena bludger de George Weasley le ha dado de lleno en la cabeza a Montague, que suelta la quaffle, la atrapa Katie Bell; Katie Bell, de Gryffindor, le hace un pase hacia atrás a Alicia Spinnet, y Spinnet sale disparada...

Ana mentiría si hubiese dicho que a los cinco minutos del partido no estaba mareada y confundida. El sonido de la voz de Lee, los vítores alrededor y una canción que comenzaba a hacerse escuchar en otras tribunas, hacía que la cabeza de Ana diera vueltas. Tal vez después de tantas veces participando de eventos ruidosos uno pensaría que Ana había aprendido a relajarse y disfrutar; lamentablemente, ese nunca era el caso.

Cuando el sonido de la canción comenzó a volverse insoportable, el rostro de Ana se giró hacia Hermione con una mueca y un excusa en la punta de su lengua para poder irse, cuando finalmente notó la expresión de horror que había tomado rehén al rostro de su amiga.

—¿Qué sucede?

—La canción... —murmuró Hermione paralizada en su lugar, con la mirada fija en la pequeña figura de Ron.

Los labios de Ana volvieron a fruncirse una vez que sus oídos comenzaron a concentrarse en la canción que empezaba a levantar volumen.

Weasley nació en un basurero

y se le va la quaffle por el agujero.

Gracias a Weasley vamos a ganar,

a Weasley vamos a coronar...

—Mierda —masculló Ana bajo su aliento, todo el cansancio dejando sus huesos siendo reemplazado por desesperación—. Hermione... tenemos que hacer algo... eh...

Sin mirar hacia abajo, Ana empujó a la multitud para llegar al borde de las tribunas y cuando su cuerpo estuvo a una peligrosa —en su opinión— distancia del límite, junto sus manos a ambos costados de su boca e intentó formular una canción en el eco de sus manos: —¡Ron va a ganar porque... eh... porque Ron es genial...!

Ana no siguió tratando de cantar porque ninguna rima subía a su cabeza, su voz parecía la de un ganso, y sentía las miradas de los otros en su nuca.

—Está bien, eso no va a funcionar —admitió ella cuando volvió al lado de Hermione.

—Está aterrado —susurró Hermione sin poder sacar su mirada de la figura lejana de Ron, paralizada como una roca en el aire frente de uno de los aros.

La canción se hizo más fuerte.

—Tenemos que hacer algo... —insistió Ana no queriendo ni pensar en lo mal que lo debería estar pasando su amigo frente la atención de los demás.

—Si ese algo significa venganza contra los de Slytherin entonces te ayudaremos —dijo la voz asqueada de Parvati, quien tenía maquillaje dorado y rojo en sus ojos y labios. Lavender, a su lado, tenía brillos en todo su rostro—. Thomas Wellington tuvo la audacia de verter su jugo de naranja en mis zapatos esta mañana, cada uno de su grupito se rió de mí. —el rostro de Parvati crepitó con furia, una peligrosa sombra se asomó sobre sus ojos oscuros—. Nadie se ríe de mí.

—¿No has ya jalado del cabello a Marina Cunningham esta mañana por esa misma razón? —inquirió Hermione saliendo del trance, recordando haber visto la escena durante el desayuno. Ana había estado muy dormida como para prestar atención.

—Y si piensas que eso es suficiente castigo entonces me conoces muy poco, Hermione.

Mientras Hermione suspiraba con exasperación, Ana volvió su rostro hacia las tribunas de los de Slytherin donde la canción se escuchaba más alto.

—Si vamos a actuar, hay que hacerlo ahora —dijo ella y giró su cara a sus amigas—. Tenemos que... tenemos que hacerles una broma.

Mientras que los rostros de Parvati y Lavender se iluminaron ante la idea, el de Hermione se oscureció.

—No. Ni hablar. —se dio media vuelta, su mirada de nuevo en el partido—. Una cosa es cantar tu canción, y otra es meternos en problemas. Soy prefecta, ¿lo recuerdas?

Ana suspiró y se encogió en su lugar cuando una oleada de gritos la rodeó por parte de la multitud.

—Está bien...

Hermione asintió satisfecha pero su sonrisa de alivio fue rápidamente borrada.

—... Está bien que no participes, pero tengo una idea para hacerles una broma —dijo Ana y se giró a las dos amigas que la observaban con curiosidad—. Vamos a necesitar de los sortilegios Weasley.


—¿Estás segura de que esto funcionará? —inquirió Lavender sin disfrazar su nerviosismo.

Luego de prometerle a Hermione que no dejarían evidencia de lo que haría, y de recordar cómo había escuchado a los gemelos Weasley nombrar unos fuegos artificiales en específico, Ana había usado el hechizo invocador «Accio» para traer al estadio uno de los paquetes que traía tres de ellos. El plan era dividirse tres tribunas de Slytherin, las tres más ruidosas, subir dentro de ellas y una vez que hubiesen llegado a lo alto, prender los fuegos artificiales que largaron olor a estiércol.

—No. —admitió Ana y le tendió un fuego artificial color carmesí.

—¿Cómo siquiera sabremos si las otras han llegado arriba de todo?

—No lo sé, ¿rezándole a Dios? Chicas estoy igual de perdida que ustedes, es mi primera vez haciendo una broma...

Mientras que Lavender parecía cada vez más reacia ante la idea de poner en marcha el plan, Parvati resopló con impaciencia y tomó el fuego artificial en sus manos.

—Hagamos esto ya, pero al minuto que prendamos estas cosas salimos corriendo hacia abajo hasta el castillo. No puedo manchar mi reputación con fuegos artificiales aromatizados con excrementos.

Después de dar la señal, las tres subieron al mismo tiempo por las tribunas respectivas tratando de mantener el mismo paso que las demás. Por su parte, Ana tuvo que apurar a sus piernas y debió mantener un esfuerzo importante para no caer en la debilidad de su cuerpo. Afortunadamente, haber estado fines de semana atrapada en la enfermería con los horrorosos (pero efectivos) métodos y ejercitaciones de Mary, había dado sus frutos y pudo subir las escaleras con calculada rapidez.

Cuando llegó y apoyó el fuego artificial en una posición cuidadosa para que nadie saliera lastimado de aquel lugar, contó hasta diez para darse más seguridad y en el último número que vio en su mente, apuntó su varita a la mecha.

Incendio.

Una vez que el hechizo dejó sus labios, Ana echó a correr por las escaleras, sin darle tiempo a la mecha de sacar dos chispas. Su corazón latió con frenesí, sus pulmones comenzaron a arder y sus costillas le empezaron a doler a ambos lados de sus costados, y cuando casi llegó a tierra firme, una risa incrédula la abandonó al escuchar el primer agudo estruendo del fuego artificial. Al menos del suyo.

Sus pies pisaron el césped y enseguida fueron encontrados por otros dos pares de zapatos, agitados por la adrenalina. Las tres amigas se miraron y comenzaron a reír ante la muchedumbre gritando del asco, deteniendo su canto, pero antes de que alguien las viera, volvieron a echar a correr, ahora con el castillo como destino.


Ana no supo del resultado del partido hasta la tarde cuando terminó y los estudiantes comenzaron a llenar la sala común con sonrisas y vítores. Luego de que ella, Parvati y Lavender llegaron a la Torre de Gryffindor transpirando y jadeando, Ana se separó de ellas mientras iban a darse una ducha, y subió al dormitorio para buscar el pedazo de pergamino en donde había escrito el poema de Dupont para no arruinar el libro de la biblioteca Zabini.

El pergamino parecía un pedazo de basura; la letra de Ana culpable de eso. Al lado de cada renglón había anotaciones con una birome roja brillante por el glitter, muchos signos de preguntas.

Dorado beso en piel perfecta, (DESCRIBE PIEL. DORADO BESO: ¿SE REFIERE AL SOL O QUE TIENE PIEL BRONCEADA?)

Soleado tono en ojos de tierra. (DESCRIBE OJOS, SON MARRONES, CÁLIDOS O SOLEADOS)

El verano vino muy joven y audaz, (TRELAWNEY DIJO QUE EL VERANO VINO EN INVIERNO. ESTA PERSONA NACIÓ EN INVIERNO ENTONCES. ¿MUY JOVEN? TAL VEZ PREMATURA. ¿AUDAZ? NO ENTIENDO)

Pues el tiempo de invierno aún no se va.


Cielo y mar solos se encuentran, (NO ENTIENDO. ¿TIENE CATARATAS? ¿VIVE EN LAS NUBES? ¿VIVE CERCA DEL MAR?)

Labios tan finos y rosas y gratos. (SE EXPLICA POR SÍ SOLO. AL PARECER TIENE LINDOS LABIOS)

El verano vino tan frío y débil, (¿FRÍO Y DÉBIL PORQUE NACIÓ EN INVIERNO? ¿O PORQUE NACIÓ PREMATURA? ¿U OTRA COSA?)

Pues el tiempo de invierno no se ha acabado.


La luna llorando en la colina está, (HABLA DE OTRA PERSONA. ¿LA LUNA? ¿HABLARÁ DE MÍ? ¿POR QUÉ ESTOY LLORANDO?)

Sola, perdida y ciega de amor. (¿ESTOY ENAMORADA DE ALGUIEN? ¿ROMPIERON CONMIGO Y POR ESO LLORO? ¿SOY YO LA LUNA? ¿QUIÉN ES LA LUNA?

El verano vino tan grande y claro,

Pues el sol ha besado a su crío dorado.

La última prosa no lograba comprender del todo. No hablaba de la misma persona, la luna no era el sol sino que la luna era ella... metafóricamente hablando. Aquella magia estaba en Ana ahora, por lo que podría considerar que la mención de la luna trataba de ella. Al menos era una opción.

—¡Qué partido! —exclamó la voz de Dean cuando entró por el cuadro de la Dama Gorda.

Ana dobló el pergamino y lo escondió dentro de uno de sus bolsillos, se giró sobre el sillón, rodillas en la almohada y brazos en el respaldo. Una sonrisa se asomó en sus labios cuando vio a Dean, quien se veía tan asombrado de lo que había visto.

—Lo tomo como que hemos ganado.

Seamus, que había estado detrás de Dean cuando entraron a la sala común, al ver cómo el chico se acercaba a Ana para conversar, encogió sus hombros y caminó malhumorado hacia una esquina. Ana resopló al notar la actitud que seguía teniendo desde principio del curso.

—Sigue estando en contra de nosotros, ¿eh?

—Más tarde que nunca se dará cuenta de que está en lo incorrecto, no te preocupes —suspiró Dean dándole una mirada sobre su hombro a Seamus—. No te preocupes, es simplemente así de terco. Un dulce dolor de cabeza si puedo añadir.

—Ah, claro que dirías eso —rió Ana y apoyó su mejilla en la palma de su mano derecha—. Está pegado a ti como pegamento aún mientras confías en Harry.

—Pues obviamente. Soy su novio después de todo. Estoy tan pegado a él como él a mí.

Ambos sonrieron mientras sus miradas volvían a Seamus que había encontrado un asiento en un sofá lejano, aún portando el ceño fruncido de antes. Con un suspiro, Ana se volvió a Dean.

—¿Entonces el partido ha ido bien?

Dean se cruzó de brazos y miró a Ana con cautela.

—Hemos ganado, sí... pero han pasado dos cosas más: Unos fuegos artificiales rodearon a los de Slytherin con olor a estiércol y estoy seguro de que los gemelos Weasley tienen que ver con ello. Fueron sorprendentes. Por treinta segundos completos no se pudieron deshacer de la nube de humo verde apestosa...

Ana disfrazó su sonrisa satisfecha con una tos seca.

—¿Y qué más pasó?

La sonrisa divertida de Dean se debilitó antes de que pudiera aclarar su garganta.

—Ah... nada bueno, Ana... Harry, Fred y George... pues se pelearon con Malfoy a golpes. McGonagall y Umbridge se los llevaron del campo después del partido.


Decir que Ana estaba preocupada era minimizar la realidad. Ser castigado por Umbridge no sonaba como un buen destino para Harry aún cuando McGonagall estuviera a su lado. No había oportunidad perdida para la nueva profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras, y si lograba encontrar un singular punto débil en la pared que Harry había tratado de construir aquellas últimas semanas, no había duda que lo destruiría en cuestión de segundos.

Así trabajaba Dolores Umbridge. Explotaba tus debilidades y volvía en contra tuyo lo que en algún momento te daba paz.

El cielo se había oscurecido cuando el cuadro de la Dama Gorda se volvió a abrir entre uno de los momentos en que Ana se despertaba de su siesta interrumpida. De un salto, observó a Harry entrar junto a Hermione y los gemelos Weasley, sus hombros estaban tan caídos como su rostro.

—¡Harry! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

El rostro de Harry estaba duro cuando se sentó frente a Ana. En realidad, todo su cuerpo estaba tenso; sus manos habían formado puños en ambos lados de su cuerpo.

—Nos ha sacado del equipo —masculló en voz baja a lo que Ana pensó oír mal. El rostro oscurecido de Harry se levantó y la miró a los ojos, detrás de los cristales de sus gafas redondas—. Umbridge nos ha sacado del equipo de Gryffindor. Permanentemente.

El corazón de Ana dio un vuelco dentro de su pecho. Como había predicho, Umbridge se había aprovechado de una de las debilidades de Harry y la había vuelto en contra de él.

—Ese sapo endemoniado —escupió Ana con rabia. Hermione no le reprocho el uso de palabras, estresada ella misma de la situación—. Como si no pudiera empeorar cualquier situación con la que se encuentre. ¡Es injusto!

—Y aún así lo ha hecho... —murmuró Harry, su mandíbula estaba tensa. No parecía tener ganas de escuchar injurias ni protestas, por lo que Ana cerró la boca.

Los tres se quedaron en silencio por unos cinco minutos antes de ser interrumpidos por Fred y George bajando de las escaleras caracol que daban a los dormitorios de los chicos. Llevaban sonrisas cansadas que disfrazaban bastante bien la impotencia que realmente sentían a partir de la injusticia implantada por Umbridge.

—Ana eres un pequeño demonio... —dijo Fred sin poder evitar reír. Ana se erigió en su asiento, confundida.

—Qué.

Fred le mostró al grupo un pergamino mal cortado que decía: Perdón por robarles sus Bengalas Endemoniadas, aquí tienen un sickle y dos knuckles.

—¡Ana! —la reprochó Hermione con el ceño fruncido—. ¿Qué sucedió con lo de «no evidencia»?

Ana se cruzó de brazos, molesta de haber sido reconocida y ofendida por la acusación de su amiga.

—Ni siquiera escribí mi nombre... y, además, me sentí mal por robar...

—A este paso, harás una muy mala bromista... —empezó George con una sonrisa a medias.

—... y ni siquiera te has acercado al precio de lo que realmente salen los fuegos artificiales —terminó Fred pero se encogió de hombros—. Te lo descontaremos solo esta vez.

—Uau, qué amables...

Unos diez minutos más pasaron entre silencios y comentarios secos y tristes, cuando el quinto bostezo de Ana hizo que le pesaran aún más los párpados. Luego de un día tan agitado y depresivo se merecía ir a dormir temprano. Aunque tal vez estaba un poco reacia de no tener la oportunidad de cenar.

—Me iré a dormir —asentó una vez levantada de su asiento. Basil, que había estado durmiendo en su regazo, saltó hacia la alfombra con un cansado maullido.

Hermione hizo una mueca cuando la observó.

—¿Te sientes bien?

—Sí... solo que la corrida de hoy me ha terminado por destrozar. Si de casualidad tienen más noticias cuéntenme por la mañana, ¿sí? —levantó su mano en un saludo—. Nos vemos... ah... y díganle a Ron cuando venga que ha jugado bien. Se ha esforzado mucho para el partido de hoy...

Sin más energía para hablar, los pies de Ana se arrastraron por el suelo y el pergamino doblado en su bolsillo quemó la tela con la impotencia de aún no ser descifrado. 

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¡bienvenides de nuevo!

la última vez que estuve por acá les dije que iba  tener una semana de parciales estresante... al parecer fueron varios meses atornillantes </3

como ya saben soy un queso en el multitasking por lo que me concentré en la facultad; estuve escribiendo este capítulo de hidden todos estos meses si me pueden creer, no lo terminaba más. recién hoy tuve un grito de creatividad así que si hay errores de ortografía/gramática, pls díganme así los corrijo porque no tuve nada de doble chequeo

anyways... ¡ayer fui a mi primera marcha de orgullo! fue muy divertido y amé la experiencia, 10/10. la verdad, se sintió como un alivio estar rodeada de personas de la comunidad lgtbq+ como si finalmente estuviera en casa ♥

les mando un beso, y si siguen acá, muchas gracias por seguirle teniendo fe a hidden y en mí :)

nos vemos en la próxima actualización, que espero sea el próximo domingo

•chauuu•

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