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𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭𝐞𝐞𝐧

"Sus verdaderos colores"

Los tres amigos estaban paralizados. Ron había sido llevado adentro de un pozo por parte de un perro y un ciervo, como si aquello tuviese siquiera un poco de sentido. Ana estaba un poco estupefacta por el hecho de que los dos animales parecían haber trabajado juntos.

—¿Qué... hacemos? —inquirió una vez que recobró sentido de la situación en la que se encontraban.

—Tenemos que pedir ayuda —gritó Hermione. Ana vio que sangraba y finalmente sintió el tajo que el árbol le había hecho a sí misma en el rostro. Le ardía un poco pero la adrenalina la estaba ayudando con el dolor.

—¡No! —gritó Harry aún aturdido—. ¡No podemos llamar la atención, tenemos que ir solos...!

—No conseguiremos pasar sin ayuda —insistió Hermione y Ana tuvo que darle la razón. El Sauce Boxeador no era amigable y estaba preparada para mandarlos volando.

—Necesitamos a un adulto —afirmó Ana.

Otra rama les lanzó otro latigazo, con las ramitas enroscadas como puños.

—Es posible entrar si ellos lo hicieron —jadeó Harry, corriendo y zigzagueando, tratando de encontrar un camino a través de las ramas quedaban trallazos al aire, pero era imposible acercarse un centímetro más sin ser golpeados por el árbol.

Ana lo veía con incredulidad.

—¡Estás loco!

—¡Socorro, socorro! —gritó Hermione dando brincos sin moverse del sitio—. ¡Por favor...!

Crookshanks dio un salto al frente. Se deslizó como una serpiente por entre las ramas que azotaban el aire y se agarró con las zarpas a un nudo del tronco.

De repente, como si el árbol se hubiera vuelto de piedra, dejó de moverse.

La mandíbula de Ana cayó con sorpresa. Aquel gato era muy inteligente.

—¡Crookshanks! —gritó Hermione, dubitativa. Se acercó a Ana y a Harry con incredulidad—. ¿Cómo sabía...?

—¿Déficit intelectual muy alto...? —sugirió Ana y Hermione encaró una ceja. Ana descartó la idea.

—No. Es amigo de Siri... eh... digo...

Ana y Hermione creyeron al mismo tiempo que Harry se había dado un golpe tan fuerte que ya estaba imaginando cosas. Sin embargo, ninguna dijo palabra alguna.

—Solo vayamos, tengan la varita en alto.

En unos segundos recorrieron la distancia que les separaba del tronco, pero antes de que llegaran al hueco que había entre las raíces, Crookshanks se metió por él agitando la cola de brocha. Harry entró siguiendo al gato, luego Ana y finalmente Hermione. Al llegar a un túnel de techo bajo, Ana solamente se pudo hacer una pregunta.

—¿Cómo entró el ciervo por aquí?

—¿Magia...? —dijo Harry pero Ana no quedó convencida.

—¿Dónde está Ron? —Hermione preguntó con voz aterrorizada.

—Por aquí —indicó Harry, poniéndose en camino con la espalda arqueada, siguiendo a Crookshanks.

—¿Para qué será este túnel? —susurró Ana, sintiendo sus manos llenándose de barro.

—Va a Hogsmeade —respondió Harry sin dudarlo—. A la Casa de los Gritos, específicamente.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—Eh... el mapa del merodeador.

Ana asintió. Eso tenía sentido.

Avanzaban tan aprisa como podían, casi doblados por la cintura. Por momentos podían ver la cola de Crookshanks. El pasadizo no se acababa. Ana lo odiaba. Correr agachada no era su manera de terminar aquel día.

Y entonces el túnel empezó a elevarse, y luego a serpentear; y Crookshanks había desaparecido. En vez de ver al gato, ahora se veía una tenue luz que penetraba por una pequeña abertura.

Se detuvieron jadeando, para tomar aire. Avanzaron con cautela hasta la abertura. Levantaron las varitas para ver el interior de la Casa de los Gritos.

Había una habitación, muy desordenada y llena de polvo. El papel se despegaba de las paredes. El suelo estaba lleno de manchas. Todos los muebles estaban rotos, como si alguien los hubiera destrozado. Las ventanas estaban todas cegadas con maderas.

—Dios, es más fea de lo que esperaba... —murmuró Ana mientras que Harry salía por la abertura—. ¿Habrán fantasmas...?

—No —negó Harry y la ayudó a subir.

La habitación estaba desierta, pero a la derecha había una puerta abierta que daba a un vestíbulo en sombras. Hermione se aferró del brazo de Ana que soltó una queja cuando le hizo doler.

—Lo siento...

Ana le restó importancia.

En ese momento oyeron un crujido en lo alto. Algo se había movido en la parte de arriba. Miraron al techo. Los tres se miraron y asintieron.

Harry parecía ser el menos preocupado de los tres, lo que ciertamente ponía nerviosa a las dos amigas. ¿Cómo podía verse tan relajado cuando unos animales que actuaban extraño se habían llevado a Ron?

Entraron en el vestíbulo y subieron por la escalera, que se estaba desmoronando. Todo estaba cubierto por una gruesa capa de polvo.

Llegaron hasta el oscuro descansillo.

Nox —las luces se apagaron.

Solamente había una puerta abierta. O Ana estaba soñando o podía oír voces hablando normalmente detrás de aquella puerta. Como si nada raro estuviese sucediendo. Ana y Hermione se miraron confundidas pero Harry simplemente se acercó a la puerta con rapidez antes de que pudieran decirle que se detuviera.

—¡¿Qué es lo que sucede?! —inquirió una vez que entró.

Ana y Hermione se miraron alarmadas y entraron para ver la escena.

Crookshanks estaba acostado en una magnífica cama con dosel y colgaduras polvorientas. Ronroneó al verlos. Pero lo más extraño de la situación fue ver a dos personas atendiendo a Ron que miraba a Harry sorprendido.

—Eh... ¿qué hacen Sirius y James aquí? —señaló Hermione bajando su varita con confusión.

—¿Y el ciervo y el perro? —preguntó Ana mirando a todos los lugares.

Mientras Ana buscaba a los animales, Ron observaba a sus amigos con ojos saltones sin saber qué decir. Entretanto, James parecía muy arrepentido de algo. Pero cuando iba a abrir la boca, Ron se le adelantó.

—¡Fueron ellos! ¡Son animagos...!

Harry se veía completamente avergonzado pero Ana y Hermione se quedaron atónitas a tal declaración. Miraron a los adultos con la boca abierta y luego se miraron entre ellas sin poder creerlo.

—Ahora tiene más sentido que Harry haya llamado al ciervo 'papá'.

Hermione la miró con incredulidad.

—¿Eso es lo que te interesa?

Antes de que Ana pudiese defender su punto, Harry saltó hacia su padre y Sirius.

—¿¡Era necesario tanto drama!? ¿No podían simplemente, no sé... hablar?

James parecía verdaderamente avergonzado de lo sucedido y Ana se sorprendió al ver cuán decepcionado se encontraba de sí mismo.

—Lo siento, hijo, el plan era exactamente ese pero alguien... —miró furtivamente a Sirius que no parecía ni la mitad de humillado que James— quiso ser impulsivo y no quedó otra que seguirle la corriente porque ya era tarde.

—No nos hubiese quedado tiempo —resopló Sirius cruzándose de brazos.

—¡Lastimaron a Ron!

Ahí Sirius sí pareció cohibido por lo que había hecho y apoyó una mano sobre el hombro del niño.

—Lo siento, Ron. Temo que no medí mi fuerza.

Ron no parecía tan preocupado por su pierna.

—Ya no me duele... no puedo creer que sean animagos. ¡Eso es magia muy avanzada!

James suspiró y se arrodilló nuevamente frente a Ron para revisar la pierna que se había previamente quebrado.

—Poppy deberá revisarte porque por mucho que no te duela ahora, no soy exactamente el mejor con hechizos de curación. Tuvimos que ser más cuidadosos —afirmó James, ignorando el asombro que Ron había mostrado por su habilidad. Y aunque Ana tuviese muchas preguntas acerca de ello como si podían enseñarle, una pregunta estaba amenazando con caer de su boca.

—¿Por qué Ron?

Todos la miraron inquisitoriamente y Ana suspiró y señaló a su amigo.

—¿Por qué se llevaron a Ron en particular?

James y Sirius se miraron y el segundo se adelantó en hablar.

—No es que quería agarrar a Ron pero no me dejó otra alternativa —dijo mirando el bolsillo en donde Ron escondía a Scabbers—, porque no soltaba a esa asquerosa rata traidora.

Ron se vio muy ofendido de que hubiese insultado a su mascota.

—¡Ey!

Ana tampoco parecía muy contenta. No luego de cómo habían tratado a Buckbeak. Estaba demasiado sensible acerca los animales.

—No hables así de Scabbers, no ha hecho nada —resopló Ana. ¿Qué tenía el mundo mágico contra los animales?

—Créeme, Ana, que aquella rata inmunda hizo más de lo que creerías posible —Sirius parecía que escupía veneno cuando mencionaba a la mascota de Ron. Acción que preocupó a Ana dado que no entendía cuánto odio alguien le podía tener a un pequeño roedor—. Dame la rata, Ron.

Ron, quien miraba ahora a Sirius con recelo al notar su odio extraño hacia su mascota, apartó el bolsillo en donde Scabbers chillaba aún más del hombre.

—¿Por qué...?

Sirius parecía perder la paciencia así que entonces James intervino con un manierismo más relajado. Hasta paternal.

—Se lo explicaremos todo, Ron no dejes ir a Scabbers por más que se mueva —ordenó él mirando también al bolsillo del chico con una emoción que Ana no pudo descifrar. ¿Tristeza? ¿Furia? Ana no se ponía de acuerdo—. Ahora esperemos a que llegue, Sirius. No podemos hacer esto sin él.

Al escuchar eso, Sirius pareció recobrar sus emociones y asintió rendido. Quien quiera que estuviesen esperando parecía que aquel momento era verdaderamente importante para la persona.

Nadie sabía qué hacer exactamente. La habitación se encontraba en un silencio tan incómodo que Ana no sabía a dónde mirar. Aquella mosca tratando de salir por una de las ventanas cegada mientras que Crookshanks se preparaba para cazarla parecía estar en más aprietos que los amigos y Ana, inevitablemente, comenzó a animar en voz baja a Crookshanks. No le gustaban las moscas.

—¿Qué haces? —le susurró Hermione igual de incómoda que ella. Ana se encogió de lugar.

—Es la única forma de relajar mis nervios...

En aquel momento se escucharon unos pasos amortiguados. Alguien caminaba por el piso inferior.

Ana y Hermione miraron a los demás con inquietud pero los adultos parecían más relajados. Como si hubieses esperado por ese momento hacia años.

—Eh... ¿estamos seguros de que es la persona que ustedes esperaban? —preguntó Hermione y al darse cuenta de que había una posibilidad de que podía ser un desconocido los adultos levantaron sus varitas.

Harry y Hermione les siguieron el paso. Ana se sentía un poco fuera de lugar así que alzo sus puños. No le serviría de nada porque no sabía ni un poco de defensa propia pero al no tener una varita era su única forma de defensa. Por el otro lado, Ron trataba de que Scabbers no se escapara de su agarre.

Los segundos fueron muy duros pero finalmente la persona llegó a la puerta. Ésta se abrió de un golpe y todos bajaron sus varitas al ver que era Remus con su varita alzada. El hombre parecía igual de desalineado como Ana lo había visto antes en el día pero en aquellos momentos tenía una mirada tan lejana que la asustó.

Remus iba a hablar cuando vio a los cuatro amigos pero Harry se le adelantó con un bufido.

—¿Cuándo dejarán de ser tan dramáticos? ¿Por qué no nos decían que era Remus y ya?

—Perdón.

Ana no supo quién lo había dicho primero, si James o Sirius pero Remus bajó su varita con el cejo fruncido.

—¿Qué hacen aquí ustedes? —inquirió Remus mirando a los niños con preocupación—. Deberían estar en el castillo, más cuando...

Una bombilla pareció prenderse dentro de la cabeza de Remus porque enseguida tomó a Ana del brazo y la colocó detrás suyo en defensa.

—¿En dónde está? —insistió él y Ana miró por su costado, confundida—. ¿Y por qué la han traído aquí? Es demasiado peligroso que esté tan cerca de... él.

La mirada de Remus se oscureció nuevamente y miró furioso a James y a Sirius, que aún no habían dicho nada.

—Estaban todos juntos, lunático —explicó Sirius—. Y actué con impulsividad. Lo siento, fue mi culpa. No dejaremos que se le acerque.

Ana estaba demasiado ocupada estando confundida como para buscarle una lógica a lo que estaban diciendo.

—¿Eh? ¿Quién está aquí?

Ana miró a su alrededor pero no había nadie más que ellos y si Ana estaba en lo correcto, podía confiar en que nadie de los seis quisiera hacerle daño a ella.  Sin embargo, Sirius les entregó la respuesta que tanto querían.

—Pettigrew. Peter Pettigrew.

Sirius señalaba el bolsillo en donde Scabbers se removía nerviosa y los amigos lo observaron con cautela. Ana estaba un poco cansada como para darle un buen razonamiento a ello así que esperó a que sus amigos le dieran una respuesta lo más antes. Y Ana no tuvo que esperar mucho porque Hermione dejó salir un jadeo agudo.

—Un animago. Pettigrew es un animago.

La mirada de Ana se agrandó y observó a Hermione. Lo que había dicho tenía sentido, es decir, si en el pasado había sido cercano con los adultos que se encontraban allí y ellos mismos eran animagos, entonces ¿no sería lógico que Pettigrew también lo fuese?

—Eso tiene sentido —asintió Harry y Ana le dio la razón. El chico de las gafas miró a su padre—. ¿Por qué nunca me lo dijiste?

James parecía arrepentido pero negó.

—No sabía que se escaparía —la mano de James que sostenía su varita endureció su agarre y una mueca se posó en sus labios—, y cuando pasó no sabíamos dónde estaba. Hay millones de ratas en el mundo y en Hogwarts hay varias de mascota...

—El nuevo protocolo... —murmuró Hermione— lo estaban buscando.

—Buscando el castillo de pies a cabeza.

—Y luego lo vi... —masculló Remus haciendo que Ana levantara su cabeza—, lo vi con el mapa del merodeador. Una noche se encontraba paseando por los pasillos y yo lo vi. Decir que me hirvió la sangre fue poco.

—¡Y ahora está aquí! —exclamó Sirius perdiendo la paciencia—. El maldito sinvergüenza está aquí y es aquella rata.

Ron parecía muy preocupado de aquella acusación.

—Pero... pero es mi rata. Scabbers no es un animago.

—Tal vez en su momento no lo fue pero ya no lo es, debes de haber notado algo fuera de lugar con la rata, Ron... —insistió James y Ron dudó mientras sostenía el bolsillo donde su supuesta rata se encontraba.

—Pues se veía un poco extraña cuando la bañé, creo que el color era más claro que lo usual y estoy segura de que no usé un jabón especial y... —Ana palideció al darse cuenta de lo que había dicho. Su mirada volvió al bolsillo de Ron con desesperación. Si Scabbers no era Scabbers y en realidad era Pettigrew entonces eso significaba que—... yo lo bañé.

Ana se tapó la boca con una mano y su expresión fue de pura miseria.

—Quiero irme a casa...

Remus apoyó una mano sobre su hombro mientras que James se acercaba nuevamente a Ron con la mano extendida.

—Ron, ¿podrías dejarme examinar a la rata, por favor?

Ron dudó. Metió la mano en la túnica. Scabbers salió agitándose como loca. Ron tuvo que agarrarla por la larga cola sin pelo para impedirle escapar. Crookshanks se levantó y dio un suave bufido.

James se acercó más a Ron. Su rostro se contrajo y por primera vez desde que lo había conocido, Ana vio furia en sus ojos. Era algo tan extraño ver aquellos ojos oscuros que siempre le habían transmitido calidez y paz ahora verse extremadamente peligrosos. Como si aquella calidez ya no fuese la de un hogar pero de un infierno.

—Es él —sentenció y dio un paso hacia atrás—. Luego de diez años a su lado se me es imposible no reconocerlo. Es Peter Pettigrew.

•      •      •

Todos se habían quedado en silencio por unos segundos tratando de procesar la noticia de que Pettigrew se había hecho pasar por la vieja rata de Ron. Y al pensar en ello, Ana tuvo algunas preguntas.

—Entonces... ¿Dónde está Scabbers? Porque es real y era la mascota de Ron...

Sirius resopló.

—No me sorprendería que Pettigrew la hubiese usado como rehén para hacer de su disfraz más creíble.

Hermione se encontraba inquieta pero con una voz que pretendía demostrar calma, les habló a los adultos.

—Pero Sirius: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, todos ustedes lo saben. 

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Remus tranquilamente.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

Remus, James y Sirius se miraron. El primero finalmente miró a Hermione con un suspiro.

—Hermione... no creo que hayas visto tampoco el nombre de James y Sirius, ¿me imagino?

Hermione abrió la boca pero la cerró, indicando de que estaba en lo cierto.

—Es una historia larga... —admitió James mientras que trataba de que Sirius no saltase hacia Scabbers.

—Y no hay tiempo —afirmó Sirius con impaciencia sin quitarle la vista a la rata.

Los cuatro amigos les iban a insistir de que compartieran la historia pero se detuvieron en seco.

Habías oído un crujido tras Ana. La puerta de la habitación acababa de abrirse. Los siete se volvieron hacia ella. Remus empujó suavemente a Ana hacia el otro lado para que él estuviese en frente suyo, como un escudo.

—No hay nadie.

—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.

—No lo está —dijo Remus, que seguía mirando a la puerta con cautela—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía... pues yo.

Ana dejó salir un sonido de pura confusión y Ron la siguió. Al parecer no habían seguido la conversación con mucha atención.

—Espera, ¿qué? —dijo Ron mirando a Remus estupefacto.

Remus lo miró y como si le produjese humillación, evitó la mirada de Ana que lo observaba esperando una respuesta.

—Soy un hombre lobo.

Luego de toda la información que Ana había tenido que procesar durante la última hora, aquella noticia le costó un poco más de tiempo de comprender. Aquel hombre quien la había buscado por todo el mundo sin cesar con el simple hecho de ver si estaba protegida, aquel hombre que adoraba los chocolates y dulces un poco más de lo normal y que la había hecho sentir en casa con sus risas y su cariño... ¿cada mes se convertía en una criatura?

Ana pensó en todo lo que había sucedido en aquel año escolar y comenzó a encajar el rompecabezas que se había formado en su cabeza. Ahora tenía sentido todas esas veces que se encontraba tan cansado luego de las lunas llenas que estudiaban en Astronomía. Todas esas veces que había caído enfermo y aquella vez que Snape inevitablemente tuvo que reemplazarlo, enseñándoles cómo matar a...

—¡Snape es peor de lo que pensaba! —exclamó Ana llamando la atención de todos.

—Ana, ¿cómo es que siempre agarras pequeñas fracciones de información? —jadeó Hermione sin poder creer que su amiga hubiese solo tenido esa reacción.

Remus miró a Ana y ella lo miró a él. Ana no comprendía la mirada que le estaba dando a ella pero en ningún momento hubo miedo en los ojos azules de la niña, como Remus tanto temía. Es más, su mirada no había cambiado en lo absoluto y solamente se podía notar la irritación que tenía hacia Snape.

El hombre tembló y asintió lentamente, logrando comprender su comentario.

—Snape les puso ese trabajo para que alguno de ustedes se percatara de mis síntomas.

—Y su boggart era una luna llena... —murmuró ahora Hermione. Por cómo lo había dicho, Ana supuso que ya sabía desde hacia antes el secreto de Remus.

—Así es... —admitió Remus de mala gana—. Era muy pequeño cuando me mordieron. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo. Si la tomo cada día de la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar. Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Remus suspiró—. El sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Remus miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.

La boca de Ana tenía forma de 'o' mientras escuchaba la historia de Remus. No sabía si era porque estaba escuchando más del pasado del hombre o porque estaban literalmente hablando mientras había un asesino convertido en rata en el agarre de Ron.

—En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos: Sirius, James... y Peter Pettigrew —una mueca se posó en los labios de los tres adultos—. Los tres no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era. Pero  averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.

La mirada que Remus le dedicó a James y Sirius fue tan agradecida que por un segundo a Ana la situación en la que estaban se deslizó de su mente. Remus siguió hablando.

—Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Sirius y James eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.

—Pero... ¿cómo fue que eso lo ayudó, profesor Lupin? —inquirió Hermione con gran interés.

—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó él—. Un licántropo sólo es peligroso paralas personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóviles. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Remus debes apurarte —insistió Sirius ya visiblemente cansado de esperar. Ana no comprendía porqué él era quien parecía más agitado pero al observar que James estaba haciendo todo lo posible para no parecerlo, una vena en su cuello se podía hacer visible. Estaba intentando controlarse.

Remus por el otro lado también parecía estar estresado pero siguió hablando.

—Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales suficientemente grandes para tener a raya a un licántropo. Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano y James Cornamenta.

Ana quiso reírse pero se quedó muda. Ese no era el momento para recalcar que habían tenido apodos especiales. Cambiando de tema, Ana asintió interesada en lo que Remus decía, sin embargo, había una cuestión que todavía no le había respondido.

—¿Y Snape? ¿Por qué quiso decirnos tu secreto? ¿En qué le concierne todo esto?

Los tres adultos se miraron con una mueca pero cada uno mostraba una emoción diferente. Sirius parecía irritado, James cansado y Remus arrepentido.

—El profesor Snape era compañero nuestro. Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumbledore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.

—Le estuvo bien empleado. —Sirius se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban.

—Igualmente fue un descuido —sentenció James con seriedad—. No tuvo que haber pasado —se giró hacia los jóvenes y Harry se acercó a él, como si estuviese tratando de hacer que se calamara—. Severus estaba muy interesado por averiguar a dónde iba Remus cada mes. Estábamos en el mismo curso y no nos caíamos bien. La tenía contra mí... pero eso es una conversación para otro día.

—De todas formas... —resumió Remus—... Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo. Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero James, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...

Ana sintió más furia hacia aquél hombre. Snape cada vez era peor de lo que imaginaba. Era un adulto sin hobbies.

—¿Y por eso los odia? —preguntó Hermione igual de incrédula que Ana—. ¿Por... por una broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Remus.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Remus con la varita.


Severus Snape sí que era descarado, Ana pensó.

¿Qué hacía en aquella reunión familiar? Pues Ana esperaba que le respondiera lo más antes posible. Y más la razón por la que tenía la varita apuntada a Remus.

—Baja esa varita, Severus —bramó Sirius apuntándolo—, si no quieres que te haga arrepentirte.

—Cálmate, Sirius —ordenó James y se volvió al profesor Snape—. ¿Qué haces aquí, Severus?

—He encontrado esto al pie del sauce boxeador —dijo Snape, arrojando la capa a un lado y sin dejar de apuntar al pecho de Remus con la varita—. Muchas gracias, Potter, me ha sido muy útil.

—¿Qué haces aquí? —insistió James y Snape puso los ojos en blanco con asco en su mirada.

—Acabo de ir a tu despacho, Lupin. Te olvidaste de tomar la poción esta noche, así que te llevé una copa llena. Fue una suerte. En tu mesa había cierto mapa. Me bastó un vistazo para saber todo lo que necesitaba. Te vi correr por el pasadizo.

Al escuchar eso, Ana frunció el ceño.

—¿Y la copa?

Todos la miraron haciendo que se sintiese más pequeña de lo que era. Snape la observaba con odio.

—¿Qué cosa, Abaroa?

—La copa —repitió Ana, acomodando su postura—. La copa con la poción... ¿Dónde está?

Snape la observaba con tanta incredulidad como si estuviese pensando en lo idiota que era. Hermione le susurró acercándose a ella.

—Ana no creo...

—Él la necesita —dijo Ana con firmeza y agarró el brazo de Remus—. Deje de ser tan entrometido y traiga la copa con la poción antes de que en serio se arrepienta esta vez.

Ana creyó escuchar a James decirle a Sirius 'eres una mala influencia' pero negando la cabeza miró a Snape con molestia.

—Hoy es luna llena por si no se ha dado cuenta, profesor. No puede ser que yo con diez minutos reteniendo esta información lo sepa y no usted con... como dieciocho años.

Snape pareció llegar al colmo de su paciencia y se volvió tan rojo como la sangre que se había secado en el rostro de Ana.

—Eres igual de insufrible que tu madre, tú... —Snape la apuntó con su varita pero Remus volvió a esconder la figura de Ana detrás suyo.

—Ni se te ocurra, Severus. Baja la varita ahora.

Snape no parecía para nada feliz de que todo el mundo le estuviese cerrando la boca pero Ana quedó satisfecha cuando bajó su varita. Aunque tal vez era un problema que viese a cada uno de ellos con odio.

—No me importa en lo absoluto qué hacen ustedes tres aquí pero si de algo estoy seguro es que no deberían hacerlo. Dumbledore se encargará de ustedes, idiotas —escupió Snape con furia mirando a Remus, James y Sirius—. Trayendo un licántropo a la escuela, qué decisión más ridícula. Te verás en problemas, Lupin.

—Cuida tu boca, Snivellius —musitó Sirius dando un paso hacia delante pero James lo detuvo y miró a Snape con el ceño fruncido.

—No hay nada aquí que te interese, Severus. Y si es que te preocupa el bienestar de los niños, entonces por favor llévalos al castillo contigo.

Los cuatro amigos lo miraron con sorpresa.

—¿Qué? ¡No!

—Nosotros los informaremos luego pero es mejor que se vayan —afirmó Remus—. Ron, entrégale la rata a James, por favor.

Ron puso una mueca y sostuvo a Scabbers más cerca de él. Snape, entrometido como Ana lo conocía, gritó nuevamente.

—No sé quienes se creen ustedes que son pero ya verán las consecuencias de su imbecilidad —Snape se volvió a los estudiantes—. Serán expulsados los cuatro, estar en una habitación con un licántropo, fuera del castillo, en un lugar prohibido... no llegarán mañana a despertarse en Hogwarts.

Snape agarró el brazo de Ana una vez que ella se asomó por el costado de Remus y ella dejó salir una protesta.

—¡Déjame...!

Ana no tuvo que forcejear más porque tres ráfagas de color escarlata golpearon contra el pecho de Snape haciendo que éste saliera volando hacia atrás y se golpeara contra la pared. Ana vaciló con la boca bien abierta del asombro y miró hacia atrás.

Hermione, Harry y Ron habían levantado sus varitas y se habían dirigido hacia Snape a la vez.

—Ahora sí que nos expulsan —murmuró Ron con horror.

—¡Hemos agredido a un profesor...! ¡Hemos agredido a un profesor...!—gimoteaba Hermione, mirando asustada a Snape, que parecía muerto—. ¡Vamos a tener muchos problemas!

Los tres adultos no sabían qué decir pero James negó con la cabeza, saliendo de su asombro.

—No, fue defensa propia, estaba actuando sin pensar —James suspiró y miró a los jóvenes—. Pero deberían volver al castillo, este problema lo debemos resolver nosotros no ustedes.

James se giró hacia el cuerpo de Snape que estaba tirado.

—Deben llevarlo con ustedes y...

—¡No! —dijo Harry con firmeza—. Basta, nos quedaremos aquí. Si... si Scabbers es Pettigrew entonces Ana y yo tenemos también el derecho de quedarnos aquí para verlo.

Ron y Hermione se miraron y asintieron.

—Y nosotros no los dejaremos solos.

Al ver que no tenían otra opción que aceptar las reglas de los amigos, los adultos suspiraron y asintieron.

—Bien, pero debemos apurarnos antes de que sea demasiado tarde —Remus tendió la mano hacia Ron—. Dame la rata, por favor Ron.

El pelirrojo estaba más inquieto que antes. Parecía que no quería soltar a Scabbers.

—¿Estamos cien por ciento seguros de que es él...?

—Si no es él, entonces el hechizo transformador no le hará daño y seguirá sano... tan sano como puede estar —apuntó James.

Ron dudó. Finalmente puso a Scabbers en las manos de Remus. Scabbers se puso a chillar sin parar; retorciéndose y agitándose. Sus ojos diminutos y negros parecían salirse de las órbitas.

—¿Preparados? —preguntó Remus con su mirada nublada.

James y Sirius se acercaron a él, cada uno con su propia vehemencia posada en sus ojos.

—¿A la vez? —preguntó Sirius en voz baja.

—Sí —afirmó James y Ana notó que trataba de no ahogarse en sus emociones—. A la de tres. ¡Una, dos y... TRES!

Un destello de luz azul y blanca salió de las dos varitas. Durante un momento Scabbers se quedó petrificada en el aire, torcida, en posición extraña. Ron gritó. La rata golpeó el suelo al caer. Hubo otro destello cegador y entonces...

Fue como ver la película acelerada del crecimiento de un árbol. Una cabeza brotó del suelo. Surgieron las piernas y los brazos. Al cabo de un instante, en el lugar de Scabbers se hallaba un hombre, encogido y retorciéndose las manos. Crookshanks bufaba y gruñía en la cama, con el pelo erizado.

Era un hombre muy bajito, apenas un poco más alto que Ana. Tenía el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Parecía encogido, como un gordo que hubiera adelgazado rápidamente. Su piel parecía roñosa, casi como la de Scabbers, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.

—Hola, Peter —dijo Remus con un destello de fiereza en sus ojos—. Cuánto tiempo sin verte.

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HII

¿cómo están?

yo estresada por la facultad o(-< empecé de nuevo y no tengo tiempo para nada rip así que perdonen si la semana que viene no publico, estoy en aprietos !

¿qué les pareció el capítulo? se prendió estooo ahhh

como habrán visto cambié varias cosas porque tenía que seguir con el hilo que creé al principio ♥ si no nada tenía sentido ¡!

voy a ser un poco rompe bolas pero sjaj no me pueden detener: si les gusta los merodeadores y wolfstar les recomiendo que lean 'all the young dudes' en AO3 porque es lo mejor de lo mejor ok. y no, esto no está patrocinado ahre

¡espero que tengan un buen viernes!

nos vemos la próxima ♥

•chauuu•

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