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5|Rechazado social


Notas:

-Historia ambientada después de la boda de Hipo y Astrid. Todas las situaciones de las tres películas y series ya han pasado, a excepción de sus hijos.

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Astrid no podía dejar de ver a su esposo, quien dormía plácidamente a su lado.

No podía creer la suerte que tenía de tenerlo en su vida.

Recordaba perfectamente cuando comenzó a conocerlo, aquel vuelo sobre Chimuelo que le permitió conocer más de aquel chico delgado y torpe. Pudo conocer un chico determinado y valiente, que se había atrevido a algo que nadie en la historia había hecho, se había acercado y ganado la confianza de un dragón.

Aquel rechazado social le había dado una sorpresa a toda la isla, salvándolos a todos y demostrando que los dragones no eran tan malos como siempre se había pensado.

Lo había visto enfrentar grandes retos, salvar muchas vidas y unir a distintos clanes.

Había estado con ella en cada momento, bueno y malo. Le había enseñado tantas cosas durante esos seis años juntos.

Si duda era la Astrid de ahora gracias a él.

Su noche de bodas había sido perfecta, habían tenido una ceremonia frente a todo el pueblo y un gran banquete en su honor acompañado de anécdotas que ambos habían pasado junto a sus amigos humanos y dragones.

Recordaron su primer beso, su victoria sobre la muerte Roja, su primera carrera de dragones, su primer día lejos de Berk, su estadía en la orilla del dragón, su primera vez peleando con los cazadores, sus discusiones, el día que le salvó la vida en el mar, el día que la salvó de morir por una antigua enfermedad, el día que se comprometieron, el día que casi dejan de estar comprometidos, las noches que ella lo ayudó a ver la luz cuando creía que ya no había.. cómo la noche que su padre estaba grave por culpa de los cazadores, cuando él falleció o cuando sus dragones se marcharon de su lado..

Cada recuerdo era importante para Astrid. No sabía cómo agradecerle todo lo que había hecho tanto por ella como por su gente, no sabía exactamente como compensar cada detalle que tenía con ella, cada palabra dulce y cada momento inolvidable.

Cada lágrima, risa y enojo. Cada momento angustiante o lleno de gozo. Cada uno de esos momentos los guardaba como su más grande tesoro.

Su amado castaño, su precioso Hipo.

Años atrás no podía imaginar una vida cerca de él, ahora no podía imaginarla sin su presencia. Sin su manía de mover sus brazos al hablar, sin su sonrisa contagiosa, sin su buen corazón, simplemente sin él no veía una vida.

Sonrió acariciando suavemente su mejilla, admirando las tenues pecas que adornaban su rostro. Le gustaba cada pequeño punto en su piel, le resultaba adorable ver su carita impregnada de esa tinta tan sutil. Parecían haber sido colocadas una por una, puestas estratégicamente para dar ese tono tierno en sus facciones.

Admiró su rostro por completo, sus pestañas largas, sus cejas pobladas con un pequeño hueco en la derecha, su naricita ancha y respingada al mismo tiempo, sus labios dulces tan suaves como nada que hubiese probado con anterioridad, su mentón, sus mejillas. Absolutamente todo le parecía perfecto, incluso su rebelde cabellera castaña le parecía perfecta.

Lo escuchó suspirar y le vio sonreír ante su toque. La abrazó por la cintura para acercarla más hacia su cuerpo y habló adormilado.

—Buenos días

Ella sonrió sujetando el rostro del chico entre sus manos y lo besó con suavidad.

—Buenos días, Babe —murmuró sobre sus labios

—Mmm.. podría acostumbrarme a esto —murmuró suspirando y abrió sus ojos despacio para ver a su esposa frente a él —Te ves hermosa —sonrió ampliamente volviendo a cerrar ligeramente sus ojos

—¿Cómo sabes eso? Tienes los ojos cerrados —comentó entre risas bajas

—Lo sé, estás hermosa. —parpadeó tratando de despertar por completo —Eres Astrid, siempre estás hermosa.

Ella le sonrió con cariño sintiendo un sonrojo en sus mejillas.

—Tu también estás hermoso.

—¿A si? —cuestionó frunciendo su ceño levemente

—Si, eres muy guapo. —afirmó volviendo a dejar un beso sobre sus labios

—¿Sabes que es lo mejor de ser yo? —preguntó una vez se separaron

—¿Que me tienes a mi? —bromeó ella con una sonrisa

—Si.. eso es lo mejor de todo —asintió acercándose más para abrazarla y llenar su rostro de besos haciéndola reír.

Él, agradecía a los dioses por poner a Astrid en su camino. Ella había sido siempre la mujer de sus sueños, esa que seguramente nunca tendría pues era un rechazado social mientras ella era una de las vikingas más rudas y fuertes de la isla.

Y ahora ahí estaba.

La mujer de sus sueños estaba entre sus brazos y lo amaba tanto como él a ella.

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