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26| Solo esposos


Au donde existen criaturas mágicas, capaces de cambiar de forma para aparentar ser humanos y debido a su magia suelen estar en un lugar de poder sobre los mismos humanos.

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Siempre esperó que el día de su boda sería el mejor día de su vida, con el hombre al que amara, con un vestido que la hiciera ver como una princesa, en la playa o en algún hermoso jardín. Se había imaginado cómo sería la boda de sus sueños, hasta el más pequeño de los detalles.

Pero ahora..

Se encontraba en aquella habitación, dejándose peinar por su madre y mejor amiga, viendo a través del reflejo en el espejo el vestido que usaría en unas horas para unir su vida con un hombre a quien no amaba.

No había ni amor ni un poco de cariño entre ella y aquel hombre, no era el vestido de sus sueños, ni el lugar que tanto había anhelado, ni las personas con quienes había esperado estar en ese día. Simplemente, no era nada de lo que ella quería.. y a nadie parecía importarle lo que dijera.

—Cariño, sé que no es como querías. Pero es necesario. —le recordó su madre en bajo, sonriendo comprensiva hacia su pequeña

Heather solamente la vio, sonriendo con tristeza al notar las lágrimas en sus ojos.

—Me pondré el vestido. —murmuró la rubia, poniéndose de pie para avanzar hacia aquella prenda que odiaba ver desde el momento en que lo tuvo frente a ella en aquella tienda

—Te ayudo. —dijo su mejor amiga, avanzando con ella

—Deberías ver que todo vaya bien con papá. —dijo hacia su madre sin girar a verla —No vaya a emborracharse y termine por apostarte a ti también. —el tono enojado en su voz se hizo presente, la mayor hizo una mueca y solo se dirigió a la puerta, sin querer volver a discutir con ella

—No deberías ser tan dura, sabes que trató de evitar que esto pasara. —le recordó Heather con calma mientras le ayudaba a ponerse el vestido

—Y su ayuda no sirvió de mucho, ¿o si? —se quejó la rubia, la pelinegra solo suspiró, sabiendo que tenía razón

Una vez tenía el vestido puesto, comenzó con los accesorios. Fue en ese momento que alguien llamó a la puerta.

—¿Podemos hablar? —soltó un gruñido al reconocer la voz del otro lado

—Lárgate. —dijo con firmeza

—Solo será un momento. —volvió a decir desde afuera

—¡No! Vete de aquí. —repitió, sintiendo nuevamente lágrimas acumularse en sus ojos

—Astrid, no creo que..

—Por favor. —insistió desde afuera, con calma, interrumpiendo el murmullo temeroso de Heather —Solo.. solo escúchame..

—Tendré todo el tiempo del mundo en dos horas. Seré de tu propiedad y podrás decirme lo que quieras. —sintió un nudo en su garganta mientras decía aquello "de su propiedad" —Por ahora.. sólo.. déjame ser libre las horas que me quedan.. —le pidió en bajo

—Sé que no quieres esto.. a mi tampoco me agrada la idea de..

—¡Lárgate! —volvió a gritarle, dejando que sus lágrimas corrieran libremente por sus mejillas —Déjame sola.. —murmuró, rompiendo a llorar sin poder evitarlo

Heather la abrazó enseguida, rogándole a los dioses que aquel chico no entrara ni les hiciera daño. Los "Hooligans" eran conocidos por tener mal carácter y acabar con aldeas humanas enteras solo por un enojo o disgusto. Era bien sabido que contestarles de mala manera era como firmar una sentencia de muerte, en el mejor de los casos. Ni hablar de insultarlos o querer correrlos de cualquier lugar.

Y ahí estaba Astrid, gritándole a uno de ellos que se fuera. Más específicamente, a quien en unas horas sería su esposo, o como ella había dicho, pasaría a ser propiedad de ese hombre.

No era común que aquellos seres se fijaran en humanos para algo así, sin embargo, se tenía conocimiento de algunas mujeres que habían sido obligadas a estar con ellos.. y no había sido nada agradable para ellas.

Ser esposa de un Hooligan te hacía ser intocable, ningún humano se atrevería a dañarte por miedo a las consecuencias. Sin embargo, para los seres de su especie, solo eras una propiedad sin valor, una simple diversión para el Hooligan que la había elegido.

Y había algunos casos en los que las mujeres humanas servían de diversión para los amigos cercanos del esposo, lo cual aparentemente era muy común.

—No entró.. —murmuró la pelinegra al darse cuenta que no se escuchaba nada desde fuera de la habitación

—Quiero que te vayas.. en cuanto la ceremonia empiece, vete.. —le pidió a su mejor amiga, tratando de calmar su llanto

—No voy a dejarte. —negó enseguida

—Tienes que irte, por favor.. No quiero.. que ninguno de ellos puede verte. —negó con la cabeza, separándose del abrazo despacio y limpió su rostro para ver mejor a la contraria —No quiero que pases por eso tú también. —señaló su vestido —Por favor..

—Astrid..

—Por favor. —insistió —Eres libre, tienes que serlo siempre.. Por favor.. —Heather asintió con la cabeza, iniciando a llorar también

—Te amo, lo sabes ¿verdad? —volvió a abrazarla —Eres la mejor amiga del mundo, la mujer más fuerte que conozco y.. sé que pase lo que pase.. Nos reencontraremos en el Valhalla.

—Te veré en el Valhalla. —murmuró la rubia

Los minutos pasaron, cuando estaba cerca la hora de la ceremonia Heather salió de la habitación para trata de escabullirse entre los pasillos de aquella inmensa casa para huír, como la rubia le había pedido. Se detuvo al ver sentado en el pasillo a un castaño a quien no conocía, poniéndose nerviosa al momento en que escuchó su voz y la reconoció.

—¿Ella está bien? —le preguntó al verla salir de la habitación, se puso de pie y sonrió a medias al verla apretar la manija de la puerta con nerviosismo —Tranquila, no voy a hacerte daño. —le aseguró, levantando sus manos a la altura de sus hombros retrocediendo un par de pasos para que le creyera

—Ella.. bueno... —desvió la mirada, no sabiendo qué responder

—Claro.. —asintió con la cabeza, bajando las manos para meter una al bolso de su pantalón —Supongo que es una pregunta tonta. —hizo una mueca

—Hiccup, ¿me buscabas? —un rubio apareció por el pasillo, acercándose despacio a ambos

—Si, Fishlegs. —asintió con la cabeza y señaló a la pelinegra —Escuché que necesita volver a casa, pensé que podrías acompañarla al menos hasta la frontera. 

—¿Qué? —preguntó la chica asustada por aquello, dispuesta a volver a la habitación para encerrarse ahí con la rubia

—La casa y los alrededores están llenos de.. nosotros. —explicó el castaño, señalándose y a su amigo rubio, que le sonrió a medias a la chica —Y algunos no son tan amables.

—Te llevaré a salvo a la frontera, si me lo permites. —dijo Fishlegs con calma

—Quiero que llegues a casa. Ese es el deseo de Astrid, ¿no? —volvió a hablar el castaño, Heather lo pensó unos segundos suspirando y asintiendo con la cabeza despacio

—No está lista.. pero saldrá en un momento. —murmuró hacia el castaño, soltando al fin la manija de la puerta, él asintió con la cabeza —Gracias.. —murmuró

—Iremos pronto a visitarte, si te parece. —le dijo antes de que se alejara

—Siempre serán bienvenidos en mi casa. —murmuró, no queriendo negarle la entrada a él, pues ahora dependía de él si veía o no a su mejor amiga

Se alejó por el pasillo con el rubio, que trató de hacerle plática de manera amable, guardando su distancia con ella para no asustarla ni hacerla sentir incómoda.

Hiccup suspiró, viendo hacia la puerta cerrada nuevamente y decidido a esperar ahí hasta que ella saliera.

Un par de minutos más tarde, la puerta se abrió, dejando ver a la rubia con su vestido de novia, su peinado elegante y un maquillaje intacto. Le sonrió a medias, admirando lo hermosa que se veía y sintiendo dolor al notar la tristeza en su mirada.

—No te quedes ahí, llegaremos tarde. —murmuró sin ánimo de discutir ni escucharlo, solo salió de la habitación y comenzó a avanzar por el pasillo, siendo seguida por él

—Te ves hermosa. —le dijo en bajo mientras avanzaban por el pasillo

—No quiero oírte. —murmuró, negando con la cabeza

El castaño guardó silencio el resto del camino, no queriendo molestarla o hacerla llorar de nuevo. Detestaba verla o escucharla llorar.

Cuando llegaron al lugar donde se llevaría a cabo la ceremonia, él extendió su mano a ella y ella tuvo que tomarla. Avanzaron juntos hasta el lugar designado y se vieron aunque no quisieran hacerlo. Astrid no dijo nada, ni sonrió, ni reclamó.. simplemente se quedó ahí frente a él mientras todo sucedía. No escuchó la ceremonia, no prestó atención a los invitados, no hizo más que estar ahí y verlo, pues ni siquiera era necesario su "acepto" en esa ceremonia. Quería matarlo, quería matar a cada Hooligan en esa habitación, en esa casa, en esa tierra..

Él, la observó en cada momento, sonriendo a medias al verla. Le parecía la mujer más hermosa que hubiera visto nunca. Estaba conciente que ella lo odiaba, siempre sería así probablemente y debía aprender a vivir con la posibilidad de que aquella chica trataría de matarlo en algún momento. Pero eso no hacía que dejara de gustarle, en realidad, le gustaba más por ese espíritu guerrero.

Cuando por fin estuvieron unidos, él dejó un beso fugaz en sus labios. Teniendo cuidado con no ser invasivo con ella. La rubia bajó la mirada a su muñeca izquierda, donde estaba un tatuaje que la marcaría de por vida como "propiedad de Hiccup Haddock". Y él.. su tatuaje en la muñeca solamente le haría saber a otros que tenía un nuevo juguete, un juguete humano.

El banquete comenzó, los recién casados estaban en la mesa principal, siendo atendidos por otros humanos que servían a la familia de Hiccup. Humanos a los que desde esa tarde debía ver como inferiores, lo cual le hacía sentir mal.

—Astrid.. —giró la mirada a su esposo al fin, cosa que lo hizo sonreír a medias —Sé que nada de esto es como querías y.. Tengo algo para ti. —murmuró, sacando una pequeña bolsita de tela de su saco —Espero que te guste. —sonrió apenado, sacando de la bolsita un anillo negro con pequeños cristales rojos y una gema redonda roja como piedra principal (imagen al principio del capítulo)

—Creí que ustedes no..

—No los usamos. —negó en bajo —No soy un humano, pero.. quiero hacer esto por ti. ¿Puedo? —sonrió al verla asentir con la cabeza despacio —Astrid, escucha. Lo que quería decir hace unas horas es que... —tomó su mano con delicadeza —Con este anillo, lo que te pido es que seas mi esposa. —colocó el anillo con cuidado en su dedo anular de la mano izquierda, donde había aprendido que iba

—Solo esposos.. Eso lo tenía claro.. —murmuró —Aunque para ustedes soy solo..

—No. —le interrumpió, sabiendo lo que iba a decir —No eres ni un objeto, ni un juguete. Eres mi esposa. Eres mi igual. —corrigió

—Eso es imposible, lo sabes. —negó con la cabeza, viendo aquel anillo en su dedo

—No creo en los imposibles, Astrid. —le sonrió, hizo una seña a uno de los humanos que les servían y este se acercó para darle una caja pequeña, haciendo una reverencia para ambos, cosa que la incomodó

—¿Eso es necesario? —preguntó en un murmullo

—En unos meses es probable que no lo sea. —le sonrió, dándole la cajita a ella, que se sorprendió al ver el interior

—Pero ustedes no..

—Este, es el símbolo que te marca como mía. —señaló el tatuaje en sus muñecas —Y esto.. será lo que me marque a mí, como tuyo.. —señaló los dos anillos en la caja —Además, encaja perfecto. —sonrió, tomando el más delgado —¿Puedo? —Astrid asintió despacio nuevamente, por lo cual volvió a tomar su mano con cuidado para colocar el segundo anillo justo sobre el primero, ella lo observó con curiosidad

—¿Eres mío? —preguntó en un murmullo, sin creer lo que decía

—Tanto como tú eres mía. —asintió con la cabeza —Serás mi igual, lo prometo. Nadie te tratará mal, ni humanos ni Hooligans. —sacó el otro anillo y le sonrió —Solo si estás dispuesta a aceptarme.

—Te odio..

—Lo sé. —sonrió

—Odio todo lo que eres, tu gente, tu familia, todo tu legado, tu casa, tus lujos.. odio todo de tí y de este lugar. —señaló con la mirada el salón donde estaban, haciendo una mueca al verlo lleno de esos seres y humanos que eran solamente servidumbre en el evento

—Lo sé. —repitió, sin perder la sonrisa

—Esto no cambia lo que siento por ti. —le advirtió, tomando el anillo con calma

—Cuento con ello. —asintió con la cabeza

—¿Entonces por qué lo haces? —preguntó sin poder evitarlo

—Estamos unidos, quiero hacer una tregua y.. a diferencia de lo que crees de mi, no soy un ser desalmado. —comentó en bajo, esperando por lo que la rubia haría con aquel anillo

—Quiero negociar los términos, no solo aceptar todo a ciegas.. —murmuró

—Te prometo que cuando el banquete termine hablaremos de ello. Tenemos toda la noche para nosotros. —dijo con calma

—Sobre eso.. no habrá nada de intimidad hoy, ni pronto. —le advirtió, mientras pensaba en un "tal vez nunca"

—Por supuesto, no voy a tocarte ni hacer nada que no quieras. —negó suavemente con la cabeza —Solo hablaremos.

—Voy a confiar en ti.. —tomó su mano —Pero si no cumples tu palabra..

—¿Crees que podrías matarme? —sonrió de lado, ella hizo una mueca, sabiendo que era muy probable que no lo lograría

—Al menos lo intentaría. —se defendió, frunciendo su ceño

—Te dejaría intentar. —murmuró, bajando la mirada a su mano, donde Astrid le colocaba despacio el anillo

—Por ahora.. me gustaría ver la cara de tu padre al verte usar algo de humanos. —murmuró, terminando de colocar el anillo

—No estará feliz, seguramente. —la observó, ella a él.. y por primera vez desde que se conocieron, pudo ver una pequeña sonrisa formarse en los labios de la rubia. Eso le indicaba que iba por el camino correcto..

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