|My Lady|
La melodía que un piano inspiraba debía ser perfecta, sin errores, calculada y hermosa... Pero Jack se encargaba de estropearlo una y otra vez.
Coloqué mi mano sobre la suya, haciendo que dejara de torturar mis oídos.
—Creo que es suficiente.— sonreí forzadamente.
—En verdad me estoy esforzando.— dijo.
—No lo suficiente.— respondí al apartarme despacio.
Toquidos llamaron a la puerta y una mujer de voluptuoso cuerpo entró a paso apresurado.
—R-Reina Elsa, aquí está lo que me pidió.— y tropezó.
Derramó el té caliente sobre mi vestido, rechiné los dientes y no me contuve.
¿Por qué habría de hacerlo?
—Yo no te pedí esto, Moodie.— respondí.
—P-Pero yo... Reina E-Elsa...
—Agh, deja de tartamudear así, mujer inservible... Desaparece— gruñí.
—Déjeme arreglarle, le traeré ropa seca y...— trataba de excusarse mientras se acercaba en movimientos nerviosos.
—¡No te acerques!— grité al crear una barrera de hielo.
—¡Elsa! ¡No!— se interpuso Jack al romperla con su propia magia, protegiendo a Moodie.
—Reina Elsa...— susurró la sirvienta asustada.
—Vete.— le dijo Jack, a lo que lo que ella obedeció.— ¿Qué es lo que ocurre contigo. Elsa?
—¡¿Qué es lo que ocurre conmigo?!— me exalté, sintiendo como el piso se cristalizaba por no poder canalizar mis sentimientos.— ¡Perdí a Anna! ¡Eso es lo que ocurre!
—Ha pasado un año.— se compadeció.— Deja de aferrarte a algo que no volverá. No puedes desquitarte con los demás, Moodie sólo estaba haciendo su trabajo.
Estrujé los broches en mi pecho que sujetaban mi capa morada y negué incredula.
—No pude deshacer el hielo en su corazón.— sollocé limpiando las lagrimas.
—Lo lamento.— dijo.
—Las personas mueren con facilidad. ¿No es así?— sonreí amargamente y salí de la sala de música.
Pasé por los pasillos, donde los sirvientes se encogían de temor a mi paso.
Desde la muerte de Anna, los muros dentro del castillo de Arendelle se volvieron silenciosos. Las cosas cambiaron un poco cuando me comprometí con Jack, el hijo de un noble cercano a mis difuntos padres, pero aunque somos similares, diferimos y peleamos mucho. Nuestro compromiso no era oficial pero lo íbamos a hacer público en su coronación como rey.
—¡¿Cómo te atreviste a engañarme así, Hiccup?!— escuché la voz de Moodie por lo que no pude evitar acercarme a escuchar.— ¡Interrumpí a la reina!
Su rubia hermana menor se escudaba tras el escuálido castaño.
—Eso es por meter en problemas a Rapunzel.— respondió con las comisuras de los labios temblándole.
Tal parecía que la situación le divertía. No pude evitar que mis labios se curvaran en una sonrisa también. Ver a esa mujer enojada era bastante entretenido.
—Así que te causa mucha gracia, ¿eh? Veamos que dice la reina cuando se entere de esto.
—¿Cuando me entere de qué, Moodie?— decidí intervenir.
—¡De que este pescado parlanchin...— espabiló al darse cuenta de la situación.— Reina mía, mis disculpas. No debí usar su nombre...
Levanté el mentón y luego los miré por sobre mis hombro.
—Que no vuelva a ocurrir.
Subí las escaleras, ignorando las pinturas, ordenando a los sirvientes de manera furiosa que quitaran cualquier recuerdo de Anna.
Entré a mi habitación y me desvestí con dificultad. Me encontraba con el corsé a medias por no poder desamarrarlo.
De pronto, la puerta se abrió y el mismo joven de sonrisa con brecha apareció.
—¡Ah! ¡Discúlpeme!— gritó y se echó a correr chocando con los jarrones y muebles.
Desvié la mirada sintiendo un calor en las mejillas muy extraño.
Parecía ser un joven torpe, demasiado.
—Qué inapropiado.— murmuré.
El habitual vestido verde con negro cubría mi cuerpo. Me pasé una mano por el cabello, observando mi reflejo en el espejo, desordenando el recogido en una trenza. Apreté los puños recordando cuando Anna acudió al castillo de hielo y yo la evité.
Suspiré sacudiendo los recuerdos, dispuesta a volver a donde Jack.
Sin embargo, antes de hacerme presente una vez dentro del salón de música, escuché una risas. Me asomé discretamente.
—No puedo creer que esa mujer te hubiera hecho eso.— respondió Jack al estar sentado junto a Rapunzel.
—Moodie no es mala.— la defendió al pasar un mechón de su cabello tímidamente por detrás de su oreja.
—Entonces déjame arreglarlo.— besó las quemaduras en su nudillos, creando pequeñas chispas de hielo.
—P-Príncipe Jack...— susurró sonrojada.
¿Por qué parecían tan cercanos?
—¿Alguna vez has tocado el piano?— preguntó al entrelazar sus dedos con los suyos.
No soporté mirar más esa acaramelada escena pero tampoco quería interrumpir. Eran contadas las veces que se veía a alguien feliz dentro del palacio.
Con todo el dolor de mi corazón, me alejé y fui hacia los jardines de rosas.
—El hielo es cruel.— susurré mientras en mi mano se cristalizaron algunos copos de nieve.
—Yo no creo que el hielo sea cruel, reina Elsa.
—Ah, pero si eres el pescado parlanchín.— dije sin mirarlo.
—Me llamo Hiccup.— inclinó la cabeza como reverencia al acercarse.— Hiccup Haddock.
Estaba por levantarme pero recargué mi mano en las rosas en el acto y me espiné.
—Ouch.— gimoteé.
—Permítame.— dijo al coger mi mano sin ningún descaro.
—Suéltame.— objeté pero él ya había quitado las espinas en su mayoría.
—Quédese quieta.— rasgó para de sus pantalones para vendarme la herida.— Me pasa siempre así que es mejor tratar la herida antes de que agrave.
Hacía mucho que no experimentaba el calor humano.
Me mostró su mano en una sonrisa. Tenía cortes por las rosas. Mi mirada subió por su nariz salpicada de pecas. El rostro se me encendió de nuevo.
—Haré que la costurera te fabrique unos pantalones nuevos.— susurré.
—¿Estos harapos viejos? No es necesario.— sonrió al frotar su cabello.
—Y-Ya puedes soltar mi mano.
—Esta vez no trae sus guantes.— dijo al abandonar mis dedos de manera lenta.
Abrí los ojos. Era verdad, ni siquiera había notado la ausencia de ellos en mis manos.
—Olvidé ponerlos cuando entraste sin tocar.— respondí resentida.
—Oh, sobre eso.— dijo nervioso.— Quería agradecerle, por intervenir hace unos momentos.
—¿Moodie le hizo esas quemaduras a Rapunzel?— pregunté juntando mis manos.
—No.— mintió.
Levanté ambas cejas, algo impresionada por su carácter noble.
—Encubrir a una mujer de ese tipo es bastante malo.— advertí.
—No quiero meter a nadie en problemas.
—Si eso es todo, me retiro.
—¡Reina Elsa!— me detuvo al coger la mano vendada.— ¡Espere!
—No me llames así... Al menos hoy no.
—Tiene razón...
—¿Qué?— pregunté al girarme para verlo mejor.
Se arrodilló y besó mi mano.
—Alguien tan linda como usted debería ser llamada My lady.
El corazón que creí cristalizado, parecía deshacerse ante el inocente apelativo de Hiccup.
Sonreí tímidamente al pensar que tal vez aún había algo en que creer.
🌹
Nota de la autora:
Esta historia es una obra original mía y hace algunos años la escribí pero la borré, esta versión fue escrita por Julieta como regalo hacia mi por todas las historias que borró, sin embargo la eliminó hace mucho y
me dió permiso de publicarla.
Espero les haya gustado tanto
como a mí 💙
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