Prefacio
Y era imposible no señalar grupos, aunque a diario le repetían que no debía hacerlo.
"Cuando empiezas a clasificar gente" había dicho su madre, acomodándole los mechones platinados de tal manera que no le cayeran en la cara ", inevitablemente creas brechas entre ti y las demás personas. Inconscientemente, también. Pero lo haces, y una vez que has creado brechas, empiezas a tratar a la gente como si fueran distintos a ti. Y no, Viktor. No me mires así, cariño, no somos diferentes a nadie".
La señora le había sonreído y besado la mejilla, dejando que sus fríos colmillos se recargaran levemente contra la piel suave de su hijo, y dándole un empujón amistoso hacia el autobús escolar una vez que éste aparcó en la esquina.
Y él se había quedado observándola por la ventana con los ojos entrecerrados, estudiando su figura hasta que los colmillos de su madre se volvieron puntos borrosos en la distancia y el verde veneno de sus ojos se había perdido entre los arbustos.
No apartó la vista de la ventana de todos modos, y en vez de eso solamente veía pasar siluetas borrosas del otro lado del cristal, observando sin poner atención el paisaje que cambiaba frente a sus ojos. No dejó de observar ni siquiera cuando las alas de la chica murciélago de enfrente le taparon la ventana, o cuando el chico una fila detrás empezó a trazar círculos en el respaldo de su asiento con un crayón.
Viktor se vio forzado a bajar cuando el autobús estacionó, finalmente, frente a la escuela. Y entonces todos sus compañeros empezaron a descender, y la chica frente a él le pasó una bolsa con algo pesado dentro y salió casi volando.
Se quedó viéndolos bajar, mordiéndose el labio inferior y clasificándolos mentalmente.
Primero bajó Leiko, una chica con orejas marrones sobre la cabeza y unos ojos chocolate grandes, que de alguna manera combinaban con su cola terminada en blanco. Híbrido. 30/ 70, mestiza.
Atrás de ella iba Leia, su mejor amiga, y Viktor se repitió mentalmente que también era mestiza, con Pedigree de San Bernardo. 30/70
Después bajó Kiara, quien tenía los ojos verdes alargados como los de un gato y usaba vestidos negros vintage plus size. 10/90
Aspiró fuerte, echando la cabeza para atrás y rogándole a Dios que su mamá no pudiera escuchar sus pensamientos.
El autobús continuó vaciándose, un puñado de niños humanos salieron riendo, luego bajó una chica regordeta con ojos como de abeja y alas de avispa, bajó una chica mitad tortuga y atrás bajó un chico con patas de conejo. Después bajó otro puñado de niños normales, y un par de gemelos pelirrojos con orejas y colas de zorro. Finalmente el conductor se percató de su presencia, y Mason soltó algo entre un ladrido y un suspiro antes de sacudirlo levemente.
—Vitya, tienes clases—había dicho, pero el hijo humano de una serpiente albina y un jugador de hockey solo lo había observado, con ojos celestes bien abiertos y los largos mechones plateados cayéndole en la cara.
Mason se quedó callado, observando con los labios fruncidos. Finalmente suspiró y sacó los dientes, dejando que su robusto cuerpo se contrajera hasta adoptar la forma de un husky maduro, y entonces empezó a golpear con su hocico la rodilla del chico hasta que Viktor se levantó por cuenta propia y salió del vehículo, no sin antes rascarle entre las orejas.
El autobús rugió justo cuando se encontraba subiendo las escaleras, y el motor saltó a la vida antes de desaparecer zumbando entre las calles.
Mason Woodermock, se recordó Viktor, cerrando los ojos y abrazando la bolsa de papel que le habían dado, híbrido, sin porcentaje, cambia forma animal - mestizo - humano constantemente sin patrón definido.
Entró al salón temblando, sintiendo que su mamá no estaría orgullosa.
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