(4) P I E L
⸺¿Conmigo? No sé qué te dijo Vicente, pero yo no puedo ayudarte.
Gustavo estaba enojado ahora, no sabía a qué se dedicaba su hermano, pero sin duda le estaba cargando un problema indeseable y él siempre había hecho lo que le ordenaban. No iba a ir contra las reglas ahora por alguien que ni siquiera conocía y sin una miserable explicación. No era asunto suyo. Se giró entonces para dejarle en claro a gritos si era necesario que se rehusaba a cooperar, cuando quedó completamente mudo por la sorpresa.
El hombre había visto niños con malformaciones antes de que se les cazara, algunos nacían sin alguna extremidad o con alguna que otra extra, sus rostros tenían también cosas de más o de menos y sus cabezas eran gigantescas en su mayoría o les crecían dramáticamente como si se las inflaran un poco cada día. Ojos blancos a causa de la ceguera, saliva colgando en el caso de aquellos que no podían controlar la deglución y cuellos débiles que hacían que todo para arriba se balanceara, siempre con la mirada perdida. Así sucedía con los casos severos.
Los niños menos graves también debieron ser ocultados, lamentablemente, no mucho tiempo después fueron alcanzados por sus verdugos. Esos menores eran, de hecho, bastante funcionales, sólo que a nadie le importaba si podían o no contribuir a la sociedad, el miedo primaba.
Considerando su experiencia previa, se podría decir que Gustavo no encontraría sorprendente ver a una persona con claras consecuencias del ataque nuclear, sin embargo, lo que tenía enfrente no parecía una secuela como las que viera en su adolescencia. El tipo simplemente no lucía como un humano y su aspecto no se condecía con la mutación; parecía, más bien, como de otro planeta.
⸺¿Estás asustado?
⸺Sí⸺ reconoció sin pensar.
⸺No voy a lastimarte.
⸺¿Qué...? Yo... Mierda. No sé qué está pasando.
⸺Mataron a Vicente.
⸺¿Qué?
⸺Vicente quería ayudar y lo mataron. No podía quedarme más tiempo, así que vine aquí y te encontré.
⸺No entiendo. Yo no sé nada.
⸺No me importa lo que sabes, sólo quiero quedarme a tu lado.
⸺¿Mi hermano te dijo algo? ¿Él te lo pidió?
⸺No.
La frustración que acarreaba el desconocimiento estaba desesperando a Gustavo. Siempre lucía como un tipo tranquilo, neutral y tan sumiso como todos, jamás hablaba de más y fácil podía pasarse todo el día en silencio, vociferando un par de palabras para sí mismo en su departamento sólo para no perder la práctica ni olvidar el sonido de su voz.
Vicente le reprochaba lo mucho que debía insistir para hacer fluir una conversación, aunque luego cesaba las quejas, pues por mucho que le exigiera, su hermano, que había sufrido los horrores de la guerra, era silencioso como el niño de siete años que aprendió a no confiar en nadie y se escondía entre las ruinas y lugares abandonados por donde transitaban víctimas que siempre podían transformarse en victimarios.
Ahora Gustavo había acabado su cuota de palabras de toda una vida y no estaba consiguiendo nada. Un hombre de aspecto irreal le decía que lo había buscado por decisión propia y que su hermano había sido asesinado y no es como que no hubiera ya sospechado de un crimen tras la muerte de Vicente, era sólo que, así como todos los demás habitantes de Aninat, no podía hacer nada y si se llegaba a quejar o siquiera a mostrar que sentía algún tipo de duda hacia sus gobernantes, sería desaparecido. Sólo podía rogar una muerte rápida como esperaba que hubiera sucedido con el menor.
⸺¿Cuál es tu plan?⸺ preguntó el hombre aceptando algunas cosas más allá del desconocimiento.
⸺No tengo un plan.
⸺¿Qué...? Dios, ¿qué dices? ¡Te busca la policía!⸺ y, tras poner atención a los ruidos de la ciudad, agregó con rabia:⸺ ¡Escuchas eso, son las putas sirenas!
Entre muchas cosas que podían caracterizar a Gustavo, alzar la voz no era una de ellas y ahora estaba en un callejón, ocultándose con un fugitivo y gritándole por no tener un plan mientras las patrullas se acercaban muy a su pesar. Ya era un cómplice incluso si aseguraba que no. Sería tratado como un criminal, torturado tal vez para sonsacar una verdad que desconocía y por último fusilado para acabar el problema de raíz.
⸺Yo no sé nada. No sé qué hacía Vicente. No sé quién eres tú. Pero sí sé qué pasará con nosotros cuando nos encuentren.
⸺Me disculpo por no tener un plan.
⸺Ven, corre. Vamos a mi departamento.
Había cámaras de seguridad en Aninat como en cualquier ciudad levantada post guerra, según los altos mandos sólo existían para preservar la seguridad pública, aunque realmente se trataba de una medida más de represión, como ese escáner ocular que a todos les causaba ardor.
Lo cierto del sistema de vigilancia era que no funcionaba correctamente, porque nadie le daba mantenimiento; el gobierno no gastaba sus recursos en la ciudad de los obreros y así la policía podía hacer de las suyas con mayor libertad. Las cámaras estaban en su mayoría fuera de servicio, sin videos no habría pruebas y por primera vez Gustavo agradeció la corrupción en la que estaban sumidos.
Cuando entró por fin al 403, con el corazón en la boca y sudor enfriándosele en la frente, miró a su invitado con el mal presentimiento carcomiéndole la voluntad. Se suponía que él iba a guiar a ese extraño hasta su hogar, pero el tipo iba dos pasos adelante, girando en el lugar exacto, metiéndose en el edificio primero como si fuera su ruta usual y luego deteniéndose en la puerta sin preguntar el número siquiera.
Gustavo había metido por propia voluntad al lobo en el corral y las piernas por poco no le fallaban. Debió gritar cuando escuchó las patrullas, debió correr, aceptar la tortura y dejarlos terminar con él. La muerte parecía más simple ahora y su vida sin sentido merecía un final de todos modos.
⸺Necesito una explicación.
⸺¿Sobre qué?
⸺Dios... ¿Qué es lo que sabes de mí? Dime la verdad.
A Gustavo le dolía hablar, ese tipo que lo superaba por varios centímetros estaba parado junto a él, ninguno hacía contacto visual y el hombre temía que en cualquier momento ocurriera un ataque sorpresa del que no se libraría. Sí, había aceptado la muerte un momento antes, sólo que preferiría morir sin el instante de angustia previa como el que estaba viviendo.
⸺No sé nada.
⸺¿Cómo sabías mi dirección? ¿Has estado espiándome? ¿Realmente conocías a mi hermano?
⸺Sí.
⸺¿Sí a qué?
⸺Conocí a Vicente. Era un doctor, trabajaba en un laboratorio. Yo era uno de sus pacientes.
⸺¿Pacientes?
Gustavo cerró los ojos con rabia por un momento, la mandíbula tensa no le iba a permitir hablar y ya no sabía si quería hacerlo. Apenas recordaba cualquier cosa que le hubiera dicho Vicente, ese hermano tan brillante, tan positivo y que le resultaba tan difícil de soportar.
Ese pequeño creativo, inteligente y sobresaliente que había salido de Aninat por mérito propio y que volvía de vez en vez con una sonrisa y buen olor. Su ropa en perfectas condiciones, mejillas rosadas, saludable, amable, un joven que lo tenía todo. Sin manchas en su vida más allá de la muerte de sus padres, perfectamente superada, y de ese hermano mayor demasiado gruñón que era un obrero de la clase explotada y con quien se tomaba la molestia de mantener contacto por culpa como mucho. Gustavo quería a Vicente, nadie podría negarlo de haberlos conocido, pero su resentimiento era tan grande que opacaba por mucho ese cariño.
Y ese hermano que no tenía culpa de nada, que luchaba por sacarle palabras, que lo visitaba en una ciudad horrenda como solo Aninat podía ser, no era apropiadamente tomado en cuenta. Sí, Gustavo aceptaba esas visitas y comía con él la exótica comida que traía desde Larrieu, que básicamente era distinta por su mínima variedad y contar con nutrientes como correspondía, pero lo hacía sin estar realmente presente. Su cuerpo estaba junto a su hermano, mientras su mente vagaba por cualquier otro lugar. Ahora el hombre se arrepentía de cada palabra que pasó por alto, cada mirada que esquivó y cada acercamiento que rechazó.
⸺Yo no sé qué hacía Vicente. Si hablas de pacientes me dejas igual. Si hablas de un laboratorio... yo... no entiendo... ¿Por qué... dime... cómo es que sabías mi dirección?⸺ insistió el hombre con tanto malestar que sentía náuseas.
⸺Sólo seguí tu olor.
Gustavo abrió grande los ojos, revivió la sensación de ser olfateado desde atrás con un escalofrío y luego se dirigió bruscamente en dirección al extraño que había llevado por voluntad propia. Apurado, se abalanzó hacia el interruptor y volvió a observarlo, esta vez bajo la luz del foco y lo hizo abiertamente, nada de disimular ni de sentirse avergonzado por el estudio indiscreto.
⸺¿Qué fue lo que te pasó? ¿Esto lo heredaste de tus padres? Creí que todos los de tu clase estaban muertos. ¿Te ocultaste y te atraparon? Dices que te escapaste de un laboratorio, ¿qué hacían con ustedes?
⸺Experimentos.
⸺¿Por qué? Dijeron que eran peligrosos. Mierda, incluso dejaron a la gente cazarlos.
⸺Lo dudo.
⸺¿Dudas? Yo lo vi. Lo recuerdo bien.
⸺¿Qué crees que soy?
⸺Pues un mutante. Tienes la piel así... y los ojos raros... Mira, no quiero sonar como un bastardo discriminador, pero te ves muy extraño. Yo... no creo que sea contagioso, sólo pienso que es muy evidente... el daño. Aunque nunca vi que a alguien se le pusiera así la piel por la radiación. Tampoco los ojos negros que tienes.
⸺Soy único⸺ aclaró sin molestia el tipo y a Gustavo no le quedó más que conformarse.
⸺Tengo que ir a trabajar.
El extraño asintió como si todo estuviera bien, Gustavo apretó los dientes y caminó hasta la cabecera de la cama donde descansaba Vicente, lo tomó con ambas manos con mucho cuidado y lo dejó en una esquina sobre una libreta para que no tocara el suelo. Luego miró con desconfianza al tipo, como si pudiera dañar de algún modo al menor, pero la expresión de ese sujeto era tan desconcertante como su apariencia. Había en su rostro, aunque costara leerlo, cierta aflicción y la vista, al menos así parecía, la mantenía fija en la urna.
⸺Si no voy a trabajar seré sospechoso inmediatamente considerando el revuelo en el noticiero, vendrían hasta aquí y te descubrirían. Yo... yo no he terminado de entender tu historia ni cuál es tu crimen, pero cuando regrese estaré dispuesto a escuchar. Hay algo de comida en esa caja⸺ indicó con la cabeza cuál⸺. El baño⸺ señaló con una mano la única puerta interior⸺, puedes ducharte si quieres. No tengo mucha ropa ni creo que te quede bien, pero la dejo a tu disposición. Sólo te pido que no salgas, si alguien te ve aquí, me meterás en serios problemas. ¿Entiendes?
⸺Sí.
⸺Me iré ahora. No toques a mi hermano. Volveré en unas horas.
⸺Está bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro