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9. ¡¿Qué es qué?!

Capítulo 9.

Me ayudó a levantarme y colocó su mano derecha en mi cintura para poder caminar. Miré a mi alrededor y seguiamos en ese bosque tan oscuro y frío. No me había dado cuenta de los detalles que tenía, rodé los ojos. Obviamente no me fijaria en detalles, estaba corriendo por mi vida.

—¿Estás bien?— preguntó suave a mi lado.

—Una cabaña. Había algo en una cabaña y nos encontrarán. Debemos correr.— hablé desesperada, lo había tomado con mucha tranquilidad.

—Ya no nos perseguirán, estamos bien.— seguimos caminando hasta encontrar una camioneta negra.

—¿Cómo...cómo me encontraste?— murmuré pero no respondió, abrió la puerta del pasajero y me adentro allí, luego él rodó el auto y comenzó a manejar.
—¿Estabas de turista? Había dos chicos más en esa cabaña ¿Cómo sabes que no están heridos o muertos?— recordé a la chica morocha y al chico que había tirado a una persona hacia otro extremo. Él siguió sin contestar.
—¿Sabes que puedo bajarme e irme corriendo como lo había planeado, no?— pregunté ya molesta por su actitud y por primera vez en la noche dirigió su mirada hacia mí.

—No están en peligro y tú tampoco. Relájate.— negué con la cabeza.

—Ellos saben donde vivo. Me buscarán...—

—No lo harán.—

—Si lo harán, ellos...— me interrumpió otra vez.

—¡No lo harán! ¡Están muertos!— gritó enojado y se me cortó la respiración.

¿Otra vez personas muertas? ¿Otra vez muertes? ¿Por qué no me dice nada con respecto de donde sabía que yo estaba allí?

—¡Dime cómo me encontraste!—

—¡Responderé todo cuando ya hayas descansado y calmado!—

—No me dirás que hacer.— crucé mis brazos.

—Lo hice y lo haré, así que cállate.— fijó sus ojos a la ruta. Idiota. Me encuentra y no quiere decirme cómo.

Siguió manejando hasta no sé dónde, mi vista estaba clavada en la carretera.
Realmente no me esperaba esto en mis dieciocho años, depender de un chico que apenas conozco ya que en otros lugares no solía pasar esto.

Nunca me reunía con gente, considerándolos mis amigos, salidas al cine o juntadas.
May es la excepción, no es mala persona o muy diva.

No recuerdo nada de pequeña, solo esas visiones que tengo.
Ellen siempre decía que iba a jardín de niños muy alegre, pero no lo recuerdo.
Dibujaba ositos o flores pero no lo recuerdo.

No recordaba nada de eso, nada de pequeña. Mis recuerdos comienzan en la preparatoria, cuando una Penny puso en mi casillero zorra, no había entendido el por qué, pero se rumoreaba que su novio la había dejado porque gustaba de mi.

Completamente ridículo, e idiota por pensar que yo también sentía lo mismo.

No recordaba a mis padres, la única amiga que tuve fue Kels, pero no la volví a ver.

Ellen decía que mis padres, quizás no tenían recursos para cuidarme, por eso me dejaron en la plaza. No lo encontraba razonable. Si no quieres a un bebé, lo dejas en un orfanato, no en una plaza, muerta de frío y con perros o gatos.

Recuerdo perfecto los consejos que me daba Ellen sobre amigos, pero no los escuchaba, le decía claramente que odiaba hacer amigos, luego de Kels no tuve otra amiga. A excepción de May, sentía que era cálida nuestra relación. Me hablaba de sus problemas y queria pasar tiempo conmigo. No veía ninguna señal de mentirosa.

La camioneta giró en un estacionamiento y luego salió de el. Abrí la puerta y vi que era una casa hogareña. Cuando ingresamos él se fue por un pasillo hacia el fondo.
Me quedé allí y luego froté mis brazos ya que me agarró un escalofrío, mi atención se fue a uno de ellos, recordando a la Manegra.

—¿Qué es una Manegra?— murmuré para mi misma. Esa cosa tendría el misterio de todo el mundo.

—Responderé a tus preguntas luego. Ven, tomarás una siesta.— pegué un salto cuando habló, pensé que estaba sola y no podía oírme. Literalmente había susurrado.

—No descansaré hasta llamar a mi madre.— crucé mis brazos.

La voz de Ellen había sonado tras ese teléfono y sabía perfecto que era ella pero no lograba entender por qué había mentido.

—Estarán esperando a que llames a Ellen.— imito mi acción.

—Pues que esperen, yo la llamaré.— saqué mi celular de mi buzo que no tenía idea que estaba allí todo este tiempo.
Lo había sentido cuando estábamos caminando por el bosque. Sinceramente pensé que lo había perdido en esa corrida desesperada. 
Se abalanzó hacia mí tratando de sacarme el teléfono.

—No.— me miró fijo.

—Es mi madre.— rete su mirada.

—¡No lo es!— gritó enojado y quise correrme pero me tenía atrapada con sus brazos.
¿Por qué había dicho eso?
Debía mentir mejor.

—¿Por qué dices eso? ¡Claro que lo es! ¡Suéltame!— grité empujando sus hombros y él se aleja enojado.
¿Por qué se enfada? Yo debería estar enfadada.

—¿Por qué quieres llamarla?—

—Porque sí y ya.— marqué su número en mi teléfono y lo puse en mi oreja.
Soltaron los tres pitidos y no respondía. No me voy a rendir.
Marqué otra vez y al segundo atendió.

¿Skyler?

—¿Estás trabajando?— pregunté con miedo. Por primera vez en mi vida, tenía miedo.

Si, mañana iba a llamarte para decirte que tendré que estar dos días más aquí. Me necesitan en un caso. Perdón por no responder a tus últimos mensajes.— suspire tranquila. Ella estaba bien.

—¿No tuviste visitas?—

¿Visitas? No. La única visita que tuve fué un cafe con mucha azúcar de parte de Luke. soltó una risa.

—De acuerdo...— entonces nadie la fué a buscar. —Cuidate.—

Tú también Sky.— cortó la llamada mientras me sentaba en un sillón.

Alguien había modificado la voz de Ellen para que parezca ser de ella. Nunca me había llamado para ir al departamento.

—¿Satisfecha?— levanté la vista encontrándolo apoyado en una columna con los brazos cruzados.

—No. Quiero respuestas.—

Él, claramente, me las daría.

—Será mañana, ahora a dormir.— giró sobre sus talones y bufé indignada.
Seguí sus paso hasta una habitación en la que había una cama con una toalla arriba de ella.
—Báñate.— abrió otra puerta y era el baño.

—¿Dónde dormiré?— agarré la toalla que también tenía un bóxer con una camisa.

—Tienes dos opciones. Cama o sillón.— sonrió de lado. Era una broma.

—¿Dónde dormirás tú?— cuestione dudosa.

—En mi cama.— se encogió de hombros. Ingresé al baño enfadada, tendría que dormir en el sillón.

Me bañé con lo que tenía, había un jabón allí y lo usé, me sequé con la toalla que me había dado y me puse su bóxer con su camisa arriba.
Sentí un aroma que era familiar, lo había olido antes.

Salí de allí secándome el cabello y él se encontraba tirado en su cama mirando TV. Su vista se dirigió directamente a mis piernas. Me sentí estúpida, mis piernas no eran nada de otro mundo. Eran piernas.

Se dirigió al baño y yo me observé en la pantalla del teléfono para peinarme con mi mano. Deje la toalla en el respaldar de su cama y salí de su habitación, quiero tomar algo pero no sabia si había algo para tomar, además tendré que pedirle una frazada.

—¿Dormirás aquí?— preguntó secándose el cabello negro con una toalla, su torso estaba desnudo y traía un pantalón de dormir.
Asentí con la cabeza en cuanto me vio.

—Necesito una frazada.—

—Sólo tengo las de mi cama.— sonrió y bajó su cabeza para secarse la nuca. En ese momento levanté mi dedo corazón.

—De acuerdo.— me acosté en el sillón y bajé lo más que pude la camisa.

—¿Puedes ir a la cama?— preguntó sin mirarme.
No contesté, cerré los ojos para no verlo e intente dormir aun que la luz estaba encendida.
—Por favor.— murmuró pero seguía en mi posición.
No me dará ordenes y si las da, no voy a obedecer.

Luego sentí un brazo en mis piernas y otro en mi cintura.
¿Está bromeando?
Abrí los ojos y vi que caminaba a la habitación conmigo en brazos. ¿Qué le pasa?

—Estoy agradecida de que me hayas salvado pero esto no lo permitiré.— hablé enfadada pero él no me hizo caso, es más me dejó en su cama.
—¿Qué haces?— vi que me arropó y él se colocó otra camisa.

—Duerme bien.— aclaró mientras se ponía unas zapatillas.

—Espera. ¿Te irás?— pregunté asustada. ¿Y si me metieron un rastreador?

—No te importa.— agarró su teléfono e iba a salir de la habitación pero me levanté rápido de la cama para agarrar su brazo.

—¿Puedes...puedes quedarte?—
Me sentía una inútil en este momento, ya no era dura, estaba asustada. Me molestaba que duerma en la misma cama, pero lo necesitaba en el mismo lugar. No quería quedar sola. No después de que pudieran encontrarme tan fácil y que me secuestraron tan fácil.
Sentí como se relajo y observó mi rostro.

—¿No quieres que me vaya?—

—No te hagas el importante.— solté su brazo cuando sonrió.

Caminé hacia la cama y me acosté dándole la espalda.
Escuché cómo tiraba las zapatillas para otro lado y seguramente se había sacado la camisa.
Sentí como se hundió esa parte de la cama y pude acomodarme bien.
Su brazo rodeó mi cintura y bufé.

—Oye, respeta.—

—Pues date la vuelta.— acercó más su pecho a mi espalda y yo pellizco su mano derecha que se encontraba en mi abdomen.
—¿Piensas que eso me duele?— preguntó sobre mi cabeza. Había sentido su respiración en mis cabellos.

—Suéltame...— retiró su mano pero sé que seguía en la misma posición.

—Buenas noches.—
Con un suspiro dije.

—Buenas noches.—

[*]

Vi a una señora estaba hablando con un hombre de cabello blanco y dirigían sus miradas hacía mi.
¿Es un sueño o un recuerdo?
Recordaba que estaba durmiendo en casa de Ojos grises. Sólo espero que no me haya movido tanto.

¿Es posible que este despierta y no pueda moverme?

El señor sigue intercambiado palabras con la señora de cabello chocolate, quién era la misma que había hablado en mis visones o recuerdos.

Él se fue con ella a otro lugar, dejándome sola en un pasillo. Supuse que era un hospital ya que era todo blanco, pero lo que no logre ver fue a una persona que se dirigía hacia mi velozmente.

Estaba encapuchada y completamente negro y borroso. Me alzó con sus brazos mientras yo seguía con el osito en manos, giré mi vista hacia la señora que venía corriendo para detenerlo pero no alcanzaba. Era demasiado veloz.

Atravesamos unas puertas de vidrio y bajó las escaleras del edificio, entramos a un auto y el conductor aceleró lo más que pudo.
Miré por la ventana y comencé a gritar pero me detuvieron, poniendo una mano en mi boca.

Me senté sobre la cama respirando agitado, ahora sí estaba despierta. Muy despierta.
Sentí que me habían asfixiado, como si el cuello se me hubiera cerrado.

—¿Siempre te levantas así?— habló Ojos grises muy ronco, se estaba refregando un ojo.
Parecía un niño.
Abrí los ojos ¿Yo pensé eso?

Miré su posición y claramente se había despertado por nuestras piernas, estaban enredadas y al encerrarlas con mi acción puede que le haya dolido.

Llevé una de mis manos a mi cuello y respire. Fue tan real ese sueño.
La señora era la misma que había hablado antes, pero ¿Quién era el señor canoso?
¿Serán parientes? ¿O un doctor?
Coloqué mis palmas en mi rostro ¿Por qué me ocurre esto ahora?

—¿Estás bien?— puso una de sus manos en mi espalda.

—Cuéntame todo ya.—

—¿Qué quieres que te diga?—

—Todo. La Manegra, cómo me encontraste, los chicos que supuestamente están muertos en la cabaña. Todo.— miré sus ojos en cuanto lo dije.
No quiere contarme pero lo necesito.
—Si me cuentas yo también te diré algo.—

Si le contaba sobre mis visionas quizás, pueda ayudarme. Pero no quiero eso, solo quiero saber cómo hizo todo lo que hizo.

—Sólo quiero que sepas que yo soy humano. No importa lo que los demás digan— murmuró y fruncí el ceño.
¿Y qué pasaba con sus ojos?

—De acuerdo.— se acomodó en la cama y miró a cualquier punto, menos a mis ojos.

—La Manegra es un demonio en carne de humano y pertenece a un "culto"...que lo envían...los vampiros.— miró sus manos y yo dejé de respirar.

¡¿Qué es qué?!

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