40. No respondí.
Capítulo 40.
Trote fuera de la cabaña y esperé a que alguien saliera.
Había hablado sobre muchas cosas con mi padre. Ya estaba amaneciendo y debíamos volver a nuestras actuales vidas. Le había informado que hoy mismo iría con él por la tarde. No quería esperar.
—Supongo que quieres ropa.— May salió de la cabaña y me senté.
—Ten. Cubrete.— por primera vez, consideré. ¿Cómo me transformaba? ¿sólo debía pensar en eso y ya?
Cerré mis ojos y con todas las fuerzas que tenía, comencé a sentir dolor en mis brazos y piernas. Al rato sentí una frazada cubrirme y miré a May.
—Estás horrible.— rió y reí junto a ella.
—Estoy espléndida. Necesito bañarme para ir con mi padre. ¿Tú cómo estás?— May dejó de reír y me miró confundida. Yo, sonriendo, caminé hacia la cabaña.
—Yo estoy bien pero ¿estás segura de eso?— preguntó y fuí a mi habitación junto con la ropa que me dió.
—Claro que si ¿por qué no lo estaría?— abrí la puerta del baño y se me hizo raro no encontrar a Dylan en la habitación.
—¿Has visto a Dylan?—
—Fue a cazar.— sentí mi sangre hervir.
—¿A cazar?— me giré a verla y por su rostro sé que estoy endemoniada.
—Te pareces a la del exorcista. Con los pelos levantados y ojos rojos. Joder, das miedo.— gruñí.
—¿Fue a beber de otra?—
—Supongo. Estaba enojado anoche.—
—No debería.— me adentre al baño y escuché que ella se iba.
¿Por qué enojado? Yo solo quiero estar con mi padre. ¿Acaso eso es malo?
Al enjabonarme salió mucha tierra de mi cabello y cuerpo.
Habíamos jugado en forma lobuna. Hace mucho que no siento este tipo de felicidad. Había encontrado a mi padre.
Me bañé dos veces porque odiaba estar con tierra en el cabello y salí envuelta en una toalla mientras me secaba el cabello con otra.
Ví a Dylan sentado en la cama y cuando levantó la cabeza, tenía sangre sobre su camisa. La olí y era de otra zorra.
Es obvio que mis ojos se pusieron rojos.
—¿Acaso te alimentaste de otra zorra?— subió sus cejas, mostrando superioridad.
—Puedo beber lo que quiera, como tú haces lo que quieres.—
—¿A si?— me acerqué y rompí su camisa.
—Pues si hago lo que quiero, no puedes estar con esto en donde estoy yo.— vi su torso cubierto con la poca sangre que había de esa zorra.
—Y mucho menos venir con sangre de zorras. Porque tú eres mío.— susurré en su cuello y lo mordí.
Dejando que un poco de su sangre se derrame en su torso. Me senté sobre sus piernas y lo acosté. Comencé a beber una gran cantidad y bajé sobre su torso para limpiarlo con mis labios. Saqué la sangre seca que había de la zorra y lamí cada centímetro.
—¿Ahora reclamas?— miré sus ojos.
—No es reclamo. Eres lo que me pertenece asi que cállate.— me observó confundido.
—Has cambiado un poco.— me senté sobre él y me encogí de hombros.
—No mucho.— me observé y ví que tenía manchada la toalla.
—Gracias al diablo no me has machado con tu sangre, me debo ir.— bajé de su regazo.
—¿A dónde irás?— comencé a cambiarme sin inmutarme. Él me había visto de muchas maneras.
—Con mi padre.— sonreí pero lo ví desviar su mirada.
—¿Por cuanto tiempo?— me encogí de hombros.
—No lo sé. Hasta cuando quiera.— apoyó sus brazos sobre sus rodillas.
—¿Hasta cuándo quieras? ¿piensas dejarme?— se quejó algo dolido.
—Pienso pasar tiempo con mi padre.— terminé de ponerme la camisa.
—Hace unos días no decías lo mismo.—
—Pues ahora es lo que más quiero.— susurré y escuché una risa.
—¿Cómo me alimento? Debo beber sangre de alguien más.— me giré.
—Tu no harás nada de eso.— subió una ceja.
—Volveré a la noche y que no te encuentre con una zorra.— subió los hombros.
—No prometo nada.— gruñí y me fuí hacia él. Lo lancé hacia la cama mientras reía.
—Lo haces apropósito.— giró sobre mí.
—Creo que es mi turno.— susurró y se dirigió a mi cuello rápidamente para morderlo. Gemí alto y lleve mis manos a su cabello. Lo acaricie mientras él seguía bebiendo a gran cantidad. —Joder. Es más deliciosa.— lamió donde habia mordido y pasé la mano sobre su cuello. Sintiendo la marca que le deje.
—Tienes una marca.— me acerqué a él.
—Es mi mordida.— fruncí el ceño. _Antes no se marcaba.—
—Ya no eres como antes.— miré sus ojos y por un momento me perdí.
Sentí...ser yo misma. Volví a tener ese sentimiento de empatia con él. Me acerqué y plante un beso en sus labios.
Me volvía loca y por supuesto me encantaba sentirlo cerca mío.
Su lengua se aproximó y la disfruté antes de recordar que debía irme.
—Espera.— me separe un poco pero él seguía sobre mi.
—Debo irme.— susurré.
—Sal de... ¡Ah!— grité cuando rompió mi camisa y mordió mi pecho. De acuerdo, esto se esta yendo del carril y lo hizo extremadamente rápido.
—Dylan, no.— gemí y con sus manos bajo mis pantalones. Oh no.
Una de sus manos se había metido entre mis pantis y seguramente la otra estaba intentando sacarse los pantalones.
—Sabes que puedo detenerte.— suspire.
—Pero no quieres.— pasó la lengua sobre mis pechos y bajó su cabeza.
—Me deseas.— en cuanto llegó a mi parte sensible, sentí vibrar todo mi cuerpo.
Lamió, besó y disfrutó de mis gemidos que no eran nada silenciosos. Joder. No podía con tanto placer. Jamás habíamos intentado sexo oral y creo que lo haría todas las noches a partir de ahora.
Dejé mis manos a los costados y escuché como rompía el colchón con mis uñas o dedos por la presión que ejercía.
Subió por mi cuerpo y sentí su erección sobre mi muslo derecho. ¿Desde hace cuanto no estabamos por hacerlo?
Acaricie su mejilla cuando tenía sus ojos en los míos y sentí que entró. Firme y seguro.
Arremetio otra vez y ambos nos sumergimos en una burbuja. Eramos sólo nosotros y simplemente me encantaba tenerlo así. Sólo para mi o para mi disposición.
Besó mi cuello mientras me agarraba de su cabello.
Al rato, después de llegar al orgasmo me dijo las palabras que antes me encantaban.
—Te amo.— susurró.
No respondí. Sentía que esas palabras no debía decirselas a él. Sólo sonreí y lo besé.
—No cambiarás de opinión.— hice un puchero.
—¿Debería?— sonrió y se acomodó sobre mi.
—¿No te convenci?— negué con la cabeza.
—No.— rodó los ojos.
—Sal, que debo irme.—
—Skyler.—
—Dylan, ¿En serio creías que me convencerias de quedarme con sexo?— subió sus cejas.
—¿Sexo?— preguntó remarcando la palabra.
—Si.— me observó intentando buscar algo pero negó.
—No quiero que te vayas.— mordí mi labio.
—Yo si quiero irme.— sonreí y vi algo en sus ojos que no entendí. Suspire al ver que no se apartaba y lo empuje para un costado.
Me levanté y tomé una toalla.
—Ahora por tu culpa debo bañarme otra vez.— regañe y fuí a ducharme.
Una vez lista, salí de la habitación dejando a Dylan en ella. ¿Qué se trae? Es mi padre, no puedo no ir a verlo o vivir con él.
[*]
—Esta es la parte en donde nos juntamos para organizar todas las fiestas.— me señalo una cabaña y sonreí alegre.
—Allí esta la feria.—tomó mi mano y sonrió.
—Ven, echemos un vistazo.—
Caminamos y ví un montón de tiendas que vendían cosas artesanales.
—Obviamente tienen su trabajo en la ciudad pero les gusta venir aquí para sentirse en familia.& miré a mi alrededor que estaba lleno de niños y familias.
—En manada.— continuó.
Joder esto es una maravilla.
—Me encanta este lugar, papá.— entré a una de las tiendas que había allí en la feria.
—Te equivocaste de tienda.— rió y miré a la señora de las cartas. ¿Acaso era adivina?
—Oh, princesa. Buenos días, es un placer tenerla aquí, señorita.— comenzó a sonreír muy contenta.
—Si, yo también estoy muy emocionada.— me quise ir pero ella me insistió a jugar a las cartas.
—Siéntate.— miré a mi padre que me sonrió cauteloso. Él sabía como era esta mujer.
Observé las tres cartas que había frente a mí y esperé.
—Veamos.— dio vuelta una de ellas y era una mujer con un hombre con copas.
—Es el Dos de Copas.—
—¿Qué significa?—
—Compromiso, amistad, amor, asociación, relación. El amor de un padre.— miré a mi papá que me observaba intrigado.
—Las relaciones. Todo esta enlazado.—
—Espléndido.— sonreí. Ella miró a mi padre y giró la carta.
—Oh, Reina de espadas.— me mostró la carta.
—Hablemos de tu presente. La carta me dice que esperes el consejo de un anciano que tal vez sea mujer. Es posible seguir siendo independiente aunque aceptes la ayuda de tus amigos.— asentí no muy convencida.
—Falta la última.— giró la carta y mostró una copa.
—El As de Copas. Esto implica tu futuro. Las dificultades que enfrentas en el futuro dañarán tus emociones, pero al final traerán gran alegría. Recordar este equilibrio natural te traerá grandes recompensas.— me aseguró. Sus ojos celestes y mejillas arrugadas me mostraban una confianza que jamás me habían demostrado.
—Muchas gracias por esta revelación.— me levanté.
—De nada querida. En conclusión...— me fuí con mi padre y la observé.
—Tu padre es lo mejor que te ha sucedido.— asentí de acuerdo con ella y me brindó una sonrisa cálida.
Mi padre sujeto mi cintura y salimos de la tienda. Joder, ahora me daba cuenta que hacia calor.
—¿Puedo comprarme un vestido?— miré una tienda que había ropa de verano.
—Te lo darán gratis. Así debe ser.— sonreí. Quizás ser princesa me sacaría provecho.
Fuí a la tienda y no tardaron en ofrecerme varios modelos de vestidos y joyas de la tienda de al lado. Me sentí triunfante. Joder. Me gustaba que me den todo.
Tomé un vestido rosa con amarillo muy pálido ambos colores y me fuí al probador. Me cambié de ropa y me dieron unas sandalias de regalo junto con un collar pero al ver que tenía el de Dylan, una parte de mí, no quiso sacarlo. Lo dejé puesto y salí del provador con la ropa en la mano haciendo que golpee a alguien.
—Disculpe.— subí mi mirada y ví a un chico con cabello negro puro y ojos celestes.
—Princesa.— me saludó y se mantuvo un poco serio.
—¿Ya nos conocemos?— pregunté. Se me resultaba muy conocido ese cabello y más sus ojos.
—¿Eres el lobo negro?— sonrió de lado egocéntrico.
—Y tú eres el blanco.— asentí mirando sus pequeñas pecas.
—Veo que conoces a Derek.— llegó mi padre y se quedó a mi lado.
—Si, es...bueno.— susurré tragando saliva.
—Es más que eso.— se observaron y ví que seguramente intercambiaban palabras con las miradas.
—Deberíamos organizar algo para presentarte ante todos.—
—Que no sea un baile.- murmura Derek.
—¿Desde cuando hacemos bailes?— pregunta ofendido mi padre.
—Haremos una fogata en conjunto como siempre. Salvo que ahora ella será el centro junto a mi.— sonreí ante esas palabras.
—Gracias, papá.— besó mi cabeza y salimos de la tienda mientras que la mirada de Derek me pasaba por todo el cuerpo, lo sentí.
Caminamos rumbo a una banca de madera, en el trascurso una chica llevó mi ropa a mi habitación en la que dormiría.
Me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro mientras me abrazaba.
—Te extrañe durante diecisiete años.— comenzó y ya me sentí triste.
—Aún recuerdo cuando Dylan te llevó con tu madre y te hizo galletitas junto con la leche. Merendamos juntos y no sé sí lo recuerdas pero evite que te caiga leche hirviendo en tu cuerpo. Estabas jugando con él y casi sucede algo horroroso.— me concentré en buscar ese recuerdo pero no podía.
—Oh, no lo recuerdo.— susurré.
—Eras pequeña. Además él te borró los recuerdos.— fruncí el ceño molesta. Joder. ¿Borró todos los recuerdos con mi padre?
—No debió hacerlo.—
—No. Sacó todos los recuerdos de tu madre también.—
Es cierto.
—Pero ahora estamos juntos asique no te preocupes, quizás pueda devolverte los recuerdos.—
—Si regresaron algunos.—
—Lo sé pero no son todos. ¿Hay cosas que te cierran?— pensé concentrándome.
—Él...tiene una ficha médica en el hospital y no puede ser posible porque él es inmortal.—
—Tienes razón. Luego lo averiguaremos.— me abrazó por los hombros.
—Sólo concéntrate en que haras ahora, a mi lado, Skyler.— sonreí.
—Te amo, papá.—
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