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💉| Capítulo 1. |💉

PAIN-OFF
CAPÍTULO 1.
PAPÁ DANGO

—–¿Cómo se encuentra doctor?—preguntó Tadaomi, tomando la pequeña manita de su sobrina. Su semblante era serio, y su intriga por saber como iba la salud de la pequeña era cada vez más grande.

Estaba expectante y con cierto nerviosismo ante las noticias, el escuchar al doctor manipular el mouse y el teclado de su computadora le era un poco desesperante.

—–Pues... el sistema digestivo y respiratorio parecen estar sanos.-dijo el doctor, observando el reporte del historial clínico de la niña.—–¿Aún no hay señales de que puedas sentir el mínimo espasmo?—preguntó, esta vez dirigido a la niña.

La pequeña de cabello violeta, que tenía la cabeza recostada al brazo de su tío, asintió con lentitud y cansancio. Se habían levantado muy temprano para ir a la cita, y Kira no había conciliado el sueño muy bien la noche anterior, por lo que sólo deseaba llegar a casa y dormir.

—–¿Ni si quiera un poco?—volvió a preguntar el doctor. Kira volvió a negar con pereza, como era de esperarse.

La enfermedad que ella posee no tiene cura, es simplemente algo con lo que tiene que vivir el resto de su vida, soportando burlas y tomando muchas más precauciones a la hora de hacer muchas cosas que niños normales harían sin problemas, aguantando el hecho de que no podía hacer mucho por temor a herirse gravemente y no enterarse de ello. Afortunadamente, cuenta con tratamiento, pero eso no omite el hecho de que ella debe ser monitoreada por las niñeras o sus acudientes a cada momento cuidando de que lo que haga no vaya a ser dañino.

Ella estaba aburrida de eso. Estaba molesta y cansada, no sólo fisicamente, sino que también estaba harta de tener que ser vigilada todo el tiempo y no poder tener una vida normal, como la de otros niños.

La pequeña soltó un bostezo cansado, cerrando los ojos por un momento. Tadaomi observó a su sobrina enternecido, estaba cansada y se podía notarlo en sus acciones llenas de pereza. Sonrió ladinamente al verla dormir, tan tranquilamente que por un momento se olvidó de lo irresponsables que eran los padres de esta pobre pequeña. Levantó la mirada para observar al doctor, escuchando atentamente las recomendaciones que tenía que decir para tomarlas en cuenta, pues esa era su tarea, cuidar de su sobrina.

—–Bueno... La próxima cita será en dos semanas a las 5:00pm. Agradezco la puntualidad. Las recomendaciones son las de siempre: mantenerla vigilada para que no se lastime y si es así, sus heridas deben ser tratadas de inmediato. Es normal que sienta sueño, los medicamentos que se toma causan somnolencia para mantener al paciente tranquilo la mayor parte del tiempo...—exclamó el doctor.

—–¿No hay forma de cambiarlos? Ella está en la escuela, y los profesores se quejan por siempre encontrarla dormida en su escritorio. ¿No existe otra pastilla a parte de esas?—cuestionó Tadaomi.

Desde que Kira nació, él siempre ha demostrado ser quien se preocupa por todo lo que gira al rededor de su sobrina. Él le compra los medicamentos con el dinero de su hermana y cuñado, se preocupa por sus calificaciones -Con las cuales nunca han tenido problemas- , la lleva a la escuela y también pasa el tiempo con ella cuando el trabajo no se lo impide. Tadaomi es todo para Kira, y para la pequeña Kira, su querido tío Tadaomi es todo para ella.

El doctor pareció pensarlo, acomodó sus gafas y asintió con una pequeña sonrisa. Apartó su silla rodante del escritorio y buscó en las gavetas una caja.

—–Me temo que sólo existen éstas. Pero recomendaría no suministrarlas ya que podría causarle insomnio.—agregó el doctor.—–Yo sugeriría que hablara con los maestros de la niña para llegar a un acuerdo y que le tengan más comprensión. Podría darle una excusa médica si gusta.

Gracias a que el mundo también está lleno de buenas personas, entre esas este doctor. Tadaomi sonrió y asintió, aceptando a la sugerencia del profesional y terminada la conversación agradeció su apoyo.

—–Muchas gracias, Doctor Furukawa.—agradeció Tadaomi. Tomando en sus manos la hoja de la excusa médica.

Despertó a la niña, y ambos se fueron al estacionamiento para subir al auto y conducir de regreso a casa.

Tadaomi observó por el retrovisor, Kira estaba despierta mirando por la ventana, pequeñas gotas de lluvia estaban comenzando a caer, y pudo observar como entre las tiernas mejillas de la chica se formaba una sonrisa. A Kira le agradaba ver las gotas caer, y soñaba con alguna vez poder bañarse entre la lluvia sin riesgo a que le de gripe.

Ella soñaba con no haber nacido con esa enfermedad.

—–Kira.—llamó Tadaomi, sin apartar la vista del camino.

La pelimorada volteó a ver a su tio, con una sonrisa pequeña.

—–¿Qué sucede, tío Tadaomi?—preguntó curiosa.

—–¿Te gustaría a acompañar a tu tío a comer hamburguesas?—sonrió, esperando a la respuesta de Kira.

Ella asintió emocionada, casi daba saltitos en su asiento. La imagen de ver a su sobrina feliz causó en Tadaomi un sentimiento muy satisfactorio. A él le fascinaba ver a su sobrinita cambiar ese gesto triste y cansado de siempre por esa brillante sonrisa que cargaba.

—–¡Si, Por favor, tío Tadaomi!

Fue así como el hombre de traje condujo hacia el restaurante más cercano. Pidieron papas fritas y refrescos, y claro, hamburguesas. Luego, se encargó de llevar a su pequeña sobrina a casa, en donde quedaría bajo custodia de sus niñeros.

Para Tadaomi se sintió bien haberle regalado un rato alegre a su entristecida sobrina, que simplemente quería ser como todos, y no tener que ser tratada como a alguien extraño para los demás, fue lindo de su parte haberle hecho olvidar al menos por un momento que la vida no era tan mala después de todo, y de hecho, a pesar de la ausencia de sus padres aún existía gente buena en el mundo.

—–¡Gracias, tío Tadaomi, la pasé muy bien contigo!—sonrió la niña antes de despedirse. Dándole un abrazo cálido a las piernas de su tío.—–¡Vuelve a visitarme otra vez, por favor!—exclamó alegremente.

Ese era el rostro que ella merecía tener todo el tiempo.

Kira no merecía pasar por lo que estaba pasando.

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—–¡Tenga cuidado señorita Kira!—rogó una de las niñeras, observando con preocupación como la niña caminaba sobre el borde de un muro con los brazos abiertos, haciendo de equilibrista.

Kira por otro lado estaba contenta, pues sus padres por fin estaban con ella, Y al menos podían pasar el rato familiar que tanto anhelaba.

—–Tranquila, Kurumi-san. Voy a estar bien.—asintió la niña distrayendo su mirada para voltear a ver a su niñera.

La cual, y no me sorprende, era la única que se preocupaba por el bienestar de la niña. Caso contrario de sus padres, los cuales no pronunciaba palabra alguna.

—–¡Ah!—chilló la pequeña al caer, quedando plasmada contra el suelo.

—–¡Señorita Kira!—alertó la niñera, echando a correr para socorrerla.—–¿Está usted bien?—habló, ayudando a la niña a levantarse.

—–¡Déjala que se caiga! De todas formas ni puede sentir dolor ¿Por qué tendría que importarte?—exclamó la madre de Kira, Tsuki, acercándose a ambas.

El Señor Issei, su padre, también se acercó, observando a su hija con cierta decepción.

—–¿Señora Tsuki, como puede decir eso? ¿Qué tal que se le haya roto un hueso y ni sepamos?—reprendió la niñera, molesta por la indiferencia de la propia madre a su hija.

—–¿Y tú con quien crees que estas tratando? No soy ninguna amiga tuya para que me hables así, ¿¡Entendido!?—–Tsuki claramente estaba molesta.—¡Si no quieres que recorte tu sueldo vas a tener que respetarme!

La niñera Kurumi no pudo decir más, sólo podía quedarse callada y no comentar más sobre el tema si no quería consecuencias. Pidió disculpas y se apartó de la niña, quién temblaba levemente al ver a su madre enojada. Después de todo, esa modelo no era muy abierta a las demás opiniones después de todo, era soberbia y caprichosa, simplemente alguien que no merecía convertirse en madre.

El padre de Kira, por otro lado, estaba tan dominado por las actitudes de su esposa que ni siquiera hablaba en presencia suya. En definitiva, una familia disfuncional.

—–¡Y tú, deberías obedecer! No tengo tiempo para ir corriendo al hospital cada vez que se te da por lastimarte. ¿¡Haz entendido!?—reprendió a su hija jalando su cabello.

Kira hizo una mueca mientras sus ojos comenzaban a aguarse, culpándose a sí misma por haber arruinado ese momento familiar tan limitado que se pinta. Muy pocas veces sus padres están para ella, y de hecho, nunca lo han estado. Lo único que Kira quería era que sus padres la vieran no como un estorbo al que debían proteger, sino como una niña que podía superar retos y subir muros, que podía ser alguien de quien podrían enorgullecerse. Pero al parecer, para sus padres Kira se volvió una piedra en su camino a la riqueza.

—–Lo siento, madre...—murmuró Kira, entristecida.

Su madre chasqueó la lengua y la soltó, encendiendo un cigarrillo al terminar. Dio la orden a su marido de ir a buscar el auto e irse, ya que a la noche tendrían que volver a trabajar.

Al llegar a casa, las enfermeras contratadas atendieron a Kira y afortunadamente sólo sufrió raspones. Normales para una niña curiosa. Después de eso, no pudo salir más de su habitación, entreteniendose sólo con sus muñecos de peluche y juguetes, mientras que por su ventana observaba a los otros niños jugar felices.

—–Detesto ésta vida...—susurró la pequeña para sí misma.—–Sólo quiero ser normal...

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6 años después...

Los años transcurrieron normales para Kira. La misma rutina de siempre, visitar al doctor y tomar pastillas contra la epilepsia y muchas vitaminas ya casi se volvía parte de ella. Era parte de su vida. Gracias a los rotundos cuidados que se tuvieron, los doctores le calcularon una esperanza de vida mucho más larga, incluso podría vivir tanto como una persona sana, y esto le alegraba.

La joven ya contaba con 10 años, casi 11 en realidad, y a pesar de que su condición médica parecía estar mejorando, las cosas en su ámbito social no daban chance de dar cambios positivos.

Por ejemplo, en la escuela o en sus clases de Ballet. Todos la juzgaban como si tuvieran el derecho, gracias a esto, la joven de diez años comenzó a adoptar una posición esquiva ante los extraños con el pasar de el tiempo.

Hoy, Kira estaba siendo llevada a la escuela por su tío. Y aunque anteriormente solía emocionarla, Kira no lucía animada de volver a clases de nuevo, pues para ella la escuela era otro centro de tortura. Sin embargo, esto también ingresaba en la lista de su rutina.

Los profesores constantemente le perdían la paciencia, sus compañeros se burlaban de ella todo el tiempo por su condición, y, aprovechándose de su síndrome, incluso le pegaban.

Kira ya estaba harta de esto. Sólo quería de una vez explotar. Esta vez, la pequeña y callada niña de cabello violeta saldría como un tigre amenazando con sus garras. Esta vez se acabaría tanta tontería. Y tal vez, sólo tal vez, podría ser libre.

—–Muy bien alumnos, repartiré los exámenes ahora. ¿Les parece?—habló la maestra, acomodando las hojas de exámenes ya calificadas.—–Shoji Oka.—llamó, y una niña fue a recoger su exámen.

—–91...—sonrió la niña. Volviéndose a sentar.

—–Daruma Haru.

—–¡86!—excalmó el chico, alegre de su calificación.

—–Issei Kira.—llamó de nuevo. La niña de cabello violeta se levantó, y todos en el aula hicieron silencio, esperando a que ella recogiera su examen.—–Felicitaciones señorita Issei, de nuevo una calificación perfecta.

Los demás alumnos se mostraron molestos. ¿Cómo alguien que duerme demasiado en clases puede sacar notas tan altas? ¿Qué hacía? ¿Cuál era su truco? Les parecía injusto. Esta vez en la salida las cosas se pondrían feas para Kira.

El resto del día transcurrió en clases normales. Como siempre, Kira no hablaba mucho, ni siquiera se hacia notar. Simplemente estaba en el fondo del curso, con su cabeza apoyada en la mesa mientras dormía, pues los medicamentos solían darle sueño.

La campana sonó, indicando a los niños que era hora de regresar a sus casas. Ellos expresaron su descontento e intolerancia a Kira, dándole una de sus cotidianas molestias y palizas.

Ella sólo se mantuvo en silencio hasta que se acabó.

De nuevo, Kira estaba castigada por haberse dormido en las clases y haberse peleado con sus compañeros nuevamente. Así que ahí estaba ella, limpiando su salón de nuevo.

Pero esta vez, ella tenía un plan. Ella sabía lo que estaba por pasar, por eso estaba tan relajada.

Ante la inminente masacre que estaba por ocurrir.

—–¿Crees que eso funcione?—preguntó uno de sus compañeros, mientras observaba a la niña barriendo el suelo.—–¿Seguro?

—–Solo le haremos una broma. ¡Ocultense, ahí viene!—Ordenó el otro, yéndose a ocultar con los demás.

Un grupo de cinco niños esperaban a que Kira saliera del salón para volverlo a ensuciar, así le tendrían más trabajo para la "fenómeno" sin tacto alguno. A penas Kira se retiró del salón en dirección desconocida, el grupo de los niños aprovechó para entrar y ensuciar de nuevo el salón.

Las luces se apagaron, causando que las dos niñas del grupo se asustaran y se abrazaran entre sí. El líder de ellos pidió que se tranquilizaran. Encontró unos fósforos en el escritorio y los encendió, para ver que había ocurrido.

Era una trampa.

Una de las niñas se cayó por un tropiezo, causando que el niño poseedor del fósforo lo dejara caer al suelo.

En vez de apagarse la llama, se extendió por todo el suelo, Y en cuestión de segundos el salón estaba siendo incendiado.

La pequeña escuela estaba siendo consumida por las llamas, mientras que la inocente y tranquila Kira caminaba arrastrando los pies hacia la salida.

Había cobrado su venganza, y era hora de pagar por su pecado.

Sonrió inconscientemente, mientras ligeras lágrimas corrían por sus mejillas, escuchando los gritos de sus compañeros consumirse entre las llamas. Música para sus oídos.

Abrió los brazos de lado a lado, y se dejó caer por la gravedad escaleras abajo. Su sonrisa se mantenía, no sentía dolor alguno y era consciente de que las rudas llamas pronto alcanzarían su cuerpo para así incinerarlo y convertirlo en cenizas al igual que hacían con la escuela. Ella moriría.

Simplemente fue su decisión.


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Las cosas estaban tranquilas en el trabajo. La oficina de Tadaomi Karasuma estaba completamente en silencio, y él ya casi acababa su reporte, una vez terminado iría a buscar a su sobrina como siempre. Era simple rutina.

Una llamada a su teléfono lo distrajo, llamo toda su atención y era de un número desconocido.

Respondió.

—–¿Hola?—expresó seriamente y con simpleza, esperando a que la persona que llamara le diera la razón.

—–¿Habla Tadaomi Karasuma?—dijo una mujer, al otro lado de la línea.

—–Él habla.

—–“Bien... Llamamos desde el hospital. Era para informarle que su sobrina, Kira Issei, sufrió un accidente y la tenemos internada en cuidados intensivos. La pequeña sufrió quemaduras leves y un golpe en la cabeza, está inconsciente. Agradecería que me diera el número de sus padres o algún contacto con ellos, ya que no responden.dictó, la voz de la enfermera.—–“¿Hola...? ¿Hola...?

Colgó. No podía creerlo, ¿Cómo pudo ser tan tonto? Era todo un imbécil. Su sobrina estaba en peligro, y no estuvo ahí para protegerla cuando debía.

Se supone que trabajaba para el Ministerio de Defensa, y cómo tío debía velar por la seguridad de la pequeña niña que había cargado al nacer, y había sido la razón de su primera sonrisa.

Tomó las llaves del auto, corrió hacia él y pisó el acelerador. Tal vez lo multarían por ello, pero la prioridad ahora era ir al hospital directamente y saber como se encontraba su pequeña sobrina en salud.

Llegó en menos de 15 minutos. Corrió a la recepción y dio el nombre de Kira, en seguida le avisaron que estaba en el quirófano. Tenían que operarle de emergencias una costilla rota por la caída de las escaleras, y suturar una herida abierta que tenía en la cabeza. Sentía que todo se repetía.

Estaba sentado en la sala de espera, impaciente por las noticias, esperando a que la pequeña niña que tanto quiere proteger salga sana y salva del quirófano. Que esté bien y sin complicaciones. Esperaba que su enfermedad no le presentara problemas a los doctores.

Sudaba. Pasaron cerca de tres horas y se hacía tarde, ya pocas personas quedaban en la sala de espera y las enfermeras actuaban rápidamente corriendo de pasillo en pasillo de un lado a otro, había mucha actividad en la sala de emergencias.

—–¿Familiares de Issei Kira?—llamó una enfermera leyendo una lista.

Tadaomi en seguida se levantó y ansioso se acercó a la enfermera, esperando obtener buenas noticias.

—–Es mi sobrina.—dijo al levantarse,acercándose al doctor—–¿Cómo se encuentra?

Rogaba por buenas noticias.

—–Ella está en recuperación. Sígame, Por favor.—sonrió la mujer, comenzando a caminar en dirección a los cuartos de recuperación.—–Su sobrina contó con suerte de haberla encontrado a tiempo, al parecer es la única sobreviviente del incendio en la escuela. Y sus signos vitales están muy bien.—iba diciendo, hasta detenerse frente a la puerta de una habitación.—–Definitivamente es una niña muy fuerte.

La mujer abrió la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido. Dejó ver a una pequeña, delgada y frágil niña de cabello violeta, estaba dormida y recostada en la camilla con una máscara para respirar. El sonido de la máquina que dictaba los ritmos cardíacos era normal y consistente. Suspiró aliviado. No había nada de qué preocuparse.

—–El doctor dijo que despertará en una hora cuando mucho. Aún está bajo los efectos de la anestesia. Los dejaré solos.—sonrió para después retirarse, cerrando la puerta detrás de ella.

Tadaomi sonrió levemente, acercándose a la camilla en donde reposaba el cuerpo de la pequeña. En seguida le llegaron recuerdos de cuando ella era aún mas niña.

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—–¿La... familia Dango...?

—–¡Sí! ¡Dango, Dango, Dango, Dango, una gran familia son!—cantó la pequeña de cinco años.

Tadaomi no estaba de servicio, así que se había llevado a su sobrina a su apartamento para cuidarla mientras sus padres trabajaban. Kira le había pedido poner su serie preferida, “Dango Daikazoku” una caricatura de pequeños Dangos que resolvía problemas con el poder del amor de una familia.

—–Son divertidos...—murmuró Tadaomi con una sonrisa. Observando a su sobrina que cantaba la canción del final, meneando la cabeza al compás.

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Aprovechó que hoy le pagaban, así que salió del hospital y buscó la tienda más cercana para comprarle un regalo a su sobrina. Sabía que le gustaría.

Al regresar encontró a su sobrina hablando con las enfermeras, las cuales le realizaban el control médico y cambio de sábanas. Entró a la habitación carraspeando la garganta para avisar que los dejaran solos.

Las enfermeras entendieron enseguida y se fueron. Tadaomi se acercó, con una sonrisa y el regalo en su espalda, mientras su sobrina le sonreía dulcemente.

—–¡Tío!—sonrió emocionada.

-¿Recuerdas cuando tenías seis años? ¿que me pediste ir a ver la película de la serie que te gustaba mucho?-cuestionó, levantando una ceja divertido.

Ella asintió, algo confundida.

—–Sí... Aún la veo, tío. ¿Por qué?—sonrió juntando las cejas.

Tadaomi sonrió alegremente y le enseñó el regalo. Los ojos de Kira se iluminaron a ver el regalo.

—–¡Dango!—exclamó sonriente.

El regalo se tratada de nada menos que el peluche de su personaje favorito. El Papá Dango. Decía que le recordaba mucho a él, por eso quiso comprarlo.

—–Recuerdo que me dijiste que se parecía mucho a mi... Así que con esto, cuando no esté contigo puedes abrazar al “Papá Dango”. Así sabrás que siempre estaré contigo, aunque no lo esté en físico...—le estiró el peluche hacia ella.

Kira lo aceptó alegremente, y con entusiasmo abrazó fuertemente al peluche. Era el mejor regalo que le habían dado, hacia que su estadía en este hospital valiera la pena después de todo.

Hacia que haber sobrevivido a ese accidente...

Valiera la pena después de todo...

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