Alfred acababa de terminar su trabajo después de una semana sin descanso. Se encontraba de mal humor puesto que no había dormido en un buen rato y tenía demasiada hambre. —La economía de mi país está cada vez peor y yo aquí preocupándome por el cumpleaños de un viejo gruñón. —Se encontraba tomando el vuelo a Londres. Iba un poco tarde para la fiesta, pero ya no le importaba, estaba enojado con Inglaterra por haberle ocultado tantas cosas, se sentía celoso, pero ¿por qué? Hace mucho se dio cuenta que se sentía atraído al británico, pero no era nada más que eso. Estaba más enojado consigo mismo por no saber lo que quería.

Al final logró llegar a tiempo, el lugar de la fiesta era la antigua casa del Reino Unido, en ella se encontraban todos los colegas de Arthur, incluyendo sus hermanos. Escocia recibió a América y le mostró su escondite.

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«Me pregunto qué es lo que realmente están planeando, no me explicaron cómo fue que se hicieron amigos, los únicos que sabían de la relación entre Oliver y yo, son Noruega y Rumania. Es mejor que me relaje y piense en otra cosa.»

—Ya llegamos Arthur. —Oliver irrumpió en los pensamientos de Inglaterra.

Los tres bajaron del auto y se dirigieron a la puerta. Había pasado un tiempo desde la última vez que Arthur estuvo en esa casa, le traía muchos recuerdos y tal vez por eso la dejó.

Francis abrió la puerta y empujó Arthur dentro. —¿Qué haces cara de-

—¡Sorpresa! —Las luces se prendieron y las naciones salieron de sus escondites para sorprender a Arthur.

Inglaterra se quedó sin palabras, se giró para observar a Francis y Oliver, y de vuelta a las demás naciones.

—G-gracias...—fue la respuesta del inglés sonrojado que retenía las lágrimas de felicidad.