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Primeras impresiones

Su corazón latía a mil por segundo desde que oyó las duras palabras de su madre. En todo el camino desde Rusia a Japón se mantuvo callado, ocasionalmente mimando a su hija, pero con su mamá hubo un silencio sepulcral que le incrementaba más los nervios al ruso. 

Ahora, ver como aquel chico que lo cautivó en una noche,  tan atrevido y seductor, tirado en el suelo al saber la noticia, hacía que sus sentimientos por él se confundieran mucho más de lo que ya estaban, pero estaba seguro de algo que sentía: decepción. Desde el principio se esperaba este resultado y se lamentaba por acertar, lo único que esperaba era que su viaje valiera la pena.

Sintió como alguien se removió en sus brazos, no se había dado cuenta que en medio de tanta bulla, la menor había despertado, miraba a todos con miedo, expresión que el padre ruso tuvo que contener una risita por el momento, sabía que si se reía su madre lo colgaría.

— Viktor, tiene tus mismos ojos. — Se atrevió a comentar Hiroko, con una sonrisa llena de ilusión. Mari se encargó de traducir las palabras que comunicaba la mujer, ya que su hermano menor aún se encontraba inconsciente en el regazo de su madre.

— Oh, es cierto, es exactamente igual a Yuuri cuando él era un bebé. — Agregó el padre, Toshiya, mirando asombrado y con curiosidad a la pequeña.

El ruso estuvo a punto de comentar algo e integrarse, pero sintió la cortante mirada de su madre sobre él, oyó como carraspeaba con su garganta y terminó soltando un inaudible suspiro. Claro, no debía perder el tiempo, Lilia para la noche siguiente debía saber si Viktor regresaría con ella o se quedaría en Japón.

— Su hijo debe hacerse cargo de mi nieta. — Sentenció la pelinegra, con los brazos cruzados e intercambiando la mirada con los padres del patinador.

— Claro, mi hermano lo hará — contestó serena y simple Mari, ganándose una arqueada de ceja por parte de Lilia. — Si no me cree, con gusto puede quedarse el tiempo que quiera para que compruebe que lo que digo es cierto, además no estará solo, sino también mi familia estará acá todo el tiempo, como ve, por nuestro trabajo.

La rusa hizo una mueca con los labios, no era como si desconfiara de ellos, de hecho sentía el hogar bastante tranquilo y acogedor, solo era que... no quería separarse parte de su familia. Miró por unos segundos con una expresión difícil de descifrar a su hijo y a su nieta, pero luego dirigió aquellos ojos verdes cargados de resentimiento al otro padre de Anya, Yuuri, quien precisamente recién recobró la consciencia.

— Cariño, por favor ve por un poco de té para nuestro hijo y a los invitados. — Hiroko le pidió a Toshiya y sin dudarlo asintió con la cabeza por la petición.

Mari se dedicó a continuar su labor en lo que hablaban, de esta manera Lilia entraría más en contacto con la familia Katsuki y Viktor conocería al resto de integrantes de los seres queridos del otro padre de Anya mientras que Hiroki acariciaba el suave cabello de su hijo, en cuanto Yuuri se sintió mejor, se sentó y probó del té que le trajeron.

El joven se mantuvo su cabeza gacha en todo el rato, oyendo en silencio, intimidado por la mirada que le dedicaba su ¿suegra? Bueno, dudaba mucho que le permitiera llamarla así algún día, pero se sentía apenado por el asunto.

Todo esto es porque anduvo de borracho, ¿verdad?

— Yuuri.

— ¡Dime! — se sobresaltó el mencionado, volteando a mirar a su madre.

— ¿Podemos saber qué ocurrió?

A pesar de que la japonesa mayor tuviera un semblante tranquilo, el chico pasó saliva sonoramente por sentir la mirada intensa de todos sobre él. Al darse cuenta de esto Hiroko, hizo un ademán a su hija, quien entendió perfectamente, asintiendo con su cabeza y con su padre se retiraron de la sala para subir a sus habitaciones.

El azabache aún no se atrevía en elevar su rostro. No entendía, ¿qué ocurrió? es algo que a él también le gustaría saber.
Por qué... Por qué el mejor patinador del mundo estaba sentado en frente suyo, por qué aquellos bellos ojos que tanto admiró tanto tiempo tras la pantalla, ahora se encontraban en frente suyo, esperando pacientemente una respuesta que ni él mismo sabía si la tenía. ¿Dónde estuvo hace nueve meses? Sentía que el silencio recaía en él, el único capaz de romperlo, ¿pero cómo? cerró sus ojos, conteniendo la respiración, la única manera que no recuerde los hechos es... bebiendo.

— Di-disculpa Viktor. — Su rostro subió tan solo un poco y mirar al mencionado. Su corazón dio un vuelco al verlo tan curioso por su persona. — ¿Nosotros... nos conocemos? — Aquella pregunta ruborizó su rostro por la vergüenza, por supuesto Viktor Nikiforov era bastante reconocido a diferencia de Yuuri Katsuki, protagonista de una de las peores coreografías presentadas, o al menos según él.

— ¿Eh? — El ruso pestañeó un par de veces ¿acaso lo tomaba del pelo? porque el chico estaba gastando una muy mala broma y no era nada gracioso. — En la gran final del año pasado, en la noche del banquete — en lo que respondía el mayor, su voz se iba apagando, ¿cómo no va a recordar la noche que pasaron juntos? Ese día que sintió algo jamás por alguien antes, el que entregara su cuerpo y en el proceso hicieran a su hija, no podía creer que algo tan importante fuese capaz de ser olvidado.

— Yuuri, no me digas que estuviste bebiendo — su madre le miró sorprendida, pero seguía siendo su tono comprensivo y así comprendiendo el bochorno del menor. — Me excuso por mi hijo, cuando él bebe no recuerda nada, heredó ese problema de su padre, aunque son el alma de la fiesta con las celebraciones a fin de año, si los vieran. — Aclaró entre risitas. — Ya me preguntaba cómo llegó a esto mi niño, si Yuuri es supremamente tímido y ni se diga cuándo se trata de Viktor, él se pone rojo hasta las ore-...

— ¡Mamá! — El rostro del muchacho se tornó a un intenso rojo, movía sus manos a los lados y negaba con su cabeza. — Ssshhh, no digas esas cosas. — Murmuró en vano, cuando todos en la sala los podían escuchar. — Creo que con esto jamás volveré a probar alcohol. — Enseguida cubrió su rostro con ambas manos, estaba pasando la peor vergüenza de su vida.

¿Qué se podía decir de Lilia y Viktor?
La pelinegra parecía echar humos de su cabeza, mientras que el peli plateado, aunque su mirada estuviera fija en Yuuri, estaba perdido entre sus pensamientos, sin percatarse que su hija comenzó a removerse entre sus brazos, buscando algo.

— Viktor, ¿puedo? — La japonesa sacó de sus pensamientos al ruso. Ella había extendido sus brazos para recibir a la pequeña, a él le costó por unos segundos entender, pero sin duda entregó a su niña a quien vendría siendo su otra abuela.

Hiroko inclinó la bebé hacia Yuuri, él se mantuvo en silencio y titubeó si ahora debía ser su turno de sostenerla, de sus ojos reflejó su tan característica inseguridad hacia su madre, ¿en verdad él podía hacerse cargo de una criatura tan pequeña y frágil? trató de vocalizar algo, pero bastó que su madre negara con su cabeza y su hijo guardase las palabras. Después de suspirar pesado, tragar saliva, el joven Katsuki cerró sus ojos por largo tiempo, contuvo la respiración, al abrir nuevamente sus párpados, consiguió la valentía de atreverse a tomar a Anya entre sus brazos.

Lo siguiente fue total silencio, incluso el llanto de la niña había cesado y ahora los ojos azules y cafés se miraban fijamente. El japonés se había quedado hipnotizado, la niña es mucho más bella de cerca y cautivante, era más que obvio que es hija de la persona más bella del mundo, Viktor Nikiforov, sin embargo, reconocía sus facciones en ella y le era imposible aceptar la situación. No era que significara que la rechazara, pero ¿en verdad aquella criaturita también es suya? jamás se consideró atractivo como para llamar algún omega/beta o en su defecto a su persona destinada, en su adolescencia que descartó la idea de formar su propia familia al ver como sus compañeros encontraban su pareja, menos él, incluso en el tiempo de su universidad no se esforzaba demasiado, pues sabía que nadie se fijaría en una persona tan sencilla y aburrida como él, pero... parecía un sueño el que hubiera tenido una hija con su más grande ídolo y único amor.

No se percató en qué momento comenzó a llorar, sus lentes se empañaron y procedió a quitárselas para dejarlas sobre la pequeña mesita que tenía en frente. Todas las emociones que le embargaban en esos instantes eran difíciles de explicar. 

¿Era felicidad? ¿Miedo? ¿Amor? ¿Incertidumbre?

Se tomó el atrevimiento de elevar a su niña y abrazarla, podía sentir como en su corazón finalmente encontraba la paz que por tantos meses buscó, ¿quién diría que la única cura era una recién nacida? de la misma emoción, llenó el rostro blanquecino de la menor de besos y lágrimas, ella ni se inmutó, pues volvía a dormir, quiso creer que era por el que se encontraban juntos y por ello le murmuraba palabras en su idioma natal llenas de amor y  promesas para la rusa-japonesa.

Cuando el japonés se calmó un poco, limpió su cara con la manga de su camisa, ahora se sentía avergonzado  por permitir que sus sentimientos lo controlasen y se comportara de tal manera frente a Viktor y Lilia, aunque Hiroko le sonriera de manera tierna y palmeara suavemente su espalda.

— Entonces — trataba de recuperar la compostura, gracias a su madre y el haber llorado un poco ya se sentía mucho más tranquilo que en un principio. — Viktor, ¿podría formar parte de tu familia?

La rusa no comentó nada, dirigió la mirada a su hijo, quien claramente se veía menos tenso, hasta sorprendido por las palabras que iban hacia su persona. Nikiforov rascó su nuca, desvió la mirada, sabía que si mantenía su vista fija con la de Yuuri terminaría llorando, de hecho estuvo a punto de hacerlo de no ser porque logró contenerse.

— Un mes, si no cumples con tratar bien a mi hijo, sin importar qué tanto vayas a lloriquear, Viktor y Anya regresarán conmigo. — Habló la mujer de cabellos azabaches y ojos verdes, parecía no titubear y que la escena anteriormente presenciada no le conmoviera el corazón.

Viktor pudo sentir como una gota baja por su cien ante las palabras de Lilia.

— No le fallaré, se lo prometo a usted. — Yuuri le dedicó una mirada llena de determinación a la madre del ruso, el peliplata inmediatamente recordó al ver esa expresión la noche que se empeñó por conquistarlo hasta consumar su conexión, incluso le provocó un leve sonrojo, del que por suerte nadie pareció percatarse.

— Yuuri, hijo, ¿y si llevas a Viktor a tu habitación? Si se va a quedar en casa, ustedes como pareja deben dormir en el mismo cuarto con la bebé. — Hiroko con sumo cuidado se puso de pie. — Llama a tu hermana para que guíe a la mamá de tu novio a uno de los futones para que descanse y a tu padre para que me ayude a terminar de preparar la cena, ¿si, cariño?

Por cada palabra que oía el japonés, su rostro se teñía de un rojo suave a uno oscuro, ¿cómo qué pareja? ¿novio? agradecía al cielo que sus invitados fueran extranjeros y no japoneses, ¡¿por qué su mamá lo tenía que molestar así?!

Yuuri se retiró para ir en busca de Mari casi corriendo, no sin antes de devolver a Anya, ofreciendo disculpas y dejando solos a Viktor y a Lilia, aunque no hablaron, pues el ruso sabía que la rusa estaba procesando todo lo que había pasado.

En lo que volvió el alfa, sin mirar a los ojos, le pidió al omega que lo acompañara hasta su habitación. Sin dudarlo, este obedeció y dejaron a la rusa con la joven japonesa.

En el corto trayecto ninguno de los dos se atrevían a hablar. ¿Qué podían decir? Por un lado, Viktor sentía la necesidad de reclamarle, aunque estaba sorprendido aún por el que no recordara nada por el alcohol, y por el otro, Yuuri maldecía a todo lo que existe por no recordar el haber tenido relaciones con su más grande ídolo, ¡estaba bien idiota! no paraba de regañarse, además de sentir miedo en una presión en su pecho, nunca había cuidado de un bebé, menos uno propio, ¿podría cumplir un buen papel como padre? ¿llegar a la expectativa de la bailarina? soltó un suspiro, no quería que su hija fuera separada de él.

Una vez ya llegaran a la puerta, el japonés dio un brinco, ganándose una mirada llena de curiosidad por parte del ruso. 

Katsuki había olvidado un pequeño detalle: su colección de Viktor. 

El pánico se manifestaba en su interior y titubeaba al abrir la puerta, que no tardó, pues si debía sentirse humillado, que sea ahora, no quería decirle a Viktor que se alejara y crear mal entendidos. Así que temblando como gelatina, entró a su habitación, sin embargo, tuvo la sorpresa de que ninguna de sus cosas de su patinador favorito estaban ahí, ¿a dónde fueron? hizo una pausa para recordar la seña que hizo su madre a su hermana y padre, ¡cómo los adoraba por haberle salvado la vida! hasta terminó suspirando tranquilo.

— Yuuri... — La voz del ruso provocó otro brinco al japonés.

— ¿S-si? — Su mirada se dirigió al peliplata, volteando a mirarle tímidamente. 

— ¿Puedes hacer el nido para Anya? — Le pidió con un toque de cansancio en su voz, no era llegar a flojear, pero tampoco era como su tuviera muchas ganas de hablar con el azabache. El recorrido de  cuidar a una bebé durante un viaje tan largo lo tenían más que fatigado y lo único que ansiaba era tocar una cama suave y caer profundo, ahora que el olor de su alfa le envolvía nuevamente, su estado de alerta había disminuido y a  pesar de recién haber llegado, ya no temía de nada al estar a su lado.

El menor asintió con su cabeza y dejándose llevar por su instinto, sacó algunas mantas y prendas suyas, en su propia cama armó una especie de círculo, el mayor por supuesto, dejó algunas prendas suyas para que ambos olores se combinaran y así brindar comodidad a su hija, permitiendo que ella descansara en medio.

— Es la primera vez  que veo a Anya dormir profunda que no sea por llorar tanto — comentó Viktor y Yuuri no estuvo tan seguro en responder.

— Iré por tus maletas, ya regreso. — Así dicho, bajó hasta la primera planta y regresó con los objetos, encontrándose a Nikiforov ya descansando en el nido, acurrucado con su cría.  Katsuki no pretendía despertarlo, se fijó en las ojeras que traía y le permitió descansar así, únicamente procedió a buscar una cobija y arropar a ambos. 

Antes de irse de la habitación, contempló la escena que había en su cama, ver a su ídolo con su hija, durmiendo en su cama, le trajo un sentimiento que llenó de calor su pecho, todavía no se creía que aquellos dos maravillosos seres formaran parte de su familia a partir de hoy, sentía que no se lo merecía. Se tomó el atrevimiento de tomar una foto a ambos y después salió de su  cuarto para ir al siguiente que se encontraba libre.

— Hey, Phichit, no me creerás lo que acaba de ocurrir. — Mandó en una nota de voz a su mejor amigo, otra vez al borde de las lágrimas de felicidad y enviando la foto al tailandés. 


  ヽ('♡`)/ヽ('♡`)/ヽ('♡`)/   

Notas de autora: Espero que les haya gustado <3 fijo que en el próximo capítulo después de mucho, Viktor y Yuuri al fin se atreverán en hablar. (?)

En fin, gracias por leer y le doy mil y un agradecimientos a mi querida beta reader, Yoori, por darme seguridad y corregir algunas cosillas.   ❤



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