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Mamá, papá, tengo algo que decirles

Viktor estaba muriéndose del miedo y no dejaba de gritar contra la almohada.

Desde hace un mes había logrado engañar a su padre con respecto a su embarazo, le dio la excusa que tras el accidente de los olímpicos quería tomarse un mes de descanso y centrarse en los tratamientos médicos que le habían ordenado seguir, que afortunadamente asistía solo debido a que el mayor estaba constantemente ocupado con los entrenamientos de sus compañeros de pista. Mantuvo su mentira, a pesar que desde hace unas semanas le han preguntado insistentemente cuando va a regresar a su trabajo.

Cada vez formulaba una excusa diferente, ya sea que ese día debía ir al doctor, iba a visitar a Chris o que lo habían llamado para una entrevista. Con la suerte a su lado, este le creía ciegamente, puesto que al ser un beta no sospechaba tan fácil el nuevo aroma que había adquirido, su olfato no estaba tan desarrollado por lo cual no se percataba que su olor estaba combinado con el de Yuuri, además, los omegas en embarazo desprenden una esencia en particular que aleja a los alfas solteros razón que gran cantidad de pretendientes dejaron de insistir con el ídolo del patinaje y Yakov seguía sin darse cuenta.

Estaba tranquilo, solo era cuestión de tiempo y hallar las palabras correctas para darle la noticia a su padre de que iba a tener un bebé, pero había un problema mucho más grande: Su madre.

Una mujer disciplinada en muchos ámbitos del arte, reconocida en el mundo del ballet por sus maravillosas habilidades y de su inquebrantable actitud dura. El comportarse así era algo normal que se lograba al llegar a la cumbre de algunas carreras, sin embargo, esto no era algo solo profesional sino también personal.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal del ruso al recordar como su madre le miraba con indiferencia, le regañaba fuertemente y le exigencia el doble a él que a sus demás estudiantes por ser el simple hecho de ser su hijo, ¡Dios! A pesar de que todo esto le sirviera para su carrera como patinador, el pobre estaba traumatizado con la actitud de la pelinegra desde que llegó a ese hogar, tenía una forma complicada de expresar de su amor que con el paso del tiempo le costó comprender. Ahora, rezaba para que no fuese echado patitas afuera con su bebé, aunque ya fuese un adulto y podría vivir perfectamente en lo económico con un perro y un hijo gracias a las ganancias del patinaje, ¡ese no era el caso! el ruso temía demasiado vivir solo, le traería malos recuerdos, además necesitaba apoyo en cuanto educar y cuidar a un bebé.

Los nervios del principio eran causados cuando recibió la noticia de su padre de que su madre había vuelto de su tour de ballet por toda Europa que duraba varios meses e iba al aeropuerto por ella y le preguntó si le acompañaría. Por supuesto rechazó con la excusa de que no se sentía lo suficientemente bien como para salir y quería quedarse a descansar hasta que volvieran. De hecho, se quedó en la cocina buscando su mermelada de fresa, aunque no lo encontró y agarró leche condensada; su antojo por el embarazo es comer malvaviscos, untándolos con cualquier cosa como crema chantilly, mermeladas, chocolate, miel, ¡y millar de cosas más! tenía que controlarse si no quería subir su azúcar, sin embargo, habían momentos que por estar ansioso se acababa las bolsas guardadas en menos de nada, como en esos instantes que ya había terminado y buscaba en la despensa más comida. No sabía en como hallar la manera en decirle a sus padres que estaba esperando un hijo de alguien con quien pasó solo una noche, incluso sintió como los colores se subían por recodarlo, aunque bajaban al imaginarse la posible reacción que podrían tener.

— ¡No puedo decirle! — Encontró otro paquete de sus golosinas después de hurgar un rato y la destapó, dejando algunos en un plato mientras que vertía el dulce. — ¡Me van ahorcar! ¡Maccachin! ¿Cómo les diré que espero un hermanito tuyo? O hermanita. — Miró con desespero a su perro que le hacía ojitos por la comida, Vitya buscaba en vano la solución en su animal de compañía. — No puedo, no, Dios —comía varios malvaviscos al mismo tiempo. — No, ya sé, me iré a Japón esta noche, a China, a Suiza, ¡a cualquier lado! — Maccachin pareció reclamar. — Ah, obvio que irás conmigo. — En una caja cerca suyo sacó unas croquetas y las lanzó a su perro. — ¿qué voy hac-... un minuto, ¿sonó la puerta? — Efectivamente, su can confirmó su pregunta al llevarse su comida en la boca y salir corriendo de la cocina dando ladridos fuertes en señal de saludo, recibiendo a los llegados, Viktor tardó en salir ya que debía ocultar la evidencia de su comida y limpiar sus manos y labios que estaban pegajosas por el dulce.

El hijo de los Nikiforov, inhaló y exhaló varias veces, conteniendo su respiración y acomodando su camisa de pijama que por suerte le cubría su vientre, ahora debía ser valiente y enfrentar su realidad.

Al llegar a la entrada, vio cómo su perro saltaba a su dueña e intentaba lamerle la cara, cosa que ella repudiaba y su padre trataban de alejar al animal.

— ¡Lilia! — Saludó a la mujer de ojos verdes con una sonrisa y un abrazo.

— Vitenka. — Correspondió breve y le miró con una ceja arqueada al separarse.

Por supuesto, sintió el olor de Viktor mezclado con un alfa desconocido que la sacó de las casillas. El de cabellos plateados quiso reír al ver la expresión de la azabache que tenía enfrente, no pudo disimular los tantos sentimientos encontrados que le causó la silenciosa noticia.

— Yakov, hace meses quedé hablar con Vitenka a solas en cuanto regresara y este es el momento perfecto, ¿puedes subir las maletas mientras?

El menor de los tres sintió un alivio en su interior, la mayor llevaba tantas maletas en su viaje y no quería hacer sobre esfuerzo por cargarlas, además de sentir flojera, no quería que ocurriese algo malo a su bebé o espalda.

Yakov refunfuñó un poco cuando estuvo a solas, Lilia y Viktor fueron a la habitación del menor y una vez ya allí, la mayor se sentó con sus piernas cruzadas en la silla del tocador. Le miró severamente mientras que su hijo se ubicó en su cama con su perro recostado en sus muslos.

El silencio gobernó largo rato, la mujer no cambiaba de expresión, por lo contrario, se endureció impaciente hasta fruncir ya el ceño mientras que el hombre le miraba como si fuera un perrito regañado. En un intento de aliviar la tensión del ambiente, Vitya se esforzó por hacer una sonrisa y movió sus manos. — Sorpresa — su aparente alegría se esfumó al no ver que cambió algo en su madre y bajó un poco su mirada. — Después de mucho serás abuela. — Trató de reírse, pero no pudo.

— Vitenka Aleksandr Nikiforov, quiero que me expliques que está pasando aquí, con detalles— La mujer no se inmutó, de hecho, seguía con su posición de indiferencia, lo único que cambió fue su tono a uno alto y de regaño.

— B-bueno... estoy en embarazo tengo tres meses hasta ahora. — Bajó sus manos y se aferró en el pelaje de su mascota acariciando para calmar sus nervios.

— Me imagino cuando tenías dos meses ocurrió el accidente de las olimpiadas — el de cabellos plateados asintió con la cabeza — ¿no sabías? Yakov me llamó preocupado casi llorando, ahora que lo sé pudiste haberle hecho daño al bebé. — Vio como negó con su cabeza, terminó soltando un suspiro pesado. — ¿Sabes quién es el padre?

— No... — Lilia abrió sus ojos incrédula, nunca había visto ni menos escuchado a su hijo andar con una o varias personas. — No, ¡espera! — El rostro de Viktor enrojeció de golpe y movió sus manos como si se retractara de lo dicho. — ¡Sí sé quién es! Es solo que... — hizo una pausa, notando la madre como el ánimo de su hijo decayó por unos segundos — no sé dónde está, nos conocimos en la noche del banquete y luego no supe nada de él. — Rió flojo, rascando su mejilla.

— Ya veo y por lo visto tu padre no sabe nada porque no te habría dejado competir o ya me hubiera llamado en plena presentación a darme la noticia gritando histérico.

— Sí... — desvió su rostro de la intimidante expresión de Lilia, ahora sus ojos azules se posaban en la ventana, admirando como se daba la bienvenida a la primavera en los cambios que tenían los árboles de afuera. — Tomé este mes por excusa de mi salud, me diagnosticaron algo derivado a la anemia, pero no sé cómo tome la noticia cuando mi tiempo de "descanso" pase.

— ¿Puedo ver? — La rusa miraba intrigada en un lugar determinado de la camisa desviándose del tema.

— ¿Uh?, sí, claro — Levantó lento la prenda para relevar el pequeño bulto. El corazón de Lilia se apretujó, a decir verdad, jamás creyó que Viktor tuviese el interés en alguien como para tener una familia, pero el verle que ahora esperaba un hijo la alegraba mucho. Se levantó de su lugar hasta el menor, acarició la zona con gentileza y luego le dio un abrazo, dando por fin paz al ruso al saber que contaba con su apoyo.

— Supongo que lo quieres tener, ¿no? — Viktor asintió con su cabeza con una sonrisa verdadera. —¿Cuándo sabremos si será patinador o patinadora? — El tono con el que lo dijo parecía ser pronunciado de forma odiosa, pero el ruso sabía bien que era así su forma de expresar y después de toda la angustia soltó una carcajada tranquila, además de sentir aún gracia como su madre no sabía exactamente cómo reaccionar. — En dos meses sabremos con certeza.

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— Viktor está embarazado de un posible patinador y tiene tres meses. — Dijo la esposa a su marido cuando se reunían en la sala los tres, sobresaltando a ambos hombres y haciendo que su hijo se palmeara la frente.

— ¿Qué? ¿Lo andas diciendo en serio? — Yakov vio como Lilia asintió con su cabeza y Viktor no se inmutaba para decir que era una broma. El hombre quedó estático y se mantuvo en silencio por largos segundos hasta que explotó. — ¡Me quiero volver chango, Vitya! ¿Cómo se te ocurre ir a abrirle las piernas a un desconocido? ¿Cuántas veces no hemos hablado de sexualidad? Condón, anticonceptivos, ¡todas esas mierdas! no conocemos plenamente del tema sobre los alfas y omegas, bueno, al menos yo, pero en la escuela se supone que lo hicieron por ti, el celo y todas esas cosas de los supresores, dios, ¿ahora qué será de tu carrera? ¿cómo encontraremos al bastardo que te hizo a ese hijo? ¡oh! tiene que hacerse responsable sí o sí, mi nieto no va a tener un padre si no a ambos juntos, así sea que tenga irme al otro lado del mundo traigo a ese tipo amarrado de las bolas que tuvo para embarazarte hasta aquí Rusia y responda como se debe.

Así y diciendo más cosas regañaba a todo pulmón el ruso mayor mientras que su esposa estaba a su lado y su hijo mirándole con aburrimiento, considerando que irse a vivir solo no era tan mala la idea.

— Me imagino que antes de que te comiera por lo menos hablaron, ¿sabes cómo se llama él? — Viktor asintió con cabeza ante la pregunta de Yakov — ¿me dirás su nombre? — Ahora movió a los lados negando. — Maldición. — Masajeó el tutor su puente de la nariz "algo" molesto. — Esto no puede quedar así, debemos tomar una medida, tengo contactos en la ISU, quizás ellos puedan darme la lista de invitados de esa noche, tenemos que buscar al culpable de esto.

El hijo de ambos rodó sus ojos y la madre no pasó por alto esto. — Si necesitas que te ayudemos a buscarlo, no dudes en decirlo. — interrumpió la madre.

— Iré a mi cuarto. — Se levantó y pasó a un lado de los mayores sin mirarles a la cara.

Una vez a solas, Lilia y Yakov soltaron un suspiro largo y prologando que contenían desde el inicio del regaño.

— Es mi culpa que esté pasando por esto, no debí haberlo descuidado durante el banquete. — El ex patinador refunfuñó, se sentía tan impotente y lleno de rabia al saber que durante seis meses su hijo estaría solo sobre llevando un embarazo. Se dejó caer perezosamente en el asiento. — ¿Somos malos padres por permitir esto? Sé que está grandecito ya y puede valerse por si solo, pero... no sé, deseo realmente ayudarlo. — Un click resonó en su cabeza. — ¡Claro! ¿acaso esa era la razón por la cual él evitaba entrenar? ¿o el que esté comiendo tanto? ¡estoy ciego ya! justo creía que andaba subiendo de peso por no hacer ejercicio.

— Te quejas más que un anciano con osteoporosis. — Lilia tomó asiento junto a su marido. — Por más que queramos saber quién es su alfa, él no lo dirá, la única opción que tenemos es esperar. — Retorció un poco sus labios y fijó la vista en el techo. Su esposo le observó deseando decir algo sin tener idea qué realmente. Ambos suspiraron al mismo tiempo otra vez, sumiéndose al silencio.

— ¿Entonces? — Con un nudo en el estómago, preguntó.

— Mejor vamos a dormir, no podemos hacer nada más que estar con él.


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— ¿Chris? ¿estás ocupado? — Viktor arropado en sus sábanas, sentado en la cama con su teléfono apoyado en el hombro mientras que hablaba, su mano hacía rayones en la libreta que tenía en sus piernas, esperaba a la respuesta de su amigo.

— ¡Viktor! Ha pasado largo tiempo, ¿cómo estás? ¿sigues bien? ¿quieres que te pase a Masumi para que hables con él? hace poco encontré un libro que trata del embarazo en los omegas que compré para mi amor y me acordé de ti para regalártelo, ¿quieres que te lo envíe por correo?

El mayor de ellos rió divertido. — No, guárdalo, iré a pasar algunos días en tu casa, ten preparado fondue de queso.

— ¡Oh! ¿Vendrás a asaltar mi refrigerador? ¿Ya tan rápido desocupaste el tuyo? — Respondió el suizo riéndose. — ¿Acaso tienes antojos con queso? Masumi quería comer todos los días en el desayuno rösti. — A lo lejos escuchó como la pareja de su amigo alfa se quejaba. — Bueno, con mi familia te esperaremos con los brazos abiertos, sabes que siempre serás bienvenido aquí.

— Gracias. — Se despidió entre risitas y colgó.

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