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Capítulo 5

Chloé tardó en entender cómo es que estaba tan cerca de Nathaniel, su cara enrojeció cuando notó la sonrisa coqueta del pelirrojo.

—Eh... Disculpen, no pueden hacer "eso" en nuestras camas de exhibición —dijo una voz aguda, ambos ojiazules dirigieron su atención al joven empleado que los miraba incómodo.

La rubia se apartó rápidamente y se acomodó la ropa tratando de evitar el contacto visual.

Kurtzberg se rió para sus adentros y como pudo salió de la cama.

—Descuida, ya nos íbamos —afirmó tomando la mano de Chloé para empezar a caminar, le pareció extraño no escuchar alguna queja, sin embargo, se reservó cualquier comentario al respecto.

Cuando llegaron al mostrador entregaron el identificador de precios y a los poco minutos les dieron su lista "de compras", al ver el costo total casi les da un patatús.

—¿Cómo puede ser tanto? Creo que un riñón sale más barato —comentó Nathaniel mirando a las Bourgeois.

—¿Puede vender mi alma?

—Por eso se invitan a los conocidos más influyentes —intervino la cajera captando su atención—. Todos saben que una boda es demasiado cara, pero dejando de lado el apoyo económico de amigos y familia creo que es más importante el amor que se tienen. ¿No?

—¿Boda?

—¿Amor?

—Claro, tárdense lo que gusten, al fin que los demás no tenemos pendientes —Se quejó una mujer que rondaba los cincuenta años, era la siguiente en la fila.

Chloé se alejó del mostrador ignorando la mirada despectiva que le dirigía la señora, Kurtzberg no tardó en seguirla, la alcanzó fuera de la tienda.

—¿Y ahora qué? —inquirió el muchacho cuando vio que la rubia dejó el celular.

—Me encontraré con alguien, tú puedes regresarte a casa. Fue bueno verte, Nathan.

La Bourgeois hizo un ademán como despedida y empezó a caminar hacia las escaleras eléctricas.

Nathaniel se quedó estático durante unos segundos, hasta que finalmente reaccionó y echó a correr intentando seguirla.

Al estar otra vez a su lado se acercó a su oído para llamar su atención.

—He sabido del peligro que corren chicas como tú en este centro comercial, así que me quedaré contigo hasta que llegue ese alguien.

—¿Peligro? —Atinó a preguntar la más baja.

—Sí, un tipo cualquiera te aborda e intenta llevarte, cuando pides ayuda se excusa diciendo que un pleito de pareja —comenzó a explicar el pelirrojo colocando su mano en el hombro de la chica—. Le pasó a Juleka, pero por suerte su hermano no tardó en llegar.

—Qué horror...

—Lo sé, así que espero que sigas tolerando mi compañía un rato más —bromeó guiñándole un ojo.

Chloé no pudo evitar mostrar una sonrisa y susurrarle un "gracias".

Al bajar al primer piso Chloé giró para verlo a la cara.

—¿Ves como sí podemos ser amigos?

—Tal vez tengas razón.

Ambos caminaron hasta el otro extremo del piso y finalmente se detuvieron en un local. Kurtzberg se extrañó al que tipo de tienda era.

—¿Una joyería? ¿A quién vas a ver?

—A alguien que ha tomado una gran decisión y más vale que no digas nada.

Nathaniel miró por encima del hombro de la rubia divisando en la vitrina los anillos de compromiso que se exhibían.

—Ok, ya entendí...

El de ojos turquesas se apoyó en una columna al lado de la muchacha y metió sus manos en los bolsillos del pantalón.

Miró de reojo a Chloé quien se veía impaciente, se dio cuenta de que debía distraerla antes de que explotara por la impuntualidad de aquella persona.

—¿Te diste cuenta de que la gente de la tienda pensó en esto cuando llegamos? —comentó señalando la vitrina con los anillos.

Chloé rió, cosa que le pareció difícil de creer.

—Quien sabe que tendrán en la cabeza para pensar que estamos juntos —mencionó la rubia burlona, aunque por dentro se moría de los nervios.

—Oh vamos, matarías por estar comprometida conmigo —bromeó el más alto divertido.

—¿Y qué te hace creerlo?

—Bueno soy guapo, sensible y con un gran sentido del humor, sin duda el mejor partido —Se jactó Nathaniel enderezando su espalda y mostrando una gran sonrisa.

—Sí claro, como todas quieren un artista frustrado que necesita dinero y pide posada a chicas random que se encuentra en la calle.

—Bien... Es posible que no a todas busquen algo así-

Un silencio se instaló, Nathaniel infló sus mejillas mientras que Chloé se mordía los labios manteniendo la vista hacia cualquier punto que no sea su acompañante. Quería decir y en el fondo sabía que se arrepentiría después.

—¿Y si te dijera que yo sí?

—Espera, ¿qué?

Nathaniel sintió como resbalaba el único pie en el que se apoyaba, cuando se incorporó vio a la rubia saltar a los brazos de otro rubio de ojos verdes, se trataba de Adrien Agreste. Observó cómo se abrazaban con fuerza como si no se hubieran visto en años, hizo una mueca de desagrado y caminó hacia ellos.

—Bueno Chloé, creo que ya puedo dejarte. Nos vemos...

—Espera Nath —Lo cortó Agreste, echó un vistazo a cada ojiazul y amplió la sonrisa en su cara—. Tienes que acompañarnos, estoy seguro de que tu opinión también será de mucha ayuda.

—¿Cómo dices?

—¡Vamos adentro!

Adrien estaba decidido a comprobar sus sospechas y que mejor si salía beneficiado en el proceso obteniendo una opinión masculina y por parte de un artista. Confiaba en que la perspectiva de aquel joven le ayudaría a elegir el anillo correcto para esa franco-china que tanto adoraba.

Así fue como Chloé y Nathaniel fueron llevados de la mano al interior de la joyería. Desde el mostrador los recibió un hombre canoso que se presentó como Philippe, extrañamente tenía un acento británico.

Cuando Agreste le explicó lo que buscaba Philippe los guió a la vitrina del otro del otro lado y mostró algunos ejemplares.

—Volveré enseguida con ustedes —informó el hombre viendo a los clientes que recién llegaban.

—Nathaniel, si estuvieras en mi lugar. ¿Qué tomaría en cuenta para elegir? —cuestionó el rubio mirándolo con interés.

El aludido se sorprendió al escucharlo, de verdad no entendía como Adrien podría necesitar su opinión, sin embargo, ya que estaba ahí cumpliría su petición y haría el intento de ayudarlo.

—Creo que debes tomar en cuenta su relación, me refiero a que busques que la joya te haga pensar al instante en algo que amas muchísimo de ella —Nathaniel se puso nervioso al sentir las miradas confundidas de los rubios—. Como el color de sus ojos tal vez o un detalle significativo para ustedes.

—Un detalle... —murmuró Agreste regresando la vista a los anillos propuesto, observó detenidamente cada uno hasta que se detuvo en uno.

Se trataba de dos diamantes oval que parecían complementarse, además alrededor había cinco pequeñas gemas blancas, le hacían pensar en la huella de un animal, un gato para ser exactos.

Mientras Adrien se emocionaba cual niño en juguetería Chloé veía el perfil del pelirrojo, las palabras que usó para explicar cómo elegiría un anillo le parecieron muy lindas, incluso por un momento imaginó que la dueña de esa joya sería ella. Desvió la mirada cuando sintió sus mejillas arder y desechó la idea, siempre había soñado con importarle de esa manera a alguien que de verdad quisiera, en el fondo se lamentaba porque ese alguien no fuera Nathaniel. Estaba segura de que era un chico maravilloso, aunque no hubiera convivido mucho con él.

—¿Qué dices Chloé? ¿Este está bien? ¿Le gustará? —La voz de su mejor amigo la sacó de sus pensamientos.

—Adrikins, sabes que a Marinette le encantará hasta una fritura en forma de dona que le des.

El de ojos verdes sonrió y llamó a Philippe para informarle de su elección. Mientras el modelo pagaba sus acompañantes lo esperaban en la entrada, Chloé vio a Nathaniel hacer una mueca al leer algo en su celular y luego la miró.

—Chloé, me tengo que ir. Despídeme de Adrien y vuelve con cuidado a casa.

El pelirrojo se despidió con una sonrisa y trotó hacia las escaleras. Bourgeois soltó un suspiro y miró al techo, cada vez dudaba más de proponerle a Nathaniel algo tan descabellado.

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