Capítulo 3
Chloé relajó sus brazos y se dirigió a la entrada, vio por la mirilla de la puerta y frunció el ceño para al darse cuenta de quién se trataba. Sin más abrió la puerta y se hizo a un lado cediendo el paso.
—¡Chloé! Tenía tantas ganas de verte —dijo con entusiasmo antes de lanzarse a abrazar a la nombrada.
—Vaya, Adrien no esperaba que me extrañaras tanto —mencionó la Bourgeois correspondiendo el abrazo, su amigo la levantó del suelo y empezó a dar algunas vueltas sin soltarla—. ¡Adrien bájame!
—Está bien Chlo —accedió Adrien divertido, dejó a la más baja en el suelo pudo ver por encima del hombro una silueta que los observaba con curiosidad—. Hey hola, Nathaniel qué grata sorpresa encontrarte aquí.
El pelirrojo se tensó en su lugar y se limitó a saludar con la mano riendo nervioso, no esperaba que alguien lo viera en casa de Chloé y mucho menos por la mañana ya que podría prestarse a malos entendidos.
Adrien volvió a mirar a su mejor amiga quién entendió al instante todas las preguntas insinuantes que le hacía el más alto sin mediar palabra alguna, en consecuencia, le brindo un buen golpe en el hombro.
Nathaniel al darse cuenta de que no tenía razón para permanecer ahí se incorporó y empezó a caminar a la puerta.
—Gracias Chloé... Es hora de que me vaya, hasta luego chicos —dijo con una sonrisa al pasar al lado de ambos rubios.
—Hasta luego Nath, que te vaya bien —Se despidió Adrien viéndolo abrir la puerta.
—Adiós Nath... Y gracias a ti.
El pelirrojo asintió y se fue cerrando la puerta tras de sí.
Chloé regresó a la cocina para servirse agua en su vaso que era de café.
—¿Quieres algo de beber, Adrikins?
—¿Te acostaste con Nathaniel? —preguntó Adrien casi cayéndose al sentarse en el borde de la isla—. ¿Y dónde está Vanessa? ¿Por qué parece saquearon tu departamento?
Chloé bebió del vaso e inhaló profundo antes de animarse a responder las preguntas de su amigo.
—No, nada pasó entre Nathaniel y yo —comunicó mirándolo fijamente-. Y no parece... Fue saqueada por nada más y nada menos que la misma Vanessa —La rubia volvió a inhalar para tratar de calmar su rabia al recordar su regreso—. La malparida se aprovechó de que no estaba en la ciudad para vender todo y solo dejó un post-it en la puerta disculpándose.
—¿Pero qué coño? ¿Ya la reportaste con la policía o algo?
—No.
—Are you kidding me? ¡Si es lo primero que debiste hacer! —El rubio alzó sus brazos y miró al techo, dramatizando.
—¡Lo sé! Pero es que si lo hago de alguna forma mi madre se enterará y es lo que menos quiero —admitió Chloé dejándose caer sobre la barra—. No quiero que sepa nada de esto.
—Ella te advirtió de Vanessa ¿no? —La chica emitió un quejido a modo de respuesta positiva—. Y detestas que tenga razón —mismo sonido, mismo significado—. Está bien, no iremos a la policía, pero sí al centro comercial, vamos traigo mis tarjetas para que puedas gastar
—¿Qué? Claro que no Adrien —Chloé se incorporó en su sitio y miró seria a su amigo—. Quiero que esta vez sea todo por mi esfuerzo, sin ayuda de nadie.
—¿Y cómo piensas lograr eso? No tienes empleo ni un título universitario... No te caerá dinero del cielo, Chlo.
—Lo sé... Ya veré como me las arreglo, de cualquier forma, gracias —La ojiazul esbozó una sonrisa.
—Tengo una idea...
—¿Cuál?
—Necesito ayuda para prepararle una sorpresa a Marinette —explicó Adrien mirándola fijamente—. Y ya que tienes experiencia organizando eventos... Pagaré por tus servicios. ¿Qué dices?
—Adrien... Maldita sea es una gran idea, acepto tu propuesta —dijo antes de bajarse del banco y correr a abrazarlo.
—Ahora sí... ¿Me vas a decir que hacía Nathaniel en tu casa tan temprano?
—Ay Adrikins... Sólo pasó aquí la noche por una emergencia, no te diré más porque no lo sé.
—Ya claro, ¿tengo que recordarte lo ocurrido en el reencuentro?
—¡Fue un maldito accidente! No quería manchar su ropa, además fue su culpa por no fijarse.
—Fingiré que te creo, Chloé nos conocemos desde hace tanto... Derramar bebidas es tu técnica de ligue preferida para situaciones desesperadas.
—Que abandoné en la preparatoria, déjate de estar pensar tonterías y dime que te ocurre para tu noviecita.
—Esta conversación no ha acabado.
Después de caminar cerca de cuarenta minutos Nathaniel por fin llega su casa, al entrar se encuentra a su amigo Marc tirado en el sillón con una revista en la cara.
Sin mucho ánimo se acerca a él y empieza a zarandearlo con la intención despertarlo, algunos segundos después el azabache se endereza tirando la revista y con una cara de pocos amigos.
—¿Qué quieres? —pregunta el de ojos verdes con voz gutural, aún está bastante adormilado.
—¿No deberías estar trabajando?
—Me quedé sin trabajo... El negocio cerró, me dieron las gracias y ya —respondió volviéndose a acostar con la mirada hacia el respaldo.
—¿Ni un finiquito?
—Apenas suficiente para la comida de dos semanas, los Boissieu están en bancarrota, di que me dieron algo —respondió Marc cerrando sus ojos.
—Bueno... Entonces ¿por qué no sales a buscar otro trabajo?
—Estoy deprimido, no pienso salir.
—¿Deprimido por perder un trabajo? —cuestionó confundido Nathaniel.
—¡Deprimido porque alguien perdió todos mis ahorros en un maldito juego de póker! —declaró el azabache dándose la vuelta para fulminar con la mirada al pelirrojo que había hecho caer al suelo.
—Ok... Ok ya capté, no dije nada.
—Así que mejor busca tú un maldito trabajo, Kurtzberg —espetó Marc cruzándose de brazos—. Porque estoy cansado de que me estés arrastrando en tus malditos problemas y ahora no tengamos ni en qué caer muertos.
—Marc, no tienes idea de cuánto me arrepiento de haberte pedido tu dinero... —afirmó Nathaniel poniéndose pie—. En serio creí que podría duplicar nuestro capital, hasta triplicarlo.
—Sí, me los has dicho. Pero fallaste y eso no se puede cambiar —El azabache recogió la revista que estaba en el suelo y se la lanzó al pelirrojo—. Ahora debes juntar el doble de lo que teníamos porque tu estúpida deuda con esa gentuza sigue creciendo.
—Ya sé, sigo trabajando en eso. Vuelve a dormir, Anciel.
Kurtzberg tomó la revista y se marchó a su habitación dejando a su amigo solo, se tumbó en el viejo colchón quedando boca arriba y soltó un montón de palabras maldiciendo su situación tan agobiante.
A su mente llegó el recuerdo de Chloé Bourgeois, una chica que cuando la conoció se podría considerar toda una princesa por su actitud altanera y que se jactaba de su posición social al ser hija del entonces alcalde de París y una reconocida crítica del mundo de la moda.
Es por eso que le sorprendió que algunos años después viera a la misma Chloé con un departamento vacío y que se viera obligaba dormir en el suelo. Eso sin contar que aceptó ayudarle sin pedir nada a cambio y que disfrutó de las donas con chocolate que le llevó, cuando iban juntos al instituto las hubiera repudiado.
—También se disculpó por la camisa... Ya no es la misma Chloé de antes. ¿Qué le habrá hecho cambiar? —pensó en voz alta.
Nathaniel se sentó en el borde de la cama a la altura del suelo y observó su habitación buscando algo que valiera, aunque sea un poco para poder compensar lo que Marc tenía destinado a la comida de ambos.
Soltó un suspiro y se levantó, caminó a una cómoda y abrió el primer cajón donde guardaba un reloj que se había negado a vender.
—Lo siento abuelo...
Tomó el reloj y cerró el cajón de golpe, odiaba tomar esa decisión, pero ya no le quedaban opciones. Con eso en mente salió de su casa y emprendió su rumbo camino al centro de la ciudad.
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