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049

Algunos dirías que Christopher Bang Chan que es un hombre feliz  y con la vida resuelta. El mismo puede decir que no.

Desde que Felix había desaparecido de su vida, él no ha vuelto a ser el mismo. Ha obtenido de nuevo esa mala costumbre de no dormir por las noches y quedarse rellenando contratos mientras bebe café negro a las dos de la mañana, esa costumbre que la sensación de abrazar y
rodear al pecoso con sus fuertes brazos le había quitado.

Pero de nuevo había vuelto, como una maldición, como ese dichoso pasado que nunca se marcha y espera en la sombra para atacar de nuevo.

Se siente devastado, sin energías, sin vida; su corazón ya ni siquiera
siente más allá de la ira, frustración o tristeza. Sus padres se
disgustaban al ver tan hundido a su hijo, verlo con feas y moradas
bolsas bajo sus ojos y sin levantar la cabeza del portátil. Ellos
le ofrecieron conocer a atractivos modelos u otras personas, él
simplemente meneó la mano con dejadez y soltó un "Tengo trabajo
que hacer, nos vemos"

Está harto de que la gente trate de hacerle reemplazar al rubio, porque la gente no llega a entender hasta qué punto   Felix ha sido tan vital en su vida. Ha pasado un año y medio desde que no sabe nada del pequeño chico de ojos azules, y sus ojos de nuevo se llenan de lágrimas por el recuerdo de este.

Recuerda cómo Felix siempre ha tenido un muy mal despertar, está irritante y sensible por las mañanas ya Chan le gustaba mimarlo y besarlo hasta fatigarlo. Él desató su lado empático con el pecoso, cuando el enano de ojos azules se aferraba a su brazo y sollozaba viendo por decimoquinta vez Harry Potter y el Prisionero de Azkaban, porque aunque a Felix no le gustaba la saga decretaba que era muy triste y bonita esa historia.

Con Felix aprendió que el culo de un hombre es un millón de veces mejor que el de una mujer, o mejor dicho, el trasero pomposo de su chicl es un millón de veces mejor que el de cualquiera. A Bang le volvía loco, sobre todo cuando las piezas de lencería se ajustaban y apegaban bien a las mejillas de su gran trasero.

Chan suspira, es Diciembre en Corea y el cumpleaños de Felix está cerca. El frío azota su cara de manera desagradable, pero eso no lo hace inmutarse o moverse de en frente de la cristalera de la cafetería. El menor no ha vuelto a trabajar en la cafetería y él se preocupó por
eso en su momento, pero Hyunjin le comentó que Felix había vuelto a Australia con su familia por un tiempo indeterminado.

Chab se alegró por ello, porque su chico siempre decía que quería ir a visitarlos, pero sobre todo le hundió el corazón saber que probablemente él fue la principal causa por su repentino cambio de aire.

La nieve cae en Corea y se espolvorea en los tejados de las casa, dando un aspecto hogareño a la ciudad y haciendo que los pequeños bebés lleven sus pomposos gorros de lana que ocupan la mayor parte de su cabeza. El rizado sabe que, si las cosas hubieran seguido normales, Chan y él habrian hablado sobre bebés y lo horrible y genial que sería tener uno de ellos dos.

Él nunca ha tenido un enorme deseo por ser padre, pero
Felix confesó que tal vez en un futuro le gustaría; eso despertó un entusiasmo en ambos por los bebés, y a él le rompe el alma ver ahora a un bebé, porque le hace recordar que el pecoso ya no está y jamás podrá verlo con una pancita abultada con su bebé dentro.

Cierra los ojos y respira hondo, el frío y gélido aire irrumpiendo en sus pulmones de manera repentina. Hay bullicio en la calle, no mucho debido a que son las once de la nochey faltan tres días para Nochebuena. Christopher siempre va a la cafetería y busca con la mirada a algún chico bajito sarcástico con cabello rubio y ojos azules.

Simplenmente no lo encuentra. Nunca.

Desliza su mano por el bolsillo y toma su teléfono entre sus grandes y frías manos. Se aleja del cristal al ver que no está Felix, de nuevo, y tan solo hay un anciano tomando té con su nieto y Seungmin  atendiéndolos. Camina hasta un banco cubierto de nieve, sacude el resto y se sienta, soltando un pequeño suspiro.

Mira la pantalla de su teléfono, y el contacto de Felix sigue agregado y listo. Chan ha mantenido su número a pesar de que cree bloqueó; muchas veces se ha preguntado seriamente si debía amarlo o no, pero se acobardaba y simplemente se negaba.

Ahora estaba pulsando el botón para grabar un audio y mandarlo.

Hola Lix, feliz Navidad ―comienza el rizado. Lleva una bufanda enredada en su cuello y un abrigo negro cae por sus anchos hombros― Yo... no sé que hago hablándote, realmente. Ha pasado un año y medio y... mierda, todo sigue siendo la misma mierda. Ya sabes, trabajo, papeleo... acendieron a Hyunjin, ¿sabes? Ya no está aquí, está en Berlín en una gran agencia. Estoy feliz por él, supongo, ¿un buen amigo estaría furioso porque se ha ido a Alemania y lo ha dejado aquí? A veces creo que no soy un buen amigo ―bufa, pellizcándose el puente de la nariz―. Estoy empezando a divagar, lo siento.

Hay un pequeño momento de vacilación, unos segundos en los que  parece pensar seriamente en algo y estar teniendo una pelea mental consigo mismo. Llena sus pulmones de aire, en una bocanada algo entrecortada, como si fuera a hablar. Queda en silencio, y entonces suelta:

Siempre me has... siempre me preguntabas por qué tenía tu número ―murmura―. Lo cierto es que te mentí cuando dije que tal vez estábamos en un grupo. En realidad, le pedí tu número a uno de los trabajadores de la cafetería, cuando nos vimos por primera vez. Llamaste mi
atención al instante, porque eras un chico que simplemente estaba repartiendo el café por primera vez en la cafetería, y yo había tenido un día de mierda ―Chan ríe sin gracia, es una risa hueca lo que suelta―. Me derramaste todo el café encima porque tropecé contigo cuando iba tan rápido a la conferencia a la que llegaba tarde. Nunca antes me había plantado cara cuando me enfadaba, y lo hiciste cuando te grité enfadado. Lo hiciste a tu manera, diciendo que era un amargado empresario
impresentable, mientras me clavabas el dedo en el pecho. Apuesto a que lo recuerdas, porque yo sí, tus uñas casi me perforan el pecho. Esperaba comenzar a hablar contigo de buena manera, pero supongo que apesto en eso de mentir y fingir que no te quería mandar la foto de mi polla. Me tomó unos cinco minutos tomar una buena foto.

De nuevo hay un pequeño sitencio, y Chan suspira con pesadez y cerrando los ojos. Hace frío, está solo y es Navidad, la fecha del cumpleaños de Felix también lo es.

Así que, ahí lo tienes. Yo... lo siento, fue un error todo esto. Tan sólo quería felicitarte Navidad, y tu cumpleaños. Eso también, sí... ―balbucea bajo―. Feliz cumpleaños, Lix.

Chan terminó la grabación y se envió al instante. Él apagó su teléfono, gruñendo por lo bajo por la frustración. No quiso saber nada más del dichoso aparato en toda la noche, tampoco vio que su rubio había leído ese mensaje.

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