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026

Christopher se encontraba mal desde por la mañana, cuando ingresó en las oficinas. Había sido un día muy cansado y pesado para él, o tal vez era por el hecho de que estaba algo resfriado y su cabeza dolía tanto como si lo estuvieran golpeando con un palo.

Quería estrellarse contra un muro de piedra, y con suerte matarse.

El día transcurrió de manera lenta y aburrida,
agobiante y dolorosa; excepto en la hora del almuerzo,
eso fue demasiado rápido, porque Felix y él hablaron
por teléfono y ninguno quería colgar la llamada.
Por primera vez en su vida, odió su trabajo por
ser tan agobiante a veces.

Él era adicto a el trabajo, Hyunjin siempre bromeaba
diciendo que estaba casado con su trabajo y que la
soledad era su amante; a Christopher no le hacía gracia porque en el fondo no le gustaba la idea de estar tan
solo. Él siempre dijo que estaba mejor sólo, y que
así tenía una vida estable y libre de interrupciones.

Pero desde que Felix había llegado a su vida,
simplemente no podía volver a la antigua y solitaria
vida de hombre casado con su trabajo. Le sería
imposible aunque quisiera, el pecoso había logrado hacer que se enamorara y estuviese relajado por primera vez en su vida.

Sus padres habían dicho que querían conocer a Felix, él estaba horrorizado por la idea.

No se trataba de Feliz, claro que no, pero las cosas
entre ellos no eran oficiales y Christopher temía que la
burbuja que los rodeaba estallase. Además, sus padres
eran algo que tal vez podría asustar o incomodar a su chico.

Su padre era profesor de historia, medio filósofo, que
estaba jubilado desde ya para dedicar su vida la
filosofía con frases sinsentido y con preguntas que
responden a más preguntas, según él. Y su madre es
una ecologista que está loca por el reciclaje y pinta
cuadros extraños con las manos. Él aún recuerda
ese cuadro que su madre aseguraba que era un árbol
sonriente pero a él le parecía más el mismo demonio
con las ramas de los árboles como cuernos.

Por eso solo iba a casa para Navidad. Christopher se alegró de que su jornada terminara, y llegó a casa cruzando su puerta principal mientras ya desataba su corbata ajustada. Se desprendió de sus carísimos zapatos, recordando frescamente como le dijo a Felix que le regalaría unos tacones de Louis Vuitton y que el rubio se horrorizó, porque según el ojiazul esos zapatos costaban más que su alma.

Sin ser consciente, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa al recordarlo.

No se negó cuando Felix dijo que iría a su casa, porque honestamente él quería que el pecoso se quedara allí por el resto de su vida. Porque con Felix, su enorme casa no parecía tan fría y sola, porque con Felix el rizado no se sentía solo bebiendo café por las
mañanas, en un espacioso pero solitario comedor.

―Oye Felix ¿te importa si voy más a menudo a tu casa?Oh, no te preocupes, es simplemente que me siento
solo estando en la mía. Pero contigo se me olvida la soledad con la que he estado durante tanto tiempo, porque llenas cada rincón de felicidad.

Christopher estaba seguro de que el pecoso se horrorizaría, porque él es un asco tratando de explicar sus verdaderos sentimientos. Él admiraba a Felix demasiado, porque el menor podía decirle abiertamente un 'te quiero' sin sonar raro.

A Christopher tampoco le agradaba Seungmin, porque ponía en duda el estar enamorado de Felix. Él sabía lo que sentía, que no lo dijera a todas horas no significaba
nada. El rubio era de las pocas personas que lo entendían, estaba agradecido de tenerlo; Felix le había dicho que no es necesario decir que amas a una persona siempre, es mejor decirlo pocas veces pero sinceras, a decirlo todo el rato y que sea falso.

―Y vino una señora con su perrito y me preguntó si
tenía sobres de azúcar, ¿y sabes para qué eran? ―Felix hablaba y hablaba, gesticulando con sus manos en el
aire mientras se movía por la cocina. Los ojos de Christopher miraron su cintura, estrecha y curvilínea, perfecta para él―. Era para dárselo a su perro, es decir, esa mierdecilla caprichosa y llena de pulgas quería morder los sobres por simple y pura diversión.

―¿Qué le dijiste? ―inquirió interesado. No sabía decir
con exactitud en qué momento se había hecho fan y
total seguidor y oyente de las historias divertidas del
día a día de su chico.

―Le dije que por qué no le dejaba su carísimo bolso
falso de Gucci para que su perro lo mordiera ―Se
encogió de hombros con simplicidad, sus perfectas y
preciosas uñas de gel recortadas de color azul pastel.
Harry soltó una sonora carcajada.

―¿Le dijiste eso a una clienta?

―Con voz amable, por supuesto.

―Querías ser amable, tú, Lee Felix? ―Se burló
el rizado, apoyado en el marco de la puerta.

―No, ella era una señora llena de odio. Claramente le
habría gritado si no estuviera en el trabajo pero no
pienso perder mi empleo por una momia que falsifica
bolsos de Gucci y su perro sarnoso ―Habló Felix con
indiferencia. Removió con la cuchara el té que estaba
preparando para el castaño.

El rizado, que tenía puesta una manta sobre sus
hombros por petición de Louis, rascó su nuca
distraídamente.

―Podrías trabajar en mi empresa en caso de que te renunciaras al trabajo en la cafetería.

El pecoso sonrió con cariño, las alegres arruguitas alrededor de sus ojos cuando sonreía dejaban a Christopher sin respiración.

―Gracias Bang, pero dudo que yo tenga lugar en un lugar tan prestigioso como ese ―Rio amargo, rodando sus bonitos ojos azules. Luego le tendió el té―. El café es mi lugar, supongo.

Christopher frunció el ceño ―Yo soy el director, sé quién sería adecuado. Puede que no sepas de arquitectura, pero eres el más organizado que he visto ¿Qué clase de personas organiza sus calcetines por colores y dibujos?

―Una persona que toma muy en serio ponerse los
calcetines adecuados a la estación del año ―Asintió
Felix, el castaño sonrió con hoyuelos en sus mejillas. El menor llevaba calcetines con dibujos de hojas de otoño,
porque estaban en octubre.

Ambos caminaron al sofá, Felix tirando de Christopher y animándolo a sentarse en el mullido asiento color
crema. El mayor se dejó caer con un suspiro, miró hacia el rubio que se encontraba de pie observándolo divertido y palmeó su regazo.

El chico se montó a horcajadas sobre él, sus pequeñas
manos acariciando la poca barba apenas crecida de su amante, delineándola con sus dedos que estaban
envueltos en muchos anillos de diferentes formas.
El pecoso amaba los anillos, Christopher lo sabía, sus dos dedos pulgares también estaban con anillos enroscados. El rizado adoraba la sensación de la suave piel de Felix contra la suya.

―Eres precioso ―Soltó el castaño antes de poder de poder procesar lo que había dicho sin pensar.

―Gracias ―el pequeño arrugó la nariz en una bonita mueca―. Tú eres hermoso. Lo sabes ya, sólo quieres que te lo repita, narcisista.

Los ojos verdes de Christopher admiraban el fino rostro del contrario que lo miraba con una sonrisa relajada.

―Sólo cuando lo dices tú suena sincero ―Admitió en un
murmullo, notaba los dedos de Felix acariciar y
juguetear con los rizos en su nuca―. La gente me lo dice pero. Supongo que eres el único al que creo, o el único que me lo dice de verdad.

El ojiazul dejó un pequeño beso en sus labios, un casto
y corto beso. Las grandes manos del castaño se cernieron a su cintura y la acariciaron de arriba a bajo. El pecoso arqueó su espalda, sus manos deslizándose hasta los hombros de Christopher para sostenerse.

El rubio soltó una risilla en medio del beso, haciendo
sonreír a su acompañante también al sentir un divertido hormigueo en sus labios por la risa de su novio.

―Estás enfermo, no puedes follar ―Se burló.

El mayor frunció sus labios, deprimido ―¿Por qué, doctor Lee?

Louis tarareó burlón ―Necesita descansar, señor Bang.

―¿Cuál es su diagnostico? ―Preguntó Christopher, su ronca voz deleitando a Felix y sus grandes y cálidas manos frotando los muslos del menor.

―Mi diagnostico es que usted necesita más amor y
admiración ―Contestó el pecoso sonriendo con calidez, y no había burla. El castaño quedó callado ―Le recomiendo tomar muchos besos y abrazos.

―Yo creo que estoy enfermo de otra cosa, doctor Lee.

―¿De qué, señor Bang?

―De amor.

Felix sonrió aún más, soltando una risa avergonzada.
Christopher apretó su cintura, se besaron de nuevo con más intensidad.

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