Dan sonrió tomando el borde de su sombrero en forma de saludo hacia un conductor que pasó cerca. Estaba exhausto, había tenido que esperar al cerrajero por horas gracias a que sus llaves se habían quedado dentro del vehículo cuando se paró a la tiendita de la gasolinera. Él estaba seguro de que las gomitas que ahora tenía en sus manos valían la pena a estar bajo el sol llameante en ese día tan caluroso pero ya le ardía la cara pero él estaba convencido que era por si inigualable belleza.

Estaba tan distraído viendo los carros pasar y saludando a los conductores que no cayo en cuenta de que su celular vibro, para cuando al fin lo noto la cara de Eli ocupaba todo el plano de su celular. El joven trago saliva audiblemente llevándose el aparato a la oreja.

-¡Dan! ¡¿Dónde diablos estas? llevo esperándote horas!

-¿Dan? ¿Quién es Dan? Yo solo soy....- El Cataño observo a su alrededor en un intento desesperado por terminar su frase – Soy Sol, ¿Quién es usted, Eli?

-Eres inhumanamente imposible, soy tu esposa ¿O que ya no te acuerdas de mí?

-Ah ya, Eli, sí, mi esposa. Como crees que me voy a olvidar de ti amor, te amo tanto como a mi tortuga Hermenegildo, te amo tanto como a mis calcetines de la suerte, es más te amo tanto que si te vas con otro yo, yo me voy con ustedes.

-Mejor ven ahora mismo al campamento, Danielle está comenzando a preguntar por ti. Quiere que le hagas burrito.

-¿Qué no es caballito?

-¿Hablando de ti? Yo creo que no.

-Que amorosa mi esposa, ¿Sabes? Te llevare flores.

-¿Enserio?

-Sí, pero de cilantro por abusiva.

-No te insulto solo porque Danielle está aquí. Apresúrate mi tontín.

-Está bien, adiós hermosa, saluda a la niña y dile que ya no tardo.

-¿Volviste a dejar las lleves dentro del auto, cierto?

-Bye, bye.

Y sin más, Dan colgó con un suspiró de alivio.