Capítulo 8: "Proyecto suicida"
Si les soy sincero, preferí no comentarle nada de lo que pasó en la casa de Milo a Surt, empezando porque sabía que me iba a regañar por mi terquedad y me cercanía a él. Y sabía que tenía razón, porque después de todo iba lastimarme a mí mismo y era algo que no podía evitar por más que quisiera.
Solo era un amor platónico, se supone que ya debes de estar acostumbrado a un posible y seguro rechazo. Aunque... Por otro lado me alegró completamente saber que yo era su crush, no exactamente, pero el que pensara que mi forma de expresarme era única, más que genial, y que le salvé de varias veces de caer en la tristeza, me hacía extremadamente feliz.
Nada en este mundo podía arruinarme el día, ni este, ni los otros. Cada vez que publicaba un nuevo blog tenía la necesidad de dar una pequeña dedicatoria que no se viera tan obvia, pero que sin duda alguna era para él, y solo para él.
Han pasado dos días, y lo único que puedo decir es que me alegra el poder hablarle, aunque solo sean cosas de la clase o de los próximos exámenes, sin duda alguna es un gran paso para mí.
—¿Entonces, qué dicen chicos? ¿Se apuntan?— la voz de la profesora me sacó de mis pensamientos, ¿Me había perdido algo importante. Apuesto a que sí.
Todo mi cuaderno de dibujo estaba lleno de garabatos de los que solía hacer cuando estaba aburrido. Pero no lo era en este caso, dibujé a Milo de perfil, aunque no tuviera muchos detalles como mis otras obras, era lo suficientemente buena para saber que se trataba de él.
Una vez más estaba pensando en él, suspirando y observándolo de lejos.
Dejé soltar al aire un largo suspiro.
—Bien, no se diga más— continuó—. En esta bolsa voy a colocar unos papelitos, los cuales van a decidir lo que van a hacer para la feria. Solo escogerán uno, después de eso pueden irse de la clase e ir a preparar todo.
Me quedé confundido, ¿De qué estaba hablando? Eso me pasa por no poner atención.
—Hey, Surt— lo llamé en un susurro. Se quitó uno de los audífonos que traía puestos y me miró— ¿Qué es eso de la feria?
—¿Acaso no estás poniendo atención?
—¿Y tú crees que si lo estuviera haciendo te estuviera preguntando?— fruncí el ceño. Vi como resopló fastidiado.
—Debería ir donde está ese tal Milo y decirle que cubra su cara con una bolsa para que no puedas distraerte más, oíste— amenazó, y yo rodé los ojos.
—La belleza de Milo no puede ser tapada con una bolsa, al contrario, debería ser un retrato para que todos puedan apreciarla— me miró raro. Reí—. ¿Me vas a decir o no?
—Tienes que escoger un papel de esa bolsa que trae Elianna en sus manos. Dijo que teníamos que hacer unas ventas de comida para la feria de mañana— lo miro confundido—, ya sabes, para colaborar a la construcción de nuevas aulas. Es parte de un proyecto así que no te puedes quitar, es obligatorio.
—¿Y que trae ese papel?
—Son las ventas correspondientes que vamos a hacer— continuó—. Postres, gastronomía internacional, comida típica y esas cosas.
Suspiré de alivio, no era nada malo.
—Sin embargo— esbozó una sonrisa de burla. Eso, definitivamente no era bueno, había algo más allá y lo sabía, demasiado sencillo para ser cierto. Después de todo, estamos hablando de Elianna, la profesora de lengua y literatura, muy infantil por cierto. Conocida por su fama de hacer los proyectos «divertidos» para sus estudiantes. Aunque al final terminaba siendo un verdadero dolor de cabeza—. Se harán cinco grupos de seis personas, de las cuales tres se encargarán de la cocina, dos en las ventas, y uno promocionando el producto.
Me quedé en blanco con eso último. No me digan qué...
—Define promocionar— comenté. Solo esperaba que no era como lo suponía.
—Ya sabes, frases que inviten al estudiante a comprarnos el producto, carteles coloridos y creativos que hagan la pequeña tienda más llamativa y...— pausó, tratando de no reír— La mascota del grupo que nos identificará.
¡LO SABÍA!
Demasiado sencillo para ser cierto. ¿Pero qué carajos? Se supone que uno de todos tendría que vestirse con un traje gigante promocionando el producto que se vendería.
Suspiré de alivio. Al menos eso se escogería por descarte.
—No creo que debas estar tan confiado— me miró con sorna—. En esos papeles, viene escrito la mascota, o sea que si por algún motivo te toca ese papel, no hay marcha atrás.
¿Qué? Esperen... QUÉ.
Volteé a mirar a la clase, y los demás estaban con una expresión ansiosa, algunos se veían aliviados porque al parecer no les había tocado ser la mascota, otros solo eran burlados por tener que serla, y los últimos comían ansias por saber que les tocaría.
Así se manejaba. Eran cinco grupos que contenían una mascota que les iba a representar cada uno en la feria. Lo que estaban alabando en esos momentos era no haber tenido que ser los únicos tontos que tendrían que usar un traje gigante de una comida en específica.
No era un tonto, sino serían cinco.
Vi que la profesora se acercó a nosotros con una sonrisa.
—Su turno chicos.
Surt fue el primero en elegir el papelito, seguido de él yo tomé uno de la bolsa.
—¿Que te tocó?— pregunté curioso.
Desenvolvió el papel.
No podía engañar a nadie, él estaba nervioso porque después de todo, eso sería un golpe a su orgullo.
Sonrió de oreja a oreja y me miró.
—¡Genial! No tendré que vestirme como un ridículo—expresó sonriente. Me enseñó el papel y decía «vendedor» lo que significaba que estaría en la caja, cobrando— ¿Qué tienes tú?
Me encogí de hombros. No volvería a ser negativo, no señor. El positivismo que cargaba era lo suficiente para alejar a la mala suerte y saber que no sería la mascota.
Desenvolví el papel, confiado. Y entonces... Pasó la desgracia.
—Oh por... Todos los cielos— me llevé una mano a mi boca—¡Esto tiene que ser una maldita broma!— exclamé enfado.
¡¿Qué más quieres de mí, Dios?!
—No me digas qué...
—Soy la mascota— confirmé incrédulo.
No tuve que esperar mucho para escuchar la risa escandalosa de Surt en mi oído. Tanto así que llamó la atención de todos.
Me sonrojé de la vergüenza y tapé mi cara con mi mochila. Me deslicé por el pupitre, escondiéndome de las miradas que estaban en nosotros.
—¡C-Camus! ¡Oh por todos los cielos! T-Tú... TÚ— ni podía hablar de las carcajadas. Maldito.
—Ojalá te ahogues con tu saliva y tu risa. Estúpido —maldije avergonzado.
—A ver, a ver. Esa esquina de allá— regañó la profesora. ¡Y ella también se estaba riendo! ¡Lo hizo a propósito! Se estaba aprovechando de la inocencia ajena.
Desgraciados.
—Muy bien, ustedes serán el grupo A— señaló nuestra fila. Lógicamente éramos seis.
Surt, un chico de cabello azul oscuro... ¡Ah, sí! Si no me equivoco creo que era conocido por el apodo de DeathMask, aunque su nombre seguía siendo un misterio. Una chica rubia llamada Harmonía, Marín, y por último Alexander.
—Ustedes se encargarán de los postres. Por lo que su mascota será un baguette. Después de todo el pan es fundamental— sonrió, y siguió con los demás.
Jamás. Díganme por favor que no tengo que vestirme como un pedazo de baguette gigante. Aunque no tuve tiempo de pensarlo porque Surt seguía burlándose de mí en mi propia cara.
Este desgraciado.
—Mejor guarda silencio si no quieres quedarte sin ese lindo cabello pelirrojo de la paliza que voy a darte— murmuré furioso.
Los odio. Los odio a todos maldita sea. Necesito que desaparezcan de mi vista.
—Vale, vale. No me río más— y seguía riéndose. Lo miré serio—. Es que no aguantas ni una palabra.
—No. No aguanto ni una palabra. No voy aguantar esta humillación. ¡Por Dios, Surt! ¡Nunca había hecho un ridículo tan grande así en mi vida! Por favor... No quiero pasar por esto. ¿Qué carajos hice en mi vida pasada para recibir este castigo? ¿En serio fui tan malo? ¿Un asesino? ¿Parte del ejército nazi? ¡¿Hitler?!
—Oye, ya cálmate, no es para tanto.
—No, claro que no— exclamé y moví mis manos sarcásticamente—. Es que no eres tú quien va a vestirse como un baguette gigante, y recibir las burlas. Tu crush no va a mirarte y a reírse de tí. No vas a ser parte de esta humillación. No serás tú, seré yo.
—Vale... Si te sirve de consuelo, no serás el único— señaló a los demás—, al parecer ese chico de allá será un pastelillo— señaló un chico de larga cabellera lila— Y no te olvides de ella, será un hot dog.
—¡Pero no es lo mismo! Ellos al menos tendrán un traje con una forma bonita, no un pedazo de pan sin forma alguna. ¿Sabes cómo carajos voy a hacer para caminar?
—Pero... Esa chica también es un pan, solo que más decorado.
—No me jodas con eso, es una mujer. Es obvio que se verá sexy con cualquier cosa, ante los ojos de cualquier hombre— resoplé— Mientras que yo...
Me imaginé a mí mismo en ese traje: mis piernas y brazos serían lo único que podría mover, mientras que mi rostro iba a sobresalir en la mitad del baguette.
Lo peor de todo es que perdería mi forma, mi cintura y mis caderas quedarían ocultas en ese traje. No es que me vea espectacular siempre, pero si no tenía figura con el uniforme, ¿Cómo demonios me voy a ver metido en ese estúpido disfraz?
—Surt, ayúdame. Te lo imploro— rogué.
Sabía que él no podía hacer nada, pero quizá pueda convencer a la profesora o algo.
—Camus, en verdad me gustaría poder hacer algo, pero sabes que no está a mi alcance— articuló.
Yo lo sabía, pero no quería creer la estupidez que iba a hacer.
—Bien chicos, los trajes se van reutilizar como todos los años y éstos se encuentran en la biblioteca, por favor los que son mascotas vayan a traerlos y vuelven vestidos acá al aula. Los demás pueden retirarse sin compromiso.
Recogí mis pertenencias, y sin esperar mucho tiempo me dirigí a la profesora.
Aceptaría cualquier cosa, todo menos eso.
—Profesora Elianna, ¿Puedo hablarle un momento?— ella se quitó los lentes y me miró de arriba abajo con una sonrisa.
—Siempre y cuando no se trate de retirarse de su puesto obligatorio en la feria, lo escucho atenta— maldición, me descubrió.
—Profesora, en verdad, en verdad, no quiero ser esa mascota. Yo siempre pasé desapercibido por todos, y lo que menos deseo en este mundo es llamar la atención. Puedo cambiar con una chica de mi grupo, recuerde que las mujeres son expertas en eso, y venden más— reí nervioso. Ella me miró divertida
— Yo puedo ser parte de la cocina, sé cocinar muy bien, supongo porque soy francés y la gastronomía viene en mi sangre.
Que patética y mediocre persuasión. Pero mi dignidad dependía de ese hilo, si me creía o no.
Surt que estaba detrás mío esperándome, solo se controlaba para no reír.
—Joven Camus, entiendo completamente que esto de ser un poco más social con el mundo y sus compañeros no se le da muy bien. Con mucha más razón debe participar en la feria, así podrá comunicarse mejor con ellos, y hacer nuevas amistades— miró de reojo a Surt.
—Pero profe...
—Anda Camus, eres mi alumno estrella. No me decepciones— me guiñó el ojo y siguió acomodando el papeleo en su escritorio.
¡Claro, como no es ella la que se va a ver ridícula!
Asentí y salí junto a Surt.
—Te doy el poder de matarme aquí mismo— le susurré una vez que nos encaminamos a la biblioteca. Lo que agradecía era que los pasillos estaban completamente vacíos, puesto que la mayoría aún seguía en clases.
—Vamos Cam, no es tan malo como parece— me apoyó.
—¿Te sigo recordando que...
—¡Camus!— una voz muy conocida me hizo girar—, ¡Que bueno que te encuentro!, después de clases saldré con unos amigos, ¿Quieres venir?— Milo me sonrió con esos hermosos y deslumbrantes labios. Su sonrisa era tan dulce que me provocaba diabetes.
No podía decirle que no, pero... Me daba pena estar junto a los demás que no fuesen él.
Frío con todos pero cálido solo con el que me importa.
—Claro yo... Lo pensaré. Tengo un compromiso, después te aviso— me perdí en sus ojos.
—Genial, si decides venir sería mejor— se encaminó con nosotros— ¿A dónde vas, por cierto?
— A-Ah... Bueno... Yo soy parte de la mascota así que... Tengo que ir con los demás a probarme esa vestimenta ridícula— vi como contuvo una risa.
—¿Qué te tocó? —preguntó curioso.
«Todo lo que tú quieras»
—Soy un baguette.
Él rió sutilmente.
¿Notan la diferencia? ASÍ es como deben reírse, no como el estúpido que tengo aquí a la par.
—Ten suerte con eso— me guiñó el ojo. Suspiré—, apuesto a que serás un lindo y sexy baguette.
Me tocó el hombro dando apoyo, y se alejó mientras era llamado por un chico de cabellera corta.
—¿Lo ves?— susurró Surt—, serás un sexy baguette— imitó las últimas palabras con burla y sarcasmo.
—Solo las palabras de él surten efecto en mí.. No te pases de listo— se encogió de hombros.
—Ven, vamos, el destino te llama.
Di un largo suspiro y me adentré a la biblioteca.
♒️💓♏️
No.
Definitivamente no había nada en este mundo que hiciera que saliera así de ridículo en frente de miles de estudiantes. No podía, no quería.
El traje me quedó como lo esperaba. A parte de ser incómodo, olía asqueroso, a ropa vieja y a humedad. Y como si fuera poco, a duras penas podía caminar.
—Sal de una vez por todas, Camus. Nadie va a burlarse. Solo los dos mil y pico estudiantes que habitan en este instituto— me habló ese pelirrojo qué consideraba mi mejor amigo, vaya apoyo que me daba.
Me vi una última vez en el espejo del vestidor. Estaba, y me veía ridículo. No pude evitarlo y solté una carcajada.
Con valentía, salí.
—Solo tienes que... Oh...— calló al verme.
—No. Te atrevas. A reírte— hablé pausado.
Vi su expresión, y sabía que esa advertencia no iba a servir de nada, porque pronto comenzó a reír.
—Pareces un...
—Suficiente— lo callé— Ven, vamos.
—¿A dónde?
—A tomar el camino de la felicidad y vivir juntos por siempre... Obviamente al aula, estúpido— rodé los ojos.
—Ya pues, el sarcasmo no es necesario.
—Si no quieres respuestas sarcásticas, no hagas preguntas estúpidas.
Fue el primero en salir, a lo que se fijó si había gente en los pasillos.
—Aún no hay nadie, pero ya casi es la hora del receso, así que te aconsejo que te apures.
Asentí y sigilosamente salí de los vestidores. Los pasillos estaban desiertos gracias al cielo. Lo único que debía hacer era llegar de aquí al aula sin que nadie me viera, y mi dignidad estaría salvada por unas horas.
Era bastante difícil caminar con eso puesto.
—Demonios...— vi que Milo estaba con sus amigos justamente por el mismo camino donde tenía que pasar.
¿Y si esperaba?
No podía, en cualquier momento tocarían la campana.
Pero qué era peor, ¿Que me vieran unas cien personas que pasarían por los pasillos, o qué solo me viera Milo y su grupito de amigos?
Ambas.
—¿Que estás esperando?— me preguntó Surt.
—No puedo bajar por aquí— respondí deteniéndome frente a las gradas.
A penas podía mover las piernas para andar, costaría demasiado tiempo bajar por ahí, además necesitaría que Surt me ayude; tardaríamos un montón. Por otra parte, Milo estaba en el final de la rampa para los estudiantes discapacitados y esa era mi única alternativa.
—¡Mira, ya están comenzando a salir de las aulas!
¡Maldición! ¡¿Qué iba a hacer?!
Sin pensarlo dos veces opté por la rampa y me lancé, traté de bajar rápido, pero con cuidado. Lo que fue muy estúpido de mi parte (pues no di bien el primer paso). Me enredé con mis propios pies y terminé rodando como un cilindro por toda la rampa.
Todo fue muy rápido.
Vi a Milo al final, y si no paraba ya, iba a chocar con él. Traté de frenar con mis propios pies y mis talones. Sin embargo, lo único que provoque fue llevarlo por delante, haciendo una dolorosa caída para ambos. Pero además de ello empujé a sus amigos también.
—Por Dios, ¿Están bien?— preguntó una voz.
Inevitablemente caí sobre Milo, mientras que él aún trataba de recapacitar en lo que había pasado. Yo no podía desear más que estar a kilómetros bajo tierra.
—Auch, pero que demo... — se levantó cuidadosamente.
—¡L-Lo siento tanto, Milo!— me disculpé avergonzado, y me aparté.
Se llevó una mano a su cabeza, y ¿Cómo no lo iba a hacer después de tremendo golpe?
Aún no enfocaba la mirada en mí. Estaba medio aturdido.
—¿Camus...?— me miró confundido—¿Estás bien?
Quise levantarme pero no podía. Estúpido traje.
Milo soltó una carcajada y se levantó de inmediato, mientras me tendía la mano.
—Necesitas ayuda— rió. Me jaló hacia adelante para levantarme.
—Gracias...— murmuré avergonzado.
Este día no podía ser peor.
—Te ves... Bien— me dijo.
—Olvídalo, esto es un asco— agaché la mirada.
—Bueno, ciertamente te ves gracioso, pero no es exactamente como que te veas horrible— lo miré confuso y me sonrió— Créeme.
Sus amigos rieron pero la verdad es que no me importó en lo absoluto. Después de todo los demás chicos que les tocó ser mascotas me alcanzaron.
Solo espero que mañana sea un grandioso día. Será así, puedo sentirlo.
Aunque bueno, con mis predicciones, mejor guardo silencio. No hay nada peor que esto, así que dudo que pueda hacer el ridículo otra vez.
Ya es suficiente.
¿Verdad?
——————————————————————
Gracias por leer! ❤️
—Luz
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