Capítulo 5: "Túnel de felicidad"
—Gracias...— susurré avergonzado.
Milo había vuelto con la camisa en mano y me la tendió con una sonrisa. ¿En qué momento había caído en todo esto?
—Esto... La camisa es algo grande para mí— la tomé en mis manos y la estiré un poco. No tenía nada fuera de lo común, precisamente porque era la de uniforme, pero vaya que era diferente. Es decir, no podíamos comparar su cuerpo de dios griego con mi cuerpo de spaghetti o algo parecido.
Dios mío pero que cruel que soy conmigo mismo.
Aún así le agradecí infinitamente porque eso había sido un lindo gesto de su parte. Y para ser sincero, no lo esperaba para nada.
—Gracias por tu ayuda— repetí, no podía dejar esa sonrisa boba en mi rostro.
—No es nada —me respondió de vuelta— Oye por cierto— llamó mi atención, mientras yo me colocaba su camisa— Sé que nuestro horario no es casi el mismo, pero en estos momentos estoy libre porque el profesor de cálculo no se presentó... ¿te gustaría ayudarme a estudiar?
¿Acaso no tiene ensayo?
Me reservé en preguntárselo, no quería que supiera que estoy pendiente de lo que hace veinticuatro siete, no soy tan acosador como parezco... Tal vez.
—Usualmente tengo clases de artes plásticas, pero en estos momentos como estamos trabajando en un proyecto que evalúa el cincuenta por ciento de la nota, tenemos clases libres con la condición de continuar nuestro trabajo en ese tiempo.
—Ah es cierto... ¿Estás con el profesor Savir, verdad?— yo asentí— Es un buen profesor, yo no tengo que hacer esa clase de trabajos.
—¿Ah no?— respondí curioso mientras terminaba de abotonar la camisa— Pensé que era igual para todos.
—Lo es, pero al estar en una banda nuestro tiempo se limita, así que él solo nos deja un proyecto al final del curso.
—Eso es injusto— respondí riendo, él me entendió el sarcasmo y se encogió de hombros divertido.
Después de todo tenía sentido, Boulevard of Dreams iba muy en serio con la cuestión de sus propias canciones. Cualquier adulto que les viera solo pensaría que es un sueño de adolescentes el cual no dará frutos y terminará en el bote de la basura. Pero no lo era para ellos. Básicamente tenían el apoyo de todos los maestros y alumnos, lo único que faltaba eran ser reconocidos por un promotor de la música, y boom, su carrera y su vida alcanzarán un vuelo. No niego que resulta ser hasta emocionante para mí.
Tomé la chaqueta de aquel desconocido en mis brazos junto con mi arruinada camisa, y me dirigí a él.
—¿Está bien que me esperes en la biblioteca? Tengo que ir por mi mochila.
—¿Te acompaño? Mis amigos ya se fueron, y me siento solito —da un tierno puchero que me hace morir de ternura—Además... Pareces ser un chico muy callado y reservado, ¿No es cierto?
—Sí bueno... Prefiero pasar desapercibido por todos.
—¿Por qué dices eso?
—Siempre ha sido así— me encogí de hombros— Y si te soy sincero, prefiero que siga siendo así. No me gusta llamar y ser el centro de atención, me es una sensación desagradable.
Milo me miró con confusión por unos cuantos segundos.
Adivinaba lo que podía estar pensando, que soy raro y asocial. No lo culpo, es la verdad, pero rayos, no quería que pensara que mi ser se llenaba de esas dos cosas.
—¿Pero qué dices? Siempre has llamado la atención— me respondió con una sonrisa.
Espera qué.
—¿Eh?
—Eres el chico genio de la clase, Camus, el que ha participado en miles de ferias científicas a lo largo del año y resulta ser el ganador, eres ese chico tímido que siempre se dirige a los últimos asientos de la clase con tal de aislarse de todos, eres uno de los más callados del salón pero siempre atento a todo— Milo estaba enumerando cada característica como si me conociera de toda la vida, como si ya me hubiera puesto la atención necesaria para saber todos esos pequeños detalles y... yo no podía hacer nada más que guardar mis palabras y mirarlo asombrado. ¿En serio estaba hablando de mí? ¿Realmente conocía mi existencia?— Lo siento, pero para mí me es difícil pasarte por alto.
Estoy seguro que ahora mismo mis mejillas deben verse como tomates.
—¿Qué debería ser ahora contigo? —bromeo nervioso—, debería activar mi capa de invisibilidad.
Él ríe.
—Espero que no estés pensando que que soy un acosador. Es solo que... Siempre pensé que te caía mal, es por eso que nunca me atreví a hablarte. Ahora veo que detrás de ese rostro neutro hay un chico divertido.
¿Estás hablando en serio?
«¡Mi amor! ¡Pero si te he amado toda una vida!»
—Pero ahora que se da la oportunidad de conocerte y ver que no es así, me gustaría ser tu amigo, Camus —si no me sostenía de algo ya mismo, iba a caer—. Eres como una cajita de sorpresas.
Listo. Morí.
—Sí yo... Bueno yo... Yo...
—Tomaré eso como un sí —animó, sosteniéndome del brazo— Ven, vamos.
Salimos casi corriendo del lavabo, yo casi tropezando de los nervios y él totalmente sonriente. En serio, ¿Este chico nunca se cansa de sonreír y ser así de alegre? Es como observar a una persona llena de positivismo y de tanta energía que daban ganas de contagiarse de lo mismo. Cuando no se le veía sonreír, a veces llevaba un rostro despreocupado, confundido, o interrogativo, de esos que dan ganas de morir de la ternura por lo lindo que se veía con la expresión que fuese.
Maldita sea, si no acaba conmigo, yo mismo me voy a tirar de un barranco por ser tan iluso.
Caminé a su lado, mientras me comentaba una de las anécdotas que le pasó mientras ensayaba, y lo hacía con tanta gracia que no pude evitar reír. Me lo contaba como si yo fuese amigo de toda la vida, y eso me hizo darme cuenta del porqué todos le querían.
Él no era una persona tóxica que critica o hace el mal, simplemente trataba a todos por igual, incluso con mucha confianza.
Ya veo porque es tan sociable.
—¡Oh! Ahora que recuerdo, quería preguntarte algo—me mira por encima de los hombros por la diferencia de altura—. Dime algo, ¿No eres tú el que siempre ha estado en las graderías?
SANTO CIELO. ¡SE DIO CUENTA!
—Es mi gemelo, lo juro —alce las manos, culpable. ¡Vamos, Camus, tú puedas más que esto! Ahhh—. Okay no es como lo piensas, es que siempre suelo ir a dibujar en lugares tranquilos...
—Pero si nosotros siempre estamos ensayando, ¿Cómo podría ser eso un lugar pacífico?
«Maldición, ¿Entonces aquí es donde se supone que debería empezar a correr?».
—Es que su música es inspiradora.
Bueno, eso no era mentira. Pero no podía confesarle que la razón principal era por verlo a él.
—Algún día deberías enseñarme esos dibujos —me da una sonrisa—. Por cierto, ¿Dónde está ese amigo tuyo?
Le miré pensativo.
—La verdad es que no sé si me estará esperando. Duré mucho para llevarle el jugo que me encargó— pensé— La verdad es que por su culpa ahora tengo ropa de un malandro y una camisa dañada —resoplé fastidiado, recordando al idiota que chocó conmigo, y para peores, montó una escena con su jacket de cuero.
—Ahora que la veo, me resulta familiar— se dirigió a la chaqueta— ¿Es tuya?
—¿Qué? No — reí— ¿A poco tengo cara de chico malo?
—No no... Es solo que... Se me parece a una que le pertenece a un idiota que conozco— frunció el ceño.
Vaya, eso definitivamente me había tomado por sorpresa. ¿Él hablando así de alguien? ¿Que no se suponía que se llevaba bien con todos?
—Bueno... En realidad no es mía, y... La culpa de la mancha en mi camisa es de la misma persona que me dio la jacket— expliqué.
—¿Y quién era?
—No lo sé, no me dijo el nombre. Dijo que... Bueno al final tengo que devolverla— analicé cómo lo iba a hacer, puesto que no tenía idea de quién era o como volver a encontrarlo— Era muy alto, de ojos azules y cabello gris.
—¿El idiota de la motocicleta azul?
—... Pues sí tiene una moto azul o no, eso no sé, pero de que es un idiota sí lo confirmo.
—Ja, creo que ya sé quién es. Es mejor que te mantengas alejado de tipos como esos — desvió la mirada con molestia.
Esto tenía que ser una broma. ¿Quién en este mundo podía tener un conflicto con Milo? Era demasiado amable con todos como para generar el odio o desagrado de alguien.
—¿Te cae mal?— cuestioné.
—Como dije antes, es un idiota. Y definitivamente no es alguien de mi grata amistad.
—Oh...— fue lo único que dije.
Después de eso llegamos a la banca donde se suponía que estaría Surt esperándome con mis pertenencias. Juro que si ese tonto no está ahí para cuando llegue, voy a hacer de su cabello una excelente peluca sintética.
Por dicha, sí estaba ahí. Tenía sus audífonos puestos mientras hacía garabatos en un cuaderno con aburrimiento.
—Hey —chasqueé los dedos en frente para que me pusiera atención.
—¡Tú, pequeño gusano de...!— levantó su mirada y calló al instante al ver que no venía solo.
«Así es, ya tengo a Milo colgando de mis manos. ¿Que no ven que no se pudo resistir a mí hermosura?»
—¿Qué decías, Surt?— repetí a propósito.
Vi que abre su boca para inhalar aire de la misma impresión, al contrario de eso, traga de su propia saliva y empieza a toser descontrolado, mientras se golpeaba el pecho.
—Jajaja, que idiota —lo señalé, riendo a carcajadas. Milo se voltea hacia a mí y comienza a reír también.
Seguro de lo tonto que me veía.
—Estúpido, ayúdame —dice con la voz quebrada.
Aún riendo, me dirigí a su lado y puse mi palma de la mano detrás de su espalda, dándole golpes para que no se ahogara en su propia saliva. ¿Que tan ridículo podía ser eso?
—¿Estás bien? —pregunté, parando de reír.
—Vaya sorpresa me diste —susurró— ¿Por qué tardaste tanto?— me recriminó con la mirada.
¡Y con qué derecho lo decía!
—Mira mejor ni se te ocurra decirme nada que por tu culpa pasé una vergüenza en la cafetería.
—Nada raro viniendo de tí— me miró burlón.
Miré a Milo y él veía todo con confusión y risa contenida.
—Este... Milo, creo que ya lo conoces, él es idiota de mi mejor amigo— lo presenté.
—Hola —saludó amablemente.
—Surt, él es Milo, supongo que ya debes de conocerlo.
—Como no hacerlo cuando tú...—
—Suficiente, que lindo es presentar a dos amistades ¿Verdad?—miré a Surt con una sonrisa peligrosa que decía: cállate porque no será mi culpa si cierto pelirrojo aparece un día en una alcantarilla amarrado de pies y manos— Ahora tomaré mis cosas...— recogí mi mochila y un libro— Y repasaré un poco de la materia del parcial con Milo. Supongo que te veo mañana— le avisé.
Me di media vuelta y comencé a caminar hasta la biblioteca. Milo me siguió.
—Creo que no le caí bien a tu amigo...— me dijo.
—¿Por qué lo dices?
—No sé... Me miró como con ganas de sacarme los intestinos y dárselos de comida a los perros— yo reí ante su comentario, pero él seguía serio.
Oh esperen, ¿Está hablando en serio?
—Bah, no te preocupes. Él es así con todos— le resté importancia.
Milo asintió no muy convencido.
Espero y solo espero, que Surt no haya sacado conclusiones equivocadas.
♒️❤️♏️
—¿Quieres repasar un tema en general?— le pregunté.
Milo tiró su mochila en una de las mesas y se acomodó en uno de los sillones que tenía la biblioteca.
—Adoro ese lugar, es perfecto para dormir y escapar de vez en cuando de los profesores— sonrió y cerró lo ojos—, mejor estudiamos toda la materia en general.
—¿Alguna vez has venido aquí sólo para leer un libro en lugar de escapar de los profesores? —le seguí la corriente mientras ponía mi mochila en la mesa y comenzaba a sacar unas hojas.
—... Creo que no —dice, pensativo—, ¿Buscar cómics cuenta como lectura?
—¡Ja! Ya con eso me lo dijiste todo —contuve una risa, mientras ponía un mechón de cabello detrás de mí oreja.
Vi de reojo la mirada de Milo, inspeccionándome de arriba abajo. ¿Ahora que rayos se suponía que tenía? Oh Dios, me estoy poniendo nervioso.
—¿No eres griego, verdad? —me pregunta después de un rato en silencio.
—¿Por qué? ¿Se nota mucho? —eché mi cabello hacia atrás para hacerme una coleta. Odio el calor de Grecia, sea mañana, tarde, noche, siempre era un clima infernal.
—Aunque no tuvieras un apellido extranjero, siempre me daría cuenta —comenta divertido—, es que no sé... Tienes ese aire afrancesado que es bastante llamativo ante los ojos de los demás. Recuerdo una vez que estábamos hablando de alumnos extranjeros y saliste en la conversación, pensé que era mentira pero ahora viéndolo bien, creo que es cierto.
Ja, la gente inventa cada cosa...
—¿Ah sí? A ver, dime que cosas me hacen diferentes a los demás —me senté y puse mis brazos sobre la mesa.
—No puedo explicarlo. Sólo sé que logras destacar dentro de un gran círculo de estudiantes —me mira seriamente.
¡Mi corazón! Está a punto de explotar. ¿Qué se supone que debería responder?
—Tonterías —susurré tímido—. Soy naturalmente de Francia, pero hace muchos años estoy viviendo aquí, para ser exactos desde que mi hermano encontró trabajo. Pero olvidemos eso. Mejor ya ven aquí —palmeo el asiento a mi lado, indicándole que se acercara.
—¿Qué? ¿Por qué?
—¿Como que por qué? —reí— ¿No estarás pensando en que vamos a estudiar en el sofá, verdad?
—¿Por qué no? —se acurruca más, como si estuviese indispuesto dejar ese cómodo mueble.
—Milo... Acabas de decirme que es un buen lugar para dormir, así que lo vas a hacer tarde o temprano. Además no puedo explicarte de lejos, necesito que veas estas hojas.
—Ow... —se levantó casi con dolor—, te prometo que vendré por ti luego —le habla al sofá como si fuese una persona.
Ay que dramático... ¡Pero que casualidad, yo también lo soy!
Lo sé, somos almas gemelas separadas al nacer.
—Bueno, empecemos con esto.
Yo asentí y le mostré mis apuntes.
—Este esquema puede servirte, los acontecimientos, ataques y planes más importantes de la primera y segunda guerra mundial está bien resumido.
Milo sacó unas hojas de su mochila y un lápiz.
—La muerte del archiduque Francisco Fernando, el tratado de Versalles, los guetos y el ataque a Pearl Harbor fueron los más destacados en esa época. Supongo que será uno de los temas que más vendrá en el examen, igual que el papel que tuvo Grecia.
—Grecia fue invadida por Alemania, ¿No es cierto?
—Pues... Sí y no —vi su cara de confusión y reí—. De acuerdo, la ocupación de Grecia comenzó desde la invasión alemana e italiana junto con las fuerzas de Bulgaria. Su papel duró hasta la retirada alemana de la parte continental. En esas épocas, la Italia fascista invadió Grecia pero fue derrotada, y el ejército griego empujó a los invasores de vuelta a Albania, el país del que se había lanzado el ataque italiano.
—¿Y qué pasó con Alemania?
—Pues... Tuvo que cambiar su enfoque militar del plan barbarroja y preparar una intervención para auxiliarlos.
Seguimos estudiando hasta un pequeño descanso donde Milo ya no podía más, aseguraba que su cerebro contenía tanta información, que seguramente su cabeza debía verse más grande.
Obviamente me burlé de él. Pero con amor.
—¿Tienes hambre? —pregunta, sacando paquetes de comida chatarra y galletas.
—No —mentira. Estaba que me comía a mi mismo. Pero, como mi cuerpo me odia y siempre quiere dejarme en evidencia, antes de que siguiera, un sonido de mi estómago me hizo avergonzar.
Oh Dios justo ahora... Mi estómago me dejó como estúpido mentiroso y más que avergonzado.
—No me molesta compartir —suelta una carcajada—, anda, no seas orgulloso. Estar aquí tantas horas por supuesto que da hambre.
Recogí lo que me daba con mucha vergüenza. Y no dije nada.
—Camus, ¿Qué clase de música te gusta? —me pregunta mientras saca una tortilla tostada del paquete.
—Hum... —mastiqué un poco la galleta que tenía en mi boca y contesté cuando supe que no quedaba rastro alguno de comida en mis dientes—. Amo el rock alternativo, y algunas bandas clásicas de los ochenta.
—Muy bien, acabas de aprobar el examen.
—¿Cuál examen? —pregunté confuso.
—El examen para entrar a mi corazón —bromea y yo me sonrojo. En serio, este tipo de chiste no se pueden hacer, mi corazón quiere salirse de mi pecho.
—Ya mejor termina de comerte eso —regañé.
El resto de la tarde continúe haciéndole pequeños esquemas con colores y cuadros informáticos que le ayudaran a entender mejor el tema. Además, su rostro siempre estuvo muy cerca del mío, podía ver sus abundantes pestañas parpadear, y su boca morder el lápiz.
Son detalles ridículos, pero cuando tienes a alguien que te gusta, todo lo que hace te parece perfecto.
—Creo que eso es todo por hoy, aprobarás el examen si estudias el resumen que te hice —recogí mis cosas para levantarme. Él también guardó sus cuadernos y lapiceros—. Si tienes alguna duda puedes escribirme por las redes, siempre ando en línea.
—Muchas gracias, Camus. Fue divertido —agarra su mochila y salimos juntos de la biblioteca. El pasillo ya estaba vacío, básicamente no quedaba nada de estudiantes, parecía que se habían marchado hacía rato.
—Ya es bastante tarde —murmuré viendo el ocaso.
—Tengo un par de discos en mi casa —me dice. Volteo a ver a Milo confuso y él me sonríe—, ¿No te gustaría?
—¿Eh?
—Ya sabes, para compartir una tarde de música. Cuando puedas me avisas y quedamos en mi casa.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Podía jurar que un día de estos iba a morir de un paro cardíaco que en algún momento me iba a provocar.
Ya. Es. Suficiente. Corazón.
—Yo...—antes de que pudiera darle una respuesta su teléfono comenzó a sonar. Que conveniente, tenía que ser justo ahora agh.
—Me permites un momento, ¿Bueno?— él contestó la llamada.
Yo suspiré.
Ya era tarde, el cielo comenzaba a teñirse de un ligero tono naranja y amarillo, dando un hermoso celaje.
—No me grites. Ya entendí —no sé con quién hablaba pero se notaba molesto.— No, es que me parece algo ridículo, parece que no confías en mí, ya dejame en paz.
¡Alerta, alerta! Necesito salir de aquí antes de que se vuelva incómodo.
—Me vale un comino, Kardia. Ya te lo dije.
Ah... ¿Qué? Me perdí, pensé que discutía con su novia. Milo dejó escapar una risa llena de sarcasmo, que hasta yo lo noté. ¿Quién era el que están detrás de la línea?
—Ya, joder. Que ni papá me regaña así —colgó, y luego se dirigió a mi— Discúlpame si escuchaste todo...— rascó apenado una de sus mejillas.
—No te preocupes, son cosas que suelen pasar.
Milo se dirigió a la salida y se despidió de mí con una mano. —Nos vemos después, Camus. Debo irme, pero gracias, me ayudaste mucho —una última mirada y lo veo alejarse.
Bueno... Creo que después de todo, mi día no fue tan malo.
¿Podré progresar con Milo en un futuro?
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