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Capítulo 29: "Declaración"

Luego del almuerzo, Surt y yo que quedamos de últimos en el jardín del colegio, la mayoría había mencionado que tenían que irse para hacer sus cosas. Y eso era respetable... si no fuera porque todos tenían un rostro incómodo.

—Oye, Camus. ¿Crees que decidieron irse por nosotros? —me comenta Surt.

Hmm.

Ahora que lo pienso no creo que haya sido por nosotros, más bien se debía al silencio incómodo que nos envolvió luego de que Milo se fuera con Shaina. Ellos saben que me gusta Milo, y quizá no encontraban las palabras suficientes para animarme.

Lo apreciaba pero... Siento que es algo que debería manejar yo solo. 

—No, siento que esa no fue la razón —me muestro pensativo y Surt enarca una ceja esperando que continúe, pero doy la charla terminada—. Al contrario, deberíamos apurarnos a llegar rápido a nuestra siguiente clase y no estar charlando como bobos.

Surt asintió y me dio la razón. Levantamos nuestras cosas y pronto nos encaminamos a nuestra clase de literatura, no sin antes pasar al baño del instituto a lavarnos los dientes. De hecho, en esa clase no me la paso tan mal así que no me siento presionado por llegar.

—Camus... Hay algo que debo decirte —menciona, mirándome por el espejo mientras nos cepillabamos los dientes.

—¿Qué es? —inquiero lentamente, evitando que la pasta de dientes saliera de mi boca.

Veo como sus mejillas se enrojecen y evita mi mirada, aunque para ese entonces ya no intercambiamos miradas por medio del espejo, me volteo hacia Surt directamente y este trata de esconder su sonrojo con su cabello rojo.

—Ese sonrojo no se esconde entre ese nido de llamas  —río, haciendo énfasis en su color de cabello.

Él me devuelve una mirada fea y yo continuo riendo mientras termino de enjuagarme.

—Esto es en serio —resopla, abriendo el grifo para lavar su cepillo de dientes.

—¿Entonces? Sigo esperando a que me lo cuentes —aprovecho para secarme las manos, guardando mi cepillo en la mochila.

Veo que se remueve incómodo, como si estuviera buscando las palabras o la manera de contarme lo que le atormenta. Y justo cuando lo iba a presionar, Surt toma aire y se voltea hacia mí.

—Yo... Estoy saliendo con... Alguien —mientras más pausa su comentario, más se sonroja.

Y entre felicitarlo o sorprenderme, me quedé en blanco sin saber como responderle.

Un momento... ¡¿SURT SALIENDO CON ALGUIEN?!

—Oh por Dios... —llevo una mano a mi boca, mirándolo entre sorprendido y divertido—. ¿No me digas que ya encontraste a alguien que te soporte?

Surt me mira ofendido y golpea mi hombro, a lo que yo suelto una carcajada.

—Vete al infierno, cuando trato de decirte algo importante me sales con esto —gruñe molesto, cruzandose de brazos.

Claro que no me burlo de él. Solo... Me pareció curioso y algo tierno que haya decidido contarme, Surt y yo nos tenemos mucha confianza, pero mi pequeño amigo pelirrojo es un poco tímido cuando se habla de estos temas. Más bien me sorprende que me haya soportado todas esas veces que le hablaba de Milo, de lo genial que era, de lo guapo que es, de lo perfecto que es. Una completa creación divina.

—No me burlo de ti, Surt... En realidad, me alegra que me lo hayas contado. Me alegro mucho por ti —lo abrazo desprevenidamente, y aunque lo haya tomado por sorpresa, me devuelve ligeramente el abrazo—. Me alegra tanto saber que tienes a alguien a tu lado, que te quiera.

Surt asiente y aunque no vea su rostro, puedo sentir su postura algo tímida.

—¿Puedo preguntar de quién se trata? —lo suelto y esta vez lo miro de frente. Lo veo jugar con sus manos me responde.

—Sigmund...

Qué.

Estoy seguro que si mi mandíbula no estuviese pegada, se habría caído al suelo. Quizá el rostro de sorpresa fue tanto que Surt me mira preocupado.

—¿Realmente es tan malo? Es decir... ¿Crees que no debería salir con él...?

—¡No, no! Al contrario, me alegra mucho que finalmente hayas encontrado a alguien que te interese romántica mente... Es solo que... Sigmund es la última persona en la que pensé.

—Me pasabas molestando con él...

—¡Pues sí pero...! Creí que solo era una tonta rivalidad. Jamás pensé que detrás de toda esa rivalidad había una chispa —le guiñe el ojo.

—Dios... Esto es tan vergonzoso —me confiesa—. Digo... No es vergonzoso salir con él, si no que... Todo es tan extraño y nuevo para mí. Sigmund es algo cariñoso, para no decir que chicloso y pegajoso terrón de azúcar, algo a lo que definitivamente no estoy acostumbrado.

Yo río.

—En eso te doy la razón.

—En fin, él siempre quiero estar conmigo, hablar todo el día, escribirnos todo el tiempo... Y a mi no me gusta —resopla—, tengo cosas que hacer.

—Ow, pobrecito de Sigmund... Se enamoró de alguien que parece llama, pero en realidad es más frío que un témpano de hielo —lo molesto, riendo—. Pero en serio, Surt, tienes que hacer el mínimo esfuerzo, si realmente te atrae, al menos hazle saber que también estás interesado.

Surt asiente, terminando por echar todas sus pertenencias a la mochila.

—Lo estoy, pero eso sigue siendo raro —da una mueca de disgusto.

Yo niego, y le dedico una diminuta sonrisa.

—Andando, llegaremos tarde.

Ambos caminamos por los pasillos y ya la mayoría se encontraba vacío, habían pasado quince minutos desde que el almuerzo había terminado, por lo que supuse que la mayoría de los estudiantes estaban en sus aulas.

De todas formas no me presiona llegar al aula, la profesora de literatura siempre se retrasaba, y podía apostar que si llegaba ahora mismo al aula, todos estarían en un desmadre y la profesora brillando por su ausencia.

Minutos antes de entrar, me encontré con Rígel sentado en una banca mientras jugaba con su teléfono, le di una rápida mirada a Surt de que se adelantara, y él pareció enterderme, por lo que asintió y siguió su camino.

—Hey —saludo.

Rígel levanta su mirada, y sonríe cuando me reconoce.

—Hey —contesta.

—¿No deberías estar en alguna clase? —pregunto, mirando inquisitivamente su teléfono.

Él parece notarlo y ríe, encogiéndose de hombros.

—Ando aburrido. Además, la clase de psicología no es mi fuerte.

Yo resoplo y me siento a su lado.

—Cierto, psicología no es una gran clase pero eso va a contar en tus ausencias. Al menos deberías intentarlo. Tampoco es como si me preocupase, sin embargo... considéralo.

—¿Y que gano yo con eso? —me mira coqueto, a lo que yo jadeo en sorpresa—. Me conformo con un beso.

—Ni lo pienses.

—Un beso en la mejilla.

—No.

—¿Un besito chiquitito en los labios?

Lo miro con un rostro de "ni lo sueñes". Aunque debo admitir que su persistencia me da algo de gracia. Aun recuerdo el beso robado que me dio y... si bien era cierto que lo tomé como una broma, ahora no sé sus verdaderas intenciones.

—Pues la verdad ya es algo tarde para entrar. Más bien deberías decirme qué hay de ti. ¿No deberías estar en clase también?

Di un pequeño asentimiento y él me mira divertido, casi burlándose de mi por mi doble moral.

—Ya sé lo que estás pensando pero no. No me he saltado ninguna clase, sigo con literatura y mi profesora siempre se retrasa como veinte minutos.

—Para ser un chico nerd, estás siendo muy rebelde —se burla—, ¿qué se siente romper las reglas?

Solté un bufido molesto y Rigel solo se carcajea.

—Hey, Camus —una voz detrás de mi aparece, por lo que me volteo y miro el rostro de Milo con cierta expresión de molestia.

—Ah... hola, Milo —le sonrío tímidamente.

Esta vez Rigel se levanta de su asiento y se encamina hacia Milo, mirándolo burlón. Desde una vez puedo percibir la competencia entre esos dos, a pesar de que son casi de la misma estatura Rigel es un poco más alto, haciendo a Milo mirar ligeramente hacia arriba.

Sin embargo eso no quiebra su postura, se mantiene con la mirada desafiante, y su cuerpo rígido. Entiendo que la rivalidad empieza desde que Rigel era parte de la pandilla de Hércules. Pero ya había pasado tiempo y seguía siendo algo extraño que su rivalidad continuara.

—Eh, Milo, ¿Tanto tiempo, no? —se burla.

—No me importa cuanto tiempo haya pasado. Aleja a Camus de tu mala influencia. Él no es el perdedor que tú eres —gruñe molesto. A lo que me hace sorprenderme.

—¿Mi mala influencia? —repite incrédulo—, en primer lugar Camus puede juntarse con quien le de la gana y seguir los pasos de quien quiera. ¿Quien diablos te crees que eres para impedirlo? —frunce el ceño.

—Alguien a quien sí le importa. No dejaré que lo arrastres a los mismos pasos.

Desde ya puedo presentir que están a punto de lanzarse uno contra el otro, por lo que intervengo en su estúpida riña.

—Milo, basta. Fui yo quien decidí estar aquí con él —lo detengo. Me voltea a ver con sorpresa, y no tardo en explicarme—... iba para mis clases y lo vi aquí sentado, solo lo estaba molestando un poco pero ya me iba.

—Camus... —susurra en sorpresa, pero poco a poco va frunciendo el ceño—, bien, como quieras —me dice, antes de marcharse por el pasillo.

Y aun algo sorprendido, me cuesta creer que Milo realmente se haya molestado por eso. Aunque no sé si se molestó con Rigel, conmigo, o por lo que le dije.

Entonces traté de seguirlo pero Rigel me tomó del brazo, deteniéndome.

—Llegarás tarde a clase.

—Pfft, ¿Ahora quiénes son ustedes para decidir si entro a clase o no? Su rivalidad se les subió a la cabeza —comento sarcástico—, pero ya que estamos en esas, también deberías volver a clase.

Y antes de que me reclame, me suelto de su agarre para ir detrás de Milo. Me carcomía saber la razón por la cual se fue tan molesto, realmente siento que no había nada de malo en lo que dije pero aun así... se le veía muy molesto.

—¡Milo! Espera —lo detengo cuando va por el pasillo. No dudé en acercarme y mirarle con preocupación, se le veía pensativo—¿Pasa algo? ¿por qué te fuiste así? —inquiero.

—¿Tendría que haber una razón para quedarme viendo como este idiota coqueteaba contigo?

Entonces me detuve, mirándolo sorprendido.

—¿Coqueteando? —repito confuso.

—No creas que no me di cuenta en la manera en la que te mira. No me gusta que se acerque de esa manera a ti, ese tipo podría aprovecharse de los buenos sentimientos de alguien y ciertamente no quisiera que ese alguien fuese tú —confiesa.

Quitando el hecho de que eso se escuchaba muy tierno, porque denotaba preocupación, aún seguía siendo algo... sin importancia. No quería ponerme del lado de Rigel, pero sí tenía razón cuando mencionó que solo yo sabría escoger.

—Hmm, ya veo —me quedé en silencio por unos segundos—... ¿Entonces todo bien?

Él me mira con una sonrisa fingida y luego niega lentamente.

—No te preocupes.

Claramente no me voy a creer esa señal tan patética de que todo está bien o de que no me preocupara, quisiera preguntarle la verdadera razón pero... tampoco quiero entrometerme demasiado.

—Entiendo...—menciono afligido.

Si bien es cierto que no tenía ningún deber en contarme, una espinita en el corazón se me incrustaba al pensar que Milo quizá no me tenía la confianza suficiente para comentarme su molestia, otro lado me decía que no importaba, de todas maneras estaba en su derecho no contarme.

Milo parece notar mi ánimo decayendo y rasca una de sus mejillas pensativo.

—Uh... ¿Me acompañas a la biblioteca?

—¿A la biblioteca? —repito confundido.

Él asiente.

—Solo que... nos brincaremos una clase. Si no quieres está bien, de todos modos entiendes que perder una clase para ti puede ser... no del todo correcto. Aunque hubieras estado dispuesto a brincarte una por Rigel —esto último lo susurra con clara molestia, y no evito enarcar una ceja.

Y lo pienso con detenimiento.

¡Por supuesto que no es correcto! Y claramente no pensaba brincarme una clase por Rigel. Sin embargo... podría hacer una excepción solo por tratarse de Milo. Es decir, nunca he fallado una sola clase y no creo que una vez que lo haga sea el fin del mundo. Hasta siento que los profesores podrían perdonarme la ausencia con tan solo decir que me sentía enfermo o algo así.

Pero esto no se lo mencioné a Milo.

—Creo que... una vez no será malo —menciono apenas audible.

—¿De verdad? —pregunta esperanzado.

Ni bien había terminado de asentir y decir que sí, cuando me tomó de la muñeca y comenzó a arrastrarme con él por los pasillos corriendo como la primera vez.

Trato de seguirle el paso pero parece demasiado apresurado. ¡Alguien que me diga que fue ese cambio de actitud!

—¡M-Milo! ¡Espera! —digo con terror al notar como esquivamos algunos pocos estudiantes del pasillo.

Hasta podía sentir la adrenalina de ser atropellado en cualquier momento por algún profesor o estudiante.

Pero en lugar de detenerse, escucho como este suelta una risa. Claro, ha de ser muy gracioso arrastrarme en su plan maligno sin una pizca de consideración con mi sincronización en los pies. Conociendo mi suerte, pronto acabaría en el suelo si seguíamos con este paso.

Para mi buena suerte, eso no paso. Llegamos sanos y salvos a la biblioteca, él riendo y yo con el rostro colorado de tanto correr, jadeando.

—¿Estás bien? —sonríe burlón.

Yo asiento pero tengo que apoyarme en mis rodillas mientras inhalaba profundo.

—Solo dame unos segundos —comento, tratando de recuperarme.

Escucho una risa de su parte y sin que me dejara tomar un momento de respiro, me arrastra a la biblioteca entrando en completo silencio.

Ahora que lo veo no hay ni un solo estudiante y tampoco pareciera que la bibliotecaria apareciera. Una dulce señora de quizá ochenta años que sí nos veía hablando nos lanzaba libros a la cabeza.

Ah, recuerdos~

—¿Puedo preguntar que hacemos aquí? No escapé de mi clase de literatura para no hacer nada productivo —me cruzo de brazos mirándolo en desaprobación.

Sin embargo, él toma mi respuesta por otro sentido y veo que se traga una risita divertida. Luego me dedica una mirada coqueta de medio lado que, Dios amigo, haces eso una vez más y me tienes a tus pies.

—¿Y para ti qué es hacer algo productivo? —menciona coqueto.

Oh Dios... Realmente no podía evitar escenarios calurosos que pasaron por mi mente cochombrosa. No era mi intención, pero ahí me tenían, imaginándome un escenario para nada inocente.

Sentí como mis mejillas se acaloran y Milo suelta una risa, inmediatamente le devuelvo una mirada de reproche y miro hacia los lados.

—No es divertido... La bibliotecaria podría aparecer en cualquier momento y empezar a dispararnos con libros.

—Tranquilo. En realidad la bibliotecaria no trabaja hoy y es por eso que la biblioteca está cerrada para los alumnos.

Yo enarco una ceja.

—¿Y si está cerrada por qué estamos aquí?

—Porque... —divaga, buscando palabras para contestarme. Se veía que las estaba pensando muy bien porque desvió la mirada y se rascó la nuca nervioso—, quería hablar y estar contigo.

Vaya... Eso no me lo esperaba.

Siento un sonrojo en mis mejillas y yo juego con mis manos, permitiéndome estar nervioso frente a él. Siempre que me decía cosas así mi timidez volvía, y la realidad me golpeaba en la cara.

Él seguía estando en una relación, y yo no podía seguir interponiéndome entre ambos. Comenzaba a comprenderlo, quizá yo... Solo estaba de tercer rueda. Aunque tal vez solo estoy exagerando, él me seguía viendo como su amigo pero yo seguía malinterpretando sus muestras de cariño por algo más, quizá solo estaba muy sediento de su amor.

Ah, que dilema.

—Milo... —menciono en un susurro. Él me da una señal con la cabeza para que nos adentremos, y yo lo sigo en silencio.

Quizá un lugar discreto del instituto me serviría para comentarle que deberíamos... Parar algunas escenas, incluyendo los besos. No era sano, no para mí. Yo seguía enamorado, quizá más profundo que antes, y él... Tenía una relación con una hermosa chica.

Agh, es tan complicado... Para empezar, ni siquiera debimos acercanos de esa manera.

Luego de unos segundos, encontramos unos sillones al final de la biblioteca con bastantes estantes, era un punto muerto donde no se podía ver hacia afuera, ni las personas de afuera podrían ver hacia adentro.

Yo tomo asiento seguido de él, y nos quedamos en un silencio bastante tranquilo. La verdad me gusta la biblioteca, muchas veces pasa encerrado acá cuando tenía lecciones libres. De casualidad, miré a Milo de reojo y este se veía pensativo.

—¿Entonces estamos aquí por...? —empecé, mirándolo de costado.

—Ya te lo dije, quería estar contigo —contesta.

Yo evito sonrojarme, y le contesto.

—Sí pero... También mencionaste que querías hablar conmigo. ¿De qué se trata?

Quizá era muy ingenuo, o porque no quería llevarme la decepción más grande de mi vida, pero... No quería aceptar que quizá todo este misterio se debía por Shaina, ya que ella se lo llevó en pleno almuerzo. A lo mejor Milo también había meditado sobre nuestra extraña relación de amistad, y quiere detenerla, a lo mejor... Quiere parar con todo esto.

Y por un lado, eso es bueno. Es lo moralmente correcto. Pero por otro... Me dolía, me lastimaba el tan solo pensar que quizá quería terminar de raíz nuestra pequeña amistad. Yo... No lo soportaría, mi corazón dependía de un hilo, un hilo que solo Milo podía manejar, o romper.

Milo se toma el tiempo para responder, y desde ya la ansiedad me está matando.

—Deber ser de Shaina, ¿no? —inquiero, tragando saliva.

Él me voltea a ver sorprendido, y asiente lentamente. Desde ya siento mi respiración entre cortarse.

—Sí... ¿Cómo lo sabes?

—Yo... También quisiera hablar de eso —le respondo.

Su mirada de confusión no cambia, y es cuando me retracto de mis palabras. No quería... No quería admitirle que me estaba carcomiendo la idea de dejar a una lado nuestra amistad.

—En realidad... Me gustaría comenzar yo primero —llama mi atención. Yo suspiro, y asiento, dándole el pase a su palabra—. Camus, yo... Terminé con Shaina.

¿Lo ven? Eso me pasa por ilusionarme, quizá yo nunca... Esperen. ¿Qué dijo?

Lo volteo a ver con sorpresa, y quizá mi rostro era tan sorpresivo que veo como suelta una risita y apoya los brazos en sus rodillas, mirando hacia el suelo.

—¿Tan extraño es? Creí que la ruptura sería tan obvia que me dirías algo como... "ya era hora". —ríe.

Pero aún así no puedo dejar de mirarlo con sorpresa. Me esperaba cualquier cosa pero jamás... Algo como esto. En realidad si le confesaba que yo pensaba que el iba a terminar nuestra relación de amistad, me iba a ver como un estúpido.

—¿Te sorprende tanto? —continúa, mirándome preocupado.

—No... Sí, no. Es decir, sí —contesto, algo trabado—. Perdón, Milo, es que creí que era una broma... Pero ahora que me miras tan enserio y preocupado que no se debe a nada de eso, ¿verdad? —él niega—, pero... ¿Por qué?

—Porque estaba harto. Además, nuestra relación no era la mejor, ya lo sabías. Ya estaba cansado de sus reclamos, cuando me llevó a la cafetería solo fue para replicarme una y otra vez lo mal novio que he sido con ella. Y si me lo preguntas, no creo que lo haya sido... Simplemente... Las cosas cambian, al igual que los sentimientos —desvía la mirada, pero aún así continúa—. Descubrí que... La quiero, pero el cariño que le tengo es solo de amigos. No hay un amor... Sentimental como antes.

Yo guardé silencio, pensativo.

Realmente jamás me lo hubiera esperado. Por un lado me siento aliviado de saber que no se trataba de algo que pusiera en riesgo nuestra amistad, por otro, me siento culpable del sentimiento de alegría que me invade al saber que no son nada.

Dios... ¿Inconscientemente estaba esperando que terminaran?

—Pensé que... Que habían arreglado sus diferencias.

Milo da una mueca de fastidio y niega.

—Lo intenté muchas veces, incluso antes de que aparecieras, Camus. Pero yo... Ya no estaba cómodo a su lado.

—Te entiendo, Milo. Y eso está bien, si realmente no estabas cómodo y creías que la relación era algo tóxica, era mejor tomarse su tiempo.

Él asiente, y una vez más nos quedamos en silencio. Era un silencio cómodo, los dos nos sentíamos tranquilos, y la presencia de cada uno era pacífica. Aún así, los latidos de mi corazón iban y venían con rapidez.

—Además... —habla después de un rato. Vuelve a tener mi atención y lo observo atento—, encontré a alguien mejor...

Mi corazón se agita cuando una de sus manos se posan en mi muslo, y me dedica una dulce mirada, una que me dejó derretido en el suelo pero que jamás le iba admitir.

¿Es como lo estoy pensando? A Milo... ¿Realmente le intereso?

Antes de que mis pensamientos fueran un completo caos, él de adelanta. Y antes de que pueda decir algo más, él pone una de sus manos en mi mejilla y me atrae a sus labios en un beso cariñoso.

Mi mente es un caos, y lo único que quiero pensar es en que esto no es un sueño como muchos de los que he tenido. Pero no lo es, una vez más Milo me besaba.

Entonces solo por esta vez me permito ser egoísta e inmediatamente cierro los ojos, sintiendo sus suaves labios posados sobre los míos en un suave tacto que me hace suspirar. Milo me sostiene del rostro, mientras que su mano libre a pone detrás de mi cuello, empujándome a sus labios y reteniéndome para que no escape.

Sentí la punta de su lengua en mi labio inferior, tratando de adentrarse, y no sé si fue el calor del momento o mi valentía, pero lo acepté. Lo acepté cuando abrí mis labios y le permití la invasión. Milo no esperó mucho y deslizó lentamente su lengua por mis labios, haciéndome estremecer y soltar un jadeo agudo que salió más como gemido.

—Perdón... —me sostiene del mentón, mientras junta nuestras frentes y cierra los ojos.

Puedo notarlo algo tímido y sonrojado, a lo que yo sonrío mentalmente. Mi corazón aún late fuertemente y hasta puedo jurar que quiere saltar de mi pecho.

¡Es ahora o nunca!

—Milo, me gustas.


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Luz reportándose con un nuevo capítulo, espero que les haya gustado amorcitos. Esta historia como mencioné no la extenderé, dejaré unos puntos claros y uno que otro desenlace con puntos que no se han resuelto todavía. Muy pronto les traigo el epílogo ❤️

—Luz

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