Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 27: "Debe ser amor"

Los besos de Milo me demostraban que estaba sediento de más, por un lado estaba feliz de que fuese así, pero por otro, estaba aterrado.

Sus labios besaban los míos como si nunca los hubiera probado, la humedad entre ellos, el vergonzoso sonido que hacíamos al chocar los dientes por la torpeza del beso. No era que fuese la primera vez que nos besábamos, sin embargo, ambos estábamos apurados.

Por algo que... no sabía aún.

—M-Milo, espera... —susurré entre sus labios húmedos, dejando un hilo de saliva que nos conectaba.

—¿Qué pasa? —me pregunta suavemente—, ¿no... quieres?

—N-No es eso... es que... los demás deben estar esperándonos.

Obviamente no era por eso, sino porque me sentía extraño... como si la temperatura de mi cuerpo estuviera en aumento y me fuera a quemar. Algo muy extraño que definitivamente no quería averiguar.

Él me mira no muy convencido. Y me da un pequeño beso en la comisura del labio.

—De acuerdo. Pero esto no ha terminado —me dedica una mirada coqueta, para luego marcharse, no sin antes mirar la chaqueta que tenía puesta y dedicarle una mirada molesta.

Fuck... creo que se había dado cuenta.

♏️❤️♒️

Ahhh... Cansancio.

Es lo único que tengo al estar en una clase tan aburrida como lo es psicología. Ni siquiera sé por qué llevamos esta clase, sí, sí, el triángulo de la estabilidad y virtudes, ya a la chingada. Nada que me sirva para controlar mis crisis existenciales y ansiedad.

—Esto es peor de lo que pensaba —suelto un largo suspiro y me recuesto sobre el pupitre con las manos extendidas. Mi cabello cae a medio lado, aprovecho para quitarme los lentes y cerrar los ojos.

Había tenido que pasar todo un santo día esperando que fuese lunes por la mañana para encontrarme con Surt y contarle absolutamente todo lo que pasó ese sábado por la noche.

Lo que ocurrió después de salir de los camerinos fue a penas para sacar una telenovela y ponerla al aire, Betty la Fea se queda corta con mi historia. Aunque pensándolo bien, creo que es momento que deje mi timidez y trate de abrirme más con Milo, es decir; es el amor de mi vida, tarde o temprano voy a tener que darle el sí en la iglesia, y si no empiezo desde ya, la fecha de la boda se va a retrasar.

—A ver, ¿Hay algo que quieres contarme? —me pregunta Surt desde el costado. Deja de escribir por unos momentos y se voltea hacia mí con una expresión de... "Suelta la sopa de una vez".

—No tienes ni idea de todo lo que ha pasado en estos días —apoyo el mentón en la palma de mi mano—, Surt... ¿Y si te dijera que puedo ser el ser más desvergonzado y descarado en este mundo?

No parece pensarlo mucho y rápido me contesta.

—Te creería —me dice con seriedad, y yo lo miro ofendido— ¿Qué? ¿No es cierto? —ríe—. Perdóname Camus, pero a mí ese cuentito de santo y nerd que tienes no me lo creo, podrás ser un verde en los exámenes y todo lo que quieras, se lo creerán los que no te conocen, pero yo sé en el fondo que eres como... Uhm...

¿Qué creía? ¿Que yo realmente iba por la vida conquistando gente?

Y aunque lo pudiera hacer no es como que mi cara tenga un gran impacto, hay que ser sinceros.

—¿Que estás tratando de decir? —fruncí el ceño.

—Sabes muy bien lo que trato de decir —antes de que continuara, agarré el folder que tenía en la mesa y lo golpeé sin piedad—. ¡Ayyy! —gritó bajito, lo necesario para no llamar la atención de la profesora—. Pero es que ahora no aguantas nada.

—Esto es serio, Surt, tengo algo que comentarte seriamente. Porque por primera vez estoy considerando acercarme a Milo, y en realidad he logrado muchísimo estos meses atrás desde que cruzamos palabras, más de lo que crees. Pero quiero tomarlo con seriedad, ¿Sabes?

Estar con Milo me da años de vida, me siento como si ese fuera el lugar que he esperado por miles de años, como si estuviera encadenado con él desde la creación del universo, como si... realmente mi vida fue hecha para unirse a la suya.

A las personas le encantaban llamarlo hilo rojo del destino, a mí, una bella casualidad que se cruzó por mi camino, que aunque sé que no es para mí y no durara mucho tiempo, quiero recordarla como una de las mejores experiencias. Es interesante ver la perspectiva de una persona que no cree en el amor cuando le hablan de ello, como brota de excusas para cubrir ese hueco en su corazón que una persona no pudo llenar. Es divertido ver como los adultos hablan de amor, diciendo que ellos por experiencia saben más de esos inocentes jóvenes que apenas están comenzando a vivir. Pero díganme ustedes, ¿Por qué seriamos diferentes a ellos? ¿Quién les da el derecho de pensar que por el simple hecho de ser jóvenes no sabemos la definición de amor, que no sabemos que es amar, a quien amar?

—¿Entonces nunca lo tomaste con seriedad? —curioseó.

—A veces creo que ese es el problema, porque he pasado tanto tiempo soñando que cuando pasa algo sorprendente, no lo creo. ¡Pero esto es real, hijo!

Surt suspira y me dedica una mirada compasiva. A pesar de saber mi gran locura y amor que tengo hacia Milo, él siempre me ha apoyado, incluso siempre me impulsa para que le hable, para que me acerque... Para que deje de ser tan malditamente cobarde y me sincere de una vez con mis sentimientos.

—Sabes amigo, tienes un gran complejo, ¿De acuerdo? complejo con tu cara, complejo con tu cuerpo, hasta complejos con lo que te pasa, porque crees que no eres suficiente para recibir atención de Milo. Pero déjame decirte, que aunque no lo creas, se ve que tiene... ¿Interés, tal vez? Agh, no sé cómo explicarlo pero creo que me entiendes. Así que ahora iremos a receso, me contarás lo que pasó y yo como buen amigo me burlaré de ti o te aconsejaré, lo que pase primero.

Cuando abrí mi boca para responder a su cruel comentario le campana finalmente sonó, salvándole su pequeño trasero; pero no por mucho tiempo.

Antes de salir del aula, recogí el folder con el que le había pegado a Surt y lo lleve entre mis manos.

Si no me equivoco hoy tendremos educación física, la cual odio con toda mi alma. ¿Saben lo humillante que es trotar una vuelta a la cancha y estar al borde la muerte? La ultima vez tuvieron que traerme una Coca Cola porque se me bajo la presión.

Lo único bueno de esa clase, es poder ver a Milo trotando y corriendo como si fuera un atleta. ¡Dios mío, es que ese chico lo tiene todo!

—Creo que moriré solo, con cincuenta gatos y treinta perros, Surt. De ser así, a cada uno le llamaré Milo junior, solo para recordar los buenos momentos que pasamos juntos.

—Ya me pusiste sad con lo que dijiste, Camus. ¿No deberías tener tantita esperanza y proponer como metas esos sueños? Cuando hay amor todo se puede —dijo, suspirando.

Casi como si fuera el exorcista gire la cabeza lentamente hacia su dirección y lo observe con los ojos bien abiertos, cual cosa rara.

—¿Qué te pasa, eres Surt? Tú que siempre has dicho que el amor no es mas que un sentimiento de admiración y no que otras cosas JAJAJA —comencé a reír escandalosamente.

Lo siento pero no podía contener la risa. Jamás de los jamases hubiera esperado esas palabras de este pelirrojo, quien siempre refunfuñaba con asco los temas amorosos.

El problema fue cuando empezó a ponerse rojo, y no me contradijo. O sea qué...

—No puedo creerlo —dije sorprendido, parando de reír. Surt empezaba a ponerse más y más rojo, hasta podría decir que empezaba a sudar—, algo raro te pasa a ti —acusé, entrecerrando los ojos.

—A-A mí no me pasa nada. Estoy perfectamente bien, maldita sea, deja de mirarme así con tanta sospecha.

Me acerqué a él con sigilo, para tensionarlo e incomodarlo aún más.

—¿No será que estás enamor-

—¡BASTA YA! —gritó harto, tapándose los oídos y corriendo a los casilleros para huir de mis preguntas.

Cobarde.

¡Se supone que soy su mejor amigo! Tengo todos los derechos legales de saber el chisme. Caso cerrado.

Pero bueno, no hace falta ser un erudito para sacar un análisis de quién era el susodicho que le empezó a mover el tapete a Surt. No soy un experto, pero mi instinto maternal me dice que ese chico es Sigmund, porque ya saben: del odio al amor hay un solo paso y casualmente; desde ese día que los castigaron a ambos a limpiar y él nunca me llamó.

Esperen... no me llamó. Eso quiere decir que... ¡OH POR DIOS! No me llamó porque estuvo ocupado.

OCUPADO.

—¡SURT EIKSCHNIR! Exijo una explicación —lo alcancé en menos de dos segundos y le cerré la puerta del casillero, donde inútilmente trataba de ocultar su cara roja.

—¡No ha pasado nada! ¿Ok? Ya sé lo que estás pensando, pero te juro por mi madre que no.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

Lo miré con una cara del tipo ¿Es en serio? y me crucé de brazos, esperando escuchar una respuesta. Suspiró rendido y se acomodó el cabello para evitar más calor.

—Está bien —tomó aire— conformate con saber que ya no lo odio tanto.

Sonreí. Ya no le exigiría más. Yo, mejor que nadie, entendía que Surt era un chico que le costaba abrir sus problemas o sentimientos con alguien. Era de esas personas que le gusta solucionar sus cosas solo y ventilar poco; los que odiaban llamar la atención en vano.

Supongo que tarde o temprano terminara por confesarme como pasó todo. Por el momento no voy a presionarlo. Y ahora que he visto a Surt enamorado nada me puede sorprender.

—Mejor dime ya tú ¿Qué pasó con Milo el sábado después del concierto?

Me volteó la tortilla. ¡Demonios!

Ahora soy yo quien se sonroja con rapidez y abre el casillero con la excusa de buscar los libros de la siguiente clase. Sabia que iba a llegar este momento pero al menos quería seguir burlándome un poco más de el.

—Te lo cuento otro día, vamos a llegar tarde a clases.

—Camus, ¿Sabías que es receso?

¿Qué? Ah, cierto. Ví como todos bajaban al jardín o a la cafetería. No tenía escape.

—De acuerdo, te voy a contar tooodo, pero vamos a un lugar más discreto. No quiero que nos escuchen.

—Que exagerado, como si hubieras perdido la virginidad o algo así.

—Pues casi... —susurre sin que me escuchara.

Al final decidimos ir a las áreas verdes donde la mayoría disfrutaba dibujar, estar a solas, o simplemente vacilar con sus amigos cuando el profesor se ausentaba. En nuestro caso nos sentamos en el suelo, debajo de un árbol de mango para que nos pegara sombrita, además estaba bastante alejada de los demás.

—Bueno, aquí vamos.

Primero le conté lo maravilloso que estuvo el concierto y el debut de la banda de Milo. También sobre sus amigos, el cambio de look que me dió Afrodita y mis esperanzas en todo ese potencial que tenían para ser reconocidos. Surt se animó a escuchar algunas canciones, aunque todo por mi presión, porque él prefería otros géneros musicales. Sin embargo, justo cuando el drama no podía llegar a más tuve que detallar lo que ocurrió después de ese beso tan candente que me dí con Milo.

—Y esa es mi historia —suspiro.

—Entregaste... —tragó saliva nervioso, pero también con un deje de diversión— ¿Entregaste tu tesorito?

Idiota. Ya hubiera sido demasiado pedir que pasara eso.

Además, no creo que el lugar hubiera sido conveniente para hacer algo mas que besarnos. Es decir, ¡Estábamos en los camerinos de un bar-restaurant, con sus amigos esperando afuera en la camioneta! Seria muy sospechoso que duráramos demasiado encerrados, además, alguien podría entrar en cualquier momento.

—Podía sentir el inicio ¿Sabes? ambos pudimos perder el control... Por un momento me sentí una groupie de los ochenta que esperaba a un rockstar después de su concierto, pero a la vez, Milo era tan dulce y cuidadoso que eso no podría ser sexo nada más.

—¿Entonces? —Surt se apegó a mí, con los oídos bien atentos.

—Ay no lo sé. De todos modos no creo que yo hubiera sido capaz de seguir, Surt —confesé algo avergonzado—. Y tampoco creo que es el momento para mí. No sin antes estar preparado —. «No quiero estar en una situación similar a la de Dégel» pensé—. Igual, estoy en problemas, porque descubrí que Milo y Rígel tienen una disputa realmente horrible.

—¿A sí? —se mostró interesado—. Pues yo no veo motivos para que Milo odie a Rigel; es más, soy team Rígel, porque fue el primero en defendernos de Hércules.

Qué oportunista me resultó este chico.

—¿Qué pasaría si te digo que Rígel fue miembro de la pandilla de Hércules en su momento ah?

—Ahora soy team Milo.

—¡No puedes cambiar de bando así nada más! —le dí un zape en la cabeza, a lo que él contestó con otro y otro hasta convertirse en una mini-lucha progresiva—, ¡Basta, Surt, si seguimos así no voy a terminar de contarte!

—¡Pues suelta la sopa de una vez!

Lo empujé ligeramente para librarme y quité de inmediato las hierbas que se me habían pegado a la camisa. Odio ensuciarme. Y es por esa pequeña manía que yo me había metido en problemas ahora. Para empezar; nunca debí aceptar la jacket de Rígel ese día. ¿Por qué, Camus, por qué no aguantaste ese jugo en tu camisa unas tres horas más hasta llegar a casa? Tenías que involucrarte con ese guapo joven de cabellera platinada y motocicleta rebelde.

Maldita chaqueta.

—Surt, aunque no hicimos nada, siento que sus amigos se dieron cuenta. O al menos los más observadores como Shura y Afrodita. ¿Y cómo no? Si fuimos muy obvios —solté un quejido lloroso, recordando la pena que me dio al ver esos rostros mirarnos con sospecha. Lo que les agradezco enormemente es que no hicieron algún comentario respecto a eso—, mis labios hinchados, mi cuello con pequeños moretes, cabello más despeinado de lo que ya estaba. Solo imagínate el espectáculo que les dimos.

La boca de Surt casi cae al suelo con esa descripción que le di.

—Bueno, Camus, ¿Pero tú qué? ¿Realmente ibas a... Llegar más lejos que eso? —pregunta seriamente.

—¡Ay, obvio no! Pero... Creo que sí no hubiera sido por el simple hecho de la chaqueta, creo... que tal vez sí... Además de no poder estar más molesto con Dégel.

—¿Qué tiene que ver tu hermano en esto? —enarca una ceja, curioso.

—¡Él me dijo que la usara! Ahora Milo está molesto conmigo. No lo demostró cuando nos fuimos en la camioneta de Kanon, pero yo sí sabía que lo estaba —. La tristeza no podía seguir ocultándose. El domingo completo me la pasé meditando sobre lo sucedido, tratando de armar una teoría razonable del porqué de la rivalidad entre Milo y Rígel, pero nada podía obtener sin saber la versión de alguno.

—¿Sabes que si te ve con Rígel las cosas van a empeorar, no? —Surt siempre llevando todo al fatalismo, aunque sin asustarme esta vez, porque hoy mismo planeaba devolver esa dichosa chaqueta a su dueño y de paso preguntar la verdad.

—Pues adivina qué —sonreí de medio lado y me giré hacia mi mochila—. Mira lo que tengo aquí —saco con cuidado aquella pesada prenda, llena de parches y picos metálicos por todos lados—. Hoy la voy a devolver, y a terminar con todo este problema, además de preguntarle a Rígel qué se trae con Milo.

—Tú muy bien, ¿Y estás seguro que te dirá algo? —me pregunta.

«Ya me besó una vez. Si de alguna manera yo le gusto... Entonces sé que me dirá la verdad».

—¡Oye, Cam! —. Una voz nos interrumpió, impidiendo que pudiese contestarle la gran pregunta a mi mejor amigo. Ambos nos giramos hacia la voz, dándonos cuenta que se trataba de nada más ni nada menos que de Aioria, y no sólo eso...

¡Milo venía con él! ¡Y CON SU MOCHILA!

Oh Dios, oh Dios, voy a comenzar a hiperventilar... Por favor déjenme guardar este precioso momento donde venía caminando casi en cámara lenta, con su cabello recogido en una coleta baja y su mochila de medio lado.

Sonreí como bobo, y abracé mis piernas tímidamente, mientras se acercaban. ¿Estará todo bien entre nosotros?

—Hey, chicos, ¿Todo bien? —saludó Aioria—. Adivinen quién regresó.

Obviamente el amor de mi vida.

—Lo veo y no lo creo —respondió Surt de primero, como si me hubiera podido leer la mente.

—... ¿Cómo es que estás aquí? —me dirigí a Milo, quien me veía con una sonrisa.

A pesar de lo que había pasado hace unos días atrás, no lo notaba enojado. Al contrario, se le veía radiante y contento. Aunque en cierta parte es mejor, así no tendré que sentirme culpable por lo que pasó.

—Mi sentencia acabó esta semana —respondió—. El director se comunicó ayer con Kardia para avisarle que ya podía volver.

—¡Eso es genial! —exclamé. Cuando me di cuenta que lo había dicho con mucha emoción me retracté—. B-Bueno, creo que es genial, se te echaba de menos.

¡¡Eso tampoco sonó como lo esperaba!! ¡Ya basta de dejarme en ridículo!

—Q-Quiero decir... -

Ni siquiera me dejaron terminar porque los tres se echaron a reír divertidos, en especial Milo, quien me dedicó una mirada fija después de reír. Sin embargo, no era incómoda, era como... Tierna pero a la vez con un deje de coquetería. Y sabía porqué lo hacía.

¡Prácticamente casi le confieso que lo extrañaba mucho!

Matenme.

—Bueno chicos, ¿Qué les parece si vamos a clases? Solo pasábamos por aquí porque un cierto chico quería darle una visita a cierta persona antes —confesó Aioria. Y casi al instante Milo le da un codazo.

—¿Por qué me mejor no me cruzificas? —se quejó, mirándolo con reproche.

—¿Y qué? ¿Me vas a decir que no es cierto? Además no mencioné a nadie —enarcó su ceja brevemente, divertido por la situación— ¿O acaso quieres decir algo, ah?

Como si se hubiera dado cuenta, Milo se volteó avergonzado, percatándose de que el mismo se había echado al agua.

—En fin, no es de importancia —tosió incómodo, desviando el tema—. ¿Nos acompañan? —esta vez me preguntó a mí. Y recalco que fue a mí porque a pesar de estar hablando en plural, en ningún momento se atrevió a observar a Surt.

Jajaja, Dios mío amigo, estás poniéndote en evidencia.

—Ehm... No sé si eso también aplica para mí —Surt se señaló a sí mismo con una expresión confusa—. Digo, es que como ustedes están tan metidos en su mundo, no me gustaría arruinarles la luna de miel.

Aioria soltó una carcajada, y yo me dirigí a él entrecerrando los ojos.

—¿Por qué mejor no te vas a entrenar a un tiburón? Con suerte y solo quedas manco —comenté resentido.

—¿Y tú por qué mejor no le dices a Milo qué-

—¡DE ACUERDO, DE ACUERDO! Suficiente conversación, vámonos —inmediatamente me levanté y sacudí mi pantalón, en caso de haber quedado algún rastro de zacate o suciedad del césped.

Tengo que admitir que jugar con Surt es imposible, ¡En serio que necesidad había de decir tal cosa! Traidor.

Luego todos nos encontrábamos yendo hacia el salón de clases. Por alguna extraña razón (que me limitaré a decir cual porque ya la sabía), Aioria y Surt iban muy por delante de nosotros, mientras yo caminaba tranquilamente al lado de Milo.

—¿Tenemos química? —preguntó después de un rato.

«Siempre la hemos tenido, bebé». Pensé.

—Sí, pero te alcanzo luego, tengo que ir a entregarle la chaqueta a Rígel... Ya sabes que no quiero tener más problemas por eso. Además hay que devolver lo ajeno —expliqué por lo bajo.

Sinceramente no me siento tan tímido de contarle a Milo lo que realmente quería. A partir de ahora quiero hablarle con la verdad, siento que tengo la suficiente confianza para hacerlo. Y por ningún motivo quería que por algo mínimo nos alejaramos.

Es por eso que prefiero confesarle que en definitiva no quiero tener esa prenda conmigo, y que por supuesto, me trajo muchos problemas.

—¿Piensas ir solo? ¿Acaso sabes donde está?

—Pues considerando que es uno de los más populares, en clases es un hecho que no está. Así que... Supongo que debe estar detrás de la escuela.

—Exactamente —frunce el ceño ligeramente—. Camus, ¿Sabes el peligro que es ir solo? Por si no lo sabes, Hércules también debe estar por ahí rondando. Y si Rígel no está, serás presa de sus secuaces.

Había dado justo en el clavo. Pero no era como si tuviera muchas opciones después de todo. La última vez que pensé que todo estaba bien con Rígel, terminó por acelerar la motocicleta a todo lo que daba. Por supuesto que casi muero de un paro cardíaco, y para su deleite, me tuvo aferrándome a él como si mi vida dependiera de ello. No niego que me divertí un poco.

Y con Hércules pues... Al menos no lo había visto en un buen tiempo.

—Bueno pero... Serán unos pocos segundos, Milo. Solo será para dejarle la chaqueta —explico—, te alcanzaré luego en el salón de clases.

—De ninguna manera. Me niego. No voy a dejar que vayas solo ahí —se cruza de brazos, y no pude evitar mirarlo con ternura.

¿Se está preocupando por mí o...?

No no no. No pienses estupideces.

—Milo... —lo llamé, conteniendo una risa—. ¿Y que harás para que yo no vaya? ¿Como piensas evitarlo?

—Secuestrándote —me dice.

—Espera, ¿Qué?

Estuve por voltear a verlo confundido, como si no hubiera escuchado bien. Más bien, como si él realmente no hubiera dicho lo que escuché. Sin embargo, antes de que pudiera cuestionarlo, Milo tiró su mochila al suelo junto con la mía.

Y supe que algo malo iba a pasar cuando miré esa sonrisa coqueta de medio lado.

Milo se agachó a la altura de mis pies, y puso una mano detrás de mis rodillas, para luego sostenerme de la cintura y empujarme hacia abajo. Perdí el equilibrio y casi al instante mi vi colgando de su hombro cuan costal de papas.

—¡M-MILO! —grité alarmado.

Y como si eso lo hubiera incitado a llevar su travesura más lejos, empezó a correr conmigo al hombro por todo el campus, mientras yo colgaba de su cuerpo y agitaba mis manos en manera desesperada para que me soltara.

—¡¿Estás loco?! ¡NOS VAMOS A CAER! —mascullé aterrorizado, lo único que puedo ver es el ambiente a mi alrededor moviéndose exageradamente. Golpeé su espalda pero aun así no me soltó, lo único que hizo fue reír a carcajadas y acelerar el paso.

¡Este chico significa P-E-L-I-G-R-O!

Pronto alcanzamos a Aioria y a Surt quienes iban más adelante y yo lo pude evitar avergonzarme por el que dirán.

¡Esto solo lo hacían las parejas clichés!

—¡Aioria te encargo mi mochila y la de Camus! ¡Nos vemos en el salón! —fue lo único que alcancé a escuchar cuando les pasamos adelante.

Pude ver la mirada divertida de Aioria al verme colgando de su hombro, y una totalmente sorprendida de Surt, mientras nos alejamos. Y por supuesto que está en su derecho de estar anonadado, yo tampoco podía creer tal cosa.

—¡Milo, los alumnos nos van a ver! —volteé un poco el cuello para advertirle agitado, podía ver las aulas y los pasillos llenos de estudiantes yendo de aquí para allá.

No me quiero ni imaginar luego que andarán diciendo por ahí.

—¡No me importa! —respondió de vuelta.

Oh Dios... ¿Por qué tiene que ser tan terco? ¿Acaso no se da cuenta de le escenita que estamos montando? Esto es tan extraño...

Aunque por otro lado, me sorprendía la fuerza que tenía en sus brazos para correr conmigo al hombro. No cualquiera podría hacer tal cosa.

Luego de unos pasos más, finalmente paró de correr y me dejó en el suelo. Casi caigo de la sorpresa, pero lo que más me sorprendió fue cuando, quizá en un impulso arrebatado, antes de que pudiera replicarle por algo, él me agarró de la camiseta blanca del uniforme, y me plantó un beso.

Mis piernas... Esto es demasiado, siento sus labios jugar levemente con los míos mientras posa una mano suavemente en mi mejilla, sosteniéndome de tal manera para no caer. Por mi parte, estoy tan asombrado que no puedo corresponderle... No porque no quisiera, al contrario, moría por hacerlo... ¡Pero definitivamente no estoy preparado para probar varias veces los labios de mi crush!

Finalmente cuando se aleja mordiendo mi labio inferior, todos los colores se me suben al rostro.

—¿P-P-Por qué hiciste eso? —tartamudeo nervioso, mirándolo fijamente.

—Era demasiada tentación —sonríe con descaro. Yo no digo nada, y desvío la mirada, sin palabras.

A veces solo me pregunto en que momento llegamos hasta este punto. ¿Cómo rayos nos hemos besado varias veces sin una explicación lógica de por medio?

—Ahora no podré darle la chaqueta a Rígel —lo miro ligeramente hacia arriba, tímido.

—Exactamente.

¿Es en serio? ¿Había hecho todo esto con ese motivo? ¿Por qué? ¡¿Por qué juegas así conmigo Milo?! Por favor apiadate de esta pobre alma en desgracia que te ama.

—Eres un tramposo —me cruzo de brazos, entre molesto y divertido. La verdad solo lo decía bromeando, pero quería ver su reacción.

—¿Merezco un castigo? —pregunta, rascándose la nuca un poco avergonzado—. Lo siento.

—No, no lo sientes para nada —lo miré seriamente, buscando ese supuesto sentimiento de culpa.

Y solo por un segundo pude ver un pequeño destello en sus ojos, uno que me hizo derretirme y casi gritar por qué tenía que ser tan hermoso y perfecto. Él me sonrió de nuevo con una pizca de culpabilidad y yo esta vez no lo pude evitar; sonreí tontamente mientras me acercaba.

Quería probar sus labios una vez más.

Aunque eso significara que estuviera cayendo en un sueño tan profundo que cuando me volviera a despertar, quisiera dormir por siempre con tal de vivir mi sueño de fantasía.

Justo cuando agarre sus mejillas entre mis manos, y él me veía divertido porque sabía lo que estaba apunto de hacer, la campana sonó.

¡¿POR QUÉ, DIOS?!

—Bueno, quizá esa fue una advertencia para que no lo hiciera —solté un largo suspiro de frustración, mientras alejaba lentamente mis manos de su piel.

Pero una de sus manos me detuvieron.

—¿Qué tan peligroso puede ser besarme para considerarse una advertencia? —me pregunta seriamente, sosteniéndome de la muñeca.

—Es peligroso para mi salud —confesé.

—¿Cómo puede ser eso peligroso para la salud? —cuestiona entre risas.

—Porque mi corazón puede derretirse —susurre, bajando la mirada. Pude haberme quedado callado con tal de que no hiciera más preguntas o incluso para evitar dejarme en evidencia, pero no, yo tenía que decírselo.

Milo abrió su boca para decirme algo, pero en ese momento, no sé si fue una desgracia o buena suerte, Surt llegó junto a Aioria con nuestras mochilas.

—¿Ya terminaste de jugar tu papel de Romeo y robarte a Julieta? —vi como Aioria palmeaba su espalda, burlándose. Milo soltó una risa pero no se refirió a eso.

—Vámonos antes de que nos pongan una tardía —comenta, y todos estuvimos de acuerdo, caminando hacia el salón.

La verdad dudo que nos hubieran visto porque venían bien lejos, y por suerte la campana nos salvó. De no haber sido así, creo que habríamos montando una escenita.

Pero lo que más me tiene preocupado, y con un sentimiento horrible de culpabilidad es el hecho de estar consciente de que Milo tiene novia. No suelen coincidir mucho con el horario, y rara vez se le ve juntos, si acaso solo en el almuerzo. Pero eso no significa que no la tenga, incluso lo que Milo está haciendo conmigo debería considerarse como infidelidad.

¿Qué clase de persona tan horrible soy para meterme en una relación? ¿Lo estoy haciendo si acaso? ¿En serio estoy considerando una posibilidad de estar con Milo?

—¿Ahora por qué esa cara de tragedia, Julieta? —me susurra Surt, quien iba a mi lado, y yo rodee los ojos por tal apodo. Por suerte Milo y Aioria se habían adelantado para agarrar sus campos.

A nosotros no nos preocupaba porque siempre nos dejan la esquina de los rechazados. De todas formas no me molestaba, mientras no tenga gente preguntándome a cada rato que hay que hacer, esta bien.

Aunque bueno... A veces sí eran bastante molestos.

—Esto está mal. Todo está mal, Surt —respondí, mirándolo aterrorizado.

—Ora, ¿Y ahora que mosquito te picó? ¿No que estabas muy feliz hace unos segundos mientras ibas como costal de papas en el hombro de Milo? ¿Me perdí algo importante?

—Te perdiste todo al parecer —dije—, nos estamos olvidando de un detalle. Milo tiene novia. Y todo esto que está pasando entre nosotros está muy mal. Tengo que detenerlo antes de que alguien... —pensé un poco mejor la respuesta, y me entristecí aún mas—, antes de que yo salga lastimado.

Surt me miró comprensivo. Él sabía que yo tenía razón.

—Es cierto, Camus. Debes pararlo. No es que sea pesimista, pero sabes que lo que menos quiero en este mundo es verte sufriendo por un chico.

Yo asentí, agradecía su sinceridad.

Finalmente entramos al laboratorio de química donde todos ya estaban con sus batas blancas y los lentes de protección. Yo fuí directamente a mi lugar y luego saqué del pequeño casillero que había en el salón, mis pertenencias.

Amarre mi cabello en una coleta de caballo y dejé el flequillo por fuera. Para este tipo de procedimientos es sumamente importante tener muchísimo cuidado.

—Bien, jóvenes. Hoy vamos a hacer una mezcla muy sencilla, pero primero necesito que limpien todo lo que está en sus mesas —el profesor dio la orden, y nosotros obedecimos.

Mientras lavaba los recipientes, tarareaba mi canción favorita. Increíblemente hoy me encontraba de muy buen humor así que... ¿Por qué no darme una oportunidad?

—¿Qué tarareas? —me dice una voz a mi lado. Voltee a ver, y era Aioria.

—Jet Lag de Simple Plan... —respondí— ¿Pasa algo?

—¿Por qué sospechas que pasa algo?

—¿O sea que no pasa nada? —enarque una ceja, sosteniendo la bandeja para volver pronto a mi mesa. Cuando estuve por dar un paso, él me detuvo.

—Espera...

¡JA! Lo sabía.

Por favor, ¿Usted está tratando de timar a un timador? Tengo a todo un instituto en la incertidumbre porque aún no saben quién es la voz que los representa tanto, esto no es nada para mi.

—En realidad.. Quería preguntarte algo —inquiere con una voz neutral. Ni amistosa, pero tampoco furiosa—, pero mejor en el receso. Ya casi empezamos —me vuelve a sonreír.

Chico, ¿Pero quién te entiende, ah? ¿Acaso no ves que soy una persona muy ansiosa? ¿Para que coño me dices si no me vas a decir al final? Ahora no voy a poder concentrarme por pensar en que rayos tiene que decirme.

La última vez no me fue para nada bien, ya que fue cuando se enteró que estaba enamorado de su mejor amigo.

¿Ahora de que más se enteraría?

__________

La hora del almuerzo finalmente había llegado y para este entonces yo me estaba asando como un pollo. Para alguien que nació y se crió una parte de su infancia en un ambiente frío, el calor de Grecia era infernal. Y sí, sé que llevo años viviendo aquí, pero aún no puedo acostumbrarme.

Y por muy extraño que parezca, mientras Surt calentaba su almuerzo yo estaba tirado como una estrella en el piso de uno de los pasillos más vacíos. Esta vez decidimos no ir a la cafetería, porque siempre se la pasaba a reventar, además él traía su propia comida para calentar. Por mi parte, yo solo andaba una ensalada con verduras cocidas, tampoco es que necesite comer tanto.

—¿Vamos? —me pregunta, mientras saca el tupper del microondas. Yo asentí y me levante del piso.

—Surt, tengo una pregunta para ti —comente mientras nos dirigíamos a una de las mesas que estaban lejanas, donde habían árboles y gente bastante dispersa por el césped.

—Escúpelo ya.

—¿Por qué será que Aioria se da cuenta de todo, pero Milo no? Es decir, he sido bastante obvio. Ahora que estábamos en el laboratorio, me dijo que tenía algo que preguntarme, y la última vez que me salió con lo mismo, descubrió que a mi me gustaba su mejor amigo. Supongo que esta vez será igual...

—¿Qué no es obvio? —dice, mientras tomamos asiento a la mesa, y yo sacaba lo que me iba a comer—, Aioria no padece de ceguera.

Yo solté una carcajada.

—Tienes razón —negué riendo—. Eres un amor, Milo, pero espero que no le pases la ceguera a nuestros futuros hijos —hable para mi mismo.

Ambos seguimos comiendo en silencio mientras escuchábamos las conversaciones y los gritos de los estudiantes. Algunos estudiando a última hora para el examen, otros leyendo un libro tranquilamente bajo la sombra de un árbol, conversando animadamente, y por supuesto, nunca faltaban los mocosos recién egresados creyéndose guerreros ninja por correr como Naruto.

Degel, comprendo que querías meterme a un instituto para socializar con personas, ¿Pero era de verdad necesario pasar por esto?

Ahora estoy lleno de complejos, ansiedad, viendo niños correr como ninjas, y para rematar, loco por alguien que nunca va a fijarse en mí, que tiene novia y yo soy el cuerno.

Oh Dios... ¡¡Soy el cuerno!! ¿Los besos cuentan como infidelidad, no?

Jesucristo, perdón por tan poco. Estoy cayendo en el pecado, y lentamente me convierto en un sodomita.

—¿Está ocupado? —una voz se escuchó a nuestro lado. Yo me dirigí para saber quien era, y vaya la sorpresa que me dí—, ¿Puedo?

—Sí claro... —respondí un poco sorprendido, observando como Sigmund se sentaba al lado de Surt. —Muy bien... Yo necesito saber que está pasando entre ustedes.

—Nada. No está pasando nada. Y no pasará nada —Surt fue el primero en saltar rápidamente en su propia defensa.

—Aún —comentó Sigmund divertido.

—¿Podrías callarte? ¿Sí? Gracias, que amable —contestó, mientras bebía un poco de su jugo.

—No te preocupes, Camus. Lo que pasa es que aún está en la etapa de la aceptación. Sólo que le cuesta, él es como medio babosito, sabe —Sigmund acarició los cabellos de Surt en modo comprensivo, como dándole cariño y entendimiento a una persona con falta de neuronas.

Yo solté una carcajada, mientras tapaba mi boca con una mano. Solo veía como Surt le devolvía un golpe y le decía que se fuera.

Ay mi querido amigo, te hace falta más amor en ese corazón.

—Este baboso se encargó de tu estúpida pierna casi por tres días, y ni siquiera era mi obligación porque bien que te dije que tuvieras cuidado —Surt se volvió hacia él, mirándolo con molestia—. A pero ahí fue el zopenco a poner la pata donde no había un escalón —gruñó.

Yo solo veía la escena entretenido. A decir verdad... Era bastante gracioso ver a Surt tratando de convivir con alguien que no soy yo. Es decir, soy su mejor amigo pero a parte de mí, nunca ha tenido a nadie más. Y aunque lo de Sigmund sea solo amistad o coqueteo, me alegraba por él.

Al menos... No estaba en la apretada situación en la que yo me encontraba con Milo.

Ay Milo... ¿Tendré que alejarme de ti?












-----------------------------------------------------
Tú que me estas leyendo y llegaste hasta acá; mil gracias. Gracias por votar y comentar, gracias por leerme, por esperarme pacientemente, porque sin ustedes, Luz no existiera, cada uno de sus comentarios me llegan al corazoncito.

Que todas las bendiciones caigan sobre todos ustedes, que pasen bonita noche. Cuídense mucho, y nos leemos pronto. Muchos besos y abrazos virtuales.

Gracias ❤️

—Luz

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro