Capítulo 23: "Un extraño y... cálido sentimiento"
—Muchas gracias por tomarte la molestia de venir hasta el instituto, Kardia. Sé que fue por Milo pero... Te lo agradezco mucho —me desabroché el cinturón de seguridad una vez que se estacionó en las aceras del instituto, llamando la atención de algunos.
¿No será muy extraño mirar al nerd del salón bajarse de un precioso auto color negro y del año? Espero que no porque no tengo ganas de lidiar con miradas metiches. Aunque tenía que reconocer que este auto de Kardia era sumamente cómodo, y aparte de eso, llamativo.
El típico coche que cualquier empresario tendría: del año, y cuatro por cuatro.
—También te agradezco mucho que me hayas llevado a casa primero — le sonrío amistosamente —. De no haber sido así probablemente no me hubiera alcanzado el tiempo para tomar el autobús.
—Oh... No es nada — sonríe ladino — Tu hermano también iba de salida, ¿No?
—Ah sí... Sobre eso... — rasco mi mejilla, riendo un poco por la escenita que le hizo en la mañana.
Sé que Dégel no será el ser con más paciencia en el mundo pero... me sorprendió mucho cuando, Kardia en uno de sus muchos comentarios sarcásticos y bromistas, mi hermano le lanzó la taza de café que llevaba entre sus manos, directo al parabrisas del coche.
Fue caprichoso, lo sé. Aunque me atrevería a confirmar que amaneció de mal humor, estando en su sano juicio no creo que haga eso con alguien que si acaso ha visto una vez en su vida, ¿Verdad?
—Perdona a Dégel, sé muy bien que no estuvo bien que te lanzara la taza de café al auto — suspiré, observando el parabrisas y notando aún la gran mancha en este.
—¿Por qué? ¿Porque casi me lo lanza a mí, pero prefirió desquitarse con mi auto? ¿Porque manchó mi parabrisas? ¿O porque aún me tiene resentimiento?
Dios mío, Dégel en verdad que está loco ahora que lo pienso con detenimiento. ¡A penas y lo conoce! ¿Cómo se le ocurre hacer cosa igual? Es mi hermano y todo pero... Eso no quita su pésima actitud.
—En su defensa, diré que amaneció de muy mal humor y no supo cómo lidiar con tus jueguitos mañaneros — le digo —. Solo que... Me parece curioso, ¿Ustedes se conocían de antes?
—¿Por qué la pregunta?
¿Cómo que por qué?
A parte de la gran mancha que quedó en el parabrisas, la risa de Dégel me demostró que se había cobrado una de tantas que no puedo descifrar y saber con exactitud.
—¿Tu hermano no te ha dicho nada cierto? —suspira, mirando hacia el frente y con las manos en el volante.
—¿Te parece que mi cara dice que lo sé? —enarco una ceja curioso.
Quizá solo soy yo el tramado con que algo pasó entre esos dos, o es porque mi sexto sentido para percibir las mentiras de otras personas realmente me está diciendo que ya se conocían de algún lado.
Porque exceso de confianza nunca ha sido parte de Dégel. Así que a mí con esos cuentos no me van a venir.
—Te lo diré solo a ti porque confío en que no se lo dirás a Milo, y es en serio, Camus. Tengo la plena confianza en que no le dirás nada. Aunque con lo poco que llevo conociéndote, sé que eres muy reservado con las cosas — me comenta —, probablemente Dégel te lo vaya a decir en algún momento. La verdad, yo conozco a tu hermano mucho antes de que nos presentaran. Él es la mano derecha de uno de los agentes más importantes de las empresas más reconocidas, y con quién firmé un contrato recientemente. No quise hacerlo muy obvio porque Milo interpretaría las cosas como si yo quisiera acercarme para aprovecharme de él, y la verdad es que no.
¡Bingo!
Eso explica muchas cosas.
Empezando por el exceso de confianza que presentaban ambos cuando se encontraban y se veían. No digo que sea malo, pero me sorprendió ver a Dégel comportándose como un inmaduro.
Porque vamos señores, a eso se le llama inmadurez, o tal vez infantilismo de su parte.
—Sabía que algo pasaba entre ustedes. Presentía que ya se habían visto en algún otro lugar.
—... Quizá sí — murmuró sonriendo.
Y si me lo llegaran a preguntar, es divertido ver a Dégel enojado o fuera de sus casillas. Siempre ha sido tan serio y una persona tan correctita que es hora que alguien lo saque de quicio jajaja. ¡Pero en el buen sentido! Tampoco lo quiero ver loco del estrés por soportar a un adulto con complejo de niño, como lo es Kardia. Imagínense el dolor de cabeza.
—Yo...- —Abrí la boca para comentarle mi punto de vista, sin embargo, la campana del colegio sonó, indicando que ya era hora de entrar.
—Creo que es mejor que entres ya, si no quieres llegar tarde.
Asentí.
—Muchas gracias de nuevo, Kardia — abrí la puerta y la cerré con cuidado.
Inmediatamente las miradas no se hicieron esperar por aquellos estudiantes que andaban merodeando aún ahí afuera. Algunas sorprendidas, otras confusas, y muy pocas con un deje de diversión.
Oh genial, esto no podría estar mejor. Ahora pensarán y dirán estupideces como... «¡Ya sabemos de dónde saca buenas notas el nerd!» o el típico comentario del sugar daddy. A ver señores, no es ningún señor rico de setenta años a punto de morir con una fortuna, solo es el tío del amor de mi vida.
Que quede claro que no quiero ningún sugar daddy que no sea Milo. ¿Qué tan difícil puede ser de entender? Es más, y no sería sugar daddy, sino sería mi sweetie baby boy.
—Mi chico ideal... — doy un largo suspiro enamorado.
Bien admito que eso de ser cariñoso y amoroso no es lo mío, ni siquiera puedo responder cuando una persona me abraza o me da un cumplido, tampoco sirvo para dar unos, o decir cosas románticas y bonitas...
Ahhh pero no fuera Milo señores, porque mi albañil interior sale a relucir como transformación de Sailor Moon.
—Ahora en que demonios estás pensando, Camus — escuché una horrible carcajada detrás de mí oído que me espantó. Tanto así que no pude evitar dar un brinco —. En verdad cada día me asustas más señor... "mi chico ideal" — remedó mientras se colocaba a mi lado riendo indecentemente.
No me abstuve y sin remordimientos le golpeé con el portafolio que traía en mis manos, recibiendo un quejido inmediato.
—¡Ayyy!
—Eso te pasa por idiota. Por un momento pensé que Hades me estaba susurrando al oído... —solo eso bastó para que borrara esa sonrisita burlista de su cara y me observara con seriedad.
¡Ja! ¿Ahora quién fue el ganador?
—Cuanta maldad hay en ti, de veras. ¿Qué me habrás querido decir con eso? — entrecierra sus ojos, y yo suelto una carcajada.
—Ay Surt, nadaaa. ¿Crees que soy capaz de compararte con el mismísimo Hades? Por favor tampoco soy tan malo imagínate hacer una comparación tan cruel como esa... —me miró bastante serio, como si estuviese esperando algo más. Pues qué bien que me conoce—, pobrecito Hades, sería como una ofensa.
—¡Lo sabía! ¡Insensible! — me recrimina, señalándome con el dedo.
—¿Querías postre? Pues toma tu flan de coco —no esperé un segundo y comencé a reír.
Una de las primeras cosas que tenía que contarle era lo que había pasado con Milo ayer por noche y también lo de... Rígel. Siento que no es tan importante, pero vamos, es mi mejor amigo, debo contárselo porque extrañamente siento que pasará algo entre esos dos en un futuro. Al menos necesito de sus "sabios" consejos, que aunque muchas veces solo pierdo el tiempo escuchando lo ridículos que son, él lo hace de corazón porque me aprecia. ¿Qué clase de amigo sería si no escucho los propios consejos que le estoy pidiendo?
Lo de Milo no le tomaré tanta importancia... Porque aunque quiero ilusionarme hasta por las nubes, sé que si lo hago, caeré tan rápido como subí.
Y por otro lado está lo de ese chico Rígel, otro que no me interesa, pero... admito que comenzaba a caerme bien. A pesar de ser un bad boy o como quieran llamarle, se comportaba muy bien conmigo, y ya eso es suficiente. Siempre aprecio los pequeños detalles que hacen por mí.
—Surt... Necesito tus consejos. Sé que la mayoría de veces apestan, pero lo haces de corazón así que... Quiero que me los des.
Hizo una expresión entre ofendida y dolida.
—Todos los consejos que te doy, son los mejores. Sé que no es mucho pero al menos es trabajo honesto —frunce el ceño.
Ajá, claro. Al parecer ya se le olvidó cuando en uno de sus muchos intentos de consolarme por no poder tener a Milo para mí solo, me sugirió raptarlo.
—¿Acaso ya se te olvidó el día en que Milo llegó con alergia y me sugeriste que le diera un pañuelo lleno de cloroformo para "pasar desapercibido" y así poder raptarlo?
—Pues a mí me pareció buena idea. ¡Estaba estornudando mucho! Obviamente nadie iba a sospechar que ese pañuelo que casualmente le ibas a prestar, estaba lleno de cloroformo, guiño guiño — se emociona, como si fuera el plan más brillante del mundo digno de estar en la NASA.
Empiezo a comprender porque no tiene pareja. Si así será con una futura, no me quiero ni imaginar cuando esté celoso o enojado. En momentos como estos agradezco que no tenga un crush, porque probablemente ya lo hubiera secuestrado.
Lo único que puedo pedirle a la futura pareja de Surt, es que tenga cuidado, porque está loco. En el primer arranque de celos estoy seguro que puede matar a todo aquel que se meta en su camino.
—Ay sí, ¿Y cuando él quisiera irse o escapar? ¿Qué pensabas hacer?
—Pues esperar a que desarrollara el síndrome de Estocolmo que más. No ibas a hacer tan tonto para liberarlo antes, ¿No?
—Surt, de verdad me das miedo. Pobre de la chica que llegue a enamorarse de ti —palmeo su hombro, riendo —. Hablando una cosa por otra... Tengo muchísimas cosas que confesarte, pero antes que nada —suspiro— ¡¿Quisieras decirme porque rayos traes una bolsa repleta de harina y esa botella con agua?! No creas que no noté que todos los estudiantes andan con lo mismo.
Desde que bajé del auto de Kardia me dí cuenta de que la gran mayoría de estudiantes andaban con una bolsa blanca y con botellas con agua en sus manos, está bien que sean solo unos pocos... ¡Pero me comenzaba a preocupar al notar que eran muchos! ¿Será que su pusieron de acuerdo para hacer un pastel gigante, o qué demonios?
—¿Tú andas en la luna o qué te pasa, Camus? Aunque creo que esa luna tiene nombre y apellido: Milo-Antares — me miró con una expresión aburrida.
Admito que sonreí como idiota cuando escuché su nombre. Bueno, ¿Para qué decir que no, si sí? Aunque ese no era el punto.
—Bueno ese no es el caso, Surt. ¿Vas a decirme o no? ¿Van a hacer un pastel gigante? —pregunto inocente.
Me mira confundido unos segundos y después suelta esa carcajada vulgar que hizo que algunos alumnos voltearan a ver. Que remedio con este idiota.
—Tu inocencia a veces es tan grande que me provoca una inmensa ternura —me pellizca una de mis mejillas y no dudó en apartarme con molestia y vergüenza.
—Me avergüenzas, Surt. Cállate —lo miro con desagrado.
—¿Ah síííí? — comenta ofendido, aún riendo —. Pues vamos a ver si esto es de tu talla... ¡¡ESCUCHEN TODOS!! ¡Camus está enamorado de...!
¡Nooooo!
Inmediatamente cubrí su boca con una de mis manos, impidiendo la gran estupidez que iba a decir a los cuatro vientos. Mis mejillas se tiñeron de rojo al notar como algunos nos veían con diversión y unas chicas cuchicheaban con sonrisitas tontas.
—¿Qué quién está enamorado de quién? — escucho una voz a nuestro lado y alzo la mirada para toparme con aquel chico de ojos verdes y su amigo de cabello azabache.
Genial, lo que me faltaba.
—Ohh nada, Shura. Nuestro compañero aquí presente parece haber caído en el amor~ — veo como suspira y lleva sus manos a su pecho —. ¡Ay pero qué bonito que es el amor! — Aioria me guiña un ojo.
TIERRA TRÁGAME. Y escúpeme en un volcán con lava ardiente.
Desvíe mi mirada al suelo, avergonzado.
—¡Ayyy! — libero mi mano al tiempo que me separo de Surt. Por dicha aproveché ese momento para llamar su atención con otra cosa—. Acabas... ¿De morder mi mano?
—Te lo merecías. A mí nadie me dice que me calle —comenta, mientras se encoge de hombros.
—A costa de eso casi sacrificas mi orgullo, mi dignidad —lo golpeé ligeramente.
Noto como Aioria suelta una risa y Shura sonríe de medio lado. El espectáculo que estamos haciendo debe ser casi para una obra de teatro cómica, aunque no tanto como el payaso que tengo aquí al lado.
Y realmente agradezco que nadie tenga el poder de leer las mentes, porque de ser así, lo más seguro es que ya me hubieran metido a un manicomio, y por parte de Surt, ya me habría fusilado.
—Hey guys, ¿Van a participar en el festival? — Aioria nos llama la atención.
¿El... Festival? Oh esperen un momento...
—No me digas que es... — murmuré.
Ya entendí. El agua, la harina. Ahora comprendo porque todos se veían emocionados, y traían esas cosas...
Me siento tan tonto y despistado. En verdad Milo me hace perder todo el sentido de mi vida. Tanto así que olvidé que hoy es el festival Apokries, una fecha muy importante para los griegos, representa casi una semana santa para ellos.
Las festividades suelen ser muy diferentes en cada estado, pero lo que es el centro de Grecia, y alrededores lo celebran de un modo peculiar. Las legendarias "guerras de harina". No hace falta mucho explicar en qué consiste, pero ahora que lo recuerdo odio esta fecha; todos los años siempre llegaba a mi casa como panadero, empapado de agua y harina por doquier. Creo que este no será la excepción.
Y es que... Básicamente es eso, los estudiantes en los institutos llevan harina y botellas con agua para lanzarle a los demás compañeros, ¿Muy tonto verdad? Desgraciadamente los maestros también pueden involucrarse, al ser una festividad nacional, nadie puede enojarse por ello.
—¿Apokries? — pregunto, cerrando los ojos y esperando la confirmación.
—¡Sí! — afirma Aioria eufórico. Por lo visto, le encanta participar—. Me encanta esta festividad, así que cuídate Camus, hoy no tendré piedad con nadie jajaja — ríe, mostrando una gran bolsa de harina.
Demonios, yo ni siquiera traje nada. Aunque bueno, no es como si en otros años hubiera participado, siempre fuí el blanco de todos, y al terminar el día, llevaba harina hasta en los calzones.
—¿A qué hora dará inicio?
—Después de almuerzo —me contesta Shura—. Al parecer no quieren ensuciar el comedor antes de esa hora.
—¿Y tú vas a participar? — inquirí curioso.
—La verdad es que no, y él que se atreva a lanzarme harina no va a vivir para contarlo. Me vale gorro la estúpida regla de "no enojarse" eso en primer lugar es para inmaduros, y segundo es una celebración entre griegos no españoles. Y me parece una falta de respeto porque no comparto nacionalidad — se encoge de hombros.
—¡Eres un aguafiestas! — Aioria hace un tierno puchero —. Además, ¿Cómo vas a impedir que te lancen agua o harina?
—Mi cara lo dice todo —endureció el rostro.
Sip, en definitiva Shura sabía cómo imponer respeto con aquel rostro de pocos amigos. Al menos a él le hacían caso, estoy seguro que yo trato de hacer lo mismo para evitar ser el conejillo de indias, y más rápido me lanzaban harina, como solía suceder siempre.
—Bueno, creo que la pesadilla comenzará después de las doce... — suspiro.
Presiento que este día será totalmente diferente... Y no hablo solo por el festival. Estoy seguro que será uno de tantos de los cuales no podré olvidar.
______🦋______
POV Milo.
—Mi precioso niño, ¿Acaso no piensas soltar esa guitarra? Llevas toda la mañana con ella —mi madre se asoma por la puerta con una sonrisa, y una mano en su cintura.
Sonreí y dejé la acústica a un lado.
—Perdón, mamá. Es que me enteré que habrá una batalla de las bandas donde participarán todas las escuelas de la ciudad, y realmente quiero hacer algo bien. Además... La inspiración que me llegó es demasiada como para mantenerla encerrada en mi cabeza —confesé apenado—. ¡Pero ya casi está lista! Pasé toda la mañana escribiéndola y solo espero que valga la pena.
—Pero por supuesto que sí —pasa a mí habitación y se sienta en la orilla de la cama—. Milo, hay algo que quiero preguntarte, ¿Todo ha estado en orden? ¿Hay algo que quieras contarme?
La miré con sorpresa. Bueno, ciertamente tenía muchas cosas por comentarle, pero no sé si este sea el momento correcto.
—¿Por qué la pregunta, mamá?
—No lo sé, ¿Por qué no me cuentas de ese chico que vino ayer? Vi que te llevas muy bien con él —acaricia mis cabellos con dulzura.
Inconscientemente sonreí y miré hacia mis manos, jugando con ellas.
—Lo conozco desde que entramos a secundaria, él solía siempre sentarse lejos de todo y de todos. Siempre llamó mi atención por su manera tan reservada de ser, era callado, nunca le escuché hablar más de cinco palabras. Respondía solo lo necesario en clase y huía de los grupos. Trataba de acercarme pero era inútil, a finales de octavo año me rendí y decidí acabar con mis intentos fallidos de acercarme. No fue hasta que este año, sin pensarlo, pude conocerlo en un extraño momento que ni siquiera planeé —reí, recordando nuestro extraño encuentro, empezando porque me había ignorado olímpicamente cuando le pregunté por la página del libro.
Y así, todo comenzó.
—¿Y ahora que lo conoces, valió la pena? —me pregunta lentamente.
—Cada segundo, es un chico extraordinario... —suspiro—, es por eso que yo... Decidí componerle esto.
Busco el papel donde hace unos segundos escribía, completamente lista. La tomo entre mis manos y se le extiendo.
Espero su reacción cuando lee el título, ella suelta una risa y me voltea a ver divertida.
—¿Me vas a decir que este título es para dedicarle a un amigo?
—Es especial para mí — me sonrojo.
—Entiendo, debo decirte que tienes un gran talento cariño, y si sigues así estoy segura que vas a alcanzar realmente tu sueño. Viajarás por todo el mundo, llevando toda la música al corazón de cada uno de esos jóvenes que estarán identificados con cada palabra y cada nota musical que salga de esa guitarra.
Sonreí.
Es lo que más deseo en este mundo, uno de mis sueños más profundos, es ese. Llevar mis sentimientos a cada rincón del mundo, donde me aprecien por quién soy, por artista, y no por la fama.
—¿Irás a verme? —pregunto ilusionado.
La veo suspirar y cerrar sus ojos.
—Sabes que mamá siempre estará donde sea que vayas, pero me temo que no puedo permanecer mucho tiempo aquí en casa, Milo, y aunque me parte el corazón tener que dejarte, a tí, a tu padre, y al tonto de Kardia, tengo que partir. La película que estoy grabando en estos momentos quedó pausada por mí, porque tuve que tomar un vuelo lo más pronto posible cuando Kardia me comentó lo sucedido... Sabes que no quiero irme tan pronto, pero los productores acaban de llamar y me dieron un plazo de una semana para volver.
¡Demonios!
¿Por qué tan rápido? ¡Acaba de llegar! Ni siquiera hemos tenido tiempo a solas para charlar, para comentarle todas las cosas que han pasado por mi vida en estos meses que no nos vimos. Me entristece mucho tener que dejarla ir...
¡No quiero hacerlo!
—Mamá pero... Acabas de llegar —dije con pesar—. Sé que... Es tu trabajo pero no deseo que te vayas, quiero que permanezcas aquí conmigo, te necesito, necesito tu apoyo, tus consejos.
—Lo sé, lo sé, pero ellos no quieren atrasar más el rodaje y... No estuvieron dispuestos a escucharme para que me dieran un poco más de tiempo.
—Esto... ¡Es tan frustrante! — no pude evitarlo; tire la guitarra lejos de mí, rebotando entre la cama y cayendo al suelo— ¿Tú volviste porque sufrí un percance en el instituto con un alumno, verdad? Porque mis heridas eran muy fuertes... —susurré, cabizbajo—. Entonces... Dime cuánto tengo que ser golpeado para que te quedes. Si eso evita que te marches, buscaré pelear con alguien siempre.
No me importó tampoco. Ahora veía mi visión borrosa por las lágrimas que comenzaron a acumularse en mis ojos.
—¡Oh cariño, no! ¡No digas esas cosas! No necesitas hacer eso, por favor —me mira preocupada—. Yo intentaré venir en vacaciones, ¿Sí? Te lo prometo.
—¡Pero es que siempre es lo mismo! Siempre estás ocupada, en cualquier época del año, para navidad te contratan, para verano igual, ¿Entonces? ¿Y si yo me marcho de Grecia, y no vuelvo más? Nunca nos veremos.
—Milo... Cariño... —se acerca, tratando de abrazarme.
—No. Déjame —giré mi cuerpo hacia el lado contrario, mientras encogía mis piernas y las abrazaba como apoyo—. Necesito pensar y reconocer que ese es tu trabajo. Pero quiero estar solo.
No quiero tratarla de ese modo porque sé que no lo merece, ella no tiene la culpa que su trabajo le exija más de lo que ella puede dar. Pero lo hace para darme un buen futuro, a mí y a la familia, también porque sé que eso es lo que ama. Actuar es su pasión, y es por ello que se volvió importante en la industria del cine.
¿Pero que hay de mí? ¿Qué hay de papá? ¿Acaso los directores le van a pagar todo el tiempo perdido con su familia?
Ella me dedica una mirada de profunda tristeza, y culpabilidad... No fue mi intención tratarla de ese modo, pero tampoco puedo evitarlo.
—Bien, te esperaré para almorzar juntos —susurra con dolor y se marcha.
Sí mamá.
Yo también he pasado por eso...
_____•_____
POV Camus.
Definitivamente no hay forma que pueda escapar de esto. No puedo hacerlo.
Miré aterrorizado como los alumnos, después de tocar la campana del almuerzo, no esperaron no un segundo para comenzar a tirar agua por doquier y harina a la primera persona que viesen. Me espanté tanto que dí varios pasos hacia atrás.
—¡Hey!
Por estar caminando hacia atrás como cangrejo, no me di cuenta cuando mis pasos se encontraron con otra persona. Tampoco lo pude evitar, y lo primero que pensé fue en la tragedia.
—¡Por lo que más quieras no me tires harina! —exclamo desesperado mientras cubro mis rostro con mis brazos.
Aquí podemos ver el momento antes de la tragedia, ya lo presiento.
—Jajaja, ¿Camus? —oh oh, esa voz, ya la reconocía—, ¿Qué se supones que estás haciendo?
Bajo mis brazos lentamente, mientras lo miro precavido. Tampoco quería que me tomara desprevenido, no sabía si podía estar actuando y cuando menos lo esperara. ¡Kabam! Agua y harina en mis preciosos ojitos.
—¡Solo quiero que sepas que si te atreves a atacarme desprevenido, olvídate de tu chaqueta! —lo señalé. Rígel rió.
—No tengo nada, en serio —me muestra sus manos, y estaba en lo correcto. Uf, menos mal—. ¿Y tú?
—No participo en esto —arrugué mi rostro en un signo de desaprobación—, pero tampoco puedo escaparme de los ataques de estos salvajes.
Él ríe y me toma de los hombros.
—Bueno, entonces vas a tener que cuidarte porque dudo mucho que salgas con vida de este ataque —señala el comedor y veo con terror el espectáculo.
Algunos dirán, ¡Uy sí, qué divertido!
Pues díganme eso cuando tengan una masa coloidal en la cabeza y harina en los calzones. Definitivamente NO era divertido. Al menos no para mí.
—¿Qué hay de ti? —lo miro. Es bastante incómodo tener que mirar ligeramente hacia arriba, pero era demasiado alto— ¿Te gusta participar?
—Personalmente no, solo cuando estoy con mis amigos. Ahora están en el campus, almorzando en las afueras. Yo solo vine por un refresco, después iré con ellos.
—Entiendo...
Guardo silencio por unos segundos. Todos se veían eufóricos y emocionados, las risas no se hicieron esperar y los gritos tampoco.
Ugh, ¿Cómo voy a pasar todo el comedor hasta la salida y salir invicto? Correr no era una opción porque el piso estaba lleno de agua y resbaladizo. Definitivamente eso llevaría a una caída mortal donde puede incluir pérdida de memoria a corto plazo, o en el peor de los casos, una muerte segura. Y conociendo mi suerte, es capaz que hoy mismo le digo hola a diosito.
La ventaja, podría salir en televisión.
"Mil maneras de morir con Camus. Número ochenta y ocho: Corre por el pasillo para que no lo alcancen, no se percata del charco mortal que hay en el suelo, resbala y muere. Bye bye"
—¿En qué piensas?
—En que hoy le voy a decir hola a Dios — susurré.
—¿Qué? —me voltea a ver confuso.
—D-Digo... Que no sé cómo atravesar todo esto. Es demasiado peligroso para correr y... Creo que no hay de otra.
—Si eso es lo que te preocupa, ven. Yo te cubro —me ofrece su mano.
¿Qué? ¿QUÉ?
¿Realmente estaba dispuesto a hacerlo?
—¿De verdad? ¿Pero qué pasará contigo? Vas a quedar como muñeco de panadería —digo sorprendido.
Él sonríe de medio lado. Y con ello, debo añadir que su sonrisa es encantadora.
—Lo de muñeco ya lo sabía.
Rodeé los ojos.
—Pero que ego...
Aún así acepté su ayuda, quizá... Si me pueda salvar de esta tortura hecha por los mismísimos estudiantes.
Me coloco delante suyo, y él me toma por los hombros, acercándome a su cuerpo y pasando desapercibidos. Lo que agradezco infinitamente es su altura, era tan alto que me ayudaba muchísimo en ocultarme con su figura, es decir, no podíamos comparar su casi metro noventa, con mi metro setenta. Y sí, sé que me falta crecer pero joder, lo necesitaba ahora.
—¡Cuidado! —me percato que una alumno corre hacia nosotros. Actúa más rápido de lo que pensé y se gira hacia el lado contrario, recibiendo todo el agua en el cabello y la espalda. Por suerte, a mí solo me cae pequeñas gotas.
Y así pasamos todo la travesía hasta llegar a la salida del comedor, cuando alguien estaba por atacarnos de frente él se volteaba para evitar que nos cayera en el rostro. Y por su parte, estuvo pendiente de que no me cayera agua.
Definitivamente este chico se ganó un pedacito de mi corazón. Pero en el buen sentido señores, lo demás lo tiene mi amado.
—Creo que pudimos sobrevivir —me suelta una vez que llegamos a las mesas de las áreas verdes
Yo me volteo y observo como ha quedado. Su cabello tenía una sustancia espesa por todo lo que le tiraron, mientras su cara... Oh Dios, su cara jajaja.
Él parece tomarlo con humor, y sabiendo como podía lucir en esos momentos, se unió conmigo.
—¿Qué me ve, Ramírez, que me ve?
Solté una carcajada y él igual.
Me agrada su sentido del humor. Estuve por responderle pero justamente siento una presencia maligna a mi lado... Ah no esperen, se trata de nada más ni nada menos que de...
—¿Surt? —paré de reír, y lo miré asombrado.
—No. Te atrevas. A. Reírte. — habla pausado.
Estaba casi irreconocible y asqueroso. Su corto cabello pelirrojo estaba empapado de agua y harina, volviéndolo una masa casi pegajosa a simple vista. Y ni hablar de su uniforme, el saco, la corbata, ¿Qué demonios le había pasado? Tenía hasta comida pegada en todo lado.
—¿Pero que te pasó? ¿Acaso no estabas ansioso por atacar a todo el mundo? —comento, aguantándome las ganas de reír.
—Pues yo creo que el mundo lo atacó a él —Rígel se une a la conversación y yo suelto esa ansiada carcajada.
Ignora el comentario y prosigue.
—Yo estaba tranquilo, en serio, Camus. Tú me conoces...
—Uy sí, te creo — susurro. Me reprocha con la mirada pero continúa su relato.
—Te juro que yo iba en son de paz, como siempre. Y justamente cuando me prometí a mí mismo atacar a la primera persona que viese, se me atraviesa aquel tarado.
—¿Sigmund? —pregunto de inmediato, interrumpiéndolo.
—Sí sí sí, ese mismito.
Enarco una ceja con diversión, mientras intercambio una mirada pícara con Rígel. No hace falta que le explique la situación porque parece entender a la perfección de que iba el rollo.
Esos dos eran tan desiguales, que muy en el fondo se complementaban. Y lastimosamente, Surt aún no veía las claras intenciones de coqueteo por parte de Sigmund. No es necesario que se lo diga, ¡Es muy obvio!, Pero esa competitividad que se tenía, lo cegaba.
—¡Camuuuus! ¡No me mires así! —me recrimina y yo alcé los hombros inocentemente.
—¿Pero qué te pasa? Yo te estoy escuchando —me aguanté las ganas de reír.
—Esa miradita ya me la conozco — entrecerró los ojos— pero en fin, al parecer tuvimos la misma idea al mismo tiempo porque de inmediato comenzó a tirarme todo lo que tenía en sus manos. Obviamente no pensaba quedarme atrás, así que me desquité todo lo que pude.
—¿Y como explicas los fideos, el arroz, y demás sustancias desconocidas? — señalé su cuerpo. Parecía que se había metido en el tacho de la basura.
—No me preguntes cómo, pero terminamos en la cafetería lanzándonos comida —suspira—. Y para mí maldita suerte, el director acaba de llamarnos, quiere que vayamos a limpiar todo ese desastre que causamos después de salir de clases.
—¿Quiénes?
—Él y yo.
—Define "él".
—¡Ay Camus, como jodes! ¡Sigmund, joder, Sigmund! —suelto una risa, viendo su comportamiento al borde de la desesperación.
—Bueno, entonces diviértanse limpiando jajaja.
Me mira con ganas de fusilarme pero no me dice nada. Eso tuvo que pensarlo antes de empezar con su jueguito con él. Es decir, sí, le tiene cierto resentimiento desde que se conocieron, pero tampoco debería prestarle tanta atención.
—¿Podrías hacerme un favor? Llévate mi mochila, no quiero ensuciarla con estas porquerías, en la noche pasaré a tu casa para recogerla —me dice.
—Bueno entonces vamos, iré a recogerla de una vez —me levanto de la mesa.
—¿Irás solo? ¿Podrás sobrevivir? —me pregunta Rígel.
—Claro, me iré por la sombrita —le guiño un ojo como burla.
Finalmente me encaminé junto a Surt, acompañándolo al aula donde tendría su mochila, probablemente le iba a tocar limpiar toda la tarde sin descanso alguno. No me quiero ni imaginar cómo quedó el comedor.
Una vez que entré al aula y recogí su mochila, nos quedamos hablando unos momentos cerca del casillero. No fue hasta que apareció Sigmund, acercándose a nosotros.
—¿Ya viste lo que el señorito rencoroso nos hizo? —me pregunta, señalando a Surt. Yo río divertido.
—¿Y a ti quién te dijo que me siguieras la corriente? Bien podías dejarlo hasta ahí. PERO NO, querías desafiarme, pues ahí está el resultado.
—Ay si, mira quién lo dice.
—PUES LO DIGO YO.
—¿Quién? ¿Tú? —dice burlón.
—Tarado.
—Rencoroso.
—¡Idiota!
—Teñido.
Esto se está poniendo bueno jajaja.
—Escúchame bien, ¡Pues tú eres un...!-
Creo que es hora de meter la cuchara antes de que Surt diga una estupidez.
—Buenooo, yo creo que aquí estoy de más. Nos vemos señores. Te espero en mi casa, Surt —me despido de él—. Y Sigmund, si quieres un consejo, a este señorito le hace falta amor, trátalo con cariño.
Dicho esto corrí para no escuchar su represalia, pero lo bueno es Sigmund me entendió. Al menos eso espero...
—Hmph, quién lo diría.
Definitivamente pagaría millones por ver a esos dos conviviendo juntos. Y quién sabe, hasta logren llevarse bien en un futuro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro