Capítulo 20: "Primer beso"
—¡Esto es un desastre! No entiendo ni un carajo, no puedo. Estoy seguro que ese maestro me quiere quedar en el parcial. ¿Sabes qué, Camus? Gracias por la ayuda en serio, pero creo que ya reprobé matemáticas— lanza su cuaderno al aire, dejándolo caer en alguna esquina de la habitación. Se acuesta sobre la cama de cabeza, mientras sus cabellos azulados caen y tocan el suelo.
Me dio por soltar una risa contagiosa al verlo entrar en ese estado de desesperación. Admito que la actitud infantil de Milo me daba gracia y no hacía nada más que provocarme una interna ternura para desear comerlo a besos.
Él mientras tomaba apuntes desde la cama, yo le explicaba sentado en el suelo, de piernas cruzadas. El clima de Grecia es un infierno, la verdad no sabía cómo Milo lo soportaba estando ahí arriba, encima de todas esas sábanas.
—Maldito Hércules, lo detesto — frunce el ceño y lleva el lápiz a su boca, mordiéndolo con fuerza por el mismo estrés—. Si no hubiera sido por él... ¡Demonios!
—Espero que haya tenido su merecido — contesto —. En fin, yo sé que aprobarás el examen. No me gusta alardear, ¿Pero si te das cuenta que soy el mejor para esto, no? — sonreí con aires de grandeza. Observo como me dedica una mirada divertida pero no dice nada —. ¿Cómo te gustaría que te enseñara para que aprendas más rápido?
A mí, por ejemplo, no me molestaría que fuesen con besos.
«Okay no, ya basta Camus. Deja de pensar cosas que no van a suceder ni en mil años de reencarnación». Pensé con tristeza.
—De la mejor manera que tengas — responde.
Pienso en todas las posibles opciones que me está brindando en bandeja de plata, y siento como el calor se acumula en mis mejillas.
Ya quisiera...
—Bueno, tal vez con canciones. Podemos escuchar música mientras estudiamos, así cuando haces el examen y recuerdas la canción, puedes asociarla con lo que estuvimos practicando aquí en tu casa. Es un técnica que todos deberían saber para aprobar sus exámenes; asociar la materia con algo que les guste — recogí mi cabello un momento, haciéndome un poco de viento con el cuaderno. ¡Demasiado calor!
Se reincorpora, y se apoya entre sus codos.
—¿Puedes poner alguna canción? — me dice.
—Claro — me levanté por mi celular —. ¿Qué quieres escuchar?
—Cualquiera está bien — sonríe.
Eso dice él porque sabe que compartimos los mismos gustos musicales pero si le pongo cualquier otra, estoy seguro que cambiará de opinión.
—¿Seguro? Cómo... — pauso, buscando al azar en YouTube — ¿Esta?
//Estoy ansioso de veras...
De llegar pronto a su casaaa//
—¡Camus! — me reprocha de inmediato.
No puedo evitarlo, en verdad que ansiaba ver su rostro ofendido. No me contengo y dejó salir esa ansiosa carcajada desde el inicio, trato de tapar mi boca con mis manos pero me resulta imposible.
Sigo riendo como idiota. ¡Es tan tonto reírse así!
Me doy cuenta que Milo me observa con una sonrisa, no puedo descifrarla exactamente pero sus ojos se enfocan en mí como si fuese un panorama totalmente diferente al que había visto alguna vez de mi parte. ¿Asombro? ¿Ternura?, como si estuviese viendo algo que nunca se imaginó, puesto que mi cara de amargado siempre la llevaba conmigo, y, a pesar de haber reído con anterioridad estando con él, nunca lo había hecho con tanta confianza.
Noto como mis ojos se llenan de lágrimas.
—En verdad estás loco — me dice entre risas, contagiándose de la mía.
—P-Perdón... — mi voz sale entrecortada y quebrada de la misma risa —, nunca me había reído así, te lo juro — seco mis lágrimas y respiro hondamente para tomar el aire que hace unos segundos no tenía —. En serio tuviste que haberte visto.
—Mas bien debería decirte lo mismo. Me dejaste asombrado — sonríe de lado —, nunca te había visto reír con ese sabor.
Siento mis mejillas arder.
¡Qué vergüenza! Seguro me vio como un loco recién salido del manicomio.
—Olvidemos eso — desvío la mirada, avergonzado —. Mejor continuemos esto con una canción que estoy seguro que te encantará sonreí.
Coloco mi teléfono en el parlante de su habitación con un volumen tolerable, tampoco es que íbamos a dar una fiesta.
Empieza el solo de guitarra, junto con la batería.
— «I can't believe I could have been so blind but love is strange...» — tarareo la letra, esperando que la reconozca.
Es uno de sus gustos culposos, lo sé.
Veo con satisfacción como abre sus ojos al máximo y exclama con emoción.
—¡Las Vixen! — se reincorpora con una sonrisa.
Esta banda es de verdaderos hombres, junto con las Wilson Philips y ABBA.
— «The answer's plain as black and white and I can see the picture very clear» — sigo con uno de los versos. Suelta una carcajada y no duda en cantar sin vergüenza alguna.
— «I've been living on the edge of a broken heart I don't wanna fall, I don't wanna crawl» — continúa.
¿Algo que nunca me imaginé estar haciendo en algún momento de mi vida? Estar en la habitación de mi crush, cantando como si no hubiera un mañana una de las bandas más femeninas del pop/rock ochentero, coordinando nuestras voces en el coro, y riendo con una simple mirada.
— «I've been living on the edge of a broken heart don't you wonder why i gotta say goodbye». — esta vez nos unimos con el coro. Sus ojos se posan en los míos con diversión, y por primera vez noto la chispa que nos envuelve.
No estoy delirando, ojalá lo estuviera. Pero a cambio de eso obtengo la sensación de pertenencia que ha existido antes entre nosotros. Como si a pesar de todas las adversidades y vidas pasadas ya nos pertenecíamos. Es extraño pero me atrevería a asegurar que logré conocerlo en una vida anterior. No es simple delirio, ni el deseo intenso de anhelar una muestra de cariño de su parte, y aunque probablemente no sea real... Amo ese sentimiento de pertenencia.
Amaría pertenecerle. Amaría que me pertenezca.
Y me sentí increíblemente protegido, porque después de mucho tiempo en soledad, sentí esa calidez invadir el ambiente, entre cantos y miradas furtivas. Entre arrabales y laberintos poder encontrar su mirada como el océano perderse en el río de mí corazón.
Sonrío. Quizá solo fuí yo, ¿Por qué Milo tendría que lidiar con una persona obsesionada con su persona?
—¡Amo esta canción! — exclama, contento.
Si tan solo no fuera tan cobarde...
—¿Entonces qué estamos esperando para estudiar? Vamos — le digo. Hace un tierno puchero en señal de no querer hacerlo.
Oh, Dios. ¿Por qué tienes que ser tan malditamente perfecto?
—No me hagas esa carita — busco el cuaderno que anteriormente había lanzado y se lo paso —. A ver, continúa con los ejercicios.
Milo resopla.
—Sí, profesor — dice burlón.
Continuamente a ello, estuvimos un rato en silencio mientras esperaba que él terminase con las prácticas que habíamos hecho de tarea, y a su vez también le servía para estudiar. Apoyo mis brazos sobre la cama, aún sentado en suelo, mientras me enfoco en su dulce rostro fruncido por no entender algunos detalles.
Sonrío, y le miro perdidamente. Sus largas pestañas creadas por los mismísimos dioses, sus cejas tan perfectamente simétricas que cuando se molestaba se veía jodidamente sexy.
Dios mío. Yo necesito superar a este hombre.
—Hey, Camus — chasquea sus dedos frente a mí, despertándome de mi ensueño.
—Dime... — me mira desde arriba con una sonrisa.
—¿Por qué tan abajo? ¿No te incomoda estar en el piso? — negué —. ¿Me puedes explicar esta fórmula? No sé cómo usarla.
Asentí.
Tomo el cuaderno en mis manos y comienzo a explicarle paso por paso, verificando que toda su atención estuviese en mis manos y en el lápiz con el que le explicaba. Y en efecto, sus hermosos ojitos acaparaban la atención del cuaderno, y alguna que otra vez en mi rostro. Lo tomé como un lado positivo, por lo que seguí subrayando algunos detalles con marcadores de colores para que no se le olvidaran mientras le explicaba.
—¿Pudiste comprender? — pregunto en un susurro, mirándolo muy de cerca.
Nuestras respiraciones chocan, y trato de controlar mis nervios pero es imposible cuando noto sus labios muy cerca de los míos.
—Sí...— confirma un tanto distraído.
—¿En serio?— comenté con ilusión.
Eso era un logro más para mí, pues significaba que estaba capacitado para impartir clases en un futuro no muy lejano.
—Bueno no... Sí y no. Solo necesito ya sabes, más clases, y de tus explicaciones— sonríe apenado.
Me abstuve de dar una palmada en mi rostro.
Estuve a punto de celebrarlo.
—Ay Milo, ¿Ni siquiera pusiste un poco de atención? Te acabo de explicar, ¿Qué se supone que estabas viendo?
Guarda silencio, como si estuviera en una guerra interna por soltar lo que realmente quería decir. Y finalmente, dice...
—A ti.
Con...
Con mucha seriedad.
Oh, Dios mío. ¿Algo que nunca me esperé? Una respuesta como esa.
Tanto así que mi mente dio "syntax error" y quedó como Windows reiniciándose uno de noventa y nueve.
No digo nada, tampoco hace falta. Milo me observa sin decir media palabra. En verdad no entiendo que está pasando. ¿Por qué guardamos silencio tan de repente? La música... No la escucho, es como si el tiempo se hubiera detenido.
De mis labios no sale nada más que balbuceos inentendibles, y mis ojos violáceos buscan los suyos por encontrarse.
—Camus...
—D-Dime — contesté.
Suelta una risa y sacude su cabeza, como si quisiera olvidarse de algo.
—Tu rostro, te ves tan angelical — veo su mano acercarse a mí mejilla y antes de que pudiese sentir el tacto de sus dedos sobre mi piel, y él pudiera continuar con su frase, la puerta fue abierta estrepitosamente.
Carajo.
Instantáneamente miramos hacia ella, topándonos con Kardia y su sonrisa burlona de siempre.
—¿Así que esta es la razón por la que no querías que me acercara a Dé-
—¡Cállate, Kardia! — exclama Milo enfadado, sin dejarlo terminar con la idea y lanzándole el cuaderno para que se fuera, afortunadamente el mayor lo esquivó.
¿Qué habrá querido decir?
—Lo ves, yo solo trato de ser amable con tu mocoso malcriado y él me trata así, ¿Ahora quién crees que es el que trata mal a la gente y se revela? Por eso quedó totalmente golpeado de la pelea que tuvo en su instituto — me quedé extrañado, dándome cuenta que le hablaba a otra persona la cual no estaba en la habitación.
Entonces, es cuando escucho una ligera risa y voz femenina.
—Aprendió de ti, Kardia. Quién no aprendería al estar al lado de una persona tan maleducada como tú — responden.
Volteo a ver a Milo para que me explique lo que está sucediendo, pero al parecer este estaba en estado totalmente de asombro, como si no creyera lo que estaba pasando.
—Kardia... No me digas que... — se reincorpora despacio de la cama.
—Así es, ¿Qué no piensas saludarla? — sonrió.
Y entonces la vi. Una silueta bastante sorprendente ante la vista de cualquiera se coloca a la par de Kardia.
—¿Uh? — murmuro confundido.
Aprovecho ese breve lapso para dar un vistazo rápidamente, dándome cuenta de lo bellísima que era. Sus ojos eran tan verdes como el prado de una colina en plena primavera, su cabellera, rubia con pequeñas ondulaciones que caían a cada lado de su cintura, mientras el flequillo ocultaba parte de sus cejas perfectas.
Esta mujer me está demostrando lo injusta que es la vida conmigo.
¿Por qué habiendo tantas personas hermosas en este mundo a mí me tocó ser de las más feas?
—¿Entonces no piensas darle un abrazo a mamá? — extiende sus brazos al aire, esperando el contacto de Milo.
Y casi como si fuese un imán, lo veo sonreír enormemente y correr hacia ella, como si no la hubiese visto en años. Y es que, quizá él los haya sentido así.
Eso me hace pensar en la última vez que abracé a mamá. No lo recuerdo porque tan sólo era un niño de cinco años o tal vez menos. Pero de poder abrazarla una última vez, nunca la soltaría.
Sonreí nostálgico, observando como la mujer acariciaba los cabellos de Milo con dulzura, y este abrazaba su cintura con fuerza.
—Te he extrañado mucho, mamá — pronuncia cuando se separaron.
—Yo también, cariño. No tienes idea de cuánta falta me has hecho — besa interminables veces su frente —. ¿Es cierto que mi niño bonito se peleó? — lo tomó por las mejillas. Milo asiente —, ¿Pero cuántas veces tengo que decirte que no seas tan impulsivo, ah?
—Lo sé, mamá... — dice con clara arrepentimiento en su rostro.
—Bueno, solo estoy esperando que salgas de preparatoria para que puedas irte conmigo a conocer las calles de New York y todas las estrellas de Hollywood.
Me quedé en silencio, pensativo.
Cierto... Nos falta poco para graduarnos y entrar a la universidad. ¿Qué será de mi vida? ¿Tan pronto voy a tener que decirle adiós?
—Nunca lo había pensado — mencioné, sin percatarme que lo había dicho en voz alta.
—¿Y él? — preguntan.
Alzo la mirada, nervioso. Ella me mira confusa y Kardia con una sonrisa socarrona.
—Camus ven. Quiero presentarte finalmente a mi mamá.
Ahora que la observo con más detalle se me hace curioso su poco parecido con Milo, es decir, por supuesto que era como ver una copia de él versión femenina. Sin embargo, el cabello y sus ojos no coincidían con los de su hijo.
De lo que sí puedo estar completamente seguro es del increíblemente poderoso gen en esta familia. ¿Cómo es posible que exista tanta perfección?
—E-Es un gusto — doy una pequeña reverencia cuando me acerco.
Es alta, lo suficiente para ser de mi estatura. Me mira con cierta alegría en su rostro mientras une sus manos con emoción.
Quiero creer que le caí bien.
—Mamá quiero presentarte a Camus, es un amigo del instituto — aclara Milo.
Inmediatamente para de sonreír y cambia su expresión a una más triste y decepcionada.
—¿Por qué me mientes? — se voltea a Milo con enfado.
Reí para mis adentros.
No invente señora, decídase por una emoción a la vez que así no puedo rastrearla con mi detector de: «No quiero a mi hijo contigo pero lo voy a tolerar solo por ser el amiguito».
No no, Camus. Tu deber es ganarte a los suegros, creo que vamos progresando. Progresé lo suficiente para que el señor Ecarlate cuando me ve llegar se encierre en su habitación. Yo sé que esa es la manera de decirme que me acepta en la familia y que soy digno de su hijo.
Jaja, ¿A quién engaño?
—¿Por qué me ilusionas de esa forma, Milo? — pone sus manos en la cintura.
Bueno, al menos ella se ve mas expresiva que su esposo y fácil de leer cuando algo no le agrada. Lo que me lleva a confirmar que le caí bien, o al menos no tan mal para ignorarme.
—¿Ilusionarte? — parpadea extrañado.
—¿Qué no es tu novio?
¿Qué rayos?
Abrí mis ojos con sorpresa, y comencé a toser con fuerza. ¿Cómo se le ocurre salir con algo así? Aunque la verdad no me molestaría que nos vea de esa forma.
—¿Estás bien? — me pregunta Kardia.
Asentí, con las mejillas totalmente rojas de la vergüenza.
—Ejem... Mamá creo que te equivocaste jaja — ríe con nerviosismo, rascando su mejilla con incomodidad —. Él es solo un amigo, además yo aún estoy con Shaina desde la última vez que viniste, ¿Recuerdas?
—Ah sí, ella. A penas la recuerdo, ustedes no son de salir mucho, ¿No? No veo que subas fotos con ella — comenta —. En fin, ahora que veo a mi nene precioso estuve pensando en hacer una cena de bienvenida. ¿Qué dices?
—¿Para ti misma? — interrumpe Kardia, burlándose.
—No estoy hablando contigo — frunce el ceño —. Ya veo porque sigues más solo que un perro. Con ese carácter nadie te ha de aguantar.
Vi como una venita de enojo recalcó en su sien, no obstante no perdió la sonrisa.
—Desgraciada, ya veo porque sigues siendo la misma rubia regalada de Hollywood — se carcajea.
Ella ríe sutilmente y enarca una ceja.
—Y tú un idiota que no piensa a no ser que sea con la cabeza de abajo.
Observo a Milo con preocupación, no entiendo porque la relación de ellos dos es tan mala, y se me hace un tanto incómodo que se traten de ese modo cuando parece que están a punto de iniciar la tercera guerra mundial. Sin embargo, veo que él está entretenido con la discusión de esos dos.
—Milo... — le llamo.
—¿Uhm? — voltea a verme.
—¿Por qué se llevan tan mal? — lo miré con preocupación — Parece que pronto se van a lazar el uno contra el otro.
Veo como suelta una risa.
—¿Bromeas? ¡Los dos son como dos gotas de agua! Tienen el carácter tan parecido que desde siempre han chocado. Pelean, discuten, pero muy en el fondo sé que se tienen bastante aprecio.
—¿En serio? — me sorprendí. Él asiente.
—Todo empezó porque Kardia era muy revoltoso cuando estaba en primaria, en uno de sus tantos caprichos golpeó a un pobre compañerito, que resultó ser hermano de mi mamá. En ese entonces como mi papá era el encargado de Kardia tuvo que ir a la reunión que dio la maestra, donde también tuvo que ir mamá por su hermanito, quién fue agredido por Kardia. Fue donde mis padres se conocieron. Y digamos que desde ese entonces mamá lo molesta, aunque bueno, años después el rencor desapareció y ahora lo hacen por costumbre. No creas que se lo dicen en serio. Kardia siempre molesta a mamá y viceversa.
Oh... Así que ahora todo tenía sentido. Es más una relación de hermanos amor-odio, más de odio que de amor.
—Bueno, continuando con lo anterior, te estaba diciendo que invite a unas personitas que sé que estarás contento de ver de nuevo. Haré una cena de bienvenida, así que manos a la obra. Ya está oscureciendo y pronto llegarán los invitados.
—¿Quiénes van a venir? — preguntó Milo curioso.
—Ya verás, mientras tanto, ¿Por qué no van por unos refrescos? Creo que harán falta.
—Mamá, el supermercado más cercano queda a cinco cuadras de aquí. Es muy lejos.
—Cuidado se te caen los pies, Milo. Vamos, anda. Hazlo por mí y por la deliciosa cena que hará mamá con mucho amor para ti — dice con un puchero —. Además ten esto, llévalo contigo por si necesito otras cosas y no tengo como comunicarme contigo. Kardia me contó lo que pasó con tu teléfono.
—Que mujer tan manipuladora y loca — Kardia se cruza de brazos —. Ya ví porque Ecarlate se casó contigo. A pura manipulación y amarre.
—No metas la cuchara en esto, así que shh shh, sal de aquí, firulais— lo espantó cual perro. Inevitablemente solté una carcajada. Empiezo a encariñarme más de lo que debía con esta familia — Colócale tu chip, lo más seguro es que tengas mensajes y llamadas perdidas.
—Gracias mamá — sonrió, adentrándose a la habitación solo para tomar un pequeño chip de su antiguo teléfono y colocarlo en el nuevo que le había dado su madre.
—Puedes ir con Camus, si tanto te da pereza.
—Por supuesto que iré con él. No pienso dejarlo aquí con el loco de Kardia, y contigo, donde lo más seguro es que le enseñes fotografías vergonzosas de mí — me toma del brazo —. Andando, Camus.
Me encogí de hombros y le acompañé sin quejas. Después de todo moría por estar tiempo a solas con él.
—Milo, creo que debería de irme. Ya es tarde y tu madre tendrá invitados. Creo que yo quedaré sobrando jaja — reí incómodo una vez que salimos de su casa — Después de esto me iré.
—¿Uh? ¿Tan rápido? — inquiere con tristeza — Pero si apenas estamos estudiando.
—Prometo que vendré más días seguidos — cruce los dedos a mis espaldas.
—¿Lo dices en serio?
Abrí mi boca para responder, pero justamente cuando estaba por hacerlo el teléfono que llevaba consigo comenzó a sonar y a vibrar como loco, las notificaciones, mensajes y llamadas perdidas le llovían. Se fijó en la pantalla unos breves segundos y después lo ignoró.
—¿Que me decías?
—Ah, bueno... Yo...-
Una vez más su teléfono suena, más bien era una llamada entrante.
—¿No piensas contestar? Lo más seguro es tu mamá.
Milo niega con el ceño fruncido.
—No, es Shaina. Acaban de llegarme todos sus mensajes atrasados. Piensa que seguro no le he querido contestar en todos estos días.
—Con más razón deberías especificarle lo que realmente ha pasado — aconsejo.
—¿Y enfrentarme a sus ciento cincuenta llamadas perdidas y más de dos mil mensajes? ¿Realmente quieres ver cómo ha de estar detrás de ese teléfono? — suspira.
Bueno, obviamente yo estaría igual si pasan días y no contestan a mis llamadas y mensajes. Pero él tiene una razón para no hacerlo.
—¿Que tus amigos no le han dicho?
—Lo dudo, nadie sabe lo que pasó con mi teléfono, solo tú.
—Y Aioria — respondí —, yo le dije. Estaba preocupado por ti.
—Ya veo... Aún así no creo que le haya dicho nada, lo que me extraña es que no se haya enterado lo que pasó con Hércules... — dice extrañado — Me hubiera visitado o algo.
—Quizá no lo sabe aún...
—Ja, sí claro. Si su amiga Marín la pone al corriente de todo, tiene que saberlo. Que no le de la gana comunicarse directamente conmigo, esa es otra cosa — me percaté de su tono de voz. Claramente se le nota enojado.
¿Será que están teniendo problemas? Imposible, siempre se le ven muy unidos.
Finalmente la llamada se corta.
—Al fin.
No pasan ni cinco segundos cuando nuevamente le llegan más mensajes.
—Solo mira esto — me muestra la pantalla.
«¿Dónde estás metido y con quién?» —6:30pm
«Dile a tu amiguita que si no quiere comerse el pavimento, le aconsejo que se aleje de ti» —8:00pm
«¿Por qué no me contestas?»— 8:15pm
«¿Estás enojado?; No quise ser extremista, solo estaba jugando amor» —9:45pm
«¿En serio no piensas contestar? Te doy 5 intentos más, Antares» —9:50pm
«Este mensaje fue eliminado» Hoy, a las: 10:12am
Cómo que... ¿Es algo celosa no? De acuerdo, creo que la relación de ambos no es tan perfecta como se veía, al menos no con alguien tan tóxica como ella.
—Estos mensajes fueron de hoy en la mañana. Y ahora que entraron las llamadas y sabe que me llegaron los mensajes no para de insistir.
«Confío en ti. Sé que no me engañas»
«Los mensajes ya te llegaron y las llamadas entran. ¿Me estás evadiendo?»
«Bien, tú lo quisiste así. En 30 estoy en tu casa»
«Saluda a tu amiga de mi parte»
—¡Demonios! Realmente no puedo creer que vaya a caer en sus estúpidos caprichos — dice enojado mientras marca en su teléfono.
—Es mejor que yo entre a comprar los refrescos y tú te quedes arreglando esto acá afuera, Milo — le dedico una mirada preocupada antes de entrar al am/pm.
Voy directo al sector de bebidas y jugos.
¿Por qué Shaina tendría desconfianza de Milo? Es decir, conozco a Milo lo suficiente para saber qué por ningún motivo que sea se atrevería a fallar en su relación con una infidelidad. Yo creo que lo tiene a sus pies. ¿Por qué tanta inseguridad?
Pero, tampoco hay que apresurarse. Si nos ponemos en los zapatos de Shaina, es obvio que tiene toda la razón. Teniendo un novio como Milo quién no estaría celoso, más cuando se sabe y se ve a lenguas que es un dios griego esculpido por manos mágicas.
Todas las chicas andan atrás suyo, es una realidad. Claro que en mi caso, estaría celoso si él me da motivos para estarlo, pero se nota que él la respeta.
Es una mujer idiota.
—¿Solamente? — me pregunta la cajera una vez que pago.
—Sí, gracias.
Salgo con los refrescos, y me doy cuenta que Milo aún discutía por teléfono. Se le veía bastante furioso, tanto así que podía escuchar lo que decía y vociferaba.
—¡Si quisiera darte vuelta ya lo habría hecho! ¿No crees? — pasa una de sus manos por su cabello con frustración.
Una gota cae sobre mi mejilla. Miro al cielo y noto como las nubes se acumulaban sobre nosotros. Estaba a punto de llover.
—Ni siquiera te importa. Me lo has dejado muy claro, gracias.
Tampoco podía interrumpirlo. Estaba completamente enojado como para que preste toda su atención en mí.
—Joder contigo, Shaina. Fui llamado por el director, expulsado del instituto, mi celular se rompió en la pelea, y fui golpeado por Hércules. ¿Crees que tengo algo mejor que hacer que estar hablando con alguien más? No me jodas — me acerco poco a poco — ni siquiera has tratado de comunicarte conmigo para saber cómo estoy. ¿Crees eso también me tiene feliz?
Dos gotas más caen cobre mi rostro.
—Pues fíjate que sí. Y el único que ha estado aquí es Camus —continúa hablando por teléfono.
¿EHHHH?
¡¿Debería preocuparme?!
—No pienso discutir esto por teléfono. Adiós — amenaza. Espera unos segundos y vuelve a hablar —, no quiero que te aparezcas hoy. Mamá acaba de llegar y...-
Es hora de meter la cuchara.
—¡¿Pero que más esperas de mí?! — espera unos segundos —. ¿Sabes qué? Vete a dormir ya. La sangre se te va a subir a la cabeza.
—Milo... —llamo con delicadeza.
—A parte de loca es una celosa posesiva — me comenta una vez que corta la llamada — ¡Yo ni siquiera le doy motivos para que se ponga así!
Sonreí. Se veía bastante enojado.
—Milo... —lo tomé de la mano —, ¿Estás bien?
Me mira sorprendido.
La verdad es que eso era lo que necesitaba, que despejara la mente unos segundos, más cuando recién había tenido una discusión por teléfono con su novia.
—Sí... Sí, estoy bien. Es solo qué... Rayos, Shaina a veces me saca de mis casillas, es demasiado celosa y posesiva, se crea dramas ridículos en su cabeza y piensa que todos quieren conmigo.
—Bueno, quizá todos quieren contigo muy en el fondo — susurré.
—¿Qué?
—A-Ah, me refiero a qué... Bueno, ella no es tonta y mira que las demás chicas están súper locas por ti. La inseguridad de ella le dice que tal vez tú la puedes dejar por una de esas.
—Pues está loca. Ciertamente la quiero muchísimo, la conozco hace bastante y fuimos mejores amigos por algunos años. Pero esto no funciona así, la extraño más como mi mejor amiga, con la que solía compartir mis secretos. Ahora la veo como una desconocida... Como si toda esa confianza desapareció por culpa de su inseguridad.
—Así son las mujeres, Milo. La sociedad las ha convertido en una figura llena de inseguridad. Tanto psicológica y físicamente.
—Sabes qué, olvidemos esto. Mejor vámonos ya.
Asentí, quizá lo único que necesitaba era estar solo y despejar la mente.
Caminamos en silencio durante dos cuadras, las gotas de lluvia comenzaban a caer con más frecuencia. Calculo que si no nos apuramos ya, nos lloverá pronto.
—Milo... Yo creo qué...-
De repente, noto como unas manos me rodean y tapan mi boca con fuerza. Los refrescos caen al suelo y trato de gritar pero se me hace imposible. ¡¿Qué está pasando?!
—¿Camus? — miro como se voltea.
Demasiado tarde.
Cuatro sujetos aparecen. Uno me detiene de la cintura y tapa mi boca, mientras el otro agarra a Milo de los brazos y lo inmoviliza rápidamente.
«¡Milo!» trato de gritar.
—¡Quítenle sus pertenencias! —ordena uno de ellos.
Con terror, siento como mi cuerpo es tocado por dos manos, rebuscando entre los bolsillos y la camiseta. Gracias al cielo mi teléfono lo había dejado en la habitación de Milo, y mi billetera no andaba absolutamente nada.
—¡Que desperdicio! ¡Este no trae nada, jefe! — avisa uno de ellos.
—¡Y este sólo anda un tamagotchi como teléfono! — se refiere al de Milo. Bueno, no era de los mejores, pero al menos cumplía las funciones básicas de cualquier celular.
—¡Idiotas! ¡Hicieron desperdiciar nuestro tiempo! — uno de los más grandes del grupo me toma de la camisa. Se le veía frustrado, tenía una cicatriz en el ojo y un labio partido. Veo que cambia su expresión cuando me da un vistazo rápidamente — No estás nada mal eh, qué bello eres — me toma del mentón — Para algo me servirás.
No comprendo sus palabras hasta que sentí sus manos colarse por debajo de mi camiseta, mientras los demás reían con fuerza y me sostenían. Me retorcí entre esos brazos tratando de escapar. Tengo miedo. Quiero gritar pero aquellas manos impedían que lo hiciera.
—¡Camus! ¡Suéltenlo! — decía Milo tratando de zafarse del agarre, pero era casi imposible.
Su mano sube directamente hasta mi pecho, acariciándolo.
¡Que asco!
Cerré mis ojos con fuerza, mientras las lágrimas de la desesperación se acumulaban en ellos. Esos tipos me están tocando sin descaro.
¡Auxilio!
—¡Milo, ayúdame! — pude gritar cuando una de las manos que me sostenían fue liberada de mi boca, gracias a la mordida que le dí.
—¡Idiotas! ¡Me las van a pagar!
No sé cómo. Todo fue en cámara lenta. Observé cómo Milo le da un codazo al que lo tenía preso, y sin esperar un minuto más, se abalanzó sobre el más grande de todos, apartándolo con un puñetazo.
—¡Vámonos!
De la misma impresión, los demás aflojan el agarre que tenían sobre mí, y puedo liberarme. Me toma de la mano y comenzamos a correr como si no hubiera un mañana.
—¡Vayan tras ellos! — escucho a lo largo.
Nunca había sentido tanta adrenalina como la de ahora. Mis pies no dan más, Milo va al frente, buscando salidas y atajos entre los edificios para perderlos de vista.
—¡No sueltes mi mano! — grita.
Sigo corriendo tratando de seguirle el paso, pero simplemente no puedo. ¡No soy un atleta para eso! Ni siquiera he pasado los exámenes de educación física. Y eso que solo son de trotar veinte minutos por toda la cancha.
Miré hacia atrás por inercia.
—¡No mires atrás! — me reprocha — ¡Nos van a alcanzar, maldita sea!
Y cuando las cosas no podían estar peor, finalmente la lluvia cae sobre nosotros con furia. Aún nos faltaba muchísimo para llegar.
—¡Milo, ya no puedo más! — le hago saber mientras mis pasos se vuelven cada vez más débiles.
—¡Vamos ahí! Solo espero que se rindan — comenta con preocupación, corriendo por un callejón. Era oscuro y sin salida. Un espacio totalmente limitado entre dos edificios, pero lo suficiente para que dos cuerpos empapados de agua tuvieran lugar.
Respiro profundamente, tratando de recuperar el aliento.
—¡Están cerca! ¡Lo presiento! — escucho cerca de la calle.
Mi corazón se acelera por el miedo.
—Milo... Tengo miedo — doy un paso hacia atrás. Mis manos tiemblan, mi cuerpo igual. Él parece percatarse de ello y me acerca a su pecho, abrazándome con fuerza.
—No nos van a encontrar, lo prometo.
Me quedo en silencio, escondido entre sus brazos, entres sus fuertes y deseables brazos, su pecho sube y baja, los cabellos que recién se encontraban con el agua caían por su rostro. Alzo la mirada y me encuentro con su perfil de medio lado. Se le veía preocupado, miraba la pequeña salida del callejón con detenimiento, como si estuviera creando un plan para escapar por si nos encontraban.
Dios mío, una vista así...
Cerré mis ojos, y dejé caer mi cabeza en su pecho, sintiendo su respiración agitada y su corazón bombeando sangre más rápido de lo usual.
Solo éramos nosotros dos contra el mundo. Un momento así, necesitaba congelarlo por toda la eternidad.
—¡Está lloviendo con más fuerza, jefe! ¡Larguémonos! — dice el chico rubio.
Finalmente veo a los cuatro correr por la acera, tratando de escapar de la lluvia.
Dejo escapar un suspiro con tranquilidad.
—¿Lo ves? No nos encontraron — me sonríe, como si fuese lo más normal.
Mis ojos se acumulan de lágrimas.
—Tuve mucho miedo, sus manos asquerosas se posaron por mí cuerpo. Me siento sucio — sollozo.
Me abraza con fuerza, uniéndome más a él.
—Lo sé, Camus, son unos malditos. Mejor vayamos a casa — me toma del brazo para ayudarme a salir de ahí —. Allá estaremos a salvo. Y te aseguro que encontraremos la manera de que esos idiotas paguen lo que están haciendo a la gente. Avisaremos a las autoridades.
La lluvia cae con fuerza, pero ya no nos importa. Mi cabello rápidamente se empapa de agua al igual que mi ropa. Seguimos nuestro camino como si nada hubiera pasado, entre risas y bromas.
Después del susto que nos llevamos, su humor nuevamente reluce al hacerme reír con sus ocurrencias.
—Esos idiotas no quisieron tomar el teléfono que mamá me dió por ser un tamagotchi. ¿Qué tienen contra él? Al menos les hubiera agradecido que se lo quedaran así lidian con una novia celosa y psicópata.
—¿Y que después no la soporten? Hasta te la devuelven envuelta en papel de regalo — bromeo con temor de que se ofenda. A cambio de eso solo suelta una carcajada.
—¿Tú crees? — me alzo de hombros —. Mírate Camus, estás todo mojado. Vas a enfermarte — me dice con preocupación.
—Estaré bien — le sonrío —, gracias por defenderme Milo, no sé cómo agradecértelo.
Nos detuvimos frente a su casa, aún algo temerosos, y volteando la cabeza en cada paso con la paranoia de que tal vez aún nos puedan estar siguiendo.
—No fue nada, haría cualquier cosa por defenderte. Has sido tan bueno conmigo. No sé por qué lo haces, ¿Realmente te caigo bien?
Ja, si supieras.
—Así es, eres de las pocas personas que no detesto.
Él ríe.
—Pero que gran privilegio.
—En realidad sí — lo miro seriamente.
—¿Ah sí? ¿Y por qué? — se acerca un paso, mirándome fijamente. Pero esta vez no pienso retroceder, no señor.
La lluvia continúa cayendo sobre ambos, sin embargo ya no nos molesta, a este punto ya no existe en nuestro ambiente.
—¿Y si te dijera que es un gran, gran privilegio? — esta vez soy yo quien juega de sus cartas sin miedo, y me acerco a él hasta estar frente a frente, más cerca de lo que quisiera.
—¿Y si te preguntara por qué?
—Creo que no tendrías respuesta — contesto, mientras una de sus manos se posa en mis mejillas.
—Vas enfermarte — repite, acercándose.
—Será un placer entonces — susurré despacio.
No sé qué está pasando, me asusta pero a la vez es tan emocionante de averiguar. Ni siquiera puedo reconocer que sus labios están muy cerca de los míos, solo observo sus ojos azules cual cielo mirarme con seguridad, mientras se encuentran con los míos.
—¿Y si te pidiera que no me odies por lo que estoy a punto de hacer?
—¿Y si te dijera que quiero saberlo ahora?
No medí mis palabras ni el significado en ellas. No fue el ambiente ni la lluvia, no fueron sus ojos que me ponían de rodillas con tan solo observarle. No fue la cercanía que él decidió cortar.
Fue aquel beso que me tomó por sorpresa pero que de alguna manera ya estuve esperando hace meses con los brazos abiertos. Ese beso que me dió mientras me tomaba de las mejillas y me inclinaba un poco hacia atrás. Fueron sus labios chocando contra los míos en un suave tacto, fue aquel sueño del que nunca quise despertar.
Y aquí es donde me despierto señores, en lo mejor del sueño, que por fortuna fue tan lúcido como para sentirlo real por un breve instante. Pero, ¡Oh sorpresa! Abrí los ojos para acabar con esto de una vez, sabía que se trataba de una broma de mi subconsciente.
—Perdón — murmura entre mis labios, para volverme a besar.
Oh oh... Esto... ¿No es un sueño? ¡¿NO ES UN SUEÑO?!
NO ES UN SUEÑO SEÑORES, REPITO, NO ES UN SUEÑO. Alerta roja, ¡Tenemos un 3312! ¡3312!
.
.
.
.
.
.
.
[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]
(La canción que cantaba Milo y Camus en la habitación por si quieren escucharla ❤️)
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro