Capítulo 2: "Corazón cálido"
—¿Se puede saber cómo por qué demonios me quitaste el cuaderno?
Esa era la cuarta vez que Surt me reprochaba sobre mi actitud, la cual había cambiado radicalmente cuando vi a Milo. Y es que, ¡Como no cambiar! Ese chico ponía mi mundo cabeza, no sabía que tenía, pero era tan jodidamente perfecto. Es más, debería considerarse pecado ser tan lindo.
Eso, o yo en verdad estaba jodido, muy, muy jodido.
—¿Por qué no puedes entender que era una situación de vida o muerte?— respondí fastidiado.
Surt necesitaba y DEBÍA DE entenderme, no podía dejar a Milo esperando. Era la primera vez que me hablaba para algo que no fuese preguntar sobre el horario, el aula, o el profesor. La verdad es que avanzamos mucho, ya me pidió que le explicara la materia, eso es bastante bueno, no me sorprendería que nos casemos pronto.
Me gustaría que mi persistencia para que pase eso durara todo lo que resta de secundaria, pero sé que por más que lo espere, no será así. Milo tiene novia, una banda, es lindo, tienes a sus dos padres... No sé... Un chico así de perfecto con una vida perfecta, no podría estar con alguien como yo.
Además, ¿Por qué querría estarlo? Tiene pareja. Una chica que le es fiel, es bonita, de un promedio pasable, buena onda. Él lo tiene todo.
No creo que le haga falta un nerd en su vida, yo creo que ni siquiera como amigo.
—¡Ah, mi corazón!— dramaticé.
—¡¿Qué tienes?!— Surt se acercó a mí preocupado, y no pude evitar soltar una carcajada por su inocencia.
Era una broma que siempre le hacía y siempre caía en ella.
—Un flechazo de Antares que me deja en la zona de amigos.
Vi como frunció el ceño y reí.
—Púdrete— caminó unos cuantas pasos para dejarme votado, y me sacó el dedo del centro—, es más, ni siquiera en la zona de amigos porque hace unos segundos atrás sufría por tratar de recordar tu ridículo nombre.
"Ridículo nombre".
Desde que se había enterado que mi nombre se debía a un famoso escritor de mi país, origen francés como yo, y como si fuera poco me llamaron así por él, no paraba de burlarse o de recordármelo cuando se enojaba. Aunque no era como que me molestara del todo.
—Vete al infierno— respondí cortarte.
—¿De dónde crees que vengo?— me dijo el muy descarado.
Tal vez no me moleste el hecho de que se burle de mi nombre. Pero... Si me recuerda a mamá, ella fue quien me lo puso porque desde su adolescencia había admirado a ese gran escritor. Supongo que en esta vida nada es fácil, ya saben. Superar la muerte de tus padres, o que uno te abandone como si realmente se olvidara de tu existencia, como si ya no existieras más en su vida. Sé que hay muchos como yo, y solo puedo decir que los compadezco, porque no es fácil, porque esa vida está llena de golpes y pocos buenos momentos.
Pero déjenme decirles que esos buenos momentos, al menos se quedarán en tu memoria por siempre.
Surt observó mi reacción y sonrió con burla.
—Ya ya, ven aquí— el muy estúpido trató de abrazarme pero me aparté. Me emputa cuando hace ese tipo de jueguitos—. Ves, y aún con esa amargura quieres conquistar al gran amor de tu vida.
Suspiré en derrota.
—Ojalá fuera fácil— tomé el ritmo de la caminata y lo miré— ¿Qué tan difícil podrá ser amigo de él?
Nos detuvimos frente a mi casillero, mientras lo abría y colocaba los libros dentro me pregunté mentalmente si eso era posible, y la respuesta era no. No era posible, pero al menos quería saber que tan cerca estaba de la zona de compañeros, y no, no de amigos, porque ni siquiera somos.
Me deprimí de tan solo pensarlo.
—Para tí, el doble. Nadie quiere estar con un chico sabelotodo invisible— lo miré fríamente— Menos si es uno de los populares del que hablas. Pero hey, mira el lado positivo, él pidió tu ayuda en las materias que se le dificulta. Estarás con él a solas por un día. ¿No es algo bueno para ti?
—No. No es bueno para mí, acepté porque... La verdad es que no sé porqué acepté, pero maldita sea, Surt. ¿Qué voy a hacer? Él me pone nervioso, y para terminar con la cereza en el pastel, todas las cosas ridículas que hago, por alguna extraña fuerza del universo, Milo siempre está presente y ve lo patético que soy.
Recogí mi laptop del casillero porque las próximas clases eran de computación avanzada, y lo cerré.
—Eso es porque no sabes controlarte. ¿Qué rayos tiene Milo para ponerte así de tonto? Si Dégel te viera, se burlaría de ti.
—Lo tiene todo. Es que es un nosequé que pone nosécómo. ¿Me entiendes? Claro que no, nunca has tenido un crush.— rodeé los ojos— Además, respecto al tema de antes, a todos les vendría bien una amistad con mucho conocimiento. Quizá así se les quite la estupidez con la que nacieron— respondí tajante— Aunque no es un cien por ciento seguro, somos mejores amigos desde años y aún no se te quita lo pendejo.
El rostro de Surt fue un poema, me contuve para no soltar una carcajada y solo le miré de reojo.
—Es por eso que sigues como ratón de biblioteca.— me contestó enojado.
Sale caminando en grandes zancadas y yo le sigo.
—Ay, venga ya. ¿Te enojaste?— traté de alcanzar sus pasos. A decir verdad, Surt y yo, siempre nos hemos tratado de ese modo. Pero no es porque nos odiamos, es porque así es la confianza.
Desde hace muchos años es mi mejor amigo, y toda mi confianza está en él. Solo con él soy así de extrovertido y expresivo, he pasado por tanto que me cuesta relacionarme con otras personas, siendo distante y tímido con los demás, pero no me importa.
Estuve por tirarle de brazo para que esperara, pero sentí como me tomaron de la hebilla de mi mochila y la tiraron con fuerza hacía atrás, llevándome al suelo también.
Mi espalda se vio fuertemente azotada por los casilleros que habían detrás, mientras que la laptop cayó en mis piernas.
—Auch —me quejé en un susurro. Llevé una de mis manos, a mí cabeza. Escuché unas risas, y supe de quién se trataba.
Siempre era lo mismo. No todo era color de rosa en mi mundo. A parte de ser la rata invisible de alcantarilla como solían llamarme, aquel estúpido de Antonnie más conocido como Hércules, por su descomunal fuerza y poder, solía molestarme. Ante él, yo no pasaba de vista, y a veces maldecía todo esto.
Él solo tenía la fuerza como amiga, porque de cerebro, tenía un insignificante maní.
—¿A dónde ibas, rata de alcantarilla?
Bajé la mirada y guardé silencio.
—Ya déjalo en paz, Hércules —Surt se acercó a mí y me tendió la mano, la cual acepté y me levanté en silencio. Sin tener el coraje de mirarlo a la cara.
¿Por qué solo a mí me molestaba?
—Si no quieres que te ensarte mi zapato en el trasero, no te metas en esto —. Aquellos mastodontes que tenía como amigos, rieron con él— ¿Y tú qué esperabas para entregarme mi tarea resuelta, perra francesa?
Se dirigía así a mí. Y eso no hacía nada más que causarme tanta impotencia de tener que tragarme las palabras y obedecer. Obedecer porque no me queda de otra.
Busqué mi mochila y saqué los apuntes ya terminados.
—Ten —susurré por la bajo, entregándolos.
Surt me miró con tristeza, mientras que el otro solo reía con fuerza al ver mi debilidad. Eso le satisfacía, le encantaba. Y a mí... Solo me provocaba ganas de llorar.
Toda mi vida había sido un desastre. No tenía padres que me apoyaran, mis grados de primaria y secundaria fueron los peores, siempre era el excluido, el raro. Y aumentó más al entrar aquí.
Se burlaban de mi apariencia, y se mantenían en constante joda solo por ser el nerd, el que no tenía amigos. Hasta que me encerré en un mundo cuadrado, solo así dejaron de molestarme, haciendo como si no existiera.
Los adolescentes a veces podían ser muy crueles.
—Y espero que esto te sirva de advertencia...
—¡¿Hey que haces?! —Hércules me arrebató la mochila y se la llevó al basurero más cercano. La abrió y dejó caer todos los apuntes, hojas y cuadernos que llevaba dentro.
—No olvides de lavarla —me dijo, antes de lanzar mi mochila al basurero.
Fruncí los labios, aguantando las ganas de llorar. Surt rápidamente se acercó a recoger mis cosas y a ayudarme.
—Déjalo. No te ensucies las manos. Yo debo ocuparme —le pedí con un hilillo de voz pero no me hizo caso— Surt— sentencié.
—No — se negó— Camus... En verdad quisiera hacer algo pero...—
—No importa. Ya no importa— le corté.
Siempre era exactamente lo mismo. Y yo... No podía hacer nada, nunca había hecho nada, y no creo que lo haga por cobardía.
Solo deseaba acabar los estudios en Grecia para largarme a estudiar a mi país, ya no soportaba más estar aquí.
—Si quieres podemos tomarnos la lección de computación libre— me sugirió.
—No, necesitamos las puntuaciones del proyecto final.— no me gustaba faltar a mis clases, además que hoy daban notas.
—Creo que no hay de otra contigo, ¿Verdad?— suspira.
—No.
Terminé por hacer recoger las cosas del tacho de basura, lo que agradecía enormemente era que no había mucha basura asquerosa, como vasos de yogurt, comida desperdiciada o líquidos desconocidos. Con solo pensarlo me daban arcadas, gracias al cielo no había nada de eso, solo más papeles y uno que otro envoltorio de galletas.
Las siguientes clases estuvieron normales como siempre, llenas de aburrimiento y algunas con actividades en grupo. Algo que detestaba.
Algunas materias no coincidían con el horario de Surt, por lo que inevitablemente me tocaba solo, como de costumbre, y siempre debía a esperar a que me escogieran para sus trabajos. Aunque no debía esperar mucho, ¿A quién no le gustaría trabajar con el más listo de la clase?
Las clases normalmente terminaban a las tres de la tarde, pero últimamente estos días nunca me dirigía a casa.
—¿Hoy te quedarás como siempre?— me preguntó Surt cuando nos volvimos a encontrar en los pasillos, mientras tomaba su mochila.
—Sabes que sí.
Vi como negaba con la cabeza, era obvio que no estaba de acuerdo con mi desición.
—Ay Camus, a veces me pregunto porque no eres capaz de salir de ese cascarón— me miró con desaprobación. Sabía a lo que se refería— Hoy no voy a poder acompañarte, tengo trabajo se telemática para mañana.
—De acuerdo, yo me iré después.
—Espero que esta vez puedas hablarle desde la gradería, eh— tocó mi hombro, se fue.
Ya casi era el baile escolar del instituto, y la banda de Milo era la principal en estar ahí, por lo que siempre se encontraban ensayando en las afueras, donde se hacía educación física. Y yo, como siempre, solía espiarle a lo lejos.
Era lo mínimo que podía hacer.
Llegué a las graderías y escogí el asiento más lejos y menos visible posible. No era el único que se encontraba ahí, muchas chicas enamoradas de algunos de los integrantes de la banda iban solo a observarlos, incluyéndome, mientras que otros solo iban por escuchar y notar el avance de la banda.
Divisé a Milo conversando animadamente con uno de los docentes que impartían las clases de música, se veía tan feliz que hasta aquí podía notarle la emoción que se reflejaba en sus ojos.
Sonreí.
Su novia estaba sentada en las primeras gradas, apoyándolo desde muy cerca. Mientras que yo, también lo hacía, pero muy, muy lejos.
Y no, no hablo de la distancia que se mide en metros específicamente.
Di un largo suspiro, dedicándome a hacer lo que mejor sabía. Dibujar también era uno de mis pasatiempos, y por supuesto a acosar también.
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Acaba de darme cuenta que los primeros capítulos son super cortos 😯
—Luz
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