Capítulo 18: "Recuerdos borrados"
—Auch, duele — se queja, mientras trata de apartar mis manos de su rostro — Ay, ay, ay, Camus ¡Eso duele! — cierra los ojos, quizás tratando de soportar el ardor.
—Eso no fue lo que pensaste cuando estabas a punto de golpear a Hércules, ¿No? — le regañé —. Ahora te aguantas — coloqué un poco de alcohol en el algodón y lo pasé suavemente por sus mejillas.
Lo cierto es que no me importaba en lo absoluto sus quejas. Su salud estaba por encima de ellas, y aunque me divertía verlo como un niño caprichoso que no quiere tomarse una simple medicina, admitía que había mejorado un poco. Ahora nos encontrábamos afuera de la oficina del director, mientras utilizaba el botiquín de emergencias que él mismo me dio para curar las heridas abiertas de Milo.
Aún no llegaba mi hermano, ni tampoco Kardia, por lo que tenía tiempo de sobra para desinfectar con agua oxigenada las cortadas, y limpiar su rostro.
—Ya casi está, espera.
Tomé con cuidado uno de los mechones que se colaban por su vista, como si mis manos fuesen de papel, como si la suavidad en la yema de mis dedos fuese de algodón, no quería lastimarle. Acaricié su rostro hasta perder mi tacto en los cabellos azulados cual océano.
—Al menos ya te vez un poco presentable para cuando llegue Kardia y te vea— acomodo la corbata de su uniforme y le sonreí de cerca. Bueno, en realidad sólo un poco porque su camisa estaba rota y sucia, al igual que el saco —. Supongamos que no notará tanto los golpes — me siento en la banca junto a él, y apoyo mi mano sobre su hombro.
Y si me lo llegaran a preguntar, sí señores, aún lleno de moretones se seguía viendo increíble, su belleza no cambiaba.
—¿Qué pasó con Rígel?— me pregunta con recelo.
Fuese por curiosidad o con otro sentido, no pensaba decirle nada sobre él, porque sé que ahora mismo debe estar totalmente frustrado como para que yo le cuente algo sobre su "rival". Era mejor distraerlo.
—Olvídate de eso, ahora solo quiero que pienses una manera en la que Kardia no se moleste mucho contigo.
—Pero Camus...
—Pero Camus nada. Enfrentarás a Kardia, le explicarás la situación y minimizarás los daños. Lo harás porque sé que eres Milo Antares, no hay ningún problema al que no puedas sacarle una sonrisa — lo que necesitaba ahora era apoyo, y ánimos. Si es necesario le apoyo con pompones y falda... Bueno no, no tan así, pero ya me entienden —. ¿Comprendes?
Tal vez esté siendo muy rudo con él, o le estoy tratando de una manera que pensó que nunca lo haría, pero yo también tengo mis limitaciones y necesito que comprenda la gravedad de las cosas.
—Sí, entendí... — me dice en un pequeño susurro, casi en forma de siseo.
¡Enhorabuena!
—Que lindo te ves cuando haces caso como niño bueno —suelto una risa, sin tomarle importancia a lo que acabo de decirle.
En cierta parte estoy tranquilo porque lo peor ya pasó. El castigo de Dégel y demás no está en mi lista de preocupaciones, además, de ahora en adelante sé que Hércules al menos se detendrá con sus agresiones sino quiere ser expulsado y repetir nuevamente el grado.
—Extraño a mamá — confiesa cuando el silencio nos envuelve —. Ella solía decirme lo mismo cuando estaba a punto de meterme en problemas. Y es jodido porque la extraño más de lo que pensé — suspira débilmente.
—Lo sé Milo, debe ser muy difícil para ti — respondo, recogiendo un poco su cabello.
—No sabes cuánto necesito, y quiero que ella esté aquí — suspira —. Sí, tengo a papá, tengo a Kardia, pero la quiero a ella, quiero contarle sobre ti, quiero contarle muchas cosas buenas que han pasado por mi vida, de la gran oportunidad que tengo con la banda. Quiero que me escuche, que me apoye, pero... es difícil cuando lo único que puedo decirle es un "buenos días" y "buenas noches" por mensaje de texto. A veces pasan días sin saber noticias de ella.
—Oh vaya... — susurro.
—Al menos... La distancia entre Hollywood y Atenas no es mucha por la red, que gran avance, ¿no?
—Lo bueno es que aún sigue viva — apoyé mi mano sobre la suya —. No sabes que gran privilegio tienes al tenerla.
Recordé por un momento a mi madre. Una hermosa mujer de largos cabellos lacios y pelirrojos, proveniente de la cuna de Francia, igual que mi padre. Y a pesar de los años, aún tengo su retrato en mi mente. Mi madre era excepcional, llena de carisma y amor por todos, con una sonrisa que podía derretir al témpano de hielo más grande, como Mystoria Aquarius, el hombre con quién comparto mi sangre, desgraciadamente.
—Sé que es difícil para ti, pero ya verás que pronto estará aquí contigo y con tu padre — le di ánimos.
A decir verdad me causaba curiosidad saber de su madre. ¿Cómo será? ¿Será igual de alocada que Milo? ¿Rebelde, tranquila, extrovertida? ¿Cómo será en su totalidad la familia Antares Scorpio?
Un verdadero misterio.
—Vaya vaya, miren que tenemos aquí — una voz me saca de mis pensamientos y me doy cuenta que se trata de nada más ni nada menos que de Kardia. Levanto la mirada y veo que nos observa seriamente. Una de sus manos estaba metida en el bolsillo del pantalón, mientras que la otra sostenía algo entre su boca, lo que parecía ser una paleta de caramelo—. No es necesario que me digas que pasó, reconozco a kilómetros las sobras de lo que fue una pelea.
—¡Felicidades! Ya sabes a lo que vienes entonces — Milo rueda los ojos, y desvía la mirada —, el director te está esperando adentro.
—¿Que hiciste esta vez, mocoso? — saca la paleta de su boca y enarca una ceja.
—¡Yo no hice nada! Si comparamos el trato de personas, yo soy relativamente inocente.
Yo reí.
—Eso no es lo importante, lo que más me decepciona de ti es que... — puedo presentir lo que está a punto de pasar. Le dará una represalia, lo sé — ¡¿Te atreviste a perder?!
¡Sí, lo sabía! ¡Él...!
Esperen, qué. ¿Escuché bien?
—Bueno yo... — comienza.
—Eh eh, no digas nada más. Ya me di cuenta. No puedo creer que tenga un sobrino tan malo para esto, cuando lleguemos a casa voy a explicarte cómo se hace. Porque si te van a expulsar, que sea una buena razón, y por lo menos para que le des una lección al imbécil con quién te enfrentaste.
Confirmo que Kardia es un idiota.
¡¿Cómo se le ocurre aconsejarle semejante cosa a Milo?! ¿Acaso quiere verlo repitiendo años y metido en problemas siempre?
¡Está loco!
—... ¿No me vas a regañar? — pregunta incrédulo.
—No en realidad, solo espero que detrás de todo esto haya una buena razón, Milo. ¿Sabes lo jodido que es estar en una reunión importante, y que el director llame porque tu sobrino ande de revoltoso? Estaba en una junta importante. Yo no estoy para gastar mi tiempo en cosas ridículas. Más bien dime, ¿No hay más involucrados en todo esto? — alza una ceja, curioso — ¿Por qué estás aquí, Camus? ¿Acaso tú también te peleaste? — esta vez se dirige a mí.
Niego con la cabeza y me encargo de explicarle.
—No precisamente, pero estuve de testigo cuando los oficiales entraron a poner orden.
—Ya veo... — parece meditar un poco —. Pues bien, esto no se quedará así, Milo, y lo sabes. Pero antes de que pueda pensarlo y regañarte por todo esto, no tengo el derecho de hacerlo. Así que creo que ya es hora de poner las cartas sobre la mesa y hablar seriamente con tu madre.
—¿Mamá? ¿Qué tiene que ver ella aquí?
—En todo. No pienso permitir que mientras tú estás aquí, ella se está perdiendo de toda la adolescencia de su propio hijo solo por rodearse de fama y dinero y de todas esas tonterías. No pienso seguir tolerando este tipo de abandono. Y solo espera que lleguemos a casa, porque la confrontación con Ecarlate tampoco se quedará atrás.
Y sin soltar una palabra más, se adentró al despacho del director, donde este lo estaba esperando desde hacía rato. A decir verdad, me dejó con la boca abierta, se escuchaba demasiado neutral como para deducir enojo en él. Tampoco podría describirlo en una palabra porque Kardia era impredecible, pero estoy seguro que no fui el único que pudo percibir el tono de voz. Milo también lo había hecho.
—Kardia solo está molesto, no creas lo que dijo de mamá, ella no es así... Es solo que... Él nunca estuvo de acuerdo con su partida, es todo. Mamá no nos abandonó — me explica después de un rato con la mirada aún perdida —. Es un resentimiento que parece no haber superado.
Ya veo, eso explica porque el claro rencor en su voz cuando hablo de ella. En realidad no pienso justificarla, porque tampoco me podía imaginar toda la soledad que pudo sentir Milo, y que siente, sin la presencia de una madre, solo sino díganme a mi.
—Bueno, supongo que él lo mira desde otra perspectiva. Creo que su resentimiento se debe por ti, a pesar de fastidiarte todo el tiempo, Kardia se preocupa y te quiere mucho, es por eso que es de ese modo.
—A veces no lo entiendo, es tan infantil y terco que más bien me sorprendería que alguien me confirmara que ya maduró a su edad.
—Yo diría que es porque...-
—¡Camus!
No me dió tiempo de terminar cuando sentí casi un peso extra sobre mí, abrazándome. Me quedé estático, procesando la voz aún en mi mente y la reconocida cabellera verdosa de mi hermano.
—¿Dégel?— pregunté, correspondiendo sutilmente el abrazo.
—Por Dios, te juro que vine lo más rápido que pude. ¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien? ¿Te golpearon? ¿Tienes todos tus dientes? — me toma del rostro y comienza a revisar detalle por detalle, desde abrir mi boca para observar si me faltaba uno, hasta revisar mi cabeza y oídos.
¡Pero que paranoico es!
Escucho la risa de Milo a mi lado y es cuando decido apartarlo.
—Ojalá tuviera un tío así de preocupado por mí — dice entre risas.
—¡Ay Dégel, estoy bien! — coloco mi mano en su pecho, apartándolo —, pareces una madre.
—Perdóname es que me llamaron y... Creí que te habían golpeado — suspira con alivio, y yo niego.
—A mí no pero... A él sí — señalo a Milo.
Finalmente Dégel enfoca su mirada en él, de hecho desde que había llegado ni siquiera le había prestado atención a la persona que estaba a mi lado, pero ahora que lo hace, sus ojos violáceos lo observan con cierto asombro y confusión. Seguro debe ser por los golpes, no creo que sea por otra cosa.
Guarda silencio por unos segundos sin decir nada, inmerso en sus pensamientos.
—Dégel, te presento a Milo. Es un amigo — comencé —. Milo, él es Dégel. Mi hermano mayor del que ya te había comentado.
Asiente con la cabeza y sonríe.
—Lo deduje fácilmente, ustedes se parecen muchísimo — ríe —. Es un gusto conocerlo — se dirige a mi hermano con una sonrisa, mientras le tiende la mano.
Lo noto un poco pensativo, pero aún así, decide corresponder el apretón de manos.
—El gusto es mío — responde.
—Dégel, no te preocupes por mí, solo estoy involucrado por ser un fiel testigo de lo que pasó. En realidad estamos aquí por él, tuvo una riña con uno de los peores chicos que hay aquí en el instituto, de los grados mayores y pues... Terminó completamente golpeado. Probablemente lo expulsen pero al menos quiero intentar, y convencer al director de lo contrario.
—Espero no me estés mintiendo, Camus — cierra sus ojos brevemente —. ¿El director ya se encuentra en el despacho? — señala la puerta.
Asentí.
—El tío de Milo llegó hace poco, y la madre del chico con el que se peleó, está desde hace rato. Solo faltas tú — respondí — ¿Entramos?
—Claro.
Narrador omnisciente.
El primero en abrir la puerta fue Milo, seguido de Camus y por último su hermano, que se encargó de cerrarla. Quizá Dégel creía que sería una reunión tranquila, donde se discutiría sobre un castigo severo para su propio hermano, o sino una posible expulsión para el amigo de este. Sin embargo, en todos los posibles universos que se encontraba, le tocó uno donde le hacía ver lo pequeño que era el mundo, específicamente cuando compartía habitación con la persona que creyó eliminar de su lista.
No había terminado de girarse por completo, cuando la combinación perfecta de ojos color océano, pintado azul profundo se toparon con los suyos, avioletados como guaria morada y perdidos entre los contrarios.
No supo si fue por inercia, o su cuerpo aún sentía la ausencia de calor que pudo experimentar con Kardia, pero detuvo sus pasos, muy seguro de devolverse por esa puerta y dejar absolutamente todo tirado.
—Gracias, espíritus del cielo — lo escuchó decir con su característica voz divertida, y burlona.
No. Definitivamente no.
—Esto tiene que ser una maldita broma — murmura aterrorizado —. Camus, ¿Lo conoces? — pregunta en un susurro.
—¿Uh? ¿A Kardia?
—Entonces sí lo conoces — pasa una mano por su frente, abochornado.
—Es tío de Milo, ¿Por qué? ¿Ustedes ya se conocen? — pregunta inocentemente.
—Nunca había visto a ese tipo en mi vida, te lo juro — desvía su mirada inquieto.
La verdad, es que mentir nunca le servía porque Camus lograba descubrir siempre la realidad de las cosas.
—Usted debe ser Dégel Aquarius, ¿verdad? — pregunta el director, un hombre de apariencia canosa, y ojos cansados.
Aún con el nerviosismo vibrante en su cuerpo, asintió como un niño que recién conoce la primaria, tímido.
—Ese es mi nombre.
—Por favor, tome asiento — señala las sillas desocupadas. Habían justamente seis, tres en frente del escritorio donde irían los responsables de los adolescentes, y tres atrás, donde irían los chicos.
Para suerte de Dégel, la vida era tan misericordiosa que le hizo recordar que él no era quien mandaba los actos a su suerte, sino como ella lo decidía. Por ello, el único espacio libre era el de la esquina, lejos de la madre de Hércules, y a la par de Kardia.
—No me sentaré junto a ti — y aún sabiendo que debía actuar como si no lo conocía, no pudo.
—Oh, discúlpeme usted hermoso joven que nunca en mi vida había visto y me habla con plena confianza que ganó quién sabe cómo, pero es el único asiento libre, monsieur — Kardia se estaba aguantando las ganas de echarse a reír, Dégel era tan predecible y fácil de leer.
Y de algo estaba seguro, el mayor de los hermanos tenía unas ganas inmensas de golpearlo por imbécil. Quería salir corriendo de ahí, pero iba a demostrar que él no sería tan cobarde, enfrentaría nuevamente a ese hombre que lo había hecho perder el control en una sola noche.
Y lo haría de la mejor manera, donde le iba a demostrar que padecía de pérdida de memoria, y él no era más que un desconocido.
—¿Sucede algo joven? — inquiere el director.
Dégel sabe que aún se encontraba observando la silla con recelo, más cuando tenía a un peligroso cerca suyo.
Respiró profundamente.
—Para nada, es solo que este hombre me tomó por sorpresa.
—¿Solo por sorpresa? —masculla el griego.
—Guarda silencio, no estoy de humor. No lo conozco así que déjeme en paz — comenta claramente ofendido.
Camus intercambia miradas sospechosas con Milo, quién se alza de hombros pero no dice nada.
—Pero a que le gustaría, ¿Verdad?
La mirada de Dégel era toda una obra de arte. Una obra que claramente decía muérase y entiérrese veinte metros bajo tierra.
El mayor de los Antares en esa habitación, tenía que aprender a callar sino quería dejar salir lo obvio.
Cosa que le estaba costando.
—Bueno, tome asiento joven, yo no muerdo, a menos de que así lo quieras... — esto último lo susurra.
Maldecía una y otra vez, haber metido a Camus en un instituto. De no haber sido así, nunca se habría topado con ese amigo, ni tampoco iba a toparse con la casualidad de que ese amigo, era sobrino de la persona más... ¿Vulgar, sensual, varonil?
¡Dégel tenía que dejar de pensar en él!
¿Pero cómo hacerlo? Su presencia le irritaba, pero su mente lo traicionaba, decía que no soportaba su arrogancia y sarcasmo, pero algo dentro de él se removía cuando lo miraba.
Esa sonrisa egocéntrica y exquisita de tirano, la manera de mirarlo, cómplice y a su vez con un brillo especial, con esos labios entreabiertos donde escapaba alguno que otro suspiro que incitaban a lanzarse encima y comerlo a besos.
No entendía que tenía, pero lo asustaba. Y mucho.
—Espero que logremos llegar a un acuerdo — actúa lo más normal que puede, y se gira para tomar asiento al lado de...del tío del compañero de su hermano.
Pero por más normal que hubiera pretendido parecer, los nervios dominaban su cuerpo, ocasionando que al momento de sentarse, la silla se le resbalara más de lo debido hacia atrás, y lógicamente, cayéndose de trasero.
Las carcajadas discretas no faltaron, y la sonrisa triunfal de Kardia al saber que seguía poniendo nervioso a ese joven que alguna vez fue su amante, tampoco.
—La torpeza es de familia—Milo susurró entre risas, cubriéndose la boca con una mano.
—Hey, oí eso—recriminó Camus.
Degel se reincorporó rápidamente, pidiendo las disculpas del caso a todos, y con un rostro sumamente rojo de la vergüenza. Se acomodó las gafas, acomodó la silla y esta vez, procuró sentarse bien. Cruzando sus piernas y uniendo sus manos, aquellas que permanecían elegantemente con los característicos guantes.
Kardia sonrió ladino y no evita que algunos recuerdos de esa noche se le vinieran a la mente. Dégel debajo de él, gimiendo su nombre y a punto de llegar al orgasmo era el mejor paisaje que alguna vez pudo llegar a imaginar de una persona. Desvía su mirada a la ventana y lleva su dedo pulgar a su boca, mordiéndolo inconscientemente.
Tenía que ser el mejor puto día de su vida.
—Bien, qué dices tú, Dégel. ¿Así es como te llamas no? — claramente se burla. Lo mira de soslayo y acaricia su cabello intencionalmente.
Dégel entrecierra sus ojos y aparta sus manos discretamente.
—Es correcto — se limita a responder.
Después de unos segundos en silencio, el director comienza a enumerar los problemas de los tres chicos. Desde el lío más insignificante hasta el más grande, donde finalmente terminó por explicar lo que había sucedido esa tarde.
—Espere un momento director... Johnson — Kardia pausa unos segundos para observar el apellido enmarcado en el escritorio — ¿Me está diciendo que Milo fue el que inició todo esto porque sí? Discúlpeme pero yo lo conozco lo suficiente y sé que este engendro no mata ni una mosca a menos que tenga una buena razón para hacerlo. Así que exijo saber la otra parte de la historia, a mí no me venga con que solo él tiene la culpa y lo van a expulsar.
Dégel lo observó de reojo.
Fuera de su papel intocable, tenía su carácter.
—No exactamente, señor Antares, verá, nuestro alumno se encontraba almorzando tranquilamente en la cafetería, cuando Milo hizo un escándalo por completo, agarrando la mesa y tirándola largo. Y esto lo puedo comprobar por las cámaras de seguridad, así que es un hecho de que él fue el culpable de iniciar esto.
La evidencia decía que, efectivamente, Milo había causado todo aquello, pero las palabras eran otra cosa. Si tan solo Milo pudiera demostrar todo lo contrario, y para su desgracia, en el mismo arranque de cólera había estrellado la única evidencia contra la pared. Ahora se había quedado sin pruebas, y sin teléfono.
—¡Pero director...! — reprochó Milo — Hércules tampoco se queda atrás. ¡Revise las cámaras!
—Eso ya lo vi Milo, pero aquí lo que sucede es su acto de bestialidad contra sus compañeros, yo no puedo permitir cosas como esas en mi escuela.
—¿Está jugando verdad? Pues entonces ha hecho muy mal porque yo sigo viendo a Hércules en esta escuela. Si me va a expulsar, él se viene conmigo.
—Milo... —el mayor pronuncia su nombre.
—¡No! ¡Ya me cansé de tener la boca cerrada! — se levantó abruptamente de su asiento — ¡Usted cree que aquí todos estamos en paz con Hércules y su grupito de bestias! ¿Y sabe qué? ¿Sabe a cuántos chicos a golpeado este idiota? Pues si usted no hizo nada yo sí lo hice, y esto fue por todos a los que una vez sufrieron de sus agresiones, incluyéndome.
Para suerte de Hércules, Johnson aún no había comentado nada sobre sus faltas, boletas, y llamadas de atención a su madre. Mujer que aún permanecía en silencio, solamente con el cigarrillo en la boca y de piernas cruzadas. A decir verdad, era muy bonita ante la imaginación de Camus. Sinceramente creyó que la madre de ese mastodonte sería como él, con pelo en pecho y más músculos que un gladiador. Pero una vez más, se equivocaba. Ella era de cabello ondulado y marrón, sus labios pintados de un rojo intenso, escote en v, y altura promedio, con un vestido rojizo pegado al cuerpo que resaltaba muy bien su cadera. Lo único que podía deducir de su mala vida era por el cigarrillo, su delineado chueco y su mirada desinteresada.
—¿Tiene pruebas?
—No pero...-
—Entonces cállese y siéntese — pidió.
Aún más enfadado que antes, se sentó a regañadientes y a punto de colapsar. No era posible que otra vez se saliera con la suya.
Después de aquella interrupción, los adultos se metieron en conversación, Dégel defendiendo y dando posibles opciones para que el amigo de su hermano no lo expulsaran del instituto, pues se había dado cuenta que era muy importante para Camus. Por otro lado, Kardia alegaba sobre los reglamentos de la institución, puesto que no todos eran justos y correctos.
—No puedo hacer nada más por ustedes, lo siento — el hombre recoge unos papeles y comienza —. Milo Antares quedará expulsado por un lapso de tres semanas de la institución, no podrá volver hasta el primer día de la cuarta, de ser antes, se le agregará una amonestación. Camus Aquarius queda fuera de este asunto puesto que solo fue un testigo clave. Finalmente Hércules, quién quedará amonestado solamente por tres días, en los cuales no podrá ingresar a la institución.
La cara de ambos chicos fue un poema, mientras que el más grandote reía discretamente.
—¡Pero director! ¡Los exámenes son en tres semanas! ¿Cómo se supone que voy a estudiar? — reclama.
—Eso tuvo que pensarlo antes de hacer todo este alboroto, Antares.
—¡Eso no es justo! — se une Camus — ¡Usted está mal! ¡Todo este maldito sistema está mal!
Ante la mirada sorprendida de todos, el aguamarina frunce el ceño y comienza a desabotonar su camisa.
—Me cansé de guardar silencio, si esto evita que Hércules se salga con la suya, entonces lo haré. Porque no es justo director, ¿Acaso está tan ciego para no ver lo que Hércules le hace a los chicos más indefensos? ¿Acaso... No puede ver lo que me hizo a mí? — susurra, con miedo y temor de lo que pasaría más adelante con su secreto expuesto. Así es como termina por sacar su camisa y mostrar las vendas y parches que cubrían su pecho y parte de la espalda — ¡Así es! ¡Esto lo hizo él!
Milo no puede salir de su asombro. Jamás se imaginó que Camus haría una cosa igual, sobretodo por lo tímido que era, sumándole que no quería más problemas con Hércules. Pero ahora, la valentía y seguridad en su voz le hizo ver el chico que había detrás de toda esa máscara de ansiedad, inseguridad y temor.
Sonrió.
—¡Camus, por Dios! — Dégel se levanta de su asiento y corre por llegar hasta donde su hermano — ¡¿Qué es todo esto?! — mira con terror su cuerpo, aún lleno de hematomas y moretes que comenzaban a desaparecer —. Tenemos que ir a enfermería pronto.
—Dégel tranquilo, estoy bien. No pasa nada.
—¿Entonces va a dejar que esto se quede así? — habló Kardia —. Si usted al ver como ha quedado este chico después de las manos de ese idiota — señala a Hércules —, no hace nada, le juro que ahora mismo pongo una denuncia por ser cómplice de maltrato y violencia a menores.
Nunca había hablado con tanta seriedad.
—N-No se precipite, señor Antares. Todo puede llegar a un acuerdo, yo realmente no sabía que estaba pasando con Hercules. Ahora esto es una nueva información para el expediente. Pero me temo que eso tomará un largo rato.
—Solo diga en qué afecta a los chicos todo esto, maldita sea.
—Me temo que todo quedará igual en la sentencia de Milo Antares, eso no se podrá cambiar, respecto a Hércules es obvio que haremos algo al respecto, pero para ello haré una junta solo con ellos Hércules y la señorita aquí presente. Ustedes son libres de retirarse.
Un suspiro lleno de alivio se escuchó en la habitación. La tortura de estar encerrado en un mismo espacio con Kardia, le causaba terror. Mucho más cuando no paraba de recordar esa noche.
—Camus, yo me adelantaré, haré una llamada importante, espérame en la salida — se dirige a su hermano. Este asiente y se queda atrás junto con Milo.
El francés sale rápidamente, seguido de Kardia, quién no iba a desaprovechar ese momento único. No iba a permitir que se fuera así tan fácil.
—Camus... Eso fue muy valiente de tu parte... Pensé que nunca enfrentarías ese secreto.
—Lo sé, Milo, pero no iba a permitir que ese idiota se saliera con la suya solo por temor a lo que me podía hacer después de eso. Al menos estoy un poco tranquilo.
—Me alegra escuchar eso. Pero bueno, al parecer no me salvé de la expulsión.
—Sobre eso... Yo te ayudaré, no voy a permitir que te quedes atrasado con los temas. Estaba pensando si... ¿Querías que te diera tutorías en tu casa?
Milo lo miró sorprendido.
—... ¿Estás hablando en serio?
—Si no quieres está bien, yo...-
—¡No, no Camus! ¡Al contrario! ¡Muchas gracias! — sonríe enormemente, observándolo como si fuera la octava maravilla del mundo —. Eres un ángel caído del cielo, eres mi ángel caído.
Camus no pudo evitar sonrojarse. Un día de entre tantos, Milo iba a acabar con él, pero si le servía de consuelo, lo tendría más cerca de lo usual. Y eso era más que suficiente.
Por otro lado, Degel se encontraba tecleando en su teléfono un número de memoria, dispuesto a hacer una llamada importante. No pudo reaccionar cuando una sombra más grande que él se puso a su lado.
—¿Bueno? Defteros necesito un gran favor tuyo. ¿Podrías...? — y antes de si acaso evitarlo, sintió como su celular fue arrebatado— ¿Qué demonios...?
Degel se voltea solo para encontrarse con el rostro burlón y atractivo de Kardia. Por supuesto, tenía que entender que no se rendiría tan fácilmente.
—Al menos ve un poco más lento, ¿No crees? —muestra justamente cuando corta la llamada.
—¡Devuélveme mi teléfono! — se acerca a él a pasos largos. No obstante, Kardia alza sus manos, evitando que alcanzara el celular— ¡Kardia!
—Me encanta mi nombre en tus labios — dice de repente sin dejar esa sonrisa, deteniendo el andar de Dégel.
—¡Ya basta! Ya obtuviste lo que querías, así que desaparece de mi vida y piérdete. Dame mi teléfono.
—¿Tan rápido me olvidas? — se acerca peligrosamente — ¿Tan rápido tu cuerpo olvidó el calor del mío?
Dégel retrocede un paso con nerviosismo.
—No pienso repetirlo. Devuélveme mi teléfono.
—¿Qué pensabas hacer?
—No tengo que darte explicaciones.
Pero era muy fácil deducir que iba a llamar a su jefe para que pasara por él y su hermano, al menos eso fue lo que Kardia supuso. No sabía que tipo de relación tenía con su jefe como para que este lo dejara cerrar contratos a su nombre, y como si fuera poco, recogerlo a él y a su hermano.
Era algo... sospechoso.
—No tienes que llamar a tu jefe para eso, yo puedo llevarte — dice con seriedad.
Dégel primero lo mira con el rostro desencajado y después suelta una risa.
—Sabes lo que pasó la última vez que me subí a ese maldito coche, ¿Verdad? Olvídalo, vete a volar, Antares, déjame en paz. Ahora dame ese teléfono antes de qué...-
—¿Qué harás? — reta con una sonrisa.
—No querrás averiguarlo.
—¿Por qué no?
—Porque yo tampoco quiero hacerlo.
Kardia enarca una ceja, divertido.
—No te voy a besar. Por si lo pensabas en tu pequeña cabecita.
—¿No me vas a besar? — repite, acercándose.
—No.
—¿Seguro? —ríe.
A pesar de decirlo bromeando, el mayor de los Antares podía imaginarse cualquier cosa, pero nunca se le pasó por la mente lo que haría por obtener su celular.
Dégel lo tomó de la corbata y lo jaló hacia él. Plantándole un desprevenido y delicioso beso que lo dejó delirando. Ante la sorpresa, abrió sus ojos al máximo y se dejó besar, sintiendo la suavidad de los labios, piel con piel, la punta de su lengua jugar sensualmente con la contraria.
Dios mío, pero como lo traía loco. Ese francés era todo lo que quería para él y no compartir con nadie más.
—Ves lo que haces hacerme... — se separa con un jadeo y un hilo de saliva que une ambos labios, testigo del candente encuentro que muy en el fondo deseaban desde que se vieron —. Ahora... si me permites — el beso había dejado tan sorprendido a Kardia, que no se dió cuenta cuando Dégel le arrebató de sus manos el teléfono y se alejó.
—Dégel, espera. Yo...-
Justo cuando da un paso para alcanzarlo, un carraspeo los interrumpe. Nada podía estar mejor.
—... ¿Qué se supone que estaban haciendo ustedes dos?
Ambos voltean a aquella voz y... ¡Oh, sorpresa! Milo aparece en escena, seguido de Camus.
¿Y ahora...?
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Hola gente linda 💓 ayer fui a ver la nueva película de los caballeros del zodiaco y me acordé que no había subido los capítulos de esta historia xd
En fin, espero se encuentren bien ❤️
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