Capítulo 15: "Nuevos enemigos, nuevos retos"
Me removí con pesadez sobre las sábanas, percatándome del molesto rayo de luz que entraba por la ventana. ¿Por qué tengo cortinas tan trasparentes? Recuérdenme cambiarlas por unas más oscuras, ¿Y qué es ese molesto sonido?
—Buenos días, bello durmiente— me dice una voz burlona. Abrí con pesar un ojo, divisando apenas la hermosa figura de Milo. Sonreí— ¿Cómo amaneciste? ¿Aún te duele la espalda?
No estaba soñando, realmente estaba aquí. Tengo que admitir que dormí como si estuviera en las mismísimas nubes.
—Buenos días. Por un momento creí que estaba en mi habitación— mi voz sale casi rasposa y grave—. Estoy bien, duele, pero poco. Gracias a tu ayuda...
Suelta una risa y se acerca a mí. Tenía el uniforme de nuestra escuela y su perfecto cabello suelto.
—Sabes que lo hago con gusto, me alegro bastante— me confiesa—. Creo que... deberías verte en el espejo— ríe.
—¿Que tengo?— acaricié mi rostro por inercia, ¿Ahora qué demonios tenía? ¿Había babeado?
¡Pero que vergüenza!
—Si tu cabello pudiera hablar, te diría que quiere ser libre, y que lo dejes ir— me sonrojo de una mejilla.
Tampoco hace falta recalcar que tenía en mi cabeza lo que parecía ser un nido de pájaros.
Bueno, quizá sí lo tengo después de todo ya que Milo al parecer no tenía intenciones de parar de reír.
¡Es más! Ya no había absolutamente nada que él no hubiera visto de mí, ¿Quieren algo más ridículo que esto? Añadan un desnudo y ya, la lista de cosas vergonzosas que hacía frente a él estaría completa.
—Tu uniforme ya está limpio, lo dejé en el baño. Cuando estés listo bajas a desayunar— me dice.
Asentí.
—Ah, y Camus...— me llama antes de salir de la habitación—. Aún no olvido lo de anoche— ríe. Abrí mis labios para contestarle pero salió de la habitación.
Oficialmente he muerto, señores. Solo que soy un muerto en vida, algo así como un zombie, con la diferencia de que no quiero comer cerebros, sino a Milo.
«Uy sí, como si se pudiera» pensé.
Como ayer, que estuvimos a punto de... ¡AGHHH! ¡Noooo! ¡¿Por qué tuvo que pasar eso?!
Me maldigo mil veces, es que más tonto no podía ser.
—Mis notas son de diez, pero en cuanto a vida social, amor, suerte y demás, tengo cero— dejo escapar el aire de mis pulmones lentamente, mientras me dirigía al baño.
No, no y no. Hoy va a ser un gran día, Camus. Por supuesto que sí, ¡Vas a sonreír hasta que te duelan las mejillas y estarás de buen humor!
—Eso ni yo me lo creo— dije entre risas antes de entrar a la ducha. Abrí el grifo, esperando que el agua tibia cayera sobre mi cuerpo como de costumbre. Desgraciadamente no me percaté de un minucioso detalle; que esta no era mi pobre ducha, y por ende...—¡ESTÁ CONGELADAAA!— grité, apartándome casi de inmediato.
Buena manera de empezar la mañana. En serio esto no podía estar mejor.
♏️💓♒️
Terminé por arreglar el saco del uniforme y recogí mi mochila, listo para bajar por el desayuno. Lo único que deseaba era que Milo estuviese ahí, porque ni en broma desayunaba a solas con su padre o incluso tío... Quién por cierto, podía estar muy atractivo y todo, pero seguía siendo extraño. Ok, igual es un papucho como el sobrino.
—¿Estás listo?— me preguntó cuando dí el último paso al final de las gradas.
—Nací más que listo— le respondí—. Dime qué aún no desayunas, no quiero hacerlo solito.
Él ríe.
—No, aún no desayuno. Te estaba esperando— lo miré. ¡Pero que considerado es! ¿Para cuándo la boda, Milo? Me estás haciendo esperar mucho—, Ven, Kardia y papá ya deben estar ahí.
Me puse nervioso. Lo siento no puedo evitarlo. No con esta familia.
Llegamos al comedor, donde al parecer ya estaban allí.
—Buenos días, papá— Milo saluda a este mismo con un beso en la mejilla—, Kardia— menciona a penas.
—Se dice buenos días, "TÍO"— reclama, haciendo énfasis en la palabra — ¿Dónde quedó el amor por tu tío, eh? Maldito mocoso maleducado, yo hasta llegué a cambiarte los pañales.
—¿A los ocho años? No jodas Kardia, si la diferencia de edad no es mucha sabes, hasta puedo considerarte mi hermano—contesta, tomando asiento— Siéntate acá, Camus.
Me hace un espacio cerca de él y es cuando finalmente clavaban su mirada en mí.
¿Saben algo? Valoraba más cuando me estaban ignorando olímpicamente. Me sentía más a gusto, ahora me siento intimidado.
—B-Buenos días— di una reverencia.
—Buenos días— responden al unísono. Uno mirándome de arriba abajo y el otro con seriedad. Creo que no hace falta aclarar quién es quién.
Tomo asiento a la par de Milo y enfrente de Kardia. Su padre se levanta, recogiendo sus platos, y dando como terminado su desayuno.
—¿Necesitas dinero para el almuerzo?— le pregunta a Milo sin dirigirle la mirada.
—No, yo tengo. Me sobró de la vez pasada— da una mordida a su sandwich—. Gracias, papá.
El hombre asiente y se marcha.
Le dí una mordida al sandwich que había en mi plato, y me di cuenta de lo delicioso que estaba, tanto así que hasta suspiré.
Mis tostadas quemadas son exquisitas, pero admito que esto las supera por mucho.
—¿Puedo preguntarte algo?— Kardia me sacó de mi ensueño.
¿Se... Se dirigía a mí?
Levanté mi mirada.
—¿Es a mí?— que pregunta más estúpida. ¡Por supuesto que sí, Camus! ¿No estás viendo el rostro asesino de Milo en estos momentos?
—Por supuesto que es a ti— entrelaza sus manos.
—Ah... C-Claro, señor— me remuevo incómodo.
Parece notarlo y sonríe burlón. Acerca una de sus manos a las mías, y me toma de ambas, alzándolas por encima de la mesa.
¡¿E-Ehhh?!
—Por favor, dime Kardia— sugiere.
Este tipo es tan... directo. Pero lo que me sorprende es su gesto de amabilidad, eso, o porque lo estaba diciendo en otro sentido que no quería pensar.
Admito que sonreí como idiota.
—¡Kardia!— gruñe— Que molesto eres.
—Tú cállate que no es contigo— Milo guarda silencio pero de reojo se veía bastante enfadado, como si con la mirada pudiera golpearlo.
Entiendo porque está así, no es grato saber que su tío se estaba comportando nuevamente raro con uno de sus invitados.
—¿Cómo te llamas?— me voltea a ver.
No lo decía de una forma coqueta, ni tampoco seria. Yo diría más bien que fue por mera curiosidad, pero a la vez como si quisiera averiguar algo, a parte del nombre.
—Camus...— susurré.
—¿Camus, qué?— ah, se refería al apellido.
—Camus Aqu-
—Ya déjalo, lo estás presionando— nos interrumpe.
—¿Qué? ¿Acaso eres adivino y sabes lo que está pensando?— Kardia lo mira.
De acuerdo esto era más que incómodo. Milo se estaba comportando como si de alguna manera le molestara el simple hecho de que Kardia me dirija la palabra, por algo ha de ser, pero aún no estoy capacitado para preguntarle.
—Sé lo suficiente para decirte que es mí amigo, y no el tuyo. Así que termina el desayuno y deja de molestar— deja caer los cubiertos sobre el plato.
¿Así de pesada era su relación?
Digo, si yo le hablo así a Dégel en algún momento no sabría que castigo me esperaría.
Vi que enarcó una ceja.
—¿Me hablas de ese modo, a mí? Solo espera a que este jovencito se vaya y no sabes lo que te espera— amenazó, levantándose de la mesa.
Al parecer dejó su desayuno incompleto...
Me sentí mal por él.
—Milo... ¿Por qué lo tratas así?— me giro a él cuando estamos completamente solos.
—Que sus palabras e intentos de ser amable no te engañen. Siempre anda en busca de nuevas presas, y yo en definitiva no voy a permitir que tú seas una de ellas— me contesta. Lo decía muy en serio— , nunca ha tenido una relación estable por lo mismo, simplemente prefiere ser liberal y pasar el rato.
Ya me cayó la peseta.
Así que se molesta porque cree que me está tirando la onda. Pero en realidad...
No, no creo. No siento que sea así, más bien veo que es por curiosidad.
—Porque aún no le llega la persona correcta— opino—. Después de eso lo verás completamente cambiado. Las personas cambian Milo, y para serte sincero lo único que él necesita es a alguien que le enseñe a querer, amar y sentirse amado. Porque cuando lo encuentre, se sentirá completo y uno solo.
Me observa confuso pero con una sonrisa.
—Pues eso espero. Y que sea pronto, ya es hora de que siente cabeza.
Comprendo su descontento, de algún modo le preocupa su futuro, pero también le molesta cuando anda por ahí, cazando presas fáciles. Bueno, tampoco es que se pueda meter en su vida, es decir, ya es un adulto de más de veinte años. Imposible que lo pueda influenciar un adolescente de diecisiete.
Terminamos el desayuno y nos dispusimos a tomar el autobús de estudiantes que pasaba a una cierta hora específica.
De hecho, nos encontramos con Aioria y Shura. Conversamos animadamente mientras llegábamos a la escuela. Y cuando digo «conversamos animadamente» en realidad me refiero a qué ellos hablaban tonterías graciosas y yo solo me reía de ellas.
—¿Sabes que me parece curioso?— comenta Aioria mientras caminamos por el pasillo.
—¿Qué?— indaga Milo. Shura solo observa de reojo.
—Ustedes... Venían juntos— nos señala—. O sea, tomaron el autobús en la misma parada.
Instintivamente miré a Milo.
—Camus se quedó a dormir ayer a mi casa. Le agarró tarde para irse así que le sugerí que se quedara— explica. Y yo asentí, para que viera que no le estábamos mintiendo.
—Ohhh ya veo. Es curioso...— murmura.
Créeme que yo aún no lo creo, en especial lo que pasó en la noche. ¡Oh Dios!
Desvié mi mirada y fue cuando divisé a Surt en la esquina del pasillo, en su casillero. ¡Al fin! Justo lo que necesitaba.
Juro que si no le cuento esto a alguien en algún momento voy a explotar. ¿Y quién mejor que mi mejor amigo? Seguro se estarán preguntando... ¿Y por qué no Milo?
Pues... ¡Él es el culpable que yo me ponga así! No tendría chiste.
—Hey, chicos— llamé su atención—. Nos vemos en el aula— aviso.
—¿A dónde vas?— me pregunta Milo.
—Iré con Surt unos momentos, nos vemos allá— esbozo una pequeña sonrisa.
—Oh... Ya veo. Vale— afirma.
Me alejé de ellos y no esperé ni un segundo en dirigirme a la fila de casilleros donde Surt estaba sacando sus cuadernos y otras cosas.
Llegué casi corriendo, para no decir que volando porque sería un exagerado. Admitía que estaba casi a punto de explotar de euforia. Obviamente con Milo y sus amigos tenía que disimular, pero con mi mejor amigo ya era otra cosa.
—¡SURT!— grito cuando llego a su lado, cerrando su casillero.
—¡AHHH!— deja caer los libros, y se lleva una mano a su pecho. Se ve que estaba muy sumido en sus pensamientos. —¿Pero que demo-?
Reí descontroladamente al ver su rostro asustado, y la mano en su pecho.
—Tuviste que haberte visto— me carcajeo.
Cuando parece que la última neurona de su cerebro empieza a hacer su función útil y reacciona, frunce el ceño y me empieza a golpear con uno de los libros que había soltado anteriormente.
—¡Eres un idiota! ¡¿Cómo demonios se te ocurre aparecer de ese modo?! ¡Casi me cago del susto!— me golpea una y otra vez pero yo sigo riéndome. Era inevitable—. Pude haber muerto de un paro cardíaco. ¡¿Eso querías?!
—Surt... En serio yo... Perdóname— hablo entrecortadamente por la risa que no me dejaba.
—¡Uyyy! A veces me dan ganas hasta de golpearte por lo imprudente e idiota que eres.
Estaba molesto, pero sé que esa molestia se le pasará en menos de cinco minutos cuando le comente todo lo que me pasó.
—Es que... Me ha pasado algo muy bueno que quería comentarte, tengo que admitir que si no lo hago voy a explotar. Lo siento si te asusté— me disculpé, parando de reír.
Dió un largo suspiro.
—Te conozco, en verdad veo que es importante para ti. ¿No es cierto?— asentí—. Bien, vamos, cuéntame.
—Prométeme que no te vas a desmayar.
—¿Después del susto que me acabas de dar? No lo creo, espero de todo— me dice, empezando a caminar hacia el aula.
Bien, si eso cree... ¡Aquí vamos!
—Ayer me quedé a dormir en la casa de mi querido Milo...— suspiro llevándome las manos a mi pecho. Como si corazones flotantes pudieran aparecer en el aire.
Se hizo el silencio.
—... ¡¿QUÉ?!
—¡LO SÉ, LO SÉ! ¿No es increíble? ¡Yo tampoco lo creo!— di una vuelta emocionado—, ¡Y eso no es todo!.. Nos quedamos charlando hasta tarde de cualquier cosa que se nos viniera en mente.
Con solo recordarlo hasta podía brincar de emoción.
—Surt... En serio no tienes idea de cuánto me encanta— le confesé más calmado. Esbozó una sonrisa—. Él además de ser súper lindo, y tierno, es una dulzura de persona.
—Fíjate que no he notado como te pones— me responde sarcástico—. Bueno, y al final qué— cuestiona— ¿Pasó algo más entre ustedes? Aunque sería super extraño.
—En realidad...— me sonrojo.
—No me digas que sí...— exclama sorprendido.
Necesitaba contárselo rápido, antes de que entraramos a clases, sino no podría estar en paz.
—¡Ven, ven! ¡Vamos al aula, ahí te cuento!— lo tomé del brazo y literalmente casi lo arrastré por todo el pasillo, a pasos largos y rápidos. Aunque bueno, las quejas por su parte no se dejaron esperar, y las miradas de los estudiantes en los pasillos tampoco.
—¡Ay Camus, para!— me reclama, tratando de alcanzarme— ¿Acaso quieres quedar clavado en el suelo? ¡Espérate!
No me importó mucho sus quejas y seguí mi camino con rapidez, casi corriendo.
Suspiré de alivio al notar el aula abierta y con algunos alumnos ya adentro, entre ellos al grupo de amigos de Milo, su novia y otros estudiantes que no me interesaban. Me abrí paso entre todos los que estaban estorbando y llegué a la última fila, lejos de los chismosos y demás personas.
—Esto es más que increíble— dejo mi mochila en el pupitre, mientras veo como Surt toma asiento a la par mía y se gira en mi dirección.
—Espero que esto amerite la caída que casi me doy al tratar de seguirte el paso— coloca un mechón de cabello detrás de su oreja y me exige con la mirada— ¿Y bien?
—¡Te juro que no sé qué nos pasó!— me tomo del cabello—. Creo que en parte fue el efecto que tuvimos de la canción. Verás, antes de irnos a dormir pusimos el canal de música mientras hablábamos de cualquier tontería. El problema fue cuando comenzó a sonar I don't wanna Miss a thing de Aerosmith. La comenzamos a cantar hasta que llegó el último coro.
—No me quiero ni imaginar por dónde va esto...
—Al final, Milo se reincorporó de la cama para cambiar de canal antes de que terminara, pero justamente lo detuve, poniendo mi mano sobre su pecho. ¡Fuí un idiota! No pude decirle nada y solo me quedé callado, al igual que él. Suspiré un poco para que el ambiente no se volviera tan incómodo, pero por un Dios que todo lo ve, Surt, juro que lo vi acercarse unos centímetros a mi rostro. ¿Qué... Qué se suponía que iba a hacer?
—¡¿Y no lo descubriste?!
—No pude... Me asusté tanto que me eché para atrás y me caí de la cama— confieso con algo de vergüenza.
Sí, tenía el premio número uno de ser un idiota.
Y bueno, por su parte Surt comenzó a reír.
—No pudiste haberlo echado a perder de otro modo, ¿No es cierto?— dice—, tan típico de ti.
—Ahora nunca sabré que me iba a decir— puse las manos sobre mi rostro.
Puede que no haya sido tan importante lo que me quería decir, pero por favor. Estamos hablando de Milo, todo lo que diga me interesa, es información valiosa.
Antes de que pudiese decirme algo, el ruido de la puerta nos avisó que el profesor había llegado. Y con ello, un rostro completamente amargado y un humor para nada bonito.
—Buenos días— saluda. Algunos responden.
Surt retoma la palabra en un susurro.
—¿Y estás seguro que te iba a decir algo?— cuestiona pensativo—. Porque por lo que me dices, ese acercamiento es sospechoso y un tanto inusual. No me quiero ni imaginar cómo pudo haberse visto.
—No tan discreto me imagino— alzo mis hombros.
—¿Y si te iba a besar?
Abrí los ojos con sorpresa.
—¡¿BESARME?!— grité sin querer, haciendo que algunas miradas del salón se clavaran en nosotros, y por supuesto, la del profesor, que no tardó en reprenderme con enfado.
Al parecer el profesor no había tenido una buena mañana... Pero adivinen qué, ¡Yo sí! Y no voy a permitir que me la arruine con su amargura.
Suspiro.
Ojalá pudiera decírselo.
—Por favor guarde silencio, y no quiero saber nada de noviazgos estudiantiles aquí en mi clase. Así que absténgase a dar una escena amorosa con su novio.
¡¿QUÉ?! ¿Acaso creía que nosotros...?
Vi que ahora todos nos estaban observando, incluído Milo. NO. ¡No podía estar peor!
Enrojecí de la vergüenza, y me tapé con un cuaderno.
Iugh, no, que asco. Surt me lanzó la misma mirada de terror.
—¡Solo somos amigos!— por dicha él fue quién alzó la voz primero— ¿En serio cree que tengo tan mal gusto? No invente.
—¡¿Cómo que mal gusto?!— reaccioné, mirándolo ofendido.
—Pues sí, idiota, obviamente eres mi mejor amigo— rueda los ojos—. Ni modo que me vaya a fijar en ti.
—¡Ya basta!— exclamó el profesor—. Mejor empiecen con la práctica pendiente que dejé hace tres días porque de no terminarla hoy mismo, les rebajo tres puntos. A todos, y más a ustedes dos.
Suspiro. De algún modo si logró regar la mañana con su veneno.
—Una pregunta casual, Surt...— lo llamo— ¿Cómo demonios supones que estaba por besarme? Milo pudo haber hecho de todo en esos momentos, menos eso. Es que es imposible. Completamente imposible— negué, sacando el cuaderno—. Si lo piensas con claridad te das cuenta que es ridículo que haya tenido las intenciones de besarme.
—¿Por qué?
—Porque se trata de mí— suspiré pesadamente. Yo mismo me estaba echando tierra encima, pero es la verdad.
¿Suponer que Milo lo iba a hacer? ¿Por qué? Si solamente se trataba de mí, del chico invisible de la clase.
—Bueno, en ese sí concuerdo contigo— me dice—. En realidad... Ahora que lo pienso es tonto, él tiene a su novia y tú no eres más que su amigo.
Tristemente así era.
No era como que me haya ilusionado por algo así, es decir, soy soñador, lo admito. Pero soy lo suficientemente realista para saber que nunca iba a pasar nada con Milo.
—Fue lindo saber que de algún modo me aprecia... Ya sea como solo compañeros o amigos.
Surt me dió una mirada completa de desaprobación. Conocía perfectamente mi locura por Milo, por eso no le cae bien del todo. ¡Pero es que él no ha pasado por esa etapa! ¿Cómo podría entenderme?
Quizá nunca lo haga hasta que pase por eso, quién sabe. El amor puede estar en la vuelta de la esquina.
Estuvimos charlando por un papelito discretamente, tratando de que el profesor no se diera cuenta, porque de ser así lo más probable es que nos hubiera mandado a detención. Aunque en mi defensa, diré que era indispensable, tenía tanto por contarle a mi mejor amigo de lo que había pasado entre Milo y yo, que ni siquiera la hora de almuerzo es suficiente. Podría hablar sin parar por lo menos todo un día de él, que aún así no me cansaría de recalcar lo bello que es.
Diría que las primeras clases transcurrieron normalmente aburridas, como era de costumbre. No fue hasta que llegó la hora de almuerzo.
Narrador omnisciente.
—Supongo que ya después se aburrirá. No es como que va a pasar toda su vida en el colegio amenazando a los primeros, Surt— Camus sacó unas cuantas cosas de su casillero, mientras el pelirrojo lo esperaba.
Aunque no quería tocar ese tema con Surt, por el simple hecho de que no quería absolutamente nada que tuviera que ver con Hércules, Camus tuvo que hacerlo. Necesitaba un consejo de su mejor amigo, porque lo que estaba a punto de hacer, iba a decir si vivía o moría.
En efecto, Camus tuvo que recapacitar sobre las palabras que aquel joven que tenía su mundo de cabeza le había dicho. Si bien era cierto que Milo tenía la razón, sobre ponerle un alto a Hércules, al francés le daba terror de tan solo pensarlo. ¿Cómo iba a reaccionar? ¿Esta vez con qué lo iba a golpear?
No quería más agresividad ni golpes de su parte, a menos no tan seguidos.
—Sí sí, tienes razón, Camus. Pero piénsalo por un momento. Necesitas el respaldo de profesores o de alguien, no sabes realmente cómo es Hércules o de lo que te pueda hacer— Surt le dedicó una mirada de preocupación.
Realmente no entendía la razón del bullying de Hércules hacia Camus, pero de ser por una estupidez, tarde o temprano se las iba a cobrar. Era su mejor amigo, tampoco era un descorazonado para dejarlo en sus momentos difíciles.
—Estaré bien... Ahora lo que me espera es rezar y bajar todos los santos del cielo. ¡Iré a encararlo!— finalmente cerró su casillero, mientras se encaminaba en el pasillo a su objetivo.
Surt estuvo por alcanzarlo, de no haber sido por el tropiezo que se dió con otro alumno. No dudó en disculparse, sin haber visto antes quién era.
—Oh Dios, perdóname, no te vi— se inclinó para recoger los libros que habían caído al suelo por su culpa.
—Vaya, entonces si tienes un lado amable.
¡Esa voz!
Surt levantó su mirada inmediatamente. Podía olvidar voces o incluso rostros, pero a él, oh... pero por supuesto que no. Ya hasta lo tenía en su lista negra.
Desgraciadamente no se había fijado a tiempo, sino, hasta lo hubiera empujado a propósito.
Y por si lo preguntan, sí. Era aquel rubio molesto con el que ya había tropezado una vez, el que le había jodido la tarde con un buñuelo.
Frunció el ceño.
—Tenías que ser tú— balbuceó entre dientes.
—No sabía que eras tan amable, gracias— sonrió con clara burla en su rostro. Extendió sus manos, esperando a que aquel pelirrojo tarado, cómo le había apodado, le entregara sus cuadernos.
Surt sonrió perversamente e hizo como si le fuese a dar los libros, pero justo en el momento en el que Sigmund se disponía a tomarlos, los soltó de nuevo.
—Disculpa, se me resbalaron— aquella sonrisa cínica que adornaba su rostro era una llena de completa satisfacción.
Se las había cobrado.
—Eres un tarado— murmuró Sigmund, recogiendo de nuevo sus apuntes y demás— . Un pelirrojo tarado y rencoroso, ¡Agg! —hizo una mueca de asco.
—¿Cómo me llamaste?— repitió ofendido.
—T-A-R-A-D-O —deletreó.
Sus mejillas se pusieron casi tan rojas como su cabello de la rabia contenida.
—¿A sí? Pues tú... Tú eres un... Un...— ya no sabía qué decirle. Sigmund sonrió ladino— ¡Eres un idiota!
—Vamos, pensé que sería algo más original. No con insultos de la prehistoria— se burla.
Camus veía esa escena con diversión. Después de todo, la tensión entre ambos era notada casi por todos los que pasaban. O al menos, solo los chismosos que estaban prestando la suficiente atención.
—¿Por qué eres tan irritante?
—¿Y tú por qué tan rencoroso?
Surt lo miró a punto asesinarlo, la verdad es que colmaba su paciencia más rápido de lo que podía hacer cualquier persona.
—No quiero interrumpir su pelea de pareja, pero ya es hora de irnos Surt— avisó Camus desde un costado.
El rostro de ambos fue un poema por completo. Sigmund guardó silencio, observándolo con seriedad, mientras qué, Camus se llevaba una represalia encima por parte de su mejor amigo.
—¡¿Cómo se te ocurre decir semejante estupidez?!— Surt le reclamó totalmente histérico cuando se alejaron de ahí.
—Ay, que dramático que eres. No dije nada malo.
El francés rió por lo bajo al notar la mirada fulminante que le lanzaba.
—La próxima vez iré donde esté Milo y le confesaré que te encanta observarlo cuando está en el camerino cambiándose... ¡Degenerado!— exclamó.
—¡Surt!— Camus lo observó enfadado—. No seas una reina del drama, solo lo dije para que dejaran esa estúpida pelea atrás. Además, ya se nos hizo tarde para llegar a la cafetería por culpa del señorito "porqué eres tan irritante" y su cómplice "pelirrojo tarado"— le dijo.
—Ya basta con eso.
—Entonces olvídalo.
—No puedo, ya me conoces.
Camus rodó los ojos.
—Mejor vamos a comer algo, a ver si así se te bajan los humos.
Ambos se encaminaron hasta la cafetería, la cual estaba a punto de reventar de estudiantes. Eso era lo que Camus odiaba más de la hora de almuerzo, a veces hasta tenían que servir otro tipo de comida porque la principal se acababa. Aunque para su suerte, pudieron encontrar una mesa un tanto alejada, al menos lo suficiente para no estar en la multitud de personas.
—¿Vamos a pedir algo?— preguntó el pelirrojo, antes de sentarse.
—Vaya vaya, miren a quién encontramos aquí—una tercera voz habló. Una terrible voz.
Para Camus eso tenía que ser una maldita broma de mal gusto.
Otra vez estaba Hércules y su grupito de idiotas sin cerebros frente a él. ¿Qué pretendían ahora? ¿Golpearlo delante de todos? Una humillación más, una humillación menos.
—Espero no haber sido tan rudo contigo ayer, eh— rió con fuerza, acompañado de sus secuaces. Camus frunció el ceño y se removió incómodo sobre su asiento—, pero fuera de eso solo vine a ver si seguías con vida. Temía que te haigas morido con lo debilucho que eres.
Surt no pudo aguantarlo más y soltó una carcajada.
—Se dice «hayas muerto», idiota— dijo entre risas— Ni para hablar correctamente sirves.
¡Y para que lo dijo!
Inmediatamente Hércules lo empujó, apartándolo de su camino.
—En primera, yo hablo como a mí se me da la gana. Y en segundo, no te aconsejo que me hables de esa manera si no quieres quedar solamente como repuesto, teñida.
Surt estuvo por levantarse y enfrentarlo, sin embargo, fue detenido por Camus, quién puso sus manos sobre la mesa y lo miró frívolo.
—Vete de aquí, Hércules. Si vienes solo a molestarme tienes toda la semana completa para hacerlo, pero al menos déjame terminar el almuerzo— finalmente soltó.
—¿Te atreves a retarme?
—No, pero contigo no tengo vida. Al menos dame un maldito respiro— gruñó. Estaba cansado de estar callado tanto tiempo.
Se iba a arrepentir por ello, lo sabía, pero como consuelo, habían más estudiantes, y si hacía algo en su contra al menos tendría testigos para presentar quejas ante el director.
Por otro lado, lo que desconocía Camus era que ya estaba siendo observado por algunos ojos curiosos, y por supuesto, por la persona que nunca imaginó que estaría ahí en la cafetería.
—Hey, Milo— llamó la peliverde, su novia. Al parecer desde hacía un buen rato su enamorado no le prestaba atención a la charla de sus amigos, ni tampoco al almuerzo que yacía en su plato— Amor, ¿Qué estás viendo?— le tomó de la mano.
Milo negó.
—No, no, nada. ¿Qué pasó— la miró confuso.
—Te estamos hablando desde hace rato— señaló a todos en la mesa—. ¿Qué pasa? ¿Por qué tan distraído?
Instintivamente observó de nuevo el lugar en la que su mirada había estado fija segundos atrás. Otra vez Hércules se encontraba allí con Camus, y no solo eso sino que además, venía acompañado.
Algo estaba tramando, lo sabía. Y no iba a permitir otra agresión a Camus, estando él de testigo, no lo iba a permitir. Tampoco es como si pudiese escuchar algo de lo que estaban hablando, él se encontraba bastante lejos.
—Estaba pensando— mintió. En realidad no, solo se concentró lo suficiente para tratar de adivinar lo que pasaba allá.
Shaina rió.
—Tan distraído como siempre— lo tomó de la mejilla y depositó un dulce beso en sus labios—. Vamos, come, se te va a enfriar el almuerzo.
Pero no podía, no cuando sus ojos veían pronto una nueva discusión a lo lejos. Apretó sus puños. Tenía que hacer algo ya.
—¿Y tú quién eres para hablarme así?— Hércules se acercó a su presa— ¿O es que ayer no te quedó claro?— lo tomó de la camisa con fuerza, acercándolo a él.
—Anda, golpéame— retó—. ¡Uno más, uno menos. No me importa!
Y pensando que quizá, él lo iba a meditar, este ni siquiera se tomó el tiempo para pensar que estaban en un lugar más abierto. Hércules lo agarró de la camisa y lo tiró al suelo. Camus no esperó un segundo para quejarse, en verdad le había dolido.
Algunas miradas cercanas se enfocaron en ellos, para no decir que la mayoría, o más bien, al chico que se abrió paso entre todos con un semblante claramente furioso.
—¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño?— se detuvo frente a Hércules con una expresión bastante seria, y con sus puños apretados, conteniendo la ira.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro