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Capítulo 14: "Nuevos problemas y... ¿amor?"

Y aquí estaba una vez más.

Donde pensé que nunca más volvería, estaba frente a la enorme y espaciosa casa de Milo.

—Entra— dijo en una completa neutralidad. Obedecí con ligera vergüenza.

Lo ví de reojo y su semblante estaba completamente serio, tanto así que me sorprendió que tuviera esa faceta, Milo eran tan expresivo que rara vez se le veía de esa manera.

—Si nos encontramos a un hombre gruñón en la entrada de un cabello parecido al mío, no le hagas caso. Ignóralo— me advierte antes de entrar a su casa. Saca las llaves y abre la puerta, dándome el pase a mí primero. Es todo un caballerito.

Nunca me iba a cansar de este lugar. La casa era tan grande que yo creo que podían alcanzar perfectamente cuatro casas medianas en ese terreno. Aunque no era la gran cosa, es decir, la familia de Milo tenía mucho dinero, era obvio.

—¡Finalmente llegas, mocoso!— dice una voz masculina en la entrada.

Me topé con un hombre que aparentaba maso menos los treinta años, fue el que nos recibió casi de manera inmediata cuando cruzamos por la sala de estar.

Me ve con curiosidad y enarca una ceja.

—¿Y este muchachito quién es?— me mira de pies a cabeza confuso.

—Es un placer conocerlo...— le dedico una diminuta sonrisa tímida. A pesar de haber recibido la clara advertencia de Milo hace unos segundos, tampoco pensaba dejarlo con la palabra en la boca, mucho menos que tuviera una mala imagen de un recién desconocido que llegaba a su casa.

Siento su mirada sobre mí, como si estuviera tratando de recordar un rostro, o asociarme con una persona.

—Tu rostro... Me es familiar— me dice, acercándose. Bueno, pues créame que el suyo no lo es, sino fuese porque tenía un cierto parecido a Milo— ¿Te conozco de algún lado?

Me quedé en silencio sin responderle. No porque no quisiera, es que... ¡Es demasiado alto! Con solo que diera un paso adelante podía ver la estatura monumental que tenía.

Dudé en responder.

—No, creo que no...— susurro.

—Jum...— lo veo en sus ojos. Aún no está convencido del todo.

Admito que su parecido era genéticamente igual a Milo, solo que con el cabello más alborotado, más corpulento y muy alto. Para nada parecido a su padre.

Es... Atractivo, pero no porque me gustara, sino porque hay que sinceros, y la verdad es que lo era. De hecho, siento que cuando Milo llegue a esa edad será una copia idéntica, y no puedo evitar maravillarme, porque es como ver su versión futura. Me encanta.

—Te pareces a cierta preciosura...— murmura, sonriendo. Acaricia una de mis mejillas y me levanta cuidadosamente del mentón.

¡¿Debería preocuparme por esto?!

—¡Kardia!— Milo se interpuso entre nosotros con un rostro para nada amigable— ¿Qué se supone que estás diciendo? Suéltalo.

—Solo me recuerda a alguien, insolente. Relájate— mete sus manos a los bolsillos, despreocupado— ¿Es algo tuyo?— indaga.

—Es un amigo mío. No lo fastidies con tus comportamientos extraños— me jala del brazo, gradas arriba— Estaremos en mi habitación, por si necesitas algo.

Le sonreí un tanto confundido y perturbado. Si no mal recuerdo, ya había escuchado su nombre fue una vez en la que Milo estaba discutiendo por teléfono.

—Cuidadito, Milo. Te estoy vigilando— dió una última advertencia desde abajo.

Me dió risa por un momento pero... Esperen... ¿A qué se refería con eso? ¿Acaso pensaba que él y yo...? Me sonrojé.

No, no, no. Ni pensarlo. Con solo hacerlo siento que los colores se me suben al rostro.

—Pasa— abre la puerta del cuarto. Todo estaba como lo recordaba.

Cierro mis ojos y respiro hondo al llegar a su cuarto. Un dulce aroma a cerezas brotaba del lugar, no era empalagoso, ni fuerte, era lo suficientemente atractivo como para disfrutarlo.

—¿Te molestaría si pregunto quién era él?— me volteo a mirarlo.

—No te preocupes— responde—, se llama Kardia, es mi tío y tutor legal. También es un dolor de trasero.

Río ante su comentario. A decir verdad se parecían más de lo que estaba permitido entre parientes. No es como que tenga que haber un límite pero vaya, la genética no deja de ser sorprendente.

—Lamento si te incomodó allá abajo— observo como rebusca en las gavetas del mueble, mientras tanto busco asiento en el borde de la cama.

—No fue nada, solo me desconcertó un poco— formulé— Él... ¿Está casado?

Me observa y enarca una ceja. De acuerdo, no fue una buena pregunta pero nomás por mera curiosidad.

—¿Por qué la pregunta?

—Porque me extrañó lo que me dijo— también por eso. Fue sumamente extraño e incómodo.

—¿Te refieres a como te llamo "preciosura"?— pregunta, y yo desvío la mirada incómodo— No creas que no lo escuché. Y respondiendo a tu pregunta, no, no está casado. Ni comprometido, ni en una relación, tampoco enamorado, que yo sepa.

—Vale, mucha información— reí.

—¿Acaso no estabas interesado en saberlo? Yo solo respondí— se acerca, sentándose a mi lado. De acuerdo, creo que en verdad se lo había tomado muy a pecho—. Quítate la camisa, y acuéstate boca abajo.

¡Ay, santa virgen de la papaya!

Sí, lo sé, no pienses en nada raro, Camus, solo es para colocar un poco de crema en mi espalda y hacerme un favor. Pero eso no quita que se haya escuchado jodidamente mal en mi cabeza.

—De acuerdo— no puse resistencia.

Ya me había acostumbrado a que Milo me viera de todas las maneras vergonzosas posibles, además, no es nuevo para él mirarme sin camisa. Suspiro, y llevo mis manos a esta misma.

—Prometo que esto acabará pronto— asentí. Me acuesto sobre las sábanas boca abajo y aparto mi cabello para que no estorbara

Me acelera el corazón saber que se está preocupando así por mí. Que sea él quién me esté ayudando a recuperarme de una golpiza que yo mismo merezco por olvidadizo, me enternece más de lo que ya.

Si no hubiera andado por las nubes pensando en Milo, u otras cosas, estoy seguro que nunca se me habría olvidado hacer la tarea. Yo mismo me busqué que me golpeara, así que no tenía que quejarme de nada.

Y además, si no hubiera sido por eso, no estuviera con Milo en estos momentos.

—Si te duele, dime— me avisa. Agarró una de sus almohadas y la abrazo, ocultando mi rostro ardiente.

Sus manos empiezan a recorrer mi piel suavemente, desde la nuca hasta la parte baja de mi espalda. La crema era fría y relajante, pero ahora mismo siento que me quema, sus dedos me queman. Los moretones aún me duelen, por esa razón, cuando me toca, comprendo la debilidad de mi cuerpo ante su tacto.

Cierro mis ojos, relajándome de todo asunto de tensión que la escuela podía provocar en mí, pero que solo Milo podía curar. Podrá verse enfermizo o tóxico, pero cuando estoy a su lado, cualquier malestar desaparece, y no puedo dejar de pensar en lo bien que se siente cuando estoy a su lado.

Hace un par de meses solo le veía desde lejos, pero ahora, podía confirmar aquella calidez que todos los que le conocían decían que emanaba.

Así como hay personas tóxicas, hay personas medicinales. Confirmo que Milo era una de ellas.

—¿Te sientes bien?— me pregunta. Yo asentí, adormilado. Sus caricias me tranquilizaban a tal punto de sentir pesadez y sueño— Tienes un gran hematoma que me preocupa, Camus. ¿Fuiste a la enfermería?

—Sí... Solo que no le enseñé esto a la enfermera. Lo más seguro es que se hubiera desmayado— apenas pude formular.

Él ríe, percatándose de mi estado.

—¿Tienes sueño?

—Un poco. Tus manos son mágicas, Milo— admití. Hay que ser sinceros, y la verdad es que las sentí como la gloria. Eso, o porque estaba tratando de ser muy cuidadoso para no lastimarme.

—Por eso hago maravillas con la guitarra— ríe y yo le acompaño—. Pero hablando en serio, deberías tratar esto con algún doctor, no puedes quedarte así. Los golpes siempre traen consecuencias, no me salgas con que estarás bien— escucho su voz preocupada—, al menos házlo por mí, Camus.

Por ti baby... sería Batman.

Suelto un largo suspiro.

—Solo porque tú me lo dices, en realidad es por ti— lo miro de reojo—. Gracias por... preocuparte. Sé que lo harías con cualquier amigo, pero esto lo aprecio más de lo que crees, mucho más— me sinceré.

Vi como guardó silencio, pensativo.

Es decir, él es así con todas las personas que quiere, con sus amigos y familiares. Pero no puedo evitar pensar que soy su excepción única.

No por atracción exactamente, pero tampoco por amistad. Estaba en ese limbo extraño, que yo sentía y él probablemente igual, pero seguía siendo cálido y tranquilo.

—Lo hago porque eres importante para mí— confiesa, con un ligero sonrojo. Esperen un minuto.

¡Acaba de sonrojarse!

Sus mejillas se pusieron coloradas y una expresión bastante dulce adornó su rostro. ¡Eso ha sido lo más lindo que he visto de él!

Cuando me pregunten como se ve el cielo, les mostraré una imagen de Milo, sí que sí.

—¿Acaso mis ojos mienten o me volví daltónico?— lo molesto un poco— ¿Eso es un sonrojo?— me reincorporé.

Me mira sorprendido, y no duda en levantarse con inquietud.

—No... No es— niega, sonrojándose más.

Milo siempre ha sido bello por naturaleza, y justo cuando pensé que no podía ser más lindo... ¡Boom! Miren esa expresión, es totalmente angelical.

—Te ves más lindo de lo usual— confesé sin pensar. Me observa divertido.

—¿Tú crees que lo soy?

Oh genial, justamente tenía que decir algo tan vergonzoso como eso. ¿Por qué no puedo hacer nada bien? No podía negárselo pero tampoco confirmarlo.

¿Qué clase de persona va a pensar que soy?

—B-Bueno... Es obvio. Es decir, tienes un montón de admiradoras, hay que ser realistas. Además, estás en la lista de "chicos más lindos del instituto" de la revista estudiantil.

Gracias a Dios que esto era una realidad. Cada mes sacaban una revista estudiantil con lo más destacado, no importaba qué. Y estaba la sección de ''chicos lindos'' para las chicas, y ''chicas lindas" para los chicos. Para ser igualitarios.

Obviamente siempre estaban los más populares. Y entre ellos, Milo.

—No pregunté si soy lindo para los otros. Sino si lo soy para ti.

—Pues...— sentí mi rostro caliente, era obvio. ¿Por qué me pregunta directamente?— estadísticamente sí.

Milo me observa confuso, para luego soltar una carcajada.

—¿A qué te refieres con "estadísticamente"?

—Los números de las revistas, las chicas locas por ti, etcétera.

—Que respuesta más aburrida. Esperaba que lo admitieras.

Podría pero... No.

—Ya lo debes intuir y saber sin necesidad de escucharlo de mis labios— cruzo los brazos.

—Pero era más interesante si me lo decías directamente.

—¿Y por qué debería hacerlo?— alzo una ceja.

—Para hacerlo más real— se encoge de hombros.

No entendí exactamente su última respuesta. En general, no entendí su objetivo, ¿Estaba esperando que yo le dijera que era lindo? Eso ni si quiera debería ser una opción cuando era una realidad, pensé que él ya lo sabía ¿Cómo no puede darse cuenta?

—En fin... Creo que ya estás con esto. Espera que la crema seque para que puedas ponerte la camisa— me aconseja. Me siento en el borde de la cama, y él hace lo mismo— Camus... ¿Puedo preguntarte algo?— Siento la seriedad en su voz.

Oh oh. Ese tipo de pregunta no me gusta para nada.

—Claro— tampoco es como si me pudiera negar.

—¿Hace mucho que Hércules te amenaza?

Y dale con lo mismo. Presentía que ese iba a hacer el tema de conversación de la pregunta.

Suspiro.

—Milo... Cómo te dije anteriormente, te prometí que nada de esto iba a volver a pasar. Confía en mí, ¿Puedes?— lo observé con confianza. No quería que se metiera en algún problema por mí culpa— Solo fue... Un error de hace un tiempo. Pero nunca me ha pasado nada malo.

—Hasta ahora— me interrumpe— ¿No lo ves? Te apuesto a que ni si quiera se detuvo un minuto para pensar en golpearte— frunce el ceño— No pienso tolerar a ese idiota, si lo hizo contigo, quién sabe con otros chicos.

—No... No lo creo....

Comprendo que no le gusta para nada esta situación. Pero no pienso dejar que se meta. Hércules le dobla la estatura, ni pensarlo.

—Yo... Me siento impotente de no poder hacer nada— confiesa—, pero confiaré en tus palabras, confío en ti, y sé que algo como esto no va a volver a pasar. Porque el día en que se atreva de nuevo a golpearte, yo mismo me las arreglaré con él.

¿Está mal si me emociono por esto? Lo sé, está mal. Pero fuera de eso, me agrada que se preocupe por mí de esa manera, a tal grado de querer enfrentar a ese mastodonte POR MÍ. Ah...

Lo miré con la ternura oculta en mis ojos. Como siempre ha estado, observándolo como la octava maravilla del mundo y él ni cae en cuenta de quién es él para mí.

—¿Por qué me miras así?— sonríe confuso cuando se percata de mi mirada.

No sé si fue lo suficientemente delatadora para hacerle saber que sus palabras me hacían feliz, o si con ello mis sentimientos quebraban ese cristal que impedía mostrarle lo que sentía, pero era lógico que yo era muy obvio.

—Milo...— me acerco hacia él con sutileza. Me observa confundido. Y no me pregunten porqué lo hice, porque tampoco me importó aquella voz que me negó rotundamente hacer lo que tenía pensado— Gracias... Realmente te lo agradezco— coloqué mis brazos alrededor de su cuello, y lo abracé con fuerza. Mandando todo al carajo, venciendo a mi timidez.

Podía sentir como mi corazón bombea sangre más rápido de lo usual. Estaba nervioso por saber su respuesta, pero necesitaba disfrutar el momento, porque algo como eso nunca más lo volvería a hacer.

Y no porque no quisiera, sino simplemente el momento no se daría tan fácil.

Algunos de sus mechones quedaron en mis manos, su cabello era tan largo que podía esconder parte de mi rostro en él, y ni hablar de la tibia respiración que me hacía cosquillas. Olía delicioso con aquel característico aroma a cerezas.

Me sentía feliz, feliz y atrapado en su red invisible que atraía a cualquiera sin intensión de hacerlo.

—No tienes que agradecer— me responde de vuelta, tomándome de la cintura, del único lugar que podía, puesto que el dolor en mi espalda no aguantaría ni un abrazo.

Estuvimos en silencio unos segundos que me parecieron eternos, y que mi corazón se encargaba de plasmar en rápidos latidos. Creo que esto es a lo máximo que llegué con mi crush. Hoy, hoy mis queridos amigos, pude volar tan alto hasta tocar el sol, y ya no me importa que mis alas se incendien y yo caiga. Ha valido la pena.

—Camus... En serio que no lo entiendo.

Me separé de él con un vacío que invadió mi pecho de inmediato. Cerré mis ojos y le sonreí amistosamente.

—¿El qué?

—Eres un chico totalmente lindo y amable, ni si quiera te metes con nadie... ¿Cómo es que alguien como Hércules tendría problemas contigo?— recoge un mechón de cabello que se cola por mi vista y lo coloca detrás de mí oreja. Entreabrí mis labios. No puede estar pasando esto...— Lo acepto viniendo de alguien como Aioria, o DeathMask, porque aunque no lo creas, esos dos ya han tenido sus encuentros a puño cerrado, y admito con vergüenza que yo igual. No es algo que me enorgullezca.

—¿En serio?— pregunté asombrado. En definitiva no veía a Milo golpeando a alguien, mi mente no podía procesar una imagen.

—Hace mucho tiempo, pero eso no importa. A lo que voy es que no sé porqué él se atrevería a tocarte. No tiene motivos ni remordimiento alguno— suspira—. Como un amigo más quiero decirte que espero que puedas realmente aclarar las cosas con él, no quiero verte pasar por eso de nuevo porque la próxima no pienso quedarme con los brazos cruzados.

Sí, ciertamente yo también le daba la razón. Pero tenía miedo. Temo de enfrentar a Hércules cuando vuelva a buscarme para sus tareas y demás. No me siento lo suficientemente capaz para rechazarle los pedidos, mucho menos para negárselos.

Sé que Milo está esperando que arregle las cosas con él, ¿Pero qué se supone que voy a arreglar? ¿Piensa que me voy a revelar contra un gigante de más de dos metros?

Ni pensar los resultados. Lo único que puedo hacer es ser menos olvidadizo y entregar las tareas.

—Como si fuera tan fácil— suspiro derrotado—. Sí, te lo prometo.

Finalmente me sonrió con la sencillez y la bondad enmarcada en sus labios, aquella característica de él. Una que me tenía más en las nubes que en la tierra.

No me importa cuántas vidas tuve anteriormente, o tendré, pero si Milo estuviese presente en cada una de ellas, lo volvería a elegir sin pensarlo, sin conocerlo, con los ojos cerrados. Si nos conocimos en el lazo inusual de una vida pasada, sé que fue igual de especial que ahora. Porque no importaba si solo era un enamoramiento instantáneo, o solo por casualidad, siempre fue él.

Fue, es, y seguirá siendo él.

—¿Quieres ver una película?— señala el televisor—. Aprovechemos la tarde.

—Me parece bien— sonrío. Después de todo una oportunidad como esa no me iba a ocurrir pero ni en mil años—. Déjame avisarle a mi hermano— tomé mi teléfono.

—Claro, mientras tanto iré a la cocina a ver qué hay. Puedes cambiarte de ropa para estar más cómodo, créeme que la del uniforme es de todo menos cómoda— se encamina a su armario—. Tengo unas prendas de hace mucho tiempo que pueden quedarte, sé que no somos de la misma talla, pero estas son de cuando era más chico— saca unas camisas holgadas y un pantalón que parecía más bien de dormir, por lo cómodo y grande que se veía—. Escoge el que te queda mejor, el baño está por allá, ya casi vengo.

Sale de la habitación y me quedé en completa soledad.

¿Grito ya o todavía no?

—¿Por qué eres tan ciego?— tomé contra mí pecho una de las camisas— ¿No soy obvio para ti?

Era tan tonto como me estaba sintiendo, ¿Pero quién dijo que el amor era magnífico? Era tonto, e ingrato. Me dolía saber que ni si quiera me rechazaba, ni si quiera eso porque desconocía mis sentimientos.

Tomé las prendas en mis manos y me encaminé al baño para cambiarme.

La camisa me quedaba enorme, podía alzar mis brazos y notar todo el relleno que faltaba para que me quedara a la medida, mientras que una gran parte del ruedo del pantalón lo arrastraba en el piso.

En definitiva me veía ridículo. Pero era ropa de Milo, o sea algo sagrado. Para variar tienen su aroma... Más no puedo pedir.

—Creo que ahora sí está perfecto—le hice un nudo a la camisa para acortarla un poco, amarré mi cabello en una coleta baja y salí, encontrándome a Milo con unos zumos, algunas galletas y snacks.

—¿Que te parece si...? Oh...— guarda silencio al verme.

—No te atrevas a reírte, aún tengo el trauma del baguette, sabes— me senté en el piso junto a él.

Él sonríe.

—Te iba a decir que esa camisa era mi favorita. Me trae buenos recuerdos, de hecho, Kardia me la regaló para mí cumpleaños número catorce... Excelente elección— señala la prenda— .Y también que me encanta ese nudo que le hiciste, le da estilo.

Ahogue una risa. La verdad es que era ridículo, aparte de que me quedaba grande, la parte superior de las mangas resbalaba por uno de mis hombros.

—Gracias—entrecrucé mis piernas ya sentado sobre la alfombra— ¿Que veremos?

—¿Algo de terror?

—Me da pánico, aparte de que me dan pesadillas en la noche. Tenía que confesarlo, lo siento— desvío la mirada, avergonzado.

—Jum... ¿Drama?— sugiere.

—Suficiente tengo con mi vida.

Suelta una carcajada.

—¿A poco sí?— asentí—. Bien entonces... No sé, ¿Algo romántico?

Di una mueca de disgusto. Jamás. Podré estar enamorado pero no soy un estúpido.

— ¡Ya sé!— se levanta— Te encantará.

—¡Sorpréndeme!

Colocó el disco en el DVD y nos dispusimos a mirarla. Comimos un poco de lo que había traído mientras hacíamos pequeñas pausas para comentarla.

¿Les digo algo? La estaba pasando mejor de lo pensé, es decir, todo el día pasé casi ahogándome en lágrimas que querían salir pero que por dignidad no permitía que lo hicieran. Ahora, solo me importaba la compañía de Milo. Fue como si toda la tortura de la mañana hubiera sido el precio a pagar por esta tarde.

Me encantaba verlo sonreír en la pantalla, porque mientras él se perdía en la trama y las escenas de acción, yo me perdía una vez más en él, como muchas veces lo hice en el receso, en la cafetería, y en la plaza.

—Milo...— llamé su atención— creo que es hora de irme, ya son pasadas de las nueve y si no llego pronto a casa Dégel me va a colgar. En serio que la pasé súper bien, gracias por todo.

—¿Qué? ¿Tan pronto te vas?— pregunta con ligera tristeza.

Obviamente, ni quería pensar en toda la retahíla que me daría mi hermano al llegar a casa a estas horas. Me da la libertad que quiera, porque sabe que no soy un mal chico, pero tampoco hay que abusar.

—¿Por qué no te quedas para mañana?— dice repentinamente con emoción— podríamos hablar de cualquier cosa, escuchar música, no sé. Algo divertido.

Mi cara tuvo que haber sido fatal puesto que borró la sonrisa de inmediato. No es que no quisiera pero Dios mío, ¿Cómo se suponía que iba a quedar aquí? ¿Con él? ¿Si se dan cuenta de lo que está pasando no?

PORQUE YO NO.

No no no, tranquilidad, Camus. Actúa normal, actúa normal...

—¡¿QUÉ?!— claro, porque eso sonó súper normal.

Me abofeteé mentalmente. Recuérdenme de irme a tirar al puente más cercano.

«Ya no quiero vivir» me dije, recordando un capítulo exacto de los Simpsons. Y al recordarlo, no sé porqué lo hice pero me dio un ataque de risa.

—No es que me estés empezando a asustar Camus, ¿Te encuentras bien?

—Sí, sí... Es que recordé un episodio de los Simpsons justamente ahora y me dio risa. No estoy loco— bueno sí, pero solo por ti—. No es mi actitud común, no sé qué me pasó. Lo siento.

—¿Por qué te disculpas por eso? Me pareció divertido— confiesa—¿Te gustan las caricaturas infantiles?

—¿Te digo la verdad o seguimos siendo amigos?— formulé sin pensar— B-Bueno... Suponiendo que hay un Camus en un universo alterno de diecisiete años que ama las caricaturas infantiles, ¿Te parecería raro? No es que yo las ame, para aclarar— una excusa más tonta no podía dar.

—Pues...— piensa— si hubiera un Milo que comparte clase con ese Camus de un universo alterno que ama las caricaturas, le diría que no es extraño, más bien es tierno e inusual— me contesta con una sonrisa burlona.

¿Podía ser más perfecto?

—Dice Camus que más te vale— le respondí en modo de juego. Suelta una carcajada y me hace un espacio en su cama, invitándome a sentarme. Así lo hice, tomé una almohada y la coloqué en mis piernas— Si no, no sabría que hubiera pasado con Milo.

—¡Uhh! Yo creo que Milo no sobreviviría a un ataque de ese Camus furioso por tacharlo de infantil— me siguió el juego, reí—. Espera, mejor veamos que hay en el televisor, de todas formas ya ni estaba entendiendo esa película— recoge el control y pasa los canales, buscando algo para ver, pues hace mucho la película había quedado en el olvido

—Tengo algo que te encantará. ¡Mira!— Señala el canal y el programa en el que se había detenido.

Era... Oh Dios mío. ¿Por qué era así?

Lo volteo a ver con una cara ofendida.

—¿Qué?— se burla— ¿No es lo que querías?— mi mirada fue una totalmente seria, a decir verdad él era el único conocedor de mi gusto culposo— Tu tu tu tu Dora— canta a propósito.

—¡No tan infantiles, Milo!— exclamé más que avergonzado—. Tampoco es que me la pasa viendo series para niños de cinco años, como Dora o Plaza sésamo.

Se echó a reír.

—Perdón tenía que hacerlo. Bueno... No me respondiste la pregunta. ¿Te quedarás esta noche?

Se me había olvidado por completo.

—Mañana hay escuela— le recordé— Además que no tengo uniforme, y no me iré con este mismo— lo señalo.

—Eso es fácil, nada más hay que lavar el uniforme y dejarlo secar toda la noche— se encoge de hombros— en el cuarto de pila tenemos una secadora especial.

—¿No hay nada a lo que no le puedas encontrar una solución?— cuestioné confianzudo—. De acuerdo, pero déjame hablar con Dégel, ojalá pueda convencerlo—crucé los dedos.

Gracias al señor mi hermano no se opuso cuando le avisé por teléfono que me quedaría a dormir en la casa de un amigo que no era Surt. Le sorprendía bastante puesto que yo no me quedaba en ningún lugar, ni por más familiar que fuera, solo lo hacía con mi mejor amigo y muy pocas veces.

En el fondo, Degel siempre vivió preocupado por mi bienestar social. Nunca faltaba el típico comentario de "¿Cuándo me presentas más amigos, Camus?" es por eso incluso que rechazó la idea de que yo tuviera un tutor en casa. Él apoyaba la integración y yo la odiaba, pero esta vez no. Claro que no.

Milo por su parte le pidió permiso a su padre y este milagrosamente dijo que sí, se llevó mi uniforme al cuarto de pila y lo dejó ahí para mañana.

Todo bien hasta que llegó el momento de acostarnos, por lógica íbamos a dormir en la misma cama.

Debería estar súper emocionado pero en lugar de ello estoy preocupado. Acá el asunto es que no sabía cómo dormir, literal. Mi espalda aún duele.

—¿Tienes sueño?

—Aun no— confesé.

—Hablemos un poco entonces— sugiere.

Milo apagó las luces y solamente dejó la TV encendida en los canales de música, como única fuente de luz que iluminaba el cuarto, y un poco de sonido. Él se recostó, y yo me quedé sentado en la cama, observándole.

Aún podía mirarlo por la corta luz que emitía el televisor, y aunque fuese poquita y no pudiera verlo con claridad, su figura aún me cortaba la respiración.

—Camus, ¿Recuerdas la vez en la que te pedí el número de la página en la que estábamos en clase?

I could stay awake just to hear you breathing
Watch you smile while you are sleeping//

Cómo olvidarlo, si lo traté mal pensando que era un tarado que no había puesto atención.

—No lo olvido, que pena por eso, Milo. En serio no sabía que eras tú. De otro modo hubiera sido diferente porque yo...— bajé el volumen de mi voz.

—¿Por qué sería diferente?

—Porque...— pensé— no me caes mal, siempre me caíste bien a pesar de no hablar mucho, y bueno, ese día pensé que era otro y... No soy muy sociable con los del aula.

—O sea que por ser yo, ¿El trato hubiera sido diferente?— noto la picardía en su voz y ruedo los ojos. ¿Cómo suponía eso?

¿En serio pensaba que por ser él, yo pensaba darle un trato especial? Pues sí, está en lo correcto.

—¿Por qué supones eso?

—Acabas de decírmelo indirectamente. No creas que no te he puesto atención, comienzo a leer y a comprender más tus expresiones y palabras.

While you're far away and dreaming
I could spend my life in this sweet surrender//

¡¿Qué?! ¡Se había dado cuenta! ¡¿Sabe de mis sentimientos?!

No no no, cálmate, tómatelo con calma, Camus. Él no sabe nada, seguro lo dice por molestar. Siempre ha sido un bromista.

—¿A-Ah sí?— tartamudeé nervioso— ¿Y qué te dicen?

Sentía el corazón en la boca de tanta emoción.

—Que eres diferente. Siempre creí que todos te caímos mal por el simple hecho de andar lejos y no hablar mucho en clase— comienza—, pero veo que solo es parte de tu timidez, quizá por inseguridad o vergüenza, no lo sé exactamente. ¿Y te digo algo? Me alegra haberte conocido más, porque me di cuenta que eres más que cuadernos y libros como los otros chicos piensan de ti. Eres la inteligencia misma, la infancia de un niño. No sé cómo podría describirte en una palabra porque no sería suficiente.

—¿P-Por qué me dices esto justamente ahora?

—Porque esa vez, de la página, lo hice a propósito. Desde hacía mucho tiempo me propuse hablar contigo, quería hacerlo, me causabas curiosidad.

Don't want to close my eyes
I don't want to fall asleep
Because I'd miss you, baby
And I don't want to miss a thing//

Mi corazón está a punto de salir. Si sigue así explotaré de tanta emoción.

—¿Te causaba?— no me di cuenta cuando lo murmuré con cierta tristeza.

—Aun lo haces, y créeme que me falta mucho por saber de ti— apenas pude verla, pero su sonrisa fue una de las más lindas que pude haber visto.

No sé...

No sé cómo tomarme todo esto, es obvio que es porque así inició seguramente con todos sus amigos o tal vez, su noble corazón sintió pena por mí y quiso integrarme al resto del grupo con su amistad. Pero su sinceridad me conmueve y duele.

Milo está siendo sincero conmigo mismo porque desde un principio quiso ser mi amigo. ¿Pero cómo explicarle que yo le veía más allá de eso? Le veía con curiosidad no porque quisiera ser una amistad más de su lista.

Estaba enamorado de él y eso nadie iba a poder cambiar, ni si quiera él con sus intentos de amistad.

Es tan... inalcanzable para alguien como yo.

—Yo... Ya te conocía. Es obvio, ¿Cómo no hacerlo?— él ríe— . Y te veías tan lejano que nunca consideré poder ser tu amigo porque juraba que era algo imposible. Por eso nunca lo intenté.

—Y yo como estúpido tratando de idear todo un plan para hablarte y no fallar en el intento— ríe.

—¿Qué?— me sorprendí.

—Tenía que confesártelo, lo siento.

Me quedé en silencio, esto es tan... Extraño. Por alguna razón siento que ambos estuvimos buscando siempre una razón para hablarnos en algún momento, pero por alguna circunstancia algo siempre nos detenía. Y ahora que no es así... Es tan fácil de leer, es decir... Siento que lo he conocido de toda una vida porque no tengo miedo de usar filtros con él.

Sí, aún me da pena, pero es porque su presencia me derrite por completo.

—Veo que es noche de confesiones, eh— bromeo un poco para relajar el ambiente.

Escuché la risa de Milo.

—¿Algo que quiera decirme? Creo que ya te conté mucho sobre mí, o es porque soy muy fácil de leer a simple vista.

—Diría que ambas— confirmo— Yo... No soy tan interesante, no me considero como una persona interesante, Milo. No sé qué contarte...
Mi vida gira en torno a amarte, pero no pienso decirte lo único que te interesaría.

—De ti puedo escuchar cualquier cosa que no te juzgaría— se reincorpora, para sentarse en frente mío—. Te imagino como una cajita de sorpresas, en serio. Y es más, necesito escribir sobre eso, ¿Sabes? Creo que me darías la inspiración suficiente para sacar un álbum completo— comenta entre risas. Agradezco que no pueda observar mi sonrojo.

Lying close to you
Feeling your heart beating
And I'm wondering what you're dreaming
Wondering if it's me you're seeing//

Baje la mirada y jugué con mis dedos, pensativo.

—Bueno, tengo solo un hermano; Dégel. Mi madre murió a causa del cáncer, y mi padre ni idea, tengo vagas memorias pero no sé qué pasó con él. Tampoco me desvela saberlo— alzo la mirada—. Me gusta dibujar y desahogarme con notas.

—¿Notas?— pregunta curioso.

—Escribir lo que pienso y siento— suspiro—. Me funciona mucho cuando siento que ya no puedo más. Cada persona tiene su modo de desahogarse, escriben, leen, lloran, y eso está bien. Solo somos seres humanos imperfectos, no es malo, es natural.

No puedo descifrar la mirada se Milo, pero sé que es lo suficientemente intensa para saber qué mis palabras de algún modo lo dejaron confuso, o al contrario, pensativo.

¡Ojalá no esté relacionándome con Betta Aquarii! Por Dios, que idiota fui al mencionar que me gusta escribir en notas, ¡Va pensar en el blog que tengo, estoy cagadí-

—Me gusta como te ves— dice.

—¿Eh?

—La luz del televisor refleja tu cabello, y la sombra crea un efecto casi como si estuvieras brillando— explica.

Dios. Asi que le estaba poniendo atención a eso... y a mí que casi me da un paro cardiaco.

Milo me confunde, realmente me confunde. Ni si quiera sé a qué se refiere exactamente cuando me sale con algún comentario extraño que se puede malinterpretar hasta que me lo explica. Me duele ilusionarme por cosas tan sencillas, pero...bueno, creo que eso es lo que define mi amor por él.

Ilusionarme...y de la nada, sentir que paso de ser una estrella fugaz a ser un universo.

"Well, I just want to be with you right here with you, just like this I just want to hold you close"¹ —cantó.

«Bueno, solo quiero estar contigo,
justo aquí contigo, justo así,
solo quiero tenerte cerca¹.»

Lo miré confundido, hasta que escuché la canción de fondo que había en el TV ,y la cual reconocería en cualquier parte porque había sido mi acompañante muchas noches pensando en él. Dedicándosela miles de veces hasta tatuarme la letra en mi memoria.

"I feel your heart so close to mine and just stay here in this moment for all the rest of time"² —continué, sin avergonzarme.

«Siento tu corazón tan cerca del mío,
y estar aquí en este momento,
por el resto del tiempo.²»

Se dejó caer en el colchón con una sonrisa que pude divisar. Y fue cuando...

"Don't want to close my eyes
Don't want to fall asleep
Because I'd miss you, baby...

— "And I don't want to miss a thing
Because even when I dream of you
The sweetest dream would never do I'd still miss you, baby..."















"No quiero cerrar los ojos,
no quiero caer dormido,
porque te echaría de menos cariño..."

"y no quiero perderme una sola cosa,
porque incluso cuando sueño contigo,
el sueño más dulce nunca evitaría
que todavía te echara de menos..."

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[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

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