Capítulo 13: "Lujuria"
POV Degel
____________
Me di un último vistazo en el espejo cuando escuché un claxon que reconocería casi al instante. Lo que agradecía era tener un jefe piadoso que era lo suficientemente considerado para pasar a recogerme en la entrada de mi casa, a sabiendas que vivía muy lejos.
—Buenas tardes, Defteros —lo saludé respetuosamente con la usual cortesía de jefe a empleado. Tomé asiento de copiloto y me puse el cinturón de seguridad.
—Buenas tardes, Dégel. Ni un minuto más ni un minuto menos —sonrió—. Nada raro de ti.
—Puntualidad ante todo —respondí, devolviéndole la sonrisa—. Por cierto, ¿Has contactado con Antares?
Pone en marcha el auto y asiente con la cabeza.
—Nos veremos en el primer restaurante que está fuera de la ciudad, se llama La Reina Marina y está como a unos cuarenta minutos de aquí si se va en auto.
—Ya veo... —murmuré—. Dime una cosa, Defteros. La empresa de Antares es familiar, ¿no?
—Correcto. Pero al parecer está en pie hace muchos años y la han sabido mantener. ¿Por qué? —me voltea a mirar unos segundos para fijar su vista a la carretera.
—Sabes que los contratos con empresas así no son del todo estables. Las más mínima cosa se van abajo.
—Pues sí, pero si le ves el lado positivo también tiene su buena ganancia y ventajas.
Bueno, solo espero que al final este negocio no traiga problemas porque si hay complicaciones, aparte de quebrar como familia, pierden empleados y producción, todos los contratos a futuro firmados con otras empresas en modo alianza, se irían a la basura y al final la familia quedaría en la calle.
—No tienes que pensar lo peor, Dégel. Es decir, hay mucho que ganar si al final se alcanza la meta —me dijo. Y la verdad es que tiene toda la razón—. Nunca han tenido problemas con alguna otra empresa, no creo que nosotros seamos la excepción.
Di un pequeño respingo. Tampoco es como si eso fuera a suceder, pero la incertidumbre siempre estaba ahí.
—Tienes razón, lo siento por cuestionarte en tu decisión.
—No te preocupes por cosas mínimas, Dégel. Además eso es lo que te diferencia de otras personas, ¿Sabes? Siempre has sido precavido, y eso es lo que me gusta de ti —sonreí ante sus palabras. Defteros siempre había sido un buen jefe, de él no he tenido quejas, y no creo que las tenga nunca—. Es lo que te hace destacar de cualquier otro asistente o mano derecha.
Admito que le tengo muchísima confianza a Defteros, hace tiempo que lo conozco, y admito que le he confiado muchas cosas que solo con amigos haría.
—Gracias... —sonreí.
Seguimos una conversación trivial hasta llegar al dicho restaurante, calculo que no fue mucho tiempo. Desde lejos se veía bastante iluminado y con una cantidad considerable de autos en el estacionamiento. Al parecer era algo lujoso.
Defteros aparcó el auto y bajé.
—Espero que esta cena termine rápido —murmuré entre dientes.
—¿Por qué tan presionado? —rió al escucharme.
—No sé lo hayas notado, pero Antares es bastante egocéntrico y altanero, no me sorprendería que se comporte como la última vez que nos vimos. A pesar de que su empresa estaba en juego no dudó ni un segundo en ponerla en riesgo solo por diversión —bufé.
—La pregunta aquí es, ¿por qué le hiciste caso? —se encogió de hombros—. Nunca te había visto pelear por algo insignificante.
—Me colmó la paciencia muy rápido —admití—. Y para que una persona logre hacer eso, o tiene que ser un niño, o porque es alguien insoportable. Ahora, adivina cual de las dos opciones es.
Defteros se limitó en reír.
—Mejor entremos de una vez. Kardia ya debe estar esperando —asentí y le seguí el paso.
Una chica nos atendió en la entrada para saber nuestro número de reservación, puesto que el restaurante solo tenía ese método. Nos llevó a la mesa indicada, y efectivamente, ya se encontraba allí.
Al parecer estaba distraído en el paisaje que daba la ventana. Defteros aclaró la voz para llamar su atención.
—Buenas noches, Antares —saludó.
—Buenas noches Gemini, y... —dio un apretón de manos amistosamente con mi jefe, y sonrió. Lo único que yo deseaba es que todo esto se terminara pronto—, joven Aquarius —me extendió su mano para saludarme.
Bueno, su actitud había mejorado un poco he de admitir.
—Kardia —le correspondí. Vi como nuevamente veía mis guantes con recelo. Que se atreva a comentar algo sobre ellos y no me importa reprenderlo aquí mismo—. Espero que ni se te ocurra hacer un comentario sobre ellos —fruncí el ceño.
Alzó sus manos en derrota.
—Hoy solo vengo en son de paz —informa.
—Bueno, mejor comencemos con esto —interrumpió Defteros. Asentí y tomé asiento a la par de él—. ¿Qué les parece si primero ordenamos algo?
—Me parece buena idea —admitió. La camarera vino por nuestras órdenes y después se retiró.
Su actitud ha cambiado un poco, no es el mismo salvaje que conocí aquella vez. Quizá es el hecho de estar por firmar un convenio que vale casi la vida de su empresa.
—De acuerdo, entonces no hay nada más que aclarar —sonó más a confirmación que a pregunta—. El plazo será de un año y nueve meses, por cada tres meses se sacará el extra y los informes. Lo demás ha quedado acordado con Defteros —lo miré de reojo.
—Tengo una duda... —comenzó— ¿Qué pasaría si la producción cae en una temporada? Porque sabemos que las temporadas siempre hay altos y bajos. No será constante.
—No, es lógico. Pero su empresa se encarga de los extras, es deber de ustedes saberlo llevar. Por otro lado, nosotros simplemente vamos a invertir capital en las temporadas importantes con tal de aumentar la producción. Las reglas son claras —respondí.
—Sí, yo sé —pasó sus manos por encima de la mesa—. Quiero estar seguro del plazo, la fecha no puede cambiar, tampoco se puede anular, posponer o negar.
¿Qué está pensando? ¿Que no vamos a cumplir con las fechas?
—Primero asegúrese que pueda sobrellevar el contrato como cualquier empresa grande, no creo que no sepa que tener una empresa familiar tiene sus desniveles.
—¿Estás insinuando que mi empresa no podrá? —enarcó una ceja.
De acuerdo, esta cierta riña era estúpida, ni si quiera sé por qué empezó.
—Yo no dije algo como eso.
—Pero lo está pensando, ¿O me equivoco?
Me alegra que al menos ve a través de mis ojos lo que quiero explicarle. Además, no podía ser tan tonto para ignorar las desventajas.
—¿No hay otra manera para arreglar esta encuentro? —rodeé los ojos.
—Las hay, pero créame que no le gustaría saberlas —sonrió con malicia.
—No soy hombre de peleas, Kardia —una venita de enojo resaltó en mi sien.
—¿Y quién dijo algo de peleas?
Lo volteé a ver confundido. Defteros intercambió una mirada divertida y no dijo nada por unos segundos.
—Degel no quiso darle a entender eso, joven Antares. Lo que pasa es que a veces suele ser precavido más de lo usual —Kardia me observa en silencio—. Ambos estuvimos de acuerdo con el trato al que se llegó, el cual es ganar-ganar para nuestras empresas, es lo mejor que queremos para ellas. Por lo tanto, ya conoce el convenio, las reglas y demás cosas que arreglaremos conforme pase el tiempo. Tengo fe que todo saldrá mejor de lo que esperamos, así que por favor, caballeros —se refirió a nosotros. Agaché la mirada—. Olvidemos esta absurda riña y mejor hablemos de planes a futuros.
Tenía razón, por el bien de todos era mejor hacerlo.
Minutos después la comida llegó a nuestra mesa, ellos siguieron charlando amistosamente mientras comían, por mi parte guardé silencio en todo el rato, observándolo de vez en cuando.
Era diferente a cualquier hombre que pude haber conocido en mi vida. Y por alguna extraña razón me hacía sentir atraído hacia él, como si un imán quisiera que admirara su atractivo.
Lo era, no lo pensaba negar.
—¿Te parece bien, Dégel?
—¿Ah?
Defteros rió.
—¿No escuchaste lo que dijimos? —me miró. No, la verdad es que no tenía ni la más mínima idea de que estaban hablando, a último momento me desconcentré pensando en...—. ¿En qué estabas pensando?
Miré a Kardia, y este me sonreía burlón.
¡Se había dado cuenta!
Desvíe la mirada.
—Nada en especial, Defteros, ¿Qué sucede?
—Acaba de recibir un mensaje de Sam, ya llegó al aeropuerto pero al parecer su esposo no pudo pasar por ella y me pidió a mí si podría ir —creo que ya entendía por dónde iba el asunto—. Te prometí que te llevaría de vuelta a tu casa pero ahora las cosas se han complicado un poco —miró su reloj—. Puedes irte conmigo pero tardarías más en llegar a casa.
—No entiendo que tiene que ver eso, ¿Qué tanto?
—Unas tres horas, mientras la recojo y la llevo a su casa, contando que aún no salimos de aquí —respondió.
Rayos, era mucho tiempo, y yo mañana tenía que madrugar para dejarle el desayuno listo a Camus, sin contar el cansancio con el que llegaría a casa.
—Es mucho tiempo... —murmuré pensativo.
—A mí no me importaría llevarte hasta tu casa, sabes —anunció Kardia con notable profundidad en su voz que me hizo estremecer.
—Si no te importa, Kardia se ha ofrecido a llevarte —concordó.
¿Por qué tenía que pasarme justamente esto hoy? Si me iba con Defteros iba a llegar muy tarde a mi casa, pero si Kardia me llevaba en su auto podía ser peligroso en todos los sentidos. Empezando porque no para de burlarse de mí, hasta tenemos una cierta tensión que podía ser notada a kilómetros.
¿Y si me secuestraba? ¿O me dejaba en la calle en medio de la nada?
La consecuencias de no tener auto propio, maldita sea.
—De acuerdo —acepté con recelo—, pero que sepas que tengo un teléfono a mano por cualquier cosa —Kardia soltó una carcajada.
—Que poca confianza.
Terminé de beber el vino de la copa y esperé a que ambos terminaran sus platillos.
—Bien entonces está hecho, fue un placer haber hecho negocios con usted, Antares —Defteros se levantó y estrechó su mano.
—Que lo mejor esté por venir —asintió.
—Te espero mañana a las ocho de la mañana, Dégel. Que tengan bonita noche —Defteros se despidió de ambos y yo suspiré.
Al menos llegaría temprano a mi casa.
—¿Nos vamos? —extendió su mano para que yo pasara primero.
Asentí.
—Le deseo suerte con la alianza —comenté, caminando hasta el estacionamiento. No sabía cuál era su auto así que lo esperé pacientemente.
—Gracias. Aunque debo añadir que no estabas tan convencido, ¿No? —me miró de reojo.
—Lo siento, mi trabajo es ver posibles consecuencias y ventajas. No solo saqué las consecuencias de ese contrato, Kardia, aunque no lo creas las ganancias son más. Así que no te preocupes por eso.
Soltó una risa.
—La verdad no estaba preocupado. Solo que tus palabras me dieron curiosidad.
—Es bueno que al menos hayas tenido el tiempo de escucharme. Si me hubiera topado con el mismo Kardia de hace unas semanas atrás, lo más seguro es que me hubieras ignorado o mandando por un tubo —comenté.
—No me digas que aún guardas rencor —rió.
—¿Y si así es, qué?
—Pues voy a tener que darme la tarea de quitártelo con otros métodos.
Enarqué una ceja.
—¿Disculpa?
No me quería imaginar las cosas que podía estar pensando. A decir verdad desde hacía rato lo notaba muy pensativo.
—¿Qué dices? —me vuelve a preguntar.
—¿Qué digo de qué?
No soy tonto como para no suponerlo, pero tampoco quiero darle el gusto de hacerle ver que sé de sus intenciones. Muchos en el pasado se acercaban con la misma intención.
Aunque a diferencia de Kardia, los otros eran más... sutiles.
—¿En verdad crees que no he notado la tensión que hay entre nosotros? Y no, déjame decirte que no es mi deseo de llevarte a la cama, esto puede ser notado por cualquier persona de los alrededores. Admítelo.
—¿Pero que carajos están diciendo? No inventes, si apenas me estás conociendo.
—Hazte el inocente todo lo que quieras, Dégel. Me gustan más así —ambos detuvimos nuestro andar y yo le miré con cierto reproche—. Te causo curiosidad, lo sabes, te encanto.
—Que egocéntrico —rodeé los ojos, y yo seguí caminando, siendo seguido por él.
Kardia al parecer eran de esos tipos que se adulan a sí mismos sin importar qué, o el ambiente en el que estén.
Aunque por otro lado, su seguridad para confirmar algo es impresionante. Hasta podía creérselo.
—Podré ser egocéntrico, pero tú, oh Dégel, tú estás en otro nivel. Mira tú, provocarme de esta manera.
Reí.
—¿Qué? ¿No me digas que quieres molerme a golpes por lo de la cena? ¿Te afectó? —me burlé.
—No, no quiero agarrarte a golpes. Preferiría que arreglaramos todo este asunto de tensión en la cama. ¿No sería genial? Todos felices, todos en paz, y sin puños de por medio. Solo sudor y jadeos.
Abrí mis labios en sorpresa. De verdad que su sinceridad iba ser la causa de mis enojos.
—Idiota... —murmuré avergonzado—. No me digas que así es como cierras un contrato siempre que tienes uno.
Nos detuvimos frente a su auto.
—No, y en caso de que fuera así, solo me interesa hacerlo contigo —se acercó a mí hasta estar frente a frente, y separados por centímetros—. Eres tan jodidamente atractivo, Dégel. Para cualquiera en su sano juicio le encantaría tenerte entre sus sábanas.
—¿Podría saber cómo llegamos a esta conversación? Nadie dijo que me quería tener de ese modo, ni siquiera sé porque estoy hablando esto contigo. ¿No sé supone que me llevarías a casa? —me sonrojé. Si bien era cierto que debía tranquilizarme, con esta cercanía era imposible. Me ponía nervioso—. Lo sabía, algo estás planeando.
—Por supuesto que sí. No tendría sentido que te oculte algo a estas alturas de la noche —ríe—. No cuando quiero hacerte gritar de placer hasta que grites mi nombre —y en un rápido movimiento que no pude detener, rodeó mi cintura con un brazo, pegándome a su pecho.
Dios, esto es muy caliente.
—K-Kardia... —tartamudeé al notar su respiración, y sus labios muy cerca de los míos— ¿Puedo saber que estás haciendo? —pregunté con un hilillo de voz.
—Quiero follarte, Degel... seré sincero contigo —suspira sobre mis labios, haciendo latir mi corazón con fuerza—. Conocerte fue un pecado muy dulce, nunca nadie me había excitado tanto como tú.
Me sonrojé de inmediato, tratando de apartarme, pero era casi imposible, la presión que ejercía era lo suficiente para mantenerme entre sus brazos. Así como el bulto que crecía entre sus piernas y no podía hacer nada más que observarlo entre asombrado y avergonzado.
No estaba jugando, iba muy en serio.
—Estás loco —desvié mi mirada, evitando sus intenciones.
—Pero solo por ti —sonríe con esa encantadora sonrisa— Lo niegas, Dégel, lo niegas, pero en el fondo lo estás deseando.
—¿Y quién te ha dicho que así es? —respondí.
Kardia al parecer es un hombre de hechos y no palabras, puesto que me empujó con el peso de su cuerpo hacia atrás y me subió al capó del auto, presionándome contra este.
De verdad que no le importa nada más que conseguir lo que quiere.
—Tu cuerpo, tus indirectas tratando de llamar la atención, me lo dice —acaricia mis muslos de arriba abajo con lentitud. Solté un suspiro lleno de nervios—. Sería una pena desperdiciar una oportunidad como ésta. Dime hace cuanto no tienes a alguien a total disposición como lo tienes ahora, Dégel. Porque créeme que no sé cómo me estoy controlando lo suficiente para no encerrarte en este maldito auto y follarte hasta que no pares de gemir, y acabes dentro de él. No me interesa que sea en este mismo lugar, ¿Sabes? —sus largos dedos me tocan por encima de la tela del pantalón, tentandome a caer en el pecado.
¡No debía!
Nunca me había sentido tan atrapado y enredado por alguien como lo es Kardia. Egocéntrico, avaricioso, imprudente, seguro... Atractivo y...-
¡Basta!
—Es un lugar público, olvídalo —le recordé— ¿Qué estarías dispuesto hacer por mí, Kardia? Habla con claridad.
—Qué no te haría a ti es la pregunta —delineó lentamente con su pulgar mis labios entreabiertos y húmedos—, con este cuerpo y esta boca, hasta es pecado pensarlo.
Puede que me arrepienta más tarde, puede que no.
Me acerqué a sus labios y los lamí lentamente, dejándolo casi mudo. Me tenté a reír cuando deposité un beso húmedo en su mejilla, aquellos ojos azules me observan con desconcierto pero con una pizca de diversión.
Dio un ligero suspiro y me sostuvo de la cintura.
—¿Así quieres jugar?
No respondí. Al contrario, mis labios volvieron a buscar su mejilla, dejando un recorrido de sonoros y húmedos besos que terminaron en su mentón. Succioné con profundidad aquella atractiva piel que poseía, y esos pectorales que resaltaban incluso con la camisa puesta.
Confieso que la manera en la que suspiraba me encantaba, escucharlo de esa manera me despertaba el profundo deseo de sentirlo más allá de simples besos y caricias.
Descansé en la comisura de sus labios, y lamí con sutileza este lugar, rosando apenas el inicio de mi lengua en ellos. Y como si eso hubiese sido un detonante, Kardia me sujetó del mentón para obligarme a encararlo.
—Respóndeme.
Alcé mi mirada, observándolo.
De algún modo me agrada que trate de asegurarse por dónde va todo este rollo. Es decir, si alguien como yo se está dejando guiar por ramas de seducción, puede que en algún momento se arrepienta y lo abandone.
Supuse por lógica que lo que quiere es estar completamente seguro de mi decisión.
—Tal vez —me acerqué a sus labios, deseando que terminara con la cercanía—. Dime tú cuál es mi respuesta...
Parece no pensarlo mucho, puesto que rápidamente siento el cálido impacto de sus labios sobre los míos, le correspondí con el mismo deseo carnal.
Me besó con fiereza y ansioso, como si hubiera esperado por años. Abrí ligeramente mis labios tratando de seguirle el ritmo, sin embargo era muchísimo más de lo que podía continuar. Se adentró a mi cavidad bucal y enredó su lengua con la mía en un movimiento casi danzante. La humedad que provocaba se vio disuelta en el beso que compartíamos en medio de sonidos obscenos y en una traviesa línea trasparente de saliva que terminaba en el mentón.
Admitía que besaba como los dioses, su boca era un juego peligroso en el que me encontraba, dispuesto a devorar al contrincante, y tenerlo en sus dominios.
—Espera... —hablé entre sus labios. Hizo casi omiso a mi llamado y en lugar de separarse, me presionó aún más contra el auto, haciéndome sentir su enorme erección. Admito que esa manera tan fuerte y libidinosa de besar me tenía extasiado— K-Kardia... —suspiré pesadamente, aferrándome a su espalda.
—Demuéstrame que sabes hacer con esta boca —susurró entre mis labios, recorriendo mis mejillas entre besos y chupetes hasta llegar a mi cuello. La calidez y humedad de su lengua me hizo soltar un pequeño y agudo gemido que probablemente pudo escuchar, y que, seguramente se enorgullecía de ello. Mordió mi hombro y solté una exclamación de sorpresa.
—¿Así que esta fue tu jugada? ¿Hacerme enfadar desde el primer día para llevarme a la cama? —pregunté agitado.
—Yo nunca tuve la intención de hacerte enfadar. Aunque reconozco que me prendía más verte de ese modo —sus manos divagaron sobre mi abdomen, comenzando a desabotonar despacio la prenda. Jadeé aferrado a su pecho, el frío se sintió con fuerza cuando me despojó del saco negro que traía.
¡¿No pensaba hacerlo aquí al aire libre cierto?!
—No, espera... aquí no —lo detuve, poniendo una de mis manos sobre las suyas para detenerlo—. Vayamos a otro lado...
—Bien, ¿Entonces qué propones dulzura?
—¿Por qué me preguntas a mí? —desvié la mirada, apenado—. Mientras no sea dentro de auto todo bien.
Kardia enarcó una ceja con diversión.
—¿Por qué no? —propone con una sonrisa pícara.
—Guarda silencio —exclamé completamente rojo.
Eso parece divertirle pero por dicha me hace caso cuando se ajusta su saco y me da una señal de seguirlo. Finalmente íbamos a salir de este auto y... yo iba a cometer la peor estupidez de mi vida. De eso estaba seguro.
♒️❤️🔥♏️
No sé como llegamos a este punto, besándonos desesperadamente y casi medio desnudos, quitándonos prendas a ciegas, mientras Kardia trata de abrir inútilmente la puerta con la llaves. Pero eso no me importaba, dejó de hacerlo cuando sus labios recorrieron los míos, y me besaba exquisitamente.
Cuando pudo abrir la puerta, casi caemos, pero pronto la vuelve a cerrar a nuestras espaldas con el pie. No me dio tiempo ni de respirar cuando me acorraló entre la pared más cercana, y puso mis manos a cada lado de mi cabeza, mirándome con lujuria.
—Que lindo pecho al descubierto tienes, Dégel... —suspira, dejándome un beso húmedo en el cuello. Yo gemí.
—Hablar de eso no es necesario.
Sentí una ligera risa de su parte pero no me importó. Me tomó desde abajo y me alzó, invitándome a enrollar mis piernas en su cintura sin dejar besarlo. Lo que estaba haciendo estaba mal, en todos los sentidos, pero tampoco me preocupaba en ese momento, necesitaba más de Kardia, y probablemente él más de mí.
Gemí al sentir su miembro erecto chocar con el mío, el cual estaba en el mismo estado. Se sentía tan duro y húmedo que no pude evitar morder mis labios, queriendo mas de esa sensación.
—Ahh, Kardia —solté un jadeo cuando sus manos apretaron mi trasero posesivamente, dejó de besarme y repartió besos por mi cuello, mientras yo solo podía aferrarme a él para no caerme.
Aunque eso fue momentáneo, puesto que pronto me deja caer en la cama con él encima, mientras termina de quitarme la camisa y empieza a desabrochar mis pantalones junto con los zapatos, dejándome a su merced por completo.
—Mierda, Degel. Quiero hacerte mío justo ahora —gruñe sobre mis labios—. Deberías encargarte de esto, después de todo es tu culpa —descaradamente tomó mi propia mano y la llevó a la bragueta de su pantalón con la intención de sentir su miembro despierto
Efectivamente, el tacto fue rápido pero muy obvio, su miembro estaba duro, húmedo, caliente. Mi rostro ardió en vergüenza y jadeé, por alguna razón me pareció muy caliente tenerlo de esa manera.
Kardia soltó un suspiro cuando mi mano apretó por encima de la tela, relamiéndome mis labios. Me excitaba verlo de aquella manera.
—No tienes idea de lo que he deseado esto —sonríe peligrosamente— Desde el primer día en que te vi me has puesto tan duro con solo pensar en tenerte debajo de mi gimiendo.
Yo jadeé avergonzado.
—Ya deja de decir cosas tan vergonzosas. Ningún hombre desea a otro a la primera vez. Ninguno, menos tú.
—Ay por favor, él que no lo haga es porque es un idiota que no sabe lo que tiene en frente. Solo mírate —se acerca a mí peligrosamente—, tienes esa piel hermosa que parece pintada por la propia nieve. Tus ojos son tan extraños pero fascinantes y...-
Lo miré indiferente.
—Mejor di lo que realmente piensas —lo interrumpí.
—Tienes buenas caderas y un buen culo.
—Eres un vulgar —recriminé.
Él ríe.
—¿Y me vas a decir que no es verdad? No sabes cómo les encanta a los niñitos finos que les hable de esa manera —se reincorporó para quitarse la camisa lentamente por encima de su camisa. Noté su pecho descubierto, apetecible con esos fuertes abdominales; mordí mi labio inferior inconscientemente y suspiré—. E incluso muy en el fondo, a ti también.
La seguridad en sus palabras me provocaba terror, y no porque estuviera equivocado, sino al contrario, era verdad, pero no pensaba admitirlo. No sé cómo es que observa más allá del sentido de las palabras.
—¿Por qué estás tan seguro de eso?
—¿La pregunta es en serio? Solo mira lo dura que la tienes —sus dedos rozaron mi entrepierna a propósito, yo evité ese gemido ansiado.
—Es algo obvio, más bien me asustaría si no fuera así —le miré, y él soltó una carcajada.
—Olvídate de eso, más bien procura no correrte antes de tiempo —advirtió.
No entendí exactamente hasta que bajó por mi pecho desnudo y envolvió con su boca uno de mis pezones, la cálida y húmeda saliva de su boca se escurrió entre uno de ellos, mientras el otro fue tomado prisionero de sus manos. Lo acariciaba suavemente con la yema de sus dedos, dando movimientos circulares y apretándolo.
Esta vez me fue imposible contenerme y gemí en alto, agarrándolo del cabello fuertemente mientras el succionaba mis pezones que comenzaba a endurecerse.
—Oh mierda, ngh... —mis labios no podían formular nada coherente, su boca era una dulce tortura que me estaba llevando a la locura y a mi cuerpo pedir por más. Se separa de mí solamente para observarme con pleno deseo.
Cerré mis ojos con fuerza al sentir la soledad y el frío que dejó al separarse por instantes de mis pezones. Estaban completamente erectos, húmedos, y temblaban por esperar el más mínimo roce.
—Que sensibles... —relamió sus labios, sus manos llegaron a la bragueta del pantalón, y escuché como la ebilla estaba siendo abierta. Me sentía tan indefenso ante sus toques, deseando por más, que mi voz estaba ahogada en jadeos y uno que otro gemido que salía desde lo más profundo—. Esto no es necesario... —masculló al separarse.
Me despojó del pantalón junto con la ropa interior casi a tirones, me vi apenado al notar su mirada en mi cuerpo totalmente desnudo. Uní con recelo mis piernas, apenado. Nada que él no hubiera visto antes, seguramente, pero me avergonzaba saber que ahora estoy a disposición, y que me había logrado excitar tanto al punto de tener una erección que se alzaba sobre mi pelvis, brillosa de líquido preseminal.
—Oh Dégel —sonrió ladino, mientras se sacaba los zapatos—. Desgraciadamente solo es una noche, pero tengo muchas cosas que me encantaría enseñarte —se sacó simplemente el pantalón, quedando en ropa interior.
Mordí mi labio inferior, su cuerpo era totalmente escultural. Les puedo asegurar que si con el traje de negocios se ve jodidamente bien, este es otro nivel. Sus piernas tonificadas, su abdomen, sus brazos, completamente todo me hacía desear.
Colocó una mano al inicio de su bóxer, sonriendo.
—Supongo que me tendré que conformar con follarte de la mejor manera que pueda, que llores y pidas más por mi polla.
Sus palabras ya no me causaban enojo alguno, he de admitir que simplemente lo escucho ansioso.
Finalmente deja ver ante mis ojos aquella increíble y sorprendentemente grande erección que estaba completamente erguida y a simple vista dura. El glande estaba húmedo, empapado de aquel líquido trasparente. Era increíblemente grande, podía decir que rozaba su ombligo con la punta.
Fue tan sorprendente que no pide articular palabra alguna y él pareció divertido.
—¿Te dejé sin palabras? No me sorprende —rió, y desvié la mirada incómodo. Tenía una ligera sospecha cuando lo toqué a penas por encima de la tela, pero no creí que... Bueno... Sería así.
Se acercó hasta mí y abrió mis piernas sin descaro alguno, pero antes de ello noté como sacó un frasco desconocido que había en la mesita de noche de la habitación, seguramente era algún lubricante para facilitar la penetración.
—De ahora en adelante esto lo haré solo, preciosura, tú solamente relájate —me susurró al oído.
Uno de sus dedos ya lubricados se posicionó sobre mi entrada, dando ligeros empujones, aunque aún sin adentrarse del todo. Relajé mi postura y suspiré, de todos los universos posibles me tocó uno en el que era seducido por un hombre que pensé que me odiaba por el hecho de molestarme, pero que conocía a la perfección los puntos masculinos que podían volver loco a cualquier hombre.
Después de unos segundos, uno de sus dedos invadió mis paredes interiores con suma facilidad, aunque no por eso dejaba de ser doloroso. Cerré mis ojos con fuerza, tratando de acostumbrarme al dolor y a la incomodidad.
—Ugh... Ahh... eso duele... —gimoteé.
—Prometo hacerte sentir mejor pronto —jadeé cuando aquel dedo intruso comenzó a moverse dentro de mí.
Su dedo entraba y salía con una velocidad constante que me hacía delirar entre placer y dolor, el lubricante crea un sonido de chapoteo que me avergüenza, pero que no puedo detener. Mis paredes empiezan a contraerse poco a poco, abriéndose para sus caricias, no pude contener un gemido grave cuando, sin previo aviso metió otro dedo que se abrió paso junto al primero.
Kardia movió ambos dedos con rapidez, metiendo, sacando, abriendo, de todos los modos posibles que incluyera que mi entrada estuviera completamente lista para recibir su increíble miembro. No sabía si eso era posible, pero el morbo y el calor del momento me cegaba a tal manera de acostumbrarme a sus largos dedos, y estar jadeando por ellos.
—Oh... demasiado... es demasiado —tragué ese hilo de saliva que estaba seguro que se escurriría por la comisura si no hacía algo.
—¿Estarás preparado, o...? —mi cuerpo vibró al sentir un tercero colarse entre la estrechez de mis paredes. Apreté los dientes y sostuve las sábanas entre mis manos con fuerza. Si no se apuraba estoy seguro que iba a venirme más rápido de lo que creía.
—Por... P-Por favor... Ahhh —lloriqueé entre gemidos, mi cuerpo colapsaría en cualquier momento de tanto placer—. Quiero sentirte... ngh...
—Que lindo te ves de esta manera —acarició mis rostro con la otra mano desocupada. Al fin saca sus dedos de ahí, haciéndome sentir de algún modo vacío—. Pero te apuesto que por esto, aún más —dijo, antes de sentir algo redondo y duro posicionarse en mi entrada, empujó lentamente hacia el interior.
Su miembro se empuja cuidadosamente, pero eso no evita que pueda sentir su calidez y dureza, cada vena que resaltaba en su polla podía sentirla dentro de mí, casi burlándose y presionando para que lo aceptara tan bien.
—K-Kardia... —gemí al sentirlo casi por completo, tanto que me hacía sentirme lleno, sentía como podía partirme en dos, y casi delirante toqué mi vientre solo para darme cuenta que un bulto sobresalía imperceptible.
«Mi Dios...»
—Dégel tu interior... —jadeó cerca de mi oído—. Joder, estás tan caliente y apretado... —gruñó.
Comenzó un vaivén de caderas suavemente pero profundo, tratando de que mi interior se acostumbrara a su longitud y grosor. Admitía que me estaba volviendo loco, no iba a soportar más. Las estocadas se volvieron más constantes y rápidas, sentía la fricción de piel con piel, y aquel sonido totalmente obsceno que producía nuestra unión.
Su polla es grande, venosa. Me asustó al inicio, pero ahora que removía mis entrañas con cada embestida solo podía pensar en lo genial que me hacía sentir. La punta de su miembro resaltaba en mi vientre, y eso me encantaba, podía notar como la piel estiraba con cada penetración.
—Ngh... Y-Yo... Necesito... —me estaba haciendo tocar el cielo con esas deliciosas penetraciones.
Kardia jadea de placer, y pareció divertirse. Me agarra de la cintura fuertemente, profundizando aún más sus movimientos. Se acercó hasta mi cuello y descansó ahí, mientras soltaba alguno que otro jadeo y gruñido de placer.
—Tu interior... aprietas delicioso —jadeó sobre mi cuello y lamió con sutileza, besando y succionado a su vez.
Entre el placer y toda aquella locura, pronto en un movimiento especial encuentre aquel suave manojo de nervios que manda un rayo de placer por toda mi columna. Grité por la invasión, sintiendo como acelera el empuje de sus caderas, asegurando que la punta de su pene golpee y encuentre mi próstata en cada embestida.
Yo no puedo soportar mucho, muerdo mis labios para callar mis escandalosos gemidos que se acercan a ser gritos, pero esto parece calentarlo mas, puesto que cada vez golpea mas duro y profundo.
—¡K-Kardia! —golpeaba una y otra vez aquel punto que me hacía delirar y querer pedir por más. Se alejó un poco, lo necesario para tomar mis piernas y colocarlas sobre sus hombros. Entendí su cometido y traté de mantenerlas en esa posición, a decir verdad, podía adentrarse con más facilidad y comodidad—. M-Más —supliqué sin darme cuenta.
Mi vista comenzó a nublarse, sentía que pronto iba a venirme, no aguantaría mucho tiempo en ese estado, pero él tampoco se veía de la mejor manera, su cabello caía por sus hombros y era tan largo que podía casi alcanzar mi rostro, el sudor bajaba por su cuello y clavícula. Era casi como un dios griego.
—Mgh... Ahh... siento que estoy cerca —avisé en un solo suspiro. Él me sonríe con esa sonrisa tan encantadora, y se sujeta a mis muslos.
—Yo... Estoy igual —admitió con un grave gemido—. Córrete conmigo Degel, déjame escucharte como te corres por mi polla.
Sus palabras hicieron estragos en mí, y pronto mi propio miembro se contrajo con excitación. No pude más y una ola de calor se hizo presente, estaba a punto de correrme con fuerza, sin poder hacer nada. Kardia empujó con fuerza y hasta ahí llegó mi cordura. Solté un largo gemido que me hizo arquear la espalda sobre las sábanas, mientras el tibio y espeso semen caía sobre mi vientre.
Kardia gimió gravemente cuando me vio llegar y temblar sobre las sábanas, permaneció en pie unos minutos más, no fue hasta que mis piernas no dieron más y las dejé caer a cada lado de su cintura que pudo liberar completamente su semilla dentro de mí. Y Dios... se veía hermoso cuando llegó al orgasmo, apretó su mandíbula inconscientemente y echó su cabello hacia atrás mientras seguía eyaculando dentro de mi entrada
Cuando terminó, se apartó de mí y se acomodó en la cama, mientras yo aún trataba de recuperar el aliento.
—No creo que pueda llegar a casa... —formulé agitado.
—Ya no lo hiciste en realidad —rió a mi lado—. Por otro lado, tenemos toda una noche por delante...
—Ni en sueños —me reincorporé.
Kardia suelta una carcajada.
—Ya lo he escuchado varias veces.
Bufé, miré el reloj de pared que casualmente había dentro de la habitación y me di cuenta que ya era muy tarde para llamar a Camus, considerando que tenía escuela mañana probablemente estaría dormido.
Lo llamaré antes de que salga de casa, no será difícil después de todo. Por otro lado... lo qué pasó hoy no puede volver a repetirse nunca más.
-----------------------------------------------
⚠️Este capítulo fue editado, le borré y añadí varias cosas por si no recuerdan algunos momentos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro