Capítulo 11: "A través de la mirada"
—Este...
Pienso con detenimiento lo que voy a decirle porque no quiero tirar palabras al viento sin sentido, como siempre pasa.
¡¿Por qué se volvió complicado, cuando ni siquiera lo era?! En definitiva me dejó sin palabras. Me perdí en sus ojos una vez más y divagué por una respuesta concreta y directa.
A ver Camus, piensa.
—Milo, lo que pasa es que... Bueno yo...
Sin ningún problema puedo decirle que no.
¿Por qué? Porque tengo muchísimos asuntos que acaparan todo mi tiempo como para andar buscando un crush. Pero... ¿Cómo decirle eso cuando sé que su crush, soy yo?
¡Ese es el problema!
—¿Sí...?— pregunta con una sonrisa.
Demonios.
Tampoco puedo aceptar colaborar en su búsqueda por obvias razones. Eso sería como si un gato buscara un ratón en una caja oscura, cuando sabe perfectamente que no hay nada. Supongamos que lo ayudo, e intento encontrar a ese misterioso chico, pero, ¡Oh, sorpresa! ¡Ese chico soy yo!
No, definitivamente no lo voy a ayudar a encontrar mi muerte más rápido. ¿Se imaginan que logre enterarse que soy yo? No, no, no, no puedo. Eso solo traería problemas, porque por mucho que quiera revelar mi identidad eso solo significaría peligro. No puedo arriesgarme a contarle que yo soy el chico del que tanto habla.
¡Se supone que tiene novia! ¿No debería ser eso un obstáculo para querer encontrarlo? Además, él dejó en claro que sólo es un crush más, por lo que estaba seguro que no pasaría a algo más allá. Si lo confieso solo quedaría en vergüenza, y quién sabe; para que se aleje de mí también.
—Bueno, supongamos que lo encuentras... ¿Qué vas a hacer cuando lo hagas? Tú tienes novia, ¿No es cierto? No es como si la fueras a dejar por él... O ella— le recordé.
Me observa con detenimiento, pensativo.
—Ahh, Camus, ¿Por qué me haces recordar eso? Sé que tengo novia, la cual aprecio y quiero mucho, pero... Es diferente, en ese caso sería diferente porque yo...— se detiene un segundo, como si estuviese buscando las palabras exactas—. No sé cómo explicarte, al menos me gustaría conocerlo, saber quién es realmente.
Oh, así que solo era eso...
Bueno, en realidad ya lo suponía, no es como si fuera a dejar a su novia por un chico de internet. Eso suena ridículo y hasta en cierto punto para la chica, cruel.
—Lo siento, Milo... Sé de tu obsesión por ese chico pero me temo que no voy a poder ayudarte— le digo con toda la pena del mundo. Veo como su sonrisa va perdiendo fuerza. ¡Agh, no hagas eso! ¡Es mi debilidad!—. Lo que pasa es que... Para eso se necesita tiempo y muchas pistas por dónde empezar, y yo no creo tener el tiempo, ni las pistas, ni si quiera sigo con frecuencias sus blogs—. Detesto mentir, pero es necesario— En serio que me gustaría ayudarte...
Baja la mirada como si lo acabasen de regañarle por algo, y me contengo de retractarme.
—Ahh... Tienes razón— deja escapar un suspiro con tristeza—, creo que no debí emocionarme mucho. Beta Aquarii es un tipo con mucha fama y muy reconocido, ¿Por qué entre tantas personas iba a aceptar que yo fuese una de las que lo buscara? Suena ridículo hasta para mí— alza su vista y esboza una pequeña sonrisa, pero no de felicidad, eso se podía leer perfectamente— Aún así, te agradezco mucho por querer ayudarme. Ahora creo que iré por esos postres, se ven deliciosos— señala nuestro puesto para después dirigirse a él.
Muerdo mi labio inferior, moviendo el pie con impaciencia. A quien engaño, quería detenerlo y contradecirme de lo que le había comentado.
Estaba perdiendo una oportunidad y no podía hacer nada para detenerlo.
¡A la mierda todo!
—Milo, espera— lo detuve y me retracté casi al instante al notar como se giraba hacia mí.
Sí, oficialmente estoy loco.
—Yo... Ehm...— no sabía ni por dónde empezar—. No sé exactamente de qué va la situación de Beta Aquarii, pero sé que el chico se tomará el tiempo de observar quienes están interesados en su último blog, y puede que si tú estés ahí te tome en cuenta. ¿Te vas a rendir así de fácil?
Quise colocar mis manos en la cintura para dar mi lado con más determinación, pero el estúpido disfraz no me dejó. Milo notó eso y rió al observar mi cara de frustración.
—¿Crees que sea así?— pregunta esperanzado.
—Desde luego— informé. Me voy a odiar por hacer esto pero todo sea por Milo—. Y no solo eso, te prometo que sacaré un poco de tiempo especialmente para ayudarte.
—¡¿En serio?!— sus ojos brillaron y reí. Puedo arriesgarme todo lo que pueda, pero si eso implica poder observar esa hermosa sonrisa. ¡Adelante!
Asentí.
—Eso es lo hacen los amigos, ¿No?— Amigos... Sí, solo eso.— Solo quiero advertir que no quiero verte decepcionado si fallas en la búsqueda, a cambio de eso quiero decirte que si Beta Aquarii no puede estar para ti, este Camus— me señalo a mí mismo, colocando ambas manos en mi pecho—, promete apoyarte y estar siempre aquí contigo.
¿Lo dije? Sí, acabo de decirle algo completamente vergonzoso. Pero el asunto aquí no es que lo haya hecho, sino las dos personalidades en las que me encuentro.
Beta Aquarii y Camus son personas totalmente diferentes, no hay que mezclar de uno con el otro, y si el chico blogger nunca podrá estar con Milo, al menos Camus, o sea yo, sí lo hará.
De eso sí puedo estar seguro.
—¡Claro!— exclama con notable alegría—. Sabes Camus, esto... Nunca te lo he dicho, pero déjame decirte que eres un chico genial, tímido pero muy amable, eres uno de los mejores amigos que he tenido la oportunidad de conocer este año. Estoy seguro que cualquier chica que tenga la dicha de conocerte, daría lo que fuera por estar contigo.
Oh vamos, no me digas eso.
No quiero estar con ninguna otra persona que no seas tú, ¿Qué tan difícil puede ser entenderlo?
—Ja, la verdad es que no ando en busca de pareja— ninguna que no seas tú—, pero gracias por confesarlo, déjame decirte que Shaina tiene mucha suerte...— no quiero seguir hablando de esto, por favor—. Digo, cualquier chica se sentiría afortunada de estar contigo.
—Opino lo mismo para ti— me observa profundamente, como si su mente le estuviera hablando para que diga otras cosas pero él mismo se niega. No sé si les ha pasado, pero me removí incómodo ante su mirada.
Un día de estos, Milo, un día de entre tantos vas a acabar conmigo. Me quito el nombre y el apellido si no es así.
—Bueno, entonces... te deseo suerte con la búsqueda— desvío la mirada, nervioso.
—A-Ah, sí, gracias. En serio te lo agradezco mucho, Camus, sé que suena una locura pero mis amigos no lo entenderían— pausa—, en el sentido de que... Ellos siguen sus blogs y toda la cosa pero digamos que les da lo mismo su identidad. Si la revela o no, no es algo que les desvele. En cambio yo soy totalmente diferente, porque sé que me estoy comportando como una fangirl más del montón y eso sería una burla agregada a mi persona.
—¿Qué no es fanboy?
—Ahh... Es lo mismo, además fangirl suena más a locura y pasión por un ídolo o personaje— se encogió de hombros y yo reí—. No sabes cuánto me emociona, gracias por apoyarme Camus... Eres un solecito.
¡Joder! Deseo gritar en estos momentos como lo estoy haciendo mentalmente.
—S-Supongo que gracias— me sonrojé inevitablemente.
Me dedica una sonrisa antes de ir a nuestro puesto por algún postre que logre llamar su atención.
No sé cómo es posible que una persona guste tanto de otra. Tanto así que me es imposible verle algún defecto. ¡Y eso está completamente mal!
Ni si quiera es bien visto, aparte de ser malo y dañino para la salud sentimental, es tóxico. Muy tóxico.
¿Cómo les va con su crush tóxico? ¿Ya los mandaron a la friendzone indirectamente?
—¿Hace cuánto tiempo lo estoy mirando?— me digo a mi mismo, percatándome que no había dejado de observarlo desde que llegó a la caja registradora a pagar.
Vi como Surt dio una mueca de disgusto y literalmente casi le lanza el vuelto en monedas.
—¿Acaso este estúpido no puede dejar de ser tan obvio?— pregunté molesto.
Sé que Milo no es de su completo agrado, simplemente porque sabe que gracias a él me apendejo de un modo increíble, y yo mismo lo tengo casi en un altar. Pero no es culpa suya, soy yo el que me estoy obsesionando más de lo que no debería.
—¡Hey viejo! Quítate, estás estorbando— una voz casi infantil me sacó de mis pensamientos. Pestañeé confundido y observé un poco hacia abajo. Un chico de quizá unos doce o trece me estaba empujando.
¿Y este mocoso quién se cree?
—¿Disculpa?— fruncí el ceño.
—¿Tienes un problema auditivo en los oídos que no escuchaste? Te estoy hablando a ti.
¡¿Cómo se atreve este maldito mocoso?! Si no me equivoco es de los primeros recién ingresados.
Apreté mis puños, conteniendo la ira. ¿Se supone que debería dejarme guiar por las palabras de un niño que no pasa del metro sesenta? A pesar de llevarle quince centímetros por encima se atreve a hablarme de ese modo.
—Escúchame bien, mocoso insolente— puse mis manos en las rodillas y me agaché a su altura—, yo estoy en uno de los últimos niveles, me falta poco para entrar a la universidad y graduarme. Tú no eres más que un chamaco recién egresado que no tiene ni la más mínima idea por todas las miserables calamidades que va a tener que pasar en este infierno llamado instituto— lo miré desafiante—. Así que te aconsejo que te calles, y lárgate por el mismo camino por el que viniste antes de que se me ocurra llamar a mi pandilla de amigos maleantes y te dejen hasta sin zapatos, ¿Oíste?
El chiquillo asiente asustado, y retrocede lentamente.
Escucho una carcajada cerca y me giro en su dirección. Surt me mira desde la caja registradora riendo exageradamente.
—Oye Camus, deja al pobre chico, ¿No? Ya le dejaste un trauma— ríe.
—Estúpidos mocosos, creen que por entrar a secundaria ya son reyes del instituto— contesto, acercándome— ¿Cómo van las ventas?
—Si seguimos así, creo que no tendremos pérdida y lograremos vender todo— se apoya en la caja y yo asiento.
—Me alegra escuchar eso, no puedo esperar el momento en quitarme este ridículo traje. Quiero que termine esta tortura ya.
—Sí, lo imagino— sonríe—. La profesora Elianna vendrá a supervisar nuestro trabajo a lo último, así que no te vayas sin que ella aun no vea el traje, ¿Entiendes?
Asentí.
—Un minuto más, un minuto menos, que más da— alcé los hombros.
—Entonces continúa con ese positivismo hasta que acabe esta tortura para ti— ríe.
Lo siguiente no fue muy interesante que digamos, estuve dos horas más de pie, "alentando" a que los estudiantes se pasaran por nuestro puesto de comida, tampoco es como si no haya funcionado de todo. No me considero mal animador saben, no fue tan malo como pensé que sería. Solo sostuve el cartel por minutos, observando como algunas chicas pasaban y reían discretamente, otros solo veían con curiosidad hasta que se decidían que comer. Los demás sólo estuvieron pendientes de los postres, mientras que Surt se encargaba de recoger el dinero y demás.
Miré mi reloj y eran las cuatro y quince, ya estaba siendo hora de cerrar todo, solo quedaban pocos estudiantes rondando por ahí, y algunos de los puestos vecinos comenzaron a cerrar.
—¿Por qué no nos vamos ya?— le pregunté a Surt, mientras entraba al puesto a tomar un descanso.
—Podemos empacar todo, pero no podemos irnos aún. Elianna aún no llega— me dice—, quítate ese ridículo traje, ya los pocos estudiantes que quedan no creo que compren nada.
—¿Tú crees? Aunque quisiera no puedo, ¿Qué no tengo que esperar a que llegue la profesora a inspeccionar?
—Ahhh, es cierto— confirma—. Olvida lo que dije pues.
Negué un poco y antes de que pudiera pedirle ayuda para quitar el cierre de atrás porque mis manos no alcanzaban, un chico llegó a comprar.
—Lo siento, ya cerramos— dice Surt sin prestarle mucha atención.
—¿Qué no es cierto que tienen hasta las cuatro y media para hacerlo?— vi como enarca una ceja. Un momento...
Este chico estaba en otro puesto atendiendo, en realidad, somos compañeros de clase. ¿Qué hacía aquí?
—Ya es tarde y estamos cansados, joder. Además faltan menos de quince minutos para cerrar, mejor ve a otro puesto que se te antoje.
—¿Ni por que van a recibir mi dinero, van a darme servicio al cliente?— dice.
—Espera un momento— me levanté—. Si no me equivoco, tú estabas en el puesto de los pastelillos de carne, ¿Por qué vendrías a nuestro puesto?
—¿Porque se me antoja un postre del de ustedes, tal vez..?— responde sarcásticamente.
Vi como Surt esbozó una diminuta sonrisa y se apoyó en la caja registradora, acercándose a él.
—¿Le vas a comprar a la competencia?— inquirió con burla.
—Somos del mismo nivel, y del mismo proyecto de Elianna, así que no veo una competencia porque prácticamente somos exactamente lo mismo. Además, después de todo, soy un estudiante, ¿Qué es lo que no te queda claro?
—Idiota, mejor ve a comer uno de tus pasteles de carne— frunció el ceño molesto.
Oh, oh, esto es malo.
—Creo que no hay ningún problema en venderle uno, Surt— habla Marín—. Nos han quedado diez buñuelos de más que no se pudieron vender. ¿Cuál es el problema?
—Ya cerramos, ese es el problema— se dirige a ella.
—¿Te estás negando a venderme uno?— pregunta incrédulo el chico.
—¿Y si así fuera qué?— responde retador.
—Menudo idiota pusieron en la caja— contesta, alzando ligeramente su mentón.
—¿A sí? ¿Qué parte de "ya cerramos" no te ha quedado claro?
—La parte donde se supone que todos los puestos deben cerrar a las cuatro con treinta, y no antes como lo impone un pelirrojo teñido.
¡Ohhh, golpe bajo para Surt!
Vi como abrió su boca indignado.
—Bueno, ¿Y tú quien demonios te crees para hablarme de ese modo, estúpido albino?
—Sigmund, mucho gusto. Y para tu información, no soy albino— responde—. Ni para diferenciar colores sirves.
—Ah, esta vez que no la cuentas—arremangó su camisa y vi como estaba apunto de salir, no fue porque lo detuve a tiempo.
Me voltea a ver confundido y no dudo en hacerle ver lo que estaba por hacer.
—¿Acaso estás loco? ¿Qué piensas hacer? Sigue siendo un cliente, Surt— le recordé.
—¡No voy a permitir que me hable de ese modo!— exclama.
Bueno, la verdad es que se estaba defendiendo de su ataque, tampoco es como si lo estuviese insultado o algo.
—Pero si fuiste tú quien empezó.
Totalmente cierto, fue este idiota quién empezó, no veo porque se ofende si es la verdad.
Ese chico se llamaba Sigmund por cierto, compartimos clases en algunas materias, además de ser rubio platinado, no albino como le dijo Surt.
—Vete por dónde viniste— dice.
—Oblígame— reta.
—Oblígame son los golpes que voy a dejar en tu rostro si sigues con esa actitud.
—Quiero ver qué lo intentes— se mofa.
Ay es que no puedo creerlo. Qué pelea más estúpida.
—Vas a ver qué...-
Puse mis manos en su boca para evitar que siguiera hablando.
—Ja, eso es lo que debía hacer hace rato— provoca.
Surt trató de zafarse de mi agarre pero le fue imposible.
—¿Ya viste lo que hiciste?— le reprendo una vez que lo suelto.
Se cruza de brazos, molesto.
—¡Él empezó!
—¿Y por qué le sigues el juego?
Guardó silencio.
—Me dejé llevar.
Lo sabía. Surt a veces suele ser muy calmado y burlón, pero cuando algo lo molestaba, podía ser terriblemente desesperante, y esta no era la excepción.
—Ay por el amor al cielo, lo único que debías hacer era venderle un maldito buñuelo y dejar que se fuera. Eso era todo, ahora te ganaste un enemigo.
—Me vale tres hectáreas de...-
—Ya entendí. Ahora deja a ese chico en paz, y véndele lo que está pidiendo.
—¡Pero Camus...!— reprocha.
—Pero Camus nada. Regálale una sonrisa y demuestra que no eres el mismo bestia que lo ha atendido.
—Soy tu mejor amigo, ¿Por qué me haces esto?
—Porque tienes que reconocer que estuvo mal como lo trataste. Lo sé, también estamos cansados y con ganas de irnos a casa, pero hay que entender que nuestro tiempo aún no acaba.
Entrecierra los ojos y me recrimina con la mirada.
—¿Te estás escuchando? Fuiste tú quien me dijo que porqué no nos íbamos ya— me recuerda.
—Sí, pero yo no dije que por eso teníamos que ignorar a los pocos clientes que llegarían— rodeé los ojos.
—A veces te odio por tener la razón.
—Lo sé.
Bufó molesto y se encaminó de nuevo a la caja registradora. La otra chica de nuestro grupo ya lo había atendido, el problema era que no podía recoger el dinero porque no sabía cómo utilizarla.
—¿Cuánto es el cambio?— pregunta sin siquiera mirarlo, apartando a la rubia.
—Dos dólares con cinco— responde ella.
Abre la caja y saca dos billetes y unas cuantas monedas más. Se las extiende y sonríe sarcástico.
—Provecho— Termina. Hasta yo noté el enfado en su voz.
—También fue un gusto en conocerte— rueda los ojos con sarcasmo, guarda el cambio, y se marcha.
—Estúpido— murmura—. Al menos no voy a tener que tratar de nuevo con ese tipo.
No pude evitar soltar una carcajada en seco. Él voltea a verme y me exige con la mirada.
Oh vaya, esto será divertido.
—No sé si lo hayas notado del todo, Surt. Pero ese chico comparte casi la mayoría de clases con nosotros, así que no creo que estés librado de él al cien por ciento— río al notar su cara de pánico.
—Oh... ¡Dime qué no es cierto!
—Es cierto— no dudo en responderle y suelto una risa al notar su expresión frustrada.
—Nunca lo había notado, pero ahora me será imposible no ignorarlo... Idiota— murmura rencoroso.
Surt no es de esos tipos que olvidan con facilidad, y sé que todo este incidente se lo tomó a pecho. Quién sabe que piensa hacer más adelante, pero sea lo que sea, no será bueno.
—¡Hey, chicos! veo que les fue muy bien con las ventas, eh— una voz femenina nos hace girar, encontrándonos con la profesora de literatura—. Vine a verificar su presencia pues la participación le toca al líder del grupo hacerla. En fin, solo tienen que firmar esta hoja de asistencia, y son libres de retirarse— dice.
Dejo escapar un suspiro de alivio.
¡Al fin seré libre de esta tortura!
Soy el primero en firmar. Oficialmente acabó toda esta ridiculez, no voy a tener que pasar por lo mismo.
—¡Hey, Surt!— lo llamo, y voltea a mirarme—. Acompáñame a los camerinos, puedes.
—Ahora no, Camus, Elianna me pidió que sacara cuentas de todo el dinero que se recaudó y que después fuese a su aula.
—¿Y quién me va a ayudar a quitarme esto?— recriminé.
—Dile a alguno de los chicos que están ahí mismo— se encoge de hombros.
Oh, genial. Ahora voy a tener que hablarle a un desconocido.
—No me ayudas en nada, sabes— dije molesto.
—Lo siento, ahora te debo un favor, ¿Contento?
Asentí.
Siempre que teníamos un deber y por alguna equis razón no podíamos cumplirla, le quedamos debiendo un favor al otro. Fue nuestra primera 'regla' de mejores amigos.
—Bien, te veré mañana entonces— asiente y yo me despido de él.
♒️💓♏️
Narrador omnisciente
Para la desdicha de Camus, todo el camerino estaba repleto de alumnos, los que recién terminaban las clases de educación física; tomaban una ducha, mientras que la fila de mascotas de los otros puestos era interminable. Nunca iba a salir de allí si esperaba que todo ese espacio se desocupara.
—Demonios...— murmura para si mismo.
Él no iba a ducharse, solo necesitaba sacarse el disfraz y quitarse el pelele negro que traía debajo, solamente eso. Pero con esa fila monstruosa, estaba seguro que duraría más en hacerla que en cambiarse.
—Mejor iré a los baños— decide.
Casi muy pocos alumnos habían en los pasillos, por eso las risas que soltaban al verlo pasar ya no le daban vergüenza. Había pasado todo el día con ese disfraz a la vista de todos, por lo que unos pocos más, le daba igual.
Recorre el pasillo tres, hasta llegar a los baños. Entra a este y deja caer la mochila.
—No sé cómo diablos voy a quitarme esto— dice frente al espejo.
Se coloca de medio lado, a modo que puede verse de cuerpo completo, lleva sus manos hacia atrás y trata de alcanzar el zipper, aunque se le hace bastante difícil, pues está más arriba de lo pensó.
—¡Vamos, maldita sea!— exclama con frustración.
La punta de sus dedos llegan hasta el colgante, sin embargo aún es insuficiente para poder alcanzarlo del todo.
A punto de llegar al borde de la desesperación, nota como la cerradura de uno de los baños es abierta. Se paraliza por completo frente al espejo y espera a quien sea que haya estado ahí escuchando sus maldiciones. Aunque por otro lado, ya tendría a quien le ayudara.
Al parecer, la buena suerte recién empezaba a llegar, y más aún al darse cuenta que no era cualquier persona la que había entrado al baño.
—No pensé que aún estuvieras aquí— dice con una sonrisa, observándolo por el reflejo mientras se encaminaba al lavamanos.
—O-oh vaya, creo que yo también debería decir lo mismo— Camus sonríe un poco, aliviado y nervioso a la vez.
—Yo ya estaba apunto de irme— Milo echa un poco de jabón líquido en sus manos y las enjuaga—, el profesor de artes plásticas me solicitó desde la tarde y hasta ahora soy libre.
—Ya veo...— responde—. Las ventas acaban de terminar, por eso acabo de salir. Quise ir a cambiarme a los camerinos pero estaban repletos, los chicos de natación estaban ahí.
—Entiendo— sacude sus manos, y seca el agua en su pantalón—. Escuché que necesitabas ayuda— ríe.
Camus se sonroja, sabía que lo había escuchado maldecir.
—En efecto— admite.
—Ven, déjame ayudarte.
Se coloca detrás suyo, y toma el cierre del disfraz, jalándolo hacia abajo con cuidado, al límite de la espalda baja. Camus por su parte saca sus manos para seguir el mismo.
—Así está bien, gracias Milo— le dice.
Toma la parte superior de arriba del traje y la inclina para poder sacar la mitad de su cuerpo. El griego se aparta un poco para darle su espacio, y lo observa con detenimiento, ajeno a los pensamientos del contrario, quien no le había tomado mucha importancia al estar solo con Milo, pues a pesar de que estaba en presencia de su crush, Camus había vivido un verdadero infierno bajo ese traje, y en esos momentos solo quería deshacerse de lo que fue su peor tortura. Digamos que no importaba de quién viniera la ayuda, solo quería quitárselo. Finalmente, saca sus zapatos y desliza el traje por sus piernas para dejarlo en el suelo.
—¡Agh, no sabes lo difícil que es andar esta cosa!— le comenta.
—Me... Me imagino— susurra perdido. Camus va por su mochila y la apoya entre el lavamanos para sacar su uniforme, y colocárselo dentro del baño. Tampoco era que se iba a desnudar frente a Milo—. ¿Fue un día difícil?— sacude su cabeza, como si quisiera olvidarse de algo.
¿La razón?
Su ojos lo traicionaron, y mucho. No pudo evitar observar con detenimiento la silueta del francés. Aquel pelele negro resaltaba muy bien su cuerpo, porque aunque Camus estuviese acomplejado y se convenciera a sí mismo de lo contrario, estaba equivocado. Su espalda no era muy ancha, y eso le permitía que su delgada cintura reluciera más que cualquier otro chico, así como sus buenas caderas y piernas perfectamente parejas. Era delgado pero su figura era bastante atrayente ante las vista de cualquier persona, aunque él creyera lo contrario.
—Ni que lo digas, fue bastante sofocante, y ni hablar del calor que se vive en ese traje— Camus parece no percatarse de su mirada. Agacha su cabeza y recoge su cabello a medio lado, para zafar el pequeño gancho que se encontraba detrás de su nuca, uno que la licra tenía con el fin de sostener más la prenda—. Además de que a final, mi mejor amigo se metió en problemas por una estupidez— Camus seguía hablando y al parecer, por primera vez no había notado el curioso silencio por parte de Milo.
Y es que, este último estaba más ido que de costumbre. Lo observaba con profundidad...cada detalle, rincón y gota de sudor. Estaba realmente admirado, aunque eso no significaba que estaba pensando en nada malo, en realidad estaba atontado porque no podía pensar si quiera algo impuro. Era como apreciar una obra de arte que permaneció escondida, solo eso.
Milo trató de concentrarse y seguirle la conversación a su amigo.
—Tengo el presentimiento de que no le caigo bien...— masculla, observándolo por el espejo.
Camus ríe y alza su mirada.
—Él es así con todos. Por eso se ganó un problema con un chico de nuestro nivel, pero bueno, ya hice que se disculpara— articuló, tomando el uniforme en sus manos—. Gracias por ayudarme, Milo. No te quito más tiempo.
—No te preocupes... ¡Ah, por cierto!— exclama, recordando algo—. Te traje el disco del que me comentaste la vez pasada— toma su mochila para sacar un disco de ésta.
—¿Lo... Recordaste?— pregunta con una notable conmoción.
—Por supuesto que sí— sonríe—. Yo sabía que por algún rincón de mi cuarto andaba ese disco... Tómalo como un pequeño regalo— dice, extendiéndoselo.
Sin pensarlo dos veces, Camus se acerca hasta él para tomarlo. No obstante, no se dió cuenta que las tiras del bolso donde debía guardar el disfraz estaban sueltas en suelo por lo que sus pies se enredaron torpemente con estas sin querer; y por más que quiso frenar antes de llevarse a Milo por delante, no le fue posible.
—¡Camus, cuidad-
¡Pum!
Sus palabras quedan al aire al sentir el doloroso impacto contra el suelo junto a un peso extra. Se queja un poco y abre sus ojos, topándose con la cercanía de Camus. Lo bueno de todo esto era que había amortiguado su caída.
—¿Te encuentras bien?— pregunta al instante.
El francés se levanta ligeramente para evitar un poco la vergüenza de tenerlo casi a centímetros de sus labios.
Apoya una de las rodillas en el pequeño espacio que las piernas de Milo habían dejado, mientras que la otra quedaba fuera de esa área. Por otro lado, ambas manos quedan a cada lado de su cabeza.
—Sí yo... Estoy... Bien— responde entrecortado, perdiéndose en sus ojos.
Ambos chicos estaban sorprendidos por el impacto, pero aparte de eso estaban perdidos en la mirada del contrario. Camus, aunque moría de vergüenza, no podía dejar de apreciar la belleza del moreno, tanto así que dejó escapar una sonrisa enamorada, una sonrisa tonta. Milo, por su parte, lo veía intrigado. Curiosamente, al fin se había dado cuenta del extraño pero fascinante color de ojos que tenía el francés, eran entre azules tirando a violetas, se podía decir que eran completamente violáceos sino fuese por el reflejo de luz que los hacía ver entre azulados.
Estaba confundido.
—¿Tú... estás bien?— Camus pregunta nervioso.
—Sí, sí, yo... estoy perfectamente... bien— estaba atontado, eso, o era porque en definitiva el color de sus ojos lo habían hechizado.
Por impulso, coloca una mano en su cintura, sonrojando al chico de ojos mágicos, como él pensaba.
—Creo que el destino quiere que sea tu amortiguador de caídas, eh— bromea, para relajar el extraño ambiente que los había envuelto.
—L-Lo siento mucho, Milo, en serio, que pena. Te dije que era un completo desastre— se aparta de él completamente apenado, sentándose en el piso.
—Tranquilo, solo bromeaba.
—Bueno, esto... Gracias por acordarte de mí y el disco que te había mencionado, fue un lindo detalle— agacha su mirada.
—Me alegra que lo hayas aceptado— se levanta, y le tiende su mano para ayudarlo. Camus acepta con gusto. Aunque quizá fue mucha la fuerza que ejerció puesto que cuando lo jaló hacia él, lo acercó más de lo que debía, quedando otra vez en un raro ambiente. El aguamarina alza su mirada, notando la pequeña cercanía que los unía una vez más. Era demasiado para el pobre Camus—. Bueno yo... Ya me voy, tengo... Tengo cosas que hacer— dice nervioso.
A decir verdad el griego no era de sentirse apenado con nadie, pero debía admitir que por alguna razón, se sentía nervioso con el francés, al menos en ese momento.
—Claro, claro. Nos vemos mañana— Milo se despide y Camus desvía su mirada avergonzado.
Deja escapar un largo suspiro justo cuando el chico sale.
¿Qué había hecho? ¿Por qué Milo lo miraba de esa forma? Tantas preguntas que no lo dejarían dormir.
Se apresura a cambiarse para llegar lo más pronto a su casa. Se deshace del pelele por completo, quedando solo en ropa interior. No duda en colocarse rápidamente su pantalón y la camisa. Finalmente echa el traje en el bolso para llevarlo a casa y lavarlo antes de entregarlo.
—Muero por llegar a casa.
♏️💓♒️
POV Camus
Literalmente llegué a casa muriéndome de hambre, aunque eso no impedía que me sintiera demasiado feliz y no pregunten la razón porque es obvia. Por dicha pude comprarme una bebida de camino, como para engañar al estómago un rato.
—¡Estoy en casa!— exclamé para llamar la atención de Dégel. Si es que ya estaba en el departamento.
—Oh, al fin llegas. Pasa, la cena está recién servida— sale de la cocina con los guantes y el delantal. Dejo mi mochila y lo demás en el sofá y me encamino a la mesa.
—Muero de hambre.
—Adelante— tomamos asiento y después de recitar una sencilla oración, nos dispusimos a comer. Pero como yo estaba más hambriento, devoré la mitad del plato en poco tiempo.
Esperen... ¿Por qué mi hermano no me ha regañado por comer como una gula?
—¿Está todo bien?— pregunté después de un rato al notar el gran silencio que había en ambos.
Es decir, se que hay que guardar silencio a la hora de comer, pero a veces Dégel siempre me preguntaba sobre el día, o él me comentaba el suyo. A diferencia de eso, estaba pensativo. En completo silencio.
—Ah, sí... ¿Por qué preguntas?— deja a un lado los cubiertos y me observa.
—Te noto algo pensativo.
—Estoy cansado. Lo que pasa es que desde que llegué no he podido descansar bien— me dice.
Le hubiera creído si no fuese porque agachó la mirada cuando lo dijo.
—¿En verdad andabas en un cierre de contrato o solo querías deshacerte de mí por un día?— dije. Y vi su rostro sorprendido.
—¡Por Dios Camus, por supuesto que no!— reí al notar el pánico en su rostro.
—Solo bromeo.
Se hizo el silencio de nuevo. La verdad es que me extraña un poco su actitud, pero tampoco lo voy a presionar para que me lo diga, sé que si me tiene la confianza suficiente, tarde o temprano me lo dirá.
—Camus...— me llama.
—Dime— alzó la mirada, mientras bebo un poco de agua.
—¿Estaría mal si te cuento mi vida sexual?
Casi escupo toda el agua que estaba bebiendo, si no fuese porque casi me ahogo. Se me había ido por mal camino.
Tosí incontrolablemente, tratando de recuperar el aliento. ¿En serio qué le pasa?
—¿Estás bien? ¿Fue malo lo que pregunté?— me dice preocupado.
Yo niego.
—No, no... Es que fue muy repentino Dégel. Tú sabes que puedes contarme lo que quieras, tienes toda mi confianza, solo que... Con ese tema tú has sido muy reservado— le digo, limpiando mi labios con una servilleta.
—Lo sé pero siento por primera vez que necesito desahogarme con alguien.
—A ver, te escucho. Pero... Sin detalles explícitos por favor, no quiero traumas, sabes— vi como sonrió.
—Ya lo sé— me dice—. La razón por la que te cuento esto es que... Cometí el peor error de mi vida, lo prohibido para cualquier negociador, lo inimaginable.
—Vaya, eso me suena a que fue demasiado malo.
—¡Es que lo fue! —puso las manos en su cabeza—. Te juro que no sé lo que me pasó, me sentí terriblemente seducido con la mirada de ese tipo, era...era como si me estuviera incitando a hacer algo malo. No sé si me entiendes...—suspiró un tanto preocupado. Creo que está exagerando, Dégel ya está bastante grandecito para saber lo que hace—. No tengo nada de que quejarme ¡Pero un buen negociador no hace eso!
—Ay vamos Dégel, ¿Que pudo haber sido para que...-
Me interrumpió con una gran confesión.
—Me acosté con un cliente.
...
¡¿QUÉ?!
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Notas que curan:
1– Milo y Camus al ser unos adolescentes, no tienen la altura que se da en SS. En este fic, Milo mide 1.80 y Camus 1.75, eso se arreglará conforme crezcan.
2- Sé que Surt es un personaje secundario, peroooo, él también tendrá amor.
Les mando un super abrazo ✨
—Luz
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