El detective sonreía colocando los adornos navideños. Pronto vendrían a casa sus hijos.

Han pasado casi 10 años, desde que el exoficial de la marina se marchó cuando él aún no se recuperaba totalmente, pero era el tercer año que él ya había olvidado ese gran amor que tenía hacía su exjefe. Este era el tercer año que ya no esperaba nada del Seal, ni un simple "Hola", ni "Feliz cumpleaños", ni un "Feliz navidad".

Observó su casa, la cual lucía hermosa. Hubiera deseado compartir con el moreno todas las navidades venideras, pero no era así y no iba a hacer así. El Seal se había marchado a realizar su vida junto a la fuerte chica, Catherine Rollins y estaba bien. Steve no tenía ninguna obligación de corresponderle a sus sentimientos, nadie está obligado a tal.

Observó a sus hijos llegar junto aquel hombre.

Los tres ingresaron a su casa después de abrazos y palabras felices.

Ambos hijos le dieron su espacio para conversar.

_Tenía miedo_ el de la Marina fue el primero en hablar.

_Esta bien, Steve, ya no importa_ respondió el detective.

_¿Podría...

El Seal fue interrumpido.

_No Steve, no podemos. Yo nunca tuve miedo, solo deseaba que tú lo aceptaras, pero huiste y  no quiero que en futuro  vuelvas a huir como sueles hacerlo. Lo siento, si quieres puedes quedarte, pero no intentes nada más, solo seguiremos siendo amigos, han pasado 10 años, pero llegaste tres navidades tarde_ sentenció el rubio.

_Feliz navidad, Steve_ felicitó el rubio.

El Seal no respondió nada, solo salió por la puerta de la casa del hombre que amaba. Llegó demasiado tarde.

El rubio sonreía junto a sus hijos, amigos y su corazón feliz. 

_Feliz navidad, Danno_ susurró el Capitán en el silencio de la soledad de su pequeña casa.