# doce
"No deberías perder tu dignidad de esa forma" le había dicho su madre, antes de marcharse nuevamente, cuando le vio dudando entre marcar o no marcar a ese número.
Concordaba con ella. No tenía porque pisotear su propia dignidad de esa manera. Pero necesitaba hacerlo. Lo necesitaba a él.
Supuso que estaría en el trabajo a esa hora pero no le importaba. Si lo insultaba, si se molestaba. No le importaba. Solo quería oír su voz otra vez.
Sorpresivamente a los dos tonos había atendido. Pero ninguno se atrevió a decir palabra alguna.
Y First fue quien cortó la llamada primero, arrepentido. Sin embargo, no pasó mucho para que, ahora, el celular de First sonara.
—¿First?, hola.
Su voz... mierda que la había extrañado.
—Hola, Khaotung.
—¿Cómo estás?
—No t-te importa.
Oh, vamos.
—Ai’First...
—Me siento solo, idiota. Te odio.
Pero no podía odiarlo tanto como quisiera.
—Bebé, por favor no llores
¿Y cómo no llorar, si siempre hizo lo que le pedían que no hiciera?
—Te e-extraño mu-mucho.
Eran palabras sinceras, salidas desde lo más profundo de su corazón.
—¿Quieres que vayamos al lago? Puedo pasar por ti en media hora. Firfir, no sabes cuánto te extraño..
La palabra no era tan solo "querer", sino "necesitar". Necesitaba ir. Necesitaba sentirlo, así fueran solo treinta minutos.
—Ai'Khao...
—Solo quiero verte.
Y First lo ansiaba.
—E-está bien. No tardes.
El segundo en cortar la llamada, fue Khaotung.
¿Estaban haciendo mal al volver a verse? Quizás si, quizás no. Pero no hay reglas escritas que seguir, y ellos no las iban a crear.
Khaotung se había prometido no llorar. Pero cuando First abrió la puerta y luego le echó los brazos al cuello no pudo resistirse.
First se aferraba a su ropa con fuerza, escondido en su pecho por la poca diferencia de alturas. Khao por su parte no hizo más que abrazarlo con fuerza de la cintura, sin hacerle daño. Le besó la mejilla y lo levantó del suelo lo suficiente para que él lo rodeara con las piernas, en el coche lo acomodó en el asiento como si de un bebé se tratara y finalmente partieron rumbo al lago.
El viaje fue corto y silencioso, quizás un poco incómodo. No sabían cómo iniciar una conversación y tal vez solo no era momento de hablar.
Bajaron del auto, y como algo normal, ambos caminaron lo posiblemente más cerca del otro, pero al mismo tiempo se repelían. Porque sus brazos se tocaban y sus dedos se buscaban entrelazar, pero algo muy dentro les hacía frenar de inmediato, y repetir las acciones como un bucle.
Cada vez estaban más y más cerca del dichoso lago donde habían pasado miles de momentos lindos. Entonces, First decidió que tenían que hablar antes de dar un paso más.
—Aún estoy enfadado y muy dolido—murmuró.
—Sabes que lo respeto.
—Pero hoy—continuó diciendo—,¿podemos hacer como si... si no hubiera pasado nada? El lago es muy importante para ambos y siempre nos vio ser felices.
Fue un detalle que Khaotung agradeció, porque no solo el lugar era importante por la relación si no porque allí en esas aguas descansaban las cenizas de su amada abuela. Y ella había sido con quien más diálogo First mantuvo alguna vez, las veces en que Khao tenía que ir al trabajo.
—Lo sé, y me parece una buena idea, phi.
Aclaradas las cosas, el mayor se atrevió a calmar la propia necesidad de tocarlo. Con las manos unidas continuaron el paseo, observando en el extenso predio a los patos que en total libertad hacían sus travesuras.
La risa de Khaotung cuando uno de los patos se hundió en el lago y sacudió la cola llegó a los oídos de First y éste no pudo evitar sonreír ante tal melodía.
Se sentaron junto a un viejo árbol de cerezo, ambos con las espaldas apoyadas en el tronco. Aunque, inconscientemente, First estaba ligeramente inclinado mirando hacia su acompañante.
El inmenso espejo de agua a unos metros de ellos era una de las cosas más hermosas que había en la ciudad y que casi la mayoría de las personas conocía.
—¿Quieres comer gominolas?—ofreció First, sacando del bolsillo de su pantalón una bolsita llena de dicha golosina.
Khaotung asintió sonriendo. Él las amaba y a First no le gustaban demasiado, de hecho muy rara vez las compraba. Quizá se los habían entregado por algún vuelto de dinero.
—Yo te... bueno, t-te compré un chocolate.
Los ojos de First se iluminaron como dos estrellas brillantes en el cielo oscuro.
—No debías... tú sabes, no...
—Solo no me asesines—suspiró—, pero siempre te he regalado de estos...
Cuando First tuvo el chocolate entre sus manos entendió sus palabras. La envoltura era dorada, la marca era Felfort y el chocolate... dos corazones. En cada cumple-mes, Khaotung le llevaba de regalo uno de esos y nunca lo compartía.
Pero la situación lo ameritaba.
—Gracias, Khao—dejó rápidamente un beso en su mejilla y le quitó la envoltura su golosina. La partió en dos, y uno de los corazones fue a parar en la mano de Park—. Eres afortunado, me gusta más el corazón blanco pero ahora es para ti.
—Muero por besarte—confesó avergonzado Khaotung tras ambos comer la deliciosa golosina, sintiéndose pequeño ante los ojos ajenos que le miraban con anhelo.
—No te estoy impidiendo nada.
Y solo eso bastó para que el mayor jalara suavemente de la ropa a First para acercarlo lo que más pudo. Sus labios a pesar de estar desesperados se tocaban lentos, mientras las caricias en las mejillas por parte de los dos muchachos proporcionaban el calor necesario para sentirse vivos.
First cruzó una de sus piernas por sobre su novio para más comodidad y, ante la falta de oxígeno, se separaron lo suficiente para poder respirar.
—Hueles a alcohol—suspiró, con los ojos cerrados y las frentes juntas—, y aunque no debería de cierta manera es un aroma lindo.
—Te gustan mucho los vinos espumosos.
"En realidad me gustas mucho tú" pensó en decirle, pero se lo guardó para sus adentros.
—Cántame una canción—pidió cerca de sus labios, Khao lo abrazaba por la cintura—, quiero recordar tu voz siempre.
First se acomodó entre las piernas del mayor, recostandose sobre el pecho de su novio con los ojos cerrados mientras Khaotung le dejaba caricias en los brazos.
—Me preocupo tanto como late mi corazón, el destino sigue celoso de nosotros. Estoy tan asustado como tú. Cuando me ves, cuando me tocas.
First se sentía en las nubes, la voz de su novio siempre le resultó muy relajante y, de hecho, a la hora de dormir solía pedirle que cantara para ayudarle a conciliar el sueño.
»—El universo se mueve por nosotros. No hubo ni un pequeño error. Nuestra felicidad estaba destinada a ser Porque me amas. Y yo te amo.
Cuando Khaotung sintió la respiración calmada de su novio, supo que se había quedado dormido. Entonces solo se dedicó a jugar con su cabello y a cantar bajito. Solo disfrutó tenerlo en sus brazos hasta caer dormido también con los patos graznando alrededor.
Khao abrió los ojos de golpe, asustado. Estaba soñando que caía al lago por perseguir un pato. Pero lo cierto es que los animalitos ya no estaban por el lugar y casi no quedaban personas más que ellos dos en el lugar.
El sol había bajado casi por completo.
—FirFir, está empezando a hacer frío bebé—hundió la nariz en sus cabellos para aspirar el sutil aroma a manzanilla—, creo que es hora de ir a casa.
Ir a casa.
Khaotung había olvidado que ya no vivían en el mismo lugar, y First, lo bien que se sentía dormir con su calor.
—Si, l-lo siento... se hizo muy tarde—se removió suavemente haciendo que el mayor lo soltara y se levantó con prisa.
—Puedo llevarte hasta la casa, FirFir—se puso de pie, y alcanzó al menor.
—Quiero caminar—sonrió sin mostrar sus blancos dientes—, estaré bien.
El mayor suspiró. Se acercó para depositar un último beso sobre la caliente piel de su novio. Pero fue diferente, porque los besos en la coronilla son lo mejor del universo.
Sin decir mucho se despidieron, cada uno salió en dirección contraria. First llegó a su casa sano y salvo, el barrio donde vivía era muy tranquilo. De todos modos, le envío un mensaje a Khaotung avisando que había llegado en perfectas condiciones.
En perfectas condiciones, físicamente hablando. Pero emocionalmente estaba más roto que antes.
©LasVocesDeMi_Cabeza
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