# cinco
First tarareaba una canción mientras caminaba hacia el almacén, observando y saludando a todos a cada paso que daba. El clima estaba a favor de su ánimo: cálido, y eso era una cosa sumamente importante.
Se sintió un poco extraño al ver a todas las caras nuevas entre sus vecinos, ¿acaso siempre habían vivido en el barrio y hasta ese momento se daba cuenta de ello? Pero no le dió más importancia de lo necesario al asunto y continuó con su cantarino andar.
Al llegar al negocio, fué directamente hasta donde se encontraban los productos que se llevaría a casa. No tardó demasiado en tener todo y acercarse finalmente al lugar de pago, donde una señora le esperaba sonriendo tanto como él mismo.
—Te ves muy feliz hoy—comentó la mujer tras el mostrador mientras pasaba los productos que First le había dado por un láser para saber el precio.
El chico asintió, rascándose la nuca avergonzado, viendo como ahora la mayor metía todo en bolsas.
—Y-yo... si.
—¿Y puedo saber por qué el cachorro gruñón del barrio hoy está tan alegre?
—¡Khun Kang, no soy un cachorro gruñón!
La señora Kang era lo más parecido a una madre para él, una mujer que desde la lejanía siempre había estado presente en su vida. First no cambiaría jamás a su madre verdadera, pero el cariño que le tenía a esa mujer era inmenso.
—Está bien Nong, pero dímelo cariño—rió, acercando las bolsas hacia el menor—, ¿no pensarás dejar a esta vieja con la intriga verdad?
—¡Ai’Khaotung me regaló un libro! y me dió cuatro paletas dulces también.
—Supongo que no te las habrás devorado a todas, ¿verdad?—preguntó viéndole con una ceja alzada, divertida, pero la sonrisa traviesa del menor le confirmó que sí—. ¡Pero N’First, eso es mucha azúcar hijo mío!
—Ah, eso no Khun, ¡solo yo soy azúcar pura!
Definitivamente si estaba de un muy bien animo ese día.
Y es que la situación no daba para menos, ¿cuándo Khaotung le regalaba un libro? ¡jamás! First siempre que tenía oportunidad le insistía en que debía comprarle un libro de su autor favorito, pero la excusa del mayor era que el precio de éstos superaban su pobre presupuesto, lo cual no era mentira, y entonces si había tenido ese detalle era un buen motivo para sentirse alegre.
—Dale mis saludos a Khaotung, pequeño.
First se despidió agitando una mano, y salió del local.
Las bolsas no llevaban en su interior más que huevos, arroz, tomates y salchichas; pero pesaban de la misma manera que si cargara una roca. Sus pobres manos blancas estaban marcadas por las tiras de plástico, en ese momento odiaba tener la piel tan sensible.
Y otra cosa; su estómago rugía por algo de almorzar.
Pero, ¡vamos! Era un día feliz y nada ni nadie se lo iba a arruinar.
Con la misma alegría, cantando y dando de vez en cuando algunos saltitos, llegó a su casa. Cuando entró a ella, no pudo sentirse más feliz porque su novio estaba ahí, sentado en el sofá mirando aparentemente la televisión.
—¡Hey, Khaotung Thanawat!—le habló juguetón, depositando las compras sobre la mesa. El chico no respondió por lo que giró sobre sí mismo y fue a sentarse sobre sus piernas—, Khao~
Los ojos marrones del mayor lo enfocaron.
—Firfir...—sonrió llenando de besos el rostro del chico, provocando que se riera, pero evitando tocar sus labios solo para molestarlo—, te amo demasiado pero, dos cosas: uno, deberías ir a hacer algo de comer que muero de hambre y dos, estaba mirando una película.
—¿Cuando te tocará cocinar a ti, holgazán?—puso los ojos en blanco con diversión, besando una mejilla de su novio justo antes de volver a ponerse de pié para emprender camino a la cocina, claro que no sin antes tomar nuevamente las bolsas.
—Cuando quien vaya a trabajar por la economía de la relación, ¡seas tú!
¿Qué más tendría que pedir First para ese día? ¡Nada! No podía estar más feliz, tenía a Khaotung con él "como antes", y deseaba sinceramente que no regresaran a como estaban hasta hace un par de días.
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©LasVocesDeMi_Cabeza
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