¡Segundo cap!
Tres días; llevo tres días sin ver a la rubia. No asistió a la escuela el viernes, y luego pasó el fin de semana. Me parece extraño su ausencia pero decido ignorarlo, no la conozco, así que no podría decir que tan extraño es.
Niego con la cabeza cuando la encuentro, está observando a Daniela y Caleb besándose en los pasillos de la casa de un chico de la escuela, estamos en su casa por un proyecto en grupo, su ojos están humedecidos. Solo nosotros cuatro estamos en los pasillos. Me aproximo a ella para hablarle, pero la palabra se queda suspendida al ver su rostro.
—¿Quien coño te hizo eso, Atenea? —Mi voz sale más ronca de lo normal, por lo que los tres voltean a verme. Las manos de Atenea aprietan sus brazos en señal de autolesión.
—Atenea, ¿estás bien? —Ella alza la mirada para observar a Caleb quien le habla. Le quito del medio para que me preste atención a mi, solo a mi.
—¿Necesitas que vayamos al hospital? Puedo acompañarte. —Susurro solo para nosotros dos, ella niega con la cabeza pero necesita que la observe un doctor.
Con miedo de saber cual será su reacción, palpo levemente sus costilla haciendo que se estremezca y un quejido salga de su boca.
—Tienes una costilla rota, vámonos al hospital. —No la dejo hablar, tomo su mano cuidadosamente caminando hacia la salida. —No me importa que no quieras, te revisará un doctor porque necesitamos saber que tan graves son tus heridas.
—N-no me lleves al hospital del c-centro. —Su voz sale cortada, y le es complicado hablar.
—Solo quiero saber quien te hizo esto, dímelo Atenea. —Le ruego tomando su mano, mientras con la otra conduzco.
—Mi padre. —Responde obvia, como si de una manera u otra yo debería saberlo. Aprieto mi mano en el guía claramente enojado. Me mantengo en silencio hasta llegar a un hospital un poco alejado a la ciudad.
—Necesito que la revisen lo antes posible, tiene heridas recientes que no cicatrizaron. —Uno de los doctores asiente y el otro tuerce el labio al ver el rostro de ella.
Caleb y Daniela quienes aparentemente nos siguieron están detrás de mi esperando información. Tomo a Caleb por el cuello de su camisa.
—Dame la dirección de la casa Atenea. —Exijo.
—¿Que vas a hacer, Michael? —Con una señal con la mano le ordeno a Daniela que se calle, regreso mi mirada a Caleb.
—Ahora. —Vuelvo a exigir, le dejo en paz al ver el mensaje llegar a mi móvil con la correspondiente dirección. —Ustedes se quedarán aquí y estarán al pendiente de ella, cualquier mierda que pase, me llaman.
—Pero...—Interrumpo a Caleb levantando una mano.
—Si me llego a enterar de que algo pasó y nadie me avisó, van a conocerme seriamente.
🥊
Apago la motocicleta cuando parqueo frente la mansión Boston. Puto odio le tengo a esta familia.
Toco el timbre varias veces hasta que una señora, quien supongo es del servicio me abre la puerta sin siquiera preguntarme quien soy. Así a cualquier le dan ganas de robar.
Entro seguida de ella y me detengo al escuchar bullicios en el interior de la casa. No me detengo a pensar dos veces, entro sin importarme si me encuentro al presidente.
—Buenas tardes. —Hablo en voz alta ganándome la atención de varias personas. Dos mujeres, y tres hombres. Una de las mujeres me parece conocida. Le envío un mensaje de texto a Caleb pidiéndole que me haga saber quien es quien.
Por suerte decide responder rápido, y los ubico a todos. Siguen callados mirando expectantes hacia mí. Uno de los chicos, que se nota el mas joven de todos se acerca a mi tocando mi chaqueta.
—¿Cual es tu nombre, muchacho? —Ya entendí. El me conoce, sabe quien soy, claramente me aprovecharé de eso.
—A-Aaron Boston. —Titubea haciéndome sonreír, debe tener unos 15-16 años.
—¿Podrías ser amable y decirme quien es tu padre y hermano mayor? —El asiente encantado, y me señala a un señor de cabellera negra y canas. Y luego a uno más joven, este debe tener unos dieciocho años. Identifico a las mujeres como la madre y la hermana.
Camino hacia el hermano quien se levanta sonriéndome. —También me conoce, supongo.
—Hola. Mi nombre es Carlos, y de verdad soy fan tuy...—Calla cuando mi puño estampa su mejilla. —¡Mierda! ¿Que coño te hice?
—Le vuelves a tocar un pelo a Atenea, y te mandaré al hospital. —La cara del padre se desfigura y empieza a mirar el rostro de su esposa.
—¿Dijiste algo? —Ella niega encogiéndose de hombros. —¡¿Quien te crees para venir a golpear a mi hijo en mi propia casa?!
—Su hija está en el hospital por culpa de ustedes. —Eso parece ni siquiera sorprenderles. —¿Quien se cree usted para golpear a una mujer?
—Lárgate de mi casa antes de que llame a la policía. —Amenaza haciéndome reír.
—Llamemos a la policía y contémosles como su hija está en el hospital por culpa de sus palizas, ¿le agrada la idea? —El hijo quien todavía se acaricia una mejilla mira atemorizante a su padre.
Mi móvil suena avisándome de una llamada de Caleb, la tomo saliendo de la casa mientras lo escucho decir que la situación de Atenea no es buena, es complicada.
¿Que tantas cosas le pasan a ella a diario? Apenas la conozco y ya he visto cosas desagradables en su vida. Por empezar, el hijo de puta de Caleb siendo novio de su peor enemiga. Dios. Siempre he odiado a Daniela, aunque sea familia mía.
Regreso al hospital subiendo a la habitación. Caleb está cruzando de brazos en el marco de la puerta.
—¿Que pasó?
—Las heridas comprometieron uno de sus órganos, necesita un transplante. Ya llamaron a sus padres.
—¿Quien los llamó? Es primera vez que viene a este hospital según me dijo en el camino. —Recuerdo. —¿Los llamaste tú? Sabiendo todo lo que le hacen.
—No lo hice yo, los hospitales comparten fichas médicas y ubicaron la suya, ha estado en el hospital de la ciudad más de veinte veces en menos de este mes, por ende eso les llamó la atención y llamaron a sus padres y a la policía. Traté de hacer que no lo hicieran porque sé que eso afectaría a Atenea cuando despierte.
—Que puta mierda. —Masculla Daniela mirando detrás de mi, me doy vuelta para ver llegar a la familia Boston con guardaespaldas.
—¿Que hace aquí este delincuente? —La voz de este hombre empieza a irritarme. Intenta hacer un escándalo aquí.
—Señor, usted es el claro ejemplo de que el dinero no compra la educación, haga silencio, aquí hay enfermos. —Susurra Caleb haciéndome reír.
—Cállate, prácticamente te crié, bastardo. —Caleb retrocede y Daniela toma su mano intentando darle apoyo. Caleb perdió a sus padres a temprana edad.
—Quiero ver a mi hija. —Pide la madre suplicante mirándome, pero yo solo me encargo de negar con la cabeza. —Por favor. —Susurra.
Suelto un fuerte suspiro al ver la policía llegar, se supone que no debería estar envuelto en problemas policiales, no yo. Además, no tengo ningún vínculo con Atenea, ella me llama la atención pero luego del gimnasio dudo que quiera saber realmente de mi.
Debería dejar a cargo a Caleb e irme a mi casa a descansar, pero el es bastante dócil y dejará que sus padres se acerquen a la mujer que ahora necesita un transplante. Estoy hastiado, no debería estar pendientes a tantas cosas.
—Buenas tardes. ¿Quienes son las personas que trajeron a la paciente? —Caleb, Daniela y yo nos acercamos alejando a los familiares. —La paciente está despierta y estable, pero aún debemos hacerle un transplante. La información será dada a ustedes mientras se aclara el asunto policial entre la familia y los oficiales.
«Mi consejo es que por ahora mantenga alejada a la paciente de estos temas, mantengan los problemas por fuera. No necesitamos que su pulso se acelere y recaiga, ella esta delicada, los golpes le han hecho bastante daño. Trasladamos a Atenea de habitación, está en la planta de arriba habitación 168.
Capto la indirecta y me alejo de todos subiendo y topándome con la habitación. Mi deber sería decirle todo lo que está pasando, ella debe hablar con ellos para que su situación se arregle o intente ponerle una orden a su padre. Pero no quiero que se haga daño. Es muy pronto para todo.
Me adentro a la habitación encontrándome con una bonita nena rubia tendida en la cama. Está vestida con una bata color rosa y su pelo rubio está esparcido por la almohada. Esta claramente ida, sus ojos están encima de los míos pero no tienen ninguna reacción.
Me acerco a la camilla y con mis nudillos acaricio su piel tersa, llamando su atención. Ella vuelve a observarme pero está vez sonríe.
—¿Por que estás aquí? ¿Te quieres burlar de mi como todos? —La inseguridad en su voz hace que mi corazón se encoja.
—No rubia, jamás haría eso. —Le sonrío. Me levanto de la cama al momento de Daniela y Caleb entrar. —¿Quieres recibirlos?
—Ciertamente no. —Susurra sonando hastiada. Levanto una ceja al ver su mano posarse en la mía. El movimiento fue inocente y prácticamente automático, ya que cuando se fija en su mano intenta quitarla, pero mi muñeca la retiene.
—Hola bonita. ¿Cómo estás? —Observo a Atenea hablar con Caleb al rededor de unos veinte minutos, donde Daniela se mantiene alejada.
Comienzo a desesperarme cuando Caleb intenta introducir a Daniela en la conversación, no se da cuenta de lo que hastiada que esta Atenea. Su enojo es bastante notorio cuando aprieta mi mano.
—Vendremos a verte mañana temprano. —Atenea asiente hacia Caleb y Daniela. —¿Michael, vamos? —Me concentro en el rostro de Atenea que hace una ligera mueca al escuchar a Caleb. —¿Michael?
—Me quedaré un poco más, necesito hablar con ella. —Susurro viéndola. Respira aliviada cuando la puerta se cierra dejando del otro lado a Caleb y Daniela, fuera de la habitación.
—¿Por que no te fuiste? —Me encojo de hombros sabiendo la razón pero no le diré. Ahora no.
—¿Tienes hambre? —Pregunto obviando su pregunta. Ella niega con la cabeza haciendo que ladee la mía confundido. —¿Hace cuanto no comes?
—Hace no tanto.
—¿Hace cuanto no comes? Pregunté. —Pregunto con un poco más de fuerza.
—No lo recuerdo, Michael. Simplemente no lo sé. —Se encoge de hombros.
Me levanto de la cama y me siento en el sofá que esta mas alejado a la cama, no quiero verla de cerca en estos momentos. Porque saber cosas así me trae bastantes malos recuerdos y no quisiera desquitarme con Atenea.
La puerta de la habitación se abre dejando ver a un chico bastante alto, es rubio y sus ojos son verdes. Se acerca a Atenea que sonríe al verlo.
—Austin. —Susurra ella viéndolo. El termina por acercarse y la envuelve en un abrazo.
—¿Que mierda te hiciste, Atenea? —Pregunta este besando su mejilla, se nota preocupado y afligido por la situación. ¿Quien coño es este capullo?
—Ya sabes, no hay porque contarlo. —Se encoge de hombros mientras sube la sábana más a su rostro.
—Atenea, me iré. —Me levanto alzando la voz y captando la atención del rubio. —Vendré mañana a verte.
—Gracias Michael. —Le tiro un beso, y eso causa que ella se sonroje bajo la atenta mirada del rubio. Con un asentimiento me despido de él y salgo de la habitación, encontrándome con Daniela.
—¿Listo para irte a casa conmigo? —Asiento, cansado y tomo su mano empezando a caminar hacia al ascensor.
—Esto me agota, realmente lo hace. —Mascullo cuando presiono mi frente contra el espejo del ascensor.
—Lo sé, nos trae malos recuerdos. A ambos. —Específica.
—¿Alguna vez dejará de doler? —Pregunto temiendo la respuesta, ella solo aprieta mi hombro y con un simple sonido de boca cerrada, me hace saber que no. —Solo necesitaba que alguien lo confirmara, siempre viviré con eso.
—Viviremos, Michael. Todos nosotros viviremos con eso. —Me corrige, haciéndome recordar a mi hermana y madre.
—Si. Pero yo no quiero vivir con un dolor latente en mi corazón, es tedioso. —Ella se encoge de hombros zanjando la conversación.
El pitido del ascensor me hace salir despistado, chocando con un cuerpo. —Perdón.
—No te preocupes, no te ví. —Bajo la mirada para encontrarme con la hermana de Atenea. Su cara es bastante desagradable en estos momentos para mi, y su intento de coqueteo con los ojos y tomándose del pelo, lo es aún más.
—¿Que estás haciendo aquí? Tu hermana no quiere ver a nadie. —Pregunto dejando que Daniela se adelante al parqueo.
—La verdad no vengo a verla a ella. —Responde con desinterés. —Quería encontrarme contigo, otra vez.
Su minúsculo cuerpo se acerca lentamente al mío, haciendo que me aleje. Susurra muy cerca de mi oído algo sobre recordar lo de aquella noche.
—¿De que me estás hablando? —La alejo con un leve empujón.
—¿Me vas a venir a decir que no recuerdas nada de aquella noche?
—Si, te lo diré. Porque no tengo ni idea de que me estás hablando, hermana de Atenea. —Lo siento, no me sé su nombre.
—¿No recuerdas la noche en Destiny? —Niego, a lo que ella resopla cruzándose de brazos. —Tuvimos sexo, Michael, follaste conmigo.
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