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— ¿Ya te encuentras mejor, cariño? — preguntó y sentí el tacto de su mano en mi frente comprobando de que no tuviese fiebre — ¡Estas perfecta, eso es mu buena! — aplaudió y festejó como una niña pequeña — Te entregaré un pase firmado para que puedas entrar a clases sin problemas.

Suspiré con resignación, ya podía sentir como me abofeteaban y jalaban de mi cabello.

— ¿Pasa algo?  — preguntó ante mi repentino cambio de humor. Negué y pareció creérselo.— Si necesitas hablar no dudes en buscarme — me guiñó un ojo y fue a organizar los medicamentos que sin darse cuenta los dejó caer. Reí y me despedí.

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— ¡Miren quién esta aquí!  — exclamó Momoiro con felicidad fingida — Nuestra querida perra traicionera, ¿No es así? —jaló mi cabello con tanta fuerza que creí que me lo iba a terminar por arrancar.

Murosaki me abofeteó y me empujó, caí estrepitosamente al piso soltando un quejido. Seguramente me dejaría un morado.

— Espero que con esto entiendas cuando debes cerrar la maldita boca, perra  — habló Musume y tiró un balde de agua con basura. Titirité, el agua estaba muy fría.

Las vi alejarse riendo, contando chistes sobre mí. Las lágrimas por fin cayeron y no me molesté en detenerlas, necesitaba desahogarme. Me levanté y corrí al baño a darme una ducha y colocarme el uniforme de educación física.

Una vez terminé me dirigí al salón, en poco comenzaba la clase.

Quede en shock cuando vi la mesa de mi pupitre, llena de palabras horribles estaban escritas en el. Las odiaba con toda mi alma, yo no merecía esto.