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49| El pasado en tu puerta 🧠

Luego de una semana, un día sábado más fresco de lo usual, dos toques indecisos en la puerta del departamento le llamaron fuertemente la atención. Hoseok había salido hace una hora, así que no podía ser su amigo quien llamaba, una: porque le dijo que tardaría en llegar, y dos: porque tenía llaves, y él no era como Yoongi que solía perder u olvidar todo. Dejó el control de la televisión a un lado del sillon y se levantó extrañado. Jimin estaba resolviendo una cuestión con Taehyung, la señora Jung siempre se encarga de avisar por teléfono cada vez que viene a verlos.

Sus opciones se acababan ¿quién podía estar tocando su puerta?

Atravesó el living y quitó el seguro de la puerta, quizás debió preguntar antes de abrir, pero ya era demasiado tarde, frente a él estaba el pasado en carne y hueso. Se encontraba vestido de blanco, con su cabello negro y liso tan pulcro como lo recordaba.

La comisura de los finos y delgados labios de la mujer frente a él intentaron levantarse para formar un amago de sonrisa, pero Yoongi supuso que su rostro estaba tan congestionado y pálido, que ella reprimió cualquier movimiento que pudiera emitir. Ninguno de los dos respiraba. Estaban inmóviles, mirándose a los ojos -ojos negros como el alquitrán, llenos de rencor y sufrimiento-, reconociéndose con dolor después de tantos años sin verse.

Que osadía la de presentarse así.

Que osadía para abrir la boca y decirle "hola" como si no se hubiera ido siete años.

Que osadía tuvo ella al volver.

El pelinegro le cerró la puerta en el rostro, azotando el trozo de madera contra los pilares de cemento, ambos quedaron divididos, su madre sin palabras por el repentino golpe y él a punto de inundar el departamento con su llanto ahogado.

¿Qué debía hacer ahora? ¿Volver a abrir e invitarla a pasar? Eso jamás estaría entre sus opciones, pero entonces ¿cómo solucionaba esto? Su cerebro se había bloqueado, no veía salida por ninguna parte, todo era una bruma negra de incertidumbre, un camino sin principio ni fin, salvo...

Con la respiración agitada, el nudo en su garganta y la vista borrosa producto de las lágrimas acumuladas en sus ojos, tomó su celular y buscó entre sus contactos el número de su amigo —Hobi...necesito que vengas— susurró cuando lo oyó contestar. Hoseok estuvo con él desde que inició todo.

—¿Que pasó, hyung?— la voz alegre de su amigo al saludarlo, se redujo a un desesperado sonido de preocupación —¿Estás bien?

—Haneul...— el nombre se trabó en su garganta, ni siquiera podía referirse a ella como su madre —Está...en la puerta del departamento— caminó hasta el balcón como si estuviera perdido, y se afirmó de la baranda, dejando que las primeras lágrimas descendieran por sus cansados ojos —Hobi...no sé que hacer— nunca sabía que hacer referente a esta situación, un tiempo estuvo pensando en ir a terapia, pero la última terapeuta con la que tuvo contacto luego de la muerte de su padre, se rio de él por decir que a las almas de quienes mueren se las lleva Dios.  

Sintió a su amigo tomar cosas a diestra y siniestra al otro lado de la línea, al parecer chocó con alguien, porque murmuró unas disculpas, luego una puerta se cerró bruscamente y pasos trotando se dejaron oír —Esperame ahí— la respiración de Hoseok se había vuelto agitada, indicio de que estaba corriendo —Llegaré en un segundo.

La llamada se cortó. Otro toque en la puerta resonó por la estancia, y la voz dubitativa de Haneul no tardó en llegar hasta sus oídos, lo estaba llamando por su nombre, pero el sonido era amortiguado por todas las paredes que lo separaban de ella. Quizás debería llamar a la señora Jung, pero muy en el fondo sabía que había sido ella quien le dio la dirección de donde vivía actualmente. Al oír la voz otra vez, se tapó los oídos con la palma de sus manos y se apoyó en los barrotes hasta quedar hincado, no quería seguir oyendo, su corazón no soportaba más dolor, la garganta le estaba escociendo fuertemente al ahogar el llanto desesperado que quería salir de su boca.

«Por favor, vete»

¿Cuánto dolor puede soportar una persona?

«Estaba bien viviendo sólo con tu recuerdo»

Cuando el pasado toca la puerta de tu hogar y te hace dudar de lo que sientes ¿qué es lo que debes hacer? Siempre solía preguntarse lo mismo, y nunca encontró respuesta, ni siquiera ahora.

«Vete y déjame llorar, por favor. Sólo quiero llorar.»

Las heridas tardan en cerrarse, por eso es que nunca hay que reabrirlas. 

Creyó oír la voz de Hoseok justo en la entrada del departamento, sin embargo, resultó que era Taehyung, quien gritaba su nombre angustiado, pensando que lo encontraría sin vida en la bañera. Pero en realidad, aún le quedaba mucho por vivir como para pensar en suicidarse, por muy asquerosa que estuviera yendo su vida últimamente. Detrás del castaño vio entrar a Jimin, aquello le sorprendió, no tenía ni la más remota idea de porqué sus dos menores llegaron junto con Hoseok, se suponía que su amigo estaba solo.

La mirada de cachorro que le otorgó Taehyung cuando se hincó a su lado para acunar sus pálidas mejillas, hizo que el pelinegro volviera a llorar —No no no no no, hyung, no llores— a lo lejos escuchaba los gritos un tanto histéricos de su amigo pelirrojo, quizás debió pedirle que mantuviera la compostura, Hoseok odiaba a Haneul incluso más que él. 

El estado en el que se encontraba era lamentable, arrinconado como un bebé en la esquina del balcón, lo más lejos de su madre. Ambos menores intentaron levantarlo de ahí para evitar que un resfriado se apoderara del él -el viento corría mas helado de lo normal, la temporada de invierno estaba llegando a la capital- pero su cuerpo parecía estar afianzado al suelo con tuercas gigantes y muy bien apretadas.

Al final, fue imposible moverlo. Jimin desistió de intentarlo y terminó sentándose a su lado, dejando que el pelinegro se sujetara de su brazo y volviera a derramar lágrimas. Intentó cubrirlo del frío con su chaqueta, mientras le indicaba a Taehyung que fuera a calmar el escándalo que tenía Hoseok en medio del pasillo, los vecinos no tardarían en salir a husmear, después de todo, tres jovenes adultos no tenían demasiada experiencia lidiando con madres que reaparecen después de siete años, ninguno sabía muy bien cómo reaccionar o que sentir. 

—Hyung, te vas a deshidratar y enfermar si sigues aquí, por favor vamos adentro— ni mucho menos qué decir, sobre todo Jimin. 

Yoongi negó, pero al darse cuenta de que la chaqueta de su menor estaba sobre sus hombros cumpliendo la función de una manta, se refugió en ella lo más que pudo, huyendo del frío y dejando que el tenue aroma a perfume se colara por sus fosas nasales e hiciera el efecto de sedante en su cerebro. 

Al cabo de unos minutos, ya no se oía nada, no habían gritos, ni llantos, ni nada que pudiera indicar que Haneul seguía en el departamento. Incluso Yoongi había sido capaz de controlar sus lágrimas, pero ahora su cuerpo había adquirido un leve temblor involuntario. El rostro de su amigo pelirrojo apareció en la entrada del balcón, seguido muy de cerca por Taehyung. 

—Mamá viene en camino— susurró Hoseok despacio, refiriendose a la señora Jung.

«Mamá»

Nunca dejaría de doler. 

El pelinegro apretó los ojos y asintió despacio, sus amigos se sentaron y amontonaron junto a él en el suelo como si de un tumulto se tratara, Hoseok se apoyó en su hombro derecho, y Taehyung, al ver la acción del pelirrojo, se coló en el espacio que quedaba entre su cuerpo y el de Jimin, para poder acariciar su cabello negro, susurrando ocurrencias de vez en cuando, intentando animarlo.

En ese momento, se dio cuenta de que ya no solo tenía a su amigo. 

Ahora también tenía a Jimin. Y a Taehyung. Y ellos le enseñaron que si no puedes levantar a alguien del suelo, entonces te tiendes junto a esa persona.  

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