05| Antoine Lavoisier 🧠
Al día siguiente, luego de haber visitado al entrenador por la mañana y seguir con sus clases durante el resto de la jornada, Yoongi trotaba por el patio de la facultad desde el edificio del área humanista hacia el area científica. Veía estudiantes reunidos en grupo sentados en el pasto, riendo, jugando, estudiando o simplemente conversando. El pelinegro los miró con ternura y siguió su camino, había pasado un año completo en la universidad sin sentarse con alguien de esa forma -a excepción de Hoseok cuando venía por algún evento especial- y él mismo se sentía extraño, porque salir con personas luego de clases no era algo que hiciera muy a menudo. Casi nunca, de hecho.
Jimin estaba siendo una excepción a su rutina diaria y aburrida. Y no sabía si aquello lo asustaba o lo emocionaba más de la cuenta.
Al entrar al área científica se dio cuenta de que no tenía ni la menor idea de donde quedaba el salón del menor, y aunque lo supiera, estaba seguro de que se perdería, porque nunca antes había entrado a alguno de los edificios, y eso le estaba perjudicando ahora. Maldijo por lo bajo al aceptar que debía ir salón por salón mirando por las ventana para ver si encontraba el rostro de Jimin en alguno de ellos, lo único negativo, es que al ser tres edificios gigantes esto sería un largo recorrido.
Resignado, comenzó a caminar hacia el edificio que tenía en frente, pero antes de colocar un pie en el interior, una voz que ya se le estaba haciendo familiar lo llamó desde el costado, era Taehyung quién corría hacia él con todo el cabello revuelto.
—Jimin hyung me pidió que te esperara —le dijo—. Supuso que no conocías en que clase estaba ahora, así que me envió de mensajero.
Yoongi parpadeó varias veces y negó con la cabeza, ese dúo era muy especial a la hora de hacer sus cosas —Te escucho.
—Es el salón L30, tercer piso. Está en químicaanalítica experimental.
El pelinegro asintió y le dio las gracias, se disponía a entrar nuevamente, pero Taehyung lo volvió a detener —Hyung...por ahí no es —le sujetó el brazo y lo sacó de la puerta de entrada para llevarlo hacia el edificio que estaba a su derecha —Aquí. Química se imparte en los laboratorios, en el edificio L.
Yoongi miró hacia arriba y efectivamente ese era el edificio L, la letra blanca con fondo gris adornaba gran parte de la estructura frontal. Giró su cabeza hacia el edificio en el que estaba entrando anteriormente y se topó con una I gigante.
—Bien, ahora si no me perderé —bromeó, sonriendo avergonzado. Taehyung le devolvió el gesto y asintió repetidas veces, Yoongi se dio cuenta de que poseía una dualidad sorprendente, podía tener un rostro serio y refinado por unos segundos e inmediatamente pasar a tener un rostro aniñado con una dulce sonrisa cuadrada— Gracias. Habría desperdiciado toda la tarde si no me hubieras encontrado a tiempo.
—No es nada —le hizo una leve inclinación y comenzó a caminar hacia la salida de la universidad, hasta su vestimenta poseía esa dualidad y extravagancia ¿Quién carajos ocupa sandalias y una sudadera al mismo tiempo? Al parecer Taehyung tenía un concepto muy peculiar sobre la moda.
Empujó la puerta con la palma de su mano y un pasillo blanco atestado de estudiantes lo recibió, suspiró agotado y comenzó a caminar hacia las escaleras, llegó a la segunda planta y luego continuó su recorrido hasta el tercer piso. Se mezcló entre los alumnos que iban saliendo de uno de los laboratorios y buscó el numero 30 con la vista, hasta que dio con el casi al final del pasillo. La puerta era de metal, pesada, grande y con una manilla alargada de hierro en la esquina, Yoongi supuso que se abría con un código de seguridad porque no había otra forma de entrar ahí.
Avanzó hasta las ventanas y echó un vistazo hacia el interior, tanto los estudiantes como la profesora tenían lentes protectores, un tapabocas que cubría su barbilla y nariz, guantes negros y una bata blanca igual a la que el menor llevaba consigo desde que Yoongi lo conoció. El pelinegro distinguió la figura de Jimin gracias a su cabello rubio y revuelto que resaltaba entre todos los demás, pero no por eso se le hizo familiar el verlo ataviado con todos esos implementos.
Pasaron aproximadamente diez minutos y los estudiantes comenzaron a desechar las mezclas raras y de múltiples colores que tenían en los vasos precipitados y antes de que salieran, Yoongi pudo ver como la profesora escribía en la pizarra una frase peculiar y divertida:
"La materia no se crea ni se destruye, se repite el siguiente semestre"
Cuando Jimin salió y se topó con el cuerpo de Yoongi esperándolo a unos centímetros de la puerta, el rostro del menor se iluminó con una tierna sonrisa que transformó sus ojos en medias lunas, por un momento el mayor se sintió conmovido, la sonrisa de ese chico era hermosa.
—Me alegra verte aquí, hyung —le dijo mientras se quitaba la bata y se la tendía en el hombro.
Yoongi soltó uns suave risita —No hubiera logrado llegar hasta aquí de no ser por Taehyung —acercó su mano hasta el rostro de Jimin y le tocó una pequeña marca rojiza que tenía su mejilla izquierda— ¿Te duele?
El menor negó —Solo es una vieja cicatriz que resiente el uso de los lentes protectores —le explicó sin dejar de sonreír.
Yoongi quitó su mano y giró su cabeza hacia las ventanas, la frase seguía ahí y el mayor no perdió tiempo de enseñársela a Jimin para recibir una explicación a cambio.
—Ah, es una frase motivacional de mi profesora de química experimental —le hizo un ademan con la mano a Yoongi para que comenzaran a caminar hacia la salida—. Es como una parodia de la frase "La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma" citada por el químico Antoine Lavoisier en el siglo XVIII, pero ella la tergiversa para recordarnos que perder una materia y repetirla el próximo año es penoso. Ya que este ramo es anual, no semestral como los otros.
Yoongi nunca fue muy bueno en las ciencias, pero entendió esa referencia con la breve explicación de Jimin —Definitivamente eres un cerebrito ¿Te molesta si te digo así?
El menor volvió a sonreír —Para nada —Yoongi vio cierta similitud en Hoseok y Jimin, a pesar de que el primero era un poco sarcástico y especialista en hablar cuando no debía, nunca dejaba de sonreír, al igual como Jimin lo estaba haciendo ahora.
Salieron del edificio y Yoongi notó que la mayoría de estudiantes ya se habían retirado a sus hogares, después de todo era cierto que los de último año salen horriblemente tarde, independiente de la carrera a la que pertenezcan —Estaba pensando en ir a una tienda de caramelos de regaliz...te gustan los dulces —le preguntó Jimin unos cuantos pasos más adelante de él, Yoongi no estaba acostumbrado a caminar al compás de alguien, por lo tanto tendía a retrasarse o a ir más rápido de lo normal.
—Me encantan —le respondió. Su padre era amante de los dulces, siempre solía llegar con alguno que otro cuando el era niño, es imposible no disfrutarlos ahora de adulto.
—Genial. Conozco una tienda muy buena dos calles más allá —Jimin iba resplandeciente, el pelinegro supuso que se debía a algún logro que obtuvo en ese experimento que estaba realizando junto a su clase cuando él llegó a buscarlo. La energía que transmitía el menor era abrumadora, pero al mismo tiempo era hermosa.
—El entrenador me dijo que mañana hablaría con Taehyung —le susurró como si fuera una confidencia, o como si el recién mencionado pudiera oírlos—. Tiene buenas noticias para él, aunque antes debe hacerle unas preguntas.
Jimin lo miró y sus pequeños ojos castaños brillaron de entusiasmo, la calle estaba relativamente vacía y la luz de la tarde adornaba el paisaje como si estuviera pintando de naranjo un bonito lienzo. Yoongi no entendía como es que tanta felicidad podía entrar en una sola persona, o como es que esa misma persona tenía la habilidad de ser tan transparente con sus emociones, porque en esos momentos Jimin parecía un libro abierto, amante de las conversaciones y los dulces por las tardes.
El menor estaba feliz por el logro de su amigo, y Yoongi sin duda se sentía feliz de haber ayudado. Además, estaba seguro de que pasar el resto de la tarde con Jimin sería emocionante.
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