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¡HEY, TOSHI!

¡Hola! Otra vez yo por aquí.
¡Hey, Toshi! y ¡Hey, Monoma! Son dos extras que hice para cerrar oficialmente con este libro y que tarde años en terminar y publicar; inicialmente solo sería el de Monoma para aclarar más su relación con Satori y su dinámica familia, pero fui débil ante Hitoshi y Denki y no pude evitar escribirles también este cap extra.
Espero les guste tanto como a mi me gusto escribirlo 💛✨

P.D: Denki chiquito y Monoma y Denki besties son mi debilidad, pido perdón.

Aizawa recuerda perfectamente el día que decidió junto a su pareja dar el paso más importante de su relación y adoptar a su futuro hijo.

Tardaron al menos un año en decidirlo, nada fue como lo mostraban en las películas ni como se lo imaginaban en un principio; no sabían si estaban listos para ser padres, no sabían si podrían con las responsabilidades o si se arrepentirían en algún momento.

Llevaban cinco años de casados y diez de relación; estaban más que seguros de lo mucho que se amaban y que aún sin ningún niño en la casa, ellos ya eran una familia.

Pero no pudieron contenerse por demasiado tiempo. En sus planes siempre estuvo formar una pequeña familia, algo que pudieran manejar y no se les fuera de las manos con facilidad, así que una noche decidieron hablarlo y retomar la conversación varías -demasiadas- veces durante los meses siguientes hasta que por fin un año después, consientes de que tenían estabilidad laboral, económica y el suficiente tiempo para dedicarle a su hijo y a su educación, podían dar el paso de rellenar los papeles de adopción.

Hizashi aún puede recordar la letra temblorosa y curva de su esposo por los nervios y como no durmió la noche que les avisaron que tenían una cita con la directora de un orfanato quien les avisaría si su solicitud fue aprobada o no.

Afortunadamente la solicitud había sido aprobada, habían calificado como buenos candidatos para ser padres y podían empezar a visitar las casas hogares para escoger al que se convertiría en su hijo.

Decidieron de manera unánime que lo escogerían del mismo orfanato donde le dieron la noticia de que prontamente serían padres y que no importara si fuera niña o niño siempre y cuando ambos estuvieran de acuerdo.

Desgraciadamente -o afortunadamente- la primera visita no fue lo que esperaban. Habían convivido con todos los niños y pasado toda la tarde entre risas infantiles y chistes inocentes, pero ninguno logró hacerlos sentir esa conexión que se supone deberían de sentir.

Otra vez Aizawa maldijo a las películas por su falsa y vacía percepción de las familias elegidas. No era tan fácil ni lindo como se mostraba.

Esa vez, el que lucia mas que nervioso fue su esposo, quien no dejaba de jugar con su cabello mientras su mirada se perdía en algún punto de la casa, pensando silenciosamente si la falta de conexión entre ellos y los niños se debía a que en realidad ellos no estaban preparados para ser padres.

Solo fue un día difícil, ya vendrán mejores —le repita su pareja en busca de calmarlo.

Sin embargo y aunque no quisieran, ese pequeño tropiezo los afectó al punto que pospusieron su siguiente visita hasta un mes después, incapaz de soportar la idea de volver a salir con la impotencia en los corazones.

Para cuando no pudieron posponerlo más, volvieron a subir al auto siendo alentados por su mejor amiga Kayama quien les gritaba que si no regresaban con su nuevo sobrino ni se les ocurriera regresar.

Y aunque el humor de la mujer les ayudaba a fingir un poco que los nervios no existían, en realidad el temor los carcomía por dentro.

Pero eso no pareció importar cuando Aizawa, siendo peinado por dos niñas y ayudándole a otra a colorear un poni, recibió el llamado de su esposo.

— Hey, Shouta, mira lo que me encontré.

Giro a ver a su pareja y lo encontró con una radiante sonrisa y una diminuta bolita de cabellos índigos y ojos tímidos en los brazos.

— Es Hitoshi, le gustan los gatos, plaza sesamo y dormir ¿No es lindo?

— No es un juguete.

— ¡Pero es tan adorable!

— Hitoshi es el más pequeño de aquí junto a Tony —explicó la niña que coloreaba el dibujo—. La última vez que vinieron no lo conocieron porque tenía sueño y se fue a dormir, siempre está durmiendo o viendo plaza sesamo, le gusta mucho el pájaro amarillo.

— ¡Si, Toshi es un bebé! —concordó la niña que lo peinaba—. Tony siempre está enojado y nunca nos deja acercarnos, pero Toshi nos deja peinarlo y jugar a que es un bebe cuando jugamos a la casita.

— Y le gustan mucho los gatos; una vez cuando apenas aprendía a caminar encontró uno por ahí —señaló la esquina del patio donde se encontraban—, lo abrazo y se quedó dormido con el; la señorita Hikaru casi se desmaya cuando no lo encontró.

Ante las historias de las pequeñas, Aizawa se levantó del suelo y caminó hacia su esposo para conocer mejor al niño; el infante no parecía entender mucho de la situación ni porque ese ruidoso hombre rubio lo llevaba de un lado a otro como si fuera un peluche, pero al parecer su cabello le recordaba al plumaje del pájaro amarillo de su serie favorita porque ya estaba jugando con el.

Honestamente Shouta no pensaba que a su esposo le interesara adoptar a un niño tan pequeño, después de todo con los más grandes era más fácil crear una conexión porque eran más parlanchines y más hiperactivos, en cambio, el infante que llevaba Hizashi en sus brazos solo parecía querer volver a su cama a dormir y soñar con elmo.

Sin embargo, todo en lo que parecía creer se derrumbó apenas se acercó a su pareja y los ojos del niño brillaron al ver el broche en forma de gato que llevaba en su cabello, cuando estiró su manita para conseguirlo, Shouta entendió que cuando las personas estaban conectadas, las palabras sobraban.

— ¿Ahora lo notas? —preguntó su esposo, sonriendo como jamás lo había visto sonreír.

— Si... —miró al niño quien ahora sonreía complacido después de obtener el broche—. Hola, Toshi...

Y esa misma tarde comenzaron los papeleos para que Hitoshi se uniera a su familia.

El día que llegaron a su nueva casa fue también el día más jodidamente caluroso del año.

Hizashi agradeció poder llegar antes de lo previsto porque se estaba muriendo del calor y su esposo no dejaba que abriera todas las ventanas del auto o prendiera al límite el aire acondicionado porque "el niño esta durmiendo"

Así que apenas estacionó el coche afuera de la que sería su nueva vivienda abrió la puerta para que la brisa entrara y lo refrescara.

— ¿Lo muebles ya están dentro, cierto? Dejare a Hitoshi en el sofá y vendré a ayudarte con las cajas.

— Si, como sea, no es mucho.

Aizawa asintió y cargando a su hijo en brazos sobre su pecho se dirigió a la puerta de su hogar, sin embargo, antes de llegar a su destino una pequeña melena rubia se le atravesó.

— ¡Hola, señor extraño!

— ¿Eh? —giró hacia abajo de donde la voz provenía—. Ah, hola.

— ¿Ese es un niño? —señaló.

Por su manera de hablar y su estatura, Shouta dedujo que el pequeño rubio frente a él tenía tan solo uno o dos años menos que Hitoshi.

— Si, es un niño.

— ¿Y es su hijo?

— Si, es mi hijo.

— Wow, mis papás también tiene un hijo, soy yo.

— ¿Enserio?

— Sip.

El hombre intentó contener su risa.

— ¿Cómo te llamas?

— Denki. Con D mayúscula al principio, un puntito sobre la "i" y sin pokemones dibujados; así me lo enseño a escribir mi mamá.

— Lindo nombre.

— ¿Enserio? Yo me quería llamar Newton

— ¿Cómo el científico?

— Como el pokemon.

Ah, si, eso tenía más sentido.

— ¿Y qué haces aquí? ¿Tus padres no se preocupan si no estas en casa?

— Vivo allá —señaló una casa cercana—. Estoy todo el tiempo por el vecindario, mis padres no se preocupan porque siempre sigo las reglas, como no bajarme de la acera, ver a ambos lados al cruzar, no molestar a los animalitos, no molestar a los vecinos y no hablar con extraños, como usted, señor extraño.

Bueno, al menos intentaba seguir las reglas.

— ¿Y usted donde vive?

— Yo vivo justo aquí.

— ¿En esta casa?

— Si, mi familia y yo nos acabamos de mudar.

— ¿Así que son nuevos aquí?

— Si, exacto.

El niño pareció pensar sus palabras por un par de segundos y luego abrió los ojos como si hubiera recordado algo muy importante justo en ese momento. Corrió a la que se suponía era su casa y se perdió detrás de la puerta con la mirada de Aizawa confundió detrás de él.

Muy extraño, pensó.

Sin entender la actitud del menor y dejando pasar ese extraño momento entro a su casa y suspiro al ver todos los muebles ya ordenados en el espacio asignado. Con cuidado dejó a su hijo sobre el sofá y estiró un poco los brazos antes de volver a salir para ayudarle a su esposo con las cajas que faltaban de la mudanza.

Después de intentar y fallar un sin fin de veces en los colegios de Hitoshi y no soportar más ver a su hijo llorar porque los niños de su clase eran crueles con él, habían decidido mudarse y comenzar desde cero en una nueva prefectura. Habían conseguido nuevos empleos bien pagados y en el mismo colegio, además de que su nueva casa era más grande y apta para que su hijo se desarrollara en ella; por donde fuera que lo vieran las cosas parecían ir mejorando y esperaban que se mantuvieran así.

— ¿Necesitas ayuda? —le pregunto a su esposo llegando hasta su lado.

— Solo ayúdame con esa caja; tiene los juguetes de Hitoshi y si uno se rompe no dejará de llorar toda la semana.

Aizawa suspiro; desde que su hijo había dejado su obsesión con plaza sesamo apenas dos años atrás, se había obsesionado con la película del castillo ambulante; la veía a todas horas y tenía todas las figuras de los personajes.

Howl, Sophie, Marc, Calcifer, la bruja calamidad y hasta el perro viejo formaban parte de su colección, cabeza de nabo fue la más difícil de conseguir y después de buscarla en mil tiendas y sitios web al fin la había conseguido y recibido en navidad, por lo cual, sabían que si algo le pasaba a cualquiera de las figuras dentro de esa caja, no lograrían detener el llanto del menor por al menos tres días seguidos. 

— ¿Crees que todo haya llegado intacto?

— Espero que si.

— ¿Quieres que-?

— Señor extraño —otra vez, la aguda vocecita llamó su atención.

— Oh, eres tú de nuevo, ¿qué sucedió hace rato?

— Recordé que mi mamá siempre le lleva postres a los vecinos nuevos, así que fui por el suyo.

— ¿Enserio? No debías molestarte.

— Fue muy rápido hacerlo.

— ¿Tu lo hiciste? —el niño asintió—. ¿Y que es?

— ¡Ta-dha!

Con ambas manos alzó -como si se tratara de Simba en el rey león- un sándwich mal envuelto entre servilletas.

Cuando Aizawa puso atención, se dio cuenta que era un sándwich de crayolas.

Esta vez no pudo ocultar su sonrisa.

— Bienvenidos, señores extraños.

— Gracias, Denki...

La primera vez que tuvieron que hablar con Hitoshi sobre su adopción fue también la primera vez que llegó con una invitación para el festival del día de las madres que se celebraría en su colegio.

Su curiosidad, como la de todo niño se mantenía en desarrollo constante soltando preguntas al aire en busca de una respuesta, sin embargo, aveces su preguntas eran muy distintas a la de los otros niños.

— Papi Zashi, ¿por qué yo no tengo una mamá?

Aquella duda fue soltada con curiosidad e inocencia, él pequeño se mantenía sentado frente a él, balanceando los pies de afuera hacia adentro y bebiendo de su jugo de naranja. Aizawa a su lado seguía leyendo la invitación sin saber exactamente qué decir.

— Bueno, tenias una pero la perdimos.

— ¡Hizashi!

El rubio rió y su esposo lo fulminó con la mirada.

— Ignora a tu padre, cariño.

— La verdad, Toshi, es que si tienes una mamá pero jamas la has conocido.

— ¿Y algún día la conoceré?

— No lo se, eso depende de ti, pero cuando seas más grande y entiendas mejor este asunto, por ahora confórmate con tener dos padres que te aman muchísimo y te comprarán una piraña.

— No le compraremos una piraña al niño.

— Bueno, tal vez una tortuga.

Shouta suspiro pesado y miró a su hijo ignorando a su esposo.

— Toshi, cariño, tener una familia diferente a las de tus compañeros no está mal; tú no tienes una mamá pero tienes dos papás y eso también está bien, ¿si?, tal vez no podrás celebrar este día como todos los demás, pero podrás faltar al festival y ver Don gato y su pandilla todo el día.

— ¿Lo ves? ¡No es tan malo como parece! —el niño pareció pensarlo unos segundos antes de asentir convencido y regresar su atención a su bebida. Aizawa suspiro a su lado y Yamada sonrió—, además, si eso te molesta, siempre puedes llamar "mamá" a tu padre Shouta.

— ¡Hizashi!

Los adultos comenzaron una infantil pelea y por un minuto Hitoshi se preguntó si su vida sería tan divertida si remplazará a alguno de sus padres por una madre.

Inmediatamente desechó esa idea.

— ¡Espera!... ¡¿Entonces tus papás no son tus papás?! —gritó Denki más asombrado de lo que debería.

— Todos saben eso. Los niños de mi escuela me lo recordaban siempre.

— ¡Yo no lo sabía!

— ¿Pensabas que había nacido de mis papás?

— ¡Pues claro que si!

Y aunque ni Denki a sus diez años ni Shinso a sus casi once sabían cómo nacían los bebés, a Hitoshi no le pareció muy inteligente que Kaminari pensara eso.

La segunda vez que el tema de su adopción fue puesto sobre la mesa, fue dos semanas después de cumplir quince años, cuando sus padres le pidieron que bajara y se sentara en una de las sillas alrededor de la mesa.

Hitoshi jamás había sentido tal tensión entre los tres, así que apenas vio la mirada sería de los adultos posarse sobre el, se puso a repasar mentalmente si había hecho algo malo que los tuviera enojados.

— Descuida, no vamos a regañarte —le dijo su padre Shouta, quien siempre había tenido una facilidad sorprendente para leerlo.

— ¿Entonces...?

— Toshi —lo llamó su padre Hizashi, con una pequeña sonrisita que planeaba ocultar sus nervios—. Jamás hemos intentado ocultarte el hecho de que no somos tus verdaderos padres, siempre te hemos hablado de tu adopción con la normalidad que amerita. Cariño, que no compartamos lazos sanguíneos no significa que te amemos menos; siempre te estuvimos esperando, te elegimos y jamás nos arrepentiremos de nuestra decisión... pero como te lo decíamos cuando eras pequeño, llega un momento en el que eres más capaz de entender esta situación y tomar decisiones que realmente quieras... por eso...

Por la mesa se deslizó un carpeta delgada de color azul, sus padres la miraron fijamente hasta que el adolescente la tomó en silencio aún sin abrirla.

— Es la información sobre tus verdaderos padres... bueno, en realidad solo de tu madre; cuando te adoptamos nos dijeron que no se sabía nada de tu padre biológico así que no hay un expediente sobre el.

— No debes abrirlo ahora si no quieres, pero debes saber que tienes la opción de hacerlo. Jamás te impediremos conocer a tu madre biológica o entablar una relación con ella si así lo quieren, sabemos que el camino de ser un niño adoptado es difícil, y como tus padres solo queremos hacerlo lo más llevadero posible.

El menor miró atónico la carpeta entre sus manos. Repentinamente se sentía desorientado, como si el mundo girara a una velocidad mayor a la que él podía soportar.

— ¿Por qué me dan esto ahora?

— ¿Por qué deberíamos guardarlo? —preguntó Shouta de manera capciosa—. Como te lo dijo tu padre, jamás hemos intentado ocultarte la verdad, y no empezaremos por hacerlo ahora. Tal vez en un futuro quieras conocer a tu madre, tal vez no, pero debes de saber que la decisión es enteramente tuya y la respetaremos.

Hitoshi volvió a mirar la carpeta, incapaz de creer que tenía algo como eso entre sus manos.

No se creía capaz de tomar una decisión tan transcendental. No quería abrir la carpeta pero tampoco abandonarla sobre la mesa y olvidarse de ella.

Para ser sinceros, ni siquiera quería recordar que los hombres que estaban frente a él no eran sus padres reales.

— Entonces... si tú quieres, puedes conocer a tu verdadera madre, ¿cierto? —preguntó Denki, viendo desde su cama la carpeta en el escritorio como si repentinamente se fuera a transformar en un holograma.

— Si, así es.

— Interesante...

Aquella misma tarde los padres de Kaminari habían tenido una emergencia y tuvieron que dejar a Denki a cargo de los padres de Shinso para asegurarse de que no quemara la casa mientras no estaban.

Hitoshi no creía buena idea mezclar sus dudas existenciales con el niño más impredecible del mundo, pero al final Kaminari se había percatado sobre que algo le inquietaba y de alguna extraña manera había terminado sacándole la verdad.

— ¿Y que decidirás?

— No lo se, aún no lo pienso.

— O lo piensas demasiado.

— Hay muchas cosas que tengo que tomar en cuenta.

— Claro que no, solo pregúntate a ti mismo si en verdad quieres tener a tus progenitores en tu vida o si prefieres seguir desplazando su existencia. No es tan difícil, tus mismos padres dijeron que podías cambiar de opinión.

— ¿Mis "progenitores"?

— Bueno, noté que no te gustaba usar la palabra "madre" y supongo que tampoco te gustaría llamar padres a unos completos extraños que no estuvieron para ti como lo hicieron las personas que te adoptaron.

Denki se encogió de hombros con desinterés y siguió leyendo el cómic que había llevado para distraerse; sin siquiera notar que había resuelto la incógnita que llevaba girando en la cabeza de Hitoshi desde esa misma mañana.

Aquella fue, tal vez, la primera vez que Shinso notó lo mucho que le agradaba la forma en que la mente de Kaminari funcionaba. Era impredecible, infantil y sencilla; no se atormentaba con las cosas pequeñas y buscaba las soluciones más fáciles para los problemas difíciles.

Para él, Denki Kaminari jamás dejaría de ser un ser único en el mundo.

Tal vez, ¡solo tal vez!, si le dieran la opción de pedir un deseo, elegiría tener un segundo Denki Kaminari en el mundo.

En cualquier parte del mundo, no le importa realmente, solo necesitaba conocer al pobre diablo que se enamorara de él para descubrir si el hecho de no poder entender al hiperactivo rubio y su distorsionada manera de pensar era un problema general o solo le pasaba a él.

Es que en serio -pero enserio - Shinso comenzaba a dudar si había algo mal en su cerebro que no lo dejaba comprender al rubio en su plenitud.

— Es raro... bueno, tú también, pero el más raro así que no te preocupes, no hay nada malo en ti... nada fuera de lo normal, al menos —le había dicho Monoma una vez.

Había empezado su relación con Denki hace menos de un mes, al fin habían dado ese paso en su relación donde dejaron de revolotear uno tras el otro y habían decidido entablar algo real entre ellos.

Denki había perdido la apuesta pero Monoma se había encargado de destruir las fotos y el celular; Shinso le había cerrado la boca al idiota que había comenzado con todo eso y por ahora no tenían mayor problema por el que preocuparse que en ser la pareja más cursi y empalagosa que el mundo pudiese presenciar.

Hasta que Hitoshi se dio cuenta que el ritmo que Denki manejaba era tan rápido y brillante que aveces lo dejaba desorientado y perdido.

De un minuto a otro podía pasar de hablar sobre su tarea de matemáticas a enlistarle los diez dinosaurios más peligrosos del mundo; en sus citas podía pasar de tomar su mano y caminar por el parque, a perseguir alguna ardilla que se encontrara y luego correr por su vida porque la ardilla lo estaba persiguiendo a él.

Jamás sabía en qué dirección iban sus pensamientos, cuáles eran sus intenciones o siquiera si lo que decía tenía lógica o fundamentos. Podía decir verdades crudas de forma sencilla, sus pensamientos eran una rara combinación de ideas infantiles y reales y su propio lenguaje era anormal y hasta aveces confuso.

Después de conocerse por tanto tiempo debería de estar acostumbrado a llevarse un sin fin de sorpresas con el chico que ahora era su novio, sin embargo, debe de admitir que se sorprendió al menos un poco cuando llegó a su casa y vio una fila de cajas de cereales en el centro de la mesa.

No, eso en cualquier otra situación no le hubiera extrañado ni un poco; pero en esa ocasión logro descolocarlo dado que era justo en la noche que cenaría con sus padres y se presentaría oficialmente como el novio de su hijo.

— Denki...

— ¿Si?

Exactamente, ¿que es esto?

— No seas tontito, Toshi; es obvio que es la cena.

Tontito...

Si, Hitoshi se sentía muy tontito al no imaginarse cereal con leche como plato principal en la primera cena con sus suegros.

— ¿No dijiste que cocinarías una receta que encontraste la otra noche?

— Ah, si, esta en el horno quemándose. No salió como esperaba —hizo un puchero, aunque no pareciera verdaderamente triste por su pérdida—. Pero no te preocupes, hay cereal de todos lo sabores y colores, menos esa aberración sin azúcar, es horrible.

— De hecho, es el único que como.

— ¿Enserio?... oh, entonces será una cena muy ligera para ti.

Hitoshi sabía que la decisión más congruente sería ir a la tienda más cercana y comprar algo de comida instantánea antes de que los padres del rubio llegaran y se encontraran con la misma sorpresa que él; pero la sonrisa emocionada de sus novio anhelando presentarlo oficialmente como su novio frente a sus padres con un plato de cereal como cena, le impidió moverse de su lugar.

Si Denki quería cocinar recetas engañosas de internet y comer cereal con leche como plan de emergencia, entonces él lo seguiría.

Porque hasta un plan tan burdo como ese, sonaba perfecto siempre y cuando fuera acompañado del chico de ojos brillantes.

O eso pensó hasta que vio a Denki servir primero la leche antes que el cereal.

¿Que tan razonable sería divorciarse aún cuando no estuvieran casados?

Hitoshi se mantiene alertó en todo momento, con los ojos fijos en su enemigo y la completa disposición de salir corriendo de la habitación si la situación lo amerita.

Esta en la habitación de Denki y no recuerda haber pisado ese lugar a desde los once años, cuando aún había stikers de Spiderman pegados en las paredes y un pokemon deforme dibujado con plumón justo a un lado de la cama.

Ahora la habitación es más linda y menos infantil, con muchas luces decorando el lugar, un montón de fotografías inmovilizando buenos recuerdos y -por alguna razón- un póster de Lilo y Stich tapando el lugar donde antes el armofo dibujo se encontraba

— Es lo único que encontré —le había dicho alguna vez Kaminari.

Pero aquel afiche no era el problema, el verdadero problema se encontraba al otro lado de la habitación, acostado en su mullida cama, moviendo la nariz "inocentemente" y mirándolo fijamente, como si recordara su primer encuentro de hace años atrás.

— Ah, ahí estas, señor conejo, pensé que estabas abajo —dijo Denki, acercándose al animal.

Cuando el conejo dio un pequeño salto en su lugar, Hitoshi retrocedió, convencido de que el animal estaba completamente consiente del poder que tenía sobre el.

Igual que su dueño, pensó sin poder evitarlo.

— ¿Recuerdas a Toshi, señor conejo? Lo mandaste al hospital cuando ambos eran pequeños.

El menor cargo al mamífero y Shinso juro que la bola de pelos se burló de él desde los brazos de su novio.

— Puedes acercarte; estarás bien mientras no lo toques ¿cierto?

— Si, pero prefiero no arriesgarme —contestó, manteniendo la distancia entre el conejo y su salud.

— Que malo eres, Toshi, ¿te das cuenta que el señor conejo es básicamente nuestro hijo?

Aunque el rubio soltó aquello como una burla sin mucho sentido, ambos parecieron repasar ese descubrimiento por un par de minutos, asombrándose con sus propias conclusiones.

— ¡Todo este tiempo hemos tenido un hijo, Toshi!

— Den, no-

— ¡Tu eres su padre original porque fue tu regalo de cumpleaños, pero como no podías estar con él yo lo cuide y me volví su segundo padre!

— Eso no es-

—¡Todos estos años pensaba que eras mi crush imposible cuando ya hasta tenía un hijo contigo!

— Denki, no-

— Oh, Dios, me siento profanado.

— ¿Quieres dejar de-?

— ¡Págame la pensión, desobligado!

— ¿Te das cuenta de la locura que estás diciendo?

— ¿Me estas llamando loco frente a nuestro retoño?

— ¡Es un conejo!

— ¡No me grites frente al niño, Hitoshi!

Shinso suspiro y Denki se mordió la lengua en busca de retener su risita.
Afuera de la habitación, los padres del rubio observaban todo con diversión en los rostros.

— ¿Te imaginas cuando adopten a su primer hijo?

— El niño necesitará terapia.

El último balón pasó por el aro y el agudo sonido del silbato resonó por el enorme gimnasio; el entrenador les pidió tomarse unos minutos para hidratarse y descansar y todos los presentes obedecieron, aceptando las botellas de agua que los ayudantes les ofrecían y dejando los balones en el lugar correspondiente.

Hitoshi vio de reojo como Satori corría a las gradas para reunirse con Monoma. Esos dos habían estado más juntos de lo normal en los últimos meses, no le sorprendería encontrarse con un anillo en el dedo de su mejor amigo muy pronto.

Tampoco podía quejarse, porque apenas terminó de beber de su botella sus pies se giraron a donde Denki se encontraban conversando con la hermana de Sato, sin embargo, su camino fue interceptado por una mujer desconocida.

Tenía el cabello negro y corto hasta los hombros, sus ojos cansados y oscuros se le hacían familiares; no recordaba haberla conocido o siquiera conversado con ella, pero su mirada lucia nostálgica.

— Hola, tú debes ser Shinso Hitoshi, ¿no?

— Si, soy yo; ¿nos habíamos conocido antes?

— No de la forma que me gustaría, pero descuida, no te culpes por no recordarme, soy una vieja conocida de tus padres.

— Siento no recordar su nombre —se disculpó.

— Descuida, no importa realmente; de hecho, no quiero quitarte mucho tiempo, solo quería felicitarte por tu reciente nombramiento como capitán; he escuchado que si alguien se lo merece, ese eres tú.

— Muchas gracias, intentó esforzarme.

— Tus padres deben estar muy orgullosos de ti, ¿no es así?

— Nací con la suerte de tener a los mejores padres del universo; ellos han estado orgullosos de mí desde que no era nadie.

— Para las personas que te quieren siempre has sido "alguien", solo que no lo notas —sonrió. Ante sus palabras Hitoshi no pudo evitar girar a ver a Denki.

Después de tantos años el rubio seguía pareciendo un iman que llamaba de forma magnética su mirada. Siempre atrayéndolo hacia sí. Siempre llamando su atención.

— ¿Alguien importante? —preguntó la mujer al notar la dirección de sus ojos.

Shinso sonrió por la pregunta.

— Mi prometido —respondió, sintiendo una corriente eléctrica recórrelo ante sus propias palabras. Desde que Denki había aceptado casarse con el, no había dejado de notar lo bonita que sonaba aquella palabra junto a la imagen de su novio.

— Oh, no me había enterado.

— Aún no lo hacemos público. La propuesta fue hace poco, pero seguro los medios no se tardarán en descubrirlo.

— Puedo notarlo, sus rostros me lo dicen todo. Cuando mi esposo me propuso matrimonio tarde casi un mes de quitarme el rostro de colegiala enamorada.

— ¿Está casada?

— Si, tengo una pequeña familia con mi esposo y mi hija; ella ha visto alguno de tus partidos, siempre le pareces muy... especial.

— Siempre están invitados a todos mis partidos.

— Gracia, cariño.

— ¿Ella no vino con usted? Me gustaría conocerla.

— No, lamentablemente ni ella ni mi esposo saben que estoy aquí.

— ¿Enserio?

— Si, aunque ya es hora de que vuelva.

— Podría darle boletos para el siguiente partido, así podría traer a su familia.

— No es necesario, cariño; estoy bien con tan solo verte por televisión.

— Pero-

— Me tengo que ir, cuídate mucho ¿si?, espero todo salga bien con la boda.

— ¿Ah? Oh, si, gracias.

Adiós, Hitoshi.

Tan rápido como apareció, la mujer desapareció. Dando la vuelta y caminando a la salida con paso lento pero firme, como si quedarse otro minuto en ese gimnasio no fuera una opción.

Hitoshi mantuvo la mirada en ella hasta que desapareció de su visita.

Los profundos y oscuros ojos de aquella extraña le seguían pareciendo peculiarmente familiares, como si todo ella fuera una desconocida conocida.

Muy raro, si se lo preguntan.

— Señora, lo siento pero este es un entrenamiento privado, ¿podría enseñarme su identificación y pase de acceso? —pidió un vigilante en uno de los pasillos del gimnasio interceptado a la mujer.

— Si, deme un minuto.

Después de buscar en su bolso por unos breves segundos le extendió dos tarjetas plastificadas que el oficial se encargó de inspeccionar y verificar.

— ¿Puede repetirme su nombre, por favor?

— ¿Es necesario?

— Necesito comprobar que este pase le corresponda a usted, no sabe cuántos aficionados locos nos hemos encontrado.

La mujer soltó una leve risita y asintió.

— Entonces, ¿su nombre es...?

— Azame. Azame Shinso.

— Azame Shinso... —repitió el hombre, terminando con las tarjetas y regresándoselas—. ¿Tiene alguna relación con los jugadores?

— Solo soy una vieja conocida. Nadie importante...

Kaminari cerró la puerta de su departamento y de dejó caer en el primer sofá que se encontró.

El frío afuera era horrible, la calefacción se había estropeado la semana pasada y no tenía a Hitoshi para acurrucarse el resto de la tarde porque estaba en otra ciudad firmando unos contratos con su agencia.

Pero eso no era lo que lo tenía fastidiado.

Los culpables de su dolor de cabeza y su estrés eterno eran esas cámaras y micrófonos molestos persiguiéndolo a todos lados.

No le molestaba contestar un par de preguntas o tomarse unos minutos para hablar con los medios y los reporteros, pero cuando las preguntas eran tan repetitivas e invasoras prefería salir huyendo y refugiarse en su cómodo departamento.

La semana anterior la noticia de su compromiso había estado en todas las portadas de las revistas de moda y en los canal de chismes más famosos, y ahora que la emoción había disminuido tan solo un poco, los reporteros iban tras una nueva incógnita.

La adopción.

Todas las preguntas que había recibido en los últimos días era sobre si planeaba formar una familia con Hitoshi y un próximo hijo, incluso llegaban a preguntarle -dando por hecho la adopción- el nombre del bebé o cuántos hijos planeaban tener.

Y más que molestarle la evidente invasión a su privacidad, le molestaba el poco tacto que podían tener las personas ante el tema.

Le angustiaba mucho pensar en la adopción. No se sentía preparado para tomar la completa responsabilidad de un niño y el hecho de que todos le preguntaran sobre su futuro como padre, como si fuera una obligación, lo hacía colapsar. 

Tal vez en un futuro podría aceptar mejor la idea, pero sinceramente, en ese preciso momento todo se sentía tan forzado que el simple hecho de pensar en adoptar un bebé le causaba una pesada angustia en el pecho.

— ¿Que sucede, Den? —le había preguntado su -futuro- esposo la tarde que había regresado a casa y lo había notado claramente decaído.

— Nada.

— No te creo.

— Nada, Toshi, enserio.

Y tal vez ese fue su primer error, pues si hubiera hablado con Hitoshi desde un principio sobre todo aquello que lo atormentaba, tal vez la futura gran pelea se hubiera evitado.

— ¿Enserio no quieres acompañarme?, Satori también estará ahí.

— Prefiero quedarme aquí, gracias.

— No has querido salir los últimos días, ni siquiera a cenar o a comer. ¿Todo bien? ¿Te sientes enfermo?

— No, solo quiero quedarme aquí.

— ¿Enserio?

— Si, descuida, tal vez el fin de semana podamos salir a visitar a tus padres.

— Bien, tú ganas, pero si cambias de opinión llamame.

— Lo haré —prometió.

Y aunque Denki se negara a salir para evitar todas esas preguntas que lo derrumbaban y le hacían cuestionarse su vida entera, la realidad es que aveces el silencio de su casa solo lo hacía sentirse peor.

Y no tardó mucho en romperse y crear una gran pelea con su prometido que terminó con ambas partes molestas, tristes e inconformes.

Kaminari ni siquiera recuerda como sucedió; tal vez Shinso hizo muchas preguntas y él las esquivó todas y el mayor se molestó y él también lo hizo; tal vez solo se cansaron de fingir que todo estaba bien y no pudieron evitar discutir; tal vez solo paso o tal vez ni siquiera hubo una razón lógica para su discusión.

Lo único que recuerda con claridad es tomar su billetera, las llaves de su auto y a Monoma Neito antes de manejar a un hotel y ponerse a llorar en una habitación.

Había salido de su casa porque no quería seguir discutiendo con Hitoshi, había ido a un hotel porque no pensaba dormir en el departamento y se había llevado a Monoma porque le daban miedo los hoteles. Así de fácil.

— Entonces... ¿estas triste?

— ¡Estoy destrozado, idiota!

— Es lo mismo.

— ¡No lo entiendes!

— Estas muy triste porque peleaste con Hitoshi. Lo entiendo, ahora, cuéntame lo que sucedió.

— ¡Sigues sin entenderlo!

— Que si lo entiendo, carajo.

— ¡Claro que no! Llámale a Satori y termina con el.

— ¿Qué? ¿Por qué carajos haría eso?

— Porque necesito que entiendas mi dolor.

— No voy a-

— ¡Hazlo o vuelvo a llorar!

— ¡Está bien!

Monoma bufo y tomó su celular; marcó el número de su novio y después del segundo timbre escuchó su voz al otro lado de la línea.

¿Hola, Sato?

— Hola precioso, ¿que sucede?

— Nada especial, solo llamaba para avisarte que terminamos.

— ¿Qué?

— Termínanos —repitió—, ah, pero nos veremos mañana en el desayuno, y revisa que fideo tenga comida en su trasto, no dejes que entre a la cocina porque deje algunas bolsas en el piso. Nos vemos mañana, adiós.

— ¡Espera, Neito!

— ¿Si?

— Podrías... ya sabes... ¿darme una razón de porque terminas una relación de siete años por llamada telefónica?

— Oh, si; Denki discutió con Hitoshi y tengo que terminar contigo temporalmente para entender su dolor.

— ¿Sabes que eso no tiene sentido?

— Ya lo se, pero la idiotez es contagiosa. ¡Adiós!

— ¡Espera, Nei-!

Colgó la llamada y miró a su compañero quien ya estaba hecho una bolita de cobijas y llanto en su cama.

— Ahora si, rata eléctrica, cuenta todo.

Denki no necesito que se lo pidieran una segunda vez, apenas tomó aire comenzó a relatarle su problema con la prensa desde semanas atrás y su incertidumbre ante convertirse en padre cuando ni siquiera se sentía listo para llenar los papeleos de adopción; Neito escuchó cada palabra en silencio y solo intervino cuando era extremadamente necesario. Escuchó con atención cuando el rubio relató su discusión con su prometido y como las cosas se habían salido de control al punto de escapar de casa para tomarse un tiempo y enfriar sus pensamientos.

A Neito en un principio le había parecido dramático y gracioso, pero ahora podía notar la verdadera gravedad de la situación. Satori y él habían hablado sobre el tema de los hijos y la adopción hace unos años atrás, dejando en claro que ambos preferían mantener su pequeña familia como había estado hasta ahora, con ellos dos y su perro fideo en una cómoda casa; su opinión en cuanto al tema estaba más que decidida, sin embargo, parecía que Hitoshi y Denki aún no lo tenían tan claro .

— ¿Has tratado de hablarlo con el?

— ¡Por eso empezó esto! —contestó, limpiándose las lágrimas con un pañuelo desechable—. El empezó a hacer muchas preguntas y yo le dije que la prensa me tenía harto; tal vez lo malinterpreto y pensó que el problema era salir con él y estar expuesto a los medios, cuando en realidad, el verdadero problema es que los medios no dejan de meterse en nuestras vidas a un nivel inhumano.

— Entonces todo fue una serie de mal entendidos.

— No me molesta que Hitoshi sea una figura pública y me arrastre con el, pero tampoco quiero sentirme presionado por ser padre solo porque un montón de cámaras lo dicen.

— Deberían de hablarlo de verdad, sin malentendidos de por medio.

— ¿Pero si Hitoshi si quiere adoptar? El mismo tiene un sin fin de razones para hacerlo, sabe lo que es estar en ambos lado del muro, sabe lo que significa ser adoptado y tener la posibilidad de adoptar; ¿No estaría siendo un egoísta por impedírselo?

— ¿Y él no estaría siendo egoísta por obligarte? —Kaminari bajo la mirada ante la pregunta—. Ser padres no es una obligación, Denki, y tomarte el tiempo adecuado para pensarlo tampoco es un pecado. Creo que ambos deberían hablarlo seriamente.

Denki asintió sabiendo que el rubio tenía razón y Monoma suspiro tomándose su celular y caminando hacia al puerta de la habitación.

— Piénsalo una poco, iré a la recepción a buscar unas cosas, no tardó. No muerdas ningún cable mientras no pueda grabarte.

El menor le arrojó una almohada y el rubio la esquivó con una risita. Salió de la habitación y le volvió a marcar a Satori, siendo respondido apenas el primer tono sonó.

Olvida lo de antes, se cancela el divorcio. Ven por mi y trae a Hitoshi.

— ¿Todo bien?

— Eso espero...

Apenas diez minutos después de su llamada, Satori ya estaba esperándolo afuera del hotel con Shinso a su lado; Monoma le entregó las llave al mayor y le dio el número de la habitación antes de subir al auto de su novio y despedirse. Después de preocuparía por las consecuencias de su traición, ahora sólo quería regresar a dormir a su casa.

Si se lo preguntan a Denki, ese momento en su relación fue de los más difíciles de sobrellevar.

Cuando Hitoshi le confesó que en realidad a él le gustaría adoptar un hijo en un futuro, se sintió tan asustado como un niño.

Pero cuando su novio lo escuchó sin interrumpirlo ni una vez y le dejó en claro que la decisión era de ambos y jamás lo obligaría a formar una familia que no quisiera, se sintió tonto por desconfiar de Shinso.

Claro que él no era ese tipo de persona; claro que respetaría su postura y le daría su tiempo para pensarlo. Tal como sus padres le dieron -en un pasado- la opción de conocer a su madre biológica y cambiar de opinión en un futuro, él le estaba dando la misma posibilidad.

Y Denki enserio quiso llamar a sus suegros y agradecerles por la gran persona que habían criado y formado.

Porque sin importar su edad, Shinso Hitoshi seguía siendo ese adolescente que lo vigilaba en el parque para que no se lastimara y separaba las verduras que no le gustaban para que las pudiera comer; seguía ayudando a todo aquel que lo necesitara y alimentando a gatos callejeros que se encontrará.

Y Denki no pudo estar más que agradecido por tenerlo en su vida, a pesar de todos los obstáculos que alguna vez se les habían presentado, agradeció poder haberlos superado juntos y ahora disfrutar de su compañía mutua.

Quería tener una familia con Hitoshi, sin importar si únicamente eran ellos dos en su pequeño departamento o acompañados de un par de pequeños niños ruidosos. No le importaba mientras Shinso estuviera en sus planes.

Deberían pensarlo y hablarlo un montón de veces más antes de tomar una decisión tal como lo hicieron en algún momento los mismos padres de Hitoshi, por ahora se conformaban con saber sus opiniones y arreglar ese problema como la pareja que eran.

Y tan solo un mes después, Denki pudo darles una respuesta a los reporteros que siempre lo esperaban afuera de las prácticas de Hitoshi para llenarlo de preguntas, y enseñarles orgullosamente su certificado de adopción del señor gato.

Tal vez por ahora estaba bien comenzar con un felino, tomando en cuenta su exposición pública y el poco tiempo libre de Shinso por sus entrenamientos y partidos; tal vez en un futuro podrían presumir otro papel de adopción muy diferente al de un gato, no lo saben, deberán dejárselo al destino.

Por ahora, solo esperan seguir viviendo como la empalagosa pareja que son y disfrutar de su compañía hasta que la muerte lo separe...

Eso y seguir peleando porque el cereal va antes que la leche.

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