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¡HEY, MONOMA!

Si le pidieran a Satori describir a Monoma Neito, no podría decir nada más que era una persona demasiado peculiar.

Demasiado ruidoso, demasiado dramático, muchas veces exagerado, otras veces brillante, pero siempre peculiarmente magnético.

Monoma Neito era como un iman atrayendo al mundo hacia sí.

Siempre iba acompañado de una sonrisa gatuna, una aura de confianza y un par de ojos bonitos.

Muy bonitos, si se lo preguntan.

Dos orbes celestes ahogadas en perspicacia y diversión.

Demasiado peculiares, tal como el dueño.

Tus ojos son bonitos —le había dicho la primera vez que se conocieron. Para ser sincero, eso fue lo primero que le llamó la atención del rubio.

Ya lo se, no necesito que me lo digan.

Y eso fue lo segundo.

Su maldito carácter del demonio.

Defensivo, evasivo, sarcástico y manipulador.

Casi se sintió mal cuando se dio cuenta que lo que más le atraía del chico era su peculiar forma de ser, incluso se planteó el hecho de ser masoquista.

Pero Monoma Neito jamás pasó de ser una atracción pasajera; una de esas personas que ves por las calles y dices "mira que lindo es" para luego olvidarte y seguir tu camino.

O bueno, en su momento lo fue.

La segunda vez que su camino y el del sarcástico rubio se cruzaron fue durante un entrenamiento con Shohoku. En las gradas había varias personas que él reconocía a la perfección, como los dos hermanos intimidantes y ex militares de Arima, la novia de Bondo y el rubio de ojos bonitos de la UA.

Cuando planeo acercarse al último su camino se vio interrumpido por dos personas: Shinso Hitoshi y Kemy Utsushimi. Shinso se acercó a Monoma y comenzó a hablar con él, llevándose varias risitas y sonrisas del rubio y entrando en una burbuja de comodidad que solo ellos dos podían tener, mientras Kemy se acercaba a él y lo invitaba a ir a alguna cafetería después del entrenamiento con el resto de sus amigos.

Satori asintió enfocándose en la chica que le gustaba y olvidándose del rubio a lo lejos. Claro que no pudieron evitar pensar que Monoma parecía muy cercano a Hitoshi, incluso más de lo que un amigo debería estar.

— ¿Están saliendo? —preguntó Kemy, tomándolo del brazo mientras veía como los mismos dos chicos caminaban juntos a la misma dirección después del entrenamiento.

— No lo se —confesó.

— Deberías preguntarle a Shinso, ellos dos hacen bonita pareja.

— Si, lo hacen...

Y otra vez, mientras la chica lo arrastraba con el resto de sus amigos a su local favorito, dejó de un lado el tema y se permitió disfrutar del resto del día.

Él estaba enamorado de Kemy y al parecer Monoma estaba enamorado de Hitoshi. No había nada más en que pensar.

— Espera, ¿acaso estoy viendo a un capitán en la banca? ¿Acaso viaje a otro universo?

Satori levantó la vista del piso y miró al rubio que le había hablado; Monoma le hizo una seña con la mano para que se desplazara en la banca y le diera un espacio y luego le entregó una botella de agua.

— Gracias.

— No es nada, era para Hitoshi pero me esta ignorando por mensajearse con la rata eléctrica, así que pienso dejar que se deshidrate hasta que muera.

Dramático, pensó.

Había pasado mucho tiempo desde que había hablado a solas con Monoma, usualmente estaban acompañados por Hitoshi o por su novia.

Ex novia, mejor dicho.

Kemy lo había engañado con Bondo, un jugador del equipo de Shinso, y aunque ya había aceptado la ruptura y se había desahogado llorando toda la maldita semana en su habitación, aún le sorprendía como su corazón seguía negándose a desplazar a la chica y superarla.

El fin de semana anterior se había reunido con Hitoshi para acordar términos del partido que tendrían dentro de poco y se había reencontrado con Kaminari quien al parecer no solo era un viejo conocido suyo sino que también novio del capitán de Shohoku...o al menos eso pensó, hasta que uno de sus compañeros le aclaró que no había una relación más de la amistad entre ellos.

Y tampoco entre Monoma.

Ese mismo día también se había enterado que Hitoshi no salía con el niño de ojos bonitos y que todo ese tiempo estuvo mal interpretado su relación.

Nadie alcanza tus expectativas, eh; pensó, sin atreverse a decirlo en voz alta.

— Me entere sobre lo de tu ex novia... siento que las cosas hayan terminado así, se veían muy bien juntos.

— Tarde o temprano iba a suceder, al menos me alegro que aún no hubiéramos establecido nada serio.

— Pero aún así duele, ¿no?

— Si... —suspiro—. Pero los planes del destino son extraños, tal vez era necesario que nos separáramos para ser felices.

— ¿Felices con otras personas?

— Si, tal vez —se encogió de hombros—. Como te dije, el destino es extraño; puede que Kemi jamás haya sido para mi, que no era nuestro tiempo para estar juntos o que Bondo y ella fueran la pareja destinada, quien sabe, incluso pudiera ser que tu y yo termináramos casados.

Monoma soltó una risita divertida. Satori pensó que sus ojos no eran lo único bonito.

— No tienes tanta suerte —se burlo, causando esta vez la risa del mayor.

— Para tu mala suerte, enano, si ese es nuestro destino, no podrás escapar de el.

— Creeme, mi destino es ser soltero y exitoso, y no tengo planes de cambiarlo.

Otra vez, Satori sonrió.

— Ya lo veremos.

Monoma bufo con molestia mientras repasaba con la mirada a todas las personas que entraban al gimnasio en busca de una conocida cabellera rubia.

Kaminari se estaba tardando en llegar y el partido de Shohoku contra Ryonan estaba por comenzar, el gimnasio estaba repleto por estudiantes de ambas escuelas y sus nervios no dejaban de causarle una ansiedad terrible.

Desde que se había enterado de que Hitoshi estaba aplicando para una beca en otro país sus nervios no habían dejado de darle pelea. No quería arruinarle la sorpresa a su amigo, no quería estresarlo, no quería asustarlo, no quería separarse de él pero tampoco quería limitarlo.

Quería verlo triunfar en el mundo.

Quería que se fuera de esa pequeña prefectura con un montón de buenas experiencias y un sin fin de recueros lindos a los que aferrarse cuando pasará algún mal momento; pero parecía que el mal momento lo estaba pasando el, pues la presión de tener que esconder algo tan grande de su mejor amigo lo estaba consumiendo por completo.

— Wow, niño, te ves tremendamente estresado; comienzo a dudar si el que jugará en la cancha serás tú o yo.

— Hola a ti también, Satori.

— ¿Que haces aquí?

— Espero a un amigo... pero no le digas que lo llame "amigo" —Satori rió. No sabía si era por el uniforme amarillo de su equipo, por su cabello gris o por sus ojos color oliva, pero se veía más brillante— ¿y tú?

— Nada, necesitaba tomar aire antes de que empezara el juego.

— ¿No estas nervioso?

— No tanto. Pasará lo que deba pasar.

— Tu mentalidad me estresa.

Él mayor no pareció ofenderse por el comentario, en su lugar sonrió.

— A todo esto, ¿a quien vienes a apoyar, a Hitoshi o a mi?

— ¿En verdad quieres escuchar la respuesta?

— No, déjame conservar la ilusión.

Satori le guiñó un ojo y Monoma tuvo el impulso de desviar la mirada.

Aveces el chico lograba ponerlo nervioso.

Muchas veces, en realidad.

— El partido está por comenzar, será mejor que regreses con tu equipo.

— Si, tienes razón —respiro profundo el aire fresco antes de sonreír y darse la vuelta para volver a entrar al gimnasio, no sin antes despeinar el cabello del menor.

— ¡Hey!

— ¿Sabes? Te ves lindo con cualquier tipo de ropa, pero justo hoy preferiría que trajeras algo amarillo.

Y fingiendo que el comentario no le coloreó las mejillas, Monoma apartó su mano de un manotazo y escuchó al mayor irse riendo de vuelta con su equipo.

Odiaba sentirse como una jodida colegiala cuando el chico lo trataba así.

Odiaba sentirse tan extraño.

— ¿Color favorito?

— Lechuga.

— ¿Animal favorito?

— Bolígrafo.

— ¿Estación favorita?

— Dinosaurio.

— ¿Alguien te ha dicho que tienes gustos extraños?

— ¿Alguien te ha dicho que eres desesperante?

— Si, muchas personas.

— Mira, no es necesario que me lleves a mi casa, conozco el camino de memoria —se detuvo en mitad del camino para intentar convencer al mayor -por tercera vez- de que podía regresar a su hogar por si solo—. Solo dije que regresaría contigo para dejar a Hitoshi y Kaminari solos, no es necesario que en verdad me acompañes.

— ¿Y quedar como un mentiroso? —llevó su mano a su pecho de manera dramática y Monoma rodó los ojos—. Vamos, enano, de igual forma no tengo nada mejor que hacer.

Satori retomó el camino y Neito golpeó su hombro ofendido por el apodo; estaba acostumbrado a que Hitoshi fuera un maldito poste de luz andante, pero Satori era una más alto -por centímetros- que Hitoshi y jamás dejaba pasar la oportunidad para recordarle su enana estatura.

Al menos esperaba que Kaminari al fin se atreviera a comerle la boca a su mejor amigo para que todo eso valiera la pena.

Siguieron caminando hacia su hogar entre discusiones infantiles y apodos absurdos; cuando llegaron a la casa destinada y Neito pudo sentirse un poco aliviado al no ver los autos de sus padres aparcados afuera, lo invito a pasar.

— Ven, no están mis padres.

— Que atrevido —se burló, ganándose otro golpe de parte del menor.

La casa de Monoma era linda, espaciosa y vacía.

Había muebles, fotografías y un enorme piano que llenaban de forma estética el espacio de la sala principal, pero nada de ahí se sentía cálido ni hogareño, era como estar en una tienda de muebles donde esa escena solo estaba de exhibición.

Neito parecía pensar lo mismo, pues pasó de largo por el lugar hasta llegar a la cocina donde el aura no era ni mínimamente mejor. Fría y sola, como el resto de la casa.

— ¿Quieres algo de beber o comer? Y antes de que contestes que si, ten en cuenta que en esta casa solo hay horribles galletas dieteticas que saben a tierra y jugo de tomate o uva.

— Prefiero descubrir a que sabe el jugo de tomate en otra ocasión, gracias.

— Muy inteligente.

Dejó su mochila a un lado y de un pequeño saltito se sentó en la isla de la cocina, señalando un banco alto para que Satori tomara asiento.

— ¿Tus papás pasan mucho tiempo fuera?

— No tanto como parece, sus horarios son muy raros, aveces están semanas enteras en casa y otras veces desaparecen por días.

— ¿Y no tienes hermanos?

— No, soy hijo único.

— ¿Y no es aburrido?

— Lo es, por eso la mayor parte del tiempo escapó a casa de Hitoshi.

— Pero ahora él está pasando más tiempo con Kaminari — comento sin pensarlo demasiado, cuando vio el rostro del rubio decaer un poco se regañó a sí mismo—. Lo siento, no quería-

— No, esta bien, el es mi mejor amigo y supongo que esto pasaría tarde o temprano. Estoy feliz por el.

— Una opinión muy madura de tu parte.

— No soy un niño.

— Si lo eres.

— ¡Por supuesto que no!

Frunció el ceño, cruzó los brazos e hizo un puchero. Satori rió por el comportamiento contradictoriamente infantil.

— Eres todo un caso, Monoma Neito.

Satori esquivó un libro que pesaba más que su vida y sintió lástima por la pobre lámpara de oso que esperaba el momento para ser víctima de la furia del rubio.

Aquella tarde había ido a la casa de Monoma aprovechando que sus padres no estaban por esa semana -esa era la única regla que le había impuesto Neito para ir a visitarlo- pero al contrario de lo que pensó, con lo que se encontró al subir a la habitación del menor fue con un torbellino rubio enojado arrojando cosas por todo el lugar.

— Amm... ¿estas bien?

Monoma lo fulminó con la mirada y Satori levantó ambas manos en señal de paz.

— Bien, mala pregunta, lo entiendo —el rubio suspiro pesado y se dejó caer en su cama con todo el desastre rodeándolo—. ¿Sucedió algo malo?

— ¡Todo! ¡Todo está saliendo jodidamente mal!

— Ah, entiendo... no, en realidad no, ¿podías explicarme?

— ¡No hay nada que explicar! Toda la jodida semana estuve ocupado intentando descubrir cómo abrir un maldito casillero sin activar la alarma y ahora me doy cuenta que debo de entregar un sin fin de tareas y proyectos que deje de lado sin darme cuenta. Si recibo un solo reporte mis padres me mataran y si no logro abrir el casillero mañana yo mismo me mataré.

— No entendí la mitad de lo que dijiste —confesó. Monoma lo miró furioso y se acercó para golpearlo pero Satori fue más rápido y tomó sus muñecas en el aire—. ¡Hey! Calma enano, estas particularmente agresivo hoy.

— ¡No me digas enano! —forcejeo para deshacerse del agarre y falló—¡Suéltame!

— No hasta que te calmes.

— Suéltame y te enseñaré lo calmado que estoy.

— Golpear Satoris no te ayudará en nada, solo cálmate un poco.

— ¡No puedo calmarme cuando tengo un montón de trabajo que hacer!

— "Tenemos"

— ¿Qué?

Tenemos un montón de trabajo que hacer, así que tranquilízate de una vez y dime por dónde empezamos.

— ¡No estoy para tus bromas, idiota! —volvió a forcejear pero solo logró que el agarre se intensificara.

Para ser honestos, Satori se imaginaba inmovilizarle las muñecas a Monoma en otro contexto, pero no podía quejarse.

— No es ninguna broma —aseguró—. Mira, yo comenzaré a levantar todo esto mientras tú te tomas un momento para respirar y recordar que el asesinato es ilegal.

— No necesito que me ayudes, solo vuelve a tu casa y te llamaré cuando esté desocupado.

— Ni lo sueñes, estas tremendamente estresado y no puedo dejarte en esa condición —soltó por fin sus muñecas y comenzó a recoger los libros que el rubio había usado como proyectiles— Eres pequeño, no tienes mucho lugar de almacenamiento, de esa forma tú estrés se acomunarla y terminarás explotando. Eso no es lindo.

Monoma frunció el ceño y giró a su librero para tomar un libro y arrojárselo, pero para su sorpresa el mueble ya estaba completamente vacío.

— Anda, comienza con tus tareas, sino se hará tarde y te sentirás más presionado.

— Pero-

— ¿Tus padres no te enseñaron a obedecer a tus mayores?

Neito frunció el ceño e hizo un puchero mientras le arrojaba una almohada, sin embargo lo obedeció y comenzó a buscar sus cuadernos entre el desastre que tenía por habitación.

Satori soltó una risita y siguió recogiendo su berrinche, sin quejarse ni reprocharle nada.

Y por primera vez Monoma sintió que su casa se volvía cálida.

O tal vez solo su corazón.

Sentirse cuidado no era común en su día a día.

Había crecido aprendiendo a cuidarse a sí mismo, usando su venenosa lengua para posicionarse sobre otros y aprendiendo a dar un par de buenos golpes para cuando las cosas se ponían curiosamente peligrosas.

Por eso mismo, cuando Satori se posicionó detrás de él como un lobo listo para saltar a la primera provocación, cuidándolo del idiota de Kazuma, no supo muy bien como sentirse.

Y cuando llegó a preguntarle si estaba bien o si alguien le había hecho o dicho algo después de su pelea en el casillero con el mismo idiota, tampoco supo como debería actuar.

— Me se cuidar solo —le dijo, escondiendo su confusión detrás de una mueca de falsa molestia.

— Lo se, pero ayúdame a sentirme importante en tu vida, ¿si?

Y fingiendo que sus mejillas no se habían sonrojado por ese comentario, golpeó el hombro contrario antes de desviar la mirada a otra parte que no fuera al chico frente a él.

— Tonto... —murmuró.

Al otro día, después de que Hitoshi y su equipo vencieran a Kazuma en su propia apuesta y el capitán de Shohoku se fuera a casa junto a Kaminari, Monoma se ofreció junto a Satori a recoger el vestuario para que su amigo pudiera irse con el chico que le gustaba.

Y aunque en verdad odiaba hacer el trabajo de otros cuando este no le correspondía para nada, esa vez, más que un castigo o un favor, pareció haber sido una bendición.

Porque después de casi resbalar por el suelo húmedo, como en una estupida película de amor, Satori aprovechó la situación como en una tonta escena cliché, para acorralarlo contra los casilleros e intentar besarlo.

Y Monoma jamás se hubiera negado a un beso suyo, porque enserio quería que Satori lo besara.

Y tal vez así hubiera sido, si no fuera porque él intentó quedó interrumpido por Arima que llegó llorando porque había perdido su collar con la placa militar de su hermano colgando.

Inasa y Satori se encargaron de tranquilizarlo mientras el rubio frustrado buscaba en la caja de cosas olvidadas que Hitoshi había recogido antes de irse.

Y cuando Denki le contó a la mañana siguiente sus avances y su nuevo noviazgo, tal vez se sintió un poquito celoso.

Despedirse de Hitoshi fue una de las cosas más difíciles que tuvo que hacer.

Había aprendido a querer a ese idiota antisocial amante de los gatos como un hermano mayor y ahora debían separarse en un aeropuerto por quien sabe cuánto tiempo de una manera cruel.

Satori lo abrazaba de manera cálida mientras le repetía que eso era lo mejor y que sin importar la distancia su relación no cambiaría, mientras Neito intentaba hacerle caso y dejar de sollozar.

Cuando el avión despegó con su mejor amigo dentro se volvió a deshacer en lágrimas y esta vez no tuvo que ir al baño a ocultarlo porque el pecho de Satori se sentía demasiado seguro.

Después, cuando el capitán lo acompañó a su hogar y vio los autos de sus padres estacionados afuera, decidió que no tenía la estabilidad suficiente para enfrentarlos, así que tomó la mano del chico y le preguntó si podía acompañarlo a su casa.

La casa de Satori era contraria a la suya.

Cálida, ruidosa y colorida.

Su hermana mayor que sufría de Síndrome de Down amaba ver sus caricaturas a todo volumen en la televisión de la sala, siempre riendo de los chistes más inocentes y emocionándose cuando regresaban de comerciales. Su madre de ojos cansados y sonrisa fraternal era graciosa y bromista en todo momento, avergonzando a su hijo con juegos de palabras y riendo de sus propios chistes sin sentido.

Satori no parecía tener a nadie más que a esas dos mujeres en su vida y tampoco parecía necesitar más.

Tan pronto llegaron a la habitación del chico, Monoma olvido lo fría que se sentía su casa a comparación del ambiente seguro y hogareño que se respiraba a cada paso que daba por esa vivienda.

Durante toda la tarde no recibió ni una llamada de sus padres ni alguna señal que le dijera que los adultos se habían percatado de su ausencia. Por un momento olvido que los buenos padres se preocupan por sus hijos; únicamente recibió algunos mensajes de Denki preguntándole cómo estaba y dónde se encontraba, que contestaba brevemente antes de seguir su conversación con la madre del peligris porque a descubierto que su nueva fascinación es hablar con señoras sobre chismes de un vecindario en el que ni siquiera vive.

Cuando Satori lo acompaña un par de horas más tarde a su casa, los autos de sus padres ya no están y Neito se decide por despedirse de su acompañante -¿amigo?- con un beso en la comisura de los labios, apuntando bien para no fallar de ninguna manera.

Con una sonrisa y un "Gracias" totalmente sincero, se despiden y toman sus rumbos.

Claro que Monoma nunca le confesará que apenas pasó la puerta de su casa corrió a su habitación, tomó su computador y llamó por videollamada a Denki para presumirle que en ese momento era el rubio menos patético entre los dos.

Cuando sus padres le avisaron que no estarían todo el fin de semana en casa, lo único qué pasó por su mente fue aprovechar para hacer un maratón de malas películas de terror con Kaminari o invitar a Satori a pasar el rato.

Pero al parecer nadie había pedido su opinión antes de arrastrarlo a la fiesta más ruidosa que jamás haya presenciado. No era nada su ambiente, había muchas personas desconocidas y otras conocidas que ni siquiera sabían cómo habían terminado ahí.

Pero el problema no era ese. Podía sobrellevar una fiesta adolescente. Era Monoma Neito después de todo, por supuesto que podía con eso.

Con lo que no podía era con el estupido reto que le había puesto Arima -sin una gota de alcohol encima- a Satori y que para su desgracia -o fortuna- lo incluía a él.

— Un chupeton —había escuchado decir al chico sobre la música.

No sabe cuánto tardaron en convencerlo o si ni siquiera opuso resistencia, solo recuerda la sonrisa orgullosa de Denki y la mano de Satori tomando la suya para guiarlo al armario que usaban para jugar Siete minutos en el paraíso que por fortuna, no había sido su reto.

Satori lo dejó pasar primero para después entrar él y cerrar la puerta tras de sí, escuchando los gritos y risas del resto de adolescentes a lo lejos.

— Bien, hagamos esto... —dijo Neito, notando que el lugar era posiblemente el más silencioso de toda la casa.

— ¿Seguro?

— Es solo un reto tonto —rodó los ojos. El mayor sonrió por saber que ni en los momentos más bochornosos el rubio perdía su característica actitud—. Y bien... ¿que hago?

— ¿Nunca te han hecho un chupón?

Neito agradeció a la oscuridad por cubrir el sonrojo que se había creado en sus mejillas con aquella pregunta.

— Por supuesto que no, tonto, mis padres apenas si me dejan salir al patio solo.

Satori rió por la respuesta y antes de que Monoma pudiera quejarse, el mayor ya estaba a tan sólo unos centímetros de él aprisionándolo contra la pared.

— Lo haré en tu cuello ¿si? —asintió torpemente, demasiado nervioso por la cercanía— por favor, avísame si te duele, no quiero lastimarte.

Monoma obedeció a sus instintos y le dio un poco más de acceso a su cuello, Satori decidió el costado derecho de este y terminó con la distancia entre ellos.

Cuando un beso húmedo marcó su pálida piel, Neito no pudo evitar temblar ante la nueva sensación, y cuando la lengua del más alto acarició la misma zona un par de veces en un patrón desigual juro que sus piernas le fallarían y terminarían llevándolo hacia el suelo; gracias al cielo, Satori pareció leer sus pensamientos y lo tomó de la cintura, manteniéndolo estable entre la pared y su cuerpo.

Monoma enterró sus uñas en su propia palma, intentando mantener a raya el impulso de llevar sus manos a la nuca del mayor quien ahora se encontraba succionado su piel con una experiencia envidiable.

No sabía si aquella acción dejaría una marca física, sin embargo, la marca emocional ya había sido quemada en su ser. Se sentía mareado con todo el combo de emociones que lo ahogaban y los labios del chico inclinado ante él no ayudaban en nada a poner las cosas en orden.

Sentir la piel de su cuello ser maltratada por los gentiles labios ajenos lo estaba llevando a su límite. Satori mordía, lamia, besaba y succionaba a su gusto, sin llegar a ser brusco pero con suficiente fuerza para que la piel se coloreara.

Cuando al fin se separó, Neito juro ver una sonrisa llena de satisfacción en sus labios, y por un minuto tuvo el impulso de pedirle que se volviera a acercar.

— Sabes que te ves lindo con cualquier color —dijo en un susurro solo para ellos, pasando los dedos por la reciente marca —, pero este te queda jodidamente bien.

— Antinatural. No puedo creer que estén pensando siquiera en aceptar que las parejas antinaturales adopten niños.

— Después tendrán que hacer escuelas especiales para que esos niños no convivan con los hijos de matrimonios sagrados y normales.

Su madre bufó y llevó la copa a sus labios antes de dar un trago de vino y seguir fumando. Su padre siguió murmurando insultos ante la noticia que ocupaba la primera plana del periódico de ese día.

— Dicen que las protestas han motivado a la aceptación de la ley de adopción por matrimonios igualitarios.

— Desde un principio esas personas no deberían de poder casarse, ahora quieren adoptar y aparentar ser normales. Adefesios.

— Sus vidas serán un mar de desgracias, se pudrirán en el infierno y sufrirán el dolor de sus impurezas. Jamás serán felices.

Los dedos de Neito temblaron un poco y al final tocó la tecla incorrecta, sus padres no tardaron en fijar su vista en él.

— Los siento, me equivoqué—murmuro sin siquiera levantar la vista del piano y empezando la pieza desde el principio.

— Olvida eso, ve por las nuevas partituras a mi oficina y empieza a ensayarlas, tú maestro regresará el jueves de su viaje y quiero que la tengas lista.

— Si.

Con paso monótono y apagado se dirigió a las escaleras escuchando a sus progenitores continuar con su conversación.

— Como te decía, esos infelices piensan que tendrán un final feliz de cuento de hadas, pero solo les espera desdicha y dolor en sus tristes existencias.

— Deberían curarse antes de cometer una estupidez.

Monoma paro en seco en el frío pasillo, llevó su mano a su cuello y tocó la marca violeta oculta debajo de su ropa. En el piso de abajo sus padres seguían lanzando insultos al aire.

Antinatural... la palabra le causaba un cosquilleo en la lengua, como si su cuerpo rechazara siquiera pronunciarla.

¿Pero no era lo antinatural oponerse a las leyes de la naturaleza?

Hasta donde recuerda Monoma, él seguía siguiendo las leyes de Newton -No, Kaminari, no es un pokemon-, y también las de Kepler  y las de Mendel. Esas eran las leyes naturales que debía de seguir para considerarse natural.

¿O acaso Newton había revivido y dictado una nueva regla donde se le prohibía acostarse con otro chico?

No lo creía, y si fuera así el mismo lo regresaría a su tumba de una patada.

— Antinaturales, eso es lo que son —dijo su padre desde la planta de abajo.

Neito salió de sus pensamientos y siguió su camino.

Unas horas después, cuando la pareja salió a cenar a un lujoso restaurante y él fingió no tener ganas de acompañarlos y preferir quedarse a practicar la estupida partitura, tomó su celular y llamó a Satori diciéndole que era urgente que fuera a su casa.

En menos de diez minutos el chico ya estaba en su puerta y en menos de dos Monoma ya se encontraba sobre el regazo del mayor devorándole la boca sobre la cama de sus padres.

Su padre había dicho que ese tipo de personas debían de curarse antes de cometer alguna estupidez, pero él ya había cometido suficientes como para intentar buscar la cura.

Cuando Satori recibió una carta con una beca deportiva en una prestigiosa escuela en el extranjero, Monoma se sintió un poco nervioso. Cuando vio al chico quemar la carta en su jardín, no supo cómo sentirse.

— No puedo dejar a mi madre y a mi hermana solas. Me niego a hacerlo —le había explicado en una ocasión; incluso recuerda que cuando se graduó y recibió miles de propuestas académicas había rechazado la mayoría con el mismo argumento.

Su vida giraba entorno a las dos mujeres más importantes de su vida y no podía culparlo.

Pero si podía envidiarlo.

Haruka Satori tenía claro su futuro, lo que quería hacer y sus razones para hacerlo; mientras él apenas si sabía que desayunaría al día siguiente.

La mayoría de su vida sus decisiones fueron tomadas e impuestas por sus padres, así que cuando le tocó el turno de decidir algo importantísimo por su cuenta llegó a descubrir que realmente no sabía tomar una buena decisión.

Quedaban pocos meses para su graduación y aún no tenía ni una jodida idea de que era lo que quería estudiar para dedicarse a ello toda su vida; incluso se sorprendió de que Denki lo haya decidió antes que él, cuando le confesó que estudiaría algo relacionado con la educación infantil.

Se sentía perdido, frustrado y confundido.

Y odiaba sentirse así.

— Encontrarás algo, ya lo verás —le susurro Satori jugando con sus mechones rubios.

— ¿Y si no?

— Puedes fallar, enano, eres un humano; no todos vamos al mismo ritmo y tampoco elegimos los mismos caminos, toma una decisión y no le temas al éxito ni al fracaso. Pasará lo que deba pasar.

— Tu mentalidad me sigue frustrando.

— Esa es la intención.

Deberíamos mudarnos juntos —había sugerido Denki después de que ambos fueran aceptados en una universidad de Tokio.

A Monoma no le pareció mala idea. Cualquier sugerencia que tuviera que ver con salir de su casa para siempre era bien recibida.

— ¿Seguro no prefieres mudarte solo? —preguntó su madre durante la comida después de que le explicara su idea —. Te pagaremos un buen departamento, después de todo quedaste en una buena universidad.

— Realmente me sentiría mejor viviendo con Denki —admitió. No quería que su nuevo departamento se sintiera tan vacío como su actual casa.

— Dos hombres viviendo juntos es raro, aún siendo compañeros únicamente.

— Ahora es más normal.

— Si, pero te pueden confundir como uno de esos sujetos anormales.

Tardó más en masticar su bocado para no responder lo primero que se le vino a la mente.

— No importa.

— ¡Como no va a importar! Sería un deshonor que todos anden diciendo que eres un anormal.

— ¿Y qué? Tal vez lo sea, tal vez no, ¿que le importa a los demás lo que-?

Antes de poder terminar la oración, algo pesado se estrelló contra su sien izquierda, mojándolo de vino y rompiéndose en pedazos.

Su padre le había arrojado su copa y en lugar de preocuparse por el sangrado y los pequeños cristales rotos incrustados en su piel, lo miraba con ojos furiosos y le gritaba que dejara de decir estupideces.

Neito se encargó de disculparse en un susurro roto antes de subir al baño y limpiar el vino y la sangre, agradeciendo que ningún cristal haya entrado en sus ojos y que las cicatrices no fueran tan llamativas.

Pero claro que Satori lo notó al otro día.

Cuando le termino de contar la discusión del día anterior, su mirada oscurecida por la impotencia y el enojo se perdía en cualquier lugar de la habitación.

— Hace mucho que no me hacían daño, tal vez no debí provocarlos tanto.

— No es tu culpa, no intentes excusarlos.

— No, ellos-

— Neito, se que son tus padres pero también son unos idiotas. Ellos jamás dejaron de hacerte daño. Sus palabras, sus decisiones, sus acciones, todo siempre te tiene estresado, abrumado y colapsando.

— Si, pero-

— Enano, si no sales de ahí jamás serás feliz.

Cerró la última caja y suspiro con pesadez.

La próxima semana debería de empacar todo para mudarse, pero por ahora se había encargado de separar las cosas que se irían a la basura o a las donaciones.

Le había dicho a sus padres que aceptaba la propuesta de irse a vivir solo y después de que le consiguieran el apartamento y pagaran los primeros tres meses de renta le había llamado a Denki para decirle que ya estaba todo listo para mudarse juntos. 

Sabía que sus padres estarían lo suficientemente ocupados y desinteresados como para no pisar su apartamento hasta navidad -si es que tenía suerte- así que no tenía problemas con compartir la renta con Denki, trabajar, ahorrar la mitad del dinero que le daban sus padres para el alquiler y juntar lo suficiente para algún día por fin independizarse completamente ellos.

La madre de Satori le había ayudado a conseguir un buen trabajo como profesor particular de piano para niños en la academia de una amiga suya y le había dado un montón de consejos sobre cómo sobrevivir sin incendiar ni explotar nada.

La mujer había estado más preocupada e interesada por él en los últimos meses que su propia madre en toda su vida.

— Intenta tener siempre esta lista básica en el refrigerador, con esto puedes cocinar un montón de cosas —le dijo una vez dándole un post-it con una serie de vegetales y productos enlístalos—. Revisa siempre la caducidad de lo que compres e identifica la farmacia más cercana a tu departamento.

— Gracia, señora Sa-

— ¡No, nada de señora! Si no me vas a decir suegra dime Haruko.

Monoma con las mejillas sonrojadas levemente rió acostumbrado al humor de la mujer.

— Gracias, suegra.

— De nada, cariño. Tienes mi numero para cualquier emergencia, enserio cualquier emergencia, no importa si es un problema en la escuela, si estas en el hospital o incluso en la cárcel, márcame e iré a buscarte, ¿entendido?

— Claro.

— Y cuídate mucho, aveces las personas no son tan buenas como parecen.

— Lo intentaré, muchas gracias.

La mujer le sonrió como solo una madre podía hacerlo y después de darle un breve y cálido abrazo siguió explicándole distintas cosas sobre la funcionalidad de productos de limpieza, consejos sobre la organización de sus tiempos y de cómo no destruir la cocina en su primera semana.

Ahora Neito estaba a una semana de mudarse definitivamente de esa casa vacía que llamaba hogar y no se sentía nostálgico ni arrepentido, incluso parecía un poco más emocionado de lo normal.

Le había contado a Hitoshi por videollamada su decisión y en su rostro solo se pudo reflejar lo feliz y orgulloso que estaba por él; al parecer todos sabían que su felicidad no se encontraba ahí, alado de esas personas superficiales a los que llamaba padres.

— ¿Quieres que te ayude a empacar la siguiente semana? —preguntó Satori cuando lo fue a visitar.

— Descuida, puedo solo —contestó, sentándose en al isla de la cocina—, además, prefiero mantenerte a ti y a ellos a una distancia considerable.

— Hablando de ellos, ¿a que hora llegarán?

— ¿Ahora te preocupan sus horarios?

— Me preocupa cuánto tiempo puedo pasar contigo —contestó, acercándose peligrosamente.

— Para tu suerte, llegarán hasta mañana en la noche.

— Eso nos da mucho tiempo.

— ¿No tenias que hacerle la cena a tu hermana?

—  Mamá la llevó al cumpleaños de uno de sus amigos. Estaba muy emocionada porque iba a haber ponis.

— ¡Yo también quiero ir a la fiesta de ponis!

— Lastima, es una reunión muy exclusiva, pero podemos divertirnos mucho aquí.

— ¿Ah, si? —preguntó, sabiendo perfectamente a dónde iba todo aquello—. ¿Qué propones?

— No lo se, espero que tú aportes alguna idea.

Su consentimiento. Por supuesto que alguien como Satori Haruka iba a esperar su consentimiento.

— ¿Por qué no me llevas a mi habitación? —preguntó, mirándolo con seguridad a los ojos y pasando los brazos alrededor de su cuello.

La intención estaba más que clara.

Tenían lo que querían.

— Trató hecho.

Fundiéndose en un beso profundo e intenso, Neito dejó que Satori cargara su cuerpo y lo guiara a su propia habitación, nublando su mente con lo bien que se sentía su cercanía y la intensidad de sus sentimientos golpeando furiosamente su pecho.

En la blanca cama del niño perfecto de papis, el rubio aprendió a gemir el nombre de Haruka Satori, llevó al límite sus sentidos, tocó con la punta de los dedos sensaciones que jamás había conocido y se desgarró la garganta entre sonidos dulces y vergonzosos.

Antes de Satori, Neito no hubiera podido imaginar que su cuerpo pudiera ser tratado así.

Brusco y suave a la vez. Un tacto que quemaba pero no lastimaba.

Satori trataba su cuerpo como si fuera una pieza frágil y delicada, pero no se detenía a la hora de maltratarlo con sus labios como si olvidara que en cualquier momento se pudiera romper.

Y Monoma quería que lo rompieran.

Quería sentirse tan roto y completo como Sarori pudiera hacerlo sentir.

Aceptaría ser destrozado de la manera más placentera y frágil sólo si él se encargaba de hacerlo.

Nadie más.

Solo él .

— ¿Ya te dije que tus ojos son muy bonitos?

El tono de voz bajo y confidencial junto al movimiento y el halago fueron una mezcla peligrosa que le hicieron gemir quedito y roto.

Era la segunda vez que lo hacían, tan solo un par de horas después de la primera, ahora mucho más lento, profundo y suave, pero igual de satisfactorio y fascinante.

— Si... pero repítelo.

— Tienes los ojos más bonitos del universo, Monoma Neito.

Y no supo si sus ojos se humedecieron por el placer o por sus palabras, pero ninguna de las dos opciones le molestó.

Con Satori, nada parecía molestarle.

Denki se apresuró a ponerle pausa a la televisión y correr descalzo a la puerta para descubrir quien llamaba al otro lado. El gato entre sus brazos maulló por el repentino movimiento pero se negó a soltarlo en cualquier momento.

Había pasado dos semanas desde que él y su esposo habían adoptado al minino (después de decidir que debido a sus trabajos y exposición pública -por ahora- era mejor tener un gato que un hijo) y Denki no podía soltar al animal ni un minuto.

— ¡Sato, hola!

— Hola, Den, perdón por venir sin avisar.

— No hay problema, ven, pasa.

Se hizo a un lado y el chico pasó al penthouse que el matrimonio compartía.

— ¿No vino Neito?

— No, dijo que iría con Arima a buscar lagunas cosas específicas que Hitoshi pidió para la boda. Creó que le está gustando su nuevo trabajo.

— Y según su etapa de wedding planner sólo dudaría unos meses.

— Eso mismo dijo con lo de maestro de piano.

— Y lo de programador.

— Y lo de cocinero.

— Y diseñador.

— Y las otras miles y miles de cosas que ha hecho.

— Jamás supo que caminó tomar, así que decidió saltarse las vallas y caminar un poco de todo. Es exactamente como lo haría Monoma Neito.

— Ni que lo digas.

Denki dejó que el gato bajara de sus brazos y fuera a buscar su trasto de comida o sus juguetes esparcidos por el departamento. A Satori le recordó un poco cuando Monoma adoptó un perro que encontró abandonado y atado a un semáforo y no se separó de él por casi un mes.

— ¿Buscabas a Hitoshi?

— De hecho quería hablar con ambos.

— Ah, esta bien, deja voy por el. Toma asiento, ya sabes.

El mayor asintió y se sentó en uno de los sofás. Era curioso él como desde que se conocieron cuando eran unos adolescentes hasta ahora sus caminos no se habían alejado.

Denki, Shinso y Monoma jamás habían dejado de ser amigos y por casualidades el destino Hitoshi y Satori habían terminado en el mismo equipo profesional de basketball jugando para las grandes ligas; incluso a veces volvía a sentirse como un adolescente, aun cuando hubiera termina el colegio hace años y ahora viviera con su pareja y su perro en una cómoda y bonita casa que Neito se había encargado de hacer su hogar.

— ¿Pensando demasiado? —escuchó la voz de Shinso.

— Solo lo suficiente.

La pareja tomó asiento en el sofá delante de él, el gato de pelaje negro y blanco no tardó en subir también y acurrucarse en el regazo del mayor.

— ¿Sucedió algo malo?

— No, sólo quería hablar con ustedes.

— ¿Sobre qué?

Satori pensó su respuesta por unos segundos. Realmente no había desarrollado ningún plan, simplemente cuando se dio cuenta ya estaba caminando hacia el edifico de sus amigos.

— Los padres de Neito siguen sin aceptarme.

Shinso y Denki lo miraron con una sonrisa triste; ellos jamás se tuvieron que enfrentar ante el rechazo de la familia contraria, sin embargo, el simple pensamiento les causaba escalofríos.

— Ya habíamos hablado de eso, Sato. No siempre es fácil y aveces-

— No, no vengo a discutir eso de nuevo. Ellos realmente no me importan, me importa Neito; no me gusta verlo intentar ganarse la aceptación de dos personas que jamás se interesaron realmente en él... pero se que para él su familia es importante, por eso estoy aquí.

— ¿Iras a hablar con sus padres?

— No —contestó inmediatamente. Hablar con ese par no era una opción. Jamás lo fue—. Hitoshi, Neito te ha querido toda su vida como un hermano mayor, fuiste su primer confidente y siempre te ha visto como una figura más allá de un mejor amigo; así que, siendo el novio de Neito y tú su hermano mayor... quiero pedirte su mano.

La impresión en la cara del hombre fue evidente, pero aún así, Satori continuó.

— Denki, tú y él siempre-

— ¡Si! ¡Si, si, si, si, si! ¡Tienes toda mi aprobación! ¡Y la de Hitoshi y la del señor gato!

— Espera, yo nunca dije que aceptaba la-

— ¡Ay, pero que lindos se verán en el altar! ¡Toshi, debemos comprarle un corbatín al señor gato!

— Pero-

— ¿Ya compraste el anillo? ¿Cuando se lo propondrás? ¿Él lo sabe? ¿Quien más lo sabe?

Satori soltó una risita mientras Hitoshi se rendía ante su esposo, al parecer después de tantos años aún le costaba acostumbrarse a la hiperactividad de Kaminari.

— Gracias chicos, en verdad era muy importante para mi su aprobación.

Shinso sonrió, aunque el no había dicho nada sabía que las palabras sobraban.

— Cuídalo bien, ¿si?

— Y sean muy felices juntos.

Los adornos de navidad colgaban del techo, las luces resplandecían en el pino decorado con esferas brillantes y la chimenea destellaba en cálidas llamas.

La sala estaba llena de risas y voces haciendo comentarios oportunos sobre las fotografías mostradas en el álbum sobre las piernas de la mujer. El ambiente familiar y ameno se respiraba en cada paso.

Ginebra Monoma, la matriarca de aquella familia, pasaba las hojas del álbum de fotos con parsimonia, dibujando una pequeña sonrisa en su rostro siempre serio y escuchando las quejas de sus hijos, sobrinos y nietos cuando alguna imagen demasiado vergonzosa aparecía.

La ultima foto del libro mostraba una vieja reunión familiar con todos luciendo sonrientes y elegantes como en esa misma cena, sin embargo, era casi imposible ignorar el rostro rayado con plumón negro de uno de los integrantes de la familia.

Todas las fotos de él habían sido tapadas con plumón permanente en busca de ignorar su propia existencia.

— Abuela —llamó la voz jovial de su nieta—, ¿podemos ver ahora este?

En su mano mostró otro álbum, más delgado y nuevo que los otros que mostraba en todas las reuniones familiares.

— Nunca había visto ese, mamá, ¿es nuevo?

— Ah, si, lo compre hace unos meses.

— ¿Podemos verlo, abuela?

— No creo que quieran —dijo, tomando el libro y acariciando su sencilla portada blanca con cariño.

— ¿Por qué no querríamos?

— Porque son fotos de Neito —contestó. Ante el silencio de todos los presentes se dispuso a abrir el álbum y sonreír ante la primera imagen—. Cuando rayaron sus fotos en el otro álbum me moleste mucho, así que recuperé algunas y las guardé en un libro especial.

— No deberías de haber-

— Son mis recuerdos y hago lo que quiera con ellos —interrumpió, con la firmeza que la caracterizaba—; aunque ustedes digan lo contrario, para mi, Neito sigue siendo mi nieto.

Todos volvieron a guardar silencio observando las imágenes del joven rubio a través de sus años, desde su primer día de escuela con su mochila de panda hasta el día de su graduación de la UA.

— ¡Ay, estas son mis favoritas! —sonrio, acariciando con la yema de los dedos la foto de Monoma Neito vestido de blanco en el altar.

Las fotografías de la boda de su nieto ocupaban un lugar especial, perfectamente acomodadas en el álbum y resguardadas de cualquier maldad.

— El y su esposo se veían guapísimos. Satori es un buen chico, muy atractivo y exitoso, definitivamente no se pudo haber conseguido mejor partido que el.

— ¿Es el jugador de ese famoso equipo de basquetbol, no?

— Si, es famoso. Neito no pudo haber escogido mejor.

— Pudo haber escogido a una chica —se burló uno de sus hijos, recibiendo la risa del resto y una mala mirada de su madre.

— No lo creo. Él se veía muy feliz en su boda, casi como si él chico de antes que buscaba destacar y se la vivía presionado no existiera. Se veía diferente y feliz.

— ¿Quien estaría feliz sabiendo que se está casando sin la aprobación de sus padres y sin la presencia de su familia? —gruñó el padre del rubio, sin quitar los ojos de las fotografías.

— Oh, pero eso no fue culpa suya, él les envío las invitaciones, ustedes decidieron no ir —les recordó la mujer—; ademas, su familia si estuvo ahí, mira, aquí está Hitoshi y su esposo y aquí está la mamá de Satori acompañándolo al altar. Se ven lindos ¿no?

— ¿Ese es un perro?

— Si, se llama fideo.

— Que nombre tan ridículo, ademas, no parece tener raza.

— Es callejero, por lo que tengo entendido.

El hombre bufo y su esposa desvió la mirada incomoda.

— Ya cierra eso, solo es prueba de lo bajo que ha caído ese niño.

— Perdona, hijo, pero justo ahora Neito está en la cima.

La casa estaba fría, las luces estaban apagadas y lo único que alumbraba la silenciosa sala era la pequeña lámpara a un lado del sofá.

Satori dejó las llaves en el mueble más cercano a la puerta, prendió la luz de la sala y el cuerpo acostado en el sofá se removió incómodo.

— Apaga eso —murmuró Neito con voz adormilada.

— Que linda bienvenida —contestó, acercándose y dejando un beso en u cabecita rubia. El canino que Monoma abrazaba levantó la cabeza perezosamente y movió la cola de un lado al otro al identificarlo.

— ¿Cómo te fue?

— ¿En la rueda de prensa? Bien; ¿en la entrada de la casa? No tan bien. ¿Me puedes explicar por qué el piano está afuera?

— Me aburrí.

— ¿Y decidiste sacar el piano?

— Sonaba muy lógico en su momento.

— ¿Cómo es que estando enfermo tienes la suficiente fuerza para arrastra un piano?

— Secretos de la vida, amor.

Satori rodó los ojos y se acercó a los trastos de comida de su perro para llenarlos, apenas el animal escuchó el sonido de las croquetas caer, escapó de los brazos de su dueño y corrió a buscar alimento.

Aquel día había tenido que salir a dar una rueda de prensa con el resto del equipo, lamentable Neito se había enfermado la noche anterior y se había quedado en la casa a mantener reposo como el doctor le había recetado.

Para su mala -o buena- suerte, Monoma acababa de despertar de su largo sueño y parecía tener las energías renovadas, lo que significada que Satori tendría que aguantar al rubio hasta que terminara rendido de nuevo. Al menos esperaba que su esposo decidiera agotar su energía de la buena manera.

— ¿Cómo te sientes? ¿No has vuelto a tener fiebre? —le pregunto, volviendo a acercarse al sofá donde el rubio seguía acostado.

— No, el doctor dijo que era algo pasajero, nada grave, seguro mañana estaré bien; además, Fideo me estuvo cuidando todo el día.

— Sigo sin creerme que le pusiste "fideo" al perro solo porque el día que lo encontraste tenías hambre.

— Así funciona la vida.

— No, de hecho no —acercó su mano y acarició su mejilla, sintiendo una sonrisa pintarse ante su tacto—. Buscas un perro, lo adoptas, buscas un lindo nombre y después se lo pones.

— Eso suena aburrido.

— Lo se.

Ambos sonrieron, dejando que el silencio y la tranquilidad los dominara por largos segundos. Monoma colocó su mano sobre la de su esposo, sintiendo el tacto tan amoroso que Haruka Satori siempre tenía sobre el.

Por un minuto Neito logró olvidar que los caminos del destino son inciertos y que existían padres que no deberían de serlo; por un minuto se permite imaginar que Satori siempre ha estado en su camino y que su destino está trazado con tinta indeleble en papel indestructible.

Y cuando menos lo espera, un recuerdo como rayo llega a su mente.

"...quien sabe, incluso pudiera ser que tu y yo termináramos casados"

Un Satori adolescente se lo había dicho en el pasado, después de romper con su novia y en medio de un entrenamiento del equipo de su colegio.

Ahora estaban casados, con argollas iguales en los dedos anulares y una pequeña familia en una casa para nada vacía.

Y por fin, Monoma se siente completo y feliz.

Muy feliz.

— Me gustas —soltó, sin contexto alguno.

Satori no se sorprendió, en su lugar, sonrió y acarició la mejilla ajena con su pulgar.

— Menos mal, ya comenzaba a preocuparme, solo tardaste ocho años en darte cuenta.

— Así de tonto me traes.

Monoma tomó con fuerza su mano y lo jaló hacia el, obligándolo a caer en el sofá y fundirse en un abrazo.

La gente podía seguir llamándolo antinatural, pero para él, el amor que le tenía a su esposo no podía ser más natural de lo que lo sentía.

Y si le pidieran a Satori describir a Monoma Neito, no podría decir nada más que era una persona demasiado peculiar.

Una peculiaridad que amaba.

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