¡HEY, CAPITÁN!
Denki miró con una mueca en los labios la lata de verduras en el carrito de compras; sin importar cuánto tiempo pasará seguía odiando las verduras enlatadas, pero eso no parecía importarle a su pareja de compras que arrojaba sin cuidado todo lo anotado en la lista hacia la canasta.
Miró sobre su hombro a Kyoka quien con su hija en brazos buscaba en él escaparate de cereales la caja más colorida que encontrará, después tomó el carrito y lo condujo fuera del pasillo para dirigirse a la sección de golosinas, si tenía suerte podría sacar la lata de la canasta sin que la mujer se percatara.
Siendo parte ahora de la comunidad adulta debía de sacar su estrés por el trabajo de alguna forma saludable y en su desesperada búsqueda de evitar caer en adicciones como el alcohol o los cigarrillos, había decidido refugiarse en barras de Kit Kat y bolsas de esas raras pero adictivas gomitas con azúcar y sal.
"Son contradictorias e insalubres" reclamaba su pareja cuando lo veía meter todas las golosinas en el segundo cajón de su mesa de noche a lado de la cama matrimonial.
En las últimas semanas, Kira -la pequeña bebé que Jiro cargaba en esos momentos- había estado inusualmente ruidosa por las noches y aunque su madre se encargaba de calmarla y dormirla nuevamente, las horas de sueño de Denki se habían visto notablemente afectadas, por lo cual no era raro imaginar que su consumo de azúcar se elevaría hasta las nubes y sus compras de golosinas también aumentarían.
Al pasar por los pasillos vecinos en dirección a su objetivo pudo ver una ruidosa multitud ocupando por completo la sección de deportes. Ni siquiera tuvo que indagar un poco para darse cuenta de lo que se sucedía.
Sobre su cabeza, colgando del techo e impresa en una lona de al menos tres metros de altura, la imagen de Shinso Hitoshi le daba la bienvenida a todos los aficionados.
Con su uniforme blanco con el número cuatro, sus profundo ojos brillando con fiereza y su cabello índigo ahora más corto pero igual de desordenado, la imagen del capitán de aquel querido y reconocido equipo hipnotizaba a cualquiera que pasará por enfrente.
A cada lado se extendía otras dos lonas con otros miembros del equipo, todos portando orgullosos sus uniformes blancos y sonriendo con seguridad y altanería. Los aficionados se arremolinaban debajo de ellos por alguna tonta promoción que estuviera haciendo la tienda para sacar mejores ventas usando el partido de esa misma tarde como excusa y Denki prefirió ignorar el asunto e ir en busca de sus dulces.
— Siempre causando alboroto, Toshi. —murmuró, antes de seguir su camino hacia su preciado objetivo.
Denki dejó las compras sobre la mesada de la cocina y suspiro por el largo camino de la tienda hacia su departamento. La luz se colaba por los largos ventanales de la sala, el aire acondicionado trabajaba para refrescar el lugar y la bebe de la casa era llevada a su habitación para descansar con más comodidad.
Comenzó a sacar todo lo comprado, separado los productos y comprobando que todo estuviera intacto. Por alguna razón, aquel día se sentía peculiarmente cansado.
Jiro regresó a la cocina atándose el apenas largo cabello en una coleta desordenada; suspiro aliviada por el momento de paz después de que la pequeña bebe se quedara profundamente dormida y tomó una bolsa de compras.
— Déjame ayudarte. —dijo, tomando algunas sodas y llevándolas al refrigerador—. El día estuvo particularmente alborotado, ¿no crees?
— Es por el partido— respondió—, todos compran frituras, cervezas, carne y ese tipo de cosas para verlo en sus casas o para celebrar después de salir del estadio.
— Ah, si, Monoma llamó otra vez para recordarte que nos envío boletos.
— Mmm, ya veo.
— Sabes que no se nada de basketball, pero tu deberías ir; además, me parece que no has visto a Monoma por un buen tiempo.
— El está muy ocupado con su trabajo y su perro; además, estoy bien aquí.
— Den, se que te gusta ir a los partidos, ve esta vez.
— Pero tú y-
— Estaremos bien, tranquilo, si algo sucede te llamaré.
— ¿Segura?
— Por supuesto que si, tontito. —la mujer besó su mejilla cariñosamente y siguió desempacando las compras.
Kaminari dudo un minuto, pero cuando Jiro se giró para poner música e ignorar toda posible negación, se rindió y caminó hasta la habitación que compartía con su pareja para buscar los abandonados boletos que había recibido la semana anterior.
Miró el reloj y se dio cuenta que aún faltaba un par de horas, pero al tratarse de un partido de un equipo mundialmente reconocido y demasiado querido por sus miles de fanáticos, sabía que llegar al estadio sería una completa travesía, así que se dio una ducha rápida y buscó algo cómodo en su closet para usar.
Cuando se dispuso a decirle a Kyoka que lo mejor sería quedarse para cuidar de Kira juntos y pasar una linda tarde, la chica le advirtió que no aceptaría que se quedara en casa y que si era necesario lo sacaría a patadas.
— Que linda. —murmuró con sarcasmos el rubio, tomando sus últimas pertenencias y dejando un beso en al coronilla de la mujer como despedida, repitiéndole que si algo le pasaba a la bebe le llamara y que volvería pronto.
Salió del departamento y subió al taxi que lo esperaba afuera del edificio; el radio del auto estaba encendió y el locutor narraba la emoción de los aficionados antes del partido, parecía que todo el mundo estaba girando alrededor de ese -no tan- pequeño estadio en el centro de la ciudad; el chofer lo miró por el retrovisor y le sonrió antes de comenzar una amena plática sobre el tema que traía loco a todo el país por ese día.
Como lo había predicho el camino fue largo y tardado, siendo el tráfico un enorme mar de autos que se dirigían a su mismo destino de forma apurada y emocionada, sin embargo, los minutos estancados en las largas filas de autos solo le ayudó a poner en orden sus pensamientos.
Cuando llegó al estadio, le agradeció al chofer, le pago y se despidió de él, corriendo hacia la entrada marcada en su boleto y buscando su lugar rápidamente para evitar perderse la inauguración que siempre era lo que más le gustaba.
Tal vez eran los nervios que lo consumían o el alboroto del público llenando de adrenalina y felicidad el lugar, pero el tiempo pasó volando y en un abrir y cerrar de ojos los jugadores ya estaban cruzando la cancha, bajo la completa atención de las cámaras y los gritos de las miles de personas viéndolos.
Y él estaba ahí, con los ojos brillando en una extraña seguridad que aún le seguía asombrando, volviendo la cancha su terreno y triunfando en el mundo como alguna vez lo prometió.
Y Denki sonrió por el nostálgico recuerdo.
Cuando el público comenzó a corear el nombre del capitán que llevaría a la victoria al famoso equipo, Kaminari tuvo que morder el interior de su mejilla para no llorar.
Y si se lo preguntan, jamás admitiría que su corazón se oprimió tan solo un poco dentro de su pecho cuando los ojos de Hitoshi no se detuvieron en el.
Monoma suspiro cruzándose de brazos y recargándose en el casillero detrás de él, se supone que después de tantos años debería de estar acostumbrado, pero...
— ¡Ni una vez, Hitoshi, no me miraste ni una maldita vez!
— ¡Me golpearon en la cara con el balón por estar mirándote!
— Te golpearon la cara con el balón por estar distraído.
— ¡Por mirarte!
El resto de jugadores que quedaban en el vestuario intentaron esconder sus risitas ante la infantil pelea. Satori a lado de Neito se inclinó un poco para preguntarle al rubio lo que sucedía.
— La bebé de Jiro no deja de llorar por las noches y Denki no puede dormir; se pone extremadamente sensible y dramático cuando no duerme bien.
— ¿Jiro?
— Una amiga de Kaminari; se acaba de divorciar hace poco y se está quedando con los chicos por un tiempo. —explicó—. El problema es que su bebé está en la etapa donde le nacen los dientes y todo el tiempo está incómoda y llorando.
— Ah, ya entiendo.
— Como sea, Kaminari no quería venir hoy al partido porque habría mucha gente y lo estresaría.
— Y la combinación de dramático, sensible y estresado no es una buena opción.
— Si, creo que Toshi acaba de descubrirlo.
Los chicos volvieron a mirar a la pareja discutiendo, Hitoshi ni siquiera se había podido cambiar el uniforme antes de que su rubio lo interceptara con un montón de felicitaciones por haber ganado el partido y uno que otro reclamó que confundió mucho al mayor.
¿Estaba felizmente enojado?
¿Alguna vez podría entender cómo funcionaba la mente de Denki Kaminari?
En ese momento agradeció que el chico no pudiera embarazarse, pues él solo pensamiento de un Denki desvelado y con las hormonas alteradas le causaba escalofríos.
Satori soltó una risita cuando Kaminari pareció estar a punto de llorar y Shinso se apresuró a disculparse hasta por nacer mientras intentaba calmarlo. El resto del equipo se mantenía atento a la escena como si de una novela se tratase.
— Denki desvelado es algo digno de ver.
— Y eso no es nada, espera a que cumpla un par de días más sin dormir y obtendrás toda una serie televisiva con los dramas que se arma.
— Creo que eso no será posible. Ganamos el partido más importante de nuestra temporada, es obvio que hoy Hitoshi y Kaminari dormirán muy bien en algún hotel.
— ¡Oye, no quería escuchar eso! —tapó sus oídos de manera infantil—. Lo último que quiero imaginarme es a mejor amigo y a su esposo follando.
— Prometido. —corrigió—. Y si quieres puedo darte mejor cosas en que pensar —le dijo, con un tono bajo y juguetón que hizo al menor sonrojar.
— Callate y vete a duchar, ni creas que te dejaré entrar a la casa apestando a sudor.
Satori rió bajito y besó la coronilla de su novio antes de ir a la sección de duchas. Monoma decidió ser un ser benevolente por esa vez y liberar a Hitoshi de su pequeña bestia rubia.
— ¡Hey, rata eléctrica! —lo llamó—. Deja que Toshi se vaya a duchar o llegaremos tarde al restaurante.
— ¿No falta una hora para la reservación?
— Llevas media hora regañándolo por respirar. Ven, deja al pobre irse.
Denki bufo pero obedeció. Hitoshi suspiro con alivio y tomó sus cosas para irse a asear.
Si Denki no dormía bien en los próximos días, seguramente terminarían divorciándose aún antes de la boda.
— ¿Y bien? —preguntó Monoma pasando el brazo sobre los hombros del rubio— ¿Cómo vas con eso de los piojos?
— Hijo de-
Denki suspiro temblorosamente mientras su espalda golpeaba la pared y una mano reclamaba su cintura. Los labios de su prometido no tardaron en abrirse paso por su cuello y sus manos comenzaron a buscar cualquier pedazo de piel expuesta que pudiera reclamar.
— ¿Seguro que Jiro no está?
— No, me llamo hace unos minutos para decirme que Momo la invito a ella y a Kira a cenar y se quedaría en su casa a dormir.
— ¿Momo?
— Una antigua amiga del colegio, es abogada y le está ayudando con su divorcio.
— Entonces, ¿quieres dormir o hacer algo más?
Denki sonrió y tomó su mano para guiarlo a la habitación que compartían; en el camino comprobaron que la habitación de invitados estaba vacía y que la chica no estaba en la casa.
Los grandes ventanales del penthauses dejaban entrar la luz de la luna para iluminar la sala; los reflejos plateados rebotaban en los cristales de las fotos enmarcadas y en aquellos premios importantes que Hitoshi siempre olvidaba en algún lugar de la casa y Denki se encargaba de acomodarlos en un bonito lugar.
Cuando llegaron a la habitación que compartían, Shinso lo miró con una ceja levantada al ver los paquetes de golosinas tiradas en la cama.
— Son municiones de refuerzo. —le explicó, quitando las bolsas y dejándolas sobre el mueble más cercano, justo a un lado de los dibujos infantiles que sus alumnos le dibujaban con crayolas y lápices de colores.
— Esas gomitas son contradictorias e insalubres. —le dijo, mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba por algún lugar de la habitación.
— A todos le gustan, eres al único aburrido al que no.
— A Satori tampoco le gustan.
— Después de ver a Satori ebrio cantas Rude! de Magic porque los papás de Monoma siguen sin aceptar su relación no puedo tomármelo enserio.
— Bueno, te aseguro que si le pregunto a cualquier persona dirá que son horribles.
— Mentiroso. —se acercó y pasó sus brazos alrededor de su cuello—. Por cierto, hoy cuando fui al partido llamé a un taxi y...
— Porque decidiste estrellar tu auto.
— ¡Había una ardilla en el camino, no podía arrollarla!
— ¡Era un vaso de plástico, no una ardilla!
— ¡Se parecían mucho!
Hitoshi rodó los ojos y sonrió; a veces creía que ninguno de los dos había cambiado a pesar de los años.
— Como sea, llame a un taxi y el chofer era un aficionado de tu equipo; me reconoció como tu pareja y nos la pasamos hablando de ti.
— Espero que nada demasiado vergonzoso.
— Mmm... tal vez le mencione que la vez que me propusiste matrimonio mi conejo se comió el anillo.
— ¿Enserio le contaste eso?
— El señor conejo intentó impedir nuestro matrimonio, es una historia digna de contar, Hitoshi.
— Me agradaba el señor conejo.
— Yo lo amaba mucho.
— Lo se, bonito. —besó su frente y Denki sonrió. Estaba convencido de que no hubiera podido sobrellevar muchos momentos difíciles sin la ayuda de su novio— ¿Quieres llamarle a Monoma para avisarle que llegamos a casa? Tiene alma de madre sobre protectora.
— Estoy seguro de que Monoma se la está pasando muy bien en este momento.
— ¿Y por qué nosotros seguimos hablando?
Denki sonrió de manera gatuna y comenzó a jugar con las hebras índigo de su prometido. Por un momento siente que esa noche no puede dejar de sonreír.
— No soy un hombre fácil, ¿sabes?
— ¿Enserio? —les siguió el juego, aprisionando su cintura entre sus manos y acercándolo más a él—. Yo conozco algunos métodos que me hacen pensar lo contrario.
— No hay forma de que-
— À peu près sûr de cela, chérie?
El francés.
Si. Mierda. Si.
— Idiota. —dijo, uniendo sus labios con desesperación y caminando torpemente hacia la cama.
Rendirse ante su novio hablando francés era un de sus debilidades.
Incluso podía llamarlo un defecto.
Pero, si un defecto tenia Denki Kaminari, era el no poder negarse ante una apuesta, por más tonta e inútil que fuera, si alguien lo retaba, él aceptaría.
Hasta el día de hoy, todos seguían sin entender qué diablos estaba pensando al aceptar un partido de básquetbol contra el capitán de maldito equipo escolar, sin embargo, eso ya no parecía importar ahora, porque el recuerdo de un celular nadando en una lata de soda dentro de un casillero, parecía tan lejana como él mismo inició de esa historia de amor.
Antes solo tenía dos opciones: ser un cobarde y huir... o rogarle por ayuda a su atractivo vecino y crush de toda la vida Shinsou Hitoshi. Ahora, solo tiene una única opción: devorarle los labios a su futuro esposo y ser el matrimonio más cursi y empalagoso que el mundo pudiera presenciar.
Y le gusta esa idea.
➖FIN➖
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