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40. ¡HEY, CAPITÁN!

El balón llegó a la canasta, rebotó contra el aro, viajó en el aire y golpeó el rostro del recién llegado.

Denki desde el piso maldijo su mala suerte. ¿Cuanto tenía que odiarlo el destino para que, aún entrando junto a Monoma a la misma vez, el balón lo haya elegido a él para estrellarse en su cara?

El rubio se levantó del piso y tocó su rostro, su novio rápidamente corrió a ayudarlo y Neito no perdió la oportunidad para hacer un chiste sobre "ratas y asteroides"

— Terrible suerte la tuya. —le dijo, como si no fuera lo suficientemente notorio.

Denki se sentó en el escalón frente a la puerta y formó un puchero en sus labios mientras Hitoshi entraba a la casa en busca de hielo. Monoma simplemente se encargó de burlarse un poco más de él sin soltar el gato de felpa que llevaba en sus brazos.

— Lo siento, no sabía que el balón rebotaría. —se disculpó Hitoshi colocando la compresa fría sobre el golpe.

— Descuida, solo fue mala suerte.

Shinso se reincorporó y miró al rubio de ojos azules. Desde la pelea en su habitación no habían hablado, pero ahora ambos parecían mucho más calmados, razonables y arrepentidos.

— Bueno... —comenzó Monoma—. Vine a regresarte el gato que Kaminari te robó porque le pareció buena excusa para que habláramos.

— Wow, tan sincero como siempre. —rodó los ojos el mencionado—. Además, te dije que no lo robe, solo lo tome prestado.

— Lo que digas, rata eléctrica, igual fue una pésima excusa.

— No me importa, iré por pudín. —le mostró infantilmente la lengua y se metió a la casa en busca de comida.

Neito suspiro.

¿Cuando había comenzado a pasar tanto tiempo con esa molesta rata eléctrica como para ahora seguirlo en ese horrible plan?

— Como sea, tu novio es un idiota que piensa que un gato puede arreglar una pelea de la cual tal vez esté un poquito arrepentido, ¡solo un poco!, así que toma tu peluche y dame permiso para dejarte viudo porque ayer Kaminari le llamo a Satori solo para decirle que tengo piojos, ¡jamás he tenido piojos! ¿Quien se cree esa rata eléctrica para inventar algo así?

Shinso sabía que cuando Monoma comenzaba a divagar entre un tema y otro era porque sus pensamientos estaban hechos un lío, y no lo pudo culpar pues apenas unos días atrás su cabeza estaba en la misma situación pero al menos agradecía el esfuerzo del menor por arreglar las cosas.

— ...entonces Kendo me dijo que eso era un piojo y como yo jamás había visto uno le creí, pero luego Vlad sensei me dijo que los piojos no tenían él tamaño de un perro y se pasó las siguientes dos horas riéndose de mi; ¿recuerdas a Vlad sensei? Es mi profesor y tutor, es muy grande y tiene colmillos como de lobos; hablando de lobos, vi un documental el otro día donde...

Hitoshi parpadeo un par de veces perdiéndose en la conversación.

Mala idea rodearse de rubios ruidosos y habladores.

Jamás podía callarlos.

—... y le salto encima, entonces la niña grito y el dinosaurio se la comió. Fin.

Si, mala idea.

— Ah... entonces...

— ¡Nadie se comió la sopa! ¿Enserio me prestaste atención, Hitoshi?

— ¿Si?

Monoma rodó los ojos y le extendió el gato de peluche.

— Da igual, toma. Le dijiste a Denki que te lo devolviera cuando ganara, pero bueno, ya sabemos como terminaron las cosas.

El mayor tomó el animal por unos segundos y le sonrió una última vez, recordando las veces que ese juguete lo había acompañado cuando era niño y no tenía amigos para jugar.

— Quédatelo y ayúdale a Denki a cuidarlo —respondió Hitoshi, devolviéndoselo.

— Es un peluche, Toshi, ¿cómo se supone que lo cuide? ¿comprándole ropa y dándole relleno para desayunar?

— No lo se, encuentra una forma. Necesito que alguien lo cuide cuando me vaya a Francia.

— No se cuidar ga-

Se detuvo.

"Cuando me vaya a Francia"

¿Entonces, el...?

— ¿Tu...? —lo miró, incapaz de terminar la pregunta. Cuando Shinso le regresó la mirada acompañada de una sonrisa supo que no había necesidad de seguir hablando.

— Gracias por todo este tiempo, Neito.

Y dejando por un minuto su orgullo de lado, el rubio se acercó a abrazar a su hermano mayor.

— ¡Si estas mintiendo juro que le diré a Kaminari que tienes piojos!

— ¿Por qué diablos eso les parece una buena venganza?

— No lo se, suena razonable cuando lo dices en voz alta.

Hitoshi sonrió y Monoma rió.

Se permitieron perderse en el abrazo por unos minutos más, olvidando la discusión del día anterior e ignorando la futura despedida.

Hasta que...

— ¿Es tu celular?

— Creo que si. —el rubio tomó el aparato que vibraba en su bolsillo y miró al pantalla—. Es Tetsutetsu, dame un minuto.

Hitoshi asintió y Monoma contestó.

— ¿Si?

— Hey, Monoma, ¿es cierto que tienes piojos?

— ¡Hijo de-!

Cuando el momento llega por fin, ninguno supo qué decir.

Hitoshi se ha despedido de sus padres, de su equipo y de su mejor amigo.

Solo quedan quince minutos antes de que deba abordar el avión que lo llevará a una nueva vida y ambos sienten que no es suficiente para decirse todo lo que guardan.

Denki ha perdido la cuenta de cuántas veces a besado a Hitoshi porque se niega a contarlas. Los números no parecen cuadrar cuando se separan otra vez de los labios ajenos; ese podría ser el cuarto beso o el décimo, no lo saben y no les interesa investigarlo.

Hitoshi acaricia la mejilla ajena con cariño, sonriéndole pequeño y sincero, arrepintiéndose de último momento por estar ahí y romperle el corazón a ese hiperactivo niño bonito. Denki no deja que se arrepienta y lo mira feliz, con los labios en un rojo bonito y los ojos llenos de nostalgia.

Durante esa última semana se han dicho todo lo que podían haberse dicho. Han llorado un sinfín de veces, han gritado su amor una y otra vez y han jurado entre susurros y caricias que ese no será el fin de una trágica historia de amor.

Tal vez en otra vida el destino también nos separó. —le había dicho una vez Kaminari, demasiado interesado en encontrar una infantil explicación a su triste futuro.

Entonces no le funcionó, porque nos volvimos a encontrar.

— Si... eso parece.

Y mientras Denki lo abraza y ahoga su llanto en su pecho, Hitoshi no puede evitar pensar que en verdad el destino los odiaba por separarlos incluso en la vida donde volvieron a reencontrarse.

Pero entonces el menor ríe aún con las lágrimas cayendo por sus mejillas y Shinso se siente tan confundido que incluso llega a pensar que está alucinando.

— ¿Me perdí de algo? —preguntó, cuando el rubio aún abrazándolo lo miró con una sonrisa brillante en los labios.

— Casémonos.

— ¿Eh?

— Casémonos. —repitió—. Cuando tu seas un famoso basquetbolista y yo sea... bueno, lo que sea que sea; démosle una paliza al destino y casémonos.

Y aún cuando la idea sonará tan lejana y tan superficial, Hitoshi sonrió por lo linda que sonaba saliendo de la boca de Denki Kaminari.

— Casarnos... si, suena lindo. Hagámoslo. —aceptó, porque jamás podía negarse a nada de lo que le pidiera ese niño—. En el futuro, cuando nuestros caminos vuelvan a cruzarse, casémonos.

— Ni se te ocurra arrepentirte, cap.

— No pudiera aunque quisiera, cariño, me tienes en la palma de tu mano.

Y aún cuando en los altavoces del aeropuerto ya comenzaban a anunciar el abordaje que Shinso debía de tomar, se permitieron mantenerse uno frente al otro por un minuto más.

Solo un minuto...

— Gracias por todo, Denki.

— Se supone que yo te debería de agradecer a ti.

— Bueno, ya lo harás cuando nos volvamos a ver.

— Cap...

— ¿Si?

— Me gustas.

Hitoshi sonrió.

Besó su mejilla y lo abrazó por última vez.

— Lo se, y tú me gustas tanto que me odio en este momento por romperte el corazón.

— Estoy bien con eso.

— Den, enamórate de alguien que no te haga daño.

— Ya lo hice, tonto. —se separó y le sonrió—. Es muy lindo, juega basketball y es alérgico a los conejos, deberías conocerlo.

— Suena como un idiota que te dejaría llorando en un aeropuerto.

— Lo es, pero aún así lo amo.

— Dale mis mejores deseos a ese sujeto, espero que en un futuro se convierta en tu esposo.

— Yo también lo espero.

Y con un último beso el fin se marcó.

Sus padres llegaron y se despidieron una última vez; Monoma fingió no llorar y su equipo le deseo la mejor de las suertes en el extranjero.

Hitoshi, después de muchas lágrimas y palabras bonitas, tomó su maleta y se fue al avión.

Y en el corazón de todos, eso se sintió como un adiós.

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