37. ¡HEY, CAPITÁN!
Denki terminó de colocar el último globo en su lugar cuando un objeto volador no identificado golpeó su rostro. Monoma a unos metros de él lo veía con el ceño fruncido y el brazo derecho señalando a lo alto de una pared.
— ¡Pegaste el letrero al revés! —le gritó.
— ¡Es tu culpa por poner a un disléxico a hacerlo!
— ¡Es tu culpa por freírte tantas veces el cerebro!
Neito volvió a recoger la cinta adhesiva que antes le había arrojado y tomó una silla para subir a la altura del letrero y ordenar el desorden. Kaminari dio un último vistazo para asegurarse de que los globos en forma de gato estuvieran bien colocados y siguió con su trabajo en la decoración, tomando las cadenas de felinos y buscando el lugar correcto para colgarlas.
Era el día de la fiesta de cumpleaños de Hitoshi; al fin había llegado el tan esperado día donde cumpliría un año más, recibiría un montón de obsequios y felicitaciones de sus amigos y una gran noticia sería revelada por parte de sus padres.
Denki no pudo evitar mirar hacia la mesa de regalos donde el sobre con la carta de aceptación a su próximo colegio se encontraba.
— Oye, rata eléctrica, no estoy dudando de tus capacidades de decoración, pero estás pegando la cadena sobre tu propia mano.
— ¿Eh? ¡Oh, mierda! —rápidamente quito la cinta de su piel y despegó la decoración mientras escuchaba la risa de Monoma.
Los padres del pelivioleta les habían confiado la decoración de la fiesta mientras ellos iban a comprar la comida, el pastel, algunos postres y hacer otros asuntos pendientes. Hitoshi había salido con Satori, Inasa y Arima como forma de distracción y bajo el pretexto de los chicos de que deberían de salir a pasar el rato antes de que se volviera papa casada y Kaminari lo encerrará en el sótano.
A decir verdad, a Denki le divertía la idea, aunque claro que jamás lo haría.
— ¡Listo, un cartel correctamente escrito!
— ¿Estas seguro que una fiesta de gatos no es demasiado infantil?
— ¿No eres tú el que quería hacer una fiesta de las tortugas ninja?
— ¡Es diferente!
— Como sea, estoy seguro que a Hitoshi le gustará, después de todo, hablamos del mismo sujeto que ha intentado adoptar al gato de su vecina al menos treinta veces.
— No tiene remedio. —aceptó, terminando de colocar la última decoración.
A su aparecer todo había quedado perfecto.
— Solo falta atar los globos que están en la cocina a la mesa de regalos. ¿Si los llenaste de helio o te lo tomaste todo?
Denki soltó una risita al recordar su voz de ardilla por el helio; el rubio de ojos celestes fue por los globos y le pasó algunos para que los atara al lado contrario de la mesa.
Los globos en forma de cabeza de gato y huellitas de color negro junto con los redondos de color dorado y blanco terminaron de perfeccionar la decoración del lugar. Monoma acomodó unas cuantas cajas y bolsas de regalos para que se vieran más estéticas en su lugar y por un minuto Kaminari se puso a pensar si en verdad estaba preocupado por que todo fuera perfecto o solo era una manera de ocultar su evidente ansiedad ante el sobre en aquella mesa.
— ¿Que le cómprate? —le preguntó el rubio cenizo, después de estar un minuto moviendo cosas.
— Una figura de cabeza de nabo del castillo vagabundo. Cuando era pequeño rompí el suyo por accidente... y su ventana, también por accidente. Fue un poco difícil conseguir la misma versión después de que la descontinuaran, pero valió la pena. —sonrió orgulloso por su logro— ¿y tú?
— Le regalare una camisa con la foto que te tome cuando abrieron el casillero.
La sonrisa en el rostro del rubio se borró y se giró a verlo, cuando entendió que Monoma hablaba enserio se apresuró a buscar la caja de regalo que le pertenecía a él y agitarla en busca de un sonido que delatara su contenido, sin embargo, al no obtener nada, supuso que el rubio decía la verdad.
— Dime que no es cierto o quemare la caja.
— Has lo que quieras. —se encogió de hombros, sonriendo por la desesperación del rubio.
Denki siguió agitando la caja con más fuerza cada vez para poder captar hasta el más mínimo sonido, sin embargo, su búsqueda fue interrumpida por la llegada de dos adultos a la casa.
Cuando Hizashi lo vio moviendo bruscamente la caja de arriba a abajo, se paralizó en su lugar.
— Mataste al hámster. —le dijo.
La cara de ambos adolescentes se deformaron en horror ante sus palabras, Aizawa entró a la casa y le dio un golpe en la cabeza.
— No asustes a los niños, tonto.
Yamada rompió en carcajadas y los rubios suspiraron en alivio.
La tía de Hitoshi -la profesora Kayama- pasó detrás de los adultos cargando un par de cajas de regalo y una bolsa con frituras mientras los saludaba.
Denki miró el reloj al otro lado de la sala, notando que no faltaba más de media hora para que el resto de los invitados llegaran y la fiesta al fin comenzara.
Mentiría si no dijera que estaba nervioso.
Monoma y Arima se reían mientras observaban las fotos que el rubio le tomó a Hitoshi durante el momento en que todos los invitados le cantaban la canción típica de cumpleaños antes de partir el pastel. La cara de confusión del capitán ante no saber que hacer en ese momento les daba demasiada risa como para poder ocultar su diversión.
Denki a su derecha se cruza de brazos con un puchero cuando empiezan a reproducir el video donde fue a buscar los fósforos para prender las velas del pastel y en su camino se resbaló y cayó... dos veces.
Hitoshi lo miró con una sonrisa y le repitió que no se preocupara y que ya lo olvidarían, aunque a su lado los chicos reproducen el video por segunda vez sin dejar de reírse.
— Romperé su celular. —amenazó, frunciendo el ceño aún con el puchero en sus labios. Shinso sabe que en la mente de su novio se ve a sí mismo amenazante y peligroso, pero la realidad es que no puede verse más adorable de lo que ya es.
Aquella tarde Arima había aparecido con un gatito con gorro de fiesta pintando justo debajo de su delineado, y no pasó mucho tiempo para que Denki le pidiera dibujarle uno por debajo del costado del ojo y otro par en la mejilla, como si de stiker se tratarán.
Así que mientras su novio intentaba lucir intimidante, un montón de gatitos con sombreros de fiesta puntiagudos y coloridos sonreían en su rostro.
— Tu no te reirás del video, ¿verdad, Toshi? —le preguntó de manera inocente.
Hitoshi se siente en un dilema ante la pregunta pues tan solo el recuerdo de la caída le hace tener que morderse el interior de la mejilla para no reír. De todas formas, sabe que Denki espera un mentirá piadosa y no la divertida verdad.
— Por supuesto que no, Den. —contestó
Kaminari pareció satisfecho con la respuesta y lo abrazó escondiendo su rostro en su pecho. A lo largo de los meses saliendo, ha aprendido a amar la altura de su novio. Ahora que sea un maldito poste de luz que definitivamente le saca más de un par de centímetros de altura, no le molestes tanto.
— Me vengare de la serpiente oxigenada.
— ¿Ah, si? ¿Y como harás eso?
— Le diré a Satori que tiene piojos.
Shinso rió por lo determinado que sonó el menor y porque en verdad en su cabecita aquella sonaba como una buena venganza.
Siguió escuchando el malvado plan de su novio hasta que un par de voces adultas interrumpieron su conversación.
Los señores Kaminari le volvieron a desear un feliz cumpleaños, dedicándole otro montón de palabras bonitas y agradeciéndole nuevamente aguantar a Denki por más de dos hora seguidas; incluso la mujer parecia a nada de echarse a llorar después de ver el adolescente en el que se había convertido el niño que siempre se sentaba en la acera de su casa a jugar con los gatos callejeros.
— Aún recuerdo cuando teníamos que separar a Denki de ti porque te comenzaba a recitar los ciento cuarenta pokemones más importantes y cuando se equivocaba volvía a empezar. —dijo su padre mientras las mejillas del rubio se sonrojaban.
— ¡Era un niño!
— Un niño muy hablador, a decir verdad. —dijo su madre.
La pequeña familia comenzó una discusión en la cual Hitoshi no pudo participar porque fue salvado por el entrenador Takashi quien le avisó que sus padres lo buscaban.
Se disculpó con los adultos y le dijo que volvería en unos minutos antes de caminar al patio donde sus padres ya se encontraban peleando por alguna cosa absurda que dijo Hizashi.
— Hola, papás. —los saludo; los adultos rápidamente guardaron silencio y se enfocaron en el.
— Hola cariño.
— ¿Me buscaban?
— Si, será rápido.
— Solo queremos entregarte tu regalo.
— Con la fiesta fue suficiente. No debían comprar algo más.
— ¿Oíste, Shouta? Eso lo sacó de mi.
— ¿Enserio? Porque fuiste tú quien lloro una vez porque no te regale una piraña.
— ¡Las pirañas son geniales!
— No puedes tener una maldita piraña.
— Pero en lugar de una piraña decidiste darme una tortuga; digo, son cool y también son ninjas, pero no superan a una piraña.
— La tortuga mordió a Hitoshi una vez, ¿que hubiera pasado si hubiera sido una piraña?
— Bueno, un hijo con cuatro dedos también es cool.
Antes de que Shouta pudiera replicar algo ante su comentario la risa del menor los interrumpió.
A los ojos de Hitoshi, no podía tener un mejor cumpleaños que ese.
Recuerda que cuando era pequeño no tenía amigos y tampoco invitaciones para las fiestas de sus compañeros de salón, pero aún así sus cumpleaños eran geniales, sus padres se esforzaban en hacer su infancia lo más colorida y llevadera que pudieran, y aún después de tantos años y que las cosas hayan cambiado mucho -empezando por un niño rubio que lo amenazo con acusarlo con Santa Claus si no iba a su cumpleaños- sus padres siempre seguirían siendo ese par de héroes que tanto admiraba.
— Gracias por adoptarme. —soltó repentinamente, tomando un poco de sorpresa a los adultos—. Me acabo de percatar que nunca se los agradecí. A decir verdad jamás logre entender porque la gente le disgustaba que ustedes le hubieran dado la oportunidad de tener una familia a un niño que se lo negaron desde un principio, pero creo que no me importa entenderlo. Sigue siendo divertido ver como se pelan por pirañas y tortugas.
Ambos adultos miraron perplejos al adolescente.
¿En qué momento su niño había crecido tanto?
— ¿Oíste, Shou? —le preguntó Hizashi con voz temblorosa—. Eso de hacerme llorar lo sacó de ti.
Shouta sonrió y golpeó levemente el hombro de su esposo, siendo consiente que si no se tomaba unos segundo para respirar, su voz saldría igual de temblorosa que la del rubio.
— No tienes nada que agradecer, niño, siempre estaremos orgullosos de ser tus padres. —dijo, a la vez que le extendía él sobre qué llevaba en la mano derecha—. Ahora abre tu regalo y deja de hacer llorar a tu padre, ese es mi trabajo.
El menor les sonrió y tomó el sobre con curiosidad por ser tan diferente al resto de regalos que había recibido a lo largo de su vida.
Su padre Hizashi le dedicó un último "feliz cumpleaños, Toshi" que le calento el pecho y le dio el último impulso para abrir lo que parecía una carta.
Y solo cuando extendió el papel fuera del sobre entendió lo que era.
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