27. ¡HEY, CAPITÁN!
— ¿Me repiten por qué son mis amigos?
— Shh, calla, te terminarás comiendo la mascarilla —dijo Monoma, pasando la pasta verde sobre su piel.
— Somos amigos porque cumplimos tus únicos dos requisitos: rubios y... rubios. En realidad es solo uno pero dije dos para no hacerte sentir mal. —respondió Denki, sentado en el piso de la habitación, viendo El rey león y comiendo doritos.
— No ayudas, Den.
— Perdón.
La pijamada había empezado una hora atrás y había llegado el temible momento donde Monoma encontró las mascarillas que sobraron de la última vez y había usado a Hitoshi como sujeto de prueba mientras Denki dejaba que hiciera de las suyas, más interesado en la película infantil que en la integridad de su amigo.
— ¿A que hora llegarán tus padres? —preguntó Neito sin detener su trabajo.
— En la madrugada, no sé exactamente a qué hora.
— ¿Le están ayudando en la mudanza a la profe Midnight, no?
Hitoshi tardó un poco en procesar la pregunta, sabía que en la UA era habitual apodar a los maestros de acuerdo a sus características o personalidades, sin embargo, aun seguía siendo extraño escuchar como le llamaban"Midnight" a su tía Kayama.
— Si. —respondió al fin—. La mudanza es más pesada de lo que se imaginaban.
— Agh, espero jamás mudarme, necesitaría mil caja para mi colección de figuras de pokemon.
— ¿Coleccionas juguetes?
— No son "juguetes", serpiente oxigenada, son preciados tesoros.
— "Pricidis tisiris" —se burló, terminando con la mascarilla—. Como sea, hazte a un lado, ese es mi lugar.
— ¡Claro que no, esté es mi lugar!
Mientras ambos rubios peleaban por cual cama improvisada en el piso era suya, Hitoshi fue al baño a deshacerse de los rastros de mascarilla en el cabello sabiendo de antemano que a estas alturas era menos probable que ocurriera un asesinato en su habitación por dejarlos a los dos solos.
Al volver la discusión aún no terminaba y parecía que se prolongaría más cuando Monoma corrió hasta su lado y abrazó su brazo.
— Yo quiero dormir junto a Toshi.
— ¿Que? ¡Pero si-!
— Calla, rata eléctrica, es mi derecho como mejor amigo.
— ¡Eso ni siquiera existe!
— ¡Claro que si, está en la biblia!
— ¡En la biblia no hay derechos, idiota!
— ¡Tu eres el-!
— Ya paren de pelear ustedes dos. —intervino el mayor preguntándose nuevamente como era que esos dos seguían siendo sus amigos—. Yo dormiré ahí. —señaló una de las camas en el suelo y Neito no perdió el tiempo antes de adueñarse de la otra.
— Entonces yo tomaré esta. — sonrió victorioso.
— ¿Pretendes que me vaya a dormir al patio?
— No seria mala idea.
— ¿Y por qué no te vas tú? He oído que las serpientes duermen al intemperie.
Antes de que otra discusión volviera a comenzar Shinsou volvió a intervenir.
— Puedes dormir en mi cama, Den.
— Pero...
— Si, rata eléctrica, duerme en el lugar de Toshi y deja de lloriquear.
— Yo no estoy lloriqueando.
— Entonces ya está arreglado. —concluyó el mayor, tomando una almohada y comenzando ha arreglar su lugar antes elegido.
Kaminari miró a Monoma quien resplandecía en satisfacción, tal vez aquel había sido su plan desde el principio o tal vez había salido mejor de lo que esperaba, igual había funcionado.
Desvió la mirada del rubio y se centró en la cama. Anteriormente, cuando Shinso apenas le estaba ayudando con la apuesta, se había quedado dormido ahí por accidente, sin embargo, en esa ocasión se encontraba tan cansado que ni siquiera se percató de ello hasta que despertó y salió corriendo -raptando el gato de felpa de Hitoshi en el camino- pero ahora, sentado en medio de la cama mientras Neito elegía una película interesante en el catálogo de Netflix y Shinso buscaba el cargador de su celular por los cajones, se sentía mareado al estar rodeado por la esencia de Hitoshi.
Todo olía a él, un olor suave y masculino, sutil y embriagante, que envolvía desde las sabanas hasta las almohadas y le hacia querer enterrar el rostro y embriagarse del aroma hasta no poder más.
Usualmente Shinso causaba eso en el, le hacia perder la cordura y desear cosas inimaginables.
Y viendo al chico a lo lejos peleando con el rubio porque elegiría el mismo musical por sexta vez, se dio cuenta que sus sentimientos no podrían seguir escondiéndose en su pecho.
Ya era hora de liberarlos.
Debía decírselo.
Kaminari estaba seguro de que si no fuera porque reconoció la melena índigo a tiempo, le hubiera soltado un puñetazo al momento en que sintió la prenda caer sobre sus hombros.
— Te enfermaras si no te abrigas. —le dijo Hitoshi dejando el suéter sobre sus hombros y sentándose a su lado en el escalón que separaba el resto de la casa con el patio.
El cuerpo de Denki tembló, no sabe si por el frío o por la presencia del chico, pero tampoco se detuvo a averiguarlo.
— ¿Que haces aquí tan noche?
— De hecho, no es demasiado noche, sino demasiado temprano. —corrigió, su tono de voz era bajo pues por el silencio del vecindario y la soledad del patio no era necesario hablar más alto—. Ya casi son las tres de la madrugada.
— Eres todo un cerebrito.
— No lo soy, pero me halagas.
— Lo eres, no cualquiera contesta a la perfección una tarea de física un año adelantado a sus estudios.
— Si, sobre eso... perdón por raptar tu cuaderno.
— No te disculpes, fue un lindo detalle, aunque no era necesario que lo hicieras.
— Quería ayudarte de alguna manera.
— Siempre me estás ayudando, aunque muchas veces no te das cuenta.
— Lo dices para que me sienta mejor.
— Claro que no. ¿Acaso no recuerda la vez que hablaste con Satori y el acepto seguir el partido?
— Eso solo fue una coincidencia.
— ¿Y la vez que me invitaste a tu cumpleaños a los nueve años? Jamas me habían invitado a un cumpleaños porque los papás de los otros niños veían mal que yo tuviera dos padres, y luego llegaste tú, con una invitación de power rangers diciendo que si no asistía cancelarías la fiesta y me acusarías con Santa Claus.
— Oh Dios, que vergüenza, ¿Podemos no recordar eso?
— Podemos ignorarlo. —se encogió de hombro—. Pero te aseguro que yo lo recordaré. Denki, haces cosas pequeñas fingiendo que no importan pero son lo suficientemente importantes como para cambiar la vida de alguien.
— Hitoshi, eso no es...
— Incluso ayer, cuando estuviste en el partido apoyándome aun cuando no fuera nada importante, o cuando nos detuvimos en el parque y sostuviste mi helado para que pudiera jugar con el gato. Puede que prefieras ignorar todas esas pequeñas acciones, pero yo llevo la cuenta de cada una de ellas.
Denki miró el piso, incapaz de conectar sus ojos con los del chico a su lado.
Sentía que su corazón abandonaría su pecho en cualquier momento.
Hitoshi lo traía jodidamente mal.
— ¿Entonces soy un cerebrito? — preguntó intentando cambiar el tema. Hitoshi sonrió
— Claro que lo eres.
— Bien, así ya podemos cumplir con el estereotipo de pareja cliché. El capitán del equipo y el cerebrito de clase.
— ¿Acaso es una indirecta?
— Es más como una propuesta.
Lo estaba haciendo, en verdad lo estaba haciendo; por fin estaba hablando de frente sobre sus sentimientos.
Sorprendentemente no estaba tan nerviosos como debería de estarlo, incluso parecia ridículamente tranquilo aún cuando un leve rubor cubría sus mejillas y sus manos temblaban.
— Interesante propuesta.
— Lo se, llevó guardándola hace tiempo.
— ¿Desde hace cuanto?
Kaminari sonrió melancólicamente.
Si supieras Hitoshi...
— Desde los diez años. —confesó, mirándolo a los ojos, de repente ya no parecía tan difícil hacerlo—. Cuando tenía diez años escuché a una niña decir que le regalaría a su madre un perrito porque era su animal favorito y ella era una persona muy especial; cuando tenía diez años te regale un conejo porque era mi animal favorito y tu mi persona especial. Cuando tenía once años leí en un libro de ficción que los personajes se regalaban plumas de aves raras como señal de apareció y amor; a los once años estaba estúpidamente enamorado de ti y caminé hasta el único zoológico de la prefectura que tenía avestruces en exhibición para conseguir una pluma porque no me imaginaba otra ave más rara que esa. Cuando tenía doce años te escribí una carta donde intentaba explicar todo lo que me hacías sentir, le pegué mis stikers favoritos de Avatar y decoré el sobre con muchos colores, pero al final la guardé en un cajón y jamás te la entregué. Cuando tenía trece años volví a hacer lo mismo, ahora con mejor ortografía pero igual de mala caligrafía; esta vez no le pegue stikers porque no sabía cual era tu serie favorita, pero en el sobre dibujé a mi pokemon favorito para que jamás olvidaras que esa carta la había escrito yo; y tal como lo hice el año anterior, la cobardía me ganó y guarde la carta en el mismo cajón. A los catorce años pensé que por fin sería la hora de declararme, era tonto que no pudiera decirte lo mucho que me gustabas desde los diez, así que me prepare y repetí un sin fin de veces en mi mente cada palabra que te diría, pero los nervios hicieron que dejara abierta la jaula del señor conejo y que esté escapara; terminó en tu cama y tu en el hospital por un ataque alérgico, ese día me sentí lo suficientemente culpable como para esperar otro año para confesarme. Cuando tenía quince años te escribí otra carta, era navidad y esperaba poder al fin hacerte saber lo tonto que me traías desde años atrás; esta vez no lo decoré de ninguna forma, porque por alguna razón tú te veías cada día más maduro y tenía miedo que yo fuera demasiado infantil para ti; pero al final termine ebrio, saltando la cerca de tu patio y confesándome patéticamente frente a ti... al volver a casa guarde la carta junto a las demás y llore por haber arruinado todo. Ahora tengo dieciséis años, tres cartas guardadas.... y seis años enamorado del mismo chico.
Ahí estaba la tan preciada confesión; sus sentimientos al fin habían salido y había logrado declarársele al chico que le gustaba con decencia en mitad de la madrugada.
Lo que pasará después ya no estaba en sus manos.
Hitoshi podía rechazarlo, besarlo, irse al extranjero y romperle el corazón; y el aceptaría sin problema cualquiera de esas opciones.
Porque si en algún futuro alguien le rompía el corazón, deseaba que fuera Shinso Hitoshi.
Solo él.
— Estas temblando.
— Si, hace frío...
— Entremos a la casa. —se incorporó y le extendió la mano—. No pienso besarte cuando estas a punto de morir de hipotermia.
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