10. ¡HEY, CAPITÁN!
— ¿Cómo es que tardaste tanto si vives a dos casas de aquí?
— Lo siento, tuve que alimentar al señor conejo y buscar su juguete favorito que perdió esta mañana. Ser padre soltero no es fácil, Hitoshi.
Shinso se hizo a un lado para que el rubio pudiera pasar y dejar sus cosas en algún lugar libre en la habitación.
Decir que Hizashi se emocionó al enterarse que su hijo participaría en su primera pijamada se queda corto.
El rubio había tomado el auto -y a su esposo- y había conducido al supermercado más cercano para comprar tordo lo necesario para una noche inolvidable.
— ¿Jengibre o miel? —preguntó mostrándole dos mascarillas a su esposo quien como gato molesto solo gruñó—. Tienes razón, llevaremos un poco de todo.
— Si tienes todo esto bajo control ¿por qué no me dejaste quedarme en la casa a dormir?
— Porque los chicos empezarán la pijamada después de que terminen de entrenar y Kamianri vaya a su casa a ducharse y por unas cosas; eso nos limita el tiempo, entre los dos terminaremos las compras con más eficacia y rapidez.
Aizawa suspiro, era cierto que prefería tomar una siesta ante que estar en ese molesto supermercado, pero también era verdad que la idea de que Hitoshi tuviera un buen recuerdo adolescente como lo era ese tonta pijamada infantil también le emocionaba.
— Bien, ¿que hago?
— ¡Sabía que aceptarías! —dejó un casto besó en la cabeza contraria y le señaló un pasillo a lo lejos—. Ve por algunos dulces mientras yo acabo aquí.
— No te emociones.
— Demasiado tarde.
Después de echar un sin fin de cosas al carrito y dar un par de vueltas al supermercado en busca de cosas que pudieron dejar pasar por alto, los hombres creían que ya estaban listos para ir a pagar y regresar a casa pues a esa hora seguramente los adolescentes ya estarían terminando con las prácticas.
— No. —negó Aizawa, regresando a su lugar la caja de preservativos que su esposo había tomado.
— Le quitas la emoción a la vida, Shouta.
Y después de pagar se dirigieron a casa, dejando las bolsas en la habitación de su hijo y arreglando una cama improvisada para que ambos pudieran dormir ahí.
— Deberíamos de colgar algunas luces.
— Me largo.
— ¡Shou!
Hizashi hizo un puchero pero igual siguió a su pareja quien apenas llegó a su habitación se tiró en la cama y concilio el sueño. Yamada, como el hombre débil que era frente Aizawa Shouta, no tardó en unirse a él.
Ahora gracias a toda esa travesía ambos adolescentes estaba disfrutando de una pijamada en todo el esplendor de la palabra.
Denki sentado en el piso y con la espalda contra la pared comía de sus gomitas favoritas mientras escuchaba a Hitoshi hablar de porqué Drácula era un buen clásico y todo el mundo debería de leerlo.
— Mi madre lo tiene en su biblioteca. —recordó el rubio—. Después de escucharte hablar de el definitivamente lo leeré.
— Deberías, es muy bueno.
Kaminari tomó una de las bolsas y ayudó al mayor a sacar de ella todo lo que sus tutores habían comprado; ya había golosinas, frituras y bebidas afuera, pero aún parecían haber bolsas que faltaban por desempacar.
— Amo estas galletas. —chilló el menor al sacar un paquete azul metálico.
— ¿Que es esto? —preguntó Hitoshi mostrando unos cuantos paquetitos dorados.
— Creo que los eh visto en algún lugar. —los miró—. ¿No son para los ojos?
— ¿Esto es seguro?
Denki se encogió de hombros regresando su atención al contenido de la bolsa.
— ¡Mascarillas! Que divertido.
— Aquí solo hay chocolates, veré en esa bolsa pequeña.
Kaminari vacío el contenido en el suelo y miró cada uno de los empaques y botes que había, todos de diferentes marcas, colores y sustancias. Llámenlo loco, pero no perdería esa oportunidad.
— Nada interesante por aquí, solo un par de esmaltes y algunos jugos.
Denki asintió con una sonrisa forzada que pretendía ocultar su risa traviesa. Shinso tomó un paquete de palomitas y se sentó en el piso, sin embargo, apenas estuvo lo suficientemente distraído un rubio salvaje le saltó encima.
— ¡No, aléjate! —se intento levantar pero el peso del cuerpo ajeno se lo impidió. Kaminari con el bote de mascarilla en una mano y los dedos de la otra repletos de la pasta rosada intentaba aplicársela en el rostro.
— Vamos, Toshi, solo un poco. —rió.
— No, aleja tus manos de mi. —difícilmente logro tomar una de las muñecas del rubio e inmovilizarla, pero la otra seguía acercándose peligrosamente a su rostro.
— El envase dice que es bueno para la piel, además, tiene brillitos, ¡brillitos Hitoshi!
— Denki, jamás dejare que me pongas esa cosa en el rostro.
Y cinco minutos después Hitoshi se encontraba sentado en su cama con la mascarilla puesta y una diadema con estampado de dinosaurios sujetando su cabello.
Denki frente a él, sonreía victorioso y satisfecho con su trabajo mientras se encargaba de pintar las uñas del mayor.
— Repíteme como lograste convencerme.
— No te convencí, fue contra tu voluntad.
— Ah, si, ya recuerdo.
En la pantalla de la televisión se reproducía una vieja película sobre pie grande a la cual ninguno de los dos prestaba verdadera atención pues se encontraban más interesados en los diseños que dibuja Denki sobre las uñas del mayor que en lo que sucedía a su alrededor.
Hitoshi no tenía nada en contra de que el niño le pintara las uñas, después de todo su padre Shouta solía hacerlo cuando se encontraba demasiado aburrido, sin embargo, comenzaba a sentir lástima porque el sonriente gato que Kaminari estaba pintando en su dedo índice con tanto entusiasmo seguro terminaría hecho pedazos después de las exhaustivas actividades del club.
— ¿Como comenzaste a interesarte en el basketball? —preguntó repentinamente el menor aún con la vista en su obra de arte.
— Supongo que fue cuando me quede en la casa de mi tía Kayama y vi mi primer partido. Mi tía Nemuri es muy fan del deporte así que cuando empezó el partido me sentó en el sofá junto a ella y me explicó cada partida, creo que fue desde ese entonces que comencé a adentrarme a ese mundo.
— Oh, si, recuerdo que alguna vez cuando éramos niños fuimos a un partido en el estadio local.
Shinso puede recordar con claridad ese día, incluso tal vez podría decir que aquel día fue el mismo en el que decidió que quería pararse en una cancha y jugar profesionalmente. Aquella vez los padres de Kaminari tenían un boleto extra para el juego que se llevaría a cabo en el estadio local por lo cual habían invitado a Hitoshi a acompañarlos; recuerda perfectamente la emoción de ver en vivo cada jugada y anotación por parte de los jugadores y también recuerda al pequeño rubio de ojos brillantes a su lado que comía palomitas e inclinaba la cabeza como gato confundido al no entender el juego.
Sus mejillas se sonrojaron. Ese día había descubierto que quería practicar el basketball como deporte, pero también había descubierto lo lindo que podía ser su hiperactivo vecino.
Y la idea de que ese pensamiento aún no desapareciera de su mente lo asustaba.
Denki sabe que no debería de abrir la puerta de una casa que no es la suya, pero sus opciones eran romper esa regla o romper el maldito timbre que no dejaba de sonar.
Y era más que obvio que todos preferían la primera.
No lo mal interpreten, no le gusta romper las reglas -ni los timbres- sin embargo, los padres de Hitoshi habían dejado una nota diciendo que habían salido temprano a desayunar y que regresarían más tarde, además de que su amigo pelivioleta había quedado tan exhausto en la pijamada que aún con el timbre sonando cada dos minutos seguía durmiendo cual roca; por lo cual, tuvo que bajar por sí mismo a la primera planta y encargarse el mismo del problema.
Abrió la puerta.
Y todo rastro de sueño desapareció.
— ¡Tu!
Gritaron al uníson.
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